Resultados de búsqueda para la etiqueta [La Ciudadela ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Fri, 08 Jul 2022 07:21:11 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 Biblioteca Carlos MonsiváisCarlos Monsiváis Library https://arquine.com/biblioteca-monsivais/ Wed, 19 Dec 2012 23:33:34 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/biblioteca-monsivais/ Este espacio reúne el acervo personal que formó Carlos Monsiváis durante sus 74 años de vida. La relación del escritor y cronista de la ciudad se toma como eje rector del proyecto al generar recorridos direccionados por medio de bloques y lecturas espaciales en tres dimensiones.

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Este espacio reúne el acervo personal que formó Carlos Monsiváis durante sus 74 años de vida. La relación del escritor y cronista de la ciudad, autor de Los rituales del caos, se toma como eje rector del proyecto al generar recorridos direccionados por medio de bloques y lecturas espaciales en tres dimensiones. Ubicada en una crujía del ala poniente de la Biblioteca de México José Vasconcelos en La Ciudadela, ahora Ciudad de los libros y la imagen, el espacio, diseñado por JSa (Javier Sánchez) resguarda y exhibe el acervo personal que formó la mente del escritor. Para Monsiváis, la ciudad es el lugar donde se narra y la literatura es un lugar donde se reinventa esa narración. Su biblioteca era una ciudad de letras que fue evolucionando hacia un modelo apocalíptico y entrópico. Es por esto que la biblioteca conserva la diversidad de las cualidades espaciales al plantear un orden dentro del caos como potencial arquitectónico.

El espacio genera un recorrido direccionado por medio de bloques, presentando distintas alternativas en tres dimensiones. Resuelta en dos niveles, la biblioteca cuenta con un diseño de piso —como abstracción plástica del gusto por los gatos del escritor— a cargo de Francisco Toledo. El primero se caracteriza por su variedad de recorridos y espacios comprimidos por los libreros que hacen alusión a la biblioteca original. En cambio, el segundo se resuelve en un circuito y permite una visión amplia del conjunto. Los diferentes recorridos convergen en dos distintas áreas abiertas destinadas a la consulta, beneficiadas por la doble altura y luz natural. Más de 27 mil ejemplares del escritor forman parte del acervo reunido en libreros que varían en dimensiones y texturas, así como distintas gamas de color.

© Jaime Navarro

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El devenir de los librosEl devenir de los libros https://arquine.com/el-devenir-de-libros/ Wed, 19 Dec 2012 22:22:02 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/el-devenir-de-libros/ La Biblioteca Pública de Nueva York y la Ciudad de los libros y la imagen como revisiones críticas para evaluar proyectos culturales que resguardan acervos y colecciones de libros.

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por Juan José Kochen | @kochenjj

¿Por qué la experiencia de construir se pone a distancia? El hecho de que los arquitectos cesen de pensar únicamente en construir representa un auténtico desafío. Construir arquitectura es una apuesta diferente: criticar, deconstruir, destruir, reconstruir y al final ensamblar. Hace 46 años, Robert Venturi escribió un manifiesto para voltear al pasado. La labor y experiencia de la arquitectura, como en toda arte, son siempre actos histórico-críticos que implican lo que el arquitecto y el contemplador han aprendido a distinguir y a convertir en imagen, a través de su propia relación con la vida y las cosas. Así advirtió Vincent Scully sobre las páginas que en 1966 transmutaron un orden hacia la contradicción alternativa de la arquitectura. Más allá del discurso teorizado por Robert Venturi (1925) en su Complejidad y contradicción en arquitectura, el libro planteó una arquitectura abierta al análisis por medio de comparaciones y descomposiciones de elementos tipológicos.

Recientemente, y guardando las comparaciones debidas tanto de contexto geográfico, social y trascendencia arquitectónica-cultural, dos infraestructuras para la cultura y conservación-difusión de su acervo editorial han estado bajo constante revisión crítica. El primero, por orden de coyuntura, surgió por el proyecto de renovación de la Biblioteca Pública de Nueva York (New York Public Library) a cargo de Foster & Partners, y mostrado hoy tras meses de especulaciones sociales y sucesiones políticas. El proyecto de 300 millones de dólares y contemplado de 2013 a 2018 se extrapolará de la 5ta Avenida frente a Bryant Park hasta la Calle 42, con la ampliación de una biblioteca especializada para ciencia, industria y negocios en el edificio Stephen A. Schwarzman.

