Resultados de búsqueda para la etiqueta [Silvia Federici ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Mon, 09 Sep 2024 03:35:39 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 Imaginar la(s) casa(s) https://arquine.com/imaginar-las-casass/ Tue, 06 Dec 2022 16:29:09 +0000 https://arquine.com/?p=73007 En La casa de Mango Street, Sandra Cisneros habla de la casa propia de una manera redonda, la describe material y emocionalmente “limpia como la hoja antes del poema”, un espacio que no sea sólo un departamento la casa de algún hombre.

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Mi casa se estaba quemando y sólo podía salvar una cosa.

Decidí salvar el fuego.

No tengo dónde vivir pero el fuego vive en mí.

Jean Cocteau

En La casa de Mango Street, Sandra Cisneros habla de la casa propia de una manera redonda, la describe material y emocionalmente “limpia como la hoja antes del poema” o  “Una casa callada como la nieve”, un espacio que no sea sólo un departamento la casa de algún hombre, hace un guiño a la sostenibilidad cuando menciona que no se imagina que la casa propia de Una tenga que ser el espacio en el que se le recojan las cosas a un hombre ni a nadie. Y habla de autonomía y liberación de la mujer. 

Pero, ¿Qué podría significar hacer sostenible, habitable y disfrutable un espacio?

Si la casa es vista como un conjunto de estructuras que sostienen, el hogar, en paralelo tendría que sostener la vitalidad. La casa vista como un gran trazo, como un conjunto de cosas no dichas que se acumulan ni se dejan de ver, igual que el trabajo doméstico. No es casualidad que la mayoría de vicios ocultos sean sostenidos por mujeres. En su glosario, la escritora colombofrancesa, Florence Thomas aborda a la casa de la siguiente manera:

Las mujeres todavía no tienen casa. Son casas, son lugares para los otros y las otras, albergues para el otro, para la otra, claustros para la vida, abrigos para los hijos, para las hijas, y esto las ha ocupado tanto que no han podido pensar en la suya, ni mucho menos, construirla. Mientras tanto, nunca habitan en ningún lugar. Son Habitadas. Las casa que han ocupado no fueron diseñadas ni pensadas para ellas. 

Habría que pensar y cuestionar bajo qué tipos de estructuras y sostenibilidad se han codificado las casas; y sin embargo, ni Cisneros ni Thomas ven la situación de encierro de pensamiento y espacio de las mujeres como algo sin solución, por el contrario, ambas autoras deciden lanzar sus reflexiones y orientarlas a la utopía, la cual casi siempre tiene un dejo de esperanza. 

Tomando como registro un poco del pasado, la arquitectura moderna menciona que es mucho más económico y mucho más funcional pensar en líneas ortogonales, en 90º grados y retículas, tramos cortos; el orden, el ritmo, la repetición y cualquier similitud simbólica o material con el cuadrado se considera estético. 

Por lo tanto, es considerablemente razonable proyectar todos los espacios en los que se realizan labores de cuidado (traer comida, lavarla, cocinarla, guardarla, servirla, comerla, lavar platos, lavar ropa) en un sólo núcleo, mantenerlos cercanos. La arquitectura moderna se trata de control. ¡No descuides tus tareas, mujer!, me parece que ese es el ápice detrás de la funcionalidad. Eso pasa cuando conceptos como producción rigen el espacio, cuando la justicia de clases no apela a las mujeres. Lo que me deja pensando: ¿en qué tipo de clase nos encontramos nosotras?

En El patriarcado del salario, Silvia Federici habla del concepto moderno de la familia, de cómo fue concebida para favorecer al capitalismo, lo importante que es la reproducción para asegurar mano de obra, generaciones de obreros que puedan sostener la riqueza de unos cuantos. En uno de sus ensayos, habla de cómo fue  preocupante para la sociedad de Gran Bretaña, que las mujeres fueran incluidas en el trabajo de fábricas, porque teniendo un sueldo y pudiendo comprar las cosas que pudieran pagar (techo y ocio, por ejemplo), ya no deseaban formar una familia y ser relegadas a una vivienda, estar atenidas a lo que su pareja les quisiera compartir. Claramente, la posibilidad de una emancipación de las mujeres se vería como amenaza y entonces: ¿Qué hacemos ahora? 

Ellos contestan algo como: Reforzar la idea de la importancia de la familia, no darles trabajo, incluir el pensamiento binario: las mujeres sólo podemos ser buenas o malas, no hay intermedios. La buena mujer es la que se casa completamente enamorada de algún hombre trabajador, realiza labores de cuidado, destina su ocio a cualquier actividad que se extienda alrededor de la familia, por el contrario, la mala mujer es la que se encuentra en la calle, al acecho de cosas para hombres, como beber, cortarse el cabello, tener relaciones sexuales fuera del matrimonio, vive lo que conlleva la vida pública y es bien sabido, que la construcción de la ciudad, de espacio público es pensado en masculino, en trabajo no feminizado (como el espacio doméstico), la política, las guerras, las protestas, los negocios. Y cuidado, que una decisión en falso o incluso, haber nacido del lado incorrecto de la moneda, puede modificar la percepción que el mundo tiene de ti 360 grados en unos minutos. ¿El divorcio? ¡condenado!  

