Resultados de búsqueda para la etiqueta [paisaje ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Fri, 14 Feb 2025 18:58:11 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 Casa Curva https://arquine.com/obra/casa-curva/ Thu, 20 Feb 2025 17:00:24 +0000 https://arquine.com/?post_type=obra&p=94682 Casa curva es el resultado de un proyecto rotado en 45° que se desenvuelve de manera panorámica frente al entorno, pudiendo establecer relaciones con lugares más allá del horizonte paralelo. Ubicado en Lago Ranco, Chile. Un diseño de Guillermo Hevia García + Andrea Griborio.

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Uno de los requerimientos principales del diseño de este proyecto era que debía tener una vista hacia el lago y cumplir con un listado de espacios necesarios para su funcionamiento en distintas situaciones. El encargo parecía muy convencional y abierto, pero por lo mismo, desafiante.

Los desafíos del proyecto fueron dos; primero poder alterar una vista que tendería a ser frontal y homogénea, y segundo, poder construir una estructura continua, pero volumétricamente variable. La propuesta fue hacer una casa curva, rotando 45° y que se desenvolviera de manera panorámica frente al entorno, pudiendo establecer relaciones con lugares más allá del horizonte paralelo y que al mismo tiempo rompiera la monotonía de una barra recta, pero sin dejar de ser continua. 

La casa se configura mediante una única sección, que se repite y sistematiza, siguiendo el diagrama curvo en planta y en donde todos los elementos estructurales se han dejado a la vista, tanto en el exterior como en el interior. El acero permitió proponer al proyecto como un kit de piezas que se fabrican en maestranza y montan en terreno, con el más alto estándar de calidad y precisión, pero con la ventaja de requerir mínima manutención en el tiempo, ya que, mediante los grandes aleros, la casa no queda expuesta al agua. Al mismo tiempo es un material muy presente en el imaginario de infraestructuras locales como puentes, pasarelas, ferrocarriles o embarcaciones, lo que nos permite entender el proyecto como una infraestructura doméstica. 

El programa se divide en una mitad pública, más cercana al acceso vehicular y una mitad privada más alejada. La pequeña variación ha sido proponer los recintos principales (sala de estar, comedor y cocina) en la curva que es el momento más interesante, y construir dos terrazas. Una interior y cubierta en el extremo, que funciona como fogón y quincho, y otra descubierta y exterior, tangente al estar, que funciona como lugar de sol y tina caliente. Los programas privados se han organizado en la lógica de un hotel, donde se suceden una serie de habitaciones con baño, pudiendo usarse una o cinco en simultáneo, pero con ventilaciones cruzadas y sol directo desde el corredor público que enfrenta el norte, pudiendo mantenerse frescas o temperadas. 

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Espacios para la vida: Entre Alchichica y Litibú https://arquine.com/espacios-para-la-vida-entre-alchichica-y-litibu/ Wed, 18 Dec 2024 04:30:43 +0000 https://arquine.com/?p=96003 El año se cierra, al menos en el calendario al que estamos acostumbrados en Occidente. Se acerca el solsticio de invierno para el hemisferio norte. Cada latitud, cada microclima expresa el momento de manera diferente. En la otra mitad de esta casa multicolor, donde el agua marca la pauta, se proclama el final de primavera […]

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El año se cierra, al menos en el calendario al que estamos acostumbrados en Occidente. Se acerca el solsticio de invierno para el hemisferio norte. Cada latitud, cada microclima expresa el momento de manera diferente. En la otra mitad de esta casa multicolor, donde el agua marca la pauta, se proclama el final de primavera y el comienzo del verano. Nada es absoluto.

En las noticias, solo saben hablar del terror, que es lo que vende. El aparentemente incurable crimen de la guerra, alimentado por la polarización política extrema; izquierdas y derechas atizan el fuego, sin puntos intermedios. Territorios y franjas en disputa, piedras, balas y misiles intercambian miles de millones de recursos económicos solamente destinados al aniquilamiento. Veo renacer la amenaza con la que unos poquísimos seres toman como rehenes al resto de los habitantes del planeta, sin importar su especie. El cataclismo nuclear renace cuando los ingenuos como yo creen que estaba claro para toda la humanidad su nivel absurdo de peligro.

Ante esta avalancha que pretende ejercer el poder del miedo, la última reflexión del año, en estos “Espacios” que comparto con mis queridas y queridos lectores, tiene, por el contrario, la intención de compartir el escenario maravilloso de la vida: “¡Vida por bandera!”, diría don Juan Manuel Serrat. Así que entrego imágenes y texto sobre dos sitios opuestos, tanto en su dimensión como en su localización geográfica y sus condiciones puntuales y, aunque muy cercanos en latitud, no tanto en longitud relativa, tomo en cuenta el territorio de mi bello país. Así que comienzo la narrativa.

Primero, la vastedad del Océano Pacífico mexicano.

El punto se encuentra a los 20º48” de latitud norte, y 105º28” de longitud oeste. Una larga franja de arena corre a lo largo de unos tres kilómetros en dirección sur-norte, acotada en ambos extremos por promontorios rocosos. El espacio es accesible por ley, a todo el mundo, pues las playas en nuestro país no pueden ser privatizadas, al menos en la teoría; aunque triquiñuelas siempre habrá para hacer sentir un bien público, como un entorno privado y exclusivo. Un poco sucede esto en Litibú, como se ha nombrado a la playa previamente descrita. Los habitantes de Higuera Blanca, o de cualquier otro sitio, pueden llegar directamente a la playa y transitar por ella, pero los dos grandes desarrollos hoteleros al sur de esta, así como las casonas privadas ubicadas en el frente de mar al norte, dejan la sensación visual y física de que el espacio no es para todos.

Afortunadamente, a la gente local esta sensación no la inhibe de disfrutar su costa y deambula libremente por ella, interactuando de manera alegre con el oleaje y la siempre espectacular sensación de la vista, cuyo infinito es el punto donde se toca el cielo con el mar. A pesar de encontrarse a unos pocos kilómetros de Puerto Vallarta y la famosa Bahía de Banderas, que cobijan a más de 5 millones de turistas al año, este punto parece mantener una frontera mística donde la industria del turismo masivo no acaba de contaminar del todo la biodiversidad.

La exuberante y variada flora nayarita se mantiene presente en la perspectiva tierra adentro, ahí donde los hoteles no estorban. En sus bosques selváticos crece enorme el huanacaxtle, mientras que, pegadas a la playa, son las palmas cocoteras las que predominan entre cientos o miles de especies vegetales. Durante el día, el cielo es surcado de tanto en tanto por los majestuosos cormoranes. Por la tarde, cuando la luz del sol se proyecta rasante sobre la curvatura del planeta, pequeños cangrejos de tamaños varios se aventuran a salir a la superficie arenosa.

Sin embargo, para mí no está ahí la sorpresa más grande, pues ya me habían tocado en otros escenarios. El esplendor de la vida en la visita a Litibú lo refleja. Sí, esa es la palabra, un animalito diminuto, que no aparece en las fotografías. Su presencia se va anunciando poco a poco, mientras mi afición a la fotografía me mantiene absorto cada tarde, intentando obtener una secuencia de imágenes en la que pueda retratar los efectos que la rotación terrestre genera entre la luz del sol y la atmósfera que nos cuida y permite desarrollarnos en vida. Según el día, el efecto cambia, con nubes o sin ellas. Tonalidades azules, grises y plateadas se interceptan con amarillos, naranjas y rojo, mientras el negro acentúa a contraluz.

En ese universo cromático, percibo de repente un brillo peculiar. Al inicio pienso que es solo la refracción de luz provocada por el reflejo del sol en el agua, pero hay algo más. Algunos de los haces de luz pertenecen evidentemente a la superficie y responden al fuego del sol rasante. Su tono varía de acuerdo a la posición del astro rey, pero otros elementos lumínicos parecen surgir desde el interior del agua, y su tonalidad no necesariamente corresponde con los colores del cielo.

Al parecer, es el fitoplancton, abundante en esta región de las costas mexicanas, y parte esencial de que esta zona sea uno de los santuarios migratorios para diversas especies de ballenas. Tristemente, la estación del año en la que estuve por aquellos parajes con mi familia era impropia para el avistamiento de los grandes cetáceos, por lo que, de ello, no puedo ofrecer fotos, pero quedan las impresiones de la luz, proveniente de la vida, que comparto en esta sección.