El nuevo “palacio de la cultura” –llamado así por Paul Goldberger en su artículo Firestorm on Fifth Avenue para Vanity Fair– abrirá espacios públicos y recuperará la lógica neoclásica del edificio para mejorar la experiencia de la visita, según la descripción Foster & Partners. La actual biblioteca sólo se puede visitar en un 30% por lo que se incrementará esta ocupación a 66%. Según Sir Norman Foster se trata de una intervención contemporánea dentro de un contenedor neoclásico; la inserción de un edificio dentro de otro –como lo hizo con el Birtish Museum de Londres o el Reichstag en Berlín– al abrir dos grandes espacios el Astor y Gottesman Hall.

La Biblioteca Pública de Nueva York contiene más de 53 millones de ejemplares y es la segunda biblioteca pública más grande de Estados Unidos, luego de la Biblioteca del Congreso (Library of Congress) en Washington que alberga más de 130 millones de documentos. La biblioteca neoyorquina construida por John Merven Carrère y Thomas Hastings fue inaugurada en 1911. Su entrada principal, terraza y escalones están presididos por dos esculturas de leones y mástiles de bronce. Escenario de películas en distintas épocas como The Wiz, Ghostbusters, Breakfast at Tiffany’s, Spider-ManThe Day After Tomorrow. Algunas citadas por el artículo de Goldberger y sobre todo haciendo alusión a la inspiración para grandes escritores, la biblioteca es una referencia inmediata entre la jungla de rascacielos de Manhattan.

Goldberger critica las intenciones del proyecto, compara y cuestiona las intervenciones de Renzo Piano en la librería Morgan, de Yoshio Taniguchi para la expansión del MoMA y de Diller Scofidio & Renfro con el Lincoln Center. Este año, la biblioteca rompió su propio récord al recibir 2 millones y medio de personas entre estudiantes, escritores, bibliotecarios, investigadores y turistas. Tal vez esta cifra sirvió como excusa para Anthony Marx, reciente administrador de la biblioteca para decir que la idea de la propuesta es “reemplazar libros con personas” y reubicar 3 millones de ejemplares en Nueva Jersey.

A pesar de cartas y firmas de autores como Mario Vargas Llosa, Peter Carey, Caleb Crain, Colm Tóibín, Jonathan Lethem y Salman Rushdie, y posturas críticas en The New York Times, el proyecto busca la democratización del conocimiento, justificando su acuciante expansión para evitar su obsolescencia mas no refiere los modos de rehabitar un espacio en continua apropiación. Al igual que las críticas de lo que será la nueva Biblioteca de Nueva York, el debate sobre la Ciudad de los libros y la imagen ha evaluado “la primera hazaña cultural del siglo 21”, llamada así por la ahora ex-presidenta de Conaculta Consuelo Sáizar. Desde el halago exacerbado de Mario Vargas Llosa en La ciudadela de los libros: “no recuerdo haber sentido tantas ganas de ponerme a trabajar (y hasta quedarme a vivir allí) como en las varias bibliotecas de la Ciudadela mexicana; la Arquitectura de buen lejos de Miquel Adrià: “aunar las bibliotecas y colecciones privadas de los más destacados escritores mexicanos y dotar a la antigua Ciudadela -que sirvió a lo largo de sus más de 200 años de fábrica de tabacos, cuartel militar, cárcel, escuela y biblioteca- de nuevos servicios culturales me parece un gran acierto. Especialmente en la rehabilitación de sus áreas más públicas, el rescate de los patios y la permeabilidad de la ciudad”; hasta La ciudad de los libros como imagen de Alejandro Hernández al escribir sobre “una elegante colección de colecciones de libros, ni siquiera de bibliotecas, en el sentido literal… una idealización casi fetichista de la biblioteca de sus viejos propietarios”.