Yo no me crié dentro de un referente de familia nuclear tradicional, ni con el amor absoluto entre pareja, ni con los aparentes beneficios del Estado a mi alrededor. Tengo la sensación de una ausencia heredada, pero por el contrario, el desencanto hacia ese binarismo, lo tengo muy presente. 

En El Eterno femenino, Rosario Castellanos escribe: “Lo que hace falta a una mujer para ser completa: un hijo. Un hijo que debería tener para que se continúe la estirpe, para que recaiga el apellido”, el apellido nos lo dan ellos, cualquier cónyuge trabajador (bueno, el mejor cónyuge), y cualquier otra opción milimétricamente distinta te lleva al exilio. En este esquema no caben de ninguna manera las parejas divorciadas, las madres solteras, ni las parejas lésbicas. Si eres mujer, eres culpable de encaminar tu destino, el encanto femenino consiste en orientar tu sensualidad y tus labores de cuidado para que algún hombre desee darte el amor en forma de linaje. Desde esta perspectiva, el linaje también es proyectado desde ellos. 

Pienso en las cosas que hago dentro del departamento en el que vivo:

  • Limpiar
  • Guardar
  • Acomodar
  • Barrer
  • Trabajar
  • Trabajar (segundo turno)
  • Trabajar (tercer turno)
  • Dormir

Pienso en las cosas que no hago dentro del departamento en el que vivo:

  • Enamorarme
  • Concretar el futuro

Estábamos en la primera ola (temporada) de la pandemia cuando me encontré con “Loose Woman” de Sandra Cisneros y me revitalizaba la manera en la que llamaba a ocupar los espacios; meses después llegó a mí La Casa en Mango Street, la pieza escrita en los 80, que puede ser leída como una novela o como una serie de escritura fragmentaria /microcuentos nos entreteje imágenes que contienen casa y en simultáneo, la familiaridad, el ser mujer, el deseo de una casa y el salir de ella. Porque cuando nosotras imaginamos un espacio, siempre hay que imaginar también la ruta de salida (por seguridad).  Mujeres que no necesitan del acompañante masculino para ocupar el espacio público ymucho menos el espacio privado, mujeres que queman la casa para salvar el fuego. Mujeres sin amo ni Estado, ni partido, ni marido.

Lo escribo en papel y entonces el fantasma no duele tanto. Lo escribo y Mango me dice adiós algunas veces. No me retiene en sus brazos. Me pone en libertad. Un día llenaré mis maletas de libros y papel. Algún día le diré adiós a Mango. Soy demasiado fuerte para que me retenga. Un día me iré.

La Casa en Mango Street, Sandra Cisneros

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Donde las esposas lavan los calcetines https://arquine.com/donde-las-esposas-lavan-los-calcetines/ Thu, 10 Dec 2020 07:00:34 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/donde-las-esposas-lavan-los-calcetines/ En 1942 se presentó en el MoMA la exposición Wartime Housing, que proponía que la construcción de vivienda adecuada era el único modo de ganar la guerra, presentándola como un espacio para la reproducción de obreros y militares, y como el lugar donde las esposas les lavan sus calcetines.

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Presentado por:

Entre abril y junio de 1942, el Museo de Arte Moderno de Nueva York presentó la exposición Wartime Housing, vivienda en tiempos de guerra, realizada en colaboración con el Comité nacional para la emergencia de vivienda. En el comunicado de prensa se declaraba: “Esta exposición mostrará, mediante instalaciones gráficas y dramáticas por qué vivienda adecuada diseñada por los mejores arquitectos del país es necesaria para ganar la guerra.” La exposición estuvo a cargo de Alice M. Carson, Don Hatch y Eliot Noyes, quien entonces, a cuatro años de haberse graduado de Harvard, era el director del departamento de Diseño industrial del MoMA. Sobre la exposición, Noyes declaró:

“Durante el próximo año o dos, cientos de miles de nuevas casas tendrán que ser construidas para trabajadores de las industrias de guerra. En este programa yace un gran peligro pues, con la vital necesidad de apresurarse, la planeación a largo plazo tiende a ser dejada de lado, y lo que se construye con prisa hoy, puede terminar como barrios degradados o ciudades fantasma del mañana. La gente de una comunidad puede hacer mucho para planear el crecimiento futuro de sus ciudades; si fallan al hacerlo, fallan en su responsabilidad como ciudadanos de los Estados Unidos.”

