Resultados de búsqueda para la etiqueta [Thomas Piketty ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Thu, 08 Sep 2022 14:23:53 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.3 Nuestro destino: La Multifamiliaridad https://arquine.com/nuestro-destino-la-multifamiliaridad/ Thu, 08 Sep 2022 14:23:53 +0000 https://arquine.com/?p=68811 Para entender si caben o no nuevas unidades de vivienda asequible en la Ciudad de Mexico uno tiene que preguntarse cuál sería la densidad habitacional  que debería tener en promedio nuestra ciudad.

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En 2013, se publicó el libro del economista francés Thomas Piketty El Capital en el siglo XXI.[1]  Si le creemos a Piketty, el gran sueño del modelo económico preponderante del siglo XX es aquel en donde el sistema trabaja para el interés común y en el que los beneficios sirven para mejorar el nivel de vida de los grupos más desfavorecidos.  Así, Piketty se convertía en el primer economista en dejar en evidencia las teorías de Keynes, que resultaron en el capitalismo, en donde los efectos de la desigualdad de riqueza son piedra angular del todo el sistema económico. 

A nivel global, sólo por un breve periodo, tres o cuatro décadas después de 1945, dos guerras mundiales y tremendas insurrecciones sociales, a través del comunismo, fue que los trabajadores comunes y corrientes mejoraron su nivel económico más rápido que los poseedores de grandes capitales. En México, fue justamente el periodo entre 1940 a 1965 en donde la calidad de vida del trabajador mexicano mejoró notablemente.

Las teorías económicas de Piketty —y su narrativa de la historia económica— tienen gran relación con el proyecto de la arquitectura moderna en México. Si uno observa delicadamente el surgimiento de la modernidad en la arquitectura mexicana y los multifamiliares[2] coincide con el momento que Piketty identifica como el periodo de mayor movilidad social. Si bien el proyecto moderno en la arquitectura de México tiene grandes influencias de Le Corbusier, Ludwig Hillberseimer y Hannes Meyer entre otros,[3] es difícil no identificar la ideología del proyecto de arquitectura moderna en México —y en específico la arquitectura de los multifamiliares— como la gran ilusión edificada para buscar una movilidad social a gran escala. Veámoslo en detalle en el contexto de México. Durante las dos décadas que siguieron a la Revolución Mexicana —a partir de 1917—, los rendimientos del capital disfrutan de una cómoda ventaja sobre el crecimiento económico; a partir de 1938 y hasta 1965 esta relación se invierte.[4] Al igual que en Europa, en México este periodo no sólo significa un drástico cambio en la economía sino también denota una transformación cultural, justo en sincronía con el surgimiento de la visión modernista. Aquello que en Europa nació dos décadas antes, bajo el Manifiesto Futurista, publicado en 1909,[5] en México comienza a transpirar en la cultura y la arquitectura hacia 1935. En 1939, el arquitecto Carlos Obregón Santacilia publica el libro El Maquinismo, la vida y la arquitectura,[6] en el que reflexiona sobre el acelerado cambio en la vida y, en consecuencia, en la arquitectura. Como el manifiesto futurista, Obregón aboga por la velocidad en los sistemas constructivos y la maquinaria como herramienta clave para el cambio, todo ello para buscar un gran despertar de la modernidad bajo un agresivo proceso cultural de revitalización.

Maqueta del proyecto ‘Aula Magna’, Ciudad Universitaria (UNAM), México DF 1950, Carlos Obregón Santacilia

Toda esta creencia en la gran promesa de la modernización prácticamente continuó durante el resto del siglo XX, alternándose entre periodos de brutal violencia —varios conflictos armados—, y momentos de modelos utópicos de desarrollo. Estos últimos, esperaban desplegar vorazmente el desarrollo industrializado para el bien común, como la vivienda social.[7] En México, si bien una de las herencias de la Revolución fue la repartición de la tierra, a partir de 1935,[8] el proyecto moderno junto con la idea nacionalista de desarrollo, buscó empoderar a los trabajadores bajo la “promesa” de tener una vivienda digna. Todo ello en contraste con la imagen de la vecindad anquilosada de los tiempos pre-revolucionarios. 