Ante el cambio sexenal y transición política, la inauguración de La Ciudad de los libros y la imagen se hizo parcialmente y el avance sólo refleja un 50 % del proyecto planteado por Taller 6A (Alejandro Sánchez + Bernado Gómez Pimienta) y las intervenciones de arquitectura 911sc, Vigil + Calvillo, JSa, Taller de Arquitectura y Tatiana Bilbao S.C. Por ahora, La Ciudadela queda en suspenso, como en su momento sucedió con la Biblioteca Vasconcelos, sin vaticinar un futuro poco promisorio para las nuevas colecciones de libros personales y sus contenedores.

Un acervo de 3 millones de ejemplares de la NYPL contra 450 mil del Fondo México y Reservado de La Ciudadela; y un presupuesto de 3 mil 900 millones de pesos contra otro de 550 millones no son comparables, a reserva de las críticas coincidentes a cada proyecto. Sin embargo, plantear un tiempo de ejecución de obra para cinco años contra la premura de un proyecto de colofón sexenal en año y medio, por lo menos, evidencia la carencia de una programación cultural durante seis años, sin entrar en lugares comunes sobre las formas y cómos de la renovación o implementación de nuevos espacios culturales.

Al final, los gestos de los arquitectos y de los lectores coinciden en una misma experiencia: encontrarse en el lugar, percibir, asociar, discernir y asociar imágenes. Si bien, regresando a Venturi, la crítica se retomó como la práctica de una invención de sentido, el mapeo historiográfico y contemporáneo de la arquitectura escrita y edificada debiera ser un ejercicio intelectual y teorizado –también por la política– y no como múltiples y divergentes proyecciones de prejuicios axiológicos. A medida que los proyectos avanzan, las palabras retornan modificadas.

New York Public Library

New York Public Library | Foster & Partners |

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La ciudad de los libros como imagen https://arquine.com/la-ciudad-de-los-libros-como-imagen/ Tue, 04 Dec 2012 21:54:59 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/la-ciudad-de-los-libros-como-imagen/ Además de ser una obra asignada a arquitectos por la voluntad personal de una funcionaria, planeada y construida en un tiempo ridículamente menor al que se necesitaba, se trata de una ocurrencia que hace de los libros y la lectura un gusto privado.

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Hace poco discutía con algunos amigos sobre los proyectos arquitectónicos de Conaculta en este sexenio. Les decía que, resumido en una palabra, pensaba que estaban mal. Les di tres razones. Primero, una que ya he comentado [La arquitectura del sexenio, Arquitectura y democracia: no sin concursos y Que doce años no es nada], la manera como fueron asignados los proyectos: directamente y sin que mediara ningún concurso real, esas licitaciones entre tres firmas para ver cuál cobra menos honorarios no son, lo sabemos, concursos. La segunda razón, el tiempo, o más bien, su carencia. Se trata de obras proyectadas y construidas en un tiempo menor al que requieren lo que tiene consecuencias visibles y negativas: fallas en la planeación, una construcción nada cuidadosa cuando no francamente mala, un sobreprecio en la misma construcción a causa de las prisas y, muy frecuentemente, la inauguración de obras no terminadas y que muchas veces no lo serán como estaba planeado, menos cuando no se garantiza una continuidad institucional. La última razón, me parecen ocurrencias. La mayoría de esas obras fueron pimpeos de instituciones ya existentes, lo que pareciera ser una afirmación de la efectiva distribución de la oferta cultural en el país, algo que es totalmente falso.

Visité lo que bautizaron como La ciudad de los libros y la imagen en La Ciudadela. Confieso que iba predispuesto a encontrar todo medianamente mal. Cuando entré, una sinfónica ofrecía un concierto en uno de los patios. Había gente entrando, sentándose a oír la música y recorriendo las distintas bibliotecas. Pensé que lo correcto sería escribir que no, que me había equivocado y eso no estaba mal, al contrario. Pero me tomé el tiempo de recorrerla con calma y cambiar de opinión. Arquitectónicamente, el proyecto general de La Ciudadela, de Bernardo Gómez-Pimienta y Alejandro Sánchez, es bueno, hace que el viejo edificio –una fábrica de tabaco construida en 1807– recupere cierta presencia que había perdido con la mala intervención de Abraham Zabludovsky en 1988. Dentro de La Ciudadela se conservan por ahora las bibliotecas privadas de Carlos Monsiváis, José Luis Martínez, Jaime García Terrés, Alí Chumacero y Antonio Castro Leal. Cada biblioteca ha sido diseñada por un grupo de arquitectos distinto, aunque las diferencias entre cada una son sutiles: todas son una organización más bien clásica de libreros y algunas sillas y mesas. La factura de la construcción, tanto en los patios como en los fondos reservados es buena, aunque lo que inauguraron Calderón y Sáizar el pasado 21 de noviembre es la mitad del edificio completo: la otra parte sigue en obra.

