Resultados de búsqueda para la etiqueta [Tenochtitlán ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Wed, 08 Nov 2023 15:06:34 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.2 Visión de Tenochtitlán https://arquine.com/vision-de-tenochtitlan/ Tue, 05 Sep 2023 07:58:22 +0000 https://arquine.com/?p=82670 Tras año y medio de buscar información para construir un modelo en tres dimensiones —lago y volcanes incluidos— de la ciudad de Tenochtitlán, Thomas Kole, "artista técnico" residente en los Países Bajos, presentó su proyecto "A portrait of Tenochtitlan", donde la ciudad que ocupó parte del territorio donde hoy se yergue la Ciudad de México, puede apreciarse con un realismo sorprendente y revelador.

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En 1528 Benedetto Bordone publicó en Venecia su libro Isolario, que contenía mapas de las islas del mundo. Entre todas las islas destacaban dos que, además, eran ciudades. Una, aquella donde vivía y trabajaba Bordone —quien nació en Padua en 1460— y donde publicó su libro: Venecia. La otra ciudad-isla fue Temistitán, el nombre que Bordone habrá encontrado más cercano a aquella de la que tanto se hablaba y que recién había caído, conquistada por Hernán Cortés en 1521. Bordone siguió para trazar su mapa de Temistitán aquél publicado en Núremberg en 1524 para acompañar la Segunda carta de relación de Hernán Cortés quien, supuestamente, era el autor de ese mapa. Venecia y Temistitán parecían ciudades gemelas, a los ojos de Bordone y otros cartógrafos venecianos: grandes ciudades, cabezas de imperios, construidas sobre lagunas y entre canales. Y, por lo que relataba Cortés, Tenochtitlán era una ciudad única, maravillosa, la más grande que él o su gente hubieran visto jamás y parecía haber resuelto la complicada situación acuática de mucho mejor manera que su correspondiente en el Viejo Mundo. Sin embargo, cuando Bordone y otros cartógrafos iniciaban la construcción del mito de Tenochtitlán como una auténtica utopía, esa ciudad ya no existía: pese a su admiración y asombro declarados, Cortés y sus hombres la destruyeron casi por completo en 1521. Cuando se publicó el Mapa de Núremberg y luego el Mapa de Temistitán en el Isolario de BordoneTenochtitlán, la real, ya no estaba ni en el mapa ni en el territorio.

Después, muchas veces se han intentado reconstrucciones de aquella magnífica ciudad. En mapas y también en vistas. En el séptimo de los ocho lienzos pintados en la segunda mitad del siglo XVII y que describen la Conquista de México, Tenochtitlán está al final de un largo puente donde tiene lugar una batalla multitudinaria que se sigue en la muralla circular que rodea a una pirámide que más se parece a un zigurat o a una Torre de Babel que sí pudo terminarse.

Aunque quizá una de las imágenes más conocidas que representan cómo pudo ser la ciudad de Tenochtitlán sea la que pintó Diego Rivera en uno de los muros del Palacio Nacional.

Y no hay que olvidar el Plano reconstructivo de la región de Tenochtitlán que preparó en 1968 el arquitecto Luis González Aparicio.

 

Fue este último al que, “por diversión”, Thomas Kole agregó sombras para mostrar la topografía y publicó en su cuenta de Twiter antes de anunciar el lanzamiento de su reconstrucción de Tenochtitlán en un modelo 3D: A portrait of Tenochtitlan. Kole, nacido en los Países Bajos, y que se presenta como artista técnico, jamás ha visitado la Ciudad de México —aunque tampoco es que quede mucho que ver del paisaje, el urbanismo y la arquitectura de la ciudad prehispánica—. En una entrevista con la revista Wired, Kole cuenta que al buscar imágenes sobre cómo fue la ciudad de Tenochtitlán, no encontró ninguna que le resultara satisfactoria y se propuso construirla él mismo, con ayuda de programas como Blender, Gimp y Darktable. Durante año y medio, Kole investigó todo lo que pudo sobre aquella ciudad de la que no había aprendido mucho en sus estudios. Entre más sabía de Tenochtitlán, dice, más difícil era sostener la idea de que ahí habitaron pueblos 
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​​“primitivos”, como aún imaginan hoy algunas personas. Tras construir el modelo en tres dimensiones de Tencochtitlán, Kole produjo una serie de imágenes que resultan asombrosas por varias razones, pero sobre todo porque confirman lo que el mismo Cortés y sus hombres pensaron, maravillados, cuando la vieron a lo lejos, al bajar hacia el valle, entrando por Iztapalapa —que ya les había parecido una ciudad espléndida —.

 

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Arrasamiento https://arquine.com/arrasamiento/ Thu, 29 Sep 2022 23:00:31 +0000 https://arquine.com/?p=69287 Everybody knows that our cities Were build to be destroyed… …María Bethania, please send me a letter I wish to know things are getting better… Tal como dice este fragmento de una canción de Caetano Veloso, sabemos que nuestras ciudades fueron construidas para ser destruidas después. Pienso que no se refiere, sin embargo, a la […]

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Everybody knows that our cities

Were build to be destroyed…

…María Bethania, please send me a letter

I wish to know things are getting better…

Tal como dice este fragmento de una canción de Caetano Veloso, sabemos que nuestras ciudades fueron construidas para ser destruidas después. Pienso que no se refiere, sin embargo, a la total aniquilación o arrasamiento de una ciudad completa, sino más bien a esa interminable puesta en escena de construcción y destrucción que presenciamos a diario, con particular aceleración en la Ciudad de México. 

Esta puesta en escena interminable, tuvo sin embargo un comienzo, hace casi 700 años, cuando alguien decidió consolidar un sitio sagrado y fundar así la ciudad que hoy conocemos, ¿Qué pensaría un mexica recién llegado a nuestro año, en una hipotética máquina del tiempo, al enfrentarse con las ruinas del templo mayor de Tenochtitlan o de Tlatelolco? ¿Reconocería algo, o quizá los procesos masivos de construcción y destrucción que tuvieron lugar desde su época y hasta la nuestra, le nublarían cualquier referente del pasado?

No lo sabremos, pero frente a esta imposibilidad hay que reconocer que llevamos ventaja: conocemos lo que en algún momento fue el futuro de esos pueblos gemelos: Sabemos que Tenochtitlan acaparó el poder ideológico y político, y que, en 1473 apenas a unos cuarenta años del arribo de los españoles, emprendió una guerra contra el pueblo de Tlatelolco, que se consumó con la muerte de su gobernante y su posterior conquista. Este suceso es importante porque parece haber dejado una estela imaginaria que continuó hasta tiempos más recientes, y que quizá puede dar luces de el por qué tantas construcciones en Tlatelolco han sido atacadas por los arrasamientos, por la violencia y la muerte.

Mencionaré algunos arrasamientos, comenzando con uno que ocurre precisamente durante el proceso de conquista indígena, en la que la construcción en cuestión, es el centro ceremonial de Tlatelolco, (del que se habla, tuvo un esplendor similar o incluso mayor, al de Tenochtitlan) el gobernante tenochca ordenó expresamente, transformar el centro ceremonial tlatelolca en un muladar, una especie de destrucción simbólica del espacio, que lo despojó de su función. 

Después, a la llegada de los españoles, este mismo sitio sirvió de escenario para la última resistencia mexica frente a la conquista europea; al caer los mexicas, comenzó el primer arrasamiento: se desmontó el templo mayor, (construido en siete etapas, como si fueran las capas de una matrioska) hasta su segunda etapa constructiva; esta etapa y otros templos y plataformas circundantes fueron enterrados, seguramente por la dificultad que representaba destruir semejantes obras monumentales. 

Posteriormente, con el material resultante de la destrucción, se construyó la Iglesia de Santiago, curiosamente atribuida a Juan de Torquemada, un fraile franciscano autor de numerosas obras escritas y que posteriormente murió en el convento de Tlatelolco. 

La iglesia de Santiago sigue en pie, aunque no sin haber pasado por embates: incontables sublevaciones indígenas, saqueos e incluso su transformación en un almacén de explosivos durante la revolución; para entonces Tlatelolco parecía seguir bajo la maldición que le endilgó Axayácatl, pues no era precisamente un muladar, pero si un gran terreno en el que se establecieron los patios de maniobras de ferrocarriles mexicanos.

Llegado el siglo XX se dio inicio en esta zona, la construcción del proyecto de vivienda urbana, quizá más ambicioso que se haya consumado. Aún consciente de la existencia e importancia de los vestigios arqueológicos (que fueron excavados desde 1944 por Antonieta Espejo y Robert Barlow) los primeros proyectos del arquitecto Mario Pani, contemplaban a penas una mínima parte de rescate arqueológico, dejando sepultado debajo de los planes de modernidad, mucho pasado mexica. Esto no ocurrió a totalidad, al final se modificó el plan para rescatar buena parte de los basamentos, (aunque algunos quedaron inevitablemente sepultados) y se creó el sitio arqueológico urbano más grande de México. 

Cerca de ahí, existió un edificio de importancia histórica, que tuvo usos muy variados desde su construcción, el Tecpan de Tlatelolco fue el único palacio colonial edificado en esta zona de la ciudad, y sirvió como casa de gobierno indígena, asilo y sede de diversas escuelas hasta la época de Porfirio Diaz. En el año 60, con la construcción de la unidad habitacional, y la ampliación de la avenida Paseo de la Reforma, el palacio del Tecpan quedó fatalmente cercenado en aras de la traza de la nueva avenida, así como de la edificación de un estacionamiento y una torre de veintiún pisos, esta última, conocida irónicamente como torre Tecpan. La ironía aparece de nuevo en esta historia veintiún años después, con el sismo de 1985: la torre sufrió daños y fue demolida, un arrasamiento tras otro. A pocos metros de ahí, se derrumbaron dos de los tres cuerpos que formaban en el edificio Nuevo León, donde se calcula que murieron más de mil personas. 

Tlatelolco, como se puede ver a todas luces, es un sitio donde estas puestas en escena de construcción-destrucción, no solo han ocurrido, sino que han sido espectaculares a lo largo de su historia, sin embargo, aquí, los restos de esos arrasamientos, no han sido borrados por completo, se resisten a desparecer, formando capas que dan fe de lo bello y terrible de su pasado. 

Hoy vivo en Tlatelolco, y me gustaría que igual que en la canción de Caetano, alguien me envíe una carta del futuro, para saber que las cosas irán mejor… 

Carlos Will, Septiembre 2022.

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Caminar a la orilla de la historia https://arquine.com/caminar-a-la-orilla-de-la-historia/ Tue, 19 Oct 2021 13:22:25 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/caminar-a-la-orilla-de-la-historia/ La pérdida del paisaje y el entorno natural del Valle de México difícilmente pueden ser compensadas dados los fenómenos que han modificado irreversiblemente el territorio y sus condiciones ambientales, pero podemos acercarnos e involucrarnos de maneras distintas con el medio físico al ejercer prácticas críticas y conscientes de la ocupación humana y sus implicaciones.

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En 2019, el investigador Feike de Jong convocó a través de redes sociales a recorrer a pie el perímetro de las antiguas ciudades isla de Mexhico-Tenochtitlan y Mexihco-Tlaltelolco. Durante varios domingos, de Jong guió al grupo de interesados por un recorrido de cerca de 23 km y 7 horas de duración alrededor de lo que alguna vez fuera la capital del señorío mexica. Dos años después, bajo la dirección del cineasta Julio López Fernández, y con el apoyo de instituciones e iniciativas culturales como Noticonquista y México 500 (UNAM), Cultura CDMX, La NANA-Con Arte e Istlan, entre otras, este recorrido se replicó para transformarse en un proyecto de intervención urbana que quedará registrado en formato de cine documental bajo el nombre La Orilla de las Islas.

