Resultados de búsqueda para la etiqueta [Pabellón Eco 2014 ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Fri, 08 Jul 2022 07:21:22 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 La falla del fallo https://arquine.com/la-falla-del-fallo/ Sat, 08 Mar 2014 17:18:52 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/la-falla-del-fallo/ El lunes pasado nos enteramos del fallo del jurado en el concurso para el pabellón del Museo el Eco 2014: desierto. A juicio del jurado, ninguno de los cinco proyectos presentados —pese a reconocer su “alta calidad”— era capaz de “generar nuevas dinámicas de interacción entre el espacio del museo y su público”.

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1.

El lunes pasado nos enteramos del fallo del jurado en el concurso para el pabellón del Museo el Eco 2014: desierto. A juicio de Axel Arañó, Pedro Reyes y Salvador Macías y Magui Peredo, ganadores del concurso el año pasado, ninguno de los cinco proyectos presentados —pese a reconocer su “alta calidad”— era capaz de “generar nuevas dinámicas de interacción entre el espacio del museo y su público” ni “aportaba a una conversación espacial con respecto al edificio y a las posibilidades programáticas del concurso”.

Los invitados al concurso fueron CC Arquitectos, Jimena Hogrebe y Nicolás Vázquez, MXSI architectural studio + PAAC, S-AR y Urbánika. Los proyectos presentados repiten estrategias de otros presentados anteriormente, ganadores o no: la toma de distancia manifiesta con la arquitectura construida de manera convencional —y entonces el pabellón se construye con cuerdas o reflejos, con hojas secas o con plantas—, la tentación participativa o relacional —la obra abierta, que se transforma a lo largo del tiempo o activamente por parte del usuario— y la reapropiación más o menos crítica de la ideología arquitectónica de Mathías Goeritz: la emoción traducida en y producida por el espacio.

Las estrategias se repiten, aisladas o remezcladas en variedades de distinta consistencia, tal vez no por otra razón que la fuerza del propio espacio y, al mismo tiempo, sus limitaciones practicas —desde el tamaño hasta el tipo de intervención que el concurso solicita.

La decisión del jurado desató críticas y desencanto, y no sólo de los participantes. Era de esperarse. Acaso sea parte de la lógica de cualquier concurso. En el mismo caso del pabellón del Eco, el año pasado no faltó quien señaló como una falta el supuesto parecido entre la propuesta de Macías y Peredo y una intervención anterior, en el mismo patio, de Eduard Tauss. El concurso del Eco es —o era: según parece cambiarán la manera de proceder— uno de los pocas oportunidades además relativamente confiables en un país donde la competencia en esos términos no se acostumbra. No se trata de un concurso abierto sino por invitación. Los participantes se eligen entre aquellos que postulan varios arquitectos y artistas cada año. Y aunque está dirigido a arquitectos emergentes, el método de selección de los invitados enfoca la atención, no se si inevitablemente, en algunos que ya han sido publicados, sea en medios impresos o digitales. De alguna manera ese método da cierta seguridad y anticipa buenos resultados. Acaso por eso el fallo, desierto, sorprenda más. Con todo, mientras las bases de un concurso no declaren explícitamente que no puede ser declarado desierto —como parece era el caso— es una de las posibilidades con las que cuenta el jurado. Podremos criticarla, de igual manera que se puede criticar la selección de algún proyecto, pero hay que aceptarla. ¿O no?

2.