Que el estado decida resguardar íntegras las bibliotecas personales de destacados escritores e intelectuales mexicanos es, sin duda, una idea necesaria y buena. ¿Por qué digo entonces que lo de La Ciudadela está mal? Cualquiera que haya ido a la Biblioteca México antes de su renovación sabe que funcionaba como una gran biblioteca de barrio. Con sus 450 mil ejemplares del Fondo México y el Reservado, era una gran sala para que estudiantes, principalmente de secundaria y preparatoria, hicieran sus tareas. Cuando, durante el gobierno de Fox, se hizo la Biblioteca José Vasconcelos –un concurso en el que participamos más de 500 oficinas de arquitectos y siete en la segunda fase, calificada por un jurado internacional de una docena de arquitectos y especialistas– la idea era construir “el cerebro” de un sistema nacional de bibliotecas que contaría con un acervo de más de 2 millones de libros. En la actualidad sigue sin pasar el medio millón con que se inauguró y, como pasaba en la Biblioteca México, funciona principalmente como un espacio para que jóvenes estudiantes hagan sus tareas –lo que, finalmente, no está mal. Pese a no ser la gran biblioteca que el gobierno de Fox prometió, es uno de los mejores edificios públicos que se hayan construido en México en las últimas décadas.

La nueva Ciudad de los libros y la imagen –al menos como la inauguraron Calderón y Sáizar– ya no es nada de eso. Es una elegante colección de colecciones de libros, ni siquiera de bibliotecas, en el sentido literal. Cuando se entra a cada uno de los fondos reservados, nos encontramos con una idealización casi fetichista de la biblioteca de sus viejos propietarios. Los libros están organizados, supongo que siguiendo la manera personalísima como lo hacían sus dueños, aunque al ser espacios distintos a aquellos que originalmente los albergaban, la exactitud de la reconstrucción es dudosa. Si uno quiere buscar un libro debe hacerlo en el catálogo en alguna de las escasas computadoras que hay en cada biblioteca o intentar que el espíritu de Monsiváis o García Terrés nos guíe hasta la obra que deseamos. También se puede tomar un libro al azar y sentarse en alguna de las 15 o 20 sillas que hay en cada biblioteca, sí: 15 o 20. Y si los encargados del fondo salen, el fondo se cierra, me pasó.

La experiencia debe ser invaluable para las decenas o acaso cientos de investigadores de la vida y obra de Monsiváis, García Terrés, Castro Leal o Martínez, y es interesante para los que nos gusta husmear en bibliotecas ajenas. Yo abrí varios libros de la de Monsiváis, tratando de encontrar lo que subrayaba pero, de siete libros que vi, sólo uno –sobre la vida de Fidel Velázquez– tenía algunas marcas: líneas verticales hechas con pluma al margen del párrafo que le interesó. También descubrí que Monsiváis compartía conmigo la afición por comprar colecciones de libros baratos en puestos de periódicos. Tiene, como yo, la biblioteca Borges, la de grandes pensadores de editorial Sarpe y la biblioteca de divulgación científica “Muy interesante” de ediciones Orbis. Son libros impresos en un muy mal papel que hoy, a menos de 30 años de haber salido a la venta, ya tienen las hojas amarillas y quebradizas. Imagino los esfuerzos que en pocos años habrá que hacer para conservar tales tesoros bibliográficos.