Caminar a la orilla de lo que alguna vez fuera una ribera insular y donde ahora solo existe concreto y asfalto demanda un ejercicio mental y físico. Primero hay que tomar conciencia de que donde alguna vez se veía el reflejo del cielo sobre el agua y se escuchaba el canto de las aves ahora sólo hay un flujo perpetuo de vehículos motorizados y sonidos estridentes; después hay que dimensionar con el cuerpo, a través del andar, la verdadera forma y magnitud de aquella urbe ejemplar, presumiblemente la obra cumbre de la civilización mexica. En este sentido, se trata de la delimitación de un territorio patrimonial en continua negación —consideremos que bajo esta poligonal aún quedan décadas de investigación arqueológica por venir— disuelto a partir de la superposición/imposición de diversas ideologías materializadas, y visibilizado nuevamente a través de la interpretación de la cartografía histórica para traducirla en un recorrido urbano legible.

Al centro de la calle se va estampando un camino de chalchihuites, cuentas de jade que forman una línea punteada de anillos azules. El contingente que acompaña la acción va ocupando la calle por el centro, no sobre las aceras, no por las orillas. Un grupo heterogéneo de ciudadanos es liderado por la personificación de una antigua deidad, una mujer mexica llamada Atl va dejando el rastro, acompañada por la música de flautas, sonajas y tambores, y la trompeta de Caracol que va sonando el músico Chicoace Ollin. Van flanqueados por los portadores de los estandartes de los barrios originarios: Teopan, Moyotlan, Cuepopan, Atzacualco, Tlatelolco. Detrás de ellos, un nutrido grupo de voluntarios del colectivo Promotores Culturales Comunitarios invitan a los vecinos a involucrarse y a participar, mientras coordinan la pinta de los sellos y a quienes los estampan sobre el pavimento. En el grupo van también historiadores, Federico Navarrete entre ellos, arqueólogos, arquitectos, bloggeros, y los omnipresentes integrantes del crew de producción del documental. 

Ante la molestia de los automovilistas que se advierten invadidos avanza la procesión. Las jerarquías cotidianas de la movilidad entran en conflicto. Por un breve momento la circulación peatonal, comúnmente denigrada, recupera su posición protagónica, arrebatada tras 500 años. La antigua movilidad anahuaca: anfibia, comunitaria y simbiótica, sustituida por la colonial ecuestre: de explotación territorial, jerarquizante y apropiadora y finalmente reemplazada por la moderna motorizada: hiper productiva, alienante y demoledora. El deterioro ecosistémico y social actual podría ser entendido a partir de la exclusión de la movilidad a escala humana.

Se ocupa el espacio de la calle a fuerza de una masa hecha de cuerpos humanos, los voluntarios sostienen un cordón de seguridad para poder transitar sobre las avenidas principales, mientras se sigue pintando sin pausa a cada dos metros de distancia. Los pasos deprimidos se presentan intimidantes, como alegorías de cuevas, nuevas entradas al Mictlan. Eco, oscuridad y humedad combinados con el rugir de los motores de los autos que transitan a alta velocidad. No están hechos para el paso de personas, y sin embargo, los atravesamos.

Las vistas de la línea perimetral están salpicadas de hitos arquitectónicos: desde el edificio del Congreso de la Unión, el Monumento a la Revolución, la Biblioteca Vasconcelos o la Torre Insignia, por ejemplo, pero en la mayoría de los casos, se recorren las calles de colonias populares con altos índices de marginación e inseguridad: Tepito, Morelos, La Merced, Guerrero, Peralvillo, Obrera, Doctores. Esto se presenta como un recordatorio del fenómeno histórico de la alienación de las periferias, un fenómeno aún vigente, que trasciende los límites del desbordamiento urbano. Al mismo tiempo, son también un recordatorio de la resiliencia de los pueblos originarios, como San Simón Tolnáhuac en Tlatelolco, donde nopaleras y magueyes en las banquetas de la colonia también dan muestra de la resiliencia de la flora endémica de la cuenca de México.

La pérdida del paisaje y el entorno natural difícilmente pueden ser compensadas dados los fenómenos que han modificado irreversiblemente el territorio y sus condiciones ambientales, pero podemos acercarnos e involucrarnos de maneras distintas con el medio físico al ejercer prácticas críticas y conscientes de la ocupación humana y sus implicaciones. Caminar despierta una reflexión diferente, una comprensión del mundo desde lo peripatético, de la misma manera que lo entendieron los nahuas, quienes supieron construir su civilización en comunión con la naturaleza. Caminar es percibir una existencia ligada al suelo inmediato, a través de todos los sentidos, a velocidad humana. Mapear más allá de la proyección plana, con el cuerpo en contacto con el espacio tridimensional, nos ayuda a comprender mejor el proceso histórico del territorio que habitamos para así poder proyectar mejores estrategias para su gestión, entendiendo que podemos entretejernos con este, al igual que nuestros hábitats y  formas de movilidad. Caminar a la orilla de la historia para volver a ocupar el centro del espacio como personas, construyendo desde lo común en sincronía con nuestra realidad temporal.

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La Ciudad de México como laboratorio de diseño https://arquine.com/ciudad-laboratorio/ Mon, 17 May 2021 05:56:22 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/ciudad-laboratorio/ La conmemoración de los 500 años de la caída de Tenochtitlan y de la fundación de la Ciudad de México ofrece una oportunidad para revalorar, a través de una relectura histórica,  tanto la relación de la ciudad, su arquitectura, infraestructuras y entorno como la del papel del diseño entendido como la integración de la arquitectura, el paisaje y el urbanismo.

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Tenochtitlán, con sus templos, mercados, canales y chinampas, puede ser concebida, más que como una ciudad, como un sistema tecnológico, político y ecológico integrado que cuestiona la separación moderna entre la arquitectura, el urbanismo, el paisaje y la infraestructura. Bajo esta luz, el esfuerzo reciente que buscan integrar conceptualmente a la arquitectura y sus disciplinas cognadas pareciera no ser tan innovador como a veces se le presenta. Sin embargo, no por eso hay que idealizar la ciudad pre-colonial. Aunque su metabolismo estaba mejor integrado en el territorio, su modelo no podría escalarse para dar cabida a los veintitantos millones que hoy habitan la región. 

En otras palabras, la humildad intelectual que nos exige el estudio de la historia es doble: no todo lo que se presenta como nuevo representa una ruptura real con el pasado, pero tampoco los modelos pasados pueden hacer frente a las complejidades contemporáneas. Sólo con esta actitud podremos distinguir lo que es realmente nuevo y apunta hacia el comienzo de los próximos quinientos años.

 

De la arquitectura al diseño

En algún momento parece haberse establecido una relación tácita entre escalas y disciplinas donde a la arquitectura le corresponde la escala pequeña de los edificios, al urbanismo la escala media de las ciudades, y al paisaje la escala grande de los territorios y las regiones. Estas asociaciones son arbitrarias pues no corresponden a las realidades metodológicas o técnicas de cada disciplina. Como argumentaron figuras como los arquitectos Vittorio Gregotti o Aldo Rossi, no hay razones para concebir a la arquitectura de forma independiente al territorio o la ciudad. 

Esto no invalida a los campos del urbanismo o el paisaje. Pero han de entenderse como resultado de la profesionalización a la que empujan las presiones del mercado. Si observamos cómo diferentes escuelas de arquitectura han optado por nombrarse, encontramos al menos tres posiciones. La primera es la de las que optan por la arquitectura como término general para referirse a la arquitectura y disciplinas cognadas. El resultado es que las demás disciplinas se ven como subordinadas de la arquitectura. La segunda es la de las que optan por enumerar cada disciplina por separado. El resultado es que es difícil contener las crecientes divergencias disciplinares. La tercera es la de las que, reconociendo nuevas ambiciones disciplinares, optan por llamarse escuelas de diseño buscando la integración sin privilegiar a ninguna disciplina sobre el resto. 

La sustitución de la “arquitectura” por el “diseño” es más que un cambio retórico pues busca una ruptura con la tradición de las Bellas Artes. Esta transformación ha implicado tanto la adopción de modelos foráneos como el desarrollo de metodologías propias. Brevemente discutiremos el papel de la ecología como un ejemplo de lo primero y la noción del diseño como investigación como un ejemplo de lo segundo. 

Entre los modelos adoptados por el diseño, la ecología ha jugado un papel central como metáfora, modelo y medio. Como metáfora, la ecología (informada en gran medida por la cibernética, la teoría de sistemas y las ciencias de la complejidad) ayudó a la arquitectura a concebir proyectos que pudieran hacer frente a la indeterminación, la incertidumbre y los cambios cada vez más vertiginosos.[1] Como modelo, la ecología y su creciente repertorio conceptual (adaptabilidad, auto-organización, emergencia) inspiró la reconfiguración de la práctica profesional para navegar más ágilmente las turbulencias del mercado.[2] Por último, en años más recientes es cada vez más común encontrar proyectos que trabajan con los procesos ecológicos mismos como parte del proceso de diseño, es decir, que emplean a la ecología como un medio. Nuevos diseños hacen uso de procesos (por ejemplo, erosión o sucesión) y sistemas bióticos (por ejemplo, humedales artificiales) como parte de los procesos de diseño que con mayor frecuencia incluyen también a “usuarios” no-humanos. 

El metabolismo —los procesos de transformación energética y material que relacionan las diferentes partes de los sistemas vivos— es un concepto clave en el diseño ecológico. Bajo la lente metabólica se puede concebir al “objeto arquitectónico” como un momento en un procesos metabólico que se extiende más allá en el tiempo y el espacio. Esta concepción nos hace preguntarnos, por ejemplo, de dónde vienen los materiales y a dónde podrían ir o cuánta energía requeriría para operar una construcción durante su vida útil. La ecología hace inevitable la ampliación del campo escalar de la arquitectura. 

Los cambios en el diseño no sólo han sido resultado de adoptar modelos provenientes de otras disciplinas. Precisamente, en respuesta a este fenómeno, el diseño ha buscado reafirmar su legitimidad como medio para la producción de conocimiento distinto a la ciencia y el arte. Tal es la motivación detrás de la noción del “diseño como investigación.” 

El diseño como investigación tiene por objetivo la generalización de ciertos principios metodológicos para facilitar su replicabilidad. No busca copiar el método científico, pero sí desmitificar y dar rigor a los diferentes procesos de diseño. Como metodología, busca difuminar las diferencias entre el diseño y la investigación, entendiendo ambas como diferentes momentos en un mismo proceso de proyectar.[3] 

Como aproximación a la búsqueda de respuestas, el diseño como investigación tiene ventajas únicas de cara a otras metodologías especialmente en un contexto post-normal donde la acción es urgente, la información es insuficiente y los riesgos son altos. Como una manera de investigación, el diseño resulta en un proceso ni deductivo ni inductivo, sino abductivo.[4] Esta forma de pensamiento es útil al tratar con los llamados “problemas perversos” (wicked problems). Entre otras cosas, esta categoría de problemas se caracteriza por no poder ser propiamente entendidos hasta no haberse formulado una solución. Por lo tanto, el diseño, entendido como una hipótesis planteada abductivamente, sirve como un punto de partida para el análisis de tales casos.

