El cargo México en Venecia: la misma receta fallida apareció primero en Arquine.
]]>El INBAL anuncia que “convocan a participar en el concurso abierto para seleccionar el proyecto y el equipo curatorial que integrarán el Pabellón de México en la 18ª Muestra Internacional de Arquitectura de la Bienal de Venecia 2023,” la cual tendrá lugar del 20 de mayo al 26 de noviembre de 2023, buscando “que responda al tema planteado por la arquitecta Lesley Lokko”: The laboratory of the future, “bajo las siguientes consideraciones”:
Decolonización y descarbonización.
Ambas se experimentan en las escalas macro de las fuerzas sociales, políticas y económicas mucho más allá de nuestra comprensión o control, pero también se experimentan visceralmente en los detalles microscópicos e íntimos de la vida cotidiana.
Repensar los términos y las herramientas, así como los bordes de nuestra disciplina, es una forma poderosa de redescubrir no sólo lo que hace que la arquitectura sea distinta, sino también dónde se encuentra y se fusiona con otras disciplinas de maneras que nos enriquecen a todos.
Hasta ahí, más allá de limitarse a copiar sin mayor análisis o contextualización lo que plantea Lesley Lokko, la Dirección de Arquitectura del INBAl parece que no ha descarrilado por completo. Pero lo hace a renglón seguido, diluyendo el planteamiento de Lokko entre términos e ideas que, si bien en algún caso podrían relacionarse, en general se usan como etiquetas sin profundizar ni, sobre todo, problematizar su sentido:
Se convoca a las arquitectas y arquitectos mexicanos a participar con obras realizadas, fabricadas o construidas en los últimos diez años en las que se haya logrado un resultado espacial en las que se identifiquen las consideraciones y premisas de la participación colectiva incluyente, la diversidad cultural, técnica y material, la visibilidad de lugares y territorios identitarios, el diseño y la construcción integral ambiental, cultural y social, en los que la memoria e historia de quienes lo habitan resultan incorporados y puestos en valor, propuestas y acciones en lugares sagrados del medio ambiente, pueblos originarios u otras comunidades dentro del territorio nacional.
El planteamiento de Lesley Lokko es inseparable de su propia historia como arquitecta, educadora y escritora. Lokko nació en Dundee, Escocia, hija de un cirujano nativo de Ghana y de una madre judía escocesa. Creció hasta los 17 años en Accra, capital de Ghana, Estudió hebreo y lenguas arábicas en la Universidad de Oxford antes de viajar a los Estados Unidos, donde estudio sociología y leyes. Se graduó como arquitecta en Bartlett, del University College de Londres, y obtuvo su doctorado en arquitectura por la Universidad de Londres en el 2007. En el 2015, Lokko fue nombrada directora de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Johannesburgo y entre el 2019 y 2020 estuvo a cargo de la Escuela de Arquitectura del City College de Nueva York. Tras su polémica salida de esa institución, Lokko fundó el African Futures Institute, en Accra, “un nuevo sitio para la educación arquitectónica que busca ofrecer experiencias educativas radicalmente diferentes e innovadoras a estudiantes de Ghana, África e internacionales.” En el 2021 fue nombrada directora de la 18º Muestra Internacional de Arquitectura de la Bienal de Venecia.
En su propuesta para El laboratorio del futuro, Lokko plantea que “toda exhibición intenta contar una historia, destilar una narrativa que sea, a la vez, compleja y clara” y señala la inestabilidad creciente y las tensiones que nos impiden determinar claramente, como hasta hace poco creíamos posible, las diferencias entre nosotros y los otros, entre nosotros y nuestro entorno. Lokko apunta que la arquitectura, conceptual y materialmente, es una profesión que se desplanta sobre un suelo firme —en inglés usa el término grounding— y que esas formas fluidas de territorios, identidades y epistemologías pueden resultar amenazantes. Pero también apunta que “más que edificios, formas, materiales o estructuras, la habilidad [de la arquitectura] para alterar cómo vemos el mundo es su don más preciado y poderoso.”
