Resultados de búsqueda para la etiqueta [Kurt Hollander ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Mon, 10 Jul 2023 13:45:36 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.3 La arquitectura anfibia del amazonas https://arquine.com/la-arquitectura-anfibia-del-amazonas/ Mon, 10 Jul 2023 13:45:36 +0000 https://arquine.com/?p=80436 Leticia, una pequeña ciudad en medio de la selva amazónica, ubicada a orillas del río Amazonas en el punto donde el río es más angosto, fue fundada en 1867. Viviendo durante siglos tan cerca del río más grande y volátil, sus habitantes han adaptado sus vidas y arquitectura a los altibajos del río Amazonas, tanto que los antropólogos los han llamado una "cultura anfibia".

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Si es cierto, como afirmó el filósofo griego Heráclito, que nunca puedes bañarte dos veces en el mismo río, es especialmente cierto para el Amazonas. El río Amazonas es el ejemplo perfecto de flujo constante: su velocidad, profundidad y ancho varían enormemente, y su línea de flotación sube y baja increíbles 15 metros de un mes a otro.

Para empeorar las cosas, cada cinco años desde 2005 la Amazonía ha experimentado sequías históricas. En estos mismos años, debido a los cambios climáticos extremos, el río Amazonas ha crecido a niveles no vistos en más de un siglo, con siete de las diez mayores inundaciones en la cuenca del Amazonas ocurriendo en los últimos 13 años. Estos cambios extremos afectan no sólo a la flora y la fauna dentro del río y en las áreas circundantes, sino que también afectan las vidas y los medios de subsistencia de los humanos que viven en uno de los ríos más largos y más grandes del mundo.

Leticia, una pequeña ciudad en medio de la selva amazónica, ubicada a orillas del río Amazonas en el punto donde el río es más angosto, fue fundada en 1867 como una ciudad portuaria perteneciente a Perú, pero en 1933 pasó a formar parte oficialmente de Colombia Aún así, Leticia tiene más contacto, a través del río Amazonas, con ciudades brasileñas y peruanas que cualquier otro centro urbano colombiano. Durante muchas décadas después de su fundación, el único contacto de la ciudad con el mundo más allá del Amazonas fueron los sacerdotes católicos que llegaron en avión para convertir a la población indígena local y los colonos que masacraron a la población indígena local en su búsqueda de riqueza fácil. Hasta 1980, solo había unas 12.000 personas viviendo en la ciudad y sus alrededores.

Foto Kurt Hollander

Hoy, Leticia forma una sola ciudad de 100.000 habitantes con Tabatinga, la ciudad brasileña ubicada a cinco minutos a pie del centro de Leticia, mientras que al otro lado del río se encuentra la localidad peruana de Santa Rosa. Al habitar esta triple frontera, los lugareños deben navegar por tres conjuntos diferentes de leyes, monedas, cocinas, costumbres y culturas. Además de los dos idiomas oficiales diferentes (español y portugués), también se hablan decenas de lenguas indígenas en las calles de estas ciudades.

La mayoría de los habitantes de la ciudad, especialmente los dueños de los negocios locales, son descendientes de europeos o mestizos. Las principales comunidades indígenas están ubicadas en la selva, aunque muchas familias indígenas también viven a orillas del río o en el río mismo.

Foto Kurt Hollander

El corazón económico de Leticia es su puerto. Canoas de madera hechas a mano y pequeñas lanchas fuera de borda traen pescado y productos frescos (plátanos, yuca, frutas exóticas) todos los días para venderlos en el mercado al otro lado de la calle del puerto. Durante gran parte del año, el río abraza las paredes del puerto. La carga se descarga directamente en el malecón desde los botes, mientras que la gente de la ciudad puede subirse a cualquiera de las docenas de taxis acuáticos que transportan a la gente arriba y abajo del río y sus afluentes.

En la temporada de lluvias, el río a menudo se desliza sobre las bolsas de basura apiladas por docenas en altura, cruza la calle e inunda el mercado. Sin embargo, durante la estación seca, el nivel del agua del río desciende decenas de metros por debajo de la pared del malecón. Para llegar a las lanchas hay que descender del malecón y bajar dos docenas de escalones de cemento y luego vadear varios metros entre lodo y basura.

