Resultados de búsqueda para la etiqueta [oficina ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Fri, 08 Jul 2022 07:33:55 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 Oficinas en el CUPA https://arquine.com/obra/oficinas-en-el-cupa/ Sat, 06 Feb 2021 08:00:16 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/obra/oficinas-en-el-cupa/ Remodelación de departamento a estudio de oficina, en el CUPA (Centro Urbano Presidente Alemán), primer edificio de vivienda multifuncional en Latinoamérica, original de Mario Pani.

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El proyecto consistió en recuperar la modulación constructiva del edificio, redescubriendo todas las losas y columnas de concreto donde descubrimos las cicatrices de las duelas de madera de la cimbra marcadas en el concreto.

Para nuestra sorpresa, el módulo era tan claro que decidimos hacer de esta cicatriz un motivo ordenador del resto de los elementos. El piso de duela, blanqueado con ácido y cardeado, sigue el mismo despiece que las losas suspendidas arriba. También se sobrepusieron nuevas instalaciones eléctricas. Todas viajan por fuera. Hay columnas  alineadas también a las juntas de las cimbras de duela. Por último, se articuló el espacio con varios elementos de mobiliario, pisos de pasta en un tono gris frío y portones de madera que, además de flexibilizar los usos del espacio, acentúan la composición de líneas en el espacio.

 

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Debido a que el espacio es reducido el mobiliario se maneja en una escala baja, para no cortar la vista y la luz.

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¿Quién necesitaba jugar al tenis de mesa en la oficina? https://arquine.com/quien-necesitaba-jugar-al-tenis-de-mesa-en-la-oficina/ Fri, 25 Jan 2019 14:55:21 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/quien-necesitaba-jugar-al-tenis-de-mesa-en-la-oficina/ Antes de lanzar cualquier hipótesis sobre cuál es el futuro inmediato de los espacios de trabajo, cabe preguntarse: ¿son las nuevas formas de organización espacial construida por la arquitectura las que propician nuevas formas, usos y funciones en un espacio?, ¿o son más bien las nuevas demandas de las empresas y negocios las que posibilitan llevar las soluciones arquitectónicas más allá de lo conocido?

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Antes de lanzar cualquier hipótesis sobre cuál es el futuro inmediato de los espacios de trabajo, cabe preguntarse: ¿son las nuevas formas de organización espacial construidas por la arquitectura las que propician nuevas formas, usos y funciones en un espacio?, ¿o son más bien las nuevas demandas de las empresas y negocios las que posibilitan llevar las soluciones arquitectónicas más allá de lo conocido?

Tomemos por ejemplo la evolución y los múltiples cambios que ha traído consigo el desarrollo de internet, no sólo en la manera de ocupar un espacio sino también en cómo gestionamos el tiempo de trabajo o las relaciones afectivas con otras personas. La red permite distribuir la información a través de cientos de dispositivos y la vuelve accesible desde cualquier lugar que disponga de una buena conexión. De la misma manera, internet ha establecido nuevos patrones de lectura —desde la pantalla del teléfono hasta el reloj de pulsera— desconocidos todavía hace pocos años. A su vez, ha atomizado los espacios desde donde se trabaja, destruyendo la clásica noción que rígidamente dividía un día en tres periodos de ocho horas: trabajo, descanso y ocio, que ahora se entremezclan e intercalan de forma constante. Mientras trabajamos respondiendo un email, actualizamos nuestro estado en las redes sociales, enviamos un mensaje a un familiar o compartimos el último “meme” de moda.

Si Le Corbusier veía en aquella férrea triada la necesidad de crear una ciudad zonificada, ¿cuál es hoy el esquema espacial que necesita este nuevo entendimiento del tiempo? La superposición a la que hoy nos somete la red hace inevitable re-imaginar y repensar el entorno cotidiano en el que nos movemos. Internet reformuló nuestros hábitos al mismo tiempo que nos obligó a darnos cuenta de un necesario cambio en la arquitectura capaz de replantear los ya arcaicos espacios en los que trabajamos. Hoy, cualquier computadora conectada a la Word Wide Web es suficiente para crear un entorno laboral. Esta posibilidad de conexión no elimina, sin embargo, la idea de la oficina. Más bien la reformula. Conscientes de qué es en un entorno de trabajo compartido, donde las ideas se comparten y estimulan, las empresas surgidas a raíz de las nuevas tecnologías de comunicación, como Apple, Google o Facebook, demandan otros lugares que cuestionen y enuncien los ya conocidos, repitiendo así el paradigma que Robert Propst planteaba a mediados de los sesenta del siglo pasado: “Today’s office is a wasteland. It saps vitality, blocks talent, frustrates accomplishment. It is the daily scene of unfulfilled intentions and failed effort” (La oficina de hoy es un páramo. Agota la vitalidad, bloquea el talento, frustra el logro. Es la escena cotidiana de intenciones no cumplidas y del esfuerzo fracasado).