 

 

Representación: Diagramas generativos y cartografías críticas

El diseño como investigación implica un mayor énfasis en el proceso de proyectar y el enfoque ecológico parte de un entendimiento dinámico del territorio, como un conjunto expansivo y elusivo de sistemas que se entremezclan en transformación continua. Por tanto, es vital desarrollar tácticas que le permitan abordar la complejidad de dichos entornos y desvelar los procesos y relaciones, en muchas ocasiones ilegibles o difíciles de observar a simple vista, que dan forma a su evolución en el tiempo. Esto implica que, crucialmente, la representación deja de ser una operación post-facto para volverse parte integral del proceso de diseño. Dos ejemplos son la valoración del diagrama como herramienta generativa y la cartografía como herramienta crítica. 

En el caso de los diagramas generativos, el dibujo deja de ser una herramienta meramente de comunicación para volverse un instrumento que registra, abstrae, sintetiza, analiza y proyecta de manera simultánea. El hecho de que devuelvan más información de la que se les introduce los convierte en una técnica heurística y especulativa. Esto implica que el diagrama generativo tiene la capacidad de orientar la toma de decisiones en el proceso proyectual sin determinarlo. Como tal, es una técnica crucial para saldar la brecha entre la investigación, la teoría y la práctica.[5]

Algo similar ocurre con la cartografía crítica. Los mapeos nunca son neutrales. Es importante reconocer que la información que producen es altamente artificial y sesgada pues sólo así puede desatarse su potencial como construcciones visuales capaces de revelar condiciones inéditas y promover nuevos comportamientos. Dado que los mapas suelen considerarse como representaciones factuales, no han sido suficientemente utilizadas con fines de investigación y crítica.[6] Sin embargo, representan una forma creativa de proceso de diseño, primero exponiendo y después alojando condiciones para la emergencia de nuevas realidades. 

 

 

Objetivos: Entre el centímetro y el kilómetro

“El diseño tiene la capacidad de combinar centímetros y kilómetros. Hay que encontrar la manera de que el diseño de los centímetros tenga un impacto positivo sobre los kilómetros”.

Manuel de Solá Morales (De Cosas Urbanas, 2008)

Los problemas más acuciantes en la actualidad son abstractos y de escala planetaria (por ejemplo, la financiarización de la economía o la crisis ecológica de la que el cambio climático es sólo una faceta). Sin embargo, el diseño se ha mantenido al margen de objetivos a gran escala por ser considerados disciplinariamente inalcanzables o profesionalmente mal redituados. Esta condición se ve reflejada en la falta de imaginación y propuestas para visualizar una espacialidad deseable, progresiva y justa tanto social como ambientalmente.

En el llamado Antropoceno–la era en la que el impacto humano sobre el planeta alcanza escalas geológicas–existe un sentido de urgencia que sobrepasa límites disciplinares, nacionales, políticos y sociales. El cambio climático es el reto inmediato más grande al que nos enfrentamos y, al igual que la emergencia sanitaria por SARS-CoV-2, se presenta dadas las imbalances entre los sistemas político-económicos y ecológicos. Aunque es importante luchar contra formas abiertas de negacionismo científico (que se traducen en negacionismo climático o pandémico), también es importante estar alertas en contra de formas más sutiles de negacionismo. Una de ellas es el negacionismo implicativo que sucede cuando reconocemos la importancia de actuar, pero nuestras acciones no corresponden a la escala o naturaleza del problema. Esto lleva a una falsa impresión de estar contribuyendo a la solución–una forma de activismo placebo. En el caso del diseño, nos hemos inclinado por debatir con intensidad soluciones temporales a las consecuencias de estos fenómenos en lugar de prestar atención al origen del problema más abstracto y elusivo.  

Un primer paso para acercarnos a los problemas complejos, abstractos y de gran escala es dejar atrás el paradigma del humano como la medida de todas las cosas para adentrarnos en territorios “post-humanos.” Aquí, ya no es posible depender de lo que nuestros cuerpos perciben a través de sus sentidos. Lo que constituye la “realidad” ya no es sólo la inmediatez física de la escala humana, sino las vastas redes infraestructurales que permiten inimaginables flujos de energía, materia y, cada vez más, información que regulan la vida en la biósfera.

Las redes de infraestructura y sus funciones urbanas, si se visualizan desde múltiples escalas temporales y espaciales, presentan una condición de urbanización generalizada planetaria, en muchas ocasiones difusa y en otras concentrada. El enfoque metabólico facilita el análisis de las interacciones de los sistemas sociales y ambientales y pone a disposición del diseñador un lente para abarcar una multiplicidad de procesos operando a diversas escalas. Los procesos de urbanización se extienden mucho más allá de la huella física de las ciudades. La comprensión de los procesos metabólicos–extracción de recursos, transporte, deposición de desechos, movimientos de mercancías, migraciones humanas, algoritmos bursátiles–es indispensable para entender y orientar su evolución hacia metas deseables. 

Los problemas que han sido dominio exclusivo de la ingeniería deben abrirse al diseño para dar cabida a múltiples propósitos y a una experiencia espacial capaz de generar nuevas conciencias del entorno. Vivimos entre objetos infraestructurales y hacemos uso de ellos colectivamente de manera cotidiana. La apertura de nuestra práctica hacia confines de cotidianidad colectiva infraestructural también representa una oportunidad para superar la rigidez disciplinar. Queda mucho camino por recorrer en materia de las implicaciones formales y espaciales del enfoque metabólico puesto que las discusiones se han centrado en interpretaciones ligadas a la eficiencia y rendimiento de flujos. El registro espacial de las posturas sociales y geopolíticas detrás de los procesos metabólicos es una tarea pendiente para el diseño.

 

Mapa síntesis de aspectos ambientales de la Ciudad de México, desarrollado por la SGIRPC del Gobierno de la Ciudad de México en su Dirección General de Resiliencia y ORY para la publicación “Ciudad residente: Retrospectiva y proyección de una ciudad (in)vulnerable”. Fuente: ORU Oficina de Resiliencia Urbana. 2020.

Mapa síntesis de aspectos urbanos de la Ciudad de México, desarrollado por la SGIRPC del Gobierno de la Ciudad de México en su Dirección General de Resiliencia y ORY para la publicación “Ciudad residente: Retrospectiva y proyección de una ciudad (in)vulnerable”. Fuente: ORU Oficina de Resiliencia Urbana. 2020.

 

Ciudad de México

En su más reciente libro “La Arquitectura de los mundos cerrados o, ¿cuál es el poder de la mierda?”, la historiadora de la arquitectura Lydia Kallipoliti argumenta que, dentro de las narrativas metabólicas y ambientales, no hay un aspecto más desatendido o ignorado que el de la mierda. Antes de que la ciudad cambiara de nombre, a los capitalinos nos llamaban peyorativamente “Defequenses.” Más allá de la envidia disimulada como repudio, tal vez nuestro apodo esconda también una perspectiva más esclarecedora de nuestra realidad socioecológica. 

El Valle de México ha sido ampliamente estudiado no solo por su papel protagónico a nivel nacional, sino también por la antigüedad de su constante y, en cierta medida, exitosa ocupación humana. La cuenca en la que se ubica la Ciudad de México es endorreica, con un ecosistema de lagos someros, forma parte del altiplano central y se encuentra en el Eje Neovolcánico Transversal que atraviesa el país de oriente a poniente, donde se concentra el mayor sistema de centros urbanos del país. Con la temporada de lluvias, en épocas prehispánicas pre-tenochcas, las partes bajas se convertían en un único lago, combinando aguas saladas de Texcoco con las dulces provenientes de Xochimilco y Chalco. Las crónicas de la llegada de las huestes hispanas al valle hace 500 años narran con admiración el paisaje, no sólo del sistema lagunar, sino también de sus bosques, flora, fauna y el aprovechamiento que se logró de los recursos disponibles. Es innegable la drástica transformación y el declive ambiental que ha experimentado la “región más transparente” desde el momento de la fundación de Tenochtitlan al día de hoy. 

Desde épocas prehispánicas, el Valle ha sido altamente intervenido ingenierilmente. Culturas anteriores a los mexicas se asentaron en las riberas de los lagos de agua dulce e implementaron sistemas agrícolas chinamperos. A partir de la fundación de Tenochtitlan como ciudad insular y el crecimiento poblacional que atrajo, se ingeniaron obras de diversas escalas, algunas de ellas monumentales como los albarradones, presas y acueductos, para proveerse de agua, alimentos y servicios. No obstante, la ciudad fue exigiendo cada vez más recursos conforme crecía en población y extensión, mientras que la variabilidad del entorno producía desastres como sequías, inundaciones y grietas. Las obras en beneficio de la centralidad siempre fueron prioridad, mientras que las poblaciones ribereñas con menor poder padecían sus impactos. A pesar de la imposibilidad de controlar el entorno ambiental, las relaciones entre el entorno y la ciudad eran legibles a escala regional. 

Es durante la época colonial que los ámbitos urbanos y ambientales se distanciaron, colocando las necesidades urbanas por encima de las ecosistémicas. Las prácticas infraestructurales de Tenochtitlan operaban frecuentemente bajo esquemas de economía circular. Por ejemplo, los desechos fecales humanos y animales se transportaban en canoas para nutrir suelo chinampero y agrícola. Durante la Conquista, los españoles impusieron otros modelos urbanos importados, como el uso del lago de Texcoco para disponer de sus residuos. Las Ordenanzas de 1573, expedidas por Felipe II para definir el trazo y organización de las ciudades coloniales, estaban basadas principalmente en el tratado de urbanística renacentista de Juan Bautista Alberti “De Re Aedificatoria” que no contemplaban contextos ambientales desconocidos para los europeos como el ecosistema de humedales del Valle. La falta de comprensión de dicho ecosistema, las frecuentes inundaciones que azotaron la ciudad y la expansión de la misma, dieron lugar a una batalla constante contra el agua. Ingenieros, urbanistas, planificadores, arquitectos y gobernantes se empeñaron en drenar y secar los lagos en aras del progreso a través de infraestructuras cada vez más monumentales. Una vez que empeoró el problema de drenaje abierto se centró la atención en la sanitización urbana. Estas acciones contribuyeron a cambios en el clima, tolvaneras, disminución de servicios ecosistémicos y generación de problemas de salud pública, entre múltiples otros conflictos y transformaciones al medio. 

Hacia una Ciudad de México sensible al agua, propuesta de integración urbano-ambiental para la ciudad desarrollada por ORU. Fuente: Oficina de Resiliencia Urbana, ORU. 2019.

 

Hoy en día no es sencillo comprender las conexiones entre los sistemas centralizados, las periferias y la provisión de servicios ecosistémicos. La distancia que recorren el drenaje, el agua potable, los residuos sólidos y otros servicios es demasiado vasta expandiéndose a otras cuencas, ciudades y regiones a costos sociales y económicos muy elevados. El metabolismo urbano dialoga con el del cuerpo humano, vinculando procesos multiescalares que pueden ser descritos aptamente como toilet-to-table o del retrete a la mesa haciendo un guiño a la tendencia culinaria reciente del farm-to-table que busca promover el consumo de comida local. Se suele hablar mucho del problema de aprovisionamiento de agua potable y la fragilidad de este sistema, cuando quizás una clave radica en la revaloración del drenaje. Las aguas negras (separadas de las industriales) representan una importante fuente de fertilizante para el riego agrícola y hay que recordar que el uso agrícola del agua es el porcentaje más alto en la demanda a escala nacional. 

En la Ciudad de México destacan dos casos de metabolismo regional históricamente vinculados al drenaje: las chinampas de Xochimilco al sur de la Ciudad y el Valle del Mezquital al norte, en el Estado de Hidalgo. 