Más allá de los participantes, uno de los críticos más directos del resultado —al menos en Twitter— ha sido Mario Ballesteros, quien fuera editor de Domus México —donde publicó el trabajo de la mayor parte de los invitados al concurso. En uno de sus tuits Mario dice esperar con ansias la postura de proyecto público sobre el resultado. Aunque soy parte de proyecto público —al igual que Axel Arañó, uno de los miembros del jurado— lo que escribo es, sobra aclararlo, mi opinión y no la posición de un grupo. Los de proyecto público hemos insistido en la falta de concursos para obra pública en este país y criticado la costumbre de adjudicar de manera directa o de sólo licitar bajo condiciones que no privilegian necesariamente ni el diseño ni su pertinencia. Tal vez a eso se refiera Mario cuando escribe “tanto concurso que piden para declararlos desiertos después #WTF #PabellónEco”. Me parece que la falla del fallo es precisamente, en nuestro contexto, el conjunto de implicaciones que se derivan de éste. Sobre todo la perdida de confianza en los concursos como método para seleccionar arquitectos, no sólo entre políticos, que jamás los han tenido en gran estima, sino entre el gremio mismo —también acostumbrados, no sin razón, a dudar de todo. Así entiendo otro par de tuits de Mario. El primero hablando de “una cultura incipiente del concurso, una escena local cerrada y cortesana y falta de relevo generacional,” para después declarar que lo desierto aquí es la cultura arquitectónica local, ensimismada y asfixiada por el status quo.

Por partes, diré que coincido parcialmente. Sí, la cultura arquitectónica local, si no desierta, es yerma, escasamente cultivada, acostumbrada a sólo verse a sí misma en un espejo que siempre le devuelve una imagen mejorada y que en general preferimos la complacencia a la crítica. Es resultado y defecto de la cultura local, sin lo arquitectónico. Por tanto también la cultura del concurso es incipiente, ya lo he escrito aquí, y parte de la oposición a la apertura a los concursos de proyectos para obra pública no viene sólo de quienes la encargan sino de quienes se favorecen de esos encargos: la escena local cerrada y cortesana que denuncia Mario. No estoy seguro que haga falta un relevo generacional: se está dando. El problema es que esas nuevas generaciones no han podido romper con los viejos esquemas y, peor, a veces se han amoldado muy bien a los mismos.

3.

Nunca he sido optimista e incluso me han reclamado buscar siempre defectos en vez de apreciar las virtudes: soy de los que ahogan al niño antes de tirarlo con el agua y la bañera al pozo que se queda abierto. Pero debo decir que de lo que era la cultura arquitectónica hace un cuarto de siglo, cuando yo estaba en la escuela de arquitectura, a lo que pasa hoy, las cosas han cambiado mucho. Además de los medios consolidados —como éste, donde no sólo colaboramos quienes nos acercamos ya a la tercera edad sino también algunos jóvenes— la crítica, el comentario y el debate sobre arquitectura y ciudad ocupa varios medios, impresos o digitales —Frente, Código, Portavoz, Ciudad Proyector, La Tempestad, además de varias columnas en periódicos y blogs hablan de arquitectura. Y hay más concursos. Pocos y muchos mal planteados —atole con el dedo, dice con razón Eduardo Cadaval.

Que falta mucho, sin duda. Cualquiera que haya ido a una ciudad fuera de las cuatro o cinco —¿o menos?— donde florece, incipiente y escasa, nuestra cultura arquitectónica, sabe que el mal no es menor. Además, el ochenta por ciento de la población del país no sólo vive en condiciones arquitectónicas deplorables sino que no tiene acceso a arquitectura pública de calidad, a buen urbanismo e infraestructura, porque en el sistema en que vivimos eso, la arquitectura pública, es resultado —como apuntó Jesús Silva Herzog Márquez— de la corrupción y del capricho. Para ellos, nuestras discusiones de café de la Condesa o la Roma —o los barrios análogos de Guadalajara, Monterrey, Tijuana o Querétaro— simplemente no tienen sentido.