Foto Kurt Hollander

Cuando el río está en su nivel más bajo, seis casas grandes que descansan sobre inmensos troncos de árboles redondos se inclinan en un ángulo escarpado en la colina debajo del puerto, como ballenas varadas. Cuando el río comienza a crecer, los edificios se posan mitad en tierra y mitad en el agua. Cuando el río alcanza su nivel más alto, estas casas flotantes se balancean suavemente sobre el caudaloso río Amazonas, atadas con cuerdas gruesas a anclas de metal en el malecón.

Se pueden ver casas flotantes similares arriba y abajo de las orillas del río Amazonas. Varios grupos indígenas han vivido en la orilla del río en la triple frontera antes de que existiera cualquiera de las ciudades que hoy hay ahí. Viviendo durante siglos tan cerca del río más grande y volátil, han adaptado sus vidas y arquitectura a los altibajos del río Amazonas, tanto que los antropólogos los han llamado una “cultura anfibia”. Los propietarios de estas casas no pagan renta, no poseen escrituras o títulos oficiales de propiedad de la tierra, y no tienen una dirección fija, por lo que son verdaderamente “poblaciones flotantes”.

Foto Kurt Hollander

Aunque las comunidades indígenas locales han construido casas anfibias durante siglos, ha aparecido una nueva variedad de arquitectura flotante en la orilla del río. Los flotantes, como se les llama en español (flutuantes en portugués), son viviendas que también sirven como gasolineras, ferreterías, oficinas, tiendas de abarrotes, restaurantes o bares a canoas y embarcaciones. También hay terminales para botes flotantes e incluso estacionamientos flotantes. Algunos de los flotantes están construidos como botes de fondo plano, pero la mayoría, al igual que las casas flotantes, usan troncos gigantes de árboles de la selva amazónica amarrados al fondo de las construcciones para flotar.

Cuando el nivel del agua del río Amazonas comienza a descender, surge una pequeña isla frente al puerto de Leticia. Los residentes locales martillan tablones de madera para crear un solo puente improvisado sobre la entrada del río para conectar su isla con la ciudad.

Foto Kurt Hollander

Llamada Isla de la fantasía, ha sido poblada durante los últimos 50 años por aproximadamente 200 familias indígenas. Esta isla no se considera oficialmente parte de Leticia. Una zona muerta para el consumidor: sin calles, parques, hoteles, restaurantes, bares o cafés, el área se representa en Google Maps como un área gris vacía en el borde de la ciudad.

El pueblo situado en lo alto de la isla sufre un cambio radical total a lo largo del año. Cuando el río está bajo, generalmente de septiembre a febrero, el río Amazonas se retira al otro lado de la isla y los residentes siembran plantas y cultivos y pueden caminar hasta el puerto. Cuando el río crece, generalmente entre los meses de marzo y agosto, los jardines quedan enterrados bajo el río y los residentes deben usar canoas cada vez que desean salir de sus hogares.

Para sobrevivir a la subida y bajada del río Amazonas, las casas de la Isla de la fantasía deben ser anfibias por la fuerza de la naturaleza. Los palafitos, casas de uno o dos pisos construidas sobre pilotes de madera hundidos en la tierra, están diseñados para funcionar tanto en tierra como a media profundidad. Cuando el río cubre la isla, los palafitos parecen estar flotando en la superficie del agua y los pilotes de madera que los anclan a la isla quedan ocultos a la vista. Cuando las aguas retroceden, estas casas flotan sobre pilotes muy por encima de la tierra.

Foto Kurt Hollander

Al construir su casa, la gente normalmente calcula la altura de los pilotes a partir de la línea de agua del año pasado, una línea que permanece visible en los árboles y las casas durante todo el año. Sin embargo, cualquier fluctuación en el nivel del agua del nuevo año puede provocar inundaciones dentro de la casa. Cuando el nivel del agua supera la altura de la casa, los propietarios deben construir andamios para elevar sus pisos por encima del agua invasora, tirando del piso, tablón por tablón, y reconstruyéndolo más alto, a menudo varias veces al año. Por lo tanto, los palafitos están construidos para ser fácilmente reconstruidos, y tanto las casas como los pilotes de madera sobre los que están construidos están hechos de la misma madera dura del Amazonas que las canoas resistentes al agua.