La Zona Patrimonial de Xochimilco, Tláhuac y Milpa Alta se encuentra catalogada como Patrimonio de la Humanidad de las Naciones Unidas vinculada al Centro Histórico, en un decreto único, recordándonos que no pudo darse dicha centralidad sin su sustento agrícola tradicional de chinampa. Actualmente, los cinco núcleos chinamperos que subsisten en la zona sur, se nutren del agua tratada proveniente de la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales del Cerro de la Estrella en Iztapalapa, a través del Canal Nacional, siendo una de las instalaciones con mayor capacidad e importancia dentro de la ciudad. Al contar con poco acceso al sistema centralizado de la Central de Abastos, los chinamperos y sus familias han ido abriéndose paso a la producción para la creciente industria gastronómica de alto nivel. Las chinampas son el último resquicio del ecosistema lagunar, y aunque hoy están bajo amenaza de desaparición, han demostrado ser la forma agrourbana más resiliente en la región. 

Al mismo tiempo, un complejo sistema urbano de drenaje conduce un caudal que combina aguas de lluvia y aguas negras fuera de la cuenca hacia Hidalgo, donde se aprovechan sin tratamiento para el riego de una de las zonas agrícolas más importantes del altiplano y cuyos productos ocupan un lugar primordial en la Central de Abastos. El Valle del Mezquital cuenta con dos de los cuerpos de agua más contaminados del país–el Río Tula y la presa Endhó–, y es el suelo que ha recibido más aguas negras sin tratar del mundo. La reciente construcción de la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales de Atotonilco en Hidalgo, la mayor en América Latina, ha empeorado la disputa sobre el agua entre el estado y los campesinos. Ellos reclaman acceso al excremento rico en nutrientes (desafortunadamente acompañado de toxinas, metales pesados y antibióticos que terminan permeando al suelo y  las cosechas), no obstante los sistemas se entrelazan y se comportan dinámicamente, involucrando una amplia gama de actores y comunidades que operan en un campo de juego de poder desnivelado en materia de acceso a recursos, espacio y servicios.

La conmemoración de los 500 años de la caída de Tenochtitlan y de la fundación de la Ciudad de México ofrece una oportunidad para revalorar, a través de una relectura histórica,  tanto la relación de la ciudad, su arquitectura, infraestructuras y entorno como la del papel del diseño entendido como la integración de la arquitectura, el paisaje y el urbanismo. El objetivo es reposicionar al diseño como una forma particular y aventajada de producción de conocimiento indispensable para las mesas de decisiones, la mediación de intereses, la promoción de la justicia socioambiental, y, sobre todo, la imaginación de escenarios futuros deseables para los próximos 500 años. 

Propuesta de Distrito hídrico como modelo urbano de escala media para el manejo sostenible del agua en la Ciudad de México, desarrollada por ORU Oficina de Resiliencia Urbana, bajo la coordinación de Anita Berrizbeitia, en el marco de Mexico Innovation Fund Grants para el David Rockefeller Center for Latin American Studies de la Universidad de Harvard. Fuente: ORU Oficina de Resiliencia Urbana, 2020.


Notas:

 

  1. Las propuestas de los arquitectos Bernard Tschumi y Rem Koolhaas para la Villette en la década de los años ochenta ilustran claramente la concepción del proyecto como la activación de un “campo” dinámico y menos como una composición estática o sobredeterminada. El desplazamiento del objeto al campo y el enfoque en el proceso ha sido discutido más ampliamente desde los noventas en el trabajo de Stan Allen, por ejemplo. 
  2.  Figuras como Koolhaas, el teórico Michael Speaks o el arquitecto paisajista James Corner llamaban a dejar atrás la teoría y la crítica y en su lugar adoptar estrategias más flexibles y oportunistas que se dejaran llevar por los “flujos” del mercado. No por nada Koolhaas se ha descrito como un surfista.
  3.  La investigación informa una primera propuesta de diseño que se plantea como una hipótesis que a su vez guiará una segunda ronda de investigación. Así, se genera una dialéctica entre diseño e investigación en un proceso iterativo y no-lineal.
  4.  Es decir, permite deducir retroactivamente las condiciones iniciales que produjeron la situación actual.
  5.  El arquitecto Josep María Montaner en su libro “Del diagrama a las experiencias, hacia una arquitectura de la acción” profundiza sobre la connotación arquitectónica del diagrama y su potencial para reunir distintas cualidades de interpretación de la experiencia y proyección del futuro en un mismo dispositivo.
  6.  Aunque los mapas no son herramientas nuevas, desde la década de los setentas se da un giro crítico en la geografía caracterizado por el desarrollo de un enfoque teórico-metodológico interdisciplinario que incluyó estudios poscoloniales, feminismo, antropología y sociología, entre otros. Estos discursos cuestionaron el modo en que el espacio ha sido representado históricamente revelando las cartografías como instrumentos de poder con capacidad para presentar una realidad construida como si fuera natural.

 

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Lo que Cortés vio al pie de las pirámides https://arquine.com/lo-que-cortes-vio-al-pie-de-las-piramides/ Fri, 08 Nov 2019 16:30:44 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/lo-que-cortes-vio-al-pie-de-las-piramides/ Si la fecha en el colofón de esa primera impresión de la Segunda carta de relación de Hernán Cortés es precisa y no sólo simbólica, habían pasado exactamente tres años del día en que aquél se encontró por primera vez con Moctezuma, el 8 de noviembre de 1519.

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“La presente carta de relación fue impresa en la muy noble y muy leal ciudad de Sevilla por Jacobo Cromberger, alemán. A 8 días de noviembre. Año de 1522.” Si la fecha en el colofón de esa primera impresión de la Segunda carta de relación de Hernán Cortés es precisa y no sólo simbólica, habían pasado exactamente tres años del día en que aquél se encontró por primera vez con Moctezuma, el 8 de noviembre de 1519. Motecuzoma Xocoyotzin, el jóven, tenía 53 años de edad y era el tlatoani de los mexicas desde 1502. Cortés tenía 34 años. Había llegado a Cuba en 1511 y siete años después se le confió el mando de una expedición a Yucatán. Salieron de Cuba el 10 de febrero de 1519. Navegaron siguiendo la costa. En Tabasco, tras una batalla ganada, recibieron regalos incluyendo grupo de mujeres entre las que se encontraba Malintzin. El 21 de abril desembarcaron en San Juan de Ulúa. En mayo fundaron Veracruz. A principios de septiembre combatieron y luego se aliaron con los tlaxcaltecas. En octubre atacaron Cholula. Cruzando entre los volcanes, se dirigieron a Amecameca. Pasaron por Tlalmanalco antes de detenerse en Chalco. Ahí, por primera vez Cortés y sus hombres estuvieron al borde de uno de los lagos de la cuenca de México. En su segunda relación, Cortés escribe que la región en que se encuentran esas ciudades “es redonda y está rodeada de muy altas y ásperas sierras, y lo llano de ella tendrá en torno hasta setenta leguas, y en el dicho llano hay dos lagunas que casi lo ocupan todo. Una de estas dos lagunas es de agua dulce y la otra, que es mayor, es de agua salada.” Ese lago mayor y salado no lo verían Cortés y su gente desde Chalco, sino al llegar a Iztapalapa, una ciudad con grandes palacios “bien labrados, de cantería muy prima y la madera de cedros y de otros buenos árboles olorosos, con grandes patios y cuartos, cosas de muy buen ver y entoldados con paramentos de algodón,” según Bernal Díaz del Castillo.

El martes 8 de noviembre de 1519 —escribe José Luis Martínez en su libro sobre Hernán Cortés— “en la mañana de un día probablemente fresco y luminoso, los soldados de Cortés avanzan hacia «la gran ciudad de Temixtitan». Van cruzando los pueblos que se encuentran al borde del lago, como Mexicaltzingo, y divisan Coyoacán y Churubusco. Pasan luego por la calzada de Iztapalapa, que conduce al centro de la isla.” Esa calzada era una de las entradas a la ciudad, “tan ancha como dos lanzas jinetas,” dice Cortés; y “va tan derecha que no se tuerce poco ni mucho”, agrega Díaz del Castillo, quien sigue: “vimos cosas tan admirables, que no sabíamos qué nos decir, o si era verdad lo que por delante parecía, que por una parte en tierra había grandes ciudades y en la laguna otras muchas.” Tenochtitlán era, dice Cortés, una ciudad tan grande como Sevilla y Córdoba juntas. Sevilla tendría unos 60 mil habitantes en el 1500 y Córdoba 20 mil, pero al parecer Cortés se quedó corto en sus cálculos pues tan sólo entre Tenochtitlán y Tlatelolco la población rondaba entre 150 y 200 mil habitantes, rebasando quizá el millón en toda la cuenca. “En esa época —escribe Exequiel Ezcurra— la cuenca de México era, con toda seguridad, el área urbana más grande y más densamente poblada de todo el planeta.”

“Tiene esta ciudad muchas plazas —relata Cortés—, donde hay continuos mercados y trato de comprar y vender. Tiene otra plaza tan grande como dos veces la de la ciudad de Salamanca, toda cercada de portales al rededor, donde hay cotidianamente arriba de sesenta mil ánimas comprando y vendiendo.” Cortés describe una ciudad con “muchas mezquitas”, “hermosos edificios”, y calles mitad de tierra y mitad de agua y puentes de vigas muy recias y bien labradas. Martínez dice que “después de pasar uno de los puentes que interrumpían la calzada para permitir la navegación y el paso de las aguas, en un lugar situado en la actual calle de Pino Suárez, a un costado del Hospital de Jesús, se realiza el primer encuentro del señor azteca y del capitán español.”

“¿Es verdad que eres tú Motecuhzoma?”, dijo Cortés, según los relatos que recopiló Miguel León Portilla. “Sí, yo soy”, dijo Moctezuma. Y Moctezuma siguió hablando. Malintzin tradujo. Cortés escuchó y respondió “en lengua extraña; en lengua salvaje”, dice León Portilla, “tenga confianza Motecuhzoma, nada tema.” En su reciente libro When Montezuma met Cortés, el historiador Matthew Restall indaga sobre ese momento en el que el discurso de Moctezuma fue interpretado por Cortés, a conveniencia, como su rendición y la aceptación de someterse al imperio español. Una interpretación que, hasta nuestros días, dice Restall, sigue estructurando un conflicto entre “bárbaros” y “civilizados” y la “perniciosa prevalencia e insidiosa ubicuidad de narrativas que justifican la invasión, la conquista y la desigualdad.” Casi dos años después del encuentro de Moctezuma con Cortés, tras poco más de once semanas de sitio, Tenochtitlán cayó el 13 de agosto de 1521. Pero ahí no acabó la conquista ni la historia de Tenochtitlán, una ciudad que conservó gobiernos indígenas hasta entrado el siglo XIX y cuya transformación física, radical y quizá catastrófica, aún no termina. “El viejo Tenochtitlán —dice Ezcurra—, la capital del Anáhuac, la colonial ciudad de los palacios que maravilló a Alejandro de Humboldt es hoy el estereotipo del desastre urbano que representan las megalópolis de los países dependientes.”

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Ensamblaje de ciudades. Conversación con Yosahandi Navarrete Quan https://arquine.com/ensamblaje-de-ciudades-conversacion-con-yosahandi-navarrete-quan/ Fri, 08 Nov 2019 06:30:30 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/ensamblaje-de-ciudades-conversacion-con-yosahandi-navarrete-quan/ La concepción del espacio urbano tras la llegada de Cortés unió a la ficción con la realidad. Después del decreto no apareció una ciudad, sino que la ciudad ya estaba ahí.

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La concepción del espacio urbano tras la llegada de Cortés unió a la ficción con la realidad. Después del decreto no apareció una ciudad, sino que la ciudad ya estaba ahí. Yosahandi Navarrete Quan, académica especializada en literatura prehispánica, aborda qué elementos ya se encontraban en Tenochtitlán, mismos que fueron conformando la faz de la ciudad colonial. 

