Resultados de búsqueda para la etiqueta [Texcoco ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Tue, 25 Jun 2024 22:21:57 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 El resurgimiento del lago de Texcoco https://arquine.com/obra/el-resurgimiento-del-lago-de-texcoco-rescate-de-texcoco/ Tue, 25 Jun 2024 21:05:06 +0000 https://arquine.com/?post_type=obra&p=91260 El Parque Ecológico Lago de Texcoco es un proyecto de gran envergadura que atiende tres aspectos fundamentales: contener la presión invasiva de una mancha construida que, año tras año, ha ido menguando la superficie lacustre; eliminar las cicatrices del gran proyecto fallido del aeropuerto metropolitano; y, sobre todo, es el rescate medioambiental de la mayor reserva territorial del valle de México. Un proyecto de la dirección del Parque Ecológico Lago de Texcoco e Iñaki Echeverria.

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Proyecto dentro de la Revista Arquine 108  – Suelos

El Parque Ecológico Lago Texcoco es un proyecto de gran envergadura que atiende tres aspectos fundamentales: por un lado, contiene la presión invasiva de una mancha construida que, año tras año, ha ido menguando la superficie lacustre; por otro, elimina las cicatrices del gran proyecto fallido del aeropuerto metropolitano; y, sobre todo, es el rescate medioambiental de la mayor reserva territorial del Valle de México. En el contexto del cambio climático global, la restauración ecológica de un territorio de más de 14 mil hectáreas entre el tejido urbano de la zona metropolitana de la cuenca que alberga a la Ciudad de México, el Estado de México y sus alrededores agrícolas, representa una pieza clave de rescate del funcionamiento ambiental de la cuenca hidrográfica. Un área del 11% de la mancha urbana que equivale a 18 veces el bosque de Chapultepec o 2.5 veces Manhattan. 

Muchos han sido los intentos de rescate del lago y sus humedales mientras la expansión urbana no hacía más que crecer, urbanizar, pavimentar y deshidratar. Y sin duda las intervenciones del ingeniero Nabor Carrillo en los años setenta fueron relevantes, especialmente con las mil hectáreas de agua que perpetuaron su nombre. Con el cambio de siglo algunas ideas visionarias de Alberto Kalach y Teodoro González de León ponían sobre la mesa la urgencia de recuperar la vocación lacustre y frenar la invasión sistemática. Finalmente, con el proyecto actual de lñaki Echeverria se hace realidad la contención de la invasión permanente y el rescate lacustre y sus humedales. Se trata de conservar, restaurar y rehabilitar un paisaje que todavía sobrevive, recuperando el mayor número posible de cuerpos de agua que ayuden a la expansión de hábitats para diversas especies botánicas y de aves, proporcionando además infraestructuras para el tratamiento del agua y equipamientos deportivos.

Hoy por hoy es el mayor espacio en el valle con capacidad para captar y almacenar agua de lluvia y aguas residuales, y tratarlas a gran escala mediante infraestructuras verdes y azules, lo que permite restaurar el hábitat y el paisaje. El proyecto del Parque Ecológico Lago de Texcoco se ha diseñado como una infraestructura viva, considerando los procesos, los compromisos con las comunidades y las condiciones existentes en el suelo y el agua; y atendiendo también la temperatura, la vegetación y la fauna. Se han respetado las funciones hídricas e hidrológicas preexistentes y se han incorporado nuevas funciones que mejoran la salud del valle, como la reducción de tolvaneras y la disminución de la isla de calor. Para ello se cuenta con un vivero de diez hectáreas destinado a la propagación de vegetación halófila, que ha producido más de seis millones de piezas de vegetación herbácea, que se usan para los trabajos de restauración de suelos, y el cultivo de árboles y arbustos que se plantarán como barreras rompe vientos. 

Fundamentalmente, en su conjunto, es una infraestructura multifuncional que tiene la capacidad de recolectar lluvia, almacenar y tratar agua con sistemas de ingeniería tradicionales y sistemas vivos verdes y azules como humedales, y con la intención que en un futuro se pudieran rehidratar los acuíferos sobreexplotados. Unos miradores de madera —como hitos que pautan el territorio— facilitan el avistamiento de la flora y la fauna de la zona, al levantar la mirada unos pocos metros sobre este plano horizontal inmenso. 