La pareja descolonizar/descarbonizar —que la convocatoria del INBAL replica sin reflexionar— es compleja y rebasa, por supuesto, el ámbito arquitectónico. Para Lokko, la segunda no va sin la primera: “en todo lo que se habla sobre descarbonización, es fácil olvidarse de los cuerpos negros que fueron las primeras fuentes de energía para acelerar la expansión imperial europea que ha dado forma al mundo moderno,” escribe en la misma presentación de la bienal. Por eso, Lokko ha advertido —y ciertamente no es la única— que “la cuestión de la descarbonización y de la energía y la sustentabilidad en el sur global significa cosas totalmente distintas.” Como también nociones que el discurso arquitectónico occidental supone universales y homogéneas: lo público, lo urbano y lo suburbano, la distinción entre el lugar de trabajo y “la vivienda”, etc. todas esas ideas tienen sentidos distintos en contextos distintos y exigen ser repensadas justo ahí donde cierta inestabilidad exige y, al mismo tiempo, ofrece mayor libertad a las ideas y a los hechos. Por eso Lokko explícitamente piensa en el continente africano como el laboratorio del futuro.
De todo eso, la convocatoria del INBAL propone apenas un resumen sin carne ni huesos y peor: supone, una vez más, que lo que tiene que conjuntar son “obras públicas o privadas realizadas en los últimos diez años” y no una propuesta curatorial seria en relación al tema, como es el caso del concurso que se convoca cada dos años en Chile. No hay en la convocatoria del INBAL el menor atisbo de una reflexión sobre lo que un acercamiento decolonial a la arquitectura mexicana implicaría —quizá, desde la arquitectura virreinal hasta la arquitectura pública con implicación social promovida por el actual gobierno, pasando por las escuelas de O’Gorman o las de Ramírez Vázquez o sus mercados o los cientos de unidades habitacionales de la modernidad arquitectónica mexicana, prácticamente toda la arquitectura que hemos reconocido, admirado y presumido como tal en México es arquitectura colonial: arquitectura pensada y construida a partir de ideas, de formas y de tradiciones impuestas sobre un territorio y sobre quienes lo habitan.
Las ideas que ha planteado Lesley Lokko, tanto para esta bienal que viene como en su trayectoria como arquitecta y educadora, podrían haber servido para darle mayor espacio y presencia a un debate que poco se ha dado en la arquitectura mexicana. Y a pensar así, cual escribe Lokko, “la arquitectura como construcción de conocimiento tanto como construcción de edificios”, abriendo la mirada a otras voces, a otras formas de concebir y ocupar el territorio, a otras maneras de entender y aprender arquitectura.
No será así. Otra vez el INBAL dejará en manos de alguna o algunas personas que no serán propiamente “curadores”, presentar con mayor o menor fortuna un pabellón que, de lo que recuerdo y siguiendo el mismo método de “selección”, nunca ha sido memorable y mucho menos ha dado pie a una reflexión mayor sobre las posibilidades de la arquitectura en México.
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]]>Strada Novissima, 1980
Desde que en 1980 Paolo Portoghesi organizó La presencia del pasado hasta la más reciente, el año pasado, cuyo título más que tema fue Freespace, dirigida por Shelley McNamara e Yvonne Farrell, la Muestra Internacional de Arquitectura de la Bienal de Venecia ha mantenido su prestigio pese a algunos altibajos y la cada vez mayor cantidad de bienales y trienales de arquitectura en diversas ciudades del mundo. Quizá el prestigio se deba en parte al haber abierto camino y al peso de la más que centenaria bienal de arte veneciana, a la que se suman junto a la de arquitectura, las de teatro, danza, música y la paralela muestra de cine. Pero ese prestigio también se debe a las propuestas presentadas tanto en la exhibición central como en los pabellones nacionales, para lo que resulta fundamental entender cómo se realizan los procesos curatoriales.
Monolith Controversies, Chile, 2014
En Chile, por ejemplo, las personas a cargo de la curaduría son elegidas mediante un concurso en el que proponen tanto las ideas centrales de su pabellón —asumiendo que en este tipo de muestras no se trata sólo de enseñar planos, fotografías o maquetas de edificios—, como el contenido y la manera de presentarlo. Así el caso de Monolith controversies, a cargo de Pedro Alonso y Hugo Palmarola y que recibió el Leon de plata en el 2014, o Stadium, en el 2018, a cargo de Alejandra Celedón. Pero el caso mexicano no ha sido muy afortunado. Las causas son varias. No menor, la premura con la que se prepara la exhibición, pues aunque evidentemente la Muestra ocurre cada dos años, hay países en los que lo expuesto se basa en trabajos de investigación que llevan a veces ya varios años en desarrollo —y para encontrar el más apropiado en la ocasión es que sirven los concursos curatoriales. Eso quizá explique que lo expuesto en el pabellón mexicano durante la Muestra de Arquitectura en Venecia haya corrido en general con menor suerte de público y nunca haya sido realmente memorable.