La llegada de Hernán Cortés a Tenochtitlán se puede leer, omitiendo todos los matices de lo ocurrido, como la conquista de algo pre-urbano y la posterior fundación de una ciudad mejor trazada, aunque, ¿desde qué perspectiva? “La ciudad de Tenochtitlán era una ciudad urbana, cuyo plan era muy funcional para la época, tanto que los españoles siguieron, en lo esencial, el mismo trazado”, declara Yosahando Navarrete Quan. Pero, ¿por qué pareciera que hasta la llegada de los españoles comienza a surgir la idea de lo urbano? La escritora Margo Glantz aventura una explicación: la ciudad se funda por decreto, mediante el imaginario burocrático y narrativo de quienes fueron llegando al territorio del imperio mexica. Las crónicas y las probanzas de méritos dieron cuenta más de actos oficiales que de la construcción verdadera de una ciudad. Dice Glantz: “Podríamos precisar: antes de ser una ciudad escrita (o literaria), la Villa Rica de la Vera Cruz es, cuando se funda, una ciudad escriturada: su inserción en documentos notariales, su carácter de ordenanza legaliza la nominación de Cortés como conquistador, la transforma en un documento legal, en una de sus armas para consolidar la empresa, la justificación jurídica de su traición”. Y continúa: “Entre la Villa Rica de la Vera Cruz, ciudad nacida en la escritura, y la Ciudad de los Palacios, ciudad concreta, se inscribe Tenochtitlán, Ciudad de la Memoria. De igual manera que las antiguas culturas de la Nueva España y sus cosmogonías resucitan en la obra de los cronistas, la labor inexorable de destrucción, el timbre de mayor gloria de que pueden alabarse los conquistadores, según Las Casas, se neutraliza en cierta forma gracias a la escritura.” 

Yosahandi Navarrete Quan está de acuerdo con Glantz en tanto que la idea de una fundación de ciudad fue más un acto civil, pues la ciudad ya estaba ahí. Pero entonces, ¿con qué se encontraron los españoles y qué fue lo que se construiría después? “Para empezar, debemos tomar en cuenta la división espacial que planteó el imperio, la cual estaba basada en el axis mundi, o los cuatro ejes del universo que se comunicaban a través del agua y la tierra en lo que fue la ciudad mexica. En esta división de espacios se colocaron estratégicamente algunos de los servicios del imperio, como los sembradíos, pero también permitió la unión del poder religioso con el gubernamental. En esta concepción política y cosmogónica, lo político y lo sagrado van unidos, aspecto que fue retomado después por el virreinato”, dijo Navarrete Quan en entrevista. “Bernal Díaz del Castillo escribe en su propia versión de la conquista sobre las dimensiones de Tenochtitlán, y también sobre la gente que la habita. Por supuesto, antes de la llegada de esta expedición ya se tienen mercados y grandes canales que los conectan, como La Viga o el río de La Merced. También tenemos registros sobre la higiene y sanidad del centro de Tenochtitlán y de sus periferias: sabemos que utilizaban un sistema de drenajes y que, por ejemplo, odiaban el hedor de la sangre sacrificial. Muchas de estas cosas están estudiadas en la Historia de la vida cotidiana en México. También Tenochtitlán ya divide por sectores sociales: del centro a la periferia. Quienes viven más alejados son los macehuales, donde se encuentran los barrios del grueso de los habitantes de Tenochtitlán. Al centro el Tlatoani, los sacerdotes y la nobleza, quienes someten a los pueblos colindantes y más allá”.

Navarrete Quan menciona que durante el asedio la ciudad operó, a su modo, como instrumento bélico. “En el asalto final a la ciudad, los españoles no pudieron transitar con tanta facilidad por el laberinto de barrios en el que muchos indígenas sí lograron esconderse, además de que también pudieron utilizar los canales de agua en contra de las tropas españolas al levantar o destruir los puentes”, puntualiza. “Partiendo de esto, podemos decir que la posterior destrucción de Tenochtitlán obedece más a un gesto de poder: destruir el antiguo señorío y construir una ciudad europea en su lugar. La presencia indígena nunca desapareció tras la llegada de Cortés a Tenochtitlán, pero sí hubo una toma de la ciudad pensada desde la guerra y el sometimiento. Uno de los movimientos fue el de contaminar los canales. La guerra provocó que los pobladores no pudieran cosechar pues una estrategia de guerra es destruir los sembradíos. Además, los españoles trajeron enfermedades nuevas, como la viruela. Todorov ya señala que en esto hay indicios de la guerra moderna: quitarle al enemigo la comida y el agua fue una estrategia bélica que se diferenció de la concepción de guerra que tenían los indígenas, la cual era totalmente ritual. Pero conforme fueron destruyéndose los asentamientos indígenas, la misma piedra que se había utilizado fue materia prima para la ciudad colonial. Se sabe que en las esquinas de algunos edificios coloniales encontraron enterradas estatuillas invertidas del dios Mictlantecuhtlli. No hay que olvidar que los indígenas fueron la mano de obra para la construcción  de la ciudad y dejaron su huella.  En cuanto a la conservación de las antiguas formas de gobierno, no hay que olvidar que muchos indígenas nobles ocuparon cargos de poder en los llamados pueblos indígenas, y colaboraron con los españoles durante la colonia para no perder sus antiguos privilegios.”

Navarrete Quan comenta que conforme fueron llegando más españoles y naciendo más criollos, la ciudad comienza a organizarse mediante una cuadrícula que organizó a los barrios de una manera distinta aunque similar, ya que se mantuvieron las distancias entre el centro y las periferias, pero ahora quienes desplazaron hacia las afueras a los indígenas fueron los españoles. “En el primer cuadro fue empedrándose el suelo, y se intercambió el teponaztli por la campana de la iglesia. Entre ambos sonidos se modificaron dos formas de organizar el mundo. El teponaztli marcaba las horas pero también los momentos de los diversos rituales que organizaban la vida de los pueblos originarios, y las campanas sólo llamaban a una población muy específica de la Nueva España. Pero esta diferenciación también convivió con la inclusión simbólica de lo indígena, un discurso que se mantuvo hasta bien entrado el siglo XIX”.

Si Cortés decretó el inicio de una ciudad, la escrituración de su proyecto fue ensamblándose con una forma de construir, de habitar y de pensar que ya estaba antes de aquellos papeles jurídicos que instituyeron una conquista: de esa escritura legal que imaginó el inicio de un asentamiento urbano. Entre ambos espacios fue conformándose lo que todavía podemos ver hoy en día, esa convivencia casi geológica entre lo prehispánico y lo colonial, y la herencia indígena es parte de esa mecánica de suelos histórica que generó la entrada española, “un pasado que tampoco podemos negar”, concluye. 

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Tenochtitlán, una cartografía sonora. Conversación con Lizette Alegre https://arquine.com/tenochtitlan-un-paisaje-sonoro-conversacion-con-lizette-alegre/ Fri, 08 Nov 2019 06:30:17 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/tenochtitlan-un-paisaje-sonoro-conversacion-con-lizette-alegre/ La cultura española pensaba la civilización a través de la escritura fónica, mientras que la concepción mesoamericana estaba sostenida puramente por lo oral. Entre ambas formas de representación política y subjetiva, el espacio de Tenochtitlán tiene un rol importante no sólo en cuanto a su planeación y traza, sino también al sonido que conforma su paisaje.

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La cultura española pensaba la civilización a través de la escritura fónica, mientras que la concepción mesoamericana estaba sostenida primordialmente por lo oral. Entre ambas formas de representación política y subjetiva, el espacio de Tenochtitlán tiene un rol importante no sólo en cuanto a su planeación y traza, sino también al sonido que conforma su paisaje. Por ejemplo, los canales del Valle de México, que fueron posteriormente domesticados, albergaban a los mercados a los que llegaban diversas etnias a vender sus productos. En entrevista, la etnomusicóloga Lizette Alegre aporta algunas claves para entender la estructura sónica de Tenochtitlán, sobre la que fueron sobreponiéndose los sonidos de la colonia. 

Christian Mendoza: Me gustaría comenzar desde la crónica de la conquista. Tanto los soldados como los misioneros escribieron crónica. Como etnógrafa, ¿cómo percibes esta manera de representación desde la mirada militar o religiosa? También, ¿cómo abordarías las descripciones que tenemos sobre Tenochtitlán? 

Lizette Alegre: Claramente uno debe leer estas crónicas siempre teniendo en consideración que cuentan más de quien las produjo que de aquello que se describe, sin por ello renunciar al objeto de descripción. Uno se percata de que la gente que vino, incluso en los primeros años, no era homogénea, aún si eran religiosos los que escribían su actitud hacia la alteridad tanto de los sujetos otros como de una geografía, un ecosistema y una civilización otra. La actitud hacia la otredad cambiaba mucho según de quién se tratara. Tenemos casos como el de Durán, que veía con mucha desconfianza las estrategias que los misioneros utilizaban para inocular la fe cristiana en los pobladores de la Nueva España y desconfiaba de las estrategias porque se daban cuenta de que las poblaciones siempre veían la manera de resignificar eso que se les enseñaba en relación con su mundo. Operaba profunda satanización de esas epistemes, sin embargo, es uno de los personajes que más descripciones detalladas nos dejó. Luego tenemos el asunto de Sahagún con el Códice Florentino, lleno de textos híbridos que ensamblan la lengua del conquistador con intervenciones de lo gráfico-visual y textos en náhuatl. En realidad no tenemos un corpus homogéneo para aproximarnos a ello, pero sí tenemos corpus para pensar cómo eso sirvió para definir a la propia Europa. No estaba unificada y sí se empezó a pensar como un continente diferente, por encima de América y África. Considero importante entender que en medio de una cosmovisión religiosa empezamos, a pesar de eso, a tener también un sentido más instrumental ligado al primer desarrollo del capitalismo. Como etnomusicóloga, en primer lugar los leo para tratar de entender la operación de poder que queda registrada en forma de escritura.

CM: ¿Cómo observas estas traducciones de cómo hablaron los conversos sobre su propia conquista y ante quiénes hablaron?

LA: Siguiendo las ideas de Carlo Ginzburg, un planteamiento personal que tengo es que, cuando existe una relación de poder y de dominio de un pueblo sobre otro, tienes también una discursividad dominante que conforma al propio mundo, su legitimidad y sus valores, misma que se regula a partir de la escritura. Sin embargo, retomando una tradición de muchos pensadores de distintos ámbitos dentro de los estudios de lo popular, lo que tenemos casi siempre son híbridos, textos que parecen estar totalmente ligados al poder pero que están conteniendo otras voces: hay una heterogeneidad de estrategias y de formas en las que se filtran las voces, con más apertura como en el caso de Sahagún, donde no le quedaba mucha opción, porque no es solamente que estuvieran los mexicas de entonces intentando dar cuenta de su mundo, sino que en el propio formato del códice de Sahagún se hace necesario justamente por el camino intermedio que existe entre dos polos, que serían el de la oralidad y el de la escritura. En medio de eso, hay recursos muy distintos al texto mismo como el del dibujo, porque de por sí la lengua náhuatl requirió una traducción al ser inscrita fonéticamente, y todo eso generó variantes que nos hablan de un increíble proceso cognitivo que fue no solamente un encuentro que ya venía de la escritura convencional y un mundo entendido como oral, sino además de la sorpresa y el desplazamiento  que produjo por el choque de ideas y significados por la necesidad de traducción: por allí se filtran las voces ya sea con más o menos licencia de quien tiene el poder de representar. 