Lo anterior no hace menor el tema del resultado del concurso del Eco, pero supongo lo coloca en otro contexto. La exigencia de argumentos claros y precisos sobre la decisión del jurado es inobjetable, aunque es un concurso en el que acaso sólo la factibilidad en tiempo y costo de la propuesta puede ser valorado con relativa objetividad. Pero la lucha por abrir el campo de acción en la arquitectura pública a otros diferentes de los sospechosos comunes —jóvenes o no— va más allá de la batalla del Eco. Un concurso anual en el que participan cinco grupos por invitación para hacer un pabellón en un patio, por más emocional y emocionante que resulte, no basta para renovar filas y abonar la ensimismada y seca cultura arquitectónica local. Tampoco, seamos justos, un concurso convocado anualmente por una publicación como esta. Hay más. Cada año cientos o miles de obras de pequeña o mediana escala son realizadas con proyectos que cuando mucho han pasado por una licitación de costos. Serían oportunidad para cientos o miles de jóvenes arquitectos. Cada año cientos de alcaldes o delegados, gobernadores o jefes de gobierno, encargan proyectos de los que no solamente ignoramos cómo fueron seleccionados sus arquitectos sino si acaso fueron planeados y por quién ni cómo serán construidos o cuánto realmente costarán. Ahí está la oportunidad no sólo para cinco buenos arquitectos u oficinas que ya han probado su valía, sino para decenas o cientos más de los que aun no hemos oído hablar.

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Concurso Pabellón Eco 2014 https://arquine.com/obra/concurso-pabellon-eco-2014/ Tue, 04 Mar 2014 01:38:58 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/obra/concurso-pabellon-eco-2014/ ¿Qué puede sugerir-provocar un pabellón sobre arquitectura?, ¿Cómo se resuelve la construcción y gestión del espacio en un pabellón circunscrito por la obra de Mathias Goeritz?, ¿Qué relación establece el proyecto con el interior del museo y/o con la calle?, ¿Qué movimientos, secuencias, tránsitos y demoras suceden en el espacio?

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RENDER 003

CC Arquitectos

¿Qué puede sugerir-provocar un pabellón sobre arquitectura?

Reflexionar sobre lo que como taller de arquitectura priorizamos y atendemos en nuestra práctica y ponerlo a interactuar de manera temporal dentro de un recinto tan singular como el Eco, fue el primer paso al trabajar nuestra propuesta de pabellón. Esta estructura temporal refleja –desde nuestro punto de vista- la manera como nos podemos apropiar de un espacio y con nuestro lenguaje arquitectónico tejer un discurso que muestre de algún modo la manera como hacemos arquitectura. De ahí que nuestra aproximación utilice las plantas como eje, veamos al Eco como parte de una comunidad y un entorno urbano, no como una entidad asilada; propongamos que el pabellón no se convierta en desperdicio sino en un regalo para los visitantes, así como la creación de un espacio público a manera de jardín, porque son ideales en los que creemos y con los que construimos recintos permanentes.

¿Cómo se resuelve la construcción y gestión del espacio en un pabellón circunscrito por la obra de Mathias Goeritz?

Más allá de la particularidad del lenguaje arquitectónico y la premisa original de Mathias Goeritz en el desarrollo de su museo, que admiramos y disfrutamos, nos interesó  en una primera intención recuperar el patio como concepto original – este vacío arquitectónico que sirve a cuestiones climatológicas, sociales o de seguridad- volver el patio del Eco un jardín público, un espacio contenido que congrega por su nueva condición,  que de algún modo mete al parque vecino al recinto, lo extiende y atrapa; de estas primeras reflexiones surgió un segundo interés: el tema urbano inmediato del museo; quiénes son los principales beneficiarios de un jardín público y de qué modo este jardín es un pretexto perfecto para conocer un espacio que probablemente no habían visitado antes. Sustentándonos en la teoría de los DOT (Desarrollos Orientados al Tránsito) hicimos una circunferencia de 900 metros de diámetro tomando como centro el patio– este es un estándar  utilizado para medir quince minutos de caminata en los DOT-  en este recorrido, una persona tendría que encontrar los servicios y equipamiento necesario para tener una vida que no dependa del auto; para nosotros, esos 900 metros son los que definen la comunidad a la que pertenece el Eco.

¿Cómo se visualiza la intención espacial de la propuesta?