Segundo, la puntualidad contenida en el vaso de un cráter, en el estado de Puebla, parte del altiplano central mexicano. El cráter se encuentra a 19º24” de latitud norte, y a 97º24” de longitud oeste. Forma parte de un sistema de 4 axalapascos regionales, término que explicaba yo hace tiempo, en otra publicación, y se refiere a escenarios volcánicos ya extintos en su actividad. Se han llenado de agua formando una laguna al interior, relativamente cercanos unos de otros. El valle tiene una altura aproximada de 2,400 metros sobre nivel del mar.

Alchichica es el nombre de este cráter laguna y es el mayor en tamaño del sistema. Su forma elíptica se dimensiona con un eje mayor cercano a los 2,300 m de longitud por un eje menor de 1,900 m. La laguna se expande de manera respectiva en el eje mayor hasta los 1,800 metros por 1,500 en el sentido opuesto.

Una pequeña población, de nombre Zalayeta, marca su trama reticular al oriente del cráter y sus habitantes suelen bajar, en especial por las tardes, en busca de un escenario propicio para el disfrute relajado y contemplativo, desde un encuentro familiar a manera de picnic, hasta momentos de soledad para el romance. Tristemente, a pesar del aprecio que la comunidad tiene del sitio, estas actividades derivan hoy día en procesos contaminantes que se deben atender.

Ustedes, queridas y queridos lectores, pueden pasar por ahí cientos de veces sin darse cuenta de la existencia de este espacio, ya que no es visible con claridad desde el exterior. Desde las carreteras cercanas, el cráter se percibe como un pequeño cerro en la llanura, y oculta del todo la superficie líquida de la laguna. A menos que vayan ustedes con el objetivo específico de conocer el sitio, su vista viajará más hacia las monumentales montañas de la sierra madre oriental hasta los yermos campos de El Salado o analizará, con emociones diversas, los muros temporales que levantan a la orilla de la carretera, incipientes ladrilleras de block de concreto, o las curiosas bodegas industriales que venden cubiertas para pickups tipo camper.

Pero si van con la decisión de encontrar la ranura por la que un camino se abre paso para penetrar el cráter, entonces descubrirán algo excepcional. La perspectiva se abre a toda la dimensión de lo que fuera una explosión volcánica, en donde un bello entorno de vegetación desértica envuelve la tersa superficie de un agua calma, cuya coloración, ahora sí, depende al cien por ciento de la tonalidad del cielo que refleja. Al borde de la laguna, se observan lo que, a simple vista, parecen formaciones rocosas, de un blanco impresionante. A pesar de la interesante flora y fauna que genera el microclima del cráter, son estas formaciones blancas las que ocupan la reflexión de este espacio de vida.

Las formaciones provienen de una importantísimo y poco conocido ser: el estromatolito. Los estromatolitos son la forma de vida más antigua de la que hay registro en nuestro planeta, y lo han habitado desde hace aproximadamente 3,500 millones de años. Son comunidades microbianas que van estableciéndose unas sobre otras, dejando al paso del tiempo, y placa tras placa, estas estructuras rocosas que, en este caso, vemos sobresalir desde la superficie, en las orillas de Alchichica. Al interior, por debajo del agua en lo profundo, aún viven miles de estos organismos, haciendo que la laguna sea un santuario excepcional para este peculiar ser.

A su vez, los restos fosilizados se han convertido en hogar de otros miles de especies de pequeña envergadura, entre las que destacan arácnidos como la viuda negra o “capulina”, en el léxico popular mexicano. La vida se aferra, combinándose con el agua en su abundancia o escasez. La luz, el fuego, la tierra y el aire, los cuatro elementos esenciales que detectaron y reconocieron hace miles de años nuestros antepasados. La vida maravillosa, resiliente, diversa e incansable.

Espero mis queridas y queridos lectores, que este ejercicio de texto e imágenes, les permita ver, a pesar del interminable bombardeo mediático, un futuro siempre lleno de esperanza.

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Morada de Piedra https://arquine.com/obra/morada-de-piedra/ Thu, 12 Dec 2024 21:31:22 +0000 https://arquine.com/?post_type=obra&p=95894 Morada de Piedra, es una casa de descanso que se sitúa a los pies de una peña imponente, en Malinalco-México, en una región conocida por su exuberante vegetación y paisajes singulares. Un diseño de COLAR Colectivo de Arquitectura.

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Morada de Piedra, Malinalco, Estado de México, México. Se sitúa a los pies de una peña imponente, en el Barrio de San Juan, Malinalco, una región conocida por su exuberante vegetación y paisajes singulares. La ubicación de la casa aprovecha las vistas únicas, integrándose de manera armónica tanto al entorno natural como a la casa de campo existente, exaltando la conexión entre el espacio habitado y el paisaje circundante.

El proyecto sigue el concepto de “Soft Loft”, un espacio continuo que promueve una experiencia habitacional abierta, fluida y flexible. La distribución abierta del espacio resalta la libertad de movimiento, maximizando la sensación de amplitud a través de techos altos y grandes ventanales que enmarcan el paisaje y permiten una profunda conexión visual y física entre el interior y el exterior.

A pesar de su carácter continuo, la chimenea juega un rol central en el proyecto, no solo en su función práctica, sino también como elemento clave en la configuración espacial, marcando zonas sin romper la continuidad de la espacialidad.La integración con la naturaleza es clave: la peña se convierte en protagonista del espacio, formando parte activa del proyecto al utilizar grandes ventanales que exaltan su presencia, promueven la relación y aportan luz natural abundante.

El uso de técnicas y materiales locales reduce la huella ecológica del proyecto, alineándose con principios de sostenibilidad.

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Una fusión paisajística https://arquine.com/obra/una-fusion-paisajistica/ Mon, 02 Dec 2024 19:41:45 +0000 https://arquine.com/?post_type=obra&p=95470 La Casa GM se integra perfectamente en su terreno inclinado, desplegándose de manera horizontal por debajo del nivel de la calle. Con materiales naturales, un vacío central y jardines florecientes en la azotea, esta residencia equilibra su diseño contemporáneo con la belleza del entorno. Un diseño de Padovani Arquitectos en Bragança Paulista, Brasil.

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La Casa GM se integra perfectamente en su terreno inclinado, desplegándose de manera horizontal por debajo del nivel de la calle. Con materiales naturales, un vacío central y jardines florecientes en la azotea, esta residencia equilibra su diseño contemporáneo con la belleza del entorno.

Concebida para una familia joven en un terreno de topografía distintiva, la casa aprovecha al máximo la pendiente que ofrece vistas impresionantes. Su diseño se adapta al contorno del paisaje, descansando de manera horizontal para fundirse con el entorno. Ubicada ligeramente por debajo del nivel de la calle, la casa tiene un único punto de acceso. Un vacío entre los bloques social e íntimo marcan la entrada principal. Este espacio central, cubierto por una estructura metálica flotante, conecta y unifica toda la residencia.

La composición de los volúmenes sociales e íntimos bajo el extenso techo metálico enfatizan la horizontalidad del proyecto. Materiales naturales como ladrillos, piedra y madera en tonos cálidos complementan los paneles de aluminio, equilibrando estética y calidez. Los elementos huecos y recortes en los techos permiten la creación de jardines y terrazas, reforzando la integración de la casa con el paisaje. De esta forma, la Casa GM se configura como una fusión armónica entre arquitectura y naturaleza.

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Sim Van der Ryn (1935-2024) https://arquine.com/sim-van-der-ryn-1935-2024/ Thu, 21 Nov 2024 17:26:26 +0000 https://arquine.com/?p=94966 Sim Van der Ryn, arquitecto estadounidense de origen neerlandés, falleció el 19 de octubre a los 89 años debido a complicaciones relacionadas con la enfermedad de Alzheimer. Reconocido como uno de los precursores de la “arquitectura verde”, Van der Ryn fue una figura clave en el movimiento de sostenibilidad medioambiental. A lo largo de su […]

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Sim Van der Ryn, arquitecto estadounidense de origen neerlandés, falleció el 19 de octubre a los 89 años debido a complicaciones relacionadas con la enfermedad de Alzheimer. Reconocido como uno de los precursores de la “arquitectura verde”, Van der Ryn fue una figura clave en el movimiento de sostenibilidad medioambiental. A lo largo de su carrera, fusionó arquitectura con ecología y diseño práctico, así como el uso pionero de materiales sostenibles, energía solar y ventilación natural en edificios gubernamentales, como el edificio Gregory Bateson en Sacramento (California).