En la biblioteca de Alí Chumacero están, entre otros, varios ejemplares de los breviarios, de la colección popular y de las lecturas mexicanas del Fondo de Cultura Económica –pensándolo bien, creo que debo decidir a quién donaré mi biblioteca. ¿Exagero?, sí. También hay muchas obras valiosas y claro que lo más valioso son las colecciones completas y lo que nos revelan de quienes las atesoraron. Pero, pese a la belleza de los patios restaurados y de las bibliotecas recién adecuadas, ¿era ese el lugar para esa nueva institución? ¿a dónde se irán a sentar a hacer la tarea los cientos, si no es que miles de adolescentes que cada tarde llenaban la Biblioteca México, además de las exposiciones y el cineclub que ya funcionaban ahí? ¿se trataba de hacer elegantes bibliotecas de libros inalcanzables para sustituir otra siempre llena de jóvenes que seguramente no leían más que lo que la tarea les exigía, pero algo es algo? Eso, miles de jóvenes atareados, contrasta, por supuesto, con la idea de un fondo reservado para conservar bibliotecas de personajes notables.

Hace poco leía un largo texto de Paul Goldberger en Vanity fair sobre la Biblioteca Pública de Nueva York, su renovación a cargo de Sir Norman Foster, y la oposición de los usuarios a que sus más de 2 millones de libros fueran llevados a Nueva Jersey, y sustituidos por versiones electrónicas y la promesa de poderlos consultar dos días después en la biblioteca niuyorquina. En la ciudad de méxico, si quiere ir a la Biblioteca Nacional, hay que llegar al Centro Cultural Universitario, en Ciudad Universitaria, siempre que no sean vacaciones, cuando el sindicato la cierra. La Vasconcelos, como ya dije, nunca rebasó los 500 mil libros con que fue inaugurada, aunque cumple bien aquella función que también tenía La Ciudadela: una gran sala para hacer la tarea. Hoy ésta última, renovada, se llama ciudad de los libros y la imagen, aunque el nombre debiera ser La ciudad de los libros como imagen –lo que se demuestra en la exposición del gran fotógrafo y productor de telebasura Pedro Torres, con la que se adorna uno de los patios–. Muchos libros están a tres o cuatro metros de altura y aunque hay escaleras, no es fácil verlos o alcanzarlos. El colmo es la librería Alejandro Rossi donde también los libros, que uno debiera poder ver y hojear para decidirse a comprarlos, están allá arriba, a cuatro metros de altura, o bajo un suelo de vidrio, como hallazgo arqueológico, guardados cual objetos preciosos e inalcanzables.

En fin, lo confirmo, además de ser una obra asignada a arquitectos por la voluntad personal de una funcionaria, planeada y construida en un tiempo ridículamente menor al que se necesitaba, se trata de una ocurrencia que hace de los libros y la lectura un gusto privado, entre elegante y fetichista, cancelando así un espacio que, aunque feo y descuidado, era utilísimo –y no se por qué supongo que eso a Jaime García Terrés, director de la Biblioteca México, no le hubiera gustado mucho. Resumiendo, como le decía a mis amigos, La ciudad de los libros –como otros proyectos arquitectónicos encargados por Consuelo Sáizar este sexenio– está mal.

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Arquitectura de buen lejos https://arquine.com/arquitectura-de-buen-lejos/ Tue, 04 Dec 2012 16:17:03 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/arquitectura-de-buen-lejos/ El tiempo que los arquitectos mexicanos dedican al diseño parece que sólo lo ocupan en definir el aspecto externo de los edificio. El efecto del auge constructivo en la arquitectura mexicana resulta en una mala calidad edilicia y en una insuficiente atención al diseño.

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La revista The Architectural Record publicó en 1947 un ensayo de Ann Binkley Horn sobre la arquitectura mexicana donde hacía notar la rapidez con que se construía en México, así como la mala calidad de los resultados. Esta cita, que rescata Juan Manuel Heredia en un ensayo sobre el CIAM y México, redunda en otra publicada un año antes en Architectural Forum donde se criticaba el efecto del auge constructivo en la arquitectura mexicana y que resultaba en una mala calidad edilicia y en una insuficiente atención al diseño. Según la revista “el tiempo que los arquitectos mexicanos dedican al diseño parece que sólo lo ocupan en definir el aspecto externo de los edificios”.