En Arquitectura, grupos como el Team 10, el CIAM, Archizoom y los Futuristas buscaron este progreso a través de la ruptura con el pasado. En México, la arquitectura moderna fraguó el cambio a través de la redefinición de la vivienda social mediante la concepción del multifamiliar.[9] Quizá de forma un tanto brutalista y grotesca, tanto las visiones de los movimientos en Europa, como las primeras apuestas por la vivienda para los trabajadores en México, denotaron que el progreso y la mejor calidad de vida venían con un alto precio. Por ello que esta ecología metropolitana, es mejor entendida desde su fenómeno vivencial, la multifamiliaridad, y es también clave para entender el urbanismo del Valle de México.

Centro Urbano Presidente Miguel Alemán, CUPA, 1947. Cortesia Fundación ICA

Estas representaciones de la arquitectura moderna se pueden tomar con cierto impulso trágico o cómico y pensar que, en aquel momento, la ciudad de México si podría (y debía incorporar esta nueva forma de edificación o tipología) satisfacer la demanda de vivienda. Además demostraba una solución integral ante los desafíos de la ciudad en cuestión de servicios sociales.[10] La evolución hacia el Centro Urbano Presidente Alemán (CUPA) tuvo que comenzar en otra parte. El cambio de paradigma que llegó a México para buscar satisfacer la demanda de vivienda obrera, cuyo primer ejemplo es de Juan Legarreta, no fue más que el inicio de una gran transformación en el modo de vida del trabajador mexicano. Más adelante, el multifamiliar —como tipología urbana, que podía atender la vivienda del trabajador— llegó con un gasto público sin precedente. 

Sólo hasta mediados de la década de los 80, la participación directa en el diseño y la construcción de vivienda social del sector público —principalmente a través del Infonavit— comenzó a disminuir notablemente. Los graves daños ocasionados por el sismo de 1985 conllevaron en cierta forma la desacreditación del multifamiliar como proyecto de vivienda social. Después del sismo, las visiones para atender la demanda de vivienda social en México se desdoblan hacia la periferia, generando una explosión de arquitectura de bajo coste cuya tipología —coincidentemente— retornaba a la casita (o choza)  semi-rural, pero ahora implantada en los suburbios de las ciudades y con materiales de producción masiva. El gran movimiento moderno, prefigurado con aquellos pensamientos futuristas y arquitectos como Obregón Santacilia, Mario Pani, Salvador Ortega, Jorge Cuevas, Fernando Hernández, Alejandro Prieto, José María Gutiérrez, entre otros, dejaba su legado para dar entrada a las grandes constructoras de vivienda. 

La tesis central de Piketty respecto a el poder de retorno de la riqueza sobre los ingresos es la demostración —en términos de desarrollo inmobiliario— de lo que ha sucedido con el modelo de producción de vivienda social en México desde el inicio de los años 90. Aunque la capacidad de adquirir y poseer una vivienda se ha incrementado constantemente, el producto —la casa— ha venido perdiendo su valor real para el trabajador.[11] No así para los productores de vivienda quienes, a diferencia del modelo del multifamiliar, sólo persiguen un retorno financiero dentro del proceso de producción de vivienda.

La edificación diseñada y construida realmente no tiene como finalidad la habitabilidad sino la posesión de algo (una casita con la esperanza de que con el tiempo incremente su valor en vez de su utilidad a lo largo del tiempo). El arquitecto es desplazado por el economista y su labor —la arquitectura— conlleva a diseños inexplicables e inverosímiles los cuales los mismos arquitectos tratan de explicar. La lógica del edificio no persigue más su intención de uso, sino que sirve principalmente para promover el deseo de un retorno económico. El valor del diseño y de la construcción, no radica en su arquitectura sino en el valor de mercado.

 

La clave de la Multfamiliaridad

El sistema de vivienda masiva en la Ciudad de México tuvo su origen entre los años 1945 y 1960 impulsados principalmente por la Dirección de General de Pensiones Civiles para el Retiro (DGPCR), hoy Instituto de Seguridad y Servicios Sociales para los Trabajadores del Estado (ISSSTE).[12] El programa fue creado para abordar como insignia de progreso, la creciente demanda de vivienda colectiva de la capital. Si bien el modelo había sido ampliamente experimentado en Europa entre 1930 y 1950, la idea nunca considero el convertirse en un nodo urbano dentro de una ciudad en crecimiento.

