Resultados de búsqueda para la etiqueta [politica urbana ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Fri, 08 Jul 2022 07:28:46 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 Eco(in)movilismo, movilidad urbana e inmovilismo cultural https://arquine.com/ecoinmovilismo-movilidad-urbana-e-inmovilismo-cultural/ Fri, 28 Jun 2019 12:19:49 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/ecoinmovilismo-movilidad-urbana-e-inmovilismo-cultural/ Ante la catástrofe ecológica es necesario dar vida a un cambio cultural profundo a través del decrecimiento. A nivel de movilidad urbana el vehículo eléctrico representa la defensa del dogma del crecimiento económico ilimitado.

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El decrecimiento como única solución a la catástrofe ecológica.

Ante la catástrofe ecológica es necesario dar vida a un cambio cultural profundo a través del decrecimiento. A nivel de movilidad urbana el vehículo eléctrico representa la defensa del dogma del crecimiento económico ilimitado.

André Gorz ya lo escribió en 1974: «La ecología es como el sufragio universal y el descanso dominical: en un primer momento, todos los burgueses y todos los partidarios del orden dicen que queremos su ruina y el triunfo de la anarquía y el oscurantismo. Después, cuando las circunstancias y la presión popular se hacen irresistibles, conceden lo que ayer negaban y, fundamentalmente, no cambia nada». Cuarenta y cinco años más tarde, fundamentalmente, no ha cambiado nada. Ni las cumbres del clima (de Berlín a Katowice) ni los protocolos y acuerdos (de Kioto a París) han conseguido minar las bases de la economía neoliberal. Los partidarios del orden conceden una aparente atención hacia los problemas ambientales, sin embargo todo permanece igual. La economía neoliberal muestra formalmente interés en ocuparse de las exigencias ecológicas, en realidad absorbiéndolas en su lógica.

Así que se busca solucionar la catástrofe climática con propuestas que siguen alimentando la economía del crecimiento, sin descarrilamientos. En el ámbito de la movilidad urbana, por ejemplo, el coche eléctrico se convierte en el elemento perfecto para conceder lo que ayer nos negaban para que, fundamentalmente, no cambie nada. Se añade el prefijo eco- a una producción que sigue generando beneficio y destruyendo el planeta. La anarquía no ha triunfado.

Resulta evidente, sin necesidad de ser un experto, que la implementación de un sistema de transporte metropolitano que apuesta por el vehículo privado motorizado no cambiaría sustancialmente la situación. Por un lado se traslada el problema de los combustibles fósiles a la fuente de producción de la energía necesaria para alimentar los coches, que para reducir las emisiones de CO² tendría que ser energía verde. Por otro lado el proceso de producción de los vehículos eléctricos la energía utilizada, los materiales y las consiguientes emisiones de gases de efecto invernadero— tiene un importante impacto ambiental, debido en gran parte a la producción de las baterías, que requieren minerales y metales altamente contaminantes (nickel, plomo y cobre). En cuanto a la contaminación atmosférica, no se eliminarían las micropartículas generadas por el desgaste de frenos, embragues, neumáticos y asfalto, que representan una fuente importante de contaminación (PM10). Además, el tráfico sería el mismo, así como el espacio robado al caminante, a las exigencias de juego de los niños, a la vida comunitaria, a la naturaleza, a la agricultura urbana, a los trazados urbanos irregulares que generan perspectivas nuevas. Las muertes por accidentes de tráfico no variarían. Desde luego tampoco los beneficios de la industria automovilística disminuirían, así como su omnipresencia en la vida urbana, su concentración de poder, su injerencia en los asuntos políticos. Sería un ecoinmovilismo.

Para enfrentarse al problema vital representado por la catástrofe ecológica es necesario cuestionar el dogma de nuestra economía: el crecimiento. Hasta que no se cuestione el crecimiento, y por ende el capitalismo, éste seguirá destruyendo el planeta con su consumo ilimitado de la naturaleza. Cualquier medida que eluda el núcleo de la cuestión resultaría siendo un paliativo que mantiene el actual inmovilismo ante la catástrofe ecológica inminente, con la agravante de retrasar la implementación de las medidas necesarias a intentar salvar la vida en el planeta.

