Resultados de búsqueda para la etiqueta [Revistas de arquitectura ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Tue, 11 Jun 2024 16:05:07 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 Visiones de un presente pasado https://arquine.com/visiones-de-un-presente-pasado/ Thu, 21 May 2020 06:38:56 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/visiones-de-un-presente-pasado/ En los años 80, tres revistas de arquitectura en México —Calli, Entorno y Traza— tomaron posición sobre temas importantes de la arquitectura y el urbanismo en ese momento: la vivienda, el patrimonio y la participación social.

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El 20 de agosto de 1982 el titular de la SHCP Jesús Silva-Herzog anunció desde Nueva York que México no pagaría la deuda externa adquirida unos años antes, dando inicio a la crisis económica. Dos años antes, en 1980, Luis Barragán obtiene el premio Pritzker por su compromiso con la arquitectura como un acto sublime de imaginación poética.[1] En la capital mexicana la separación física entre presidente y el arquitecto era de unos cientos de metros, sin embargo entre ellos 15 millones de personas respiraban el aire viciado de la capital que aumentaba su tamaño en una época donde se administraría la abundancia.[2] Casi cuarenta años más tarde, otra crisis se aproxima. Ya sea causada por un virus o por el manejo erróneo de políticas financieras, ambas parten de lo intangible y dejan tras de sí una estela de esperanzas de un mejor futuro inmediato.

En este contexto tuvo lugar un breve periodo de discusión arquitectónica y editorial que buscaba atender las preguntas del gremio y de una sociedad en una situación límite. Entre inicios de 1982 y finales de 1984, tres publicaciones nacionales intentaron llenar el vacío dejado desde 1978 por la revista Arquitectura/México de Mario Pani. A pesar de que la revista Calli (1959-1983) era publicada constantemente desde hacía más de 30 años, fue la revista Entorno (1982-1984) fundada por Mario Schjetnan y Félix Sánchez la que denunció a lo largo de ocho números a la ciudad segmentada, reclamo parcialmente compartido por la revista Traza (1983-1986), fundada casi en simultáneo con la desaparición de Calli.  

Aunque las tres revistas respondieron a las nuevas dificultades, cada una de ellas tomó una postura  distinta. Dentro de la variedad de temas, los debates coincidieron en asuntos relacionados con la vivienda social, el patrimonio histórico y la participación social, al ser éstos donde los efectos de la crisis suelen ser más tempranos y evidentes. Mientras que la presencia del pasado histórico fue más evidente en Entorno, Traza abarca el pasado y futuro cercano y Calli, con menor variedad editorial que las otras dos, es apenas en su último número cuando muestra explícitamente la respuesta de los arquitecto a la recesión.[3] Al mirar de nuevo sus artículos y editoriales nace la tentación de realizar una comparativa entre los debates pasados y los actuales, así como vaticinar los que posiblemente se presenten en un futuro no muy lejano. 

 

Vivienda social

Calli decidió abordar la problemática de vivienda social más como un asunto de calidad que de escasez. En su defensa por los conjuntos de edificios multifamiliares[4] entre generosas áreas verdes[5] acompañadas de industrialización masiva, exhibe su preocupación por la Anarquía Urbana caracterizada por la ausencia de una estructura general base que permita absorber fenómenos migratorios y deficiencias en transporte público. Por otro lado la visión de Entorno se centró en aceptar la incapacidad del Estado y mercado para resolver las necesidades a corto plazo y propuso normativas para promover la autoconstrucción[6] y de esa manera atender a los sectores más desfavorecidos de la población.

Para ellos el arquitecto, más que una autoridad hegemónica, debe dedicar su tiempo a la observación de datos y experiencias para aprender con humildad y compromiso y participar en la creación de vivienda e incluso fomentar que el Estado[7] no podrá proveer en el futuro inmediato.[8] La revista Traza va más lejos y prioriza el uso de tecnología y materiales locales bajo la premisa de encontrar soluciones tercermundistas, de resultados más sencillos, más económicos y menos capital.[9] Incluso dedica varias páginas a la explicación de sistemas constructivos prefabricados traídos desde el extranjero y que podrían ser adaptados al medio nacional.[10] Para Traza la crisis en vivienda no se debe al descuido gubernamental, sino a un problema de mercado, que depende no de arquitectos y urbanistas, pero sí de las leyes de oferta y demanda.