En 1964, Robert Propst anunció el concepto del Action Office. Desarrollado para la empresa de muebles de oficina Herman Miller y rápidamente copiado por el resto de la industria, se basaba en la fabricación de un sistema material flexible e industrializado, que ordenaba el espacio de trabajo en pequeños cubículos individuales en una planta abierta. De una parte, la lógica de Propst posibilitó el desarrollo de una arquitectura más eficiente, pura estructura que podía completarse en su interior con sólo unas pocas paredes desmontables, algunos muebles y varios enchufes; por otra, dio lugar a un entorno donde los trabajadores podían volcarse sobre sí mismos y trabajar aislados de cualquier distracción que fuera en contra del rendimiento laboral, transformando a un empleado en una pieza que podía sustituirse sin problema en cualquier momento, dentro de un complejo engranaje empresarial. Una forma de pensamiento propia de la lógica posfordista que configuraba un entorno laboral homogéneo, caracterizado por el extremo anonimato de sus espacios y las personas que los ocupaban. Los espacios diseñados por Propst crearon una condición de inquietante igualdad democrática entre todos los trabajadores, tanto en su espacio, como en su vestimenta y formas de comportamiento donde nadie debía, ni podía, sobresalir.

Éste es un aspecto que hoy, sin embargo, se evita a toda costa. La necesidad de constante renovación de productos y servicios que necesitan estas empresas —visible en cómo cada pocos meses podemos disfrutar un nuevo teléfono o una aplicación digital para un usuario deseoso de consumir— ha de venir necesariamente acompañada de un entorno laboral cargado de estímulos que posibilite el desarrollo creativo de sus empleados, donde puedan socializar, divertirse, descansar e, incluso, perder el tiempo. Y es que, en realidad, en estos trabajos el tiempo nunca se pierde, sino que se invierte y recupera después en el trabajo creativo que desarrolla un empleado. En un entorno propicio, la creatividad puede venir de cualquiera en cualquier momento. Por eso se ha de construir una arquitectura que dé lugar a formas de trabajo que diluyan las viejas jerarquías de la empresa creativa, lo que en esencia necesita nuevas necesidades espaciales, muchas veces, más allá de las a priori conocidas.

Sin un referente claro de lo que necesitaban, y sólo sabiendo que debían romper con los viejos esquemas organizativos de antaño, las nuevas propuestas arquitectónicas comenzaron a ocupar los espacios con programas novedosos, materiales y diseños que permitieran construir ese escenario, a medio camino entre la calle y el interior, entre lo laboral y lo doméstico, entre el trabajo más duro y el ocio más relajado. Ahora las oficinas no sólo disponen de cocina o áreas de descanso, sino que éstas son zonas fundamentales y desde ellas que se articulan las propuestas arquitectónicas. La mesa de escritorio individual dio paso a la de tenis de mesa; las zonas de descanso se llenaron con cómodos sofás, lugares donde dormir, escuchar música, ver televisión o, incluso, columpiarse. Tomarse un café dejó ser una actividad fugaz frente a una pequeña máquina y las oficinas se equiparon con cocinas donde los empleados encontrarían una gran variedad de productos —ya fueran sanos o altos en azúcares— todo complementado con espacios renovados y programas que ayuden a las personas que allí trabajan, como son gimnasios o guarderías. Lo que antes era un entorno de uniformidad, con materiales reiterativos, fabricados en serie y de aspecto frío —hechos para durar— dejó paso a ambientes cálidos, con muebles de diseño e iluminación variable a fin de construir distintos entornos. Se trata de crear una serie de espacios más cercanos a un entorno exterior, como un pequeño parque o una cafetería, que prioricen la participación colaborativa de sus usuarios. Este tipo de oficinas consideran no sólo la filosofía de la empresa, sino también la identidad de cada usuario. Sirva de ejemplo el trabajo de despachos como Studio O+A o Clive Wilkinson Architects, punteros en el diseño de nuevas oficinas y que han desarrollado casos prácticos para compañías como Google, UBER, Facebook, AOL, Evernote, Cisco o Yelp, todas ubicadas en California y enfocadas en las nuevas posibilidades que ofrecen nuestros dispositivos móviles. Sus propuestas incluyen una diversidad de lugares adaptados a diferentes momentos, desde los de encuentro hasta los espacios a donde retirarse y aislarse por un rato del intenso ruido laboral.