Diagrama de los 15 centros urbanos construidos entre 1937 y 1970 sobre la huella urbana de la ciudad de Mèxico en 1950. Fuente, elaboración propia.

Ciertamente, la presencia urbana de esta arquitectura sirvió a su vez como icono del progreso, materializado en la tecnología constructiva, pero además fueron colocados estratégicamente en los bordes urbanos de una ciudad en expansión, ya bien localizados en la cercanía de infraestructura vial o en los límites políticos de la mancha urbana de 1950. La localización de todos ellos fue estratégica con relación a donde la DGPPR tenia tierras disponibles y la ciudad crecía.[13] De los 15 centros 8 fueron localizados en el perímetro urbano de la ciudad en 1950 y 6 de ellos en a la proximidad a una vía primaria —Periférico, Calzada de Tlalpan o Fray Servando. Difícilmente se pensó en que, en la realidad, debido a su densidad poblacional y edificatoria, funcionarían como polos individuales de desarrollo. 

 

Las alternativas hacia el futuro

Entre la realidad de la demanda y la esperanza soñada de tener una casa, la provisión de vivienda social en la CDMX y su área metropolitana discutiblemente se debate entre tres estrategias: la recuperación del multifamiliar como tipología compacta y con usos mixtos, la vivienda unifamiliar en la periferia y de producción masiva y la autoconstrucción.[14] Mientras que la última carece de una estrategia integral, robusta y es de poco alcance ya que solo el 17% del total de las unidades existentes tienen una certificación de propiedad del suelo[15] y en donde los servicios públicos son insuficientes, las dos primeras poseen una lógica operativa binaria: La primera apuesta por la calidad —retomando el modelo de la modernidad de manzana compacta— pero en una localización donde el valor del suelo la inviabiliza, y la segunda usurpa la calidad y la remplaza por un esquema capitalista para satisfacer la demanda mediante un sistema de producción masivo a bajo costo. 

Considerando el altísimo costo de la expansión de la huella urbana en el valle de México, por más paradójico que resulte, el multifamiliar y su forma de vida —la multifamiliaridad— se ha revalorizado tanto por su centralidad como por generar cierta cohesión social y probablemente sea la única solución sostenible en el largo plazo, ante la falta de vivienda social en la Ciudad de México. Esta revalorización del modo de vida del multifamiliar además conlleva a demostrar que es posible acomodar un elevado porcentaje de la demanda de vivienda asequible dentro de los perímetros consolidados del área urbana de la CDMX utilizando esta tipología y la forma de vida que se genera de ella en el sentido de proximidad a servicios urbanos, caminabilidad, cohesión social y valorización de la propiedad misma. 

Es aquí donde esta ecología es propositiva, justificada en el anclaje del proyecto del modernismo en Ciudad de México y principalmente en la creación de los sistemas de multifamiliares diseñados y construidos entre 1935 y 1960. Tal y como muestra esta arquitectura, el multifamiliar no resultó ser una mezcla de los estilos ya existentes y el nuevo vocabulario, sino todo un ejercicio de planificación.

Multifamiliar Juárez, destruido por el terremoto de 1985 y parcialmente demolido. Archivo Fundación ICA.

La decepción con los multifamiliares —y la planeación económica que venía con ellos— recibieron un tiro de gracia con los graves daños ocasionados por el sismo de 1985. La desacreditación del multifamiliar como proyecto de vivienda y planificación social prácticamente se culmina en 1987 mediante la consolidación de grandes corporaciones privadas para la construcción de vivienda, (casualmente 10 años después de la demolición del conjunto Pruitt-Igoe en Saint Louis, Missouri que varios autores califican como el epítome del movimiento de arquitectura moderna).

Imagen aérea del CUPA, Fundación ICA. Desarrollos habitacionales Ecatepec, Estado de México, Archivo Cuarto oscuro

La comparativa entre los dos modelos es perversa. La edificación diseñada y construida realmente no tiene como finalidad la habitabilidad sino la posesión de algo (una casita con la esperanza de que con el tiempo incremente su valor en vez de su utilidad a lo largo del tiempo). El arquitecto es desplazado por el economista y su labor -la arquitectura conlleva a diseños inexplicables e inverosímiles los cuales los mismos arquitectos tratan de explicar. La lógica del edificio no persigue más su intención de uso, sino que sirve principalmente para promover el deseo de un retorno económico. El valor del diseño y de la construcción no radica en su arquitectura sino en el valor de mercado.