Para hacer un repaso breve por la historia más reciente de nuestro pabellón, en el 2014 se organizó un concurso para seleccionar a quien estaría a cargo de la curaduría. Fue un pequeño paso en avance pero no garantizó el buen resultado y, para el 2016, el Departamento de Arquitectura del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura reculó y, en vez de concurso, se designó directamente al curador y se convocó a presentar proyectos sin que aun se hubiera definido explícita y públicamente la visión de dicho curador. En esa ocasión la idea que guió Despliegues y ensambles, a cargo de Pablo Landa, era clara, no así el montaje. Dos años después, en el 2018, se repitió el método. Se designó a la curadora —Gabriela Etchegaray— y se convocó a presentar proyectos que, seleccionados por un Comité técnico, se agregaron confusamente a la propuesta curatorial, Echoes of a land, supuestamente basada en una lectura del territorio y su relación con la arquitectura. Lo que el pabellón ganó en diseño —de la mano de Jorge Ambrosi— lo perdió en claridad de ideas respecto a la vez anterior.
Quizá para ver si la tercera es la vencida y la suerte les ayuda a tener una buena idea y presentarla de la mejor manera al mismo tiempo, el Departamento de Arquitectura del INBAL decidió repetir el modelo de “selección.” Primero convocaron otra vez sin que hubiera, de menos clara y abiertamente, alguien a cargo de la curaduría ni, en consecuencia, un planteamiento curatorial. A cambio presentaron sólo un burdo copy-paste de lo propuesto como idea general por el director de la muestra en el 2020, Hashim Sarkis.
Ahora se anuncian los doce proyectos seleccionados de entre 153 inscritos provenientes de catorce estados del país. También se anuncia un vago “proyecto curatorial” que “consistirá en un espacio que permita plantear algunas ideas sobre cómo la arquitectura puede ayudarnos a existir, en medio de la diversidad cultural, lingüística y territorial, opiniones, críticas, prácticas, historias y perfiles distintos. el pabellón se nutrirá de los aprendizajes de quienes han construido sitios que aportan reflexiones sobre esta pregunta.” No sabemos qué proyectos fueron seleccionados, pero sí que hay oficinas con sede en la Ciudad de México, en Guadalajara, en Mérida, y no muchas otras ciudades del país, así que cabe preguntarse cómo se tratará “la diversidad cultural, lingüística y territorial” que se enuncia. Además se nombró un “comité curatorial” —compuesto por Natalia de la Rosa, Isadora Hastings y Elena Tudela— sin que se explique por qué y cómo se decidió hacerlo así y qué relación tiene con el planteamiento “curatorial” con el que se seleccionaron las propuestas y, finalmente, un miembro del comité técnico, Mauricio Rocha, fue designado —autodesignado, pues— como “coordinador del proyecto curatorial”.
Si ese es el método que el INBA y el comité técnico juzgan apropiado para desarrollar una curaduría, no queda más que desearles que, en lo que deciden hacer las cosas de mejor manera, esta vez sí tengan suerte en Venecia.
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]]>por Juan José Kochen | @kochenjj
La percepción del lugar en el espacio depende de manera directa de la cultura. La cultura arquitectónica plantea directrices, sin ser conjeturas, en la formación de identidades, configuración de grupos y creación de ambientes en un mismo territorio. Esto a partir de la percepción y sensación de los espacios por medio de una experiencia cultural determinada por la arquitectura y su contexto.
La cultura de la bienal, muchas veces ajena por la distancia y la saturación de (re)presentaciones es abrumadora. Para David Chipperfiled, la tarea principal del Common Ground veneciano sería “fortalecer nuestro entendimiento de la cultura arquitectónica y enfatizar la teoría y práctica que la define”. Empero, la discusión –más allá de la generalidad del discurso– planteó un redebate sobre el quehacer del arquitecto y lo común del gremio, no de la arquitectura como transdisciplina en búsqueda de una colectividad social.