Estos proyectos eluden formas demasiado reconocibles y reivindican sitios, muebles y elementos que los empleados pueden intervenir y apropiárselos, a fin de inventar nuevas maneras de hacerlos evolucionar según surjan nuevos descubrimientos, necesidades o formas de relación. Estas nuevas fábricas creativas son en realidad laboratorios en los que se propicia el talento y la diversidad, donde cada día puedan surgir innovaciones de un producto o de la manera en la que se ocupa el área.

Desde estas primeras oficinas, las empresas, convertidas ya en gigantes corporativos, comienzan a dar paso a los edificios centrales, donde se concentre casi toda la actividad de la compañía. Por su tamaño, estos edificios, firmados en muchos casos por destacados arquitectos del universo mediático, comienzan a parecerse menos a un edificio clásico y exploran su gran escala, definiendo espacios y paisajes tal y como haría una ciudad, sin perder, claro está, que desaparezcan las formas, lenguajes y posturas ideológicas asociadas al nombre de la marca. Se trata no sólo de crear un entorno laboral, sino de encontrar su lugar respecto de las políticas urbanas. Así, Apple confía la sobriedad de su diseño a Foster + Partners, que ejecuta un edificio 100% sostenible, de forma circular, que parece aterrizar en el terreno como un objeto salido de la misma fábrica fundada por Steve Jobs; Google busca a BIG y Thomas Heatherwick para construir un liviano megacomplejo con unas estructuras arquitectónicas que quieren borrar cualquier límite entre edificios y naturaleza, con tiendas, restaurantes y zonas de protección animal; Facebook recupera al mejor Frank Gehry, aquel de sus diseños californianos más sencillos pero ricos en detalles, con un edificio de planta abierta bajo una cubierta verde que hace las veces de parque; y UBER plantea una fábrica transparente, diseñada por SHoP y el ya mencionado Studio O+A, que expone por completo su interior y a sus empleados, con el argumento que no tiene nada que ocultar.

Pero, si intentamos ver alguna contraparte a todos los magníficos diseños mencionados, ¿por qué estos proyectos parecen ofrecer una visión de la oficina que funciona como una ciudad, con programas y espacios diversos, que parecen proponer disfrutar un día completo sin necesidad alguna de salir?

Más allá de su tamaño, el último de los casos —el de la fábrica que se diluye casi en el aire— es el que puede resumir por completo la nueva idea de la oficina en el mundo contemporáneo. Aquella que destruye sus límites. Tanto los físicos, haciendo desaparecer no sólo los exteriores, sino también los límites interiores del cubículo en beneficio de la zona común, así como los temporales. Hoy el trabajo puede sorprendernos en cualquier momento y en cualquier lugar. Nos encontremos dentro o fuera del espacio de la oficina, en la mesa de trabajo o jugando una partida de tenis de mesa, paseando por la ciudad o recién levantados, siempre tenemos algo que hacer gracias a nuestros dispositivos. El nuevo uso del tiempo ha alterado cualquier noción ya conocida de la arquitectura.

