Resultados de búsqueda para la etiqueta [Maria Luisa Puga ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Mon, 02 Jan 2023 14:14:04 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 Sobrevivir al pánico https://arquine.com/sobrevivir-al-panico/ Wed, 13 Oct 2021 06:28:14 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/sobrevivir-al-panico/ Con "Pánico o peligro" María Luisa Puga hace el mejor libro sobre la Ciudad de México en el siglo XX y lo hace desde el ser mujer. Nos habla a nosotras, a las mexicanas escondidas en el miedo, la angustia y el anonimato.

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Trabajo Hacienda-Susana.

 

I. El mejor libro

“Ésta es mi historia, que conste.

En este México tan grande y tan posible para todos.”

María Luisa Puga

 

Aunque es difícil escribir sobre un libro que abarca tantas historias e imágenes, empezaré diciendo sin temor que me parece que Pánico o peligro está desvalorizado y que es el mejor libro sobre la ciudad de México, sobre México y que aunque este texto pareciera abordar muchos detalles, no conseguiría arruinar la sorpresa de la historia, porque la novela es muy extensa y compleja y esto es sólo una fracción pequeñita, algunos temas que me parecen importantes hablar (no será en orden cronológico). Puedo decir que después de leer Pánico o peligro, María Luisa Puga se ha vuelto una de mis escritoras favoritas.

Susana, Lourdes, Socorro y Lola son cuatro amigas que viven en la colonia Roma y sus alrededores. Es desde ellas, desde su amistad y la voz en primera persona de Susana que las acompañamos en el crecimiento de sus vidas y a la par, de la Ciudad  de México a mitades de los años 60.

Susana (nuestra narradora) dice que no puede recordar o ver algo, que no sabe describirlo porque las cosas le “suceden”. Que tampoco puede imaginarse escribiendo o contando cosas en orden cronológico, que lo hará de manera desordenada, como la ciudad. Muchas mujeres se han sentido así, “incapaces” de sostener imágenes, de planear o imaginar, muchas se han sentido transeúntes a la deriva.

Pánico o peligro se desarrolla en 12 capítulos, 12 cuadernos que se van entrelazando. Esta novela nos sumerge y pasea. Puga crea imágenes poderosas que después coloca de manera intencional para ir tejiendo y conectando. Sí, se habla del pánico, pero también se habla de rabia y miedo, de miedo al mundo exterior.  Puga elige cuándo contarnos cosas desde la magia, cuando esconderse, y cuando mostrarse tal cual en un unísono.

Puga habla sobre el ser escritora. Nos lo pone de frente, sin preguntarnos, sin esconder. Susana dice que escribe para entender. Las mujeres escribimos para entender el mundo.

María Luisa Puga hace el mejor libro sobre la Ciudad de México en el siglo XX y lo hace desde el ser mujer. Nos habla a nosotras, a las mexicanas escondidas en el miedo, la angustia y el anonimato.

“Una cosa es desaparecer, otra es morir.”

 

Posible vista de la calle de Susana, Lourdes, Claude, Nápoles.

 

Plaza Río de Janeiro.

 

II. Ser una en el espacio

“Éramos él, ella y yo y los tres bien distintos. Tantos años en el mismo apartamento que me acostumbré a que cerradura quisiera decir eso que yo veía todos los días.”

El libro comienza con el retrato familiar, con la casa, con un edificio en la calle de Jalapa, con unos padres amorosos y una hija única ensimismada, que no sabía que era feliz —o sí, pero no hacía falta nombrarlo— y no importaba porque vivía tranquila. Tenía amigas, “Las inseparables” y conocemos las casas y los barrios de cada una. El problema con el que Susana se confronta es que vive demasiado en su mundo interior; le cuesta relacionarse con la gente, tanto, que todo mundo lo nota y se gana el ser llamada “pasmada”. A Susana se le exige que vea hacia afuera, hacia la calle, la vida pública, que conecte con la vida, que despierte. Esa exigencia provoca en ella un miedo, asfixia, que se convierte en sombra y casi en personaje. Ese miedo recorre el espacio doméstico, invadiendo la calle y conteniéndose en sus relaciones con las personas.