 

Patrimonio histórico

Al ser las instituciones culturales unas de las primeras que tradicionalmente se ven perjudicadas por recortes presupuestales durante las crisis económicas, el debate entre Entorno y Traza ayuda a problematizar el rol del patrimonio histórico en un espectro que va desde la defensa frente a la modernización de las ciudades hasta la posible reconfiguración de edificios antiguos. Por un lado, Entorno resalta la importancia que la nueva arquitectura debe tener con el pasado, revalorando la construcción de Ciudad Universitaria[11] y cuestionando los planes de recuperación del Centro Histórico de la Ciudad de México.[12] Ante esto entiende a la conservación arquitectónica y patrimonial como escenarios potenciales de intervención a base de pocos recursos aprovechando su calidad espacial.

Sin embargo lo que para Entorno es válido para Traza se trató de una acción devastadora, en donde la ciudad hecha a través del tiempo corre el riesgo de ser sustituida por una ciudad nueva donde es imposible encontrar su afirmación histórica. Se mostró en contra de seguir dogmas modernos[13] y retomó la ampliación de Paseo de la Reforma para ilustrar la desintegración del tejido urbano[14] a raíz de transformaciones radicales. Traza estuvo a favor de la restauración arquitectónica pero en contra de pensarla exclusivamente como un trabajo de fachadas, es decir, un camuflaje que imita restauraciones europeas, donde la toma de decisiones es unilateral y la participación social nula.[15] Por su parte Calli se limita a reproducir las conclusiones del XIII Congreso Nacional de Arquitectos donde señala que la manera de proteger el patrimonio arquitectónico es identificando y aboliendo el marco legal que promueve su destrucción. 

 

Participación social

La participación ciudadana para la resolución de problemas es una de las características que en periodos de crisis más se exaltan dentro del gobierno y la sociedad en su conjunto. Socializar la transformación de la ciudad no sólo se promueve para incrementar su propio sentido de identidad[16] sino también para encauzar la apertura democrática de procesos urbanos y electorales. Si bien Entorno evidenció su convicción de apertura al publicar las discusiones internas del consejo editorial,[17] es en el llamado a demostrar que la ciudadanía no es ignorante en temas urbanísticos donde expresa su apoyo a la pluralidad de otros puntos de vista para la configuración de una cultura material. Con ello, el arquitecto sabio se diluye en la masa ciudadana, con igual derecho de participar como cualquier otro.

Ya al final de 1984, tanto Entorno como Traza discuten sobre el papel de las Escuelas de arquitectura  en la definición nuevos programas de estudio[18] y transmisión de una sensibilidad coherente con las condiciones culturales y socioeconómicas del país donde la arquitectura ya no es sólo un hecho estético-técnico, sino un hecho social.[19] La defensa institucional y gremial vino nuevamente de parte de Calli al limitar la participación a los profesionales representados en la figura del Colegio de arquitectos.[20] Para sus editores, son los arquitectos los únicos que deben proponer soluciones desde una sociedad que plantee demandas inmediatas a falta de recursos.    

A pesar de la disparidad de posturas, todas coinciden en que una de las razones fundamentales de la crisis es la negación de la realidad del país y la aspiración ingenua de un desarrollo ilusorio. En las tres se nota la desconfianza de un presente inestable y cierta nostalgia por un pasado donde el Estado rector resolvía en cierto grado los problemas y daba pautas, que si bien no siempre resultaban correctas, marcaba objetivos claros. Queda como reflexión la vigencia de los debates en la actualidad, la posibilidad de que éstos se repitan o aumenten y la importancia de la definición de posturas ciudadanas desde lo editorial. A diferencia de esos años y gracias a las herramientas tecnológicas, estos aspectos pueden y serán apreciados y contrastados en el presente y futuro, un tiempo que todavía nos falta construir y para el cual vale la pena pensar si queremos que los debates que vengan sirvan para algo más que rellenar los anaqueles de una biblioteca.  

