Resultados de búsqueda para la etiqueta [nomadas ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Sat, 26 Nov 2022 02:04:44 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 Wifi y contactos https://arquine.com/wifi-y-contactos/ Tue, 05 May 2020 08:17:55 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/wifi-y-contactos/ La mecanización de la vida diaria no se termina desplegando en una multitud de aparatos y utensilios para los que habrá que buscar el acomodo discreto mientras no están en uso, sino que se comprime y se superpone en la superficie de una pantalla.

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Según el filósofo alemán Peter Sloterdijk hay dos tipologías arquitectónicas propias del siglo XX: el gran estadio y la unidad de vivienda agrupada en grandes conjuntos. En otras palabras: el espacio para las masas y la masa de espacios hiperindividualizados. Ddesde hace tiempo los estadios han tenido que reinventarse. Sea para un espectáculo deportivo o musical, se ha optado por reforzar la experiencia. Sabemos que prácticamente cualquier deporte o concierto se ve y se oye mejor frente a una pantalla de televisión. Así que los estadios se han vuelto espectáculos multimedia que suman capas de información. También la casa puede seguir un camino parecido.

En 1926, Hannes Meyer, el segundo director de la Bauhaus, propuso una instalación, la Co-op zimmer, la habitación cooperativa. Para meyer, más a la izquierda que su antecesor y que su sucesor en la Bauhaus —Gropius y Mies—, “la cooperación rige al mundo; la comunidad rige sobre el individuo.” A diferencia de la vivienda mínima que preocupaba a muchos de sus contemporáneos, la habitación cooperativa era un espacio abiertamente escenográfico. Para meyer, los muebles plegables y el gramófono portátil eran “típicos productos manufacturados internacionalmente que mostraban un diseño uniformado: típicos instrumentos de la mecanización de la vida diaria,” y su estandarización impersonal respondía a la condición del “semi-nómada de nuestro moderno sistema productivo, beneficiado por la libertad de movimiento.”

Tras Meyer, muchos arquitectos y diseñadores pensaron de nuevo espacios para el individuo contemporáneo. En los años 50 y 60 la casa del futuro era tema del presente. Los arquitectos ingleses Peter y Alison Smithson diseñaron la suya con muebles integrados en muros curvos de fibra de vidrio; también lo hizo el diseñador italiano Joe Colombo, con muebles que se abren y despliegan nuevas funciones. Pero no sólo arquitectos o diseñadores famosos lo intentaron. Monsanto —sí, esa compañía— patrocinó la casa del futuro diseñada por el MIT en colaboración don Disney y que podía visitarse en Disenayldia. El horno de microondas, hoy casi una antigüedad en desuso, era una de las novedades en la cocina de aquella casa. La revista popular mechanics presentó su casa del futuro en 1955 y playboy en 1962 el apartamento del soltero donde, apropiadamente, la cama, redonda por supuesto, es un centro de comando para controlar la intensidad de la luz, el volumen de la música o lo que se puede ver en el televisor que cuelga sobre la cabecera. Para 1980, cuando Toyo Ito diseña su Casa para la mujer nómada de Tokio, resulta evidente que Hannes Meyer tenía razón: muros de tela, muebles ligeros, plegables.

La mecanización de la vida diaria no se termina desplegando en una multitud de aparatos y utensilios para los que habrá que buscar el acomodo discreto mientras no están en uso, sino que se comprime y se superpone en la superficie de una pantalla. El gramófono en la mesita plegable propuesto por Meyer para la Co-op zimmer hoy es un iPad o un iphone que contiene y combina todo lo que el individuo contemporáneo necesita para su vida diaria. desde la agenda hasta el estado de cuenta, pasando por el estado de salud y las aplicaciones que nos permitirán establecer relaciones, aunque sean momentáneas y pasajeras, con otros; las noticias del día, la ruta del autobús o la bicicleta —compartida— más cercana, todo, el interior y el exterior se condensan en una pantalla sensible al tacto.