Nacido en 1935 en Países Bajos, emigró con su familia a Estados Unidos en 1939. Tras estudiar arquitectura en la Universidad de Michigan, comenzó su carrera docente en la Universidad de California, Berkeley, donde impartió clases de 1961 a 1995. En los años 70, fue clave en el diseño de proyectos alternativos, como el Energy Pavilion, que promovía el ahorro energético, y la Integral Urban House, que incorporaba tecnologías ecológicas como sistemas solares y de reciclaje de agua.

Van der Ryn también contribuyó al movimiento contracultural de Berkeley, y se involucró en proyectos como la toma de un predio que se llamaría People’s Park. Además, fundó el Instituto Farallones, dedicado a las tecnologías renovables, y trabajó en proyectos de arquitectura ecológica en empresas como Real Goods. Ya en vida sus ideas sobre el bienestar humano y la sostenibilidad, habían dejado una huella significativa en el diseño ecológico moderno. Tras su retiro, continuó dirigiendo su estudio, Van der Ryn Architects, hasta su fallecimiento.

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Espacios | Los lagos de Plitvice: Naturaleza con protección sistémica https://arquine.com/espacios-los-lagos-de-plitvice-naturaleza-con-proteccion-sistemica/ Mon, 21 Oct 2024 18:22:45 +0000 https://arquine.com/?p=93521 Espero que para los lectores, que hayan conocido este sitio, esta narrativa les reviva bellos recuerdos, y para quienes no hayan tenido la oportunidad de conocerlo, deseo fervientemente que mis limitantes literarias se complementen con las imágenes compartidas para permitirles crear un imaginario espacial tan sorprendente y bello como lo es la vivencia física de […]

El cargo Espacios | Los lagos de Plitvice: Naturaleza con protección sistémica apareció primero en Arquine.

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Espero que para los lectores, que hayan conocido este sitio, esta narrativa les reviva bellos recuerdos, y para quienes no hayan tenido la oportunidad de conocerlo, deseo fervientemente que mis limitantes literarias se complementen con las imágenes compartidas para permitirles crear un imaginario espacial tan sorprendente y bello como lo es la vivencia física de visitarlo.

Mi experiencia comienza en un viaje familiar único e irrepetible, del cual, además del ejercicio lúdico que permite a nuestro pequeño universo nuclear, puedo decir que fue una convivencia cohesionante y se desprendió un material suficiente para seguir nutriendo este proyecto reflexivo que he denominado Espacios. De las decisiones realizadas por cada uno de los miembros de la familia, la visita a Plitvice se deriva del empeño de mi hijo Pablo por buscar una zona natural excepcional. Así, sin esperarlo en otras épocas, nos encontramos un día en Croacia, en medio de una cadena montañosa denominada los Alpes dináricos, que liga las regiones de Lika y Kordun.

Aunque los estudios antropológicos hechos en la zona señalan que hubo ahí actividad humana desde tiempos remotos, su peculiar orografía, denominada kárstica, la ha mantenido alejada de centros urbanos importantes, y mantuvo la densidad de sus bosques en donde predominan las hayas, casi intactas. La pureza de su sistema fluvial tampoco ha sido alterada y de ahí que sus cualidades como santuario para diversas especies animales y vegetales sean inmejorables.

La región tiene también su historia, en especial como parte del imperio de los Habsburgo, ya que fue una de sus fronteras hasta finales del siglo XIX, por lo que tuvo una importante función militar defensiva. De ahí que, durante dicho siglo, se hicieran investigaciones y publicaciones que abrieron al conocimiento popular sus cualidades. En el artículo “Los lagos de Plitvice: El gran arte de la naturaleza”, realizado como parte de la propuesta para inscribir este espacio en la lista de Patrimonio Mundial de la Humanidad que auspicia la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), el autor Mirna Bojić nos platica cómo ha sido el camino hacia la protección del sitio, que no estuvo ni está exento de los riesgos derivados de la actividad humana, tanto turística como industrial, así como las circunstancias que han permitido su permanencia y protección. Así que, habiendo citado artículo y autor, no distraeré su atención con esa historia, para centrarme mejor en la narrativa de la experiencia del sitio.

Imaginen ustedes una caminata por un sedero que nos lleva, del alojamiento en el que nos hospedamos, un bello cottage llamado Plitvica Falls, hasta la entrada a un parque natural. Al inicio, la senda atraviesa por entre propiedades con características que mezclan la actividad rural, con la de alojamiento turístico, para, en unos pocos minutos, pasar al camino cuya acotación comienza a ser ya un denso bosque, donde la luz del sol compite con el follaje que se filtra hasta el suelo en multitud de tonos esmeralda: es el verano y todo tiene matices verdes. La nueva ruta nos lleva ahora hasta la caseta de acceso a la zona visitable del parque, en la cual un amable guardabosques nos permite pasar tras mostrar nuestros boletos.

Avanzamos ahora. Las ramas de los árboles pasan por encima de nosotros, formando una galería verde, pero pronto comenzaremos a ver a nuestra mano izquierda otra tonalidad: un intenso azul al fondo de la pendiente, que nos anuncia la presencia de agua. Aún no podemos imaginar que ese color no proviene exclusivamente del reflejo que el preciado líquido, como espejo, hace del brillante cielo despejado que nos tocó esos días. Apenas vemos fragmentos entre la celosía de troncos que forman los árboles.

Llegamos entonces a uno de los distintos puntos de descanso y servicios que tiene el parque para el turismo. Desde ahí, se puede tomar el bote hacia el recorrido de los lagos superiores, o se puede caminar por la ruta que va bordeando los lagos inferiores. Dada la extensa fila para subir al bote, mi familia y yo elegimos esa tarde caminar hacia los lagos inferiores, que cuentan entre otros atractivos, con la cascada más alta del sistema, dejando la visita a los lagos superiores para la mañana siguiente.

Esta decisión nos adentra de inmediato a la comprensión del todo el sistema natural. Los lagos se forman por una secuencia de pozas con diverso tamaño y profundidad, generadas por el arrastre de minerales que se van construyendo a lo largo del tiempo, barreras travertinas a manera de presas donde se contiene el agua. Nuestro recorrido nos va llevando por la frontera entre el lago y el bosque por un sendero que combina a tramos una calzada compuesta por la tierra y grava natural del sitio, y puentes de madera fabricados con las ramas que van desechando los miles de árboles que ahí habitan. Esto da un sentido paisajístico de extraordinaria amabilidad a la inserción de actividad humana turística, y se suma a la belleza natural del sistema fluvial-lacustre. El recorrido está hecho de tal forma que la accesibilidad es prácticamente universal, pero no sólo eso: si usted pone atención, el trayecto es una lección explicativa del patrimonio natural, con muy pocos, pero precisos letreros explicativos.

Las represas travertinas mencionadas, al irse llenando, generan cientos de cascadas que las desbordan, pues el flujo de agua no para; algunas son pequeñas, otras, medianas y otras más grandes, por donde el líquido escurre interminablemente hacia el siguiente lago, que vuelve a repetir la misma historia. Así, la secuencia de vasos comunicantes construye un paisaje inimaginable. En los bordes de las represas, el agua es cristalina y nos permite ver a las pequeñas truchas ejercitarse en el nado contra corriente. Estos puntos de transición, funcionan como pequeños ecosistemas animales y vegetales, donde crecen pastos, totoras y otras plantas propias de un humedal, lo que favorece la cría de insectos y peces. En las zonas más profundas de los lagos, la transparencia del agua cede ante la coloración azul intensa, provocada por una combinación de minerales (entre ellos el cobalto) y colonias de bacterias endémicas al sistema. La variedad brinda a la experiencia una serie de sensaciones que van del asombro a la contemplación en idas y vueltas continuas. En otros puntos, unos farallones verticales de piedra caliza se levantan como murallas inexpugnables, esculpidos por el tiempo y el paso del agua encañonando el río.

Así nos acercamos al final de la primera parte en nuestra visita. El punto culminante es la Gran Cascada (Veliz Slap en croata). El sistema continúa, pero aquí acaba la ruta para el visitante, la culminación no puede ser mejor: es un cierre imponente y emocionante. En la época del año que nos tocó visitar, más que un sólo gran cuerpo de agua, esta caída se compone de un sinfín de flujos que dan el salto, cada uno diferente, cada uno especial.

