Resultados de búsqueda para la etiqueta [Revista Arquine No.69 ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Fri, 08 Jul 2022 07:21:28 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 El Hotel Imperial https://arquine.com/ejemplos-ejemplares-hotel-imperial-de-frank-lloyd-wright/ Thu, 23 Oct 2014 17:30:18 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/ejemplos-ejemplares-hotel-imperial-de-frank-lloyd-wright/ Acompañando al nuevo número Revista Arquine No.69 | Hotel, ofrecemos una nuevo caso para la serie de “Ejemplos ejemplares” que revisa arquitecturas en relación a la temática de los proyectos publicados en el interior de la revista. Para este primer acercamiento nos aproximamos al Hotel Imperial que construyó el arquitecto Frank Lloyd Wright en Japón.

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仕方が無い

21 de septiembre de 1923, 11:58 am. Un fuerte terremoto que, se dice, duró entre 4 y 10 minutos, golpeó Japón. Tokio, Yokohama y Kanagawa, entre otras ciudades, fueron devastadas. Murieron más de cien mil personas y casi 400 mil edificios sucumbieron al temblor y a los incendios que desató. La destrucción fue tal que hubo quienes propusieron construir una nueva capital lejos de Tokio.

Entre los edificios que resistieron el temblor con pocos daños estaba el Hotel Imperial, diseñado por Frank Lloyd Wright y terminado un año antes, en 1922. El edificio de la embajada de los Estados Unidos resultó en cambio muy afectado. El embajador Cyrus Woods tuvo que cambiar sus oficinas al hotel diseñado por Wright.

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En 1887, con apoyo del Gobierno Imperial, Ei’ichi Shibusawa y Kihachiro Okura fundaron la Sociedad del Hotel Imperial con un capital de 260 mil yenes. En 1890 se inauguró el Primer Hotel Imperial —y el primer hotel de estilo occidental en Japón— diseñado por el arquitecto Yusuru Watanabe siguiendo el plan inicial del alemán Heinrich Manz, En 1910 se empezó a pensar en remplazar ese hotel por uno más moderno, para lo que los japoneses buscaron a un arquitecto extranjero de renombre: Frank Lloyd Wright.

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El primer viaje fuera de los Estados Unidos de Wright fue a Japón en 1905, acompañado por su esposa Catherine y una pareja de clientes, los Ward Willitis. En ese viaje Wright inició una importante colección de grabados. Entre 1909 y 1910, Wright viajó por Europa acompañado de Mamah Cheney, esposa de otro de sus clientes de la que se había enamorado, dejando a su mujer y a sus hijos. En 1911 Wright había empezado a negociar con los administradores de la Sociedad del Hotel Imperial para diseñar un edificio que remplazara al de Watanabe, pero las pláticas se suspendieron tras la muerte del emperador Meiji el 30 de julio de 1912.

El 15 de agosto de 1914, mientras Wright estaba en Chicago, su empleado, Julian Carlton, prendió fuego al primer Taliesin y asesinó con un hacha a 14 personas, entre ellas a Mamah Cheney y sus dos hijos. Wright quedó devastado. El diseño del Hotel Imperial, que se retomó en 1915, lo ayudó a salir adelante. El 28 de diciembre de 1916, acompañado de su tercera mujer, Miriam Noel, y de su hijo, John, partió a Japón desde Vancouver en el barco Empress of Asia. Estuvieron en Japón cuatro meses estudiando el sitio, sus condiciones y la manera de construir. A su regreso empezó a desarrollar el proyecto que debía inaugurarse en 1920 —en 1919 Wright le escribió una carta a Louis Sullivan quejándose de la lentitud del trabajo en Japón. El hotel se terminaría hasta 1922, un año antes del terremoto de Kanto.

Lo que el terremoto no destruyó lo hizo el tiempo o, más bien, los cambios de usos y de costumbres que se dan con —o en— el tiempo. En 1967 se decidió demoler el hotel para construir uno más moderno —recordemos que el origen del hotel de Wright fue exactamente el mismo. Robert Arrowsmith dice que el destino de esa obra ya estaba decidido en una de las pocas frases que Wright sabía en japonés: shikata ga nai: no hay remedio.

