Resultados de búsqueda para la etiqueta [Suicidio en la ciudad ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Tue, 14 Feb 2023 02:33:32 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 El mal de la ciudad https://arquine.com/el-mal-de-la-ciudad/ Fri, 26 Apr 2019 12:42:52 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/el-mal-de-la-ciudad/ La opinión pública mexicana sigue construyendo a la ciudad cuando sucede un hecho violento, al extremo de que una bruja aparece, en pleno siglo XXI, para exorcizar a los demonios de Paseo de la Reforma, algunas noches después de un accidente automovilístico que tuvo lugar en la avenida.

El cargo El mal de la ciudad apareció primero en Arquine.

]]>
En mayo de 1899, Sofía Ahumada subió las escaleras de una de las torres de la Catedral Metropolitana, con una carta en el regazo que declaraba que no se culpara a nadie de su muerte, ni siquiera a su presunta pareja, ya que era tan “poco hombre” como para endilgarle su suicidio. Era su decisión, y de nadie más. Su cuerpo cayó en el atrio. Según se lee en el expediente hemerográfico recogido por Miguel Ángel Castro en 2008, el cual acompaña la edición de la novela corta El de los claveles dobles de Ángel de Campo inspirada en la muerte de Sofía, periódicos como El País, El Mundo Ilustrado, El Chisme y El Diario del Hogar publicaron la noticia desde diversos registros. Abundaron las descripciones del cuerpo desecho de la mujer –la nota roja–, así como juicios morales y de género –la prensa decimonónica operando como aleccionadora de las costumbres. ¿Cómo una mujer se atrevía a dar ese espectáculo tan indecente de su propio cuerpo, volando por los aires de la capital? ¿Es por eso que se puso ropa interior, para cubrirse de la curiosidad y la lujuria que inevitablemente provocaría su cadáver?

La cobertura mediática que Sofía recibió, así como la interpretación ficcional de Ángel de Campo, han sido profusamente reseñadas. Lo que busco ahora es esbozar algunas ideas sobre la ciudad. Hacia finales del siglo XIX, Porfirio Díaz ya había inventado a la capital de México. El alumbrado público, las avenidas y los escaparates de la calle Plateros fueron algunos de los objetos que indicaron que comenzaba una ciudad, y esta escenificación también reordenó algunos aspectos de la vida cotidiana. Por ejemplo, la calle y el bar se volvieron sitios con importancia cultural. El escritor Rubén M. Campos dedica todo un libro de memorias a los traslados en tranvía, realizados por sus colegas escritores, para llegar a las casas o a los bares donde tendrían lugar banquetes y tertulias. El recuerdo de Ciro B. Ceballos de cuando conoció al pintor Julio Ruelas describe cómo el alumbrado se prendía mientras la calle iba llenándose de “mundana muchedumbre”. 

Se había construido la modernidad urbana, y pareciera que, como consecuencia también se dio el surgimiento de la salud pública, aunque una que estuvo permeada por el espíritu del positivismo. El nulo sistema de desagües o el hacinamiento en la vivienda popular no se explicaban solamente como males estructurales, sino también como signos sociales que por lo general iban emparentados con la pobreza. Y la perspectiva del positivismo era que, a los gérmenes, simplemente se les tenía que erradicar. Las vecindades y los estratos sociales que las habitaban eran, en sí mismos, impedimentos para el progreso urbano. Algo similar ocurría con la enfermedad mental o con prácticas sexuales que se volvían visibles en el espacio de la calle. Más que correlatos de la modernidad, se interpretaban como una corrupción moral que, incluso, anunciaban el advenimiento de algo mucho más grave. El suicidio de Sofía Ahumada, según una hoja volante atribuida a José Guadalupe Posada, era una señal evidente de que se acercaba el fin de los tiempos. Metáforas aparte, lo que sí se estaba acercando era el fin de siglo. 