El regreso hacia nuestro hospedaje nos permite cortar camino por una senda zigzagueante que trepa por la montaña, regalándonos unas vistas panorámicas donde es posible apreciar la secuencialidad de los lagos. Nos retiramos entusiasmados y expectantes, pensando que, al día siguiente, tendríamos otra probada de esta maravillosa experiencia. Nos recibe nuestro cottage, donde los anfitriones nos han preparado una exquisita cena con trucha local y vino croata, para poner un broche de oro al día.

A la mañana siguiente, el desayuno no desmerece la experiencia gustativa de la cena y, cargados de energía, nos ponemos en marcha para la segunda parte del recorrido del parque.

Llegamos por el mismo camino del día anterior, al punto donde se toma el bote. A pesar de la temprana hora, ya hay una fila larga para acceder al transporte mencionado, pero ahora no queda más remedio que esperar. El trayecto del bote, silencioso pues es eléctrico y con un sistema especial para no contaminar el agua, nos cruza a lo largo de buena parte de Kozjak, el lago de mayor dimensión en el parque. Nos recibe un pequeño muelle, cuyo sistema constructivo es el mismo que el de los puentes relatados el día anterior: ramas bien tejidas en una estructura cuya madera sale del producto natural del bosque. Ahora la caminata es ascendente, vamos contra el flujo del agua, por lo que la experiencia es inversa. Así, nos iremos encontrando de frente a las cascadas formadas por las represas travertinas, y descubriendo los pequeños humedales conforme pasamos de un lago a otro.

Es muy importante comentar que, a pesar de que ahora vamos subiendo constantemente, la geometría de los caminos está estupendamente bien trazada, con una pendiente suave que ondula entre las orillas de los lagos, de tal forma que el trayecto no es agotador. Existen puntos donde uno puede trepar al bosque, más escarpados, y otros donde incluso es posible tomar un autobús para aquellas personas cuya situación de salud o capacidades físicas no les permite realizar el trayecto completo a pie. No siendo nuestro caso, tomamos la ruta larga, encontrando, descubriendo, admirando. El relato en texto no se alarga mucho más, pero les comparto imágenes donde las cascadas, los lagos, el bosque, los guiarán relativamente por las sensaciones vividas.

Como reflexión final, les comparto que el parque Plitvice, es uno de los primeros parques naturales cuya protección es sistémica, es decir, que se considera al flujo de los ríos que lo componen desde su origen, aunque sólo una parte sea parque. Estos ríos no sólo nutren el bosque que rodea los lagos, sino un sinfín de comunidades rurales que dependen de él para la producción. En el proyecto se considera la proyección económica de estas familias, tanto las que seguirán en el proceso de producción agrícola, como aquellas ubicadas más cerca de los espacios visitables y forman parte del cuerpo de guardabosques, concesionarios de alimentos y hospedaje, etc. El análisis de capacidad de carga para visitantes en el parque es altamente riguroso, por lo que, en temporada alta, es recomendable comprar boletos digitales con algunos meses de anticipación, pues se agotan las entradas. No hay sistema perfecto, pero es un buen planteamiento para abordar economías regenerativas, que no se basen en el crecimiento financiero permanente, cosa que, como ya sabemos, no existe.

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Saskia Juárez y Rolando Flores. A propósito del paisaje https://arquine.com/saskia-juarez-y-rolando-flores-a-proposito-del-paisaje/ Fri, 06 Sep 2024 16:47:11 +0000 https://arquine.com/?p=92784 Paisaje es identidad y, en el caso de la ciudad de Monterrey, las siluetas de las montañas componen uno de sus elementos más reconocibles. La urbe que Alfonso Reyes nombró “Monterrey de las montañas” y “fábrica de la frontera” es una ciudad relativamente joven: aunque se fundó a finales del siglo XVI, su auge y […]

El cargo Saskia Juárez y Rolando Flores. A propósito del paisaje apareció primero en Arquine.

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Paisaje es identidad y, en el caso de la ciudad de Monterrey, las siluetas de las montañas componen uno de sus elementos más reconocibles. La urbe que Alfonso Reyes nombró “Monterrey de las montañas” y “fábrica de la frontera” es una ciudad relativamente joven: aunque se fundó a finales del siglo XVI, su auge y crecimiento ocurren en el siglo XX. En esa etapa, Monterrey pasó de ser una modesta ciudad de menos de 100 mil habitantes a una de las urbes más prósperas y dinámicas de México. A través de procesos industriales y de gran inversión de capital, se convirtió en sede de una potente industria acerera, cementera y envasadora, y pronto aglutinó universidades y empresas de alcance internacional.

Saskia Juárez, Sol y sombra, 2023, Óleo sobre tela, 120 × 100 cm

A pesar de su carácter industrial, Monterrey guarda un vínculo profundo con la naturaleza que le rodea. Está a unos pasos de la Huasteca, y se encuentra rodeada en varios flancos por escarpadas montañas que el poeta Manuel José Othón describió como “formas terroríficas y extrañas”. Aunque los habitantes de la urbe viven mayormente en el valle, la identidad de la ciudad proviene, en gran medida, de esos montes que le dieron nombre.

Saskia Juárez, Huasteca panorámica, Óleo sobre tela, 110 cm × 120 cm

No es de extrañarse, entonces, que el paisajismo en Monterrey naciera obsesionado por la montaña. Es el caso de la obra de Saskia Juárez (1943), pintora formada en la Academia de San Carlos, que comenzó su carrera en la década de 1960 retratando las diversas figuras del paisaje regiomontano, en particular cerros y montañas. Su trabajo, que demuestra una obsesión por la luz, la textura y las formas, evoca cierta escuela del paisajismo clásico mexicano: uno que congela el territorio en el lienzo y ancla la mirada del espectador en un tiempo geológico más duradero que el humano. Al mismo tiempo, los paisajes de juventud de Saskia Juárez son, ahora lo sabemos, testimonios de montañas a punto de atravesar una veloz transformación.

Rolando Flores, Apuntes para una canción a las montañas de Monterrey, 2024, Collages, 30.5 cm x 22.9 cm c/u

Por su parte, el artista regiomontano Rolando Flores (1975), observa con atención el paisaje a través de su práctica escultórica, centrándose así en los vínculos del territorio con la economía, las prácticas sociales y, por ende, con el extractivismo. Con una mirada menos romántica, Flores nos traslada a una civilización que, en aras de construir, destruye: de ahí la obsesión del artista por los residuos de cemento, los desechos de la industria y el cerro convertido en unidad económica.

Esta exposición da cuenta del proceso que convierte la tierra en paisaje, el paisaje en pintura y la pintura en representaciones de identidad cultural. Surge de un diálogo intergeneracional entre dos artistas que en un principio parecen explorar el mundo desde enfoques diversos. El núcleo físico, simbólico y metafórico desde el que Juárez y Flores dialogan son los cerros, esos componentes del paisaje que sobresalen reclamando ser vistos y adorados.

Exposición Saskia Juárez y Rolando Flores. A propósito del paisaje, Vista parcial, Centro Cultural Los Pinos Casa Miguel Alemán, Agosto-Noviembre de 2024

Si entendemos el paisaje como una materialización de la relación indisoluble de naturaleza y sociedad, el diálogo que sostienen Juárez y Flores pone en duda la atemporalidad de las montañas. En una de sus estrofas, la canción en proceso de composición “Cerro herido” se lamenta de montañas “que se derriten como icebergs”. La canción, que toma el título de una de las primeras pinturas de Juárez dedicadas a la afectación del entorno, ejemplifica la interlocución entre ambos artistas. Flores retoma el leitmotiv de la pintora, señalando que lo devastador no es el calentamiento global, sino la acción directa del hombre.

Saskia Juárez y Rolando Flores, Escenografía para una ciudad/Paisaje fragmentado, 2023
Carboncillo y pastel sobre tela y cartón/Bloques de hormigón, Medidas variables

En “Escenografía para una ciudad”, los majestuosos montes de Juárez se tensionan sobre un gran lienzo con la pieza “Paisaje fragmentado”, a partir de los bloques de cemento recolectados por Flores. La obra marca el inicio de la colaboración entre los artistas y recuerda la etapa de Juárez como escenógrafa al tiempo que revela cómo, a modo de ensayos o pruebas, la meditación de los artistas apunta hacia un espacio que se vacía, que avanza hacia los cerros desgajados. Si el ejercicio de la paisajista sugiere la contemplación del entorno, los tanteos e intervenciones de Flores tensan cualquier práctica de contemplación romántica.

