Resultados de búsqueda para la etiqueta [moda y arquitectura ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Tue, 20 Dec 2022 00:05:57 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.2 La arquitectura justa https://arquine.com/la-arquitectura-justa/ Mon, 19 Dec 2022 16:08:58 +0000 https://arquine.com/?p=73562 En su libro “La moda justa”, Marta D. Riezu dice que “ la única prenda realmente ecológica es la que no se fabrica” y plantea algunos retos para una moda sostenible y justa social y ecológicamente. ¿Se puede pensar así una “arquitectura justa”?

El cargo La arquitectura justa apareció primero en Arquine.

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La moda justa es el título de un libro firmado por Marta D. Riezu y publicada por Anagrama en su serie nuevos cuadernos. La presentación del libro dice:

La moda justa. Una invitación a vestir con ética. El título La moda justa responde a una doble acepción. La primera se refiere a tener en el armario la cantidad justa de ropa, la precisa, la esencial. A huir de la voracidad. La segunda habla de elegir lo íntegro, lo producido en un contexto donde nadie salga perdiendo. Como una prenda es algo inanimado, debemos ser nosotros quienes le imprimamos esa conciencia mediante el compromiso de conocer mejor quién está detrás de esa ropa, porque esa elección tiene consecuencias.

¿Se puede pensar de la misma manera en una arquitectura justa?

Habría que empezar por descartar la objeción simple de que la arquitectura y la moda no son lo mismo. No lo son, pero tampoco es que sean tan distintas como, arrogantemente, habrá quienes lo señalen desde la arquitectura. Si se piensa en la moda sólo como los vaivenes del gusto, no es que la arquitectura con sus estilos sea ajena a esas apreciaciones sociales y culturales, sólo que va más lento. Si se piensa la moda como una industria, la construcción de edificios, en la que la arquitectura una parte tiene, no es menor industria. En la arquitectura hay tanto de negocio, de creatividad, de publicidad, expresión, mercado y cultura como en la moda. Y si nos ponemos semperianos, entre el vestido y la cabaña hay relaciones antropológicas y filosóficas complejas: de la túnica a la morada y la búsqueda de satisfacer la necesidad de cubrirnos sumándole el placer simbólico de sus distintas apariencias, cambia en principio nada más la cantidad de aire entre la piel y la envoltura. Y quizás un derecho al abrigo pueda incluir desde el derecho a no morir de frío hasta el derecho a la ciudad, pasando por el constitucional derecho a una vivienda “digna y decorosa”.

Así que tratar de entender qué pueda ser la moda justa en algo quizá ayude para plantearnos una arquitectura justa. Eso sí, sin perder de vista las diferencias: si la moda rápida y desechable producto del neoliberalismo y la globalización tiene por resultado el exceso y, al menos para las clases medias globales, armarios llenos de prendas que si acaso fueron usadas una sola vez, mientras 92 millones de toneladas de ropa que nadie compró terminan cada año en tiraderos, la crisis de la vivienda tiene características acaso más complejas y que rebasan a la arquitectura como profesión, aunque también se construya por mero interés financiero, sean departamentos de lujo frente a Central Park o decenas de miles de casitas en zonas que ya ni siquiera podemos llamar periferias.

¿Qué dice Riezu que podamos retomar para pensar las posibles condiciones para una arquitectura justa?

Riezu explica que “la industria textil es un modelo basado en la explotación de la pobreza” y que “vestir no es un acto políticamente irrelevante, sino una práctica cotidiana asociada a realidades globales.” Lo mismo podemos decir de la arquitectura, sin duda. Dice que “de la costura se pasó, a principios del siglo XX, a la producción en serie. El prêt-à-porter contribuyó, por cierto, a la obsesión por la talla y las dietas, al obviar las medidas específicas de cada uno y establecer unas convenciones aleatorias.” La estandarización fue también consigna de la arquitectura moderna, que cuando se volvió estilo internacional, implicó imponer universalmente medidas y funciones, aplanando las diferencias y descartando usos, costumbres y tradiciones particulares. La moda llevó a que el sastre o la costurera cercanos —a veces tanto que es el mismo usuario— fuera sustituido por un diseñador o diseñadora que entre más reconocimiento acumula, más lejos se encuentra. No hace falta mucha explicación para entender el mismo fenómeno en la arquitectura. La búsqueda imparable de novedades, aunque sean recicladas, es otra característica que comparten ambas industrias del diseño.

