Resultados de búsqueda para la etiqueta [Pruitt Igoe ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Wed, 26 Jun 2024 17:48:39 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 Metabolizando cápsulas: Nakagin en San Francisco https://arquine.com/metabolizando-capsulas-nakagin-en-san-francisco/ Tue, 20 Jun 2023 14:17:44 +0000 https://arquine.com/?p=79821 Por más encomiable que sea la preservación de 23 cápsulas de la recién demolida Torre Nakagin, terminada de construir en 1972 y diseñada por Kisho Kurokawa, la inclusión de una de esas cápsulas en la colección del MOMA de San Francisco tiene algo de homenaje funerario a una ideología arquitectónica ya prácticamente desaparecida.

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Kisho Kurokawa, el arquitecto metabolista japonés que diseñó la torre Nakagin, construida en 1972 como una propuesta de vivienda radicalmente avanzada y que, tras varios años de abandono y deterioro, fue demolida en el 2022, era dueño de una de las cápsulas, la A1302. Esa cápsula fue comprada por el Museo de Arte Moderno de San Francisco, para sumarla a su colección de diseño metabolismo, que incluye trabajo de Fumihiko Maki, entre otros, así como ejemplos de arquitectura producidas en la misma época, como las de los colectivos Superstudio y Archigram. Según le dijo a The Architect’s Newspaper Jennifer Dunlop Fletcher, curadora de arquitectura y diseño del museo: “la adquisición encaja perfectamente con la colección del museo de arquitectura visionaria y provocativa de muchos de los pensadores más radicales en el campo desde 1960, cuyo trabajo invita al diálogo público sobre temas importantes en el diseño”. Esta cápsula es una de las 23 que recuperó y restauró el Proyecto de Restauración y Preservación de la Torre de Cápsulas Nakagin, establecido en 2014 gracias a la colaboración entre algunos residentes, propietarios y la oficina de Kurokawa, quien murió el 12 de octubre del 2007.

A esta “preservación” de un proyecto de vivienda —como pieza vacía e intocable en un museo— se puede sumar la “recuperación” que hizo el departamento de diseño del Museo Victoria y Alberto, en Londres, de un fragmento de la fachada del conjunto de vivienda Robin Hood Gardens, diseñado por Peter y Alison Smithson también en 1972 y cuya demolición se inició en 2017. También se puede agregar una larga lista de edificios de vivienda social característicos de cierto momento de la modernidad arquitectónica que han sido demolidos en distintos países del mundo, y que, según consignó Charles Jencks,  con la demolición del conjunto Pruitt Igoe —diseñado por Minoru Yamasaki y terminado de construir en 1954 y demolido el mismo 1972 en que se erigieron Robin Hood Gardens y la Torre Nakagin— marcó simbólicamente la muerte del Movimiento Moderno en Arquitectura. Si, además, consideramos que varios prestigiados arquitectos contemporáneos se han volcado en el diseño de elegantes y exclusivas torres de vivienda destinadas al 1% de la población, podríamos afirmar que, quizá, esta museificación de espacios que en su momento fueron propuestos como respuestas a “la cuestión de la vivienda”, resulta casi un monumento funerario a cierta ideología arquitectónica —tan utópica como socialmente comprometida, aunque a veces pecando de ingenuidad.

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A House is not a Home. La demolición de Pruitt Igoe https://arquine.com/a-house-is-not-a-home-la-demolicion-de-pruitt-igoe/ Wed, 17 Feb 2021 15:29:04 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/a-house-is-not-a-home-la-demolicion-de-pruitt-igoe/ No queda mucho para que se cumplan cincuenta años de la demolición del complejo urbanístico de Pruitt Igoe en San Luis (Misuri), uno de los episodios más tristes de la arquitectura social. En 1977, cuando Charles Jencks publicó la primera edición de su libro The Language of Post-Modern Architecture, fijó de forma caprichosa el final de la arquitectura moderna en uno de los días en que se demolieron varios edificios de Pruitt Igoe.

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Publicado en colaboración con Experimenta

 

A chair is still a chair
Even when there’s no one sitting there
But a chair is not a house and a house is not a home
When there’s no one there to hold you tight

Burt Bacharach, Hal David y Dionne Warwick, 1964

 

No queda mucho para que se cumplan cincuenta años de la demolición del complejo urbanístico de Pruitt Igoe en San Luis (Misuri), uno de los episodios más tristes de la arquitectura social. 