© Volker Simon
Esta es la edición de la Bienal de Arquitectura de Venecia en la que México ha tenido mayor presencia, en distintos frentes, para distintos medios y con distintos mensajes. Por primera vez –y con la premura de la gestión entre México y el Comune de Venecia– se logró una sede ‘fija’ en Venecia, que a su vez funcionará para las bienales de arte, teatro, danza, música y cine. El pabellón de México curado por Miquel Adrià presentó 13 obras y proyectos –algunos en proceso, muchos por adjudicación directa y la mayoría en edificios preexistentes– en busca de una Cultura en construcción –tal vez incipiente, maquillada o politizada–.
Se trata de una aproximación coyuntural de la arquitectura cultural en México, que por lo menos despierta, a 60 años de grandes proyectos como Ciudad Universitaria y a casi 20 del Centro Nacional de las Artes, ambos en distinto tiempo, escala y sentido colectivo. Más allá de la selección, el pabellón se planteó como una vitrina como un marco visual y cromático para la antigua Iglesia de San Lorenzo, su historia y su relación de construcción-restauración al interior.
Siguiendo con la ruta mexicana, la Ruta del Peregrino (Tatiana Bilbao, Derek Dellekamp, Rozana Montiel y Luis Aldrete + Ai Wei Wei | Fake, Christ&Gantenbein, ELEMENTAL, Godoylab, HHF, Omar Orlaineta y TOA) se exhibió en el Arsenale, donde se concentró la mayor cantidad de muestras y exposiciones de la bienal. En una de las primeras crujías se dispuso la mesa del peregrinaje cuyo telón de fondo proyectó un documental sobre los peregrinos en la sierra jalisciense. La invitación a presentar el proyecto colectivo en la bienal ya es encomiable, empero, lo último que se podía descubrir era que se trataba de una ruta o un proyecto escultórico con distintas intervenciones en el paisaje.
Metros más adelante Zaha Hadid Architects presentó una instalación de modelos y volumetrías renderizadas con base en la obra de Félix Candela, Frei Otto, Heinz Isler y Philippe Block; una interesante selección de arquitectos y proyectos afines a la visión de Zaha Hadid. La sección dedicada a Félix Candela fue realizada con el apoyo de la Coordinación de Investigación en Arquitectura, Urbanismo y Paisaje de la UNAM y Juan Ignacio del Cueto Ruiz-Funes con el diseño de láminas, planos, modelos y animaciones de dos capillas relevantes en su obra: San Vicente de Paul y San Antonio de las Huertas.
Como evento colateral, muy cerca de Rialto, se organizó una muestra colectiva –que requería una cuota de inscripción para participar– en el Palazzo Bembo. Traces of Centuries & Future Steps reunió a 57 arquitectos de 26 países. La muestra organizada por Global Art Affairs Foundation se desplegó en los 32 salones del palacio e incluyó la participación de cinco despachos mexicanos: casaPública (Patricio Guerrero + Pamela Moreno), Di Vece Arquitectos (Adrián Guerrero), LEAP | Laboratorio de Arte Progresiva (Raúl Juárez + Heriberto Hernández + David Bercovici) + MTQ, Elías Rizo y SPRB (Laura Sánchez + Carlos Rodríguez) + ARS˚ (Alejandro Guerrero + Andrea Soto), los últimos cuatro con sede en Guadalajara. Aunque muchos cayeron en el ‘lugar común’ del catálogo-palmarés del despacho, algunas piezas más escultóricas y secuencias audiovisuales creativas sentaron una postura entre el mar de arquitecturas emergentes, aunque ninguna que sobresaliera por encima de las demás.
Por último y luego de haber sido invitado a la serie Learning from… del CCA con Housing Settlements of Xalostoc, Arturo Ortiz presentó un modelo de vivienda popular desarrollado para habitantes de zonas marginales en Chimalhuacán. Una radiografía sobre la vivienda en México, en donde prevalece la producción de créditos más que de viviendas, y mucho menos entornos colectivos de habitabilidad.
En conjunto, el abanico arquitectónico refirió fuertes connotaciones y confrontaciones. Con un sentido ambivalente en su etimología, esta cultura arquitectónica puesta en Venecia es una concentración de muchas gestiones y propuestas que dilatan y alabean la diversa complejidad de nuestra arquitectura actual. ¿Qué se debe mostrar en una bienal? Si fuera examinada bajo las preocupaciones teóricas actuales, algunas asociaciones de formas abandonadas anteriormente, serían acopladas para generar arquitectura multidisciplinar, híbrida y colectiva que trascienda el quehacer del arquitecto hacia otros terrenos con la finalidad de orientar y situar en el espacio, permanecer en el tiempo y significar en la memoria.
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