Resultados de búsqueda para la etiqueta [Kickstarter ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Fri, 08 Jul 2022 07:21:16 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.3 Performar arquitectura https://arquine.com/performar-arquitectura/ Thu, 08 Aug 2013 15:36:23 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/performar-arquitectura/ Cuerpo, espacio y arquitectura son conceptos sumamente relacionados. Cuando el cuerpo habita el espacio adquiere dimensión, sentido y medida, incluso peso. Cuerpo y espacio ayudan a construir la arquitectura, otorgándole un valor más allá de un mero objeto.

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Cuerpo, espacio y arquitectura son conceptos sumamente relacionados. El cuerpo da sentido al espacio y al revés. Cuando aquél entra en “contacto” con el espacio, habitándolo, éste adquiere dimensión, sentido y medida, incluso peso. En este sentido, cuerpo y espacio ayudan a construir la arquitectura, otorgándole un valor más allá de un mero objeto. Una arquitectura que pasa a ser usada, testada al ser invadida. Esto es, la arquitectura se aprehende y se activa al ocuparla y vivirla. Podemos imaginarlo a través de muchos ejemplos. Lo visualizamos con facilidad al imaginar un cuerpo realizando una acción en el espacio: un campo de futbol sólo tendrá sentido cuando se dispute el juego, una calle cuando se cruza o transita, una escalera cuando se sube o se baja. Es esa dupla cuerpo-acción, el acontecimiento realizado, lo que le da un sentido al diseño (arquitectónico). Algo que podría resumirse en la famosa expresión de Julio Cortázar: “¿Qué es un puente? Un puente es una persona cruzando un puente”. El escritor argentino lo advierte: es la acción en el espacio la que crea arquitectura y, al tiempo, esa arquitectura lo rodea, lo limita, restringiendo la relación del cuerpo con el medio que lo envuelve (environment). Arquitectura y habitante se tornan inseparables.

Sobre lo anterior podríamos decir de forma inocente que a cada acción en el espacio le corresponde una arquitectura, pero en ocasiones esta última requiere ser pensada e indagada para cuestionarla y establecer sus límites. Explorar este hecho a través de distintos proyectos es una de las facetas del arquitecto. Pero no sólo de él. También el arte puede enfrentarse al espacio construido para explorarlo, desarrollando y cuestionando sus límites. La práctica del performance, por ejemplo, es una disciplina que propone la puesta en escena de una acción donde el cuerpo actúa como herramienta principal para relacionarse con el espacio y el medio que lo rodea, cuestionando, a su vez, la relación entre objeto-sujeto, espectador-artista.

Si, como decíamos antes, cada acción tiene una arquitectura, ¿cuál es la arquitectura para el performance? ¿Cuál es el espacio para explorar esa misma relación entre cuerpo y espacio al tiempo que los amplíe? Ese parece ser el último reto de la artista Marina Abramovic, que ha confiado en el estudio holandés OMA para construir su propio espacio donde responder esas cuestiones. El Marina Abramovic Institute (MAI) recicla un viejo edificio en Hudson, Nueva York, para acometer un proyecto cuyo diseño, en palabras del propio estudio, “mejorará la estructura existente para dar cabida tanto a la investigación y producción de arte de performance como responderá a los parámetros específicos de rendimiento de larga duración”.  El diseño podría resumirse en un conjunto de diferentes salas en torno a un gran espacio central que, a modo de cubo blanco, es una auténtica sala para lecciones magistrales donde ejecutar obras de performance, danza, teatro, cine, música, ópera cuyo puesta en escena debiera ser superior a seis horas, confrontando la resistencia del cuerpo y el espacio. Es decir, el MAI se presenta como un ejercicio arquitectónico que deberá cuestionarse desde el mismo momento en que esté construido. Será el uso el que pondrá en carga al edificio.

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Pero por el momento el proyecto es sólo imaginado en renders y maquetas. Pese al que podemos imaginar un emocionante diálogo y trabajo entre la artista y los arquitectos, tratando de definir cómo serán los espacios antes si quiera de poder ocuparlos, aún falta esa arquitectura donde pueda desarrollar esa “investigación y producción”. Para llevarla a cabo Abramovic ha recurrido entonces un curioso procedimiento: el crowdfunding, haciendo posible mediante la plataforma Kickstarter que cualquiera se convierta en socio fundador. A cambio de un aporte al proyecto, Marina Abramovic se ofrece a los participantes con sus performances. “Sentí que me convertí en una marca” dijo al anunciarlo. Las más famosas obras de la artista serbia son vendidas y ofrecidas como si se tratase de un producto exclusivo según distintas contribuciones económicas. Así, uno puede recibir de la artista desde un abrazo a enseñar como beber un vaso de agua, desde una visita virtual en 8 bits al Instituto a una mirada penetrante de Abramovic (a través de una pantalla).

Abramovic juega con la idea con la que abre este texto: ahora no es que la acción en el espacio genere una arquitectura sino que es el medio mismo para llevarla a cabo. Del espacio al ciberespacio. Donde el micromecenazgo y el proyecto no son otra cosa que una enorme acción artística que invita al espectador a participar. El crowdfunding transformado en arte, utilizado para cuestionar el objeto-sujeto, la idea de espectador pasivo y activo, la realidad y lo virtual (el render, la maqueta, el videojuego), e incluso la producción de espacio a través del performance.

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De la baldosa a la ciudad https://arquine.com/de-la-baldosa-a-la-ciudad/ Fri, 19 Jul 2013 16:02:56 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/de-la-baldosa-a-la-ciudad/ El crowdfunding es el nombre que recibe la práctica de financiación colectiva de un proyecto. Se caracteriza que, frente a grandes inversiones, su motor son los pequeños aportes de mucha gente que luego son correspondientemente acreditados. La ciudad es también objeto de este tipo de campañas, pero ¿son del todo capaces de ayudar a construirla?