Como se apuntaba al inicio de este texto, hoy el trabajo llega y abarca cualquier sitio, lo ocupa todo y “la ocupación implica el borrado de las divisiones espaciales”. Por eso, quizá, la oficina se despliega en una ciudad, en un parque o se vuelve invisible, expande sus límites, los disuelve de modo que “las fronteras que diferenciaban lo público de lo privado, el tiempo productivo del tiempo de la subjetividad, que definían el espacio social del otium y lo distinguían del espacio laboral del trabajo, están siendo profundamente alteradas […] la subjetividad y el inconsciente han sido puestos a trabajar en todas partes y a todas horas”. Quizá, sólo quizá. Por eso la oficina de hoy se parece a muchos otros lugares que ya conocemos. A muchos, salvo a la oficina tradicional.

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La oficina del futuro y el futuro de la oficina https://arquine.com/la-oficina-del-futuro-y-el-futuro-de-la-oficina/ Sat, 01 Dec 2018 14:00:11 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/la-oficina-del-futuro-y-el-futuro-de-la-oficina/ Los espacios de trabajo del futuro habrán de mejorar la forma en que actualmente se brinda soporte a dos procesos fundamentales que definen la esencia de la actividad de trabajo: la comunicación y la identidad de quienes los habitan.

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Presentado por: 

Mucha tinta se ha derramado para hablar de productividad, colaboración y comunicación dentro de las organizaciones modernas.

Insistentemente se estudian métodos y dinámicas para estimular a los colaboradores de una compañía de tal forma que se obtengan resultados que agraden a los inversionistas y que, por lo tanto, tiñan de viable el futuro de los negocios.

Cierto es también que el antiguo quehacer de idear espacios para habitar permanece rezagado en comparación con este tema y con el lenguaje que en los negocios se maneja. En este dinámico juego, donde la empresa y sus espacios de trabajo crean valor económico, poco aportan los arquitectos.

No hemos visto aún una Bienal de Arquitectura, como la de Venecia, dedicada a los espacios de trabajo e, irónicamente, de estos mismos emana la arquitectura que ahí tanto se vapulea. Cuando en la edición pasada Koolhaas exploró los elementos que componen la arquitectura, aquella “sin arquitectos” habló del hogar y su evolución, incluyó la televisión y hasta la consola de juegos. Estudió el fenómeno del retrete, pero el escritorio quedó, como siempre, en el olvido. Escaleras, techos y ventanas hacen del espacio habitable lo que entendemos por arquitectura, pero ¿qué hace de un espacio una oficina?

Desde siempre los empresarios se han propuesto organizar las tareas de su equipo de trabajo, cual tropas al mando de centuriones, con el único objetivo de ganar las interminables batallas económicas. Ya los Médici, potentados indiscutibles, ordenaron los “oficios” de manera sistemática, dando lugar al primer espacio corporativo del mundo occidental y marcando el inicio de una era, la de los espacios de oficina. Revolución industrial y de las comunicaciones de por medio, hoy tenemos construidos en nuestra mente arquetipos rígidos sobre lo que significa pertenecer, trabajar y producir en un espacio de oficina. Será que la revolución de la información, en la que estamos plenamente inmersos, realmente plantee un cambio radical a lo que probablemente comienza a ser un espacio anacrónico; sinceramente lo dudo.

La arquitectura vive inmersa en la creación de templos del cliché, retratando situaciones ya superadas que persiguen modelos largamente abandonados por la sociedad urbana moderna.

Así, las voraces desarrolladoras exigen a sus creativas cortes de arquitectos la elaboración de complejos proyectos que contemplen espacios para la familia ideal. Apartamentos o casas habitación que suponen comportamientos preestablecidos de un modelo de familia evidentemente desaparecido. Espacios que contienen desayunadores en la era del Starbucks, “family rooms” en la era del Netflix y la tableta, y áreas sociales en el mundo de las redes sociales. Las familias, irremediablemente, se adaptan a espacios hace mucho tiempo superados. Para las corporaciones empresariales la historia es la misma.