En México, como en otras partes del mundo, el arte paisajístico acompaña un proceso de formación nacional. La palabra paisaje proviene del latín pagus, que alude a un cantón rural o terruño. Los paisajes construyen imaginarios en torno a los estados nacionales, que convierten espacios vastos en microcosmos de sentido. El siglo XIX mexicano vio el auge de una escuela en la que pintores como Eugenio Landesio, José María Velasco, Félix Parra, entre otros, retrataron un país que construía tanto sus imaginarios naturales como su infraestructura. 

Rolando Flores, Still video Cerro herido, 2024

Así, el paisaje moderno se transforma en algo más parecido al Landschaft, concepto alemán que se ha entendido a partir de la suma los conceptos Land (tierra) y schaffen (crear): un territorio cuya morfología la determinan tanto fuerzas naturales como humanas. Saskia Juárez y Rolando Flores. A propósito del paisaje nos muestra un territorio representado por dos artistas en dos generaciones distintas. Una diferencia temporal que en tiempos geológicos es insignificante, pero que dada la velocidad a la que cambia el paisaje en tiempos de extracción capitalista nos permite observar la voracidad de una sociedad que entiende las montañas como un repositorio de sentido y cultura, pero también de cemento, cal y otros materiales explotables. De un sistema económico que, al tiempo que avanza, destruye todo rasgo de identidad posible.

La exhibición A propósito del paisaje, con Saskia Juárez y Rolando Flores, se exhibe en el Complejo Cultural Los Pinos de la Ciudad de México hasta noviembre de 2024. La exposición es parte de las celebraciones de los 200 años del Estado de Nuevo León, en el Festival Nuevo León en Los Pinos, organizado por la Secretaría de Cultura de Nuevo León; también ha sido realizada en colaboración con CONARTE.

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CASA KW https://arquine.com/obra/casa-kw/ Tue, 27 Aug 2024 18:54:47 +0000 https://arquine.com/?post_type=obra&p=92626 La casa KW está ubicada en el cordón montañoso denominado El Cerduo, en Chile, diseñada por Eugenio Simonetti. Un refugio, una cabaña que se comunica con su contexto, su manutención es controlada y está habilitada para familiares e invitados externos.

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La casa KW está ubicada en la mitad de un bosque nativo de preservación frente al cordón montañoso denominado El Cerduo, un antiguo paso entre Chile y Argentina a los pies del volcán Villarrica en los andes meridionales. 

 La casa se diseñó en base las siguientes premisas: 

 1) Interior exteriorizado en el bosque 

2) Casa de invierno o casa de verano en el bosque 

3) Compartimentos para la familia o invitados 

4) Dormitorios para descansar 

5) Manutención 

 

El primer piso se construyó como un acuario de vidrio en base a una gran planta libre con tres escaleras que funcionan como estructura y circulación en el eje central. Donde quiera que uno esté en el primer piso se siente en el medio de un bosque, siempre con una temperatura confortable gracias a una buena aislación térmica. Todos los ejes de las 3 escaleras enfrentan ventanas hacia ambas caras lo cual permite una ventilación cruzada totalmente natural. En ambos lados del comedor se proyectaron ventanas plegables que permiten una apertura de 100% de los rasgos incrementando la ventilación en verano y permitiendo una conexión directa a través de puentes de madera con la terraza que enfrenta las montañas del Cerduo y un sendero que termina en un fogón en medio del bosque nativo. 

En verano la casa funciona desde el comedor hacia los costados de oriente a poniente, aprovechando las ventanas plegables, convirtiendo el comedor en una especie de quincho abierto. En invierno cuando hace frío la casa funciona totalmente hermética sobre sí misma, en base a una circulación perimetral que conectan los dos sectores de esparcimiento en los extremos de la casa para mantener temperaturas confortables. El segundo piso está diseñado como una serie de departamentos cada uno con su baño y con su escalera la cual permite conectar y desconectar las piezas gracias a una serie de vestíbulos que rematan las escaleras permitiendo distintos grados de proximidad con los invitados. 

Si los habitantes de los dormitorios son parte de la familia el segundo piso funciona con todas las puertas abiertas, en el cual se circula como si caminara por una serie de vagones de tren, en el caso contrario, si es que los habitantes de los dormitorios son invitados externos al núcleo familiar se bloquean los vestíbulos obligando a que los invitados circulen sólo por las escaleras, lo cual da mayor privacidad. El segundo piso es lo contrario del primer piso: son sólo habitaciones para dormir y descansar, diseñados con pocas ventanas, pocos muebles y mucho revestimiento de madera de lenga, recintos cálidos y confortables donde ya no se ve el bosque. 

El clima es bastante extremo, con mucha lluvia y frío en invierno ante lo cual se optó por un revestimiento exterior metálico para la cubierta y muros del segundo piso, lo cual reduce los costos de manutención a mediano plazo. El segundo piso es más grande que el primero, y constituye está constituido por un alero que permite que se vea la lluvia sin que se mojen los ventanales. Este mismo alero se convierte en una terraza perimetral, la cual permite cubrir una huerta de herbáceas y coles hacia el norponiente. 

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Cultura serrana, la otra escala del horizonte clásico (II): Ranas https://arquine.com/cultura-serrana-la-otra-escala-del-horizonte-clasico-ii-ranas/ Tue, 23 Jul 2024 15:39:55 +0000 https://arquine.com/?p=91925 Tras la imborrable experiencia de la visita a la Zona Arqueológica de Toluquilla (en la Sierra Gorda de Querétaro), publicada anteriormente, el grupo de estudiantes de Arquitectura de la Universidad Iberoamericana, mi colega, la Maestra Pilar Álvarez López y yo, volvemos al autobús para dirigirnos ahora a Ranas. La sinuosa autopista nos hace percibir el […]

El cargo Cultura serrana, la otra escala del horizonte clásico (II): Ranas apareció primero en Arquine.

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Tras la imborrable experiencia de la visita a la Zona Arqueológica de Toluquilla (en la Sierra Gorda de Querétaro), publicada anteriormente, el grupo de estudiantes de Arquitectura de la Universidad Iberoamericana, mi colega, la Maestra Pilar Álvarez López y yo, volvemos al autobús para dirigirnos ahora a Ranas. La sinuosa autopista nos hace percibir el trayecto más largo de lo que es, pero finalmente comenzamos a atravesar la población de San Joaquín, pequeña ciudad que colinda con la Zona Arqueológica que visitaremos.

En el artículo publicado en el número 77 de Arqueología Mexicana, ya citado en la entrega anterior, la arqueóloga Elizabeth Mejía Pérez Campos y su colega Alberto Herrera Muñoz, nos platican que, justamente la cercanía de San Joaquín ha provocado que el estudio de este sitio no sea tan preciso como su par de Toluquilla, ya que durante la primera mitad del siglo XX Ranas estuvo sujeta por los pobladores de San Joaquín a un ejercicio de extracción de piedra para ser reutilizada como material de construcción, lo cual alteró de forma irreversible las ruinas, y un alto deterioro y derrumbes de ciertas construcciones.

Con todo, el trabajo arqueológico realizado desde la década de los 80 del siglo pasado ha podido revelar que la Zona Arqueológica de Ranas es de dimensiones significativamente mayores que la de Toluquilla, por lo que se deduce que este asentamiento habría sido, en su tiempo, la ciudad hegemónica de la Cultura Serrana, tanto en lo político, como en lo económico.

Al igual que Toluquilla, la escarpada orografía de la sierra obliga a una estrategia que requiere el terraceo de las cúspides de los cerros para generar plataformas donde construir las edificaciones principales. A diferencia de Toluquilla, sin embargo, aquí son dos mesetas las ocupadas, generando trayectos lineales de norte a sur en una de ellas, mientras que en la otra la dirección tiende a una orientación noroeste a sureste. La parte visitable que nos ofrece hoy día a visitantes el INAH, es la segunda, mientras que la primera sólo tiene actividad de investigación arqueológica.

El acceso a los espacios visitables se hace por un terreno ejidal, en el que uno puede prescindir del transporte, en nuestro caso, el autobús. Este terreno conecta con un camino que transita al lado de la montaña, a mano izquierda según avanzamos: por entre la colina aparece un primer basamento piramidal, mientras que, a la derecha, la cañada desciende con profundidad hacia la incertidumbre, ya que el follaje nos impide ver el fondo.