CM: Hay un pasaje en Bernal Díaz del Castillo que cuenta cómo Cortés dejó un caballo en celo y que el relincho del caballo alteró muchísimo a su enemigo. La conquista pareciera que también funcionó a través de las inserciones de sonidos…

LA: El sonido como estrategia bélica tiene varios aspectos a considerar que terminan confluyendo en esta anécdota del caballo detrás de esta especie de mampara que describe Bernal. Por un lado, Cortés era un hombre de su época en Europa, un sujeto muy práctico, un hombre del renacimiento, en el sentido más allá de lo religioso. No era la sacralidad o lo religioso lo que iba a leer del mundo. Para él, el mundo ya era más “objetivo”, miraba desde todo lo que ahora entendemos como modernidad. En Tenochtitlán era todo lo contrario: ya había una disposición a que Cortés pudiera ser Quetzalcóatl que venía de vuelta, en esta constante espera del quinto Sol y los famosos presagios de los sueños de Moctezuma, que generaban un determinado ambiente que daba cuenta de la forma de lectura del mundo tan diferente que tenían unos y otros, una radical alteridad. Otro aspecto tiene que ver con el hecho de que los pobladores de acá no conocían los caballos. Hay un pasaje muy bonito de Umberto Eco en su libro Kant y el ornitorrinco, donde hay una parte dedicada a tratar de descifrar cómo se construyen los tipos cognitivos en subcategorías insertas en la semiótica cognitiva. Se trata de entender cómo se construye una categoría sobre un referente del que no tenías referencia, y habla de cómo se fueron transformando las descripciones que se podían hacer de los caballos incluso antes de que llegaran a Tenochtitlán, como cuando le explicaron a Moctezuma lo que era un caballo. Por eso en muchas comunidades todavía a los caballos les llaman Mazatl que significa venado, porque el animal más cercano que veían era un venado. Ese capítulo es riesgoso porque intenta, a partir de ese ejemplo, plantear el proceso de construcción de categorías a partir de cómo se incorporan los elementos nucleares de esa categoría y los elementos para articularlos con otros referentes. El propio caballo era un animal que no se conocía del todo, pensaban que el caballo y el jinete eran una sola bestia y por lo tanto hasta para el sonido hay que hacer el esfuerzo de imaginarlo naturalizado. Pero si tú estás en ese momento de tensión, en el que no sabían si era Quetzalcóatl y los iba a castigar y de pronto escucharon ese sonido desconocido, evidentemente se asociará con todo el imaginario derrotista. Una de las estrategias de guerra que menguaban el valor del enemigo fue mediante sonidos desconocidos que se asumieron como provenientes del ámbito sagrado inmanejable.

CM: También está la pólvora y el sonido de las armaduras…

LA: El caballo nos sirve para metaforizar los mundos sónico-aurales diferentes que sirvieron para intimidar al otro. Tampoco duró mucho el proceso de comprensión sobre estos sonidos, y es fascinante entender cómo eso se pudo incorporar al espacio semiótico de los pueblos prehispánicos porque también hay un aprendizaje veloz que tiene que ver con el compartir el espacio. El sonido efectivamente tanto une como separa, porque involucra a todos al llenar el espacio y separa cuando no entendemos la fuente o cuando la asociamos con otro que marcamos como diferente, y si encima se estaba en una guerra es interesante pensar cómo se fue generando una relación de circulación de significados a partir de las mutuas interpretaciones del sonido. Tienes las armaduras, los caballos, los cañones, las voces debido a la diferencia del lenguaje pero también del lado de los españoles, sonidos que a ellos les parecían horrendos, por ejemplo el silbato del diablo que genera tanto batimento que hacen que el sonido gire de una manera muy especial en torno tuyo e inclusive lastime como un arma de guerra. Los pueblos mesoamericanos también contaban con cierta tecnología sónica para generar temor en el adversario. Considero que se puede hablar de un sonido de la guerra, aunque saber con certeza cómo se vivió y escuchó sería complejo pero podemos hacer inferencias a partir de índices de lo que narran los cronistas y en estos casos también a partir de la analogía etnográfica pero sí creo que cambió el entorno sonoro. 

Imagínate, tienes desde las campanas, el ruido de la rueda de los carruajes, las diferentes adscripciones lingüísticas que transitan por las calles, hasta la tecnología misma. Algunos sonidos permanecen hoy en día: los sonidos del tianguis de Tenochtitlán pueden ser los de los tianguis de hoy, o por ejemplo, los sonidos de los caracoles en las ceremonias, porque tampoco se destruyó todo inmediatamente. Las parafernalias, las trompetas, los nuevos ensambles instrumentales, cosas que los españoles trajeron y que en una sociedad tan ritualizada como la mexica fue la continuación de fiestas  públicas. Si ya se había vencido por la fuerza ahora había que sostener ese poder con toda la subjetividad posible. En América el tamaño tan grande de los atrios tiene que ver con la necesidad de hacer buena parte de las ceremonias religiosas afuera, como en el caso de las capillas posas y las capillas abiertas. Luego las corridas de toros, la dimensión sónica que incorporaron, ya que no eran como las conocemos hoy en día, eran juegos que conformaban un entorno sonoro completamente distinto, eran animales nuevos con expresiones sónicas sin precedente. ¿Qué sonoridades desaparecieron a partir de eso? El sonido del agua cuando se empezaron a secar y a entubar los canales. No sólo el agua sino la fauna que habitaba los ecosistemas que dependían del agua, seguramente allí desaparecieron sonidos muy arraigados al paisaje sonoro.

CM: ¿Cómo consideras que estas modificaciones sonoras afectaron al espacio urbano de Tenochtitlán y de, posteriormente, la Nueva España?

LA: Una de las cosas que más sorprendió a los conquistadores fue la simetría en la traza de México Tenochtitlán, y se aprovechó esa disposición para generar los barrios que incluyeron las formas de organización interna de los calpullis, por ejemplo, para la organización de los barrios y las cofradías, que siempre implicaron fiestas que vinieron a resignificar las celebraciones prehispánicas e implicaron cambios sónicos importantes. Considero que la iglesia y la campana desde el punto de vista sónico organizaba la vida religiosa y parte de la vida civil. Las campanas tienen un código, son señales. Por ejemplo, había toques para las horas canónicas y señales que tenían que ver con la liturgia, pero también campanas de duelo, de fiesta y de varios acontecimientos. Es bonito pensar que un elemento aparentemente sencillo como la campana viene a organizar la temporalidad civil y religiosa. Con las descripciones sabemos que antes había elementos similares en Tenochtitlán con otros medios como el caracol y una gran cantidad de aerófonos desarrollados por las culturas prehispánicas: todos los instrumentos de viento, flautas, silbatos, ocarinas, trompetas, entre otros elementos que reflejan la visión que los pueblos tenían acerca de la importancia del viento. Había toda una semántica del aire para interpretar el mundo que se articuló a nuevos significantes aunque no fueran sonidos concebidos como de viento, ya que se incorporaron en instrumentos de cuerda pero con significados culturales relacionados a esta semántica. Estaba la iglesia con sus campanas y códigos de señales, pero según cuentan las crónicas, también había palo volador y el palo volador es una expresión del universo náhuatl, de los cuatro rumbos (axis mundi), y de cómo se concibe el universo en términos del espacio y tiempo para las culturas mesoamericanas. El palo volador es el viento que une el inframundo y el mundo celeste que se derrama en el mundo terrestre en una fecha calendárica determinada en forma de remolino. 

CM: ¿Qué perspectivas tienes sobre los procesos de folkorización nacionalista que se fyueron dando después de la conquista?

LA: Ese es un tema medular en la práctica del etnomusicólogo: la captura del otro está siempre presente, a veces está invisibilizado y después está folklorizado, pero antes de esto hay una cosa que quiero añadir. A nosotros a veces nos cuesta trabajo imaginar lo cosmopolita que era la Ciudad de México en relación a lo que puede ser ahora. ¿Por qué decimos indígemas (lo cual es un gesto ya bastante violento) cuando en realidad había una cantidad vastísima de pueblos? Generalizamos así cuando en realidad eran muchos pueblos diferentes, más los pueblos diferentes de los españoles, más la cantidad diferente de hombres de África, más las diferentes etnias que no consideramos, como los filipinos. Y uno ve algunos de los cuadros novohispanos y piensa en que hoy en día no hay tanta diversidad de gente, no es tan cosmopolita. Imaginemos la dimensión oral que eso podía llegar a tener.

Ahora, sobre el nacionalismo, la lengua náhuatl nunca desapareció ni de las ciudades ni del campo. De hecho la corona española creó muchas formas de congregación de poblaciones indígenas mediante distintas figuras como la encomienda, la congregación o la república de indios. En este esquema mientras los indígenas birndaran sus tibutos y se dejaran evangelizar, se podían medianamente autogobernar y hasta cierto punto podían continuar reproduciendo su cultura. Fue una política segregacionista pero al mismo tiempo permitió que las comunidades indígenas mantuvieran su cultura, no manteniéndola de forma estática porque siempre estuvieron en contacto y transformándse. Específicamente, para sobrevivir se transformaron. Sobrevivir implicaba justamente defender a toda costa la posesión de un territorio propio otorgado por la corona. Había representantes indígenas en los ayuntamientos y en otras instancias administrativas, pero había todo un sistema de castas que se volvió sumamente complejo y que es una operación taxonómica sujeta al ejercicio del poder, ya que la casta implicaba el reconocimento del grado de humanidad y los derechos que tenía el individuo. Hubo mucho mestizaje y eso genera la falsa idea de que pudo haber desaparecido del mapa la raza indígena, sin embargo había mucha presencia indígena en la ciudad hasta los años 70, en pueblos de Xochimilco, a principios del siglo XX. Se ve una gran cantidad de grabados y pinturas, o por ejemplo, el famoso canal de La Viga que en realidad era un canal que conectaba desde Nativitas hasta el Centro Histórico, al que llegaban de los pueblos a vender los productos. La dimensión sónica de ese canal debe haber sido fabulosa porque la cantidad de reportes y testimonios sobre lo que se cantaba en ese canal son impresionantes, hasta el punto en que se convirtió en un paseo dominical.

La captura de lo indígena para generar una especie de diferencia se da desde el siglo XIX. En todo el movimiento criollo no se estaba buscando la independencia de España pero sí se quería construir una diferencia. En mí interpretación, era moderno en el sentido en el que se asumían las ideas que se empezaban a desarrollar en el campo de las humanidades y después fue dando lugar a las ciencias, antes conocidas como filosofía natural, y formaban parte de una élite ilustrada con una necesidad muy fuerte de marcar una diferencia respecto a las tierras al otro lado del océano, sobre todo respecto de la corona. El culto a la virgen de Guadalupe no fue inmediato como usualmente se asume, ese ritual germinó de un esfuerzo muy grande por construir el mito que pudiera dar cuenta de que la Nueva España era una especie de utopía postapocalíptica. La virgen de Guadalupe es una virgen del apocalipsis. Es inmaculada pero tiene muchos atributos de la virgen del apocalipsis. Ellos interpretaban el apocalipsis para explicar que América era la tierra prometida y que se sirvió del imaginario de la utopía de Tomás Moro: desde allí lo indígena se utilizaba para construir una diferencia como se vió claramente a principios del siglo XX, pero siempre como un gesto de captura, como hoy en día no importa validar ni autorizar a toda la población indígena existente sino construirla como un fetiche o vestigio de un pasado grandioso. Había que crear una narrativa que justificara culturalmente la idea de nación en un territorio tan heterogéneo, y en esa narrativa teleológica había que encontrar origen o fundamento, y qué mejor que las grandes civilizaciones mexica y maya, siempre que se pudiera prescindir de darles reconocimiento de derechos a los indígenas actuales. 