Para alcanzar una moda justa, Riezu plantea tres retos. Primero, las personas que trabajan produciéndola: “los trabajadores deben poder llevar una vida digna, con una labor que favorezca su desarrollo personal y el de su comunidad, con salarios apropiados y condiciones de trabajo seguras y confortables.” La idea del arquitecto como la entendemos hoy —o como la impuso occidente moderno— implica una jerarquización del trabajo llevada al extremo, que a su vez conlleva grandes desigualdades sociales y económicas. Y eso, desde el interior de las oficinas de arquitectura, con colaboraciones no reconocidas y trabajo mal pagado, hasta la industria misma de la construcción, que en economías como la mexicana siguen dependiendo, como la moda, de “la explotación de la pobreza.” Si el albañil que trabaja en la construcción de una vivienda social no tiene los medios para hacerse de una de las unidades, eso no es vivienda social: es una simulación del sistema y el arquitecto que la diseña parte del engaño.

El segundo reto que plantea Riezu para la moda justa son los animales, en referencia a la manera como se obtiene la lana, la piel o el cuero para confeccionar ciertas prendas. Así que en arquitectura podríamos decir que ese segundo reto serían los materiales. ¿Cómo se produce el concreto o el acero? ¿De dónde se sacó ese mármol o aquél granito? Eso incluye pensar desde la huella ecológica de cada material que se emplea en construir un edificio, hasta las condiciones de los trabajadores que los producen o extraen las materias primas. Eso implica también asumir que, por ejemplo, no hay ninguna razón y ninguna disculpa para traer una pieza de mármol o el grifo de la cocina del otro lado del mundo, y que el arquitecto que los especifica para un proyecto se hace parte de un sistema de explotación de personas y recursos que, lo sabemos, es no sólo insostenible sino indefendible.

El tercer reto, dice Riezu, es la Tierra. O, dicho de otra manera, si el segundo reto es de dónde salen y cómo se producen los materiales para confeccionar una prenda —o construir un edificio—, el tercero es a dónde van a parar los residuos o qué tanto afecta al entorno esa prenda o ese edificio.

Estos tres retos tienen que ver con la urgencia de pensar y conseguir sistemas de producción sustentables, no sólo en términos ecológicos sino sociales, que ya nos hemos dado cuenta que son inseparables: la desigualdad e injusticia que ha generado el capitalismo tardío es la otra cara de la catástrofe ecológica. Explotación y extractivismo son el mismo gesto, dirigido hacia otras personas o hacia otros seres y a la Tierra entera.  Sin embargo, como escribe Riezu, “por si quedaba alguna duda: hoy en día, el término sostenibilidad no significa nada.” 

Riezu también afirma que “la única prenda realmente ecológica es la que no se fabrica”, y lo mismo podemos decir de los edificios: el único realmente ecológico es el que no se construye. Así que, quizá, una de las primeras preguntas que cualquier arquitecto o arquitecta deba hacerse hoy es si hace falta construir eso que le piden o desea diseñar. Por supuesto, las condiciones de esa pregunta son distintas en distintos lugares y para distintos tipos de edificio, pero siempre será necesario plantearla de algún modo.

Riezu concluye: “No hay marca perfecta. No hay materia prima sin su inconveniente. No hay vidas sostenibles impolutas. Priorizar radicalmente nos vuelve más lúcidos y despeja el horizonte de pociones.” Lo mismo podemos decir de la arquitectura y los edificios. Y, retomando lo que plantea la presentación del libro, decir que como un edificio es algo inanimado, debemos ser nosotros quienes les imprimamos conciencia mediante el compromiso de conocer mejor quién está detrás de ese proyecto, porque esa elección tiene consecuencias.

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Se lleva Barragán, otra vez https://arquine.com/se-lleva-barragan-otra-vez/ Tue, 30 Oct 2018 18:20:30 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/se-lleva-barragan-otra-vez/ Así como el sistema del arte se vale de elementos de la moda para articular preguntas, la industria de la moda vive de la materialización de conceptos de otras disciplinas, y la arquitectura es una favorita. Por muchas razones, el premo Pritzker de México ha sido recurrente.

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Cómo olvidarlo: en agosto de 2016 la artista Jil Magid tomó una parte de las cenizas de Luis Barragán para convertirlas en un anillo de compromiso. El arquitecto mexicano transmutó en obra y, estrictamente, en una pieza de joyería: un verdadero diamante. Frente a un desfile de  miradas críticas y otras más alarmistas, Magid ofreció el anillo (The Proposal) a Federica Zanco, Directora de la Fundación Barragán (Zanco es, además, esposa de Rolf Fehlbaum, presidente de Vitra, empresa propietaria del archivo del arquitecto), a cambio de la devolución al público del archivo resguardado del creador. La idea fue respaldada por parte de la familia del difunto. A partir de la pieza, Magid prestó atención a los derechos de autor y propiedad intelectual; el cuerpo de Barragán fue símbolo de la susceptibilidad del legado del autor y las posibilidades de su reinterpretación.