Comparativo de localización entre los multifamiliares dentro de la mancha urbana 2020 según el INEGI y los desarrollos habitacionales de la periferia. Elaboración propia

Barrios dentro de la delegación Benito Juárez, justo donde se encuentra el apoteótico CUPA, y las cuadras en esta zona de la ciudad en promedio tienen una hectárea en superficie, tienen el potencial para acomodar vivienda social en cantidades considerables. En la colonia Doctores, casi un tercio de todas las propiedades tiene algún estado de degradación o subutilización. En este tipo de terrenos se puede construir hasta cuarenta unidades de vivienda asequible en caso de que la estructura de propiedad de suelo sea adecuada para ello. 

Cuadra tipo en la colonia Doctores, alcaldía Benito Juárez que muestra la subutilización de la tierra. Los diagramas indican como se podría acomodar hasta 40 unidades de vivienda en dos modelos diferentes de hasta 90m2. Elaboración propia

 

La gran disyuntiva es a que densidad se puede crear vivienda asequible intraurbana

Para entender si caben o no nuevas unidades de vivienda asequible en la Ciudad de Mexico uno tiene que preguntarse cuál sería la densidad habitacional  que debería tener en promedio nuestra ciudad. Una referencia podria ser tomada de la densidad en algunas ciudades europeas. La agencia Europea de datos geoestadisticos, tiene disponible una base de datos que divide el continente en una trama formada por cuadrados de 100 hectáreas cada uno (1 km2), y estima la población de cada cuadrado cada 5 años.[16] Tomando los cinco paises más poblados de europa (Alemania, Francia, España, UK e Italia) sólo hay 3km2 en sus territorios urbanos que supera los 50mil habitantes por km2. La maxima densidad alcanzada se da en una zona de Barcelona con poco mas de 53mil hab/km2. Y solo el 0.5% de la población de estos paises vive en densidades superiores a 400 hab/ha.

El planteamiento de esta ecologia metropolitana busca revisar si hay alternativas para la construcción y/o colocación de vivienda asequible en el tejido urbano actual de CDMX, sin crecer la mancha urbana y a qué densidad evitar el deterioro de la estructura urbana de servicios, bienestar y calidad de vida y espacio público. El siglo XX nos demostró que el pensamiento utópico no llega muy lejos. Los resultados, algunos de ellos precarios y otros, como el caso de los multifamiliares en Ciudad de México, tuvieron enormes consecuencias positivas. Si el curso de la historia es dialéctico, ¿qué es lo que sigue entonces? ¿Será posible que el siglo XIX no incluya utopías? Si es así, ¿cuál es el riesgo al que nos enfrentamos? Al parecer, retornaremos a la idea patrimonialista del capitalismo, como nos lo indico Picketty. Con ello, el propósito social de la arquitectura, aquel identificado con el esfuerzo por establecer un aceptable nivel de vida para todos, es una cosa del pasado.

Esta ecología, la más arquitectónica, y con sus ejemplos emblemáticos ya presentes en la ciudad, y los que están por venir si los esfuerzos se enfocan en resolver las trabas legales y económicas, probablemente sea la vía por la que la arquitectura retome un propósito social y devele la única solución ante la falta de vivienda asequible en la Ciudad de México. 


Notas

1. Piketty T.; El Capital en el Siglo XIX, Ed castellano, FCE, México, 2015

2. El termino “multifamiliar” deriva de la intención en el proyecto por acomodar centenares de familias en una misma supermanzana. La Ciudad Obrera, proyectada por Hannes Meyer durante su corta estadia en México entre 1938 y 1941 comienza a utlizar el termino al referirse a los bloques propuestos para acomodar a más de cien familias por bloque. 

3. “Dislocating Modernity, Hanes Meyer in México”, AA Files 57, Londres, 2005

4. Piketty T.; El Capital en el Siglo XI;  pag 356, fig 10, 10 Ed castellano, FCE, México, 2015

5. El Manifiesto Futurista fue publicado en 1909 en el diario francés Le Figaro. Su autor fue el poeta italiano, Filippo Tommaso Marinetti.