Pronto nos damos cuenta de que ese primer volumen, que está algunos metros por encima del nivel del camino, corresponde al remate de una de las puntas de un juego de pelota, al cual accedemos casi sin darnos cuenta. En este espacio, podemos percibir el deterioro producto de la utilización de piedra que ejercieron los pobladores locales durante la primera mitad del siglo pasado, como ya se ha comentado algunos párrafos antes. El juego tiene, en su dimensión longitudinal, una orientación oriente-poniente. El parapeto norte está completo y contiene el espacio con claridad, pero el parapeto sur que daría la configuración lineal al recinto ceremonial prácticamente ha desaparecido. Solo un leve montículo y algunos árboles nos dan la idea de cómo habría sido el volumen.

Desde el centro del juego de pelota, el remate poniente corresponde al basamento piramidal antes narrado. Es un remate visual, ya que este se encuentra varios metros fuera y es posible que no fuera la vista original, ya que se pueden apreciar otros basamentos más bajos en altura, que configuran una secuela de terrazas ascendientes y que, seguramente vistos completos en su momento, obstruirían parcial o totalmente al actual remate.

Hacia el lado oriente, el juego remata en lo que pareciera ser hoy día un montículo natural, dado que la arquitectura está cubierta en su totalidad por vegetación y no ha sido desmontada. Es muy probable que, según lo que podemos observar, fuera de mayor altura, y que, por el mismo saqueo de piedra sufrido en el sitio, sólo quede un fragmento. Aun así, su presencia nos permite subir a percibir desde otra altura la calidad de este espacio. Desde la cúspide del montículo descrito podemos observar con más claridad la trayectoria este-oeste del espacio, así como la primera terraza con la que la ciudad irá acondicionando la topografía del sitio, notablemente más escarpada al poniente, para acondicionar los elementos urbano-ceremoniales. También podemos observar cómo la arquitectura del juego de pelota utiliza el volumen hacia el interior como paramento de acotación y uso del ritual ceremonial y, hacia el exterior, como muro de contención para adecuarse a la pronunciada pendiente que desciende hacia el norte.

Esto también, estimadas y estimados lectores, nos permite percibir lo angosta que resulta la meseta de la montaña, y la complejidad que tuvieron los serranos para ajustar la ciudad a dichas condiciones.

Ahora viene la toma de decisión: ¿tomar la dirección poniente primero para visualizar esa sección de ciudad que “trepa” por la topografía, hasta la culminación urbana de dicho eje, o tomar la dirección oriente, en donde la pendiente es más regular, hacia donde indica la señalética un segundo conjunto de juego de pelota?

Por logística de movimiento, decidimos ir primero hacia el este, en busca del segundo juego de pelota. La ruta nos presenta,entre árboles, un muro escalonado que se interrumpe a la mitad para dejar paso a unas escalinatas. En segundo plano, otro volumen piramidal remata la perspectiva.

Al ascender por la escalinata, el segundo volumen piramidal se vuelve un parapeto inexpugnable. Hacia el norte, nos marca una perspectiva que se funde con el bosque. Hacia el sur, nos lleva a una plaza que se encuentra metro más abajo. Al descender a ella, volteo para registrar la imagen de las escalinatas que nos comunicaron entre plataformas, misma que nos permite ver el diestro manejo de los serranos para manejar la diferencia de niveles entre un punto y otro.

Ahora el registro fotográfico es desde la esquina sur de esta plaza, cuya vista nos enmarca el volumen piramidal que ha sido hasta ahora el protagonista de esta sección de recorrido. Este pareciera ligarse en dirección oriente a un paramento longitudinal. Aunque, si se fijan bien, existe (entre el juego de luz y sombras que nos brinda la naturaleza del lugar) una pequeña abertura que indica un paso entre las dos estructuras descritas. Esa pequeña grieta asciende otra vez por cerca de un metro y nos da acceso al segundo juego de pelota. Desde el punto donde se nos abre esta perspectiva, podemos ver en diagonal el espacio ceremonial, mientras que, al voltear, observamos la plaza anterior, delimitada por unas intrigantes bases pétreas que cimentarían en su tiempo dos edificaciones, una semicircular (¿influencia huasteca acaso?) y otra rectangular. Estas edificaciones al sur del juego de pelota se suman a otras que encontraremos más adelante al norte y que, en términos del arquitecto Louis Kahn, definirían claramente la relación entre el espacio servido (el juego) y los espacios servidores (los volúmenes externos que le rodean). Los grandes maestros como Kahn no inventan estos conceptos, son capaces de verlos por mediodel ejercicio analítico de todas las arquitecturas pertenecientes a todas las culturas que han dejado registro de nuestra estancia en este planeta.

Accedemos al centro del espacio ceremonial del juego, nos centramos al eje que nos muestra al día de hoy, una asimetría entre el paramento norte, más alto, y el sur más bajo. No sabemos si esto es producto del desarrollo entre el espacio servido y los servidores, donde los que se encuentran al norte están en una cota topográfica más alta que los del sur, o a la degradación del sitio ante la acción pragmática de quienes usaron piedras de las ruinas para construir otras cosas durante el siglo pasado. Yo me inclinaría a una combinación entre ambas circunstancias.

El eje, a su vez, nos muestra un remate que parece ser solamente la cortina de vegetación del bosque que rodea al sitio, pero, al acercarnos a ese punto, descubrimos los cimientos de un temascal, que nos narra la importancia ritual de quien participa en este peculiar juego mesoamericano.

Al norte del Temascal, se configura otra plaza cuya geometría queda determinada por un muro bajo de contención, que marca la diferencia de nivel entre la plaza y una terraza superior, a la que se accede por unas curiosas escaleras semicirculares en la esquina, y donde, en segundo plano, aparece un basamento piramidal que forma de manera parcial el paramento norte del juego de pelota y,  por otra, da inicio al juego de espacios servidores de esta sección de la zona arqueológica.

A partir de aquí, las imágenes les mostrarán una secuela de espacios y plataformas que les conectan, así como de vistas al paisaje desde este lado. Entendiendo que no son plazas, sino configuraciones interiores conectadas por una senda, y que hoy en día la ausencia de volumen (puesto que sólo quedan los cimientos y terrazas) nos permite percibir la espacialidad de forma muy distinta a la original, dejo a la imaginación de ustedes, lectores, cómo sería el tránsito entre espacios.

De regreso al primer juego de pelota, ahora nos preparamos para la parte final de la visita, donde, según narramos al inicio de esta segunda entrega, la zona va a comenzar un ascenso hacia el poniente por una secuela de plataformas terraceadas que tomen los desniveles.

La imagen nos ubica en el punto más occidental del primer juego de pelota que nos enfrenta a un primer basamento cuyas escalinatas desembocan a una plataforma. Al fondo se manifiesta aquel volumen piramidal que vimos al inicio de la visita, ahora como un claro protagonista. Su presencia es contundente, demuestra una clara jerarquía en la composición urbana. Sin embargo, esta no es la culminación del recorrido, es tan solo su primer elemento. Desde su plaza elevada volvemos a ver en el nivel anterior, el juego y la secuela volumétrica que le configura al norte. Al rodear el predominante volumen que protagoniza esta plataforma, se nos presenta una senda ascendente y, al fondo, otros paramentos imponentes que anuncian nuevas edificaciones.

Estas edificaciones arman una interesante combinación de terrazas acotadas por templos, que son, al mismo tiempo, un volumen configurador de plazas y muro de contención para la siguiente terraza en el ascenso hacia la cima del cerro.

En estas plazas encontraremos otra vez esas escalinatas, ya sea en cuartos de círculo, o boleadas en las esquinas como las que narramos en Toluquilla. Las plazas van creciendo en dimensión conforme ascendemos, demostrando que, hacia la cota más alta, se va uno acercando al espacio más importante de esta sección de ciudad. Ningún volumen es demasiado alto, y la escala permanece en esa dimensión acogedora que también apreciábamos en Toluquilla. La monumentalidad está en la suma de elementos, no en cada uno en sí.

Esta sección, menos deteriorada que las anteriormente visitadas de Ranas, nos da más una idea más clara de la complejidad y refinamiento de la ciudad, y validan la interpretación arqueológica de que sería, probablemente, el espacio urbano de mayor importancia político-económica de la región. Cada sección está configurada con cuidado y marca una pausa en el escarpado ascenso, lo que nos permite encontrar y desencontrar la cúspide.

