Resultados de búsqueda para la etiqueta [Revista Arquine No.67 ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Fri, 08 Jul 2022 07:25:47 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 Habla ciudad: Ciudad de México https://arquine.com/habla-ciudad-mexico/ Wed, 10 Oct 2018 14:00:20 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/habla-ciudad-mexico/ Hoy la ciudad suena a cumbia. Es decir, suena a cientos de ritmos musicales de las innumerables salas de concierto y festivales, un signo inequívoco de la recuperación de la ciudad y su vitalidad cultural. Pero suena a cumbia, a la cumbia que hacen sonar los vagoneros en el metro por medio de bocinas portátiles, para vender discos pirata.

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Moritz Bernoully Fotografía © Moritz Bernoully

Desde hace unos meses tengo un programa de radio que trata sobre la ciudad de México. Durante una temporada me dio por preguntar a los invitados a qué suena la ciudad, una manera de imaginar qué es lo que la ciudad dice. Para algunos optimistas, la ciudad suena al timbre de las bicicletas que desde hace algunos años repican gracias a que muchos ciclistas tomaron las calles; a otros, la ciudad les suena al ruido de los microbuses, que forman parte de un monstruoso sistema de transporte concesionado (cedido) a particulares que abusan de la gente y causan no pocos accidentes y muertes; a otros más, la ciudad les suena a protesta. Este sonido es molesto, según algunos: significa cierre de calles, tráfico detenido por horas, caos. Otros me dijeron que ése era un sonido esperanzador, sobre todo en medio de tanta homogeneidad; que las protestas son el termómetro de nuestra vida democrática.

Hubo un tiempo en que la ciudad sonaba a las campanas de las iglesias: era una urbe pacata y tan aburrida que algunos cronistas del modernismo literario, como Luis G. Urbina, escribieron textos animando a sus habitantes a que salieran a divertirse y comunicaran sus goces. Hubo que esperar a la instauración del régimen salido de la Revolución Mexicana para que la ciudad comenzara a sonar distinto. Con la popularización de la radio, comenzó a oírse como Agustín Lara y sus canciones románticas que tratan de putas ideales. Allí donde terminaba la familia y la iglesia, nació la vida nocturna. El Distrito Federal se convirtió en la capital del entretenimiento de América Latina y la ciudad sonó también al mambo de los cabarets. Era cosmopolita, recibía influencias de otras partes del mundo y las exportaba; pero también era una ciudad de inmigrantes, de gente que cambiaba el campo por la ciudad y por eso igualmente sonaba a música ranchera, a mariachi, a José Alfredo Jiménez y cuanta invención hubo sobre lo mexicano abandonado, ardido, borracho, sufrido, chingado.

Para mí, los años sesenta en la ciudad de México suena a un oscuro grupo llamado The Tepetatles, parodia de The Beatles. El músico y actor Alfonso Arau lo formó en 1965 para presentarse en uno de los cabarets más rumbosos de la ciudad. Llamó a José Luis Cuevas y a Vicente Rojo para lo relativo al arte visual del espectáculo y a Carlos Monsiváis para las letras (por cierto: la voz de Monsiváis, monótona y sarcástica, sonará a la ciudad de México desde entonces). Grabaron un disco de culto. Una de las canciones está dedicada a la Zona Rosa, el barrio más cosmopolita de un país que llevaba treinta años de crecimiento económico ininterrumpido. La canción comienza: “Es la Zona Rosa / una bella cosa / para quien la vida / debe ser vivida / avec plesir.” La canción se mofaba del escaparate más elegante del milagro mexicano; un milagro que terminó a tiros sobre los estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, poco antes de las Olimpiadas de 1968. La ciudad desde entonces también suena a esos tiros.

A sueños rotos. El otro sonido de la ciudad es el del temblor de 1985. Es el sonido de los edificios al caer, cientos de ellos, y de las ambulancias que no paraban de sonar. Es el sonido de los picos y las palas de la gente que se organizó para sacar a los muertos de los escombros, a espaldas del Estado, que sufrió una parálisis. En los noventa, la ciudad suena a la voz de los delincuentes que se subían a un taxi y te secuestraban por un rato; suena al timbre de los cajeros automáticos a donde te llevaban para que les dieras tu dinero. Suena a desigualdad brutal y a urbanismo salvaje. Los chilangos estábamos dispuestos a creer todo de la ciudad; la aparición de un chupacabras, la llegada salvadora de los zapatistas, el descubrimiento de una rata del tamaño de un león en los basureros del oriente.