El decrecimiento, nacido de las reflexiones de autores como Ivan Illich y André Gorz en los años setenta cuando la situación planetaria aún no había llegado a los peligrosos límites que estamos viviendo hoy en día— , ha alcanzado finalmente su momento de legibilidad. El decrecimiento representa hoy la única solución para un cambio cultural profundo cuya implementación es urgente.

Los problemas que estamos viviendo no son climáticos, sino económicos. Por ende las soluciones no deben ser tecnológicas, sino principalmente económicas y políticas. El verdadero cambio cultural sería producir las condiciones que permitan contradecir a André Gorz, para que la ecologíano sea como el sufragio universal y el descanso dominical.

Volviendo al ámbito de la movilidad urbana, la solución no se encuentra en la tecnología, o sea en la implementación del uso del coche eléctrico. La solución consiste en impulsar una cultura nueva, una cultura, como decía Colin Ward, de la libertad de circular después del fin de la dependencia del automóvil [After the motor age]. La sinergia entre un sistema de transporte público gratuito, la organización de la ciudad basada en distancias cortas y el uso del medio de transporte que mejor representa la relación pacífica y respetuosa entre seres humanos y naturaleza la bicicleta, simple, comprensible, mensajera de una cultura nueva—  sería la solución que impulsaría el movimiento de personas e ideas hacia la ciudad del decrecimiento, basada en una ética y unas prácticas nuevas en todos los ámbitos, más allá de la movilidad, reduciendo drásticamente el uso de energía.

La solución está en el cuestionamiento del capitalismo, desautorizando el dogma del consumo ilimitado y la destrucción de los equilibrios naturales y la organización de una sociedad que ponga en el centro la vida, el ambiente, las relaciones humanas entre iguales y los bienes comunes, devolviendo las calles a las personas, al juego, a la naturaleza, al vivir y pensar en común.

Luego, si el género humano consigue proseguir su camino en este planeta, habría que ocuparse del sufragio universal y del descanso dominical.


Publicado originalmente en El Salto y en Perspectivas anómalas | ciudad · arquitectura · ideas.

 

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El espacio público, víctima del urbanismo en tiempos electorales https://arquine.com/el-espacio-publico-victima-del-urbanismo-en-tiempos-electorales/ Thu, 18 Jan 2018 17:40:19 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/el-espacio-publico-victima-del-urbanismo-en-tiempos-electorales/ La consigna “o hacemos esto o nada se hará” no sólo es falsa sino derrotista, pues afirma que sólo es posible “hacer algo” trabajando con la estructura existente, aún con grandes posibilidades de fracasar, despreciando alternativas que muestren cambios no sólo en la forma en la que se ejecutan en los espacios públicos, sino la manera en que habitamos y proyectamos la ciudad.

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El simulacro no es lo que oculta la verdad.
Es la verdad la que oculta que no hay verdad.
El simulacro es verdadero.
–Jean Baudrillard, Cultura y simulacro

 

El espacio público moderno refiere a exposición, encuentro y debate; elemento fundamental y de construcción en las ciudades. Desde la perspectiva de algunas teorías (1) es en estos espacios donde se construye ciudadanía y donde ocurre la ciudad,(2) por lo que son espacios que no sólo no pasan desapercibidos sino que son referentes dentro del sistema urbano.

Quizá uno de los ejemplos más emblemáticos de transformación urbana en espacios públicos esté en la modernización de París, a manos de Haussmann por encargo de Napoleón III, la renovación incluía la apertura de grandes avenidas por “seguridad y salubridad”, lo que decantó en la expulsión de las familias obreras que habitaban esa zona de la ciudad y en que llegaran habitantes más pudientes a habitar el remodelado París. De esta forma, Napoleón no sólo mostraba su capacidad para gobernar sino que exponía, de forma permanente, su habilidad para transformar la ciudad y crear nuevas estructuras que satisficieran su ímpetu dictatorial, algo que dejara huella y que fuera evidente para quienes llegaran a la ciudad.

También es posible reconocer esto en la Italia fascista que buscaba expulsar a toda “enfermedad o peste”(3) de la ciudad, lo que significó demoler viviendas en la zona central y la construcción de grandes avenidas, sumado esto a un discurso que romantizaba la vida rural para promover un retorno al campo y limitar la migración de éste a la ciudad.