Sesenta y cinco años después, paseo por las obras inauguradas -aunque no terminadas- de La Ciudadela, la librería Elena Garro y la Cineteca y tengo la sensación que Horn -la crítica americana- acaba de visitarlas. Estos proyectos son iniciativas de la presidenta saliente de Conaculta, Consuelo Sáizar, quien comprendió el poder de la arquitectura como bandera cultural y reactivó la biblioteca de la Ciudadela, revivió la Cineteca -ambos en notoria decadencia- e instituyó la librería Elena Garro como centro cultural de la mujer. La conveniencia de estos nuevos programas ha sido criticada desde distintos ángulos y como toda iniciativa tiene sus detractores.

Sin embargo, aunar las bibliotecas y colecciones privadas de los más destacados escritores mexicanos y dotar a la antigua Ciudadela -que sirvió a lo largo de sus más de 200 años de fábrica de tabacos, cuartel militar, cárcel, escuela y biblioteca- de nuevos servicios culturales me parece un gran acierto. Especialmente en la rehabilitación de sus áreas más públicas, el rescate de los patios y la permeabilidad de la ciudad. A su vez, reactivar una polvorienta cineteca dotándola de más salas y servicios y, sobretodo, generando un nuevo espacio público donde había una plancha de concreto y coches estacionados, es un logro para la cultura y también para los ciudadanos. No obstante, un “paseo arquitectónico” por las bibliotecas personales de nuestros ilustres literatos no deja de inquietar.

La biblioteca de José Luis Martínez, proyectada por Alejandro Sánchez; la Antonio Castro Leal, diseñada por Bernardo Gómez-Pimienta; la biblioteca para invidentes, de Mauricio Rocha, y la de Alí Chumacero, de José Vigil+Jorge Calvillo, ocupan dos naves cada una, mientras que las de Jaime García Terrés y de Carlos Monsiváis, proyectadas por arquitectura 911sc y por JSa, respectivamente, ocupan sólo una. Además del Centro de la Imagen proyectado por Isaac Broid y las oficinas administrativas del recinto diseñadas por Tatiana Bilbao, todavía en construcción. Todas ellas respetan las lógicas del contenedor histórico y del contenido impreso -su orden, su memoria-, aunque desde propuestas muy conservadoras; tímidas, si cabe.

Por lo que la relación entre contenedor “intocable” y artefacto injertado no se lee, y algunas ideas interesantes, como la memoria del espacio doméstico de Monsiváis, o el librero de García Terrés a modo de arca que flota dentro de su crujía, por tibias, no son evidentes. Las cajas suspendidas de la biblioteca para débiles visuales están lejos de la sensibilidad que el mismo autor hizo gala años atrás en la escuela para invidentes y en el X Teresa. Aquí, las cajas colgadas se arriman a las paredes invadiendo casi todo el espacio disponible y los barandales se convierten en secuencias de accidentes de diseño. Pareciera que no hubiera existido ni Carlo Scarpa ni Renzo Piano.

Angustiado por el resultado, inquirí a Bernardo Gómez-Pimienta (co-autor de los espacios comunes y de la única biblioteca que resolvió problemas de diseño inherentes a su escala) para entender las condiciones y el proceso. Gómez-Pimienta aseguró que todos contaron con tiempo escaso y mucha presión. La única diferencia -afirma- es que él dibujó los detalles constructivos. Recordé a Mies van der Rohe y su máxima “dios, si existe, está en los detalles”. No muy distinta fue la experiencia agridulce en la librería Elena Garro, proyectada por Fernanda Canales, donde se aúnan torpes acabados con buenos espacios añadidos al caserón de Coyoacán, o en la Cineteca inconclusa y ampliada, proyectada por rojkind arquitectos, donde un afortunado discurso formal acorde con la memoria del patio romboidal original, genera una espectacular -y quizá excesiva- cubierta que es a la vez atrio e imagen del nuevo conjunto. Lamentablemente el conjunto se encuentra detrás de precipitado edificio de estacionamiento que, sin pretenderlo, se convierte en la nueva imagen urbana del conjunto cultural.

En suma, un conjunto de excelentes iniciativas cargadas de buenas intenciones para construir arquitecturas celebrativas, con la urgencia de los montajes efímeros y la precariedad de los pabellones de feria… aunque llegaran para quedarse. Como 65 años atrás, seguimos construyendo arquitecturas sin detalle, que difícilmente aguantan el contacto, pero que tienen “buen lejos”.