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Tiempo atrás recibí uno de esos numerosos correos que llegan muchas veces a la bandeja de correo. Anunciaba la posibilidad de participar en la financiación de un proyecto público y temporal para la ciudad de Nueva York. A cambio de una pequeña cantidad de dinero, uno podía participar en la ejecución una enorme piscina flotante en forma de cruz. Aunque ya había visto este proyecto varias veces por internet hace más de un año quería destacarlo ahora por dos motivos; el primero, que ya conocía, que se trataba de un trabajo que buscaba su realización a través de la plataforma de crowdfunding Kickstarter, y el segundo, algo que no había reparado, era que el acabado que proponían sus diseñadores no era uno cualquiera, sino que estaba confeccionado por miles de baldosas –de un material brillante que no sabría describir en la imagen– cada una de las cuales estaba serigrafiada con un nombre o un mensaje diferente. Su título, “Tile to tile”, da a entender lo que ofrecie: con un pequeño porcentaje, cualquiera puede ayudar a construirlo y hacer que una parte del diseño le perteneciera, a través de estas firmas o mensajes sobre el pavimento. Un concepto similar al que usan los bancos de Central Park, en la que la ciudad se ayuda con miles de financiameintos privados. Una manera de conseguir que la gente que participa se sienta parte del proceso tanto en su desarrollo como en el producto acabado. El proyecto disponía de 30 días para conseguir $ 250,000USD, cosa que consiguió en exceso, con lo que puede ser considerado un éxito económico. Ahora bien ¿es una manera factible de hacer ciudad?

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El crowdfunding es el nombre que recibe la práctica de financiación colectiva de un proyecto. Se caracteriza que, frente a grandes inversiones, su motor son los pequeños aportes de mucha gente que luego son correspondientemente acreditados o beneficiados. Si bien la práctica no es nueva y pueden encontrase ejemplos a lo largo del mundo que existían mucho antes que estas plataformas –como éste de Lima.

Ahora, gracias al desarrollo de internet y las plataformas de micromecenazgo, cuando esta viviendo un auge distinto. En 2009 apareció en la red la primera de estas plataformas –la mencionada Kickstarter– y después de ella, aparecieron otras muchas más, adaptadas a distintas situaciones y necesidades locales, que han permitido la realización de distintos proyectos, de diseño o empresariales. Pero, ¿como se transporta esta idea a la ciudad? ¿Son capaces de funcionar con la misma lógica y es posible desarrollar proyectos urbanos con ellas?

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Hay que tener en cuenta que estos procesos para las ciudades incluyen una complejidad que no los hace un mero artículo de diseño –que suelen ser más o menos cerrados y acabados–; por el contrario, los proyectos urbanos incluyen una gran cantidad de agentes, escalas, burocracias y tiempos que hacen más costoso –y no sólo en lo referido a la economía– el proceso de su ejecución. Como bien se apuntaba en el blog La ciudad viva, estos procesos no pueden reducirse a un exclusivo criterio de marketing –donde la imagen más sugerente es la que muchas veces consigue mayor apoyo.

Sin embargo, sí podemos verlos y pensar que abren posibilidades diferentes a las ya conocidas del planeamiento urbano, donde los ciudadanos tienen más presencia en la discusión y debate de la ciudad y construyan, con ello, un mayor empoderamiento, es decir, una manera de sentir suya la ciudad al saber en qué han invertido su dinero y, en segundo plano, recibir una mención destacada por ello. Rastreando estas formulasas encontramos, por ejemplo, el proyecto ‘I Make Rotterdam’, con el se pudo materializar el proyecto de una pasarela peatonal que salvaba un espacio dominado por el coche. Este proyecto no era, en su lógica de funcionamiento, muy distinto al caso de la piscina de Nueva York. También aquí cada persona interesada podía pagar un pequeño precio por un trozo del puente y, a cambio, su nombre era estampado en el acabado de baldosas amarillas, de modo que cualquier ciudadano –o empresa– tendría una misma consideración.

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El proyecto estimula la participación ciudadana en las decisiones urbanas y se planteaba, en sus propias palabras, como “una alternativa al modelo tradicional de gestión y desarrollo de la ciudad”. Después de todo, si pensamos en como se gestionan los proyectos la ciudad generalmente se produce de forma vertical, desde arriba hacia abajo, desde las instituciones –ayuntamientos, alcaldías, delegaciones– a los ciudadanos. Estos otros proyectos, por contra, son más horizontales, también más flexibles y multidisciplinares, más adhocraticos se podría decir, capaces de responder con mayor rápidez para reaccionar y plantean una mayor implicación y discusión por parte de los ciudadanos, donde frente a la decisión de unos pocos aparece la de la multitud.

Habrá quien se queje del riesgo de dejar en exclusiva a los ciudadanos las decisiones de la ciudad o que no siempre estos proyectos pueden tener una visión global del conjunto –al tratarse de pequeñas intervenciones. Y es cierto, un buen proyecto pero mal contado, podría quedarse sin apoyos, o uno innecesario pero altamente sugerente en su presentación puede acabar, a largo plazo, convertido en un lastre.

El proceso debería ser complementario entre las dos estructuras: las iniciativas ciudadanas, más flexibles e informales pero más ágiles y activas; y las burocráticas, más lentas y pesadas. Necesitamos sistemas que propicien la participación activa de los ciudadanos. Las plataformas de crowdfunding pueden haber abierto esa brecha, pero no dejan de ser la punta del iceberg de una diferente posibilidad de cómo entender la ciudad y cómo construirla, más allá de pagar una baldosa o un azulejo con tu nombre.

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