CM: A 500 años de la llegada de Cortés, ¿qué reflexiones puedes esbozar?

LA: Esa pregunta es una de mis obsesiones, porque como etnomusicóloga fui formada teniendo como objeto de estudio privilegiado la música tradicional, la música indígena y dentro del marco antropológico en un enfoque de relativismo cultural, en mis primeros trabajos intentaba dar cuenta de esa complejidad en la medida de mis posibilidades. Pero descubrí que no era suficiente para autorizar a los pueblos, porque en estas narrativas vinculadas al poder lo que se le ha reconocido a otros pueblos es ser sujetos de cultura pero no sujetos de historia. Entonces está bien mientras puedan ser fetichizados como reliquias del pasado. Incluso, hoy en día, se sigue hablando de ellos como reliquias del pasado, así se expresan hasta los más progresistas. Justamente viendo cómo la música y el sonido de la alteridad están increíblemente entretejidos y se construyen en la propia sociedad de los pueblos, no entendía por qué no ocupaban el mismo lugar que el hombre occidentalizado de nuestro país. Eso me lleva al origen de la conquista vinculada a la adquisición temprana del capital, al desarrollo del pensamiento nacional que dio origen a las disciplinas de un modo en el que se justificó el sometimiento.

A 500 años seguimos con esa tensión constante, no considero que las culturas indígenas deban permanecer intactas pero pienso que no son ciudadanos al 100% porque su propia forma de vida no califica en la definición de lo humano dada por el estado, y por lo tanto sus derechos no están considerados como tales. Por más que se diga que somos un país pluricultural y se modifique la constitución veo que sigue la violencia en lamedida de que se descubre que las formas expresivas de estos pueblos pueden ser capitalizables y construidas como mercancía del capitalismo. No hablo sólo de una parte perversa de esta relación, hablo de una constante disputa. Creo que hay una tremenda deuda histórica con los pueblos originarios. 

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“Vimos tantas ciudades en el agua”: 500 años del encuentro de Cortés con Moctezuma https://arquine.com/vimos-tantas-ciudades-en-el-agua-500-anos-del-encuentro-de-cortes-con-moctezuma/ Fri, 08 Nov 2019 06:30:08 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/vimos-tantas-ciudades-en-el-agua-500-anos-del-encuentro-de-cortes-con-moctezuma/ ¿Qué fue lo que se quedó tras la llegada de Cortés y que fue lo que instrumentalizó la religión y la milicia para evangelizar o someter? ¿Qué otra clase de estructuras, además de la de los edificios, son fundamentales para el entendimiento de la ciudad?

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Durante mucho tiempo en el discurso oficial que permeó a diversos niveles —en las escuelas, en ciertos medios de divulgación histórica— el entendimiento sobre la toma de Tenochtitlán fue el del “encuentro de dos mundos”, una noción que, siendo tan reduccionista, permite diversas interpretaciones ambiguas. ¿El encuentro entre la expedición de Hernán Cortés y Moctezuma fue una especie de acto diplomático? ¿El sincretismo que se construyó entre la cultura española y la de los pueblos originarios fue un ejercicio de preservación antropológica de parte de los conquistadores y se dio mediante el consenso? Cortés y los soldados que lo acompañaron vieron el Valle de México desde arriba, desde la vista de los cerros de la cuenca, mientras fueron internándose hasta llegar al corazón de uno de los imperios más poderosos de Mesoamérica. “Vimos tantas ciudades y valles poblados en el agua y en la tierra firme y otras grandes poblaciones y aquella calzada tan derecha y por nivel cómo iba México, nos quedamos admirados y decíamos que parecía a las cosas de encantamiento que cuentan en el libro Amadís”, narra Bernal Díaz del Castillo. 

Si atendemos solamente la dimensión urbana de la llegada de Cortés, podemos complejizar un tanto más la idea de dos culturas que meramente se miran. En la cita de Bernal aparece otra cita, proveniente del Amadís de Gaula, personaje principal de una de las novelas de caballerías que llevaba por título su nombre: los soldados que llegaron creían en las gestas medievales, en las tomas de las ciudades en nombre de la corona y de Jesucristo. Pero quien dirigía a esos soldados ya habitaba, a su modo, en el Renacimiento. Cortés, se dice, era un individuo pragmático que usó, entre otras cosas, el espacio de Tenochtitlán a su favor. En manos de Cortés, la ciudad fue un arma de guerra. Pero también es un hecho que esa ciudad ya estaba ahí, con una tecnología de dominio de las aguas y una organización barrial que fue utilizada para la cuadricula europea con la que comenzaría la ciudad colonial, al grado de que se ha llegado a plantear que lo que hizo Cortés fue meramente legislar, mediante la escritura, una ciudad, para después aprovechar lo que ya estaba ahí. La presencia indígena no se borró ni por la conquista ni por el mestizaje, y legó a los españoles tecnologías y formas de pensar la organización de una ciudad que van desde la planeación hasta las fiestas patronales. 

Es pertinente volver a pensar en una ciudad con una historia que puede leerse en su mismo suelo. Bajo las casonas permanecen las pirámides. ¿Qué fue lo que se quedó tras la llegada de Cortés y que fue lo que instrumentalizó la religión y la milicia para evangelizar o someter? ¿Qué otra clase de estructuras, además de la de los edificios, son fundamentales para el entendimiento de la ciudad?

 

Entrevistas:

Tenochtitlán, una cartografía sonora. Conversación con Lizette Alegre

Ensamblaje de ciudades. Conversación con Yosahandi Navarrete Quan

 

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Tenochtitlan al rescate de la Ciudad de México. Conversación con Barbara E. Mundy https://arquine.com/tenochtitlan-ciudad-de-mexico/ Tue, 03 Sep 2019 08:00:33 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/tenochtitlan-ciudad-de-mexico/ En 2018 Grano de Sal publicó un libro escrito por la investigadora y profesora Barbara E. Mundy que habla sobre el mito de la muerte de la ciudad prehispánica y cómo es que sobrevive en medio de esta ciudad que pretende ser moderna.

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En 2018 Grano de Sal, editorial encabezada por Tomás Granados, publicó un libro escrito por la investigadora y profesora Barbara E. Mundy que habla sobre el mito de la muerte de la ciudad prehispánica y cómo es que sobrevive en medio de esta ciudad que pretende ser moderna. Su historia, sus vestigios, su historia a través de mapas. Un libro apasionante para los que les gusta conocer cada calle y gesto de esta ciudad que un día estuvo rodeada de agua. 

 

La historia de una periodista

Esta es la historia de una periodista gringa que trabajaba para Vanity Fair, pero su mente, en lugar de pensar en súper modelos o en los últimos diseños del verano,  pensaba en el misionero franciscano nacido en el reino de León en 1499, el hombre que para muchos sería el hispanohablante más docto en la lengua náhuatl: Bernardino de Sahagún. 

La periodista se llama Barbara E. Mundy y está sentada en una mesa de la librería más socorrida para entrevistas a escritores en toda la ciudad, la Rosario Castellanos. Habla con otras personas. Su acento es notoriamente extranjero, pero su conocimiento sobre la historia de esta ciudad pocos chilangos lo poseen. “Son la esperanza de México.” La voz es de Mundy y a lo que se refiere es a las chinampas. A los canastos de cañas sobre los cuales se sembraron las semillas de esta megaurbe en la que hoy vivimos. “Al momento de la conquista Tenochtitlan era uno de los conjuntos urbanos más grandes del mundo. Había alrededor de 150 mil habitantes. Más los que vivían en los alrededores, quizá sumaban medio millón. Entonces, el enorme éxito urbano que existía aquí tiene mucho que ver con la agricultura.” 

Barbara vive en Nueva York. Su primer libro fue The maping of New Spain. Indiginous cartography and the maps of Relaciones Geográficas. Barbara llegó a esta ciudad justo antes del terremoto del 85. Felipe II envío una encuesta con 50 preguntas a la Nueva España para saciar su curiosidad acerca de estas tierras. “Las respuestas fueron escritas por los corregidores locales, había una pregunta que abría la posibilidad de que se colara la voz indígena, la pregunta diez, que pide una pintura. Los españoles no sabían pintar como los mexicas, entonces piden que venga un tlacuiloques para hacer la pintura. Entonces tenemos en los mapas un vistazo profundo a lo que fueron las diferentes comunidades y su manera de imaginar su territorio. Ese fue mi primer libro sobre la cartografía indígena de la nueva España.”  

Ella nació en San Francisco, en donde los terremotos también son cosa cotidiana. “Sahagún era español y aunque sabía mucho de la cultura mexica, tiene una postura hostil a sus fuentes directas. El gran problema con las fuentes de la gran ciudad de Tenochtitlan es que están escritas por hombres que eran hostiles a la cultura mexica. Es como un problema de periodismo. Si tenemos distintos puntos de vista, ¿cómo podemos llegar a la verdad? ¿Cómo acercarnos a la realidad con esas pocas fuentes  que son escritas por esos hombres que tenían un prejuicio enorme contra los habitantes de esta ciudad? Nació como un problema de fuentes de periodismo. Entonces decidí, por mi interés en Sahagún, regresar a México. Encontré un grupo de mapas hechos en 1580, parte de una encuesta real hecha por Felipe II, quien quería saber sobre los templos enormes de las Américas.”

 

La ciudad que crean los habitantes

“Las ciudades grandes son el enorme éxito de los seres humanos.  Sabemos que es difícil vivir juntos, en la casa, el barrio, la ciudad. Y para lograr vivir juntos una cantidad de personas así para mí es el triunfo de la civilización.”

Michel De Certau es uno de los pilares del pensamiento de Barbara y una de las tantas teorías que menciona en el libro habla de caminar las ciudades: “Habla de dos modos de conocer la ciudad; una, la ciudad imaginaria. Esa que existe en los planos urbanos, los planes a futuro. La ciudad de la cartografía, donde se ve un esquema, un boceto de la ciudad. Pero otra manera de conocer la ciudad es la de andar por sus calles. De Certau dice que cada persona que habita crea su propia ciudad, por sus caminos. Entonces, para mí fue una idea poderosa en pensar que la ciudad está hecha por las acciones de los habitantes.”

“Me llama mucho la atención la presencia indígena en las calles de la ciudad, en el tejido urbano durante el siglo XVI, esa era la historia negada de una ciudad porque, como sabemos, algunas fuentes dicen que se aniquila la ciudad y que se funda una ciudad española. Pero es un mito. La ciudad que existía era una ciudad indígena. Hoy existe una ciudad con muchas dificultades, como todas, pero la diferencia es que esta ciudad tiene muchos recursos. Las chinampas, por ejemplo, poseen una tecnología indígena, que pueden ser el futuro de México, porque estamos pensando en formas sostenibles de vivir en la Tierra.”

 

Altépetl/ciudad: el difrasismo de Barbara

Le pido a Barbara que me describa la Ciudad de México que ella camina. Me  confiesa que al llegar a la Ciudad de México, lo primero que hace, es ir al transporte público más famoso de esta ciudad. “Para conocer la Ciudad de México tienes que conocer el metro.” Le gusta ir por las entrañas chilangas para recibir su masaje y su sauna, dice entre risas. Le gusta luego ir al Zócalo: “La cultura está viva ahí, no es una ciudad de fantasmas. En el Zócalo se ven los danzantes y su reconocimiento al pasado mexica, los ambulantes, las abuelas que entran a la catedral, los turistas.” 

