Resultados de búsqueda para la etiqueta [Gerrit Rietveld ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Fri, 08 Jul 2022 07:21:39 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.3 La silla vacía https://arquine.com/la-silla-vacia/ Thu, 25 Jun 2015 20:01:35 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/la-silla-vacia/ “Muchas construcciones difíciles han sido resueltas satisfactoriamente y han adquirido su forma generalmente aceptada: ¿por qué resulta entonces que no se ha encontrado una solución satisfactoria para una construcción tan simple como una silla, como, por ejemplo, si se ha logrado para una bicicleta o, aun más simple, para una cuchara?” —Gerrit Rietveld

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“Muchas construcciones difíciles han sido resueltas satisfactoriamente y han adquirido su forma generalmente aceptada: ¿por qué resulta entonces que no se ha encontrado una solución satisfactoria para una construcción tan simple como una silla, como, por ejemplo, si se ha logrado para una bicicleta o, aun más simple, para una cuchara?”

Probablemente pocos al ver la silla roja y azul, de 1917, o la silla zig-zag, de 1934, supondrían que su autor escribió el párrafo anterior. Gerrit Thomas Rietveld nació en Utrecht, el 24 de junio de 1888. Su padre era carpintero y él dejó la escuela a los 11 años para trabajar como su aprendiz. En 1917 abrió su propio taller —la silla roja y azul es uno de sus primeros diseños. Paul Overy dice que aunque los muebles de Rietveld se consideran comúnmente como “un intento de reinventar la rueda,” son más bien ensayos para “desarrollar nuevas tipologías y nuevos métodos de producción.” Y agrega que “más que «rarezas» que marcan un punto muerto en el diseño de sillas, que debió ser rescatado por los muebles tubulares de la Bauhaus, la silla roja y azul y otras piezas similares, fueron un ejercicio «deconstructivista» anterior al desarrollo de esas nuevas tipologías y métodos de producción.”

El ejercicio “deconstructivista” se centraba con particular atención en la construcción del objeto llamado silla y, más aun, en los problemas materiales del ensamblado de la madera: “con esta silla —escribió Rietveld en 1919 de la silla roja y azul— se hizo un intento de hacer de cada parte algo simple y de la forma más elemental de acuerdo a su función y su material; la forma, por tanto, es más capaz de armonizar con el conjunto. La construcción se concentra en las partes para asegurar que ninguna domine o subordine a las otras. De esta manera, el conjunto se yergue libre y claramente en el espacio y la forma sobresale del material.” Cualquier otro significado de la silla fue puesto entre paréntesis o al margen. Era claro que Rietveld entendía y asumía la complejidad constructiva de algo con una función aparentemente tan simple como una silla: “las patas deben mantener el asiento a cierta altura sobre el suelo. Cada movimiento que uno hace al estar sentado sacude la estructura, lo que implica que la silla debe ser capaz de resistir más que el peso que soporta. Por eso es que una silla fuerte hablando prácticamente, tiene una apariencia que, para una función simple como sentarse, resulta excesiva.”

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Pero Rietveld insiste en que “sentarse es seguramente una actividad muy simple” y agrega que “las sillas no tienen que ser una representación de la idea de sentarse” —lo que hace pensar en aquella frase de Donald Judd: la idea de una silla no es una silla. El asunto es que una silla, aunque sea más que la idea de una silla, nunca es sólo una silla. Hajo Eickhoff, que ha estudiado a profundidad la silla y otros muebles en tanto que objetos culturales, escribe:

La mesa libera a los brazos ya las manos, la silla hace lo mismo con las piernas y los pies. Antiguamente el rey se solía sacrificar sobre el trono a la comunidad; sobre la mesa se ofrecía el anima a los dioses. Las sillas exigen, de manera inmediata, una postura distinta del cuerpo; las mesas dan forma a nuestras vidas a través de la organización del espacio físico. Mesas y sillas acompañan discretamente al ser humano contemporáneo. En lo superficial, sirven de mobiliario, pero conforman profundamente todo lo físico, determinan el lenguaje y han penetrado al pensamiento metafórica y alegóricamente. En los espacios privados y públicos, así como en el mundo del trabajo, es tal la cantidad de mesas y sillas que ya no distraen nuestra atención: las asumimos como algo natural. En la antigüedad no se conocían sillas ni mesas en la vida cotidiana. Aún hoy, menos de la mitad de la humanidad se sienta en sillas, pero aquellos que se sientan en sillas necesitan, potencialmente, dos docenas de sillas en su cotidianidad, la mayor parte de las sillas en nuestras sociedades, por tanto, está vacía y en espera del asentamiento.

Galen Cranz también insiste en que la silla no es la respuesta directa a la manera como se doblan nuestras rodillas y nuestros tobillos, “la biología, la fisiología y la anatomía tienen menos que ver con nuestras sillas que los faraones, los reyes y los ejecutivos.” Si la proliferación de sillas en la modernidad occidental supone una (hipotética) democratización del trono, la atención que Rietveld y otros en su momento pusieron al objeto silla vaciándola de otras implicaciones, intentaba, tal vez, despojarla de una carga simbólica más difícil de soportar que los movimientos de un usuario afirmando, físicamente, que una silla es una silla es una silla.