Foto Kurt Hollander

Aunque los residentes viven sin pagar alquiler, La isla de la fantasía no es una isla paradisíaca. Formada como está a partir de depósitos de sedimentación transportados por el río a lo largo del tiempo, la isla no ofrece tierra sólida sobre la cual construir viviendas y, por lo tanto, se considera una propiedad inmobiliaria de alto riesgo. Además, no hay electricidad, internet, agua corriente ni alcantarillado en la isla. La mayoría de las casas son chozas de costillas que esconden la pobreza extrema detrás de colores brillantes. Debido al constante flujo y reflujo del río, más las intensas inundaciones estacionales, los terrenos de las orillas de la Isla de la fantasía están en constante erosión. En el Amazonas, todo lo sólido eventualmente se desvanece en el agua, y esta isla se dirige en esa dirección.

Foto Kurt Hollander

Debido a la deforestación que está diezmando la selva amazónica y al aumento de las temperaturas en todo el mundo, el río Amazonas, el cuerpo de agua más cambiante y proteico del mundo, sufre continuamente transformaciones cada vez mayores. Aunque generalmente se considera un principio universal, el concepto de flujo de Heráclito ha sido alterado esencialmente por las obras del hombre y, por lo tanto, es imposible predecir en qué se encontrarán los residentes locales en este recodo particular del río Amazonas en los años. por venir y cómo, en todo caso, sus comunidades se mantendrán a flote.

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La arquitectura de la desigualdad en Colombia https://arquine.com/la-arquitectura-de-la-desigualdad-en-colombia/ Wed, 10 Nov 2021 15:13:34 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/la-arquitectura-de-la-desigualdad-en-colombia/ Cali es una de las ciudades más desiguales del mundo. La historia de su desigualdad está escrita en su arquitectura, repleta de favelas en expansión, casas de lujo fortificadas y búnkeres intimidatorios que pertenecen tanto a los jefes de los carteles como a la policía.

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Texto y fotografía: Kurt Hollander

 

Cali es una de las ciudades más desiguales del mundo. La historia de su desigualdad está escrita en su arquitectura, repleta de favelas en expansión, casas de lujo fortificadas y búnkeres intimidatorios que pertenecen tanto a los jefes de los carteles como a la policía.

Cuando a principios de año estalló una huelga nacional en Colombia, que sacó a miles de personas a las calles para protestar contra el modelo social y económico del país, las imágenes y los vídeos dieron la vuelta al mundo. Sin embargo, las causas fundamentales de las protestas fueron menos discutidas en los medios de comunicación internacionales. Las reivindicaciones de los manifestantes para detener las reformas del gobierno que destruyen las pensiones y el sistema de salud pública y aumentan los impuestos para la clase trabajadora eran en realidad bastante modestas, dado que Colombia tiene algunas de las mayores desigualdades económicas y sociales de toda América, y también algunos de los mayores niveles de violencia (incluida la violencia patrocinada por el Estado).

Colombia lleva más de cincuenta años en guerra consigo misma. El gobierno ha luchado contra las guerrillas mientras ignoraba (o incluso ayudaba) a las organizaciones criminales fuertemente armadas que producen y distribuyen cocaína y también aterrorizan a las comunidades marginales en un intento de apropiarse de sus tierras. La violencia de estos grupos armados ha producido uno de los mayores números de refugiados internos del mundo. En las últimas décadas, Cali, la tercera ciudad más grande del país y el centro de producción de cocaína, ha absorbido un gran número de estas personas desplazadas, en su mayoría de ascendencia afrocolombiana o indígena, exacerbando los niveles ya extremos de pobreza, desigualdad y delincuencia que existen en la ciudad.

 

Arquitectura de la desigualdad

La arquitectura de Cali tiene sus raíces en la profunda desigualdad de la ciudad. Allí, el estatus social de una familia se mide a menudo por la altura de su casa. Por ello, los caleños tienden a amontonar cubos de ladrillo y cemento uno encima de otro, sin tener en cuenta los riesgos de los terremotos o de un diseño defectuoso. Cada piso que se añade es un peldaño más en la escala social, que vale cualquier posible riesgo de seguridad.

Siguiendo a sus homólogos estadounidenses, los condominios de gran altura siguen siendo el sueño de las clases medias colombianas y proliferan por toda Cali. Su construcción conlleva la eliminación de la naturaleza, especialmente en las estribaciones de la cordillera de los Andes que recorren el oeste de la ciudad. Aunque estas exuberantes y verdes colinas, que dan a la ciudad su belleza, suelen estar protegidas, promotores inmobiliarios sin escrúpulos se saltan las restricciones burocráticas para construir allí condominios cerrados de gran altura, profanando el paisaje.

Al mismo tiempo, las favelas se han extendido verticalmente en muchas colinas que rodean la ciudad, creando monstruos arquitectónicos y condiciones sociales insalubres, precarias y violentas.