Pregonando como mesías, los empresarios del nuevo milenio nos hacen llegar desde el Valle del Silicio sus visiones sobre las nuevas formas de trabajar, coloridas resbaladillas, mesas de billar y futbolitos dispersos entre las estaciones de trabajo gritan a los cuatro vientos la llegada de un nuevo contrato social entre patrones y trabajadores. Al clamor de todos somos iguales, los grandes directivos toman asiento mezclados con las hordas de trabajadores de cuello blanco. Cegados por el glamur de la era del internet, los diseñadores de espacios calificados copian paletas de colores y esquemas visuales que aparentan cambios profundos en la construcción de espacios de trabajo para las familias corporativas del mañana. La máxima sentencia de los visionarios de la oficina del futuro vaticina: “la movilidad ha terminado con las oficinas, hoy se puede trabajar en cualquier lado”. Tal vez una afirmación que, llevada a todos los ámbitos del habitar humano supondría también que dada la movilidad global, éste el fin del concepto hogar. ¿Para qué contar con uno si se puede vivir con todas las comodidades del mundo moderno en cualquier punto del planeta, inclusive suspendido por los aires dentro de un jet supersónico? Surge así entonces el cuestionamiento medular, ¿qué es realmente lo que define a una oficina moderna?, ¿qué le da sentido y significado a un espacio para que tenga la etiqueta de “lugar de trabajo”?

Taller, despacho, atelier, estudio, oficina, nombres confusos que hacen evidente cómo los primeros que están confundidos son los mismos arquitectos, quienes en la consecución de su oficio y la definición misma de su pasión no saben siquiera cómo calificar a su espacio de trabajo. ¿Cómo esperar entonces que orienten y diseñen las situaciones espaciales para los emprendedores del futuro? ¿Puede un arquitecto definir el porvenir del mundo del trabajo?

La evolución de la tecnología, en especial la de las telecomunicaciones, ha dado vuelcos inesperados a nuestras formas de colaborar en y para los equipos que se ven involucrados en nuestra labor productiva, de eso no hay duda. Me cuestiono, sin embargo, que hayamos entendido dónde en realidad está el cambio que afecta directamente los espacios que habitamos; poder trabajar ubicuamente no significa que seamos productivos en cualquier lugar. Dormir cansados en la banca de la estación del tren no significa ni descanso, ni que la banca se transforme en una recámara, ¿por qué entonces pensamos que la mesa de un café puede ser un espacio para una reunión de trabajo o el lugar ideal para redactar una propuesta de negocio? Oír: “Yo la verdad no tengo oficina, trabajo desde el Starbucks” es como decir, “ya en casa eliminé el comedor, he adoptado el Vips como el lugar para recibir a mis suegros”. La arquitectura es identidad, es cultura que da sentido de pertenecía.

Inquieto por esta incertidumbre, hace años emprendí la búsqueda de la definición de oficina y, por ende, el entendimiento de la oficina del futuro. En charlas con diseñadores, arquitectos, antropólogos, pedagogos, arqueólogos mencioné el dilema presto a recibir retroalimentación; después de todo, al igual que muchos más y como bien lo dijo Woody Allen, me interesa el futuro, ya que es donde planeo pasar el resto de mis días.

La oficina del futuro = conexión + identidad

Los espacios de trabajo del futuro habrán de mejorar la forma en que actualmente se brinda soporte a dos procesos fundamentales que definen la esencia de la actividad de trabajo: la comunicación y la identidad de quienes los habitan. La comunicación habrá de estar determinada por las necesidades de cada individuo y el contexto en el que se encuentran. Los espacios de trabajo han de tomar en cuenta los diversos tipos de comunicación, entre los que se incluyen la personal y a distancia, así como la sincrónica y la asincrónica.

La comunicación directa se desarrolla en actividades que se llevan a cabo en un lugar físico común, mientras que a distancia  se desarrolla mediante herramientas tecnológicas disponibles.

Esta última puede ser sincrónica, si sucede con la interacción en tiempo real entre individuos, o bien asincrónica si el intercambio de mensajes es no secuencial y atemporal. Los espacios y herramientas de trabajo habrán de facilitar estos —y otros futuros— tipos de intercambio de mensajes y emociones entre quienes colaboran con un objetivo común.

Los espacios físicos del futuro han de considerarse menos como contextos pasivos y más como entornos activos con un papel determinante en las actividades que dentro de ellos se desarrollan.

La identidad es un tipo de comunicación entre el individuo y su entorno o bien consigo mismo a través del entorno. El medio ambiente material seguirá siendo en el futuro un espacio de expresión sobre quiénes somos y en qué creemos. Por tanto, el espacio de trabajo del futuro es un espacio cultural y social que atiende sueños, logros, anhelos, orgullos, preferencias, convivencias, experiencias, etcétera.