Los cambios espaciales que esa nueva tecnología doméstica —asumiendo que hoy nuestro móvil es nuestra casa— acaso son, por ahora, más sutiles que los imaginados en décadas anteriores. implican la desaparición de cierto tipo de espacios —¿quién hoy, en tiempos de netflix le encuentra utilidad a esos espacios de las casas burguesas de mediados del siglo pasado, el cuarto de juegos y la sala de televisión que, junto con el comedor, han quedado en el pasado?— e implican, sobre todo, la aparición de nuevos hábitos y costumbres: antes de escoger un café hoy uno busca el signo de WiFi y junto con el menú se pide la contraseña, mientras que para sentarnos, no elegimos la mesa con mejor vista sino la que tiene un contacto eléctrico cerca.

Al interior de la casa los requerimientos son casi los mismos: wifi y contactos y de paso, por ahora, una cama, mesa y silla, aunque no sean plegables, como los imaginó Meyer. Más allá de los edificios icónicos que parecen ir en retirada, las formas arquitectónicas que hoy se requieren deberán ser, quizás, menos inestables que lo que imaginó Meyer pero no más determinadas. Genéricas y simples como la Co-op zimmer mientras la arquitectura se traslada —no en balde se usa la misma palabra— a la lógica que rige los procesos que hacen posible tener a todo nuestro mundo sobre —¿bajo?— una pantalla y al alcance de un dedo.

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Bartleby, el nómada https://arquine.com/bartleby-el-nomada/ Tue, 05 May 2020 06:39:51 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/bartleby-el-nomada/ ¿Cómo podría ser una arquitectura cuyo diseño no provenga ni aspire a alguna identidad? Habitar ligeramente sin la identidad como intermediaria, sin conceptos pesados como pertenencia, arraigo, propiedad, individualidad, etc.

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Bartleby es un escribano de Wall Street de aspecto inofensivo. Cual copista del siglo XIX, su labor es replicar documentos oficiales con su pluma y pulso. Un día, su jefe, el abogado, le solicita revisar con él un documento, tarea a la cual Bartleby responde “preferiría no hacerlo” y despreocupadamente sigue con su labor habitual de copiar. Este cuento de Herman Melville es sobre un personaje que, al articular su frase “preferiría no hacerlo”, es insoportablemente desinteresado y a la vez, mordazmente desafiante. Bartleby ha desatado distintas lecturas e interpretaciones desde la literatura y la filosofía. Sin embargo, las implicaciones que este cuento representa para la arquitectura nos podrían dar algunos consejos sobre cómo sobrellevar el acto de tener que permanecer encerrados dentro de un cuarto, un departamento o una casa a lo largo de un tiempo prolongado o indefinido. 

Para empezar, Bartleby no tiene muchas pertenencias, ni siquiera tiene una casa. De hecho, Bartleby vive en su oficina aunque sus colegas del trabajo no lo saben. Cuando el abogado llega por las mañanas, Bartleby ya está ahí y cuando sus colegas y su superior se van por las tardes, él se queda habitando el despacho. Un domingo por la mañana, el abogado se da una vuelta por su oficina, encuentra rastros de Bartleby y se percata que su subalterno pernocta en el mismo lugar donde trabaja. El abogado cuenta: 

Después de un prolijo examen, comprendí que por un tiempo indefinido Bartleby debía haber comido y dormido y haberse vestido en mi oficina, y eso sin vajilla, cama o espejo. El tapizado asiento de un viejo sofá desvencijado mostraba en un rincón la huella visible de una flaca forma reclinada. Enrollada bajo el escritorio encontré una frazada; en el hogar vacío una caja de pasta y un cepillo; en una silla una palangana de lata, jabón y una toalla rotosa; en un diario, unas migas de bizcocho de jengibre y un bocado de queso. Sí, pensé, es bastante claro que Bartleby ha estado viviendo aquí.

El copista trabaja y vive, sin necesidad de salir, en un cuarto de Wall Street. Es decir, vive en una especie de cuarentena voluntaria. Tras haber averiguado el abogado que su escribano vivía en su oficina, varias personas le piden, ordenan y ruegan a Bartleby en distintas ocasiones que se retire de las oficinas. Sin embargo, en toda ocasión Bartleby respondía, “preferiría no hacerlo”, “preferiría quedarme aquí solo”. Inclusive prefirió también dejar de hacer su labor habitual de copiar. ¿Cómo es posible que un individuo prefiera estar encerrado en un cuarto? 

