Resultados de búsqueda para la etiqueta [Miguel Angel ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Fri, 08 Jul 2022 07:32:53 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 Historia de un dibujo: la Plaza de San Pedro https://arquine.com/historia-de-un-dibujo-la-plaza-de-san-pedro/ Tue, 17 Nov 2020 01:22:15 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/historia-de-un-dibujo-la-plaza-de-san-pedro/ Hay que ser ambicioso para dibujar la Plaza de San Pedro. Incluso si el resultado termina siendo un fracaso. Quería tener mi propio dibujo de la historia arquitectónica del proyecto, aun si cierta inexactitud histórica y fallas en el dibujo pudieran ser motivo de crítica. Me gusta pensar el dibujo también como un instrumento de aprendizaje y enseñanza, una manera para tratar de explicar la historia.

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Hay que ser ambicioso para dibujar la Plaza de San Pedro. Incluso si el resultado termina siendo un fracaso. Quería tener mi propio dibujo de la historia arquitectónica del proyecto, aun si cierta inexactitud histórica y fallas en el dibujo pudieran ser motivo de crítica. Me gusta pensar el dibujo también como un instrumento de aprendizaje y enseñanza, una manera para tratar de explicar la historia.

En este caso, la primera decisión era hasta dónde llegar. Usando el famoso plano de Nolli, ¿hasta dónde recortar el Tiber? ¿Hay que incluir el plan de Sixto V? ¿Debe el dibujo incluir otros edificios emblemáticos? Empiezo el dibujo también de memoria. Visité Roma durante el año nuevo de 1994, hace 26 años. Revisando mis fotos y comparándolas con lo que puedo ver en el street view de Google maps, mis recuerdos se confunden. Antes del Vaticano visité el Campidoglio, de Miguel Angel. Seguí por la vía del Corso, para girar a la izquierda y encontrar el Panteón, adivinando la columnata del pórtico desde callejuelas estrechas. De ahí a la plaza Navona y luego otra pequeña antes de cruzar el puente que remata con el Castillo de Sant’Angelo. Desde el puente ya se ve la cúpula de San Pedro. No olvides visitar la Scala Regia, me habían aconsejado antes. Llegar por la Via della Concilliazione a la Plaza de San Pedro y ver desaparecer la cúpula, poco a poco —lo que es un desastre para el proyecto mismo de la cúpula. Ahí compré un libro en italiano, escrito por Franco Borsi, del que poco o nada entiendo, pero que tiene unos dibujos que explican, con aparente claridad, el trazo de la plaza. De regreso en Frankfurt, donde entonces estudiaba, comencé a separar los dibujos que más me interesaban, poniendo hojas en blanco entre las páginas. Uno de esos dibujos muestra la formación, supongo que de la guardia suiza, de manera muy similar a la columnata de Bernini.

Veinticinco años después regreso a encontrar el trazo de la plaza con compás sobre el mismo libro. Luego lo escaneo y comienzo a sumar al dibujo otros de distintos autores. Un dibujo es siempre por sí mismo ya una historia. Sumo la planta del proyecto de Miguel Angel para la cúpula, buscando coincidencias en los trazos: el cuadrado, el círculo, diagonales, dibujando sin tener clara la escala en que estaba la imagen del plano de Nolli que me sirvió de base. Sumo también lo que ya no está. La basílica constantiniana y la propuesta de Alberti y Rossellino. Y luego Bramante, Rafael, Sangallo, hasta llegar a Bernini y su plaza.

No he terminado con el dibujo. Sigo encontrando más dibujos, más historias y más personajes. Sigo poniendo todo lo que encuentro en ese mismo dibujo, seleccionando líneas, trazos, buscando coincidencias, esperando poder descubrir algo. No sé si termine el dibujo pero, como yo lo veo, así ya resulta interesante.

 

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Aura https://arquine.com/aura/ Wed, 09 Sep 2015 00:15:34 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/aura/ Según escribió Walter Benjamin en su clásico ensayo La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, “incluso en la más perfecta de las reproducciones una cosa queda fuera de ella: el aquí y ahora de la obra de arte, su existencia única en el lugar donde se encuentra.”

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En su biografía del David, Victor Coonin cuenta que el 16 de agosto de 1501 Miguel Angel firmó el contrato para esculpirlo, pero que no empezó a trabajar en el bloque de mármol hasta el 13 de septiembre. Unos días antes, el 9 de septiembre, con un golpe seco de martillo, Miguel Angel había removido una marca que otro escultor antes que él y con el mismo encargo había dejado en el bloque. Al deshacerse de aquella marca, el hijo de Ludovico Buonarroti se hacía responsable de la piedra y de la pieza que de ella saldría. El gran bloque había sido sacado de las canteras de Carrara en 1464 y llevado al puerto de Avenza, desde donde se transportó en barco hasta la desembocadura del Arno. Ahí se movió la gran piedra a una barcaza de fondo plano que, tirada por bueyes, navegó río arriba hasta el pequeño pueblo de Signa, donde se montó en una carreta tirada también por bueyes que la transportó hasta Florencia. En diciembre de 1466 el bloque estaba listo en el patio de un edificio atrás del Duomo esperando a ser tallado.