 

 

Pisos extra.

 

Club Colombia

En los años setenta, el sur de Cali, especialmente barrios como Ciudad Jardín, agraciados por la presencia de amplias avenidas, grandes parques y grandes casas modeladas según el modelo de los suburbios estadounidenses, se convirtieron en las zonas residenciales más codiciadas, lejos de la plaga urbana de los barrios superpoblados, congestionados y plagados de delincuencia de las zonas bajas de la ciudad. Sin embargo, la arquitectura de estos barrios exclusivos, diseñada para defenderse de las clases bajas (vallas eléctricas, puertas altas y puestos de seguridad), es inevitablemente fea.

La arquitectura en Cali se sobrealimentó a partir de los años 70, cuando los miles de millones de dólares de beneficios de la cocaína del Cártel de Cali cayeron como la nieve sobre la ciudad. En los años 80, en el apogeo del Cártel de Cali, los reyes de la cocaína invadieron exclusivos barrios residenciales, como Ciudad Jardín, en el sur de la ciudad, comprando lujosas casas o construyendo mansiones al lado. Estas construcciones destacaban por la cantidad de columnas clásicas, fabulosas piscinas interiores y exteriores, y suelos, paredes y techos de mármol importado, brillantes símbolos de riqueza y éxito que bien merecían el riesgo de ser encarcelados.

Aunque los nuevos ricos suelen volcar el dinero en sus casas para presumir de su recién adquirido estatus, en Cali estas lujosas viviendas se han ocultado en su mayoría tras altos muros fortificados. Incluso las paredes internas de las propias casas eran más gruesas para permitir pasillos ocultos y cajas fuertes para guardar oro, joyas, dinero en efectivo y cocaína (según cuenta la leyenda, muchos de los trabajadores contratados para construir estos espacios secretos fueron asesinados antes de que pudieran dar la información a las autoridades).

Gastar inmensas sumas de dinero en el sector inmobiliario y de la construcción no solo era una forma rápida de ascender en la escala social, sino también la mejor manera de blanquear los beneficios ilegales. Gran parte del dinero que se blanqueaba se movía por la ciudad mediante una flota de vehículos blindados registrados a nombre de una empresa de transporte de fondos de propiedad legal del cártel de Cali. Más que transportar dinero sucio, estos bloqueos casi impenetrables sobre ruedas eran la forma perfecta de introducir y sacar de la ciudad grandes cargamentos de cocaína y armas.

 

Club Colombia.

 

A pesar de estar entre los habitantes más ricos de la ciudad y ser propietarios de equipos de fútbol, un banco y una cadena de farmacias, los capos del Cártel de Cali tenían prohibido el acceso al círculo más alto de la sociedad caleña, en concreto al Club Colombia, un club social de élite que acoge a la crème de la crèmede la ciudad. Fundado en 1930 e inspirado en el Jockey Club de Bogotá, el Club Colombia cuenta con una membresía que proviene de las familias europeas originales de la ciudad, incluidos los propietarios de las plantaciones de azúcar y de la industria (el cártel del otro polvo blanco) que aún controlan la mayor parte de la economía formal y la cultura de Cali.

Molestos por el rechazo de la alta sociedad, los jefes del Cártel de Cali se adelantaron y construyeron una copia exacta del Club Colombia, en tiempo récord y con un presupuesto ilimitado, que pasó a conocerse como el Búnker del Cártel de Cali. Además de varias casas familiares (donde vivían los miembros armados del Cártel), el edificio principal era una estructura de piedra de cincuenta metros de altura con ventanas a prueba de balas, un helipuerto en su tejado y un aparcamiento subterráneo para veinte coches con túneles secretos (uno de los cuales conducía a un lago en un parque cercano). Todo el complejo estaba rodeado por un muro exterior de seis metros de altura vigilado por cámaras de circuito cerrado.

Con la caída del Cártel de Cali y el encarcelamiento de los capos, el gobierno se encontró con la propiedad de más de mil casas, apartamentos, terrenos y fincas gigantes en Cali y sus alrededores confiscados a los narcos, incluido el Búnker del Cártel de Cali. Veinticinco de estas propiedades en Cali están actualmente a la venta. Las propiedades confiscadas, sin embargo, no son una inversión muy atractiva. La mayoría de los edificios están ya decrépitos gracias al abandono de muchos años, mientras que otros han sido invadidos y utilizados como viviendas o negocios (incluso las propiedades que están en buen estado no atraen a los compradores cuando se subastan a precios de ganga, ya que los posibles compradores temen que los antiguos propietarios, muchos de los cuales están cumpliendo largas condenas en cárceles estadounidenses o colombianas, regresen algún día y exijan que se les devuelvan las escrituras).