Al llegar a ella, un último volumen piramidal se eleva para convertirse en centro y focalización de la meseta. Frente a él, un extraño basamento girado parece interponerse en la secuencia natural de la escalinata que permite subir a la cima del edificio principal, en donde se encontraría el templo ¿Qué circunstancia ceremonial, qué sobreposición constructiva en el metabolismo de crecimiento de este espacio, a lo largo de los siglos, llevó a la existencia aparentemente contradictoria de estos dos elementos? Es la duda que rodea la belleza narrativa de toda ruina. Rodear el elemento descrito en este párrafo nos da una clara experiencia de culminación. Tras él ya no hay vestigios, ya no hay más sendas, ya no queda más que el bosque y el paisaje en la meseta del cerro, nivelada por los constructores de la cultura serrana. Nos permite descansar y respirar antes de despedirnos de la Zona Arqueológica de Ranas.

Si el ascenso nos permite percibir las plazas y sus volúmenes como un juego de encuentros y desencuentros, el descenso nos permite observar con otra perspectiva y cómo se van sucediendo los espacios en la compleja topografía y los elementos tectónicos que los configuran. Así, hasta llegar otra vez al punto de inicio, al juego de pelota 1, conector hoy de la ruta sugerida por el INAH, pero cuya función original en el rito de la ciudad, no debió ser esa.

Al final, todo vestigio de nuestra forma de habitar el planeta nos permite reflexionar sobre la inutilidad de las certezas absolutas, sobre la transformación continua y la evolución constante de la vida y del universo que la acoge y, desde luego, sobre la belleza de experimentarla en pasado, presente y futuro, de forma simultánea. 

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Cultura serrana, la otra escala del horizonte clásico (I): Toluquilla https://arquine.com/cultura-serrana-la-otra-escala-del-horizonte-clasico-i-toluquilla/ Tue, 16 Jul 2024 17:46:41 +0000 https://arquine.com/?p=91734 El título “Cultura serrana” puede tener un muy amplio rango de focalizaciones, dependiendo de la región del planeta en que se aplique. Pero si acotamos la cultura serrana, dentro del horizonte Clásico Tardío de Mesoamérica, y la ubicamos en la región que los mexicanos denominamos como Sierra Gorda de Querétaro, estamos hablando de uno de […]

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El título “Cultura serrana” puede tener un muy amplio rango de focalizaciones, dependiendo de la región del planeta en que se aplique. Pero si acotamos la cultura serrana, dentro del horizonte Clásico Tardío de Mesoamérica, y la ubicamos en la región que los mexicanos denominamos como Sierra Gorda de Querétaro, estamos hablando de uno de los fenómenos culturales, más interesantes y menos promocionados de nuestro pasado.

Empecemos, para aquellas y aquellos lectores que no están familiarizados con esa geografía, explicando algo sobre este territorio. La Sierra Gorda de Querétaro es una región que se distingue por su intrincada orografía. Es parte de la cordillera que denominamos como Sierra Madre Oriental, sistema que recorre el oriente del país de norte a sur, dividiendo las costas del Golfo de México del Altiplano Central. Aunque la mayor parte de la Sierra Gorda se ubica en el estado de Querétaro, al ser solo una sección de la Sierra Madre Oriental, se liga al norte con la HuastecaPotosina; al este, con el estado de Guanajuato; y, al suroriente, con el estado de Hidalgo, porque los sistemas geográficos son indiferentes a las divisiones políticas que hacemos los humanos.

La configuración orográfica de la Sierra Gorda nos regala, según la vertiente, espacios con climas desérticos, bosques de coníferas, entornos de selva baja caducifolia y selva siempre verde, que se entrelazan los unos con los otros. Este paisaje nos regala picos de hasta 3 milímetros sobre el nivel del mar, con cañadas profundas que tocan los 700 metros, por lo que ustedes podrán imaginar lo que hay ahí: pendientes escarpadas, cientos de sistemas de arroyos y ríos, y parajes naturales surrealistamente bellos.

Una buena parte de la sierra, está considerada en la actualidad como reserva de la biósfera, localidades específicas y sus templos están en la lista de Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO, y forman parte del Programa de Pueblos Mágicos. Pero hoy no hablaremos de esto, más que como un referente introductorio para que ustedes se interesen un poco más sobre la región, si es que no la conocen aún.

La exploración arqueológica de la Sierra Gorda inició a mediados del siglo XIX, a partir de la expansión minera industrial, y a finales del mismo siglo, aparecieron ya los primeros levantamientos de las dos acrópolis que comentaremos en esta reflexión: Ranas y Toluquilla. Se reconoce al ingeniero Primer Pawell como el responsable de los primeros planos de estas zonas arqueológicas (si gustan profundizar en este tema, recomiendo lean el número 77 de la revista Arqueología Mexicana, dedicado al análisis de la Sierra Gorda).

Aunque la Sierra Gorda presenta evidencias actividad de ocupación desde hace 4 mil años, es entre el siglo VI y el X de nuestra era, que las poblaciones sedentarias llegan a su mayor desarrollo socioeconómico y sociocultural, a partir del aprovechamiento de los valles para la agricultura, y de los yacimientos mineros, en especial, el del cinabrio, en las montañas, para el comercio de este mineral. Es en este período cuando surgen las ciudades ya mencionadas, y hoy denominadas como Ranas y Toluquilla, ubicadas hacia el sur de la Sierra Gorda, en zona húmeda, pero muy cerca de donde el sistema montañoso separa la vertiente que derrama al golfo, de la más seca que da al altiplano central.

Lo primero que impone en este viaje, es el trayecto que va introduciéndonos desde los valles queretanos, y comienza a trepar por la imponente sierra. La carretera inicia su serpenteo y el acenso nos regala vistas espectaculares al borde de acantilados cada vez más profundos. Una bifurcación en el camino nos permite elegir entre continuar hacia la ciudad de Jalpan, incrustada en el corazón de la reserva de la biósfera y uno de los sitios declarados como patrimonio de la humanidad, o derivar hacia la población de San Joaquín, al borde de la cual se encuentra Ranas, o unos pocos kilómetros más al sur este de esta localidad, Toluquilla. Es importante que, para comprender más allá de las imágenes lo intrincado de este territorio, nuestros querides lectores visualicen que, en línea recta, no son más de 5 kilómetros lo que separa a una zona arqueológica de la otra, pero esa distancia se triplica en el contorno con que la carretera tiene que ir rodeando las empinadas pendientes de la montaña.

Así, nuestra expedición —integrada por estudiantes de Arquitectura de la Universidad Iberoamericana, mi colega Pilar Álvarez y yo— llega por decisión logística a Toluquilla, ya que es la zona arqueológica más alejada de un centro urbano actual y, por lo mismo, la que ha sufrido una menor cantidad de saqueo gracias a su aislamiento. El nombre deriva del náhuatl tolloa refiere a la acción de jorobarse, con lo que, sumado al sufijo castellano illa, implicaría entender este vocablo como “Cerro Jorobado” o “Jorobadillo”, según nos cuenta la página oficial del sitio.

Ahora bien, la tradición interpretativa de la arquitectura prehispánica, y en especial aquella referente al Horizonte Clásico, se ha focalizado en las grandes urbes cuya dimensión es monumental, y que nos refiere a grandes ejes urbanos que integran el paisaje, el cosmos y la arquitectura ceremonial. Y en Toluquilla, queridas y queridos amigos, encontraremos los templos, el eje urbano, el paisaje y el cosmos, pero no la escala monumental. Es esta la primera gran sorpresa del sitio.

Para llegar al sitio, el autobús que nos trasladaba tuvo que dejarnos al borde de la carretera, donde un camino rural se interna en el bosque para comenzar el ascenso a la zona a pie. El camino ha sido adaptado, con bastante sensibilidad, por trabajadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), quienes acondicionaron la Zona Arqueológica para ser visitada. Mientras el bosque comienza a envolvernos, a través de la ruta se van filtrando algunas vistas hacia el paisaje serrano, mientras a ritmo constante, el zigzagueo ascendente por el cerro nos permite llegar a la pequeña sección donde baños y taquilla, dan acceso al visitante al sitio propiamente dicho.