Nuestra propuesta es tan orgánica como las plantas que la componen, se aleja de la construcción arquitectónica, pero su fuerza y tensión se consigue a través de la definición de un espacio central en el patio del museo. Así, varias etapas se pueden distinguir en la existencia del pabellón, la manera como se crea un sub-patio definido por las plantas dentro del patio del museo,  el crecimiento de las mismas en el paso de los tres meses, los aromas de tierra mojada cuando se riegan y después, una de las más importantes, el desmontaje, que a manera de eco –como fenómeno acústico- que se convierte en acción, se activa la instalación en una suerte de herramienta de promoción para el museo, invitando a llevarse las plantas a vecinos y comunidad, decostruyendo el pabellón en su cierre no en desperdicio, sino en pequeñas fracciones que seguirán viviendo en otros recintos a manera de eco natural, como patio que se ha extendido a distintos puntos de la ciudad.

03. Vista desde la esquina a la torre

Jimena Hogrebe y Nicolás Vázquez

¿Qué puede sugerir-provocar un pabellón sobre arquitectura?

La posibilidad de intervenir el patio de El Eco se nos presenta sublime ante la contingencia del presente y el peso del pasado; por lo que pensamos que es ésta una oportunidad de reflexionar sobre el tiempo en la arquitectura. No sólo por la duración de la construcción, sino por las experiencias espaciales y temporales que puedan sucederse ahí. Éstas son las ideas con las que comenzamos el diálogo con Mathias Goeritz, con algunos de sus planteamientos sobre la arquitectura emocional (como respuesta a la arquitectura utilitaria). En este sentido consideramos que el pabellón es una posibilidad de observar lo existente desde otras perspectivas y, así, cuestionarlo, redefinirlo, replantearlo y revalorarlo. En el ir y venir de lo existente a lo temporal, se puede construir un diálogo dinámico.

¿Cómo se resuelve la construcción y gestión del espacio en un pabellón circunscrito por la obra de Mathias Goeritz?

Para la intervención utilizamos los límites y las tensiones del patio como puntos de referencia. Exploramos, con una mirada alternativa y paralela, la experiencia del espacio abierto propuesto por Goeritz; intentamos derribar jerarquías y disolver el interior con el exterior. El pabellón permite distintos puntos de encuentro y es, a la vez, una especie de deambulatorio. La estructura del patio se pone en crisis, se fragmenta y replantea, se confunde y desorienta; pero sigue siendo un espacio continuo y conectado.

¿Cómo se visualiza la intención espacial de la propuesta?

Nuestra intervención no se visualiza, se habita. La propuesta no sólo está contenida dentro la obra de Goeritz, sino que se entreteje con ella. A través de la extensión de la duela del piso interior, buscamos llevar la galería al exterior y, junto con la plataforma pétrea de 1.40m de altura (que se excava a su vez para recibir la galería), intentamos subrayar la experiencia estética del museo como un todo que se activa y dinamiza al ser recorrido por los habitantes. Buscamos que la sala expandida contenga y se contenga sin aislar. Así, surge una dualidad: un espacio que es una exploración de la posibilidad de ser, en simultáneo, exterior e interior.

¿Cómo definen las partes que conforman el pabellón y cómo interactúa el usuario con cada una de ellas?

El cambio de nivel que proponemos, no es sólo una exploración sobre los límites sugeridos, sino que permite experimentar el espacio abierto desde dos condiciones distintas. Una se conecta con la gran ventana y el interior, teniendo de fondo la torre, los muros, los árboles y la ciudad. La otra se conecta con la calle (al estar elevado permite que el muro blanco se convierta en pretil), mientras que permite ver la duela que entra por la ventana a la sala. Los muros que contienen el patio de El Eco se desdoblan convirtiéndose en plataforma, ésta contiene a la galería expandida, al mismo tiempo que da soporte y escala a sus habitantes que, al caminarla, dejan la memoria de su recorrido (de su experiencia) en la superficie de tezontle. A pesar del cambio de nivel generado por la plataforma y la fisura triangular de la  galería expandida, no queda claro si éste es un patio o son dos. Vemos esta ambigüedad como una interesante oportunidad para activar experiencias, situaciones e interpretaciones múltiples.

¿Qué relación establece el proyecto con el interior del museo y/o con la calle?