El Centro Nacional de Estupefacientes (DNE), encargado durante décadas de administrar todas las propiedades confiscadas a los narcos, resultó ser en sí mismo una organización criminal. Decenas de funcionarios públicos, entre ellos exdirectores de la DNE y congresistas, se quedaron con un centenar de propiedades fuera de la lista para su propio beneficio, cobrando alquileres mínimos o firmando escrituras a cambio de cuantiosos sobornos, que luego invirtieron en casas de lujo en Miami y Cartagena. La DNE fue finalmente cerrada en 2014, y sus exdirectores y varios congresistas encarcelados por corrupción.

 

 

Palacio de Justicia.

 

Cultura del búnker

Hay otros búnkeres que definen el paisaje urbano de Cali. Los edificios de la administración pública, los juzgados, las cárceles, las comisarías y las bases militares, es decir, toda la arquitectura social de la detención y el encarcelamiento en la ciudad, están modelados como búnkeres fortificados. Escondidos detrás de altos muros protegidos por torretas, camuflados para integrarse en la expansión de la ciudad cuando se ven desde el aire, estos fortines de cemento son menos brutalistas que brutales.

De hecho, de todas las estructuras arquitectónicas, estos búnkeres urbanos son quizás los más feos, diseñados para infundir terror en los corazones de los ciudadanos, conscientes de los muchos miles de personas inocentes que «desaparecen» al interior de estas estructuras para no volver a ser vistas. Estos búnkeres, sin embargo, son quizás una forma más honesta de arquitectura; diseñar nuevos edificios gubernamentales coloridos y brillantes para la tortura del Estado sería realmente horrible.

En Cali hay dos Palacios de Justicia donde el gobierno castiga a los delincuentes de la ciudad. El más antiguo y grandioso, también conocido como Palacio Nacional, una construcción de cinco pisos diseñada en estilo Luis XVI en 1928 por el arquitecto belga Joseph Maertens, con majestuosos balcones y cúpulas de bronce en el techo, es uno de los edificios más emblemáticos y elegantes de Cali. El Búnker de Justicia, un monolito de hormigón de trece plantas construido en la década de 1980 con minúsculas ventanas encajadas en un bloque de cemento, no se parece en nada a una cárcel.

 

Búnker de Justicia.

 

Está previsto construir un monolítico Búnker de Justicia 2 en el terreno arrasado de lo que hasta hace poco era el barrio obrero de El Calvario, poblado por modestas casas colombianas con colores pastel desvaídos y detalles art decó en funcionales construcciones de cajas de zapatos. Gracias al total abandono del gobierno, en las últimas dos décadas el barrio se ha deteriorado hasta convertirse en un importante centro de distribución de drogas. Los traficantes de basuco, la forma más barata y adictiva de la cocaína, se hicieron con varios edificios abandonados y los fortificaron, sellando las ventanas y las puertas.

El abandono a largo plazo y la destrucción final de este tradicional barrio obrero forman parte de un proceso continuo de aburguesamiento en Cali. El Calvario acabó siendo demolido por completo en 2019 (un gigantesco búnker de basuco fue el último edificio que quedó en pie) para hacer sitio a un futuro centro comercial de lujo y condominios. En Colombia, la «renovación urbana» es el equivalente arquitectónico de la limpieza social, por la que barrios enteros de clase trabajadora fueron barridos.

Antes y después: un barrio de clase trabajadora que antes era próspero y que se sumió en la delincuencia y la pobreza fue demolido para hacer sitio a un futuro juzgado, condominios y un centro comercial de lujo.

 

Arquitectura ofensiva

Parte de la fea arquitectura de Cali ha sido objeto de violentas críticas. En 2007, la principal estación de policía del centro de la ciudad fue volada en pedazos por un coche bomba, atribuido a un grupo de guerrilla urbana. Un agente de policía murió y cuarenta y dos resultaron heridos por la explosión. Desde entonces, un tanque gigante aparcado en la calle de acceso a la comisaría del centro de la ciudad se ha convertido en parte de la antiarquitectura de la ciudad. En 2008, el Búnker de Justicia fue sacudido por un coche bomba atribuido a la guerrilla izquierdista, dejando cuatro muertos y veintiséis heridos. Durante las protestas del paro nacional de este año, varios edificios gubernamentales fueron atacados y muchas comisarías fueron vandalizadas e incendiadas.