Su siguiente punto es el convento de San Francisco. “Porque era otro centro de poder, porque los franciscanos querían establecer otra utopía. Y de ahí paso al sur, hacia donde estaba el gran tianguis de la Ciudad de México. Casi todos los cronistas hablan del tianguis de Tlatelolco, pero existía en Tenochtitlan otro mercado de las mismas proporciones, veinte por ciento más grande que la plancha del Zócalo.” Un mercado al que Barbara le dedica una parte sustanciosa de su libro, en donde nos muestra mapas que son testimonio de cómo el tianguis estaba conectado con la región de chinampas. Fue llamado tianguis de san Juan, por estar cerca del barrio de san Juan Moyotlán, uno de los cuatro que fueron base de la fundación de Tenochtitlan. 

“Los olores se vinculan con memorias y espacios. Y es que es imposible romper esa relación entre el olor y el lugar. Depende la época, pero a veces, aquí en la Condesa, para mí huele como a aguas negras. En el tiempo de inundaciones. Si pasas por la estación de la Merced en el momento en que las puertas se abren, te llega el aroma a cebolla. Se puede pensar en una cartografía aromática de la ciudad.” 

En La Muerte de Tenochtitlan, vida de la Ciudad de México, Barbara explica qué es un altépetl, esa concepción mexica de comunidad, tan distinta a la de ciudad que tienen los occidentales: no se trataba sólo de un conjunto de personas conviviendo. Un altépetl, es el medio ambiente ideal en donde sus habitantes prosperan. “La gente siempre tiene deseos de salir adelante. Lo que me llama la atención es que de la gente que conozco de la Ciudad de México, muchos tienen esperanza en ella. Hay un amor por la ciudad profundísimo. Se nota mucho la conexión que los habitantes tienen con su ciudad. Aunque enfrente problemas, sí. Para mí es el corazón del altépetl, es esa idea de la ciudad. 

Pero también, un altépetl es una organización hecha comunidad, que cuenta con antepasados comunes y que puede contar con un futuro común, eso es súper importante; la idea de un futuro común.  

“Hay maneras de pensar en la ciudad que construyeron los mexicas, no como un mito, pero sí con un vistazo a las tecnologías  que usaron ellos, para ver la manera de manejar las cuestiones del agua. Y podemos encontrar otras posibilidades para que sobreviva la ciudad. Nosotros vivimos en el triunfo mexica, porque ahora la historia de México es la historia de los mexicas. Ellos han borrado todas las otras historias que existían. La ciudad de México es la más importante del país, tiene que ver con su herencia de eje central  de la historia de México, y esa es la victoria de los mexicas.” 

En su obra menciona la relación que existía entre los tlatoanis y el espacio público, en donde dejaban sus obras como testimonio de su mandato.  Le pregunto por la relación actual entre gobernantes y ciudad. Lo primero que brota es una carcajada ante la incomodidad de la pregunta. “No soy experta en política. Pero los alcaldes de la ciudad tienen mucho poder en hacer obras públicas y tiene recursos enormes. Mi consejo para ellos sería  darle una mirada a la historia de la ciudad. Porque los gobernantes indígenas sabían que para sobrevivir como gobernantes, tenían que abastecer la ciudad con agua suficiente y comida. Todos sus esfuerzos, incluso en el siglo XVI, eran de crear y conducir los esfuerzos ciudadanos a esas dos metas: comida y agua. Eso es lo básico. Y también el transporte. Tenían un sistema de transporte bastante bueno gracias al agua y era su responsabilidad (de los tlatoanis) mantener el sistema de transporte limpio y eficiente. Y todos los recursos estaban destinados a agua, comida y transporte.

Le pregunto un difrasismo, que es el modo en el que los hablantes del náhuatl armaban algunos de sus conceptos y palabras, para la ciudad de México en pleno siglo XXI, luego de un rato me responde: Altépetl/Ciudad: “Porque combina palabra en náhuatl y español, aunque son el mismo término, cada uno tiene conceptos diferentes, y contiene la posibilidad de tener una ciudad altépetl una ciudad que es moderna. Una ciudad que puede mantenerse y sobrevivir con base en chinampas pero necesita ser una ciudad vinculada con las otras grandes ciudades del mundo. Y eso es México, una ciudad tan importante en el mundo.

“La gente para sobrevivir en la ciudad necesitaa una ideología de convivencia y eso proporcionarán los líderes.”

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Tenochtitlán: del territorio a los mapas https://arquine.com/tenochtitlan-del-territorio-a-los-mapas/ Sun, 08 Nov 2015 06:01:17 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/tenochtitlan-del-territorio-a-los-mapas/ Cortés describe Tenochtitlán asumiendo la dificultad de hacerlo, de “tan grande y de tanta admiración, que aunque mucho de lo que della podría decir deje, lo poco que diré creo es casi increible, pues es muy mayor que Granada y muy más fuerte y de tan buenos edificios y de muy mucha más gente que Granada tenía al tiempo que se ganó.” Por su parte, Bernal Díaz del Castillo escribió que desde que vieron “tantas ciudades y valles poblados en el agua y en tierra firme y otras grandes poblaciones y aquella calzada tan derecha y por nivel como iba México,” se quedaron admirados y diciendo “que parecía a las cosas de encantamiento que cuentan en el libro de Amadís, por las grandes torres y edificios que tenían dentro del agua y todos de cal y canto.” Aquellos relatos tuvieron, por supuesto, efecto en la imaginación europea.

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El 8 de noviembre de 1519 Hernán Cortés y sus tropas entraron a la ciudad de Tenochtitlán. Un año después Cortés contará que esa “gran ciudad de Tentixtitan” estaba fundada en una “laguna salda y desde la tierra firme hasta el cuerpo de la dicha ciudad, por cualquier parte que quisieran entrar a ella, hay dos leguas.” Con cuatro entradas y calles “muy anchas y muy derechas,” tenía “muchas plazas, donde hay continuo mercado” y “muchas mezquitas o casas de sus ídolos de muy hermosos edificios.” Cortés describe Tenochtitlán asumiendo la dificultad de hacerlo, de “tan grande y de tanta admiración, que aunque mucho de lo que della podría decir deje, lo poco que diré creo es casi increible, pues es muy mayor que Granada y muy más fuerte y de tan buenos edificios y de muy mucha más gente que Granada tenía al tiempo que se ganó.” Por su parte, Bernal Díaz del Castillo escribió que desde que vieron “tantas ciudades y valles poblados en el agua y en tierra firme y otras grandes poblaciones y aquella calzada tan derecha y por nivel como iba México,” se quedaron admirados y diciendo “que parecía a las cosas de encantamiento que cuentan en el libro de Amadís, por las grandes torres y edificios que tenían dentro del agua y todos de cal y canto.” Aquellos relatos tuvieron, por supuesto, efecto en la imaginación europea.

Battista Agnese nació en Génova al rededor del 1500, pero trabajó como cartógrafo en la República Veneciana. Cerca de 1544 dibujó un atlas, por encargo de Carlos V para su hijo Felipe II. Denise Cosgrove señala que la ciudad más grande dibujada en el mapa de Agnese es la actual ciudad de México, Tenochtitlán o Temitistam, como está escrito en el atlas. Cosgrove dice que también se representa con tal prominencia en los mapas que dibujó Giovanni Battista Ramusio en 1534 y 1556 y que el más viejo mapa de La gran cita de Temistitan aparece en el Isolario de Benedetto Bordone, de 1528. Cosgrove explica que había “una fascinación compartida entre los cartógrafos y los pensadores venecianos por la ciudad de México, Temistitan, que veían como un ejemplo”: Girolamo Francastoro, médico, matemático y cosmólogo, “propuso la transformación de Venecia en una nueva Themestitan asilada en una laguna alimentada por un río de agua fresca”.

Casi cinco siglos después, tanto Venecia como ciudad de México siguen teniendo que lidiar con problemas a causa del agua. Pero si Venecia sigue siendo una colección de islas en una laguna, con una población de poco más de 270 mil habitantes —de los cuales sólo 60 mil viven en el casco histórico—, en la ciudad de México se ha secado prácticamente cualquier resto de lago o río y la población ha pasado del millón que se supone la habitaba en el siglo XVI —la ciudad más poblada del mundo en ese tiempo— a casi 20 millones en el área metropolitana. A 2240 metros sobre el nivel del mar, el manejo del agua, tanto para suministro como para drenaje, no es el único gran problema de la megalópolis. El transporte, la vivienda, la contaminación del aire, la basura —prácticamente todo lo que preocupa a una ciudad de ese tamaño.

Pero otro problema con el que debe lidiar ciudad de México es aquél que interesó a los cartógrafos venecianos del siglo XVI: la representación —tanto cartográfica como política. Por ejemplo, en la ciudad de México el sistema de transporte incluye vehículos públicos y privados. Los públicos suman más de 225 kilómetros de metro en 12 líneas con 195 estaciones, un sistema de autobuses en carriles confinados de más de 105 kilómetros con 5 lineas y 150 estaciones, 93 líneas de autobús y 8 de trolebús además de una línea de tren eléctrico. Hay cerca de cuatro mil bicicletas en 276 estaciones en un sistema concesionado a particulares en algunos barrios centrales de la ciudad. Pero 60 por ciento de los viajes diarios en la ciudad se realizan en las más de 28 mil unidades en manos de particulares —autobuses y microbuses— sin prácticamente ninguna regulación gubernamental, muchos siguiendo el modelo propietario/conductor. No hace falta decir que no existe una representación cartográfica de ese sistema complejo de subsistemas prácticamente autónomos. Y eso es sólo para la mitad del Área Metropolitana de la ciudad de México: el Distrito Federal. Pues ahí es donde aparece el otro problema de representación. El Distrito Federal está dividido en 16 delegaciones, algunas con poco más de 130 mil habitantes y otras, como Iztapalapa, con casi 2 millones, mientras que el área metropolitana incluye 40 municipios del Estado de México, algunos con 40 mil habitantes y otros, como ciudad Neza, con más de un millón.

El problema con esa compleja organización política del territorio metropolitano no es sólo el de vivir en un municipio gobernado por un partido dentro de un Estado gobernado por otro e ir a trabajar todos los días en una delegación dentro de una ciudad gobernadas por un tercer partido. No se trata sólo de la política sino de las políticas. Al no existir reelección para los presidentes municipales o los delegados, quienes permanecen en sus puestos por sólo tres años, no hay tiempo suficiente para la planeación de largo plazo y éstos ven su trabajo sólo como un peldaño hacia una carrera política en otra parte. Incluso pasa lo mismo con los gobernadores o el Jefe de Gobierno de la ciudad, quienes no pueden tampoco reelegirse aunque duren en el gobierno seis años en vez de tres. Su puesto también es visto como parte de una carrera más larga. Lo mismo sucede con los congresos locales y federal, que hacen que, por ejemplo, de un lado de la calle el aborto y el matrimonio entre personas del mismo sexo sean legales, mientras que cruzando la calle dejan de serlo —algo más complicado que las tarifas de taxis o autobuses que también cambian al cruzar la calle.

Así que, de la misma manera como el Área Metropolitana de la ciudad de México no tiene una representación cartográfica completa de sus múltiples servicios de transporte públicos y privados, tampoco tiene una representación política completa de las distintas políticas que la rigen. De cierta manera, el Área Metropolitana de la ciudad de México no ha construido su propia imagen y requiere un modelo, de la misma manera como en el siglo XVI Venecia utilizó la recién descubierta Temistitan, descrita por Cortés y Díaz del Castillo. Por supuesto, ese nuevo modelo político y de organización estratégica no se encuentra en ninguna ciudad real de un mapamundi moderno.

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