“Ya te habrás dado cuenta: yo le tenía un miedo bárbaro a los cambios. Hacía hasta lo imposible para que no sucedieran.”

Puga nos sumerge en este inagotable pleito con el mundo exterior, con el afuera y con la creatividad. Susana tonta, Susana pasmada. ¿No es “rarísimo” que se crea tonta y pasmada, si es capaz de retratarnos de una manera tan impecable la vida?

“Supongo que hace diez años no era otra cosa que joven. A lo mejor no tan fea, pero nada especial. Una mexicana más. Lo más probable es que mal vestida, con una expresión entre temerosa e ilusionada. Colgada del brazo de mi madre (aunque no se sabía quién sostenía a quién). Pero muy distinta, eso sí, a las jovencitas de cuerpo espigado y pelo suelto que ves tan a menudo en las asambleas del partido. Sin esa facilidad para cruzar anfiteatros con paso seguro. Creo que yo me quería esconder, ser anónima, ver, más que ser vista. No sé por qué los espacios abiertos me intimidaban. ”

“Una cosa es escribir como lo hace Lourdes, y otra lo que estoy haciendo yo. ”

 

Posible casa de Lourdes, Susana y Claude, Nápoles.

 

En el cuaderno–capítulo 9, Maria Luisa Puga nos confronta con una especie de monólogo a través de Susana. Un monólogo en el que habla de la escritura y del proceso creativo. Es en ese capítulo en el que por primera vez nuestra protagonista se reconoce como creadora. En ocasiones anteriores, Puga parece sostener una postura diferente respecto al ser escritora y lo refleja en Lourdes, la amiga intelectual, “la que sí quiere escribir.”

La escritura de Lourdes es mencionada como una señal de inestabilidad, un síndrome de ansiedad, una intensidad. Lourdes no es retratada de una forma caricaturezca, sin embargo, puede ser interpretación de los lectores polarizar la personalidad de la mujer intelectual. Es bien sabido que las mujeres decididas casi siempre son consideradas intensas, autoritarias y locas. Lourdes muchas veces es la encarnación de ese estereotipo de género. No es casualidad que Lourdes pueda ser interpretada de esta manera, pero no alguno de los exnovios de Susana, incluso, no la misma pareja de Lourdes. Los matices en las personajas están ahí, en el libro escrito por María Luisa Puga, sólo que no son mencionados. Es muy respetable la intensidad, creatividad e individualidad de cada una de ellas y hay que decirlo.

“Me quiere cambiar, decía, entre rencorosa y admirada. De ser yo, quiere que pase a ser suya. Lo decía con pánico, el mismo que yo sentía a ratos, sobre todo cuando me daba cuenta de que mi silencio aumentaba.”

 

 

Posible casa de Socorro, calle Ixtlán.

 

III. Vivir la ciudad

“Trataba a veces de imaginar a la gente en sus casas. Cómo salía la señora de las quesadillas para venirse a la esquina. Para mí ellos vivían en la ciudad, no en una casa ni en un edificio, sino en la calle. La de las quesadillas, que yo me acuerde, siempre estuvo ahí. Vivir en otras ciudades debe ser rarísimo. Creo que yo aquí he sentido todo lo que soy capaz de sentir, pero no sé.”

“Para mí, Insurgentes es la faz de la ciudad de México.”

Confrontar el pánico, nombrarlo, decirlo y vivirlo es también confrontar, nombrar y vivir las desigualdades espaciales, ya sea en el espacio público o privado. Susana nos da muchísimos recorridos a través de la Ciudad de México. Transita insurgentes de centro a sur, toma pesero, autobús, camina, corre, se pierde, pide indicaciones, voltea a ver a los ojos la pobreza, observa a las personas de clase alta, recuerda el cansancio de tener que trabajar y siente miedo a que le pase algo cuando se da cuenta que México (y en general el mundo exterior) puede ser un lugar peligroso, un lugar en el que es fácil desaparecer gente.Nos arroja una serie de imágenes que conforman historias reales e historias ficticias que se van interseccionando con la ciudad. Edificios que ya sólo existen en los recuerdos, departamentos con ventanas amplias, casas sucias, en fin, una serie de imágenes llenas de carga política y espacial.