En 1977, cuando Charles Jencks —que nunca daba una puntada sin hilo— publicó la primera edición de su conocido libro The Language of Post-Modern Architecture(El lenguaje de la arquitectura postmoderna), fijó de forma caprichosa el final de la arquitectura moderna en uno de los días en que se demolieron varios edificios de Pruitt Igoe:

“La arquitectura moderna murió en San Luis, Missouri, el 15 de julio de 1972 a las 3:32 de la tarde (más o menos), cuando a varios bloques del infame proyecto Pruitt lgoe se les dio el tiro de gracia a base de dinamita. Antes de eso, habían sido objeto de vandalismo. mutilación y desfiguración por parte de sus residentes negros y, aunque se invirtieron millones de dólares para intentar conservar el lugar (reparando ascensores, ventanas o repintando todo) se puso fin a su miseria” (Jencks, 1991, 24).

Más de veinte años antes de esa fecha, la ciudad de San Luis había decidido realojar a la población sin recursos en un complejo urbanístico que parecía un remedo de los delirios urbanísticos de Le Corbusier. 

 En 1927, en Le Nouveau Siècle, órgano del partido de extrema derecha, Le Faisceau, Le Corbusier mostró su plan Voisin para la ciudad de París. Aquel delirio incluía la demolición de cuarenta hectáreas de la capital parisina, en la orilla derecha del Sena, para levantar varios edificios en forma de cruz —de ciento ochenta metros de alto—, rodeados de jardines y con un sistema de circulación que separaba al peatón de los coches. La Carta de Atenas, a la que Le Corbusier había contribuido con entusiasmo, establecía el concepto de zonificación urbana en sectores vinculados a las funciones básicas del ser humano (Le Corbusier, 1957, 38). Esta concepción industrial llevaba implícita una forma de entender la calle como “una máquina para producir tráfico”, ajena a la estructura urbana de la ciudad tradicional. 

Durante los años de crecimiento económico de la V República los proyectos de vivienda social se vieron muy influidos por la ideas de segregación de Le Corbusier, con su tendencia a aislar a las comunidades pobres en rascacielos monolíticos y cortar los lazos sociales que eran parte integral del desarrollo de la ciudad (Jacobs, 1961). Quizá, por su sencillez, estas propuestas fueron imitadas en otros países. En opinión de Witold Rybcznski, la influencia de Le Corbusier en Estados Unidos dejó distintos proyectos de vivienda pública “que dañaron el tejido urbano sin posibilidad de reparación”, muchos de los cuales tuvieron que ser desmantelados por los conflictos sociales que generaban. La segregación funcional acabó con la diversidad de los vecindarios heterogéneos y llevó a las ciudades a procesos irreversibles de degeneración urbana (Rybczynski, 1998). Uno de esos enormes fracasos fue Pruitt Igoe.

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En 1950, la administración de San Luis impulsó una cosa parecida a la utopia de Le Corbusier y encargó su proyecto a Minoru Yamasaki, el arquitecto que, años más tarde, construiría el desaparecido World Trade Center neoyorquino.

El complejo recibió su nombre en honor de Wendell O. Pruitt, un piloto afroamericano —natural de San Luis— y de William L. Igoe, antiguo miembro de la Cámara de Representantes. La disparatada intención inicial era alojar a los residentes negros en la zona dedicada a Pruitt, y dejar para los blancos los apartamentos Igoe, pero un juez prohibió esa segregación. De todos formas, en Pruitt Igoe, donde no llegó a haber residentes blancos, solo vivían poco antes de la demolición unas 600 personas. 

En 1955 se terminaron los más de treinta edificios de once plantas, que sumaban 2870 viviendas en total, muy pequeñas todas ellas, con amplios jardines entre los bloques y zonas comunes en las pisos inferiores. Una serie de factores, entre los que se encontraban las pobreza de sus ocupantes y la política social de la administración, llevaron al fracaso un proyecto tan ambicioso. Por razones presupuestarias, las viviendas vieron mermados sus servicios: los apartamentos tenían menos metros de los previstos, los ascensores solo se detenían en algunas plantas y los parques de recreo no eran los esperados: la zona de juegos tuvo que ser añadida sólo después de que los residentes presionaran para su instalación.

Pero también es cierto que el diseño de los edificios nunca contribuyó a crear una verdadera comunidad. Los espacios comunes, desangelados, apenas atendidos, atrajeron a todo tipo de maleantes que terminaron haciendo vida en los huecos de las escaleras y en los pasillos, En definitiva, no se llegaron a crear vínculos entre el lugar y sus habitantes, de manera que los bloques, medio vacíos, se convirtieron en espacios peligrosos (Newman, 1996, 17). En un estudio del departamento federal de Vivienda, publicado en 1996, Oscar Newman señalaba que la altura de los bloques en un conjunto residencial de este tipo contribuía a la comisión de delitos en los espacios comunes. Si en un edificio de tres plantas el incremento de esos delitos podía llegar a poco más del 5%, en un edificio de más de trece plantas podía superar el 37% (Newman, 1996, 13). La imposibilidad de que los vecinos controlaran esos grandes espacios favorecía la delincuencia.