La exposición se presentó en diez escenas. La primera resumía un discurso pronunciado por Roosevelt el 6 de enero de 1942: “Este año de 1942 deberemos producir 60 mil aviones, 45 mil tanques, 20 mil armas antiaéreas. La tarea es dura, el tiempo corto.” La segunda escena hablaba de la escasez de vivienda, ya aguda desde 1938. La tercera hablaba de las malas condiciones de la vivienda: “Hogar es el lugar donde cuelgas el sombrero, donde comes, donde duermes. Es donde escuchas la radio y tomas un baño. Es el lugar donde tu esposa lava tus calcetines y los niños hacen la tarea”. Y concluye afirmando: “Si no tienes un lugar para vivir, no puedes trabajar. Eso es todo.”

En la sexta escena se hablaba de la producción de vivienda en gran cantidad, estandarizada, como años antes había recomendado Le Corbusier. En la séptima se afirmaba que “la vivienda es algo más que casas. No puedes llamar un arquitecto y esperar que resuelva todo. Es un trabajo de la comunidad y requiere mucha planeación de parte de todos.” Ocho: “Lo más inteligente que puede hacer una ciudad hoy es pensar qué quiere ser cuando termine la guerra.” En el catálogo de la exposición, la escena ocho incluye varias páginas donde muestra qué hay que sustituir y cómo. Un par de esas páginas muestra a niños jugando en la calle, cuando deberían hacerlo en espacios cerrados, apropiados para ello, y sugiere separar la circulación de vehículos y peatones. Algo que daría para detenerse más a reflexionar sobre el tipo de ciudad y vida urbana que se imaginaba entonces como ideal. La escena nueve insiste en que la vivienda es un problema de la comunidad entera: “El arquitecto o el diseñador pueden actuar como coordinadores del tamaño, tipo y costo de los edificios; la planeación del terreno y de la unidad; la relación de la vivienda con la ciudad y la industria existentes. Pero la buena vivienda no es trabajo de un hombre solo. Prácticamente todos en la comunidad tienen una tarea que realizar al hacer el plan y lograr que funcione.” Sin embargo, el catálogo cierra con una serie de imágenes que parecen afirmar lo contrario: no una serie de viviendas anónimas y de dudosa calidad, sino buenas viviendas diseñadas por Saarinen o Kahn.

Volvamos a la escena tres: el hogar es el lugar donde tu esposa lava tus calcetines. En el comunicado de prensa del MoMA se declaraba que la exhibición tenía un propósito doble:

1.Mostrar que los materiales de guerra se pueden producir en volumen suficiente para asegurar la victoria sólo si los trabajadores están disponibles para trabajar en las plantas. Los trabajadores deben tener dónde vivir; por tanto la vivienda es esencial en el programa de producción de guerra.

2.Mostrar que la vivienda no es asunto de un hombre solo sino que requiere la planificación cuidadosa de mucha gente para asegurar un buen futuro para toda la comunidad. Sólo de esa manera se puede asegurar que la vivienda en tiempos de guerra no se convierta en barrios degradados (slums) o ciudades fantasma tras la guerra.

En un artículo publicado en el New York Times el domingo 19 de abril de 1942, anunciando la inauguración de Wartime Housing, Thomas C. Linn daba una versión más cruda del primero de esos dos propósitos:

Demostrar la dependencia de la producción de guerra de la vivienda, pues los materiales de guerra no se pueden producir sin trabajadores adecuados y los trabajadores adecuados no pueden obtenerse sin vivienda adecuada.

La concepción de la vivienda como una fábrica de hombres, de obreros para las fábricas de armamento, y donde las esposas lavan los calcetines de sus maridos, no hace sino confirmar las ideas planteadas por Silvia Federici. “La reproducción de seres humanos, dice, es el fundamento de cualquier sistema económico o político.” Para Federici, el trabajo doméstico “no sólo ha sido impuesto a las mujeres, sino que ha sido transformado en un atributo natural del físico y la personalidad femeninas.” Un trabajo no reconocido y no remunerado que, como resulta evidente por los planteamientos de la exposición Wartime Housing, es esencial para el desarrollo y la supervivencia de la sociedad, en tiempos de guerra o de paz. En todo ese sistema de producción y reproducción social de hombres-trabajdores-soldados, el arquitecto —también género masculino— juega el papel de gestor, de gerente de una planta cuyo trabajo es garantizar, como escribió Linn, la continuidad en la producción de trabajadores adecuados al sistema de producción.

Quizá no sea casualidad que el texto de Linn haya aparecido en el periódico al lado del anuncio del compromiso de varias jóvenes con sus futuros esposos, algunos de ellos militares.

 

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