El pabellón es la progresión del recorrido propuesto por Goeritz. La articulación de llenos y vacíos, y el juego de diagonales y perspectivas forzadas, es un experimento de paralaje. Con esta combinación buscamos acelerar y desacelerar la experiencia, expandirla y contraerla, al mismo tiempo que transformar la percepción de la escala de lo existente.

¿Qué movimientos, secuencias, tránsitos y demoras suceden en el espacio?

El pabellón cobra sentido a partir del efecto que pueda producir sobre el habitante en movimiento. La configuración fragmentada posibilita la activación de usos de maneras diversas. Una pequeña reunión puede darse en la sala expandida, mientras que una más grande sobre la plataforma; sin dejar de lado los eventos del museo que puedan sucederse en el espacio completo. Las contenciones de la sala expandida están también pensadas para funcionar como banca. Ahí sentados, los visitantes podrían ver una proyección sobre las paredes, o escuchar una presentación con el ventanal como telón, o simplemente pasar el rato. En un día común, cualquiera podría reclinarse sobre el pretil blanco, asomarse a la calle y ver pasar, o recargarse en las contenciones de madera y conversar con amigos. Además de la experiencia individual, la dualidad de la propuesta es un intento por crear un espacio mutuo y de reciprocidad, un intento por identificar al otro a partir de la posición que ocupa dentro de la intervención. Así, todos los habitantes, en su reconocimiento, se convierten en componentes del pabellón. 04

MXSI architectural studio + PAAC

Cuando el muro dejó de ser sólo un muro

La propuesta se enfoca completamente en generar nuevas experiencias. El realizar un pabellón sobre arquitectura nos parece el pretexto perfecto para realizar experimentos vivenciales de un espacio, modificar los límites físicos de un recinto preestablecido para despertar emociones distintas en el visitante. Mathias Goeritz encontró en México una fuente de creatividad artesanal. Lo que en otros países se haría con alta tecnología o (hoy día con control numérico y computadoras) en México se cuenta con el ingenio y la voluntad. Esta es la filosofía con la que la propuesta intenta dar salida a lo que podría parecer demasiado complejo o costoso de hacer. Al tratarse de una intervención en un hito de la modernidad mexicana se procuró integrar la propuesta por medio del estudio de la obra del autor y sus manifiestos sobre la arquitectura emocional.

En nuestra propuesta se refleja incluso el espacio construido para expandir sus límites y generar un eco del mismo Goeritz a manera de homenaje. La intención espacial de la propuesta se visualiza como una realidad exponencial, una híper realidad. Es una transformación de los elementos preexistentes pero reconfigurados para generar una nueva percepción, una experiencia completamente distinta en un espacio ya conocido. Las partes que conforman el pabellón se resumen a un nuevo límite y un nuevo horizonte. El muro posterior se despliega y se encorva para envolver y acoger al visitante y las caras reflectantes de la medianera y del paralelepípedo amarillo amplían la perspectiva y desdibujan los límites conocidos logrando una atmósfera de recogimiento e introspección.

La relación con el exterior  se percibe al cambiar el horizonte a través de la superficie reflejante. Haciendo que el muro medianero desaparezca y sea sustituido por el propio paisaje. Al interior la sorpresa aumenta al descubrir que no solo el muro medianero ha desaparecido, sino el muro- columna amarillo también. Y a más a mas el espacio en vez de estar limitado por 4 caras, es contenido por 3. El muro- banca que envuelve, invita a salir y experimentarlo. El proyecto se insinúa desde fuera, pero el factor sorpresa es crucial justo en el momento de llegar a la ventana.  La propuesta es flexible en su uso, y multidireccional. Experimental desde su contemplación, hasta su polifacética funcionalidad. El espacio es cambiante también dependiendo del punto desde donde se mire, su reflejo, su perspectiva, su pérdida de límites y su  cambio de escala son la invitación a experimentar.

Eco 4

S-AR

Vacío en el Vacío

Pensamos en una intervención no solamente física sobre el patio del museo, sino también como una acción que materializara una conexión emocional entre el edificio, su patio, la torre que lo habita y el pabellón temporal. Un pabellón que no pudiera ser repetido en otro patio ni en otro museo ya que su origen es una reflexión a partir de los elementos mismos de este.