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Biblioteca García TerrésBiblioteca García Terrés https://arquine.com/biblioteca-garcia-terres/ Wed, 15 Aug 2012 21:18:27 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/biblioteca-garcia-terres/ La Biblioteca Jaime García Terrés (1924-1996) se localiza en una de las crujías del patio norponiente de La Ciudadela.

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La Biblioteca Jaime García Terrés (1924-1996) se localiza en una de las crujías del patio norponiente de La Ciudadela. La intervención de arquitectura 911sc (Jose Castillo+Saidee Springall) oscila entre la idea de una biblioteca comprehensiva y totalizadora en la que los libros se constituyen como la imagen de la misma, y otra de carácter más íntimo y personal con un énfasis particular en el espacio. El proyecto se desarrollo como una charola de piso a techo que ocupa la parte central de la crujía. La biblioteca cuenta con 450 m lineales de repisa para los más de 18 mil volúmenes que componen la colección. Los libreros laterales están montados sobre lambrines de madera y separados del piso, de tal forma que no existe continuidad horizontal entre los mismos. En el extremo poniente de la crujía se desplanta un cubo de lectura que permite otro tipo de lectura con una reproducción de la mesa en la que trabajaba García Terrés. El proyecto incluye una intervención artística de Perla Krauze llamada Tiempo suspendido, compuesta por 330 piedras de resina de distintos tamaños y colores sujetas del plafón.

Fotos: Jaime Navarro

Fotos: Moritz Bernoulli

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Biblioteca Castro LealBiblioteca Castro Leal https://arquine.com/biblioteca-castro-leal/ Wed, 15 Aug 2012 18:05:34 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/biblioteca-castro-leal/ La biblioteca personal del maestro Antonio Castro Leal (1896-1981) ocupa dos crujías en el lado norte del patio norponiente de La Ciudadela.

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Para albergar lo que era la biblioteca personal del maestro Antonio Castro Leal (1896-1981) -con más de 50 mil volúmenes- se proyectó un área de gran transparencia en la cual los libreros están adosados a los muros para contrastar planos verticales (libreros) en madera oscura, los planos horizontales (pisos) en madera clara y vidrio translúcido, y el mobiliario en color blanco. Las cuatro áreas del espacio: recepción, área de trabajo, lectura e investigación. La solución modular de cada componente responde a las viguetas metálicas de las bóvedas catalanas del edificio original, y los pasillos en acero inoxidable. Los barandales son continuos y se articulan en los cambios de dirección y los extremos que muestran no son elementos estructurales. La biblioteca diseñada por bgp arquitectura ocupa dos crujías en el lado norte del patio norponiente de La Ciudadela, ahora Ciudad de los libros y la imagen.

Fotos: Jaime Navarro

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Biblioteca José Luis MartínezBiblioteca José Luis Martínez https://arquine.com/biblioteca-jose-luis-martinez/ Wed, 15 Aug 2012 15:46:24 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/biblioteca-jose-luis-martinez/ Este fue el primer proyecto concluido del amplio programa arquitectónico de La ciudad de los libros y la imagen, en el antugio edificio de La Ciudadela.

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Este fue el primer proyecto concluido del amplio programa arquitectónico de La ciudad de los libros y la imagen. Ubicada en la parte norte del inmueble, la biblioteca personal de José Luis Martínez (1918-2007) es una réplica conceptual de la casa-estudio del diplomático. El proyecto -diseñado por Alejandro Sánchez– se devela de forma secuencial a partir de dos crujías que funcionaban como sala de exposiciones y bodega en planta baja, y una planta de tapanco a doble altura. Una torre de vidrio que funciona como escalera, y a la vez como cubo translúcido de exposición que comunica con el tapanco, en el cual se ubica una sala de lectura y mesas de trabajo. El acervo también cuenta con cubículos de consulta en línea y servicio al público en ambientes separados. Ambas crujías, conectadas entre sí de forma perimetral y a través de ambas escaleras, están revestidas en madera y libreros que van de piso a techo generando una doble lectura, en sentido vertical y horizontal. La estructura de acero, desplegada del muro, conserva la esencia de las construcción original al no contar con un plafón, por lo que la iluminación artificial se suspende de las vigas existentes de la crujía, además de la luz natural generada por tragaluces.

Fotos: Jaime Navarro

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