El poder condicionaba la forma urbana y también la manera en que las ciudades debían habitarse. Los espacios públicos, en este escenario, eran los que mostraban mayor cambio frente a este tipo de intervenciones. Así, los movimientos de poder en la ciudad moderna se manifestaron en el espacio público y, aunque con más o menos menor espectacularidad, esto se sigue ejerciendo en la actualidad. Es quizá porque este espacio dentro la ciudad es la moneda de cambio más rentable en tiempos de cambio o quiebres de poder; es el más visible y tangible para mostrar transformaciones y también es el espacio donde puede ejercerse con mayor efectividad el poder.(4)

No es menor que las mega-intervenciones en la historia de México sean una constante que no discrimina el color del partido o el tipo de gobierno. De Porfirio Díaz con el inconcluso Palacio Legislativo, hoy el Monumento a la Revolución, hasta la reubicación del aeropuerto de la Ciudad de México con Peña Nieto con una propuesta enmarcada en la espectacularidad, los dirigentes políticos han intentado dejar una marca en el país a través de grandes proyectos. Son estas manifestaciones las que resuelven, desde el espectáculo, la justificación de ejercicios presupuestales de manera “pública”, pero que pocas veces son soluciones a los problemas y necesidades de la población. Un par de ejemplos más están en la Megabiblioteca Vasconcelos y la remodelación de la Cineteca Nacional, resultado del narcicismo y el centralismo de los proyectos en la Ciudad de México, negando sistemáticamente su periferia.

Los años electorales también son los años de las inauguraciones apresuradas y espectaculares de las administraciones salientes con afán proselitista. Es quizá en estos momentos en los que las ciudades mexicanas sufren más cambios, más repentinos y también los más difíciles de dar seguimiento. La forma en la que trabaja el sistema político mexicano “permite” diversos mecanismos en los que el control, seguimiento y transparencia son -en el mejor de los casos- deficientes; en el peor, inexistentes o inaccesibles. Además, dados los periodos, cuando la opinión pública se percata de que es necesario dar seguimiento a un proyecto, las administraciones ya no estarán para la rendición de cuentas. Así, cada periodo, el círculo vicioso de reproduce.

Es así que el año de elecciones vemos desfilar un gran número de renovaciones, intervenciones, remodelaciones, recuperaciones y otros “ones” en espacios públicos porque en su condición pública son un excelente escaparate para la autopromoción (nótese, por ejemplo, si las coladeras de su colonia llevan el periodo de gestión de quién las renovó).

En defensa a esta forma de intervenir la ciudad, hay quienes, vestidos con banderas de activismo, expresan que “es mejor hacer algo que no hacer nada”, sobre ello se arropan contra lo que llaman inmovilismo y se convierten en partícipes y legitimadores de intervenciones urbanas que están destinadas al fracaso, pues en el afán de hacer/producir se ejecutan propuestas que pocas veces están sustentadas en planes o proyectos a largo plazo y/o no son manifestaciones de necesidades a mayor escala, se producen al vapor y se inauguran sin estar terminadas. Así, tenemos inauguraciones fotográficas de espacios que, poco después, son vueltos a poner en pausa para continuar su construcción o aquellos que por las condiciones de premura (sino por corrupción), resultan deficientes y fallan con la misma rapidez con la que fueron construidos.

La consigna “o hacemos esto o nada se hará” no sólo es falsa sino derrotista, pues afirma que sólo es posible “hacer algo” trabajando con la estructura existente, aún con grandes posibilidades de fracasar, despreciando alternativas que muestren cambios no sólo en la forma en la que se ejecutan en los espacios públicos, sino la manera en que habitamos y proyectamos la ciudad.

 


 

  1. Este texto no se ha concebido como un espacio para debatir sobre el concepto de espacio público, en su lugar comparto este excelente texto de Rodrigo Salcedo que amplía el debate y pone en tela de juicio algunos presupuestos que existen sobre los espacios públicos: http://bit.ly/2AKuqN5
  2. Senett, Muxí, Borja, Castells y Jacobs son algunos de los autores que hacen mención sobre la participación del espacio público en la construcción de ciudad.
  3. Molina, Verónica (2009), “Del Urbanismo formal a la fantasía vanguardista. Una breve aproximación”, en Diálogos de Derecho y Política, Número 2, Año 1, Septiembre-diciembre.
  4. Foucault, Michel (2013), El poder, una bestia magnífica. Sobre el poder, la prisión y la vida. Siglo XXI editores, México.

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