La razón por la cual Bartleby puede sobrellevar estar en cuarenta es porque es un nómada. Nómada quiere decir aquel que no establece una residencia fija. Paradójicamente, sabemos que Bartleby es un nómada porque prefiere permanecer en el despacho del abogado. Sin embargo, el hecho de que él prefiera quedarse ahí es circunstancial; de haberlo preferido, el copista podría haberse ido a otro cuarto, a otro edificio, a otra ciudad o a otro país sin mayor problema. Es decir, sólo un nómada puede permanecer en un mismo lugar por un tiempo indefinido. Todos los que no somos nómadas debemos transportarnos a los lugares a los que estamos atados: un hogar, un trabajo, una escuela, algún espacio público o cualquier otro destino. Al ser un nómada, Bartleby no está atado ni se identifica con algún lugar que no prefiera, por lo tanto, no sólo es un nómada del espacio, sino de la identidad; “No soy particular” dice también el copista. Ser un nómada en este sentido significa estar en medio de distintas identidades sin asumir una individualidad fija. La identidad de Bartleby se caracteriza por el movimiento y la variación, su habitar no está restringido por sistemas de organización ni conceptos como el lenguaje, la propiedad, la nacionalidad o la arquitectura. Para Bartleby, habitar cualquier edificio es como habitar una casa de campaña, es decir, toda habitación es efímera y él permanecerá en ella solo mientras así lo prefiera, sin generar vínculo de identidad o arraigo alguno.     

¿Cómo podría ser una arquitectura cuyo diseño no provenga ni aspire a alguna identidad?, es decir, ¿cómo se podría diseñar una habitación para Bartleby? La imagen de arriba es un intento de un cuarto sin identidad, cuyo habitante ideal sería un nómada como lo es Bartleby. La fotografía muestra el interior de una habitación casi escénica compuesta exclusivamente por lo esencial, una cama, un par de sillas y un banco (todos plegables) y un gramófono. Fue diseñado por el arquitecto suizo y segundo director de la escuela Bauhaus, Hannes Meyer. Esta fotografía titulada CO-OP Interieur fue incluida dentro del artículo El nuevo mundo, escrito por Meyer y publicado en 1926. A diferencia de lo que habitualmente denominamos como arquitectura, el interior diseñado por Meyer no tiene aspiraciones de pertenencia ni de permanencia: las paredes parecen hechas de algún tipo de tela y los muebles son plegables para poder ser doblados y desplazados fácilmente. Por tal motivo, resultaría fácil denominar al CO-OP Interieur como una instalación, como un arreglo o incluso como una especie de escenario, pero no como una obra de arquitectura. Para que la arquitectura, como la conocemos, se pueda considerar tal debe ser construida sobre una suposición de identidad, individual o cultural. Quien no sea un nómada, es decir, quien tenga una identidad fija, jamás se sometería voluntariamente a permanecer en este interior estéril; habría que colgar cuadros, agregar sábanas, acomodar los muebles, es decir, hacer con este interior lo necesario con tal de imprimirle identidad y poder sentirse uno en casa. Sin embargo, Bartleby al ser un nómada podría habitar cómodamente el CO-OP Interieur tal y como es, durante un tiempo indefinido o mientras así lo prefiera.

Las excentricidades de Bartleby y las insinuaciones del CO-OP Interieur van a contracorriente de lo que nosotros, los no-nómadas, consideramos como arquitectura. La arquitectura como la conocemos, proyectamos y construimos es levantada sobre una lógica de presuposiciones ⁠— presuposiciones de identidad, de referencia, de pertenencia y permanencia ⁠— mientras que la forma fugaz y errante en la cual Bartleby se relaciona con los cuartos donde permanece, sigue una lógica de preferencia (“preferiría no hacerlo”) — él se identifica y pertenece a únicamente donde prefiere y solo mientras así lo prefiera.   