Pero siempre ha habido poesía. Recuerdo una crónica que a principios de 2000 escribió Tim Weiner, entonces corresponsal del The New York Times, sobre los nombres de las calles de la ciudad. Era una metáfora de la descarnada falta de planificación urbana que, sin embargo, creaba sonidos y significados sorprendentes. “Las calles Democracia, Justicia y Derechos Humanos están en un barrio bravo”, decía Weiner. “El canal de Panamá recorre escasamente cien metros, pero la Avenida de los Cien Metros recorre casi una milla”.

Yo creo que hoy la ciudad suena a cumbia. Es decir, suena a cientos de ritmos musicales de las innumerables salas de concierto y festivales, un signo inequívoco de la recuperación de la ciudad y su vitalidad cultural. Pero suena a cumbia, a la cumbia que hacen sonar los vagoneros en el metro por medio de bocinas portátiles, para vender discos pirata; suena a la cumbia de los sonideros de la colonia Doctores, y a Los Ángeles Azules, el grupo musical que, desde Iztapalapa, la zona más poblada de la ciudad, conquistó el mundo.


Este texto se publicó en Arquine No. 67 | Habla Ciudad, con motivo de la primera edición del Festival de Arquitectura y Ciudad MEXTRÓPOLI. Aparta la fecha y acompáñanos a vivir la ciudad extraordinaria en su próxima edición que tendrá lugar del 09 al 12 de marzo de 2019. 

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Habla ciudad: São Paulo y el futuro de la movilidad urbana https://arquine.com/habla-sao-paulo-el-futuro-de-la-movilidad-urbana/ Thu, 08 May 2014 15:25:55 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/habla-sao-paulo-el-futuro-de-la-movilidad-urbana/ El tema de movilidad urbana lleva más de una década cobrando fuerza. Casi una tercera parte de los programas y financiamiento para infraestructura, dentro los países de la OECDE, son dirigidos a resolver este asunto pero los grandes proyectos (y políticas) de infraestructura en movilidad, que sólo busquen maximizar estos desplazamientos masivos, seguirán topándose de frente con un problemita de mercado: el servicio nunca va a satisfacer la demanda.

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Cuentan que el Papa Francisco no quiso visitar São Paulo ya que una encuesta entre sus ciudadanos revelo que no les interesaba la visita de tan importante figura. Aparentemente, el motivo nada tiene que ver con una posible falta de fe. Es una cuestión pragmática: sólo imaginaron el caos que puede causar su visita a la ciudad. Es más una cuestión de tránsito y confirma que si hay algo que distingue a los paulistanos es su pragmatismo.

Por ello, no me sorprende que la propuesta del sociólogo italiano Doménico Masi, cuando se le pregunto cómo resolvería el gravísimo tema del tráfico en esta ciudad y respondió: “que se trabaje más desde casa”, tuviera gran aceptación entre la gente de esta megalópolis. Si la base de la respuesta dada por Masi se fundamentaba en su epitome de buscar “el ocio creativo”, los ciudadanos encontraron en su sugerencia el último sueño de lo pragmático: imaginen que podrían hacer los casi 9 millones de personas que cruzan São Paulo diariamente para ir a trabajar con esas 4 horas que pasan normalmente en sus autos. Lo mismo se podría decir de otras ciudades en el planeta.

El tema de movilidad urbana lleva más de una década cobrando fuerza. Casi una tercera parte de los programas y financiamiento para infraestructura, dentro los países de la OECDE, son dirigidos a resolver este asunto. Más líneas de metro, más tranvías, más carriles exclusivos para ómnibus, más centros de transferencia multimodal, carriles bici, etc. Todo esto para supuestamente resolver el tema del traslado urbano. El escritor mexicano, Juan Villoro, mencionaba que le sorprendía como diariamente la gente se aventuraba a atravesar la Ciudad de México con todo lo “malo” que hay en ella; y que al mismo tiempo, este era el único modo, real de conocerla. Lo paradójico del comentario es que el acto de atravesar la ciudad es, desgraciadamente, un motivo para exacerbar esta movilidad. Sea por necesidad o por deseo, los grandes proyectos (y políticas) de infraestructura en movilidad, que sólo busquen maximizar estos desplazamientos masivos, seguirán topándose de frente con un problemita de mercado: el servicio nunca va a satisfacer la demanda.

