Resultados de búsqueda para la etiqueta [Fundacion Arquia ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Tue, 04 Oct 2022 03:45:22 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.3 Prácticas intersticiales en la arquitectura: la importancia de la representación https://arquine.com/practicas-intersticiales-en-la-arquitectura-la-importancia-de-la-representacion/ Tue, 16 Aug 2022 17:25:24 +0000 https://arquine.com/?p=66921  Para abordar el tema desde una perspectiva crítica, propongo hablar de la importancia de los discursos, como productores de realidad, y del habla, como acto subversivo, así como de la razón por la que la representación, históricamente, ha sido un tema prioritario en la agenda de algunos feminismos.

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Hace algunas semanas Netflix España anunció la emisión de la serie Conversaciones, realizada por la fundación Arquia. En esta publicación se mostraba la lista de personas que formaban parte de esas conversaciones. Sin ninguna intención de serlo, la publicación sirvió para recordar cómo la arquitectura en tanto disciplina, en el contexto contemporáneo, sigue siendo un espacio dominado por los valores masculinos y los sujetos que encarnan esos valores. La falta de intencionalidad demuestra la normalización en la representación de un sólo tipo de sujeto en el ejercicio de la arquitectura.

Para abordar el tema desde una perspectiva crítica, propongo hablar de la importancia de los discursos, como productores de realidad, y del habla, como acto subversivo, así como de la razón por la que la representación, históricamente, ha sido un tema prioritario en la agenda de algunos feminismos. Lo anterior con la intención de plantear la representación como herramienta potenciadora de un cambio en la arquitectura.

El motivo principal de la controversia deriva del carácter de los arquitectos seleccionados por la fundación Arquia en tanto representantes de un tipo de subjetividad, la del sujeto universal; el representante del sistema capitalista, de la blanquitud y del orden patriarcal[1]. Lo problemático del hecho radica en la reproducción de un discurso que borra, sistemáticamente, los aportes que no provienen del grupo de dicho sujeto. Este tipo de omisiones imponen una forma de hacer como la única válida, es decir, el único trabajo valioso es el que se produce por el sujeto universal bajo las lógicas establecidas por el sistema hegemónico.

Los discursos, desde el trabajo de Foucault, se entienden como “modos generadores de realidad, facilitan posibilidades de percepción, modos de pensar y crean objetos de conocimiento”[2]. Los discursos no describen ni anteceden la realidad social, sino que producen los objetos o sujetos de los que hablan. A través de ellos se legitima lo verdadero —no en el sentido ontológico, sino como un mecanismo productor de verdad, como lo define Foucault—. Esto se determina en un sistema de inclusiones y exclusiones. Foucault se encarga de analizar la forma en la que se constituyen dichos discursos y cómo se excluye lo que se considera falso, mientras que lo verdadero es lo que posibilita el ejercicio del poder[3]. Así, los discursos hegemónicos de la cultura o de un mundo social imponen los ejes que delimitan lo que se puede realizar y pensar dentro de éste, estructurando las jerarquías, los órdenes, las características que definen y ubican a los sujetos en el lugar que, según el discurso, les corresponde, por ejemplo, a través del constructo del género. Lo que dice el listado de la Fundación Arquia es que el mundo de la arquitectura es materializado y pensado por el sujeto universal, que no hay cabida para otro tipo de subjetividad. Esto se deduce por el simple hecho de no haber representación de otro tipo de sujetos; en este caso, sujetas. La representación, como lo plantea Adriana González Mateos, es atravesada por el poder y ella misma es la que legitima y hace viable el ejercicio de poder.

La representación, entonces, es un efecto de prácticas culturales que determinan las condiciones para que esta sea comprensible y aceptable, pero también construyen las categorías de seres u objetos designados como referentes; el proceso de representación los agrupa, los distingue; estructura la percepción [4].

En este sentido, la representación se vuelve una herramienta de dominación del sistema patriarcal[5] que refuerza el tipo de discurso antes mencionado. Esto no significa que el único uso de la representación beneficie al sistema hegemónico. Esto implica que la producción de realidad a través de la representación no está ligada de forma necesaria a la hegemonía. En cambio, es un espacio en disputa, de crítica y protesta para subvertir la imposición hegemónica.  Es por ello que el tema de la representación siempre ha estado presente, de diversas formas, en las luchas feministas, de subjetividades racializadas y económicamente oprimidas.