El proyecto se entiende como un proceso permanente de restauración de formas más saludables de habitar nuestra propia geografía, para recuperar el equilibrio hidrológico y que revierta las políticas públicas hidrofóbicas de varios siglos. De este modo podrá operar como sumidero de carbono, y capturar hasta 1.5 millones de toneladas de emisiones de carbono por año debido a la expansión de áreas verdes y humedales. A su vez, se prevé que mejore un 20% la calidad del aire con la reducción de tormentas de polvo y emisiones de partículas PM1 en la región. Además, se incorporan 300 hectáreas de nuevas instalaciones deportivas, culturales y de esparcimiento para atender las carencias de la zona oriente metropolitano: se genera un nuevo circuito de 53 km para bicicletas en la zona de reserva ambiental; y se construyen más de 260 hectáreas con canchas de beisbol, de fútbol rápido, fútbol 7 y fútbol profesional, zonas de juegos infantiles y de picnic, gimnasios de atletismo y entrenamiento, parques de patinetas y frontones.

Este proyecto ofrece la oportunidad de renegociar la relación entre la urbe y la biodiversidad de la cuenca del Valle de México, acercando a la ciudadanía a los paisajes naturales y sus ritmos, así como a su flora y fauna estacionales. Y los humedales restaurados pueden funcionar como esponjas que recarguen mantos subterráneos y mejorar así la disponibilidad de agua, ayudando a paliar el proceso de desecación de la cuenca y a mitigar los efectos del cambio climático.

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Historia de un dibujo : El lago asfaltado https://arquine.com/dibujo-el-lago-asfaltado/ Thu, 24 Sep 2020 00:14:08 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/dibujo-el-lago-asfaltado/ Un dibujo hecho de varias capas, por muchas manos y en distintas épocas, que intenta resumir la idea de todo lo que llamamos lago de Texcoco y que la Ciudad de México ha ido asfaltando.

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Cancelada la construcción del Nuevo Aeropuerto en la Ciudad de México, surge la pregunta de cuál es en realidad la zona de lo que llamamos Texcoco. Sabemos que hay una población con ese nombre y que hubo un lago, pero ¿hasta dónde llega actualmente esa zona, y qué la delimita? ¿Cómo podríamos ver eso en un dibujo?

En un curso en la Universidad Iberoamericana, decidimos hacer ese ejercicio. Lo llamamos, El lago asfaltado —como el subtítulo de una novela de Diego Cañedo, seudónimo del arquitecto Guillermo Zárraga. Recolectamos información de diversos planos de la mapoteca Orozco y Berra, del Archivo Histórico de la Ciudad de México y de diversas publicaciones. Muchos planos que debían ser redibujados por los alumnos, pero no era sencillo. La costumbre de que el lugar y el programa sean asignados desde un inicio —tanto en la escuela como en el ámbito laboral— nos hace a veces considerar superflua la tarea de descubrir y describir un sitio e inventar un programa. Decidí entonces reunir toda la información con que contábamos de manera cuidadosa en un dibujo que nos pudiera hablar de la historia de la zona.

Los mapas tienen la capacidad de contar historias. Como algunas notas a pie de plano, curiosas si se quiere, como en un plano de la Comisión Hidrográfica de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, fechado en 1906: “El plano de comparación de las acotaciones del Lago está a 10 metros abajo de la línea tangente inferior del Calendario Azteca, base torre poniente de Catedral”. O el Plano del Lago de Texcoco y Localización de Ejidos, con la manera como se fue fraccionando el terreno. Todos esos planos sirven, al redibujarse, para encontrar el perímetro cambiante de aquello que fue el lago. Entre todos esos mapas, uno de la mapoteca Orozco y Berra, de 1927, atribuido según la ficha al geógrafo Olvera, muestra el perfil montañoso del valle, enmarcando al dibujo, casi a manera de brújula.

Panorama mapa del Valle de México, 1927.