Una recurso con cual hacerle frente a la desafortunada circunstancia de tener que permanecer en casa puede ser personificar a Bartleby. Esto no quiere decir comenzar a pernoctar en el lugar donde uno trabaja, o peor, traer a nuestra casa las dinámicas que son propias del lugar de trabajo (tipo home office). Más bien, ser como Bartleby implica devenir nómada. Esto quiere decir no solo preferir estar donde se está y estar donde se prefiere, sino también renunciar momentáneamente a una identidad fija. Tal vez sea más fácil no salir si deja uno de identificarse como alguien que tiene que subirse a cierto coche, ir a cierto trabajo, a cierta escuela, ver a ciertas amistades, comprar cierto producto o comer en cierto restaurante. ¿Uno realmente necesita salir?, ¿o será más bien que uno se identifica como alguien que tiene que salir? Personificar a Bartleby significa habitar ligeramente sin la identidad como intermediaria, sin conceptos pesados como pertenencia, arraigo, propiedad, individualidad, etc. Desde luego, ser un nómada puede llegar a ser incómodo, sin embargo, a diferencia de Bartleby, uno no puede permanecer nómada. Uno solo debería ser nómada mientras así prefiera hacerlo. 

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Casa Guaparo https://arquine.com/obra/casa-guaparo/ Sun, 21 Jul 2019 15:00:07 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/obra/casa-guaparo/ La Casa Guaparo plantea los espacios interiores como exteriores y viceversa; por ello se presenta como una sucesión de interiores y exteriores como cuartos desplegados, deslizados, de un paisaje habitado en el trópico Venezolano.

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En el trópico las piezas de una casa pueden ser interiores y exteriores imbricados entre sí; la naturaleza y la casa están por todas partes. Se busca también de expresar en la casa una forma de ser caracterizada por entender lo interior y exterior como domésticos, incluso en lo público y lo abierto; donde el exterior e interior son continuos como expresión sin barreras de esa domesticidad expandida. La casa se ubica en los terrenos de un antiguo autocine de la ciudad de Valencia, capital industrial de Venezuela. Este autocine había ya moldeado el terreno en el sentido este-oeste, cortando parte de la falda de una loma e introduciendo una pendiente hacia lo que era la pantalla del cine. La casa se ubica al lado de uno de esos cortes del terreno y en la parte alta de la pendiente.

La idea fundamental es dotar a la edificación de espacios que puedan relacionarse con el exterior de manera directa para vincular a los moradores de la casa con la naturaleza que le rodea y no convertirse en una caja hermética que pierda su conexión con el exterior, respetando además el relieve natural de la mayor parte del terreno.

La estrategia implementada en la Casa Guaparo es la de concebir los espacios interiores como exteriores y viceversa; por ello se presenta como una sucesión de interiores y exteriores como cuartos desplegados, deslizados, de un paisaje habitado:

•Dos patios contenidos puntualizan con naturaleza y luz el límite entre lo privado y lo social.

•Un canal de nado le acompaña en su recorrido longitudinalmente.

•Terrazas al aire libre, dispuestas en todas sus fachadas de diferentes maneras: la terraza junto a la sala genera la duplicidad de un espacio cerrado y al abrir las puertas se genera un espacio abierto a la piscina y al aire libre; la terraza junto a la cocina genera un espacio de salida a servicios pero a la vez un espacio que hará las labores en la cocina mucho más agradables por la vinculación con el exterior; y la terraza privada junto a las habitaciones que incorporan al espacio de descanso el verde exterior.

•Una terraza semienterrada y cubierta, a modo de plaza, será escenario de actividades múltiples en las que prevalece la intención de cine al aire libre y en contacto directo con las áreas verdes.

Esta sucesión de interiores y exteriores va acompañada de una cinta horizontal que entra y sale, definiendo y evidenciando los cuartos deslizados, habilitando la domesticidad interior-exterior. Por debajo de la cinta, se enmarca la dilatación interior – exterior de las piezas de la casa, mientras que, por arriba, la cinta define exclusivamente en vidrio la relación del interior con el entorno natural donde se ubica la casa: la falda de la loma y el cielo, la relación con el más allá.

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