Todo espacio es contado desde la diferencia de género, es decir, desde el “sentirse ajena” de Susana. Este es de los pocos libros (si no es que el único) en el que se habla de la Ciudad de México desde la perspectiva de una mujer que vive en el siglo XX, con todos los cambios socioculturales y económicos pasándole enfrente.

“Hablaban mucho de México, los problemas, las soluciones.”

Pero, ¿Quiénes van a hablar de México? Claro que ellos. Ellos siempre hablan de México, de Este país, de Esta Ciudad, de Esta política y Esta gente. Nosotras no. Nosotras aprendemos a recorrer al ciudad a través de los ojos de ellos.

Pánico o peligro va más allá del espacio y la ciudad física, más allá de las ideas feministas y más allá de los movimientos sociales. Puga combina y complejiza todos esos fragmentos de una manera magistral y bien cuidada, a veces parece que nos fastidia con su deseo de mimetizarse con el enamoramiento de algún personaje que representa el cambio social y la revolución de todas las clases con la intelectualidad, otras nos llena del sentimiento de angustia por vivir con desconocimiento, pero otras es feliz con los detalles cotidianos, con su ventana, con su rincón y el espacio que comparte con sus padres y sus amigas.

 

Posible vista de la calle de Socorro, Narvarte.

 

“Que es fea la ciudad de México, dice mucha gente. Que es salvaje y dura. Supongo que yo caminaba en medio de todo eso viendo solamente el pedacito de realidad que conocía y que muy lentamente estaba ampliando. Es tan desordenado Insurgentes cuando lo recorres a pie. Pero me gustaba salir de esas calles de la colonia del Valle y meterme en el ruido. ”

“Se podría decir que toda mi vida ha transcurrido a lo largo de Insurgentes, fíjate, y que mi objetivo ha sido acercarme a mi sitio de trabajo a lo mejor. Es larga la avenida Insurgentes. ¿No dicen que es la más larga de toda la ciudad? Y en sus bordes, más o menos he visto crecer toda clase de ideas descabelladas, incomprensibles, falsas. He descubierto las formas más feroces de resistencia o los casos de fracaso más patéticos. A lo largo de una calle tan larga tienes tiempo de oír todo lo escuchable; recorrerla y salir por el otro extremo, dejándola atrás como se deja cualquier recurso usado para pasar el tiempo”.

 

La calle en que vivía Susana con sus papás.

 

IV. Hablar desde un nosotras

“Sospecho que para Lourdes siempre fuimos las cuatro, así, en grupo (…). Las cuatro indivisibles, y todas distintas.”

María Luisa Puga nos muestra a mujeres de carne y hueso vinculándose con otras mujeres. Mujeres que se conocen, se reconocen y se ven a los ojos entre ellas, que construyen puentes y lenguajes. No estamos hablando del fetiche de algún hombre, la imagen feminizada, de un sesgo, de un blanco y negro, mujer de casa y mujer de calle. Prueba de ello es la relación que construyen Lourdes y Susana y por el contrario, la ausencia de lenguaje en la madre de Susana. Parece ser que además de los espacios, uno de los temas medulares de Pánico o peligro es el lenguaje.

“Éramos Lourdes y yo. Hablando las dos como en una avalancha, desde una necesidad profunda, imprevista, de hablar de nosotras, de nuestra vida, de lo pasado.”

Las cuatro protagonistas logran atravesar la barrera ocasionada por la heterosexualidad obligatoria en los vínculos de mujeres, logran verse como seres humanos con todos los matices, cicatrices, talentos y pese a todo, con todo el cariño y la rabia.

Aquí la dicotomía: vivir pasmadas frente a la realidad que se nos ofrece o confrontar, vivir y construir a pesar del peligro.

“Lola andaba siempre tratando de que lo único que pasara fuera que nos dijéramos cuánto nos queríamos.”

A mi parecer, el contexto político que atravesaba México y el paisaje de la ciudad son el pretexto para hablar desde un nosotras posible, también, el pretexto para conocer la historia de Puga y su encuentro con la escritura.

Que viva María Luisa Puga y que viva imaginar futuros posibles.

 

Otra vista a la calle del trabajo de Susana.

 

V. Bonus: Postales

 

28 de septiembre 2021, Ciudad de México

Escribo esto para ti, porque desde que empecé a leer Pánico o peligro, pensé en ti.