Pero, ¿por qué el cadáver de una muchacha  a los pies de la Catedral puede considerarse una de las imágenes que, además de otras tantas, definen las ansiedades colectivas del fin de siglo? En esto, la prensa sigue jugando un papel importante. Las noticias, a veces sensacionalistas, sobre los índices de criminalidad urbana, al igual que los de suicidios o de los solicitantes de servicios sexuales, suelen ser recibidas por una lamentación por la corrupción de las buenas costumbres, si es que no están acompañadas de los propios juicios del autor. Basta leer cualquier nota de Héctor de Mauleón para encontrar evidencias textuales como “esta es la ciudad que nos dejaron”, “nunca habían robado tanto y con tal violencia”, “los hallazgos son descorazonadores” (“El crimen no había golpeado tanto a la CDMX como en 2018”, El Universal, 2019).  

En lo que respecta puntualmente al suicidio, la Ciudad de México sigue anulando la realidad de quienes, como señala Georgina Cebey, deciden volver pública su muerte: “Si la infraestructura hace posible la parte material de la civilización de las urbes, también hace posible nuevas formas de morir. Una ciudad diferente se revela a los ojos del suicida. Quien decide renunciar a la vida en la calle, también hace pública su expresión de desesperación y dolor y, aunque una cicatriz de tragedia marca el espacio, la ciudad permanece estoica: bastan un par de horas para que los peritos levanten un cuerpo sin vida de algún espacio público.” Si bien, Sofía Ahumada no permaneció anónima, tampoco puede decirse que la conozcamos. Algunos reporteros escribieron que era apenas una adolescente, otros que ya alcanzaba la veintena. Dijeron que se arrojó al vacío por amores, entrevistaron al presunto novio y comentaron la precocidad sexual de la muchacha.

Lo que en el XIX se entendió como el “mal del siglo”, sigue ocurriendo en el entorno urbano. Y si la ciudad porfirista fue una escenografía –un espejismo tan complejo que sigue definiendo no sólo al trazo, sino también a la idiosincrasia mexicana–, la ciudad de hoy no es mucho más tangible. La opinión pública mexicana sigue construyendo a la ciudad cuando sucede un hecho violento, al extremo de que una bruja aparece, en pleno siglo XXI, para exorcizar a los demonios de Paseo de la Reforma, algunas noches después de un accidente automovilístico que tuvo lugar en la avenida.

El cargo El mal de la ciudad apareció primero en Arquine.

]]>
Suicidio y ciudad https://arquine.com/suicidio-y-ciudad/ Tue, 05 Sep 2017 11:00:46 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/suicidio-y-ciudad/ Si la infraestructura hace posible la parte material de la civilización de las urbes, también hace posible nuevas formas de morir. Una ciudad diferente se revela a los ojos del suicida.

El cargo Suicidio y ciudad apareció primero en Arquine.

]]>

La calle amasa experiencias: sociales, políticas, cívicas. En la calle se comercia, en la calle se juega. Y en la calle también a veces se muere. La muerte en la ciudad se define por la espacialidad urbana. Podemos pensar, por ejemplo, que con las transformaciones del paisaje urbano, los modos en que la muerte se manifiesta en el espacio público también se modifican. Así, los suicidios que ocurren lejos del ámbito privado delatan una relación en la que, si bien el hombre da sentido al espacio, éste último también otorga un sentido –tal vez final– al sujeto.

En 1938, una oda a la ingeniería se levantaba al norte de la ciudad. Como si fueran brazos, estructuras de acero se levantaban para sostener el primer paso a desnivel que atravesaba una parte de Nonoalco, zona conocida por las vías de los ferrocarriles que se extendían desde la estación Buenavista. Mientras veloces automóviles cruzaban el puente, abajo, sin embargo, un cinturón de miseria pululaba a las orillas de las vías de tren. Desde su creación, esa plataforma elevada funcionó como un mirador hacia la zona deprimida. Varias cintas del cine clásico mexicano de la década de los años cincuenta realizaron paneos desde la estructura e incluso le dedicaron alguna toma, reafirmando la connotación de espacio de la desgracia que desde tiempo atrás había adquirido esta zona en el imaginario colectivo. Este novedoso elemento arquitectónico impulsó un acontecimiento social que repetidamente era cubierto por la prensa de nota roja: los suicidios. Las hojas de los diarios de mediados del siglo XX cuentan las historias de cientos de desesperados que vieron el fin en ese puente. Los suicidas la consideraban una estructura lo suficientemente elevada como para perder la vida; abajo, entre el humo y el ruido de las máquinas, el acero de las vías recibiría cantidad de cuerpos. En esta zona, la lógica del puente se maximizó, pues si bien los autos cruzaban de un lado a otro, el “puente de los suicidios” también ayudo a cientos de sujetos a cruzar de la vida a la muerte.