Al día siguiente del anuncio de promoción del programa Conversaciones, se publicó una carta realizada por académicas arquitectas Zaida Muxí, Inés Moisset y Tatiana Bilbao en la que solicitaron, a la fundación Arquia, realizar “una propuesta inclusiva que colabore en la construcción de un mundo mejor, lo que significa una profesión más igualitaria y comprometida con los desafíos planetarios”[6]. Al denunciar el borrado de diversas subjetividades se evidencia la intención de disputar los espacios de representación. En este ejercicio se materializa el acto de habla como acto político; es decir, usar la voz para cuestionar lo enunciado por el discurso hegemónico. El habla como forma emancipadora tiene el fin de disputar el derecho al uso de la palabra en el espacio público[7]. Sin embargo, no es suficiente con enunciarlo, el sujeto hegemónico tiene que comprender el mensaje que se transmite.

La respuesta de la fundación a la carta de las académicas reconoce la falta de representación, pero la justifica alegando que la serie Conversaciones se encuentra incompleta. No hay, por su parte, un reconocimiento directo de omisión. Asimismo, el hecho de que la respuesta no fue pública demuestra una falta de comprensión sobre la gravedad del problema de la no-representación. La falta de reconocimiento al trabajo desde otras subjetividades es una de las causas por las que la disciplina no ha podido modificar la idea de que sólo un sujeto puede ser el representante de la profesión.

Por ello, uno de los pasos a seguir para cambiar las lógicas de la profesión es la disputa de los espacios o los medios de mayor alcance. Al cuestionar la ausencia de las arquitectas, se revela el predominio masculino y cómo esta construcción no ha sido accidental. En el caso de México, la historiografía de la disciplina hace una omisión flagrante del trabajo de las mujeres. Indicio de lo anterior es la poquísima visibilidad que tienen las primeras mujeres arquitectas tanto en textos como en los espacios académicos. Recientemente, gracias a la producción de trabajos historiográficos críticos que recuperan las aportaciones de las mujeres y al movimiento de la Facultad de Arquitectura de la UNAM, se empiezan a nombrar a estas mujeres. La visibilización se da a través de la lucha por los espacios de la representación. Sin la organización y las denuncias de las colectivas de la Facultad de Arquitectura, los recintos culturales probablemente continuarían otorgando reconocimiento al sujeto universal. En cambio, ahora existe el teatro Estefanía Chávez Barragán o la galería María Luisa Dehesa, entre varios otros. Este pequeño cambio puede abrir caminos para otros más grandes.

Virginia Woolf identificó dificultades que se le presentaron como escritora[8]; estas dificultades se han actualizado, responden a las condiciones culturales y sociales contemporáneas y nos siguen afectando. Como mujeres profesionistas nos enfrentamos a limitantes como la brecha salarial, el privilegio de los valores asociados a lo masculino o la discriminación de las intersubjetividades que no pertenecen al grupo del sujeto hegemónico, sin olvidar la falta de representación. Estos obstáculos se extienden a la disciplina de la arquitectura y llevan al planteamiento de la siguiente cuestión como lo habría hecho la propia Woolf—: ¿qué necesita una mujer para ejercer la arquitectura sin ser afectada por su condición de género, raza o clase?

La formación universitaria, así como la historiografía oficial de la disciplina, nos preparan para entender el mundo de la arquitectura como un mundo regido por los valores relacionados a lo masculino, en donde no hay cabida para otro tipo de ejercicio. El cuestionamiento de ese planteamiento permite la búsqueda de alternativas para ejercer la profesión. Por este motivo se vuelve necesario hacer un análisis de las formas en que las mujeres se incorporan a una disciplina que premia los rasgos relacionados a lo masculino. El análisis del ejercicio de la profesión desde los márgenes o los intersticios que se pueden crear u ocupar tienen el potencial de transformar las lógicas de la disciplina desde la práctica cotidiana.

Al identificar las prácticas intersticiales en lo cotidiano se generan brechas que podrían propiciar un cambio de lógica en los procesos arquitectónicos. Este texto tiene la finalidad de introducirnos en el trabajo de tesis que he estado realizando bajo la tutoría de la Dra. Andrea Marcovich sobre el análisis de las prácticas microbianas de las arquitectas, ubicadas al interior del sistema tecnocrático, que buscan transformar dicho sistema desde las prácticas cotidianas[9]. Para esta investigación tomo como referencia el trabajo de Michel de Certeau, cuyo objetivo fue vislumbrar “las formas subrepticias que adquiere la creatividad dispersa, táctica artesanal de grupos o individuos atrapados en las redes de vigilancia […] se busca el ambiente de la indisciplina”[10]. En los próximos meses compartiré una serie de artículos en los que muestro el desarrollo de mi investigación con el objetivo de mostrar el trabajo que se realiza en arquitectura desde otras subjetividades.

 

Referencias:

Certeau Michel de, La invención de lo cotidiano I. Artes de hacer, México, Universidad Iberoamericana. Departamento de Historia del Instituto Tecnológico y de Estudios superiores de Occidente, 2000.