“Cuanto mas áreas comunes deban compartir los residentes, más difícil será reclamarlas como propias, más difícil distinguir a otros residentes de los intrusos y más difícil ponerse de acuerdo con otros residentes acerca el cuidado y control de estas áreas” (Newman, 1996, 28).

Las condiciones en Pruitt Igoe se deterioraron de tal manera que, a partir de 1968, las autoridades municipales tiraron la toalla y animaron a los residentes a que abandonaran el lugar. Finalmente, todos los edificios serían demolidos en varias fases a partir de marzo de 1972.

 

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Charles Jencks consideró que el fracaso del proyecto fue debido, esencialmente, a la arquitectura y no quiso tener en cuenta los innumerables factores que condujeron a aquel desastre (Jenkcs, 1981, 9). Insistía —en su tendencioso relato postmoderno— en que la causa de todo estaba en una concepción arquitectónica equivocada:

“[Pruitt Igoe] estaba formado por elegantes bloques con calles elevadas (que evitaban el peligro de los coches, pero no del crimen, como más tarde se vio). […] La zona de juegos y determinados servicios como lavanderías, guarderías y los sitios para el chismorreo intentaban sustituir otros modelos más tradicionales. Su estilo purista era una metáfora del hospital saludable y limpio” (Jencks, 1981, 7).

Pero Jencks tenía parte de razón. Aunque es cierto que los problemas de fondo —económicos y sociales— tuvieron un papel importante en la demolición de Pruitt Igoe, la supuesta “bondad de la forma” no mejoró la vida de los residentes y  la arquitectura no contribuyó en nada a mejorar las condiciones de vida de los residentes. 

Como es sabido, Pruitt Igoe y las torres del World Trade Center fueron demolidas por razones diferentes y con procedimientos bien distintos. En Madrid, en el paseo de la Castellana, queda en pie —de momento—, otro de los edificios de Yamasaki: la torre Picasso que —de momento— parece haber sido protegida por los dioses.


Referencias

Jacobs, Jane. (1961) The Death and Life of Great American Cities. Nueva York, Random House (Edición española: Muerte y vida de las grandes ciudades.Península, Madrid, 1967).

Jencks, Charles. (1991) The Language of Post-Modern Architecture. Nueva York. Rizzoli (Edición española: El lenguaje de la arquitectura postmoderna. Gustavo Gili. Barcelona, 1981)

Le Corbusier. (1957). La charte d’Athènes. Suivi de Entretien avec les étudiants de écoles d´Architecture.París, Éditions de Minuit. 

Newman, Oscar. (1996) Creating Defensible Space.Washington DC, US Department of Housing and Urban Development.

Rybczynski, Witold. (1998) “The Architect Le Corbusier”, en Time Magazine, 8 de junio de 1998.

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El día que murió la arquitectura moderna https://arquine.com/el-dia-que-murio-la-arquitectura-moderna/ Wed, 15 Jul 2015 23:17:21 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/el-dia-que-murio-la-arquitectura-moderna/ Lo que se derrumbó el 15 de julio de 1972 no fue un estilo o una forma de diseñar, ni siquiera una ideología: la del movimiento moderno. Lo que se agotó, probablemente, fue la confianza en la posibilidad de que las promesas de la modernidad, más allá de la arquitectura, pudieran cumplirse algún día. Y en algunos casos, lo que se acabó fue el interés en intentar que algún día se cumplan.

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Minoru Yamasaki tuvo el extraño honor de que la historia reciente haya sido marcada por la demolición de dos de sus obras. La más reciente, el atentado de Al-Qaeda contra las torres gemelas del World Trade Center en Nueva York, el 11 de septiembre del 2001, que para muchos marca el auténtico inicio del siglo XXI pero, más importante aun, un cambio radical en la geopolítica y en las relaciones de los individuos con los estados. Yamasaki, que murió en 1986, no vio los atentados al WTC, pero sí la demolición programada de Pruitt Igoe, un conjunto de edificios de vivienda social que había diseñado.

Yamasaki nació en Seattle, Washington, el primero de diciembre de 1912. Entró a estudiar arquitectura a la Universidad de esa ciudad en 1929 y se recibió en 1934. En 1930 empezó su maestría en la Universidad de Nueva York. Ahí, al terminar, trabajó con Shreve, Lamab y Harmon, quienes habían hecho entre otros el proyecto del Empire State, hasta que en 1945 se mudó a Detroit, donde cuatro años después abrió su propia oficina. Su primer gran proyecto fue precisamente Pruitt Igoe, en San Louis Missouri. El gobierno de la ciudad venía planeando ese conjunto desde finales de los años 40 y en 1950 le encargaron a la oficina de Yamasaki el desarrollo de 33 edificios de once pisos en un sitio de unas 23 hectáreas. Los primeros inquilinos se mudaron en 1954 y tres años después la ocupación ya había llegado al 91 por ciento. Pero las cosas cambiaron y para finales de los años 50, según algunos autores, Pruitt Igoe estaba en dos terceras partes vacío.