La espera duró más de treinta años. En 1500 Leonardo da Vinci regresó a Florencia tras haber trabajado por dieciocho años en la corte de Milán. Leonardo no tenía gran pasión por la talla en piedra, un trabajo que consideraba más físico que intelectual, como el del pintor. El bloque, expuesto a la intemperie por tanto tiempo, ya se habría oxidado y perdido la consistencia propia del mármol recién sacado de la cantera, haciendo el trabajo de tallarlo más complicado. Para Miguel Angel —que tenía entonces 26 años y venía de terminar la Piedad en Roma— era el reto que esperaba. A diferencia de Leonardo, el se veía como un escultor a quien sus patrones y mecenas distraían constantemente con otros encargos. El joven prodigio se quedó con el bloque y el encargo. Trabajó casi tres años. El 19 de abril de 1504 empezó la preparación del David para llevarlo a su destino final: a la izquierda de la puerta del Palazzo Vecchio en la Piazza della Signoria. El 14 de mayo se iniciaron los trabajos para mover la escultura. Cuarenta hombres participaron en las tareas. Lo colocaron en la plaza cuatro días después, pero el 28 de mayo recibieron instrucciones de subir al David en un pedestal. Se continuaron ajustando detalles y el 5 de septiembre estuvo todo listo. A Miguel Angel se le saldó su pago por el trabajo. El 8 de septiembre de 1504, día de la natividad de la Virgen, se develó oficialmente al David.

La escultura permaneció en ese sitio hasta el 31 de julio de 1873, cuando inició su traslado a la Galería de la Academia. No a los edificios existentes sino a un anexo que, durante nueve años, se construyó alrededor del David, que mientras permaneció protegido por una estructura de madera. El nuevo edificio se inauguró el 13 de septiembre de 1875, 374 años después de que Miguel Angel empezara a trabajar el bloque de mármol. Coonin dice que con el cambio de posición, el David ganó presencia estética pero perdió simbolismo cívico y político: en la plaza el mitológico héroe vencedor del gigante dirigía su mirada, desafiante, hacia Roma. A principios del siglo XX el lugar que por casi cuatrocientos años ocupó el David frente al Palazzo Vecchio seguía vacío y la controversia sobre cómo ocuparlo se animaba. Algunos proponían colocar una copia, otros alguna otra escultura notable —con lo que no se recuperaba el valor cívico y simbólico del David, respondían los críticos. Unos cuantos más incluso llegaron a proponer regresar el auténtico a su sitio original. En diciembre de 1902 se realizó un referéndum. De 548 votos, 399 a favor de colocar una copia del David; 144 en contra; cinco abstenciones. Luigi Arrighetti estuvo a cargo de supervisar al grupo de escultores que ejecutó la copia, supervisado él a su vez por un comité de artistas y arquitectos. En 1910 se instaló la copia que en el 2009, casi cien años después, tuvo que ser restaurada.

Según escribió Walter Benjamin en su clásico ensayo La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, “incluso en la más perfecta de las reproducciones una cosa queda fuera de ella: el aquí y ahora de la obra de arte, su existencia única en el lugar donde se encuentra.” El aquí y ahora de una obra, la cifra de su autenticidad, es lo que Benjamin llama su aura: “un entretejido muy especial de espacio y tiempo: aparecimiento único de un lejanía , por más cercana que pueda estar.” Cualquier copia se distingue de un original por eso: ni ser ni estar en el mismo lugar y al mismo tiempo: destejido de la trama de relaciones que le dan autenticidad. El David de la Academia es, sabemos, el auténtico, sacado pacientemente del bloque de mármol que esperó por más de treinta años el golpe del cincel de Miguel Angel. Pero no está donde siempre estuvo —aunque no es seguro que Miguel Angel lo haya pensado como una obra site specific—: ya no mira desconfiado hacia Roma a las puertas de la sede del gobierno florentino. Fue removido y, sintomáticamente, se construyó a su alrededor un espacio para exhibirlo. Al mismo tiempo se reproduce por millares: a la misma escala adorna plazas en muchas ciudades del mundo y, reducido, aparece en jardines y en baños, hecho de pasta, de yeso o de jabón. Mientras, la copia hecha a varias manos bajo la dirección de Arrighetti y a sus cien años se ha ganado su propia aura o, de menos, el valor de ser restaurada como obra de arte.

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