Corona Berkin Sara y Kaltmeier Olaf, En diálogo. Metodologías horizontales en Ciencias sociales y culturales, Barcelona, Gedisa, 2012.

Moreno Hortensia y Alcántara Eva, Conceptos clave en los estudios de género, México, Universidad Nacional Autónoma de México Centro de Investigaciones y Estudios de Género, 2019.

Rivera Garretas María-Milagros, Nombrar al mundo en femenino. Pensamiento de las mujeres y teoría feminista, Barcelona, Icaria, 1994.

Woolf Virginia, Una habitación propia, México, Austral/ Grupo Planeta, 2017.

Zaida Muxí Martínez, Mujeres, casas y ciudades: más allá del umbral, Barcelona, dpr-barcelona, 2018.

 

[1] Zaida Muxí Martínez, Mujeres, casas y ciudades: más allá del umbral, Barcelona, dpr-barcelona, 2018

[2] Sara Corona Berkin y Olaf Kaltmeier, En diálogo metodologías horizontales en Ciencias sociales y culturales, Barcelona, Gedisa, 2012, p.117.

[3] Ibid., p.118.

[4] Hortensia Moreno y Eva Alcántara, Conceptos clave en los estudios de género, México, Universidad Nacional Autónoma de México Centro de Investigaciones y Estudios de Género, 2019, p. 280.

[5] Ibid., p. 279.

[6] Fragmento extraído de la carta, se encuentra en: https://docs.google.com/forms/d/e/1FAIpQLSdN8KM4ezHI0vInKUCpJMSb7PoenKQXu3x3WYtW1qCcTDhs_A/viewform

[7] María-Milagros Rivera Garretas, Nombrar al mundo en femenino. Pensamiento de las mujeres y teoría feminista, Barcelona, Icaria, 1994, p.32.

[8] Virginia Woolf, Una habitación propia, México, Austral/ Grupo Planeta, 2017.

[9] Michel de Certeau, La invención de lo cotidiano I. Artes de hacer, México, Universidad Iberoamericana. Departamento de Historia del Instituto Tecnológico y de Estudios superiores de Occidente, 2000.

[10] Ibid., p.XLV.

El cargo Prácticas intersticiales en la arquitectura: la importancia de la representación apareció primero en Arquine.

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A quien corresponda. Sobre la representación de las arquitectas en la serie de Netflix https://arquine.com/arquitectas-documental-netflix/ Tue, 24 May 2022 22:27:57 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/arquitectas-documental-netflix/ Más allá de la crítica a la serie de documentales producidos por la Fundación Arquia y Netflix donde sólo aparecen arquitectos —género masculino—, ¿podemos imaginar otras formas de narrarnos, otras maneras de inclusión que no impliquen seguir el modelo patriarcal y excluyente del "arquitecto autor" que culmina con la figura del "starchitect"?

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Considero apropiado ampliar mis reflexiones en torno a la búsqueda de la representación de las mujeres arquitectas en el nuevo programa de Netflix «Arquia/Maestros». Mi intención al hacer esto es pasar de unos cuantos caracteres en las redes sociales a una compartición más amplia que, con suerte, pueda llevarnos a seguir intercambiando ideas y críticas. 

Empezaré por decir que reconozco la importancia de la representación, sobre la que volveré más adelante. El segundo aspecto que me gustaría compartir es el siguiente: la historia del feminismo es la historia de los feminismos porque es imposible abarcar las múltiples experiencias, luchas, anhelos y reflexiones bajo una misma visión, movimiento, agenda u organización. Intentar que exista una sola forma de experimentar, sentir y actuar el feminismo sería una hazaña homogeneizante que terminaría en la alineación de todas, todos y todes bajo una visión que resultaría ser la dominante. Desde mi perspectiva, eso es precisamente el patriarcado. 

Esto me recuerda la crítica hacia la multiculturalidad, la cual reconoce la diversidad pero exige a las múltiples culturas y formas de vida asimilarse bajo la blanquitud. Es por esto que considero que la diversidad de pensamiento y las críticas hacia las infinitas formas de pensar el feminismo, así como la multiplicidad de luchas antipatriarcales que se hacen al margen de las categorías feministas, no son solamente valiosas, sino necesarias y urgentes. Me parece preocupante que tenga que hacer esta aclaración pero aquí la comparto: elaborar una crítica hacia los dicursos feministas no es estar en contra de las mujeres, ni demeritar las diversas luchas o restar al gremio, es buscar abrir una discusión colectiva cada vez más amplia y diversa que nos lleve a re-pensar la profesión entre todas, todos y todes. 