6. El Maquinismo la vida y la arquitectura, ensayo; Carlos Obregón Santacilia, Letras de México, 1939

7. Véase la Ciudad Industrial de Tony Garnier, presentada en 1917.

8. Legislación e instituciones agrarias en México, 1911-1924; Laura Guillermina Gómez Santana; https://revistas.unal.edu.co/index.php/achsc/article/download/38771/41463, consultado en Octubre 2020

9. El posible origen del termino “multifamiliar” parte de un proceso evolutivo desde el concepto de la Cuidad Obrera, desarrollado por los arquitectos Raúl Cacho, Enrique Guerrero, Alberto T. Arai, Carlos Leduc, Ricardo Rivas, Balbino Hernández y Enrique Yáñez quienes en 1938 crean la Unión de Arquitectos Socialistas, con clara afinidad a la arquitectura basada en la economía de la función y a la vez técnicamente moderna. Más adelante, con la llegada del ex director de la Bauhaus a México, Hannes Meyer, se consolida la idea de crear un modelo de urbanismo que integre las funciones de vivienda, educación y empleo. El primer proyecto en reflejar esto, es el conjunto habitacional Lomas de Becerra el cual, podría identificarse como el primer multifamiliar.

10. Aquí, debemos recordar que el CUPA en su proyecto original tenia una escuela, guardería, alberca, tiendas de abasto, entre otros servicios urbanos

11. La pérdida del valor social de la vivienda; Esther Maya Pérez, Universidad Nacional Autónoma de México. Y Elvira Maycotte Panzsa, Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, Vol2, No. 2, 2011

12. Gómez Porter P., GESTIÓN DE UNIDADES HABITACIONALES DE LA MODERNIDAD EN MÉXICO, en Editorial Restauro Compás y Canto, México, 2020

13. Sambricio, C, Ibidem.

14. Practicamente estos tres modelos son los que han generado toda la vivienda social desde 1930. 

15. CANADEVI, informe 2017: La situación de la vivienda social en México, pp 122.

16. https://ec.europa.eu/eurostat/cache/digpub/demography/bloc-1a.html?lang=en#:~:text=Population%20density%20in%20the%20EU,varied%20significantly%20between%20Member%20States.

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Contra-crisis: después de la pandemia https://arquine.com/contra-crisis-despues-de-la-pandemia/ Tue, 07 Jul 2020 06:12:53 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/contra-crisis-despues-de-la-pandemia/ El efecto más duradero de la pandemia es la forma en que los debates en torno a una nueva normalidad están moviendo el espectro de ideas políticamente aceptables. Como arquitectos, lo más útil que podemos hacer es describir en imágenes lo que aún las palabras no han podido.

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Cada vez es más claro que la pandemia del SARS-CoV-2 pasará a la historia como uno de los momentos decisivos de principios del siglo XXI. Más allá de una caída relativamente breve de los mercados o de las emisiones de CO2, la pandemia está reconfigurando el paisaje geopolítico mundial. Destruye la credibilidad de los líderes que no logran enfrentarla disminuyendo su influencia. Los que tienen éxito tienen una plataforma para promover su política. Y otro grupo está usando la pandemia como una cortina de humo para evitar el escrutinio público. La configuración final es difícil de predecir, pero para comprender los efectos más duraderos de la pandemia, más allá de las cuestiones de salud pública o los impactos económicos, es útil contextualizar este momento históricamente. 

Una trama abreviada para lo que va del siglo comenzaría con el colapso de Lehman Brothers en 2008, continuaría a través de las turbulencias políticas alrededor de 2016 y conduciría a la pandemia actual. La crisis mundial que siguió a la caída del gigante de los servicios financieros estadounidenses puso en tela de juicio la narrativa neoliberal de la llamada economía “trickle down” de la era del presidente estadounidense Ronald Reagan. Después de que movimientos como Ocuppy Wall Street se dispersaran, la frustración colectiva se volcó en las urnas alrededor de 2016, primero con el voto de Brexit y luego con la candidatura presidencial del magnate Donald Trump. Cualquiera que se presentara con una plataforma que prometiera una alternativa a la llamada “agenda globalista”, independientemente de lo coherente que fuera su propuesta, tenía una buena oportunidad de ganar. En vista del fracaso de la izquierda para proporcionar una visión sensible y progresiva, las alternativas políticas cayeron en el unilateralismo y la xenofobia. La democracia sufrió retrocesos en todo el mundo.