 


Notas: 

1. Nota del jurado del premio Pritzker en 1980.

2. Frase dicha por el ex-presidente mexicano José López Portillo en relación al auge petrolero a finales de la década de 1970 e inicios de 1980 y que resultaría simbólica de un periodo de fracaso institucional.

3. 1983, La misión del arquitecto presente y futuro de México, Conclusiones y recomendaciones del XIII Congreso Nacional de Arquitectos. Revista Calli, No. 68. p. 1 

4. En el No. 66 de Calli se dedicaron ocho páginas para la revisión del multifamiliar INFONAVIT en Iztacalco resaltando en la editorial la combinación de materiales nuevos y tradicionales. 

5. Teja, M. y Becerra, J. 1982  Reflexiones sobre la vivienda popular en México, Revista Calli, No. 61 pp. 12-16.

6. Espinoza, E. 1983. ¿Y la autoconstrucción que? Revista Entorno No. 5. pp 21-23.

7. Cuando se habla del Estado se refieren al Instituto del Fondo Nacional de Vivienda para los Trabajadores INFONAVIT, organismo gubernamental encargada de proveer créditos a los agremiados para la obtención de bienes inmuebles, en el cual Mario Schjetnan laboró como Director de Diseño Urbano y Vivienda. 

8. López, G. 1984. Algunas consideraciones sobre vivienda. Revista Entorno No. 8. pp 6-9

 9. Estrella, F. 1984. Construir es usar tecnología. Revista Traza No. 7. pp. 8-11

10. 1983. Prefabricación: Sistema Trama. Revista Traza No. 1. p. 7

11. Schjetnan, M. 1983. El largo proceso de la práctica y la teoría. Revista Entorno No. 6. pp 3-11

12. Ortiz, L. 1983. Centro histórico: Metas y realidades. Revista Entorno No. 7. pp. 7-13

13. En referencia no sólo a los principios dictados por el CIAM sino también a nuevas tipologías, por ejemplo, los centros comerciales a los que critica en el No. 1. p. 1

14. Ricalde, H. 1983. La fantasía de la ciudad reformada.  Revista Traza No. 2. pp.1- 6

15. Van Herck, J. Delgado, G. Flores, V. 1983. Los monumentos mueren de pie.  Revista Traza No. 7. pp.4- 5

 16. 1982, Editorial. Revista Entorno No. 3. p. 1

17. Quijano, A. 1982. El consejo Editorial opina. Revista Entorno No. 1. p. 13

18. El autor hace hincapié en que los nuevos planes de estudio son resultado de los cambios en el modelo educativo debido a una conciencia cuya raíz se encuentra en la juventud de los años 60. Bernárdez, C. 1983. San Miguel Teotongo: un caso de arquitectura participativa. Revista Traza No. 4. p. 3

19. Sonderéguer, P.1983. Complicidad de la arquitectura.  Revista Traza No. 3. pp.1- 7

20. 1983, Editorial,  Revista Calli No. 62, p. 5


Referencias:

http://www.pritzkerprize.com/

http://arquitectura.unam.mx/t-d.html

Revista Entorno. No. 1-8.

Revista Traza. No. 1-12.

Revista Calli. No. 60-68

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La función de una revista https://arquine.com/la-funcion-de-una-revista/ Thu, 03 Sep 2015 15:10:09 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/la-funcion-de-una-revista/ En 1958, Ignacio Díaz Morales planteaba que las revistas de arquitectura, además de su función informativa, tenían otra docente y crítica y que podían servir como "un órgano de moralización del ambiente." ¿Cómo podemos leerlo hoy?

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En el número 61 de Arquitectura México, publicado en marzo de 1958, estuvo dedicado a la ciudad de Guadalajara. Después de un par de textos que trataban sobre la época colonial en la ciudad, el primero, y sobre la Catedral de Guadalajara, el segundo, se incluyeron proyectos de arquitectos como Ernesto Gálvez, Librado Vergara, Rafael Madrigal, Julio de la Peña y el proyecto en construcción del Mercado Libertad, de Alejandro Zohn. entre otros. También incluía un texto sobre la vivienda en Guadalajara y uno más sobre la Escuela de Arquitectura de Guadalajara.