No sólo pensé en ti, me dieron ganas de hablar contigo durante todo el momento de la lectura. Quisiera hablar contigo a manera de carta, de postal, de paloma mensajera. Cuando la imagen de la postal aparecía en mi cabeza, me topaba con pared (pero bueno, lo intenté, ya verás)…

¿Qué pasajes de la ciudad puedo citarte que no hayas ya visto tú?

 

L, ¿Qué forma tienen tus recuerdos?

 

25 de septiembre 2021, Ciudad de México

“Fíjate, mi primera relación y ya me instalé de lleno en la culpa. Desde ese momento, la relación que duró como un año, fue una incomodidad angustiosa”.

¿Qué cosas puedo contarte de mí que ya no sepas?

La angustia, la culpa, el pánico, el miedo.

Me hablas mucho sobre la culpa últimamente.

Me dices mucho “libérate de la culpa”.

Pero tú no sabes cuál es la culpa con la que cargo.

Mira, este fragmento me recuerda mucho a mi infancia en Hidalgo, a mi madre, a lo que sentía cuando pisaba la calle:

“Me acuerdo de una sensación de pánico que comenzó desde que íbamos en el coche de Claude y que duró hasta no sé qué día, pero casi el final del viaje. Era como un puntito que se apretaba dentro de mí. Ahora que lo pienso me digo: qué barbaridad no haber salido antes de la ciudad, pero más barbaridad salir si no habíamos salido nunca antes. Sólo con el trayecto hasta la estación, qué lejos iba quedando todo. Cómo me daba tristeza ver gente caminando por la calle: se veían envueltos de ciudad, protegidos. Mi madre no hacía un gesto, un ruido. Iba en un silencio apretado”.

Yo sé que me ves así, como una mexicana más.

Tímida, insegura, que carga con “culpa”, triste,

pero que se ilusiona demasiado.

Tanto, que a veces olvida el miedo.

¿Hay algo de lo que también quisieras liberarte?

 

En esta cuadra vivía Susana con sus papás.

 

17 de agosto 2021, Ciudad de México

Hola:

Estuve leyendo casi obsesivamente Pánico o peligro de María Luisa Puga y muchas veces pensé en ti.  Me pareció divertidísimo y tristísimo como no tienes una idea.  Lloré en un café, imagínate.

La manera en la que me hizo recorrer la ciudad, aunque me hablara de plazas que ya no existen (Miravalle) y colonias que no son como las que yo recuerdo. Por ejemplo, no me imaginaría que existe gente de clase media viviendo en la Roma, o insurgentes sin metrobús, o una Ciudad de México en la que niñas menores de 10 años anden en las calles libremente, ya ni en Hidalgo, pues.

Tenía algunos subrayados del libro (sí, admito con mucha vergüenza) porque pensaba que podrías contarme el dato histórico…Te gustan los datos aunque a veces te hagas el que no. También te gusta contar las historias en orden cronológico.

Y eso me gusta de ti.

Me gusta mucho.

 

El barrio de Lola, La Romita.

 

Bueno, Susana (la protagonista) dice que no puede recordar ni contar las cosas en orden, que hará un esfuerzo pero que no sabe hacerlo, que sus pensamientos son más bien desordenados, como la ciudad. Yo soy más como esa personaja. Y tú como todo lo contrario, o como alguno de los otros personajes masculinos que aparecen ahí.

Estos mensajes están escritos como la ciudad de la que habla Susana.

“En cuanto a la ciudad, la veo como un cúmulo de rumores, pero no de palabras. ¿Reflejarán esos rumores nuestra ciudadanía? Más bien pienso en esos inmigrantes en Europa de los que me hablabas; esos que en París y en Londres formaban canales oscuramente densos de silencio, decías. ”

María Luisa Puga menciona más de 90 veces la palabra “Ciudad”. 90 veces, ¿puedes creerlo?

Ciudad, ciudad,

C -I- U-D-A-D.

 

Departamento de Lourdes y Susana, colonia Roma.

 

Vaya, hasta me puse a pensar durante horas sobre el espacio.

También, sobre qué tanto desconozco este pedazo de México en el que transito.