Mary Comerio dice que a principios de los 60 la ciudad de San Louis tenía dos problemas: exceso de viviendas y falta de recursos y que la ciudad tenía poco interés en administrar y mantener su mayor proyecto de vivienda: Pruitt Igoe. Algunos dicen que desde 1967 se pensaba ya en la demolición, aunque en 1972 un equipo de arquitectos hacía planes para rescatar el conjunto, con todo y que desde 1968 el Departamento de Vivienda Federal ya alentaba a los residentes a abandonarlo.

El 16 de marzo de 1972 a las tres de la tarde se demolió con explosivos el primer edificio de Pruitt Igoe. La siguiente demolición fue el 22 de abril y la última y final, el 15 de julio. Según Charles Jencks, esa fecha, 15 de julio de 1972, es la que debe aparecer en el certificado de defunción del Movimiento Moderno, cuya fecha de nacimiento es difícil de precisar. En la nueva edición de su libro Modern Movements in Architecture, publicada en 1973, Jencks escribió:

Fuimos testigos de un buen número de desastres arquitectónicos en los años 70. El mas renombrado fue la demolición de Pruitt Igoe, un conjunto de vivienda asocial den San Louis. Varias torres, basadas en las teorías de Le Corbusier y el CIAM, fueron dinamitados. No hay datos aun sobre este sorprendente aspecto de la vida moderna, en el que el idealismo social lleva tan rápido a la catástrofe social, pero los resultados han debilitado la ideología del Movimiento Moderno. Es raro encontrar un arquitecto o un crítico que hoy se llame a sí mismo moderno y cuando lo hace, no es seguro qué quiere decir con eso.

Además de su rechazo a ciertas ideas del Movimiento Moderno, Jencks seguramente carecía de la distancia crítica que puede dar el tiempo y su afirmación era demasiado arriesgada. El Movimiento Moderno en arquitectura había muerto y renacido varias veces —es probable que una de sus primeras defunciones haya sido durante su presentación en sociedad en el MoMa en los años 30. Comerio, ya a principios de los años 80, escribía que la sociedad moderna y la arquitectura moderna habían crecido juntas y que las fuerzas que dieron forma a nuestras creencias sobre el mundo y nuestra posición ante el mismo estaban implicadas en nuestra aceptación del sistema social, económico y político. En 1984 Katherine Bristol escribía sobre El mito de Pruitt Igoe, afirmando que la versión de que el diseño arquitectónico era el único responsable de su fracaso era falsa o, de menos, reductiva. En el 2013, Edward Goetz publicó New Deal Ruins: Race, Economic Justice, and Public Housing Policy. Ahí dice que la demolición en 1972 del masivo complejo de Pruitt Igoe creo una imagen catastrófica de algo que se repetiría 25 años después con la demolición de otros notorios proyectos de vivienda pública.

Lo que se desbarató —con la precisa imagen de una implosión controlada— el 15 de julio de 1972 no fue un estilo o una forma de diseñar, ni siquiera una ideología: la del movimiento moderno en el que el arquitecto asumía, por un lado, un compromiso social y, por otro, ser poseedor de un poder excepcional para transformar a esa misma sociedad. Una gran responsabilidad derivada de un gran poder: para qué soñar con la Revolución si la Arquitectura estaba aquí para evitarla. Lo que se agotó, probablemente, fue la confianza en la posibilidad de que las promesas de la modernidad, más allá de la arquitectura, pudieran cumplirse algún día. En algunos casos, lo que se acabó fue el interés en intentar que algún día se cumplieran.

A 43 años del día en que murió la arquitectura moderna, hoy sabemos que la idea de que esa arquitectura —o la arquitectura, simplemente— era capaz de transformar al mundo era seguramente un sueño, algo demasiado simple, alimentado tanto por la ingenuidad como por la egolatría de muchos arquitectos. Pero también sabemos que gran parte de lo que ha sucedido durante los 43 años que siguieron a la muerte de la arquitectura moderna —el clasicismo de cartón, los revivals estilísticos, las estrambóticas piruetas formales de los starchitects de fin de siglo XX y principios del XXI— ha servido aun menos para esos fines que tal vez considera demasiado ajenos a sus posibilidades. Muerta la arquitectura moderna, lo que nos quedó, tal vez, fue un simpático y fútil juego parecido al de diseñar frasquitos de perfume, pero mucho más costoso.

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