El poeta alemán Hölderlin escribió una vez: “Sólo donde surge el peligro la fuerza salvadora también se levanta”. Pronto, varias voces nuevas surgieron para desafiar la hegemonía político-económica prevaleciente. El economista francés Thomas Piketty publicó su obra magna El capital en el siglo XXI (2013), en la que ofrece pruebas exhaustivas de las fuentes sistémicas de la desigualdad extrema y propone medidas para abordarla. El historiador económico holandés Rutger Bregman, autor de Utopía para Realistas (2014), hizo las rondas cuando amonestó a los multimillonarios por no discutir los impuestos en el Foro Económico de Davos. El comentarista británico Paul Mason publicó el primer libro del siglo con el título Poscapitalismo (2015) que incluye un sensato proyecto para ampliar el horizonte de posibilidad política definido por nuestro sistema actual. Por último, desde un frente académico más radical, los académicos canadienses y autodenominados “aceleracionistas” Alex Williams y Nick Srnicek, propusieron, lo que era en ese momento, una visión audaz que llamaba a la adopción de una renta básica universal y el desempleo total. 

El crítico cultural Frederic Jameson dijo una vez que “es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”. Este refrán se repitió tan a menudo que terminó convirtiéndose en una especia de “segunda ley de la termodinámica” para la cultura. Sin embargo, hoy en día, no sólo esta idea está en cuestión, sino que hay un creciente espectro de alternativas post-capitalistas. 

Entra en escena el SARS-CoV-2. La pandemia ha puesto al descubierto las dolorosas irracionalidades de nuestra racionalidad político-económica. Las conversaciones sobre una nueva normalidad o una posnormalidad surgen no porque no podamos volver al mundo como era antes, sino porque no deberíamos. Encerrados en lo que es sin duda el mayor experimento social de la historia, “el imperativo de reimaginar al planeta” (tomando prestado el término de la académica Gayatri Spivak) ya no es el deber de académicos, expertos, comentaristas culturales o líderes políticos. Cualquiera puede y todos deben participar en esta tarea común.  

El cambio fundamental no vendrá en forma del despliegue de nuevos métodos de vigilancia de masas, la adecuación de los espacios públicos y de reunión, el fortalecimiento de los sistemas de salud, o la adopción acelerada del trabajo a distancia, el comercio electrónico y los servicios de entrega. Estos cambios son notas al pie que suman una novela. El efecto más duradero de la pandemia es la forma en que los debates en torno a una nueva normalidad están moviendo la “ventana de Overton” (llamada así por el jurista estadounidense Joseph Overton para describir el espectro de ideas políticamente aceptables). 

Por un lado, ya estamos viendo la evidente necesidad de una mayor intervención estatal y una mayor autosuficiencia nacional, tendencias que van en contra de la ideología neoliberal y la política globalista de libre mercado. Además, las ideas que parecían radicales hace sólo un par de años, como un ingreso básico universal o un “green new deal”, forman parte de los principales debates actuales, si es que no se están implementando. Y sobre este último punto, la relación entre la pandemia y el cambio climático es uno de los impactos que potencialmente pueden resultar más positivos de la actual emergencia de salud pública. La cuarentena mundial muestra que es posible una rápida acción a gran escala. 

El destino de la sociedad planetaria no depende de la capacidad de disrupción del virus, sino de lo creativas y humanas que puedan ser nuestras respuestas a él. A este respecto, vale la pena recordar, no sin cierta ironía, las palabras del economista Milton Friedman: “Sólo una crisis, real o percibida, produce un cambio real. Cuando esa crisis ocurre, las acciones que se toman dependen de las ideas que están alrededor.” 

El mejor resultado de la pandemia sería que la ventana de Overton, más que desplazarse a la izquierda o a la derecha, se convirtiera en un portal hacia un futuro en el que lo posnormal fuera sinónimo de poscapitalismo. Como arquitectos, lo más útil que podemos hacer es describir en imágenes lo que aún las palabras no han podido.

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