Entrando al tema sobre la representación en ese programa, les quiero compartir por qué considero problemático buscar representación en un espacio bajo esas lógicas narrativas. Tuve una formación académica que me enseñó a aspirar a ser arquitecta famosa y reconocida [starchitect]. Zaha Hadid era el modelo entre los varones por aquella época cuando yo estudiaba. Debo confesar que su arquitectura no me convencía del todo pero se me hacía una gran hazaña ser la única mujer que pertenecía a un club exclusivo y privilegiado de varones. La única mujer en tener el Pritzker.

Ese modelo patriarcal me generó muchísimas frustraciones y desencanto. Se nos enseña a aspirar a un mundo al que nunca vamos a pertenecer de la forma que nos lo presentan. La única forma de ser parte de esa visión hegemónica y patriarcal de la arquitectura, si no tienes privilegios de esa clase social así como vínculos con el poder económico/político, es ser trabajadora explotada. Y así lo fui, como ahora entiendo que lo han sido la gran mayoría de las personas recién egresadas. 

En unos despachos me pagaron con ‘aprender’ de personajes reconocidos que promueven esa arquitectura [la que va a salir en Netflix]. En otro despacho me acosaron sexualmente y me corrieron a punta de abogados de una forma humillante para que nadie supiera que, después de decirle a mi jefe que no me gustaba, me quitaron todos los proyectos y me pusieron a sacudir maquetas. En otro me dijeron a gritos que era una inútil por no trabajar un domingo y que nunca lograría nada [desde lo que ellos consideran que es el éxito]. 

Muchas veces pensé que yo estaba fallando, llevaba tres despidos al hilo, cada uno más terrible que el anterior. Hoy entiendo que es un problema estructural/sistémico del gremio y nuestra sociedad regida por el sistema capitalista, colonial, racista y patriarcal. Y que ese poder de inmunidad que tienen muchas arquitectas y arquitectos reconocidos para humillar, violentar, acosar y explotar personas se alimenta, precisamente, de esa exaltación mediática que promueve la fantasía de la individualidad [Almudena Hernando].

¿Cómo es posible que una práctica necesariamente colectiva que requiere de la solidaridad de múltiples conocimientos, saberes y experiencias termine en el reconocimiento de una o un puñado de personas? Sin duda alguna, esto se logra 

a través de la invisibilización y ocultación de lo colectivo. Y la invisibilización de lo colectivo le abre la puerta a la explotación, puerta que está abierta de par en par en la arquitectura desde hace muchos años.

No creo que buscar igualdad de representación en el espacio que promueve Netflix sea lo más urgente, sobre todo cuando la arquitectura del patriarcado la reproducen tanto hombres como mujeres. Ahí encuentro otro punto importante para reflexionar juntxs: considero reduccionista pensar que abrir espacios para mujeres arquitectas asegura la diversidad de pensamiento y una postura crítica frente a la arquitectura del patriarcado. Ese tipo de posturas están rebasadas actualmente desde los feminismos comunitarios, los feminismos tercermundistas, los feminismos antirracistas y los feminismos decoloniales, por nombrar algunas visiones críticas sobre la inclusión y representación dentro de la categoría “feminismo”.

¿Quién va a decidir qué mujeres van a ocupar los espacios de representación en el programa una vez que se abra el diálogo? ¿A qué mujeres se buscará reconocer y desde qué narrativas? ¿Qué tipo de prácticas creemos que pueden ser diversas frente a la figura del starchitect? ¿Quién va a tener el poder de dejar a otras mujeres fuera? Son algunas de las preguntas que vienen a mi mente cuando reflexiono sobre los retos que se nos plantean desde la lógica de la representación y la inclusión.

Honestamente, ahora me preocupa más la visión hegemónica y patriarcal con la que se produce la arquitectura. Visión que está pasando por encima de muchas personas, pueblos, barrios, ciudades y territorios a través de la autoría individual, que borra el trabajo colectivo a través de proyectos que se nombran como ‘arquitectura social’ [con y sin el Estado] pero niegan la participación de las mujeres y sus familias, a través de la visión tecnocrática que considera que únicamente ‘lxs profesionales’ sabemos diseñar, a partir de discursos con poca conciencia de clase que invitan a las mujeres a emprender y crear su propio despacho sin darse cuenta que hacen falta ciertas relaciones económico-políticas para poder lograrlo [meritocracia], la poca solidaridad política con la lucha de otras mujeres contra el despojo que la arquitectura tantas veces gestiona y ejecuta, con la mercantilización de la vivienda y los procesos de gentrificación, por nombrar algunos. 

Quisiera detenerme a pensar un momento, qué significa el patriarcado y cuál es su vínculo con la figura de la arquitecta o el arquitecto estrella. Para mí, el término starchitect no está vinculado únicamente al reconocimiento y la visibilidad mediática: es una forma de pensar