Recientemente, ciudades con problemáticas de movilidad urbana, como São Paulo, Ciudad de México, Londres, Bogotá,  Nueva Delhi o Shanghái, comienzan a analizar el tema de movilidad urbana a través de una nueva óptica:  hay que propiciar menos desplazamientos prolongados y para ello hay que facilitar mayor inversión en aquellos proyectos que conlleven a la eliminación total de viajes urbanos. Es simple de elaborar mas no fácil de implementar.

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A la cabeza de estas iniciativas se encuentran por ejemplo los programas de bicicletas en renta públicos que buscan propiciar desplazamientos cortos por otros medios que no sean mediante el uso del automóvil. Exitosos sin duda, para invitar a usuarios a no utilizar el auto para trayectos cortos, pero ineficaz en cuanto a que su impacto es sumamente reducido. En Sao Paulo por ejemplo, el promedio de distancia en el trayecto de los usuarios de Sampa-bike es de solo 2.2 kilómetros. Londres y su Boris-bike es un poco mayor, 3.1, y Paris Vélib llega a los 3.8.

Uno de los ejemplos más recientes, y que realmente aciertan en el punto principal que incide en la reducción de la movilidad urbana, fueron las adaptaciones al uso de suelo (zoning codes) en  Nueva York durante la era Bloomberg. El departamento de Planeación urbana, dirigido por Amanda Burden, se propuso desde el 2004 crear y promover más áreas de vivienda próximas a áreas de trabajo y así disminuir los desplazamientos. Brooklyn es hoy, 8 años después de la primera iniciativa de Bloomberg, un barrio neoyorquino en donde por primera vez en 50 años —según datos del departamento de transporte de Nueva York— el balance entre el número de personas que trabaja y vive dentro de su límite municipal es mayor al número de personas que viven o trabajan fuera del mismo.

En cierta forma, las ciudades están comenzando a deconstruir aquel mito del movimiento moderno del CIAM 1929 y que Le Corbusier tanto detalló en su famosa carta de Atenas. Aquella división zonal por actividades es ahora obsoleta y económicamente inviable. Cada vez más organizaciones civiles y hasta cierto punto instituciones públicas, están cuantificando el costo económico de estos traslados urbanos y proponiendo alternativas para que esto no aumente.

Regresando a Masi y su propuesta para resolver el tráfico de Sao Paulo, imaginemos una ciudad de más de 10 millones de personas en donde una parte de la gente que trabaja pudiese trabajar “remotamente” un día a la semana. Algo así como un “hoy yo no circulo.” ¿Cuántos autos dejarían de transitar? ¿Cuántas horas perdidas en el tráfico no se recuperarían y podrían ser utilizadas en algo más productivo o creativo, para utilizar el término de Masi?


Este texto se publicó en Arquine No. 67 | Habla Ciudad, con motivo de la primera edición del Festival de Arquitectura y Ciudad MEXTRÓPOLI. Aparta la fecha y acompáñanos a vivir la ciudad extraordinaria en su próxima edición que tendrá lugar del 09 al 12 de marzo de 2019. 

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Habla ciudad https://arquine.com/habla-ciudad-no-es-mio-lo-que-oyen-sino-de-la-ciudad/ Thu, 20 Mar 2014 19:08:49 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/habla-ciudad-no-es-mio-lo-que-oyen-sino-de-la-ciudad/ El habla de la ciudad no es siempre evidente; algunos pensarán que usa señales e inscripciones, pero también puede emplear códigos y normativas, historias, tradiciones y costumbres. Si en vez de habla dijéramos que toda ciudad tiene su lógica tal vez aquello del habla parecería más claro.