Durante las dictaduras militares de Chile y Argentina, empresas como Ford permitieron a la policía nacional y a los militares crear centros de detención clandestinos dentro de sus fábricas, que sirvieron de base para torturar y asesinar a dirigentes sindicales y activistas estudiantiles. En la actualidad, la policía de Cali ha creado espacios ad hoc similares para detener ilegalmente a cientos de manifestantes acorralados durante las protestas pacíficas. En el lujoso centro comercial El Éxito, el aparcamiento, prohibido a la prensa y a los observadores de derechos humanos, estaba lleno de casquillos de bala y tenía manchas de sangre en la pared.

Los centros comerciales en general pueden ser vistos como puestos de avanzada militarizados de la economía formal de Estados Unidos, blocaos fortificados en los que se venden productos importados a precios elevados con los beneficios expatriados, lo que por supuesto es parte de la razón por la que la economía colombiana va tan mal. El hecho de que muchos de estos exclusivos centros comerciales que venden productos importados de EE. UU. fueran objeto de vandalismo durante las protestas indica algo de la consideración que tienen los lugareños sobre ellos.

Más que una mera crítica, el vandalismo de los edificios gubernamentales y los centros comerciales de Cali, especialmente durante el paro nacional, son protestas contra las desigualdades sociales, la corrupción y la violencia patrocinada por el Estado que tiene lugar entre las paredes de estos edificios. En Cali, los crímenes de la arquitectura son los que se cometen no contra el buen gusto, sino contra la naturaleza, las comunidades marginadas y la clase trabajadora.


Texto publicado originalmente en Jacobin. Se publica aquí con permiso de los editores y el autor.

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Arquitectura brillante https://arquine.com/arquitectura-brillante/ Tue, 01 Dec 2020 00:12:51 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/arquitectura-brillante/ Si llegara a volar a la ciudad colombiana de Quibdó en un día despejado, dentro de la vasta selva verde que la rodea y el río Atrato, fluyendo con su color capuchino a través de ella, verá la ciudad literalmente brillar.

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Texto y fotografías de Kurt Hollander

 

Si llegara a volar a la ciudad colombiana de Quibdó en un día despejado, dentro de la vasta selva verde que la rodea y el río Atrato, fluyendo con su color capuchino a través de ella, verá la ciudad literalmente brillar.

Qubido es un improbable centro urbano en medio de una de las áreas con mayor biodiversidad del mundo. Originalmente un importante centro de viviendas indígenas, la ciudad ha mantenido su presencia indígena y se ha convertido en una de las afrópolis o negrópolis más grandes de América. Quibdó es la única ciudad importante de Colombia donde la clase dominante y la población son principalmente afrodescendientes. Asentada entre comunidades indígenas esparcidas a lo largo del río Atrato, la ciudad fue originalmente una ciudad minera de oro y platino que fue posible gracias al trabajo de personas esclavizadas.

Los metales preciosos se han extraído en la región desde la conquista española y representan una parte importante de su economía formal e informal. En Quibdó, hay decenas de tiendas en el centro de la ciudad que compran y venden oro y platino, en forma de polvo, metal en bruto o como joyería. Por mucho que estos metales hayan definido la economía y la cultura durante los últimos quinientos años, existe una pronunciada falta de metales en los edificios y construcciones de la ciudad, una clara señal de subdesarrollo y colonialismo extractivo.

Sin embargo, es esta falta de modernidad lo que hace a Quibdó tan atractiva. La ciudad es conocida por su gran cantidad de palafitos, sencillas casas de madera que se ciernen sobre el suelo mediante el uso de pilotes de madera, protegiendo a los edificios de las inundaciones provocadas por intensos aguaceros y ríos desbordados.

Las casas indígenas tradicionales son construcciones elevadas, redondas, sin paredes, con altos techos cónicos hechos de hojas de palma y con pisos hechos con caña de bambú local. Estas construcciones ofrecen una máxima apertura a los elementos que permiten que el viento circule libremente para refrescar el interior. Las comunidades afrocolombianas en Quibdó utilizaron los mismos materiales para la construcción que las comunidades indígenas, pero construyeron viviendas en su mayoría rectangulares, añadiendo paredes y puertas exteriores e interiores a sus viviendas, y usando cal y yeso para cubrir y blanquear las paredes de bambú.