Pasado el trámite de registrar al grupo, se ingresa a la sección visitable de la ciudad en la cota más baja con relación a su traza y la topografía, ubicada en la parte norte del cerro. La estructura urbana se compone en forma lineal, siguiendo la meseta del cerro, terraceada en tres plataformas consecutivas de acuerdo a las posibilidades que da la topografía, aunque solo dos están habilitadas para el turismo. La composición urbana, como dije, es lineal, pero la calle no es recta: ondula con ligereza sobre su eje y, en dicha ondulación, va configurando los estratos de cada sección.

La brecha que parte de la puerta de acceso a la zona nos permite visualizar unos volúmenes construidos en piedra laja de la región, seguramente obtenidos del mismo terraceo que implicó habilitar el espacio de las tres secciones de la acrópolis. Rodeando estos volúmenes, hay una grieta entre dos de ellos que nos introduce a una pequeña plaza triangular. Son cinco las construcciones que configuran este espacio, que se convierte en un vestíbulo urbano. No son muy altas, ni muy grandes, pero se organizan radialmente con respecto a una sexta generando dos diagonales: la primera conduce al suroeste y nos lleva de nuevo al bosque; la segunda conduce al sureste, y nos prepara una sorpresa. Y es que al trascender esa diagonal se abre una nueva plazoleta que ahora, nos presenta la perspectiva lineal y regular de un juego de pelota.

El juego de pelota es la primera manifestación clara del eje urbano norte-sur. La perspectiva del especio ceremonial es rematada por un basamento piramidal que sostendría un templo en su cúspide. El basamento presenta todas las cualidades tipológicas del lenguaje característico del horizonte clásico: la escalinata centrada y acotada por alfardas a sus costados, las plataformas que arman la pirámide en tres secciones donde, las dos superiores, presentan la composición en talud para la base, y en forma de tablero para la culminación superior. Ahora me permito señalar dos situaciones peculiares de este volumen. La primera, es que no está ordenado de manera simétrica con el eje del juego de pelota, se desfasa ligeramente al poniente o a la derecha en relación a la vista que comparto. Esto permite alcanzar a ver en segundo plano, la senda que continúa tangente hacia el resto de la ciudad, ascendente y zigzagueante. La segunda es que la base del volumen piramidal, se convierte en una gran terraza que lo liga al volumen superior poniente del juego de pelota. Sensible sutileza en la configuración del espacio.

Conforme recorremos el espacio, se va haciendo más evidente aquello que les comenté en el párrafo anterior. También podemos observar la aparición en segundo plano de otro volumen fragmentado, en segundo plano al poniente del juego de pelota, lo cual nos habla de ciertas actividades a desarrollar en esa zona, de seguro de carácter ceremonial y vinculadas con la mística del juego.

Hacia la otra esquina del volumen piramidal, al este, hay tres peraltes que nos marcan la ruta a seguir (acentuado ahora por la señalética del INAH). Parece la opción más amable para continuar sin duda. Tomamos así la dirección que nos marca esa pequeña escalinata, que continúa en una senda cuya pendiente es ascendente hacia el sur. Antes, volteamos para ver la perspectiva del juego de pelota, contraria a la que hasta ahora habíamos percibido, lo que permite apreciar la diferencia jerárquica entre una punta y otra en el alargado espacio. Es evidente el acento focal hacia el sur, con el basamento piramidal como protagonista, mientras que, hacia el norte, el espacio se diluye en los requiebros de los volúmenes que nos dieron acceso a la ciudad en un inicio.

La senda ascendente termina fundiéndose con la plataforma del basamento que hemos dejado atrás, conformado ahora una terraza donde la espalda del basamento, y la de un nuevo volumen que emerge en el recorrido, marcará en una plazoleta el inicio de la zona habitacional. Al continuar el camino, pasamos a un lado de dicho volumen para entrar a otro espacio aplazolado, de mayores dimensiones que el anterior, al que se vierten diversas configuraciones de vivienda, cuyas variables no son tan evidentes en lo general, pero sí en los detalles compositivos particulares. Quizá no sea fácil verlo, si no se tiene un ojo educado para ello. El espacio público se vuelve un ejercicio de alternativas al recorrido lineal: un volumen bajo circular bifurca la plaza hacia dos pequeñas escalinatas, ambas culminan en una nueva plaza. Todo es de pequeñas dimensiones. Otra vez volteamos al lado opuesto, y vemos una puerta con su dintel de piedra, señalada por otra escalinata. 

Las viviendas corresponden a los pobladores de alta jerarquía, construidas con sólidos muros de piedra laja como los templos. Las techumbres, originalmente de guano y entramado de madera, han desaparecido por la acción del tiempo. Las plazas se transforman en callejuelas, tanto aquella que sigue la línea del eje original, como las que, entre volúmenes, conducen a otros espacios secundarios antes de morir en el bosque. Cada casa tiene una plataforma cuya altura varía entre una y otra, armando un pequeño laberinto de escalinatas y poyos. Solo la continuidad del eje nos permite mantener la dirección.

Al final, la narrativa que comparto engaña, como engaña la experiencia del recorrido, pues pareciera que hablo de una trama urbana de dimensiones significativas, cuando en realidad son unas decenas de metros lo que toma atravesar este conglomerado habitacional. Pero, al igual que sucede en los jardines bonsáis japoneses, lo que construye la memoria del espacio tiempo no es la longitud del recorrido, sino la cantidad de experiencias que provee.

Salimos de esta sección a un descampado. Narran los arqueólogos que aquí fue plantada hace poco una magueyera, y para ello fueron desalojados los restos de piedra laja que constituían ruinas de otras construcciones. Sería la parte más alterada por la contemporaneidad de la Zona Arqueológica. Este breve respiro no hace desagradable la percepción del sitio, nos reencuentra con la naturaleza que ha vuelto a apropiarse de lo que alguna vez fue ciudad. Pero si mantenemos la vista de norte a sur, reencontraremos la ruta acotada nuevamente por fragmentos de construcciones olvidadas y, al fondo, entre ruinas y árboles, una masa pétrea que contiene la visual.

Antes de continuar a lo largo del eje, hacia donde dicha masa pétrea nos atrae como un imán, volvemos a hacer el ejercicio de voltear para ver lo ya recorrido y percibir los patrones habitacionales desde una óptica contraria.

Avanzamos hacia el sur, pasamos entre los segmentos de muro que en algún momento configuraron una secuencia de volúmenes y plazas por entre las cuales pasa la senda, hasta el punto donde ésta, desciende a un espacio de mayor amplitud, no muy grande, porque nada es monumental aquí, pero significativamente desahogado comparado con la percepción que nos dejó la zona habitacional. Es el segundo juego de pelota de la ciudad.

En este juego de pelota, encontramos un patrón parecido al primero, pero interpretado de forma distinta. Ahora es el acceso el que no coincide con la simetría del eje, cargándose hacia la parte poniente del espacio, a su derecha en la perspectiva de la imagen compartida. En cambio, el volumen del basamento piramidal que otrora soportara al templo, sí se compone con los parapetos del juego de pelota, en una relación simétrica. Por otra parte, vuelve a generarse la polarización de jerarquías, donde el remate sur del espacio adquiere mucha más relevancia, que la perspectiva norte, hacia la cual observamos la senda por la que llegamos y la fragmentación de volúmenes de menor dimensión que la contienen.

El recorrido por la ciudad continúa al rodear el basamento piramidal del segundo juego de pelota, pero esa sección, que según el esquema de reconstrucción encontrado en la página del INAH que refieren a este sitio, presentaría otra zona habitacional y dos juegos de pelota más. Esta zona es inaccesible a los visitantes, por lo que toca regresar. Durante el retorno sí podemos, sin embargo,  tomar hacia la parte poniente del segundo juego de pelota, para encontrar los cimientos de otras edificaciones que arman un peculiar conjunto que corre en paralelo al juego de pelota. De aquí, lo más destacable es el patrón de algunas escalinatas, boleadas en las esquinas. Este patrón lo reencontraremos en mayor número cuando visitemos la Zona Arqueológica de Ranas, misma que será narrada en una segunda entrega de este relato de viaje por la cultura serrana.

Siguiendo la senda de vuelta, ondulante en el eje principal, hacia el punto donde accedimos a esta visita en un principio, la secuencia de perspectivas (ahora de sur a norte) nos regala nuevas sensaciones espaciales de este diminuto, pero intensamente expresivo centro urbano ceremonial. Ya no narro las sensaciones del regreso, sólo les comparto las imágenes para que ustedes construyan su propia percepción.

 

Pero no me despido, que seguirá en breve la narrativa de Ranas. También tiene lo suyo.

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