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Hablo de la ciudad inmensa, realidad diaria hecha de dos palabras: los otros, y en cada uno de ellos hay un yo cercenado de un nosotros, un yo a la deriva”

Octavio Paz

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Hablo de la ciudad es el título de un poema de Paz en el que la describe como novedad de hoy y ruina de pasado mañana, como algo que todos soñamos y que cambia sin cesar mientras la soñamos, que nos inventa y nos olvida. Pero el imperativo habla, ciudad, convoca a explicar lo que la ciudad nos dice, a pedirle, quizás a exigirle que nos hable.

El habla de la ciudad no es siempre evidente; algunos pensarán que usa señales e inscripciones, pero también puede emplear códigos y normativas, historias, tradiciones y costumbres. Si en vez de habla dijéramos que toda ciudad tiene su lógica tal vez aquello del habla parecería más claro. Sus maneras de organizarse espacial y socialmente; sus leyes y sus reglamentos; su modo de responder a condiciones más o menos particulares como el sitio, el clima o su propia historia. Eso podría ser la lógica de una ciudad. La retícula ideal que se repite de la ciudad romana a la colonial tiene una lógica particular si se trata de Nueva York o ciudad Neza y la manera como una ciudad se puebla con altas torres tiene lógicas diferentes —y a veces divergentes— sea en Tokio o en Sao Paulo. No es un tema, supongo, de identidad —al menos no en el sentido que ésta sea algo anterior a la construcción de la ciudad y que se exprese en ella— sino de la convergencia de aspectos y características diferentes. Lo singular y específico no son esos aspectos o características que pueden repetirse en distintas ciudades, sino precisamente el que converjan de cierta manera: la trama de Nueva York y la de Neza son similares, pero el resto de las condiciones no. “La identidad de un sitio nunca es una preexistencia, sino el resultado de una construcción”, dice Bernard Cache. Esa construcción tiene una estructura o, dicho de otro modo, una lógica. ¿Esa lógica nos habla?

En su texto ¿Hablan las ciudades? Saskia Sassen pone como ejemplo del habla de las ciudades un auto deportivo, diseñado para correr a altas velocidades, que al llegar a una zona con tráfico pesado se detiene y no puede circular a la velocidad para la que fue pensado. La ciudad habló —talked back, escribe Sassen en inglés. Para Sassen el habla de la ciudad —speech, que también es discurso o lenguaje o expresión— es una capacidad urbana: “la capacidad de alterar, de dar forma, de provocar, de invitar, todo siguiendo la lógica que busca mejorar y proteger la complejidad y la condición de ser siempre incompleta de la ciudad”.

¿Podríamos decir que toda lógica es una forma de hablar? Quizás ahí habría una voluntad excesiva de ir hasta lo que de habla tiene el término griego logos —cuenta y razón, como lo traducía el filósofo Juan David García Bacca. En su libro El edificio de la razón, Jaime Labastida traduce y explica una fórmula de Heráclito de la que se han ofrecido, pese a su brevedad, muchas versiones. Él la traduce así: no es mío lo que oyen, sino de la Razón. Labastida explica que ahí, en la frase de Heráclito, surge un sujeto, un personaje ficticio pero importantísimo en occidente: la Razón, ese logos griego que es al mismo tiempo lenguaje y palabra, cuenta y razón, de nuevo, y que es, agrega, un bien común, compartido. Así Labastida le da un giro más a la frase de Heráclito: “lo que yo digo es verdad no porque sea yo quien lo dice, sino porque está conforme con una estructura común: la del lenguaje o de la razón”. ¿Podemos también decir, como lo hace el título de este texto, que no soy yo el que habla sino que es la ciudad? ¿Habla la ciudad por mí en vez de yo por ella? ¿Los otros, gracias al habla de la cuidad, hablan cuando hablo hasta convertirnos en nosotros?

La ciudad nos habla, pues, con voces y con reglamentos, pero también con su capacidad misma y, como escribe Manuel Delgado, con murmullos y sonidos: sinfonía de la ciudad, aunque sea cacofónica. Nos habla a los ojos y los oídos pero también al cuerpo entero, como dice Juhani Pallasmaa: “la ciudad y el cuerpo se complementan mutuamente”. En fin, la ciudad nos habla de vuelta, la entendamos como una construcción física —la urbe— o como un complejo social y político. Nos habla de vuelta y habla por nosotros, en nosotros. Su voz es de muchos, habla legión: esos otros de los que habla Paz, “un yo cercenado de un nosotros, un yo a la deriva”.

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