Con el tiempo, las migraciones desde centros urbanos más grandes trajeron consigo el uso de ladrillos, concreto y metal, así como construcciones urbanas con diseños convencionales. Todo tipo de construcciones, desde indígenas, negras y mestizas, conviven hoy en Quibdó, aunque las formas modernas de construcción desplazan continuamente a las otras cada vez más lejos del centro o crean exclusivas zonas residenciales en los suburbios de la ciudad.

A lo largo de los siglos, Quibdó ha incorporado muchas de las arquitecturas convencionales de Europa y Estados Unidos, pero la ciudad aún conserva los estilos arquitectónicos tradicionales. Las casas de madera están prohibidas desde la década de 1960, debido en gran parte al problema de los incendios, pero aún se encuentran entre las más comunes en la arquitectura informal de las zonas marginales creadas para satisfacer las necesidades de los migrantes.

Las casas hechas de materiales naturales se mezclan fácilmente con su entorno, mientras que las construcciones modernas se esfuerzan por agregar colores y texturas y de materiales artificiales que no se encuentran en ninguna parte de la naturaleza. Así, en Quibdó la madera y la caña de bambú han sido sustituidas en su mayoría por bloques de cemento y ladrillos, mientras que las hojas de palma han sido reemplazadas por techos de zinc. Los techos de zinc o acero galvanizado, introducidos en la ciudad a finales del siglo XIX, fueron los primeros elementos arquitectónicos modernos que se incorporaron a la arquitectura local. Las mallas de alambre para puertas y ventanas, que mantenían alejados a los mosquitos que propagan enfermedades tropicales, también se convirtieron en un elemento esencial de las nuevas construcciones, agregando brillo adicional al exterior de las casas. Además de proteger las construcciones de la lluvia, el metal brillante se convirtió en un símbolo de estatus, que inmediatamente distinguió el nivel social de los habitantes.

En los últimos años, un nuevo elemento ha llegado a definir la arquitectura de Quibdó, distinguiéndola de todas las demás ciudades colombianas y dándole un brillo extra de modernidad. El asfalto autoadhesivo con una superficie de papel de aluminio, importado de China, es el último material de construcción que deja su huella en el paisaje urbano. Este material está diseñado para ser impermeable, hermético, y resistente a la luz solar ultravioleta y a la abrasión, y proporciona un excelente aislamiento térmico (al reflejar más del 90% del calor radiante).

Este asfalto autoadhesivo es fácil de instalar y es un excelente sellador que se adhiere a cualquier superficie. Con polímeros elastoméricos y fibra de vidrio, este producto sobresale en elasticidad, plasticidad, flexibilidad y durabilidad, resistiendo a la tracción y a la intemperie. Puede soportar cambios repentinos de temperatura y puede mantener la temperatura de la superficie expuesta y la de los espacios interiores dentro de límites que resultan confortables.

Aunque este producto está diseñado para servir como aislamiento y protección para tejados, los rollos de aluminio se han reutilizado en esta ciudad selvática y se usan casi exclusivamente para proteger las paredes de hormigón y ladrillo de los edificios de los estragos de un clima muy extremo. Quibdó, cuya temporada de lluvias dura todo el año, tiene la mayor cantidad de lluvia de todas las ciudades del mundo y es considerada el lugar más húmedo sobre la tierra seca. La ciudad también tiene un promedio de alrededor de 32º centígrados durante todo el año, recibiendo un bombardeo constante e intenso de rayos solares.

En el territorio de los metales preciosos, todo lo que brilla es bueno, y esto también se aplica a los edificios. Los revestimientos de metal brillante para edificios son un símbolo de estatus vertical, uno que convierte casas y edificios de hormigón y ladrillo poco atractivos en monumentos atractivos y brillantes que se destacan de su entorno. Además del estatus estético y social que proporciona, el revestimiento de aluminio y asfalto también tiene sentido en el clima extremo de Quibdó. Con su resistencia al calor extremo y a las constantes precipitaciones, así como por su bajo costo y fácil aplicación, podría convertirse en la solución ideal para la arquitectura de la crisis climática, un traje espacial platinado construido para resistir las condiciones climáticas más extremas del planeta.

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Local, global https://arquine.com/local-global/ Fri, 06 Dec 2013 00:10:54 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/local-global/ El artista Kurt Hollander y los arquitectos Michel Rojkind y Gerardo Salinas dialogan en torno a la evolución de la mirada de lo local y lo global, del turista y el habitante en ciudad de México con motivo de la exposición 'Happy city del artista estadounidense desarrollada por la galería nómada Cultura Surplus.