La invención, por decirle así, de la Escuela de Arquitectura de Guadalajara fue, en buena medida, responsabilidad de Ignacio Díaz Morales. Nacido en Guadalajara el 16 de noviembre de 1905, Díaz Morales estudió en la Escuela Libre de Ingenieros, de la que se recibió en 1928. Luis Barragán y Rafael Urquiza estuvieron entre sus compañeros. En 1947 viajó a Europa durante seis meses a estudiar los programas de distintas escuelas de arquitectura y a buscar maestros para la que pensaba abrir en Guadalajara. Entre estos estuvieron por supuesto Mathias Goeritz, y también Horst Hartung, Eric Coufal, Bruno Cadore y Silvio Alberti. En enero de 1949 iniciaron las clases de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Guadalajara, que dirigió hasta 1963. En el número de Arquitectura México dedicado a Guadalajara se incluyó también un texto de Ignacio Díaz Morales titulado La función de una revista de arquitectura.

Pasar «revista» o dar a conocer obras concernientes. Si es revista de arquitectura serán, por ende, obras de arquitectura. Para poder juzgar si son arquitectura: buena, mala o anarquitectura —que supongo no utiliza en el sentido positivo que Gordon Matta Clark o Robin Evans, sino simplemente como lo que no llega a ser arquitectura, ni buena ni mala— es menester conocer perfectamente las obras en cuestión. Y no se puede conocer una obra si no se dan todos los elementos que constituyen su esencia.”

Para dar a conocer todos los elementos que constituyen la esencia de una obra de arquitectura, las revistas no han de contentarse con fotos, dice Diaz Morales, y elabora una extensa lista que incluye geometrales —plantas, alzados y secciones—, plano de ubicación y requisitos urbanos incluyendo fotografías del contexto, una lista de materiales “tanto de construcción como de acabado y la justificación sencilla de su selección,” un cuadro climático y otro económico social del sitio y, por último, “la cosmovisión del grupo humano a que pertenece el sujeto de la obra, si es necesario, para deducir el sentido humano que tiene la actividad específico que se realiza en el edificio.” Sólo así, piensa Díaz Morales, las revistas de arquitectura pasarían de ser “un cuaderno de modas” a ser un “gran elemento docente.” De la exigencia —difícil de cumplir, sea por el espacio o la información disponibles o por el tiempo necesario para producir esta última— de presentar las obras arquitectónicas con un espíritu didáctico y crítico, Diaz Morales saca otra consecuencia: una revista que así procediera sería “un órgano de moralización del ambiente.”

La campaña de moralización hoy nos puede parecer acaso moralista: si acabar con “charlatanes modistas que se enriquecen con actividades pseudoarquitectónicas,” por un lado, puede ser un afán justiciero compartido por la crítica, defender a “los verdaderos arquitectos,” que son quienes “profesan una doctrina ortodoxa,” hoy resulta una posición un tanto ortodoxa si pensamos sólo en formas y estilos, que es precisamente lo que Díaz Morales pretende evitar. Para eso aconseja que lo que se publique tenga valor social, limitando al mínimo “aquellas manifestaciones del egoismo humano o del individualismo antisocial” y las obras presuntuosas de “quien no sabe usar la riqueza.” Quienes hacemos revistas de arquitectura conocemos las dificultades para cumplir con todos los requisitos que planteó en su momento Díaz Morales —de hecho, ninguno de los proyectos presentados en el número donde escribe lo hace con la profusión que recomienda e incluso algunos sólo incluyen algunas fotos y plantas. Hoy podríamos pensar que, dado que la información sobre distintos proyectos, sus condiciones y su contexto, se encuentra, idealmente, con mucha mayor facilidad gracias a las redes, el trabajo de presentar un proyecto ha variado. En contraposición, la actitud crítica y la posición ética, más que moralizante, diría yo, sigue siendo una tarea que debemos intentar cumplir.

Ignacio Díaz Morales murió el 3 de septiembre de 1992.

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