 

Lo imaginé como un dibujo arqueológico, compuesto por capas, cada una con los dibujos hechos a partir de los mapas. Al hacer dichos dibujos, la pregunta siempre es la misma: ¿qué dibujar y qué no, hasta dónde llega una línea, dónde dejar de dibujar? Como dicen Deleuze y Guattari en Rizoma: “es una cuestión de método: siempre hay que llevar de nuevo el calco sobre el mapa”. Con el redibujo de cada mapa había que lograr entender dos cosas. Primero, que las líneas alteran el lugar y, segundo, cuáles lo configuran. En los mapas había líneas topográficas, delimitaciones del borde del lago, ríos, pequeños asentamientos agrícolas, infraestructura, drenaje, calles y avenidas, poblaciones —como Texcoco y Atenco— y el actual aeropuerto, además del proyecto de Foster. También tenía otros dibujos realizados en semestres anteriores que se fueron sumando, como del viaducto y el circuito interior. Y agregué la línea imaginaria del trayecto de los aviones al aterrizar, trazada empíricamente, y una indicación, acaso más vaga, de las rutas migratorias de aves sobre el lago. El resultado es un dibujo hecho de varias capas, por muchas manos y en distintas épocas, que intenta resumir la idea de todo lo que llamamos lago de Texcoco y que la Ciudad de México ha ido asfaltando.

 

1521

 

1869

 

1885

 

1906

 

1936

 

1970

 

2010

 

 

 

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El Pedregal, Texcoco y otras conquistas del concreto de México https://arquine.com/pedregal-texcoco-conquistas-del-concreto-mexico/ Tue, 04 Sep 2018 13:00:42 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/pedregal-texcoco-conquistas-del-concreto-mexico/ Con el aeropuerto en el lecho de Texcoco será el concreto el que termine de consumir el Valle de México. El concreto, ese pacto con el diablo que da vida al precio de arrebatarla después. A pesar de todas nuestras tecnologías disponibles de desplazamiento, no logramos concebir la ciudad como otra cosa que no sea una gran vecindad de concreto, capaz de conquistarlo todo y al costo de lo que sea.

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En una revista turística de los años 30 aparece un artículo sobre el Pedregal de San Ángel firmado por el historiador Federico Gómez de Orozco. Para visitarlo desde la Ciudad de México, se podía llegar en tranvía ya fuera a Tizapán o Tlalpan y ahí seguir a pie por alguno de los caminos trazados que lo internaran a un irregular paisaje de cavernas y plantas raras. Salirse de las veredas era muy desaconsejado, pues las ríspidas y hasta espinosas piedras terminarían con cualquier calzado. Además, fuera de los caminos, los visitantes podía encontrarse con facilidad con animales inadvertidos como serpientes, arañas y otros animales venenosos, o incluso toparse con maleantes escondidos en algunas de sus cavernas. El encuentro con las ruinas de la antigua ciudad preclásica de Cuicuilco en ese inhóspito e interminable páramo, bien valdría cualquier riesgo.

Este renovado interés en el pedregal como paisaje, como lugar para el esparcimiento, avizoraba su más grande transformación después de que alrededor del año 400 hiciera erupción un volcán que llamamos Xitle. Si las entrañas del planeta echaron lava sobre su superficie, ahora sería la ciudad superficial la que lo cubriría a su vez con su manto de concreto. El imaginario de un pedregal místico y misterioso que fascinó a escritores, pintores y vecinos de la Ciudad de México porfiriana, nutrió el interés de integrarlo a la ciudad sin ignorarlo. Al proyecto arquitectónico y paisajístico del Pedregal que inició en la década de 1940 lo rotulamos con la etiqueta de la “modernidad”. Y ahí desfilaron nombres célebres del arte mexicano del siglo pasado. La otra ciudad, la urbe fea, le acabó ganando al pretencioso proyecto. Más de 60 años después, quedan pocas ventanas al pedregal en lugares que llamamos “reservas”. Y a la memoria sobre él hay que estarla peleando contra el olvido.

El Pedregal, óleo de Joaquín Clausell.

Cuenta el fraile Diego Durán que en algunos días de noviembre, los mexicas trazaban un camino de zacate desde Tenochtitlán hasta el cerro del Zacatépetl. Ahí, hacían una caza ceremonial probablemente en honor a Mixcoatl. Al parecer, el pedregal era para los antiguos mexicanos una representación de las tierras chichimecas que, en el mito de su peregrinación, dejaron en búsqueda de un mejor lugar. Las primeras etnografías de finales del siglo XIX y principios del XX recogen las creencias de los habitantes de la zona del Ajusco sobre el Pedregal como una zona de ahuaques y brujas. Era esa zona oscura donde los peores criminales de la región resguardaban sus tesoros robados. En el Pedregal estaban los escondites de Pedro Rojas, mercenario insurgente durante la guerra de Independencia. Los realistas buscaban ahí las “cavernas de Pedro el Malo”. Las desventuras de Santa de Federico Gamboa comenzaron ahí, en el Pedregal, donde la protagonista aprovechó los laberintos de piedra para ceder a las pasiones y perder el inocente paraíso de Chimalistac para siempre.