Primero, a partir de la no presencia que constituye el vacío en los objetos o en los edificios reflexionamos sobre el patio que determina y limita gran parte de la intervención: en Arquitectura el vacío es un tema fundamental ya que constituye por un lado lo que es habitable y por otro lo que constructivamente generará mucha de la materia que define el espacio y le permite su habitabilidad (esto a través del uso de cimbras o moldes que serán llenados para materializar formas y estructuras definitorias).

Segundo, a partir de la omnipresencia de la torre amarilla del patio, elemento que le da escala y determina un orden y jerarquía, reflexionamos sobre su propia historia y proceso constructivo: el esfuerzo humano de elaboración, los materiales previos utilizados, el tiempo que fue necesario para generar este elemento icónico. En lo cotidiano, vemos y utilizamos las cosas cuando ya han terminado su proceso de creación o formación, o bien este continúa pero con un tiempo tan diferente al nuestro que apenas si es perceptible en una vida humana. Vemos y utilizamos las cosas pero pocas veces vemos con atención cómo se hacen o cómo se construyen. Por eso el pabellón es interpretado como una reconstrucción del pasado proceso necesario y de una solución primitiva para generar algo que hoy está presente: la torre. Es un acto que conecta diversos tiempos a partir de un objeto que determina nuevo espacio dentro del vacío existente del patio. Su existencia es materia y vacío preparatorio al mismo tiempo; también tiempo recuperado de otras construcciones: piezas de madera de cimbra provenientes de otras construcciones se reúnen, se reensamblan de manera aleatoria (pues se desconoce a ciencia cierta la modulación de la cimbra original) formando una gran cimbra-cubierta que parte o divide o marca el patio en el presente pero que parece estar esperando la nueva formación de una segunda torre que habite el patio en un futuro próximo. A partir de eso nuestro pabellón representa ese acto previo y lo ordena de forma contundente en el patio: si la torre existente es vertical, el elemento que forma el pabellón (y se formaría a partir de esta cimbra) será horizontal.

De esta manera queda implícito otro uso de la materia ya en desuso, revalorizada en la formación de una cubierta útil en el espacio. Por último, una secuencia de columnas (también cimbras en realidad) sostiene la cimbra-cubierta a 4.5 m. de altura, definiendo una nueva escala y proporción dentro del patio y su altura infinita. Estar bajo la cimbra-cubierta es el único lugar donde el espacio ha sido comprimido y tiene definición, quizás una definición más cercana a la escala humana. Esto forma un patio de altura expandida que se comprime y expande de nuevo definiendo actos y eventos, actores y espectadores, lectores y escuchas en el patio. Al mismo tiempo el pabellón enmarca segmentos de las vistas internas y circundantes hasta ahora inexistentes. El ensamblaje rudimentario de la cimbra-cubierta permite que esta sea atravesada por la luz del sol que junto a la columnata de soporte (estructural y espacial) transforman la textura reticular del patio y sus muros aplanados en una atmósfera que ha sido dramatizada por medio de las sombras que se arrojan sobre ellos. De ese contraste necesario entre la permanencia del museo así como del cromatismo existente en sus elementos y la obvia temporalidad del pabellón propuesto emana la decisión de cubrir su materialidad y unificarla, de hacer un pabellón negro, monocromático, completamente vacío de color. Vacío en el vacío.

06 Intervencion usuarios

Urbánika

¿Qué puede sugerir-provocar un pabellón sobre arquitectura?

Proyectos con las características del Pabellón Eco permiten poner a prueba ideas sobre temáticas arquitectónicas. De carácter efímero, tiene una velocidad mayor a lo que toma la maduración (y costo) de proyectos convencionales. En el planteamiento de Mathias Goeritz, se exhibía el proceso y no solamente la obra terminada. Por esto decidimos tomar el camino de un proyecto participativo, de fuerte interacción e intervención por sus usuarios, renunciando a hacer un pabellón contemplativo y ser más un medio de expresión conjunta.

