Tolsá 61 es una reinterpretación de la vecindad y la vida urbana del centro de la ciudad. Muy cerca de Avenida Chapultepec y Bucareli, a un costado de la biblioteca José Vasconcelos y la Plaza de la Ciudadela.

Inspirado en el modelo de vecindad porfiriana con un patio longitudinal al centro de departamentos agrupados, el proyecto esta diseñado para el habitante que busca una nueva forma de vivir basada en la comunidad, la flexibilidad y una creencia fundamental de pertenencia entre sus habitantes. Tolsá 61 busca desafiar la vida de los apartamentos tradicionales a través de espacios físicos que fomentan relaciones significativas.

El edificio de 6 niveles combina diferentes tipologías de vivienda que van desde los 40 a 70 m2, ofreciendo 25 unidades residenciales con un patio central donde balconean todas las terrazas / jardineras propias de los departamentos y estudios. Este patio, ambientado con una importante vegetación es el corazón de Tolsá 61. El vestíbulo de acceso peatonal desde la calle esta conectado directamente con el patio a través de una escalera, que invita a los residentes al espacio del patio.

A pesar de sus reducidas superficies, cada estudio cuenta con un balcón o terraza, que genera una gran amplitud del espacio y fluidez interior / exterior lo cual esta orientada a nuestra idea de vivienda en comunidad.

Con respecto a los apartamentos estos están organizados en un diseño lineal hacia la vista de la calle. Grandes terrazas están talladas en la fachada para maximizar las vistas y la luz en los interiores, garantizando al mismo tiempo la privacidad hacia el exterior.

Los árboles localizados en estas terrazas ayudan a cuidar la fachada principal con orientación sur de protección solar, los árboles reciclan el aire y reducen el consumo de energía mediante la producción de sombra que cubre la fachada.

Diseñado como un volumen monolítico, que nos ayudara a tener un mejor comportamiento medioambiental sino también a una búsqueda por un diseño capaz de resistir el test del tiempo. La materialidad de las fachadas es tabique vitrificado blanco, ayudando a que el costo de mantenimiento a futuro se reduzca ya que su capa de esmalte vidriado lo hace repelente a la degradación por suciedad e intemperie.

Inspirados en el juego “tetris” fue como fuimos definiendo las aberturas en esta masividad, siempre tomando en cuenta con el programa interior.

El concepto material para el diseño interior del proyecto fue la simplicidad de lo contemporáneo con el detalle de la arquitectura mexicana, un hibrido donde se mezcla la sensibilidad moderna con materiales locales. Los muros de tabique colocados como si fueran tejidos acabados encalados blancos. Los materiales principales de los apartamentos son pisos de porcelanato tipo madera, puertas, armarios y cocinas de madera de OSB, y las baldosas de porcelana blanca en los baños.

La madera de OSB formo parte del material mas importante utilizado en el edifico, además de acabado en las carpinterías, se utilizo como material de cimbra para los colados de los concretos armados con acabado aparente. Dándole al concreto aparente un acabado diferente con muchísimo mas textura.

La materialización fue concreta. La estructura de concreto armado en losas, trabes, columnas y muros, dejándolas a la vista, en los apartamentos se manejo losas de vigueta y bovedilla acabados en cal, buscando la rusticidad que le diera la identidad al lugar.

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El cargo Reinterpretar la vecindad apareció primero en Arquine.

Otros jóvenes premiados con medallas de plata fueron Pablo Pérez Palacios y Alfonso de la Concha, por una casa en San Ángel o Israel Álvarez y Mariana Tello por la remodelación del auditorio del Claustro de Sor Juana —además de mención por el restaurante Zapote, de la colonia Roma. También resultaron con plata Manuel Cervantes —por una casa en Valle de Bravo y por el CETRAM Rosario, Mauricio Rocha por el Centro Cultural San Pablo, en Oaxaca, Javier Sánchez, por la  biblioteca de Carlos Monsiváis en la Ciudadela, Julio Gaeta, Luby Springall y Ricardo López por el Memorial a las víctimas de la violencia, Mario Shjetnan por el Jardín Natura del Parque Bicentenario y Víctor Jiménez, por la restauración de la casa de Juan O’Gorman en San Angel Inn.

Cabe comentar que, pese a que no era obligatorio estar colegiados para participar, la inscripción fue baja —teniendo en cuenta una ciudad con 20 millones de habitantes y que las obras podían estar construidas en cualquier parte—: sólo 135 proyectos y 10 publicaciones. Eso podría significar que, pese al aumento en la cantidad de construcciones en la ciudad —de un 26.5% respecto al mismo periodo del año pasado, según dijo en la conferencia de prensa Simón Neumann, secretario de Desarrollo Urbano y Vivienda del DF—, no ha habido igual aumento en la cantidad de obras hechas por arquitectos o a que la respuesta de éstos fue limitada. En cualquier caso habría que explorar las razones. Además de decir que “el futuro y el presente de la ciudad es reciclar”, Neumann elogió ese tipo de concursos: de ahí, dijo, “los iremos llamando para que colaboren con nosotros”. Poco después, con habilidad, Jose Luís Cortés reviró: “para dar oportunidad a los arquitectos, sobre todo a los jóvenes, debe haber más concursos” e insistió en que “el proyecto de toda obra pública debería asignarse de esa manera: mediante un concurso”. Si insistimos en esto último, tal vez en alguna próxima bienal participen muchos más arquitectos y mucho más jóvenes que ya no serán sorpresa entre una élite consagrada, sino la fuerza de esa arquitectura mexicana cuya salud y gloria tendemos a cantar con demasiada facilidad y poca autocrítica.

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