El Pedregal de San Angel, 1946, dibujo del Dr. Atl.

La ciudad le ganó la partida al Pedregal. Se extinguió. Y con él, muchas corrientes de agua que atrapaba entre sus poros y las canalizaba al norte y al oriente, hacia Coyoacán, hacia Tlalpan, donde los vecinos bebían de sus aguas. La ciudad le ganó la partida como se la ha ganado ya a buena parte del Valle. De las aguas de Xochimilco, Chalco, Xaltocan y Zumpango apenas quedan algunos remanentes. Sobre las puntas de los cerros de la Estrella, Chiquihuite y de la sierra de Guadalupe y Santa Catarina se construyen diques contra la crecida de la ciudad. Podríamos decir que era el lecho del extinto lago de Texcoco la más grande de las resistencias a ese islote de Tenochtitlán al que antes amenazaba con inundarlo año con año. Lo cierto es que ahí también ganamos la partida: las aguas de Texcoco no amenazan más. Solo quedan unas tierras saladas que atraen a una que otra garza.

Así como al Pedregal le llegó la modernidad de la engañosa mano del arte, a Texcoco le ha llegado por el lado engañoso de la ingeniería. No se concibe ese vasto territorio si no es como de servicio a la ciudad. Pero, ¿cuál servicio? Para la Sociedad Geológica Mexicana teníamos dos opciones. La primera era aprovechar la región para construir pozos de recarga, lagos artificiales y otros artefactos que contribuyeran simultáneamente a mitigar el hundimiento del valle que a su vez encarece y dificulta su desagüe, recargar acuíferos que abastezcan mejor de agua, producir energías renovables y otros beneficios ambientales como mejorar la calidad del aire. La otra opción era hacer un gigantesco aeropuerto que, por su posición y en ausencia de otras infraestructuras de comunicación, abasteciera únicamente salidas y llegadas de la Ciudad de México. El prestigiadísimo gobierno de Enrique Peña Nieto optó por lo segundo.

Yo no sé de Santa Lucía y sus pistas. Yo no sé de aeronáutica y, mucho menos, de las ingenierías involucradas. Leo que ese proyecto alterno no es viable. Yo no sé si hay un mejor terreno para lograr un mejor aeropuerto que no implique más o menos desastres ambientales para sus vecinos. Leo que sería más barato construir y mantenerlo en otros tipos de suelo. Leo que, con las infraestructuras de conexión adecuadas, se puede pensar en otras locaciones, tal vez hacia el sur del estado de Hidalgo, para un gran aeropuerto que dé un mejor servicio a una región mucho más amplia que solo al Valle de México y así ahorrar otros costos ambientales en otras urbes cercanas. Leo que la Ciudad de México está al borde de muchos colapsos y que es el área del ex lago de Texcoco la que podría darnos algunas soluciones… y que el aeropuerto no sólo no es, ni de cerca una de esas soluciones, sino que contribuirá a acelerar esos colapsos. Leo que para muchos el simple hecho que la obra haya empezado significa que no se debe dar marcha atrás. Y, sin embargo, parece que tendremos la oportunidad de hacerlo.

Valle de México desde el cerro de Santa Isabel, 1875, óleo de José María Velasco.

Con el aeropuerto en el lecho de Texcoco será el concreto el que termine de consumir el Valle de México. El concreto, ese pacto con el diablo que da vida al precio de arrebatarla después. A pesar de todas nuestras tecnologías disponibles de desplazamiento, no logramos concebir la ciudad como otra cosa que no sea una gran vecindad de concreto, capaz de conquistarlo todo y al costo de lo que sea. Incluso al costo de nosotros mismos. Pues en estas conquistas de los lindes inhabitables del Valle de México no sólo perdemos la memoria de quienes somos, sino parece que también, a nosotros mismos.

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