En la mitología griega, el salto al vacío se consagró como la manera común para renunciar a la vida. Tal vez, cuando la Torre Latinoamericana, con sus 181 metros de altura, apareció en el firmamento en 1956, una nueva plataforma para los suicidas también se erigía –¿quién sino un suicida para apreciar el valor de las alturas?. El fotorreportero Enrique Metinides, reconocido por sus tomas para nota policíaca, cuenta haber documentado 9 muertes voluntarias en este rascacielos. La fotografía de uno de ellos fue tomada el 6 de septiembre de 1971, cuando desde el mirador un hombre se lanzó al vacío abismal encontrando el fin en el noveno piso. La fotografía de Metinides muestra el cuerpo inerte del hombre mientras un oficial de seguridad lo contempla. Uno de los barandales de la terraza está deforme: se puede suponer el impacto del cuerpo con el trozo de aluminio. Al fondo, se vislumbra el perfil de una ciudad que parece en calma. En otra de las imágenes del fotorreportero capturada en “la Latino”, un suicidio se enuncia con suspenso. El racionalismo de las cientos de ventanas de cristal que cubren la torre se rompe con la inquietante figura de una mujer de vestido rojo que pretende lanzarse al asfalto. Ese 2 de diciembre de 1993, Guadalupe Guzmán abrió una de las ventanas del piso 27 para quitarse la vida. En la siguiente fotografía, un rescatista surca las alturas impidiendo la tragedia.

Emile Durkheim escribió que “El cuadro que señala la parte relativa de los diferentes modos de suicidio, en el conjunto de las muertes voluntarias traduce, en parte, el estado de la técnica industrial de la arquitectura más extendida, los conocimientos científicos, etcétera. A medida que el empleo de la luz se vulgarice, los suicidios con ayuda de procedimientos eléctricos, se harán también más frecuentes”. Si traemos esta idea de 1897 al presente llegaremos al metro, otra de las infraestructuras urbanas que desde su aparición en la ciudad se convirtió en una de las más utilizadas por los suicidas. Cuando el transporte subterráneo se inauguró en 1969, el habitante de la Ciudad de México tuvo que aprender, por ejemplo, que no era necesario hacerle parada al tren naranja; que las puertas se cerrarían luego de una chicharra; o que el convoy solo pararía en estaciones específicas. Lo que el capitalino también aprendió en aquellos años iniciáticos del metro, fue que este medio de transporte también proporcionaba un método de suicidio efectivo. Actualmente, la muerte voluntaria en el metro va a la alza. El texto México tiene un máximo histórico de suicidios apunta que “aunque en todos los estados se observa que la mayoría de los suicidios son ahorcamientos o asfixias, algunos métodos son particularmente populares en ciertos estados. El caso más anómalo es el de la Ciudad de México, en la que lanzarse hacia un objeto en movimiento, aplastamiento, colisión con transporte motor y saltar desde un lugar elevado son métodos más frecuentes en la capital que en el resto del país.” El metro, con una red de líneas que deja una estación siempre a la mano, y con una entrada de bajo costo, se vuelve un método al alcance para quienes desean poner fin a su vida lanzándose a las vías tras el paso del convoy. Recientemente, el Sistema de Transporte Colectivo subterráneo han lanzado una campaña para “cambiar el estado de ánimo” de los usuarios colocando fotografías de paisajes en los túneles.

Si la infraestructura hace posible la parte material de la civilización de las urbes, también hace posible nuevas formas de morir. Una ciudad diferente se revela a los ojos del suicida. Quien decide renunciar a la vida en la calle, también hace pública su expresión de desesperación y dolor y, aunque una cicatriz de tragedia marca el espacio, la ciudad permanece estoica: bastan un par de horas para que los peritos levanten un cuerpo sin vida de algún espacio público. Luego de eso, la ciudad vuelve a su ritmo cotidiano, como si nada.

El cargo Suicidio y ciudad apareció primero en Arquine.

]]>