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El artista Kurt Hollander y los arquitectos Michel Rojkind y Gerardo Salinas dialogan en torno a la evolución de la mirada de lo local y lo global, del turista y el habitante en ciudad de México con motivo de la exposición ‘Happy city del artista estadounidense desarrollada por la galería nómada Cultura Surplus en el Hotel Oslo y que presenta una serie de fotografías que muestra una reflexión sobre los tránsitos, la arquitectura, los lugares —o no lugares— de paso. El sórdido exotismo que habita los costados del camino es clasificado fotográficamente por la cámara de Hollander,  quién —convertido en artista viajero— articula una investigación visual a la par que se desplaza en pos de su objeto de estudio/deseo.

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Happy city https://arquine.com/happy-city/ Wed, 31 Jul 2013 15:25:59 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/happy-city/ 'Happy City' de Kurt Hollander retrata los moteles de amor en la República Dominicana. Arquitecturas posmodernas, fachadas ostentosas demarcadas por anuncios luminosos o portones que apenas ocultan discretos espacios anónimos y uniformes que aluden a la corporativización de la industria del placer.

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En este nuevo movimiento, la galería nómada Cultura Surplus presenta una serie de fotografías que muestran una reflexión sobre los tránsitos, la arquitectura, los lugares —o no lugares— de paso. El sórdido exotismo que habita los costados del camino es clasificado fotográficamente por la cámara de Kurt Hollander,  quién —convertido en artista viajero— articula una investigación visual a la par que se desplaza en pos de su objeto de estudio/deseo.

‘Happy City’ trata sobre los moteles de amor en la República Dominicana. Hollander recalca un elemento básico dentro de su poética habitual centrada en sus propios desplazamientos: el análisis de las culturas urbanas y sus particulares estrategias de supervivencia, la conciencia corporal que remite inmediatamente a la conciencia de la propia mortalidad. Este elemento se integra de manera orgánica a su mundo creativo, pues al retratar estos lugares de paso, que muestran arquitecturas posmodernas, fachadas ostentosas demarcadas por anuncios luminosos o portones que apenas ocultan discretos espacios anónimos y uniformes diseñados como fábricas, alude directamente a la corporativización de la industria del placer. Y es precisamente por esta conexión erótica implícita, que la serie cumple un rol complementario a las pulsiones de muerte y al interés por el thanatos, observado en producciones anteriores del artista, mientras que alude de nueva cuenta a los fluidos corporales, pero esta vez de manera gozosa.

La serie está conformada por fotografías a color, en formato medio e impresas de manera digital. Fachadas de “cabañas” que adquieren el carácter de no-lugares al señalarse su papel como índices, continentes del espacio sexual. El cuerpo de la serie bien podría dividirse en dos: las fotografías nocturnas, en donde los anuncios luminosos trazan un dibujo atrayente, una especie de maquillaje que realza su eficacia como indicadores de los espacios del deseo y que formalmente intensifican el carácter sígnico, la preeminencia de la línea y la composición sobre el plano; y las fotos que han sido tomadas durante el día, que nos muestran perspectivas de espacios solitarios y uniformes. Abandonados de momento, toda vez que se han saciado dentro de ellos los impulsos del eros. Han vuelto a la vida inanimada, pre-orgánica, mineral, sin habitantes.

La exhibición es tácitamente una muestra que plantea un comentario sobre los contextos de distribución y recepción de la obra de arte al apostar por un montaje relacional que sitúa los registros fotográficos de fachadas de moteles dominicanos dentro de los cuartos de un hotel. Para presentar esta muestra se ha elegido el emblemático Hotel Oslo (1973), pionero en hoteles para parejas en la ciudad de México, mismo que contextualiza las obras seleccionadas dentro de sus distintas habitaciones. Si en exposiciones anteriores de estas imágenes se había apostado por el simulacro del hotel dentro de las salas del museo, ahora se presentan en una especie de “mise en abyme” que hace una relectura de la serie como huellas de tránsitos vivenciales que nos invitan a repensar los espacios arquitectónicos y sus usos. Montando así un dispositivo que dialoga con las estructuras preconcebidas del espectador y le invita a alojarse momentáneamente al interior de una nueva taxonomía de corte hiperrealista.

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El cargo Happy city apareció primero en Arquine.

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