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*La mayor parte de los datos de este texto provienen del de Kathryn Smith, “Frank Lloyd Wright and the Imperial Hotel: a Postscript”, The Art Bulletin, 67, 1985.

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Hoteles https://arquine.com/hoteles/ Thu, 04 Sep 2014 15:24:50 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/hoteles/ El número 69 de Arquine, además de varios proyectos de hoteles recientes e historias de otros no tanto, reúne textos de autores como Guillermo Fadanelli y Aurelio Asiain, Isaac Torres, Ana Puigjaner y Pablo Martínez Zárate, fotografías de Kurt Hollander y Adam Wiseman, un recorrido por algunas zonas de la ciudad de México narrado por Julian Herbert y fotografiado por Laurent Portejoie.

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El hotel es al hombre moderno lo que la cabaña de Laugier al primitivo. O al revés: el hombre moderno es al hotel lo que el primero a la cabaña primitiva de troncos y enramadas. Si la cabaña es, en su origen, una estructura más bien ligera que remeda refugios animales y le permite al hombre asentarse, establecerse dejando de vagar sin rumbo sobre la tierra, el hotel es, generalmente, una estructura más bien estable que le permite al nómada contemporáneo hallarse como en casa en cualquier al que vaya. El hotel es el epítome de la hospitalidad —esa es, de hecho, su raíz, que comparte con hostal y, obviamente, con hospital. De Gustav von Aschenbach a Ben Sanderson —el personaje interpretado por Nicolas Cage en Leaving Las Vegas—, el hotel es un refugio para aquellos enfermos de nostalgia: aquejados por el dolor de haber dejado el hogar que no es necesariamente lo mismo que la casa. El hotel es una imagen poderosa en la literatura, el cine y hasta en la música. El hotel es uno de los ejemplos de la heterotopía para Foucault —«el desfloramiento de la joven virgen no puede tener lugar en “ninguna parte” y, en ese momento, el tren o el hotel de la noche de bodas es precisamente el lugar de esa ninguna parte, una heterotopía sin referencias geográficas. Como el aeropuerto, para Marc Auge el cuarto de hotel es uno de los ejemplos de un no lugar: siempre vacío de significado aunque esté lleno de cosas, siempre genérico aunque este cargado de falsas señas de identidad.

El hotel también es, sin duda, uno de los sitios donde con mayor facilidad se produce la freudiana transmutación de lo familiar en lo siniestro. Eso debe tener que ver con su condición artificial. No que la arquitectura pueda reclamar en algún caso una auténtica naturalidad sin entrar en contradicciones, pero en el hotel el artificio y el fingimiento se llevan al exceso: siempre son la imagen de algo más que ellos mismos. Cuando no se trata de arquitectos reconocidos puestos a redimir la tipología —obviamente reclamándose auténticos allá donde los profesionales se entregan al artificio—, los arquitectos y diseñadores de hoteles, ocupan un lugar marginal en la historia oficial de la arquitectura. Morris Lápidus, John Portman, Andree Putman o Philippe Starck se colocan en lugares distintos que Frank Lloyd Wright, Arne Jacobsen, Ricardo Legorreta o Jean Nouvel —arquitectos que han diseñado hoteles de arquitectos.

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El hotel también se plantea, finalmente, como un reto para la edición de una revista de arquitectura. Las publicaciones que presentan hoteles se centran en esas cualidades como el confort, la seducción o la fantasía, que el canon de la edición arquitectónica parece rechazar. La arena, el mar, el cielo azul y la pareja en traje de baño tumbados a la sombra de una palmera parecen disfrutar demasiado de la vida y del espacio para lo que aconseja el ascetismo casi masoquista de la arquitectura culta —que cuando se entrega a esos placeres lo hace irónica, jamás con inocencia.

El número 69 de Arquine, además de varios proyectos de hoteles recientes e historias de otros no tanto, reúne textos de autores como Guillermo Fadanelli y Aurelio Asiain, Isaac Torres, Ana Puigjaner y Pablo Martínez Zárate, fotografías de Kurt Hollander y Adam Wiseman, un recorrido por algunas zonas de la ciudad de México narrado por Julian Herbert y fotografiado por Laurent Portejoie.

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