¿Cómo se resuelve la construcción y gestión del espacio en un pabellón circunscrito por la obra de Mathias Goeritz? 

Nuestra intervención es una investigación sobre tres líneas: Afectación del espacio con una intervención efímera que dialogue con y modifique una condición existente. Se altera la condición formal del patio a partir de ejes existentes, incorporando ángulos nuevos y relaciones que generan ambientes y escalas distintas; espacios comunales u otros más íntimos. Semicubiertos o abiertos. Construcción con una tectónica que refleje el tema temporal, explorando la conexión con la memoria y reconocimiento de estructuras efímeras con los cuales nos enfrentamos en nuestras ciudades. Una estructura de canales galvanizados, utilizados principalmente en muros de tablaroca, recibe paneles de triplay de 1,22×2,44 metros, modulados para disminuir desperdicio y posibilitar su uso después del ciclo de vida del pabellón. Esta valla en el patio de El Eco es un juego de memoria de materiales y construcciones que hemos (re)conocido en otras condiciones y que tendrán el mismo fin, la temporalidad. Para unir estas pautas se plantea un pabellón participativo que siempre esté en proceso. Si la publicidad en vallas es un reflejo de la sociedad en la que vivimos, el usuario es ahora quien define la pátina e imagen con la cual se enfrenta en el espacio. El pabellón no será el mismo ningún día, estará constantemente en proceso, colectivo y participativo.

¿Cómo se visualiza la intención espacial de la propuesta?

La intervención edita el espacio existente del patio con muros que generan áreas diversas: espacios íntimos (detrás de la estela amarilla o en la esquina con el ángulo más agudo), comunales (central), protegidos a luz y a sombra que funcionan para la contemplación pero también para los eventos y diversos programas del museo. Una cubierta de 4.88 x 9 metros marca un espacio que genera áreas para diversos programas: escenario, zona de proyecciones, talleres, conferencias o eventos para un grupo pequeño (20 personas). Se estructura con marcos de sección IPR de 8×4 pulgadas; los paneles de triplay se montan en el paño inferior, por lo que las vigas no se aprecian desde el escenario, generándose una envolvente continua en el pabellón.

¿Cómo definen las partes que conforman el pabellón y cómo interactúa el usuario con cada una de ellas? 

Sin limitarse a ser un espacio contemplativo, el pabellón invita al usuario a modificar la configuración del mobiliario, su acomodo y uso. Se le incita también a dar el acabado final, la pátina de los muros; una apropiación positiva en la cual la única limitante es la dimensión de 8,000 piezas de vinil de 33×3 y 10×3 cms en tiras de color blanco, libres, para la expresión del usuario. Se genera mobiliario modulado en el mismo material de los muros del pabellón y permiten la intervención de los usuarios y personal del museo para adecuarse a diversos programas como: talleres, conferencias, pasarela, proyecciones, teatro y performance. El mobiliario comparte las medidas en planta de la estela amarilla (de ahí su color) siendo 3 bloques midiendo 3,64×0.93 en un sentido y 0.53 en el otro. Estos bloques se puede dividir en 5 elementos que otorgan múltiples opciones de ocupación y acomodo en el espacio, sumando que uno de los bloques originales tiene de altura 70 cms, dando variaciones también en sentido vertical. El usuario definirá el pabellón, siendo activo en su configuración y resultado final.

¿Qué relación establece el proyecto con el interior del museo y/o con la calle? ¿Qué movimientos, secuencias, tránsitos y demoras suceden en el espacio?

Reconociendo a Goeritz y la circulación del pasillo de acceso del museo que genera misterio y sorpresa al encontrarnos con el patio, se genera una extensión de este hecho; el pabellón no se muestra, se descubre. Desde la calle y el parque el pabellón aparece sutilmente, en diálogo y secuencia de alturas con el muro que delimita el patio con el exterior. Se muestra desde antes de entrar al museo el tema tectónico, evocando a la memoria de las vallas que aparecen en la ciudad, en un Eco en un proceso constante de construcción de ideas.

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