Gerrit Rieveld murió el 25 de junio de 1964 —el día en que Robert Venturi cumplía 39 años.

 

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Una casa, y verter todo en ella https://arquine.com/una-casa-y-verter-todo-en-ella/ Tue, 25 Jun 2013 16:41:12 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/una-casa-y-verter-todo-en-ella/ Gerrit Thomas Rietveld (24 de junio de 1888 – 25 de junio de 1964) fue el primero en estar convencido de que una escala pequeña no hace mínima una obra, sus partes la pueden hacer inmensa. Esa idea la materializó en una casa, ahí mismo en su ciudad natal, la casa Rietveld-Schröder.

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Eso fue lo que hizo Gerrit Thomas Rietveld al desarrollar su ópera prima y, también, la casa donde murió, un día como hoy pero de 1964. Sí, justo el día del natalicio de Antonio Gaudí y, apenas, uno después de su cumpleaños. El ebanista-arquitecto, nacido en Utrech, Paises Bajos, fue el primero en estar convencido de que una escala pequeña no hace mínima una obra, sus partes la pueden hacer inmensa. Esa idea la materializó en una casa, ahí mismo en su ciudad natal, la casa Rietveld-Schröder.

Pero ¿qué hace que Gerrit construya la obra que lo haría más famoso?,  ¿tendría conocimiento de que así sería? Seguro que no. Thomas tenía 36 años cuando inició el proyecto y, para esas fechas, ya había realizado mobiliario y dominaba el tema de la ergonomía en sus objetos. Es necesario asumir que era de su dominio el mínimo de centímetros cuadrados que podría ocupar una persona al realizar una actividad: leer, cocinar, dormir, guardar, descansar, etc. Se puede pensar, entonces, que la casa fue la oportunidad de poner en práctica sus habilidades.

Para diseñar este edificio, la casa Rietveld-Schröder, Gerrit Thomas descargó toda su intelectualidad e intención acumulada, fue una magnífica oportunidad para incluir el discurso del movimiento De stijl y, también, el compromiso de idear los límites y divisiones que requería su cliente.

El detonante se llamaba Truus Schröder, una viuda de 33 años que, al momento de encomendarle la obra a Rietveld, tenía tres hijos, un varón y dos niñas; buscó que la casa fuera el conductor y medio en la educación de sus hijos.

Trabajó con ella la idea durante seis meses antes de que la casa tomara forma. Tuvieron que transcurrir otros tantos para completar el proyecto. Cuando Truus y sus hijos entraron a la casa en la navidad de 1924, ésta no estaba terminada ni mucho menos habitable. Gerard van de Groenekan, el ebanista ayudante de Rietveld, se instaló en la casa durante meses para poder trabajar ininterrumpidamente en el acabado de los muebles según las instrucciones de Rietveld y Truus. Para ésta, su primera obra arquitectónica, todo, absolutamente todo, fue pensado y con un motivo. La sobreabundancia de inventos y trucos imaginativos es vertiginosa y casi agobiante.

Simplifica, explica y anuncia la relación misma que tenían y que mantuvieron: la obra para su amante. La casa se desarrolla en dos plantas con una cubierta plana. La planta baja alberga el vestíbulo, un pequeño estudio, un estudio-taller, una cocina-comedor y la habitación de servicio.  Al centro de la casa, un cubo -que en la cubierta contiene un lucernario- inmediato al acceso principal, contiene la escalera hacia el primer nivel. El cuarto escalón –pintado de azul- es una pausa, un espacio donde se ubicó el teléfono y una particular cajonera dividida en cuatro partes con una banca que completa la función de ese espacio intermedio, de transición. La circulación se apunta a la derecha y es por medio de un ingenioso sistema donde una breve perilla se acciona hacia abajo para que una puerta-muro, de color amarillo, anuncie los siguientes escalones en color negro. Una escalera helicoidal conduce al primer y más íntimo nivel de la casa.

El primer piso está detallado y resuelto al uso de la incompleta familia: un espacio libre, apenas diáfano, por la actividad que se pudiera realizar allí. Las habitaciones, comedor y cocina se subdividen al antojo de sus ocupantes. Fue concebido para ser un lugar donde todo se oculta y se descubre mientras se divide. Supone que durante el  día es un espacio para todos; a medida de la jornada, se pudiera subdividir y propiciar la privacidad necesaria para cada actividad.

El concepto de una casa para Rietveld, dentro del entendido concepto de familia de aquella época, fue así: un espacio onírico, comunal, íntimo y cómodo. Se sobrentiende el control -todo visible- libre de escondrijos y de elementos que obstaculicen la vista hacia el exterior. Una sutil barrera divisoria entre lo cubierto y privado a un paisaje, público y natural.

Por un lado, está de más saber que la casa Rietveld-Schröder fue un proyecto realizado a partir del romance entre un hombre y su cliente, es de suponer los desvelos que ello le produjo, pero, por otro lado, no está de más saber que la planta baja estaría destinada para él y su estudio.

* Oscar Ramírez (Ciudad de México, 1978) es arquitecto por la UNAM

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