Cómo ha cambiado, qué bárbara.

Lo que no ha cambiado es el miedo.

No ha cambiado el vivir con miedo.

 

Calle del trabajo de Susana.

 

Te pongo algunas imágenes para que las veas de lejitos:

Y también esto que se parece a lo que siento cuando creo que sólo puedo vivir en la rabia:

“A veces quiero gritar. Gritar un no a todo lo que veo ser. A ti. Un no que rompa y desordene algo. Claro que la primera que no sabría qué hacer sería yo. Me sentiría pasmada”.

 

Te quiero ver.

Isa.

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Una ciudad propia https://arquine.com/una-ciudad-propia/ Tue, 25 May 2021 06:24:27 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/una-ciudad-propia/ Un cuerpo recorre una ciudad. Lo que mira, lo que toca, lo que huele y lo que compra pueden ser acontecimientos narrativos. Puede existir una relación intensa y estrecha entre la subjetividad del paseante y el exterior del paisaje urbano.

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Un cuerpo recorre una ciudad. Lo que mira, lo que toca, lo que huele y lo que compra pueden ser acontecimientos narrativos. Puede existir una relación intensa y estrecha entre la subjetividad del paseante y el exterior del paisaje urbano. Al menos, para Clarissa Dalloway, la ciudad es el espacio donde se estructura el flujo de su conciencia, donde se vuelve ella misma en términos que rebasan las resoluciones de la autoestima. En la ciudad, casi de manera fenomenológica, Clarissa Dalloway puede experimentar el ritmo tanto de sus pasos como de sus pensamientos. A decir de Sergio Fernández, la protagonista de La señora Dalloway (1925), segunda novela de Virginia Woolf:

Camina por las calles de una ciudad a la que ama porque el suyo es un amor por todo, comunal, recíproco a la vez, pues las cosas (Londres, los ómnibus, algún aeroplano que se escurre por las nubes; los parques, Bond Street, una tienda de guantes que se hacen “casi perfectos”); las cosas, digo, la aman tanto a ella como a la vida en general […]

Pareciera que la aceptación es mutua: la ciudad da hospitalidad al cuerpo y el cuerpo asimila, de manera jubilosa, las sensaciones de las calles. Pero, si le hacemos algunas preguntas a la trama de La señora Dalloway, aparecen algunas particularidades que separan a la novela de cualquier juicio totalizante. Clarissa Dalloway es una mujer de clase alta, casada, que recorre una ciudad que experimenta a través de su propia subjetividad, que no es la de nadie más. Virginia Woolf no habla a nombre de las multitudes que habitan y transitan las ciudades, habla sobre una mujer que puede apreciar la textura de un par de guantes. Sin afirmar que la propia autora se confunde con el personaje que construyó, tanto la noción urbana de la novela como la que aparece en Una habitación propia (1929), probablemente el ensayo más famoso de la autora, pueden ayudar a seguir estableciendo diferencias. En el ensayo, la autora afirma que lo único que una mujer necesita para escribir ficción es “dinero y una habitación propia”, como si una mujer, cualquier mujer, pudiera habitar la ciudad con la misma facilidad con que su Clarissa Dalloway experimentó el azoro ante las tecnologías de la modernidad (los aeroplanos, los ómnibus) y los aparadores de ropa. Por supuesto, la mujer que inventó Woolf para nada es superficial, pero ésta es la diferencia que puede ayudarnos a contrastar la experiencia inglesa ante la que proponen otras narrativas. Solemos pensar en términos de universalidad cuando nos referimos a obras canónicas de la literatura, pero la ciudad de La señora Dalloway es específicamente Londres y Clarissa Dalloway fue uno de los avatares tanto de la literatura moderna como de una capital europea. Sin embargo, otras ciudades han sido narradas y otras mujeres las han recorrido, con la misma complejidad con que Clarissa vivió sus calles inglesas.