Así como el sistema del arte se vale de elementos de la moda para articular preguntas, la industria de las tendencias de la vestimenta y el ornamento vive de la materialización de conceptos de otras disciplinas. Y la arquitectura es una favorita. Por muchas razones, el premo Pritzker de México ha sido recurrente. Véanse los siguientes casos.

Esta temporada la marca de marroquinería mexicana Pantera presentó su colección de bolsos de influencia arquitectónica para otoño-invierno. ¿Su principal inspiración? Las Torres de Satélite. El azul, el rojo, el amarillo y las geometrías en las siluetas de los diseños remiten a los prismas escultóricos, emblemas de Ciudad Satélite que actualmente está habitada por clases medias altas y altas. Una zona que no se puede contemplar a pie. No es gratuito: una marca de lujo, cuyo compromiso es crear accesorios artesanales de piel exótica certificada, se inspira de una obra fundamental del croquis urbano de un sector de consumidores con un nivel adquisitivo suficiente para adquirir sus productos. Detrás del esplendor de la arquitectura emocional, el continuo loop automovilístico de esta zona amurallada es quizá el verdadero terreno de donde surgen los “diseños de los que nadie quiere escapar”, como apunta un comunicado.

 Así como Frida Kahlo se ha convertido en un confuso símbolo del feminismo en desafortunados anuncios publicitarios, Barragán vive a través de sus obras más emblemáticas, como un talismán creativo para la moda que promete vestir las colecciones y sus campañas de un halo nostálgico del México moderno que fuimos a mediados del siglo XX. Uno de los códigos más efectivos del arquitecto y escultor de los que se ha apropiado la moda es el rosa mexicano cuyo término, por cierto, fue propuesta del diseñador de moda Ramón Valdiosera y está presente en la fotogénica Casa Luis Barragán. 

El mismo año en que Jil Magid presentó The Proposal, Louis Vuitton sacó su campaña de pre-otoño-invierno protagonizada por la actriz Léa Seydoux en la Cuadra San Cristobal, diseñada por Barragán. Todo estaba en su lugar: los caballos recurrentes en la obra del mexicano, la vestimenta monocromática de cortes sobrios, que recuerda a su trabajo y la actuación introspectiva de Seydoux, que aportó el tono reflexivo a un lugar que sintetiza lo tradicional con lo vernáculo, así como el punto de encuentro entre corrientes filosóficas y artísticas del momento. La fotografía a cargo de Patrick Demarchelier exhibe una composición adecuada de escalas y color que respeta el patrimonio mientras que transmite el espíritu actual de la marca. En una entrevista con La Jornada, Federica Zanco contó que fueron duramente criticados por permitir que la marca francesa haya tomado como escenario la arquitectura de Barragán. “Se hizo sin nuestro permiso […] porque sabemos que se trata de un legado de interés nacional para un país que respetamos”, mencionó la Directora de la Barragán Foundation en Suiza.

Otros diseñadores que han partido del discurso pero sobre todo de las estéticas de Barragán han sido Thomas Pink, en el otoño-invierno de 2016: la arquitectura emocional vertida en clásicos moldes sartoriales; el mexicano Kris Goyri, en un otoño-invierno de 2015 que plasmaba la década de los setenta en vestidos de noche, un lugar común pero comercialmente apremiante; Jesús Ibarra y Bertholdo Espinoza en la primavera-verano de 2010, también a propósito de las Torres de Satélite, un ejercicio simple y soporífero sin mucha aportación desde su presente; Longchamp hizo su apuesta en primavera-verano de 2013 con una  línea de bolsas y zapatos de bellas impresiones, pero sin mayor propuesta que la de un acercamiento con admiración y el lujo de sus acabados. Así, tantas más, han dado cuenta de la década de Barragán. ¿Cuántas más? No lo sabemos ahora, pero si el legado no es estático y sí una materia abierta a la intervención, quizá las próximas manifestaciones de la moda hayan dejado pasar suficiente tiempo para ver al creador con una mirada renovada, capaz de proponer una nueva dialéctica con la obra. Después de todo, la memoria es un ejercicio creativo. 

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