En este sentido, el diseñador de espacios de trabajo del futuro ha de tomar en cuenta las capacidades y las necesidades comunicativas y expresivas de los diferentes usuarios involucrados en las actividades de trabajo.

 

Rompiendo programas arquitectónicos y nuevas variables

El nacimiento de la planta abierta y el rascacielos, al más puro estilo de Mies, supuso un borrón y cuenta nueva en la creación de los nuevos espacios de trabajo, una especie de hoja en blanco donde cada organización podría idear el tablero de juego ideal para la partida a sostener. Nace con este esquema el famoso

Bürolandschaft, donde el espacio a ocupar es visto como un paisaje, como un territorio a colonizar, por ordenar.

Surge como reacción a estos nuevos espacios un acercamiento modular que crea soluciones adaptables y flexibles. Es notable el nacimiento de los sistemas con base en componentes que racionalmente cubrían todos los modos de trabajo, funciones operativas y niveles jerárquicos, una respuesta ideal al mundo de la posguerra y el crecimiento sin medida de organizaciones bien articuladas, modulares y concentradas. Coloniza entonces estos espacios abiertos un mundo de productos modulares que prometen flexibilidad y reconfiguración, realidad que nunca llega.

Hoy, las murallas de paneles han caído y con ellas los programas arquitectónicos predeterminados. Las empresas no llegan a habitar espacios modulados, no reestructuran sus puestos de trabajo a partir de organigramas. Deberán entonces crearse nuevas dinámicas de trabajo para concebir los programas arquitectónicos que deberán ofrecer lugares que satisfagan las dos variables clave antes planteadas, comunicación e identidad.

A la luz de la creación de espacios con base en modelos paramétricos y en franca imitación de los modelos orgánicos y de la naturaleza, la arquitectura de interiores deberá buscar un acercamiento científico a los nuevos espacios de trabajo, partiendo del supuesto de que las organizaciones contemporáneas se comportan más como un ser vivo que como una máquina. Habrá que cambiar seguramente las premisas sobre los programas arquitectónicos de planta abierta en edificios que ofrecen antes que soluciones, metros cuadrados.

Considerar rentabilidad inmobiliaria como parámetro para entender agilidad y competitividad empresarial comienza a ser una gran contradicción, y está sin duda en manos del diseñador crear un nuevo modelo que concilie la voracidad financiera en torno al espacio, siempre a favor de la capacidad de creación de capital del espacio productivo.

Habrá que cambiar los parámetros a considerar como fundamento para crear los programas que construyan la arquitectura del trabajo. El valor por metro cuadrado, como ha sucedido en el tema residencial dentro de las urbes mejor posicionadas, será abandonado por una especie de “calidad de vida” en el mundo productivo. Concentrar a los colaboradores bajo un mismo techo será abandonado en la búsqueda de reunir al talento en el lugar más oportuno, la identidad de un equipo triunfador podrá medirse por elementos menos claros; no bastará un gran letrero coronando una pila de acero y cristal.

 

El futuro se vislumbra lejano

Estamos lejos de lo esperado. Al ver surgir monolíticos rascacielos monomarca al pie de nuestras más emblemáticas avenidas, firmados por las más prestigiadas mentes creativas de nuestra era, me resulta evidente pensar que la verdadera revolución en el mundo del trabajo surgirá del inframundo de la guerra de guerrillas, aquella que se da en las micro-organizaciones.

Hay que admitirlo, las verdaderas revoluciones en el diseño y la arquitectura se han gestado desde la periferia del poder económico. Resulta entonces indispensable garantizar que el planeador de espacios interiores corporativos acabe de surgir de entre las filas de arquitectos y diseñadores, y defina claramente su papel en el ámbito del bienestar productivo del hombre dentro de las corporaciones.

La velocidad del cambio en la era de la información supera logarítmicamente la capacidad del quehacer arquitectónico, tal vez como lo hizo en su momento la Revolución industrial. De ahí el interés de estudiar para aprender lecciones sobre lo que trabajar realmente implica en nuestros tiempos, tiempos que contemplan nuevos modelos de individuo, familia y por supuesto corporación.


Imágenes cortesía de Archivo Histórico Grupo Di Courtesy: Grupo Di Historical Archive

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