 “Mis recuerdos, creo, tomaron la forma de la ciudad. Son desordenados, me crecen sin ningún control”, declara Susana, personaje principal de Pánico o peligro (1983), novela de María Luisa Puga. En las dos décadas anteriores a la publicación de esta novela, la aparición de la Ciudad de México rompió con algunos códigos de la literatura mexicana, ya que no sólo la ciudad y sus posibles descripciones renovaron el panorama de las letras, sino que el despertar sexual fue consustancial al de la experiencia urbana. Pareciera que la narrativa nacional migró del campo a la ciudad. En obras como Gazapo (1965) de Gustavo Sainz o De perfil (1966) de José Agustín, el rock and roll, las drogas y los automóviles son algunos de los signos que definen, además del paisaje, a la experiencia urbana. También la mirada masculina fue un factor importante.  En algún momento, se consideró revolucionario que muchachos jóvenes se emanciparan de las expectativas de la clase media y la clase alta (a la que sus familias pertenecían) y pudieran sumergirse en la contracultura mexicana para ingerir psicotrópicos y descubrir su promiscuidad; una en la que, incluso, podían maltratar físicamente a sus amantes. Si los hombres adolescentes de Gustavo Sáinz y José Agustín perseguían “la expansión de la conciencia”, para Susana la militancia política, la intención de formar una familia o de hacerse de una carrera profesional que sea mínimamente glamurosa no está entre sus aspiraciones. En Pánico y peligro escuchamos el testimonio de Susana, secretaria que vive en la colonia Roma y que ha pasado su infancia, adolescencia y adultez en el perímetro que marcan sus recorridos de su casa al trabajo. Sus amigas de la infancia, a las que se mantiene unida en las distintas etapas de su vida, comienzan a tener inquietudes que comienzan a dirigir su vida cotidiana. Lourdes se inclina hacia el trabajo editorial y el compromiso político, intereses que ocasionalmente la hacen una persona más bien condescendiente hacia sus compañeras, ya que ellas no son lo suficientemente letradas para comprender la realidad de su momento histórico. Por otro lado, Socorro se convierte en actriz y su éxito le genera un ascenso económico que la separa no sólo de sus amigas, sino de aquellas calles pobladas por la clase trabajadora que habita la colonia Roma y las zonas adyacentes. Finalmente, para Lola el matrimonio y la formación de una familia representa su máxima realización. Proveniente de una familia numerosa (y a veces abusiva), casarse implica tener una casa propia y una estabilidad, así como un alejamiento de sus padres y hermanos. 

Al contrario de Clarissa Dalloway, Susana no siente amor por las cosas. Para Lourdes, ella es una “pasmada”, alguien que simplemente deja que los días pasen sin que tenga alguna motivación más allá de la rutina laboral. Pero las peculiaridades de su personalidad son más profundas que una mera pasividad. Ella misma lo admite: siente rabia a quienes experimentan arraigo por sus trabajos o por las circunstancias políticas. Pareciera que su introspección sólo se cultiva a través de la ciudad, porque ella la mira con mayor intensidad y entendimiento que cualquiera de sus amigas. La Ciudad de México es también su memoria: es el sitio donde sus padres fallecieron; donde ella experimentó el placer del sexo. En la ciudad, Susana experimenta una conciencia sobre cuerpo y sobre su vida interior. También es el sitio en el que la muerte multitudinaria se vuelve una posibilidad. El acontecimiento de Pánico o peligro no es el contacto de la piel con unos guantes de seda, sino el momento en el que Susana mira en el periódico Alarma! los rostros de los asesinados en la Plaza de las Tres Culturas, o la tarde en que, mirando por su ventana, miró cómo policías amagaron a dos jóvenes en la calle para subirlos a una patrulla. Lourdes le intentó explicar que eso sucedía casi siempre, dada la naturaleza represiva del régimen, pero la interpretación de Susana no fue tan intelectual. Para ella, la muerte se apropiaba de la ciudad: “A la mañana siguiente, al salir a la calle, nada era igual. Ya no creía en lo que veía. Sentía que detrás había algo que había estado sucediendo siempre.” 

Si Susana miró la ciudad a través de la muerte traída por la represión gubernamental, Lola habitó una ciudad destruida por el terremoto de 1985, algo que cifró su vida imaginaria y personal. En la película que lleva el mismo nombre, dirigida por María Novaro y estrenada en 1989, lo primero que vemos es una larga secuencia de un traslado en la que Lola lleva a su hija Ana a una fiesta infantil. Vemos un edificio derrumbado que, en una de sus paredes, tiene un letrero pintado que reza “¡México sigue de pie!” Vemos también la Calzada de Tlalpan, por donde pasa la línea 2 del Metro: la rutina de los capitalinos continúa, aun cuando el paisaje tenga todavía los estragos de un desastre natural. Lola es una madre soltera que, como sucedió con los hombres de la contracultura de los 60, se niega a vivir bajo los parámetros de su madre, una mujer de clase media y madre soltera también. Vive sola y sostiene su economía y la de su hija con la actividad precaria de vender ropa en un puesto ambulante. Según Geoffrey Kantaris en su artículo “Género y violencia en películas de la Ciudad de México”, la óptica de María Novaro “sobre la Ciudad de México carece totalmente de cosmética” ya que la cinta “se niega a cualquier clase de iconografía”. Si en El Milusos (1981) de Roberto G. Rivera, la historia de un hombre campesino que busca trabajo en la capital ofrece la oportunidad de filmar Paseo de la Reforma y la Avenida Juárez, en Lola vemos gimnasios, fondas y patios de conjuntos habitacionales que se conectan a las calles. María Novaro no define la ciudad a través de elementos reconocibles sino de una ruina que provoca que se confunda el afuera y el adentro. Como apunta Kantaris, la directora filmó un parque público con primeros planos, una estrategia que responde más a los interiores, mientras que el departamento de Lola, además de estar decorado por una fotografía de una playa que ocupa toda una pared, se filma como si fuera un paisaje, lo que “acentúa la sensación de confinamiento de los personajes en los intersticios urbanos”. 

Podría decirse que este confinamiento tiene diversas aristas. La ciudad se encuentra en ruinas, lo que vuelve imposible sentir amor por las cosas: por un paisaje moderno y populoso. Por otro lado, los departamentos que habitan Lola y su círculo más cercano son minúsculos. Pero la condición de mujer del personaje enrarece todavía más las posibilidades que pudo haber ofrecido la ciudad. Mientras que los hombres adolescentes de la narrativa producida en los sesenta podían apropiarse no sólo de las calles sino de su propia sexualidad, Lola, además de ser mujer, es madre. Su mismo novio, el padre de Ana, puede irse a una gira con su banda de rock and roll y a Lola sólo le queda una precariedad económica que la expone a peligros que ella asimila para poder sobrevivir. En una escena, la descubren robando comida y golosinas en el supermercado. Para evitar una denuncia, Lola tiene relaciones sexuales con el gerente de la sucursal, algo que se nos narra entre dos planos: mientras la madre “paga” sus alimentos en el automóvil del individuo, su hija se queda sola en el departamento ingiriendo altas dosis de azúcar frente a la televisión. 

Pero la perspectiva de María Novaro no es moralista. Para ella, la violencia no está en que una madre sea negligente con su hija. Todo lo contrario, la directora buscó oponerse a las representaciones maternales del cine mexicano, las cuales siempre colocan a esta figura familiar en un sitio casi infantilizado. Kantaris menciona que:

La violencia en la película es muy indirecta, y como tal se diferencia de muchas películas latinoamericanas recientes: aquí la violencia es la de la policía que embarga la mercancía de los vendedores callejeros; o la violencia de la pobreza que induce a Lola a robar comida de un supermercado y a prostituirse con el gerente cuando la pillan para evitar que llame a la policía; o se da en forma del constante acoso sexual.

“Eso parece un tren, los columpios como las casitas de lejos, eso es como Tenochtitlán”, le dice su hija a Lola hacia el final de la cinta. Ambas están sentadas en una barda desde la que parecen mirar toda la Ciudad de México. Hasta aquí, se han resumido dos narrativas escritas y dirigidas por mujeres que narran la experiencia urbana de dos mujeres, una en la que los cuerpos que recorren la ciudad se funden y se vuelven la misma cosa. Pero la clase social a la que pertenece Lola y Susana, así como las zonas de la ciudad que habitan, son algunos aspectos que particularizan la forma en la que transitan y se apropian de una capital. Ambos ejemplos no sólo se contraponen a las narrativas de una parte del canon narrativo occidental, sino que también pueden funcionar como alternativas a las perspectivas totalizantes que buscan definir a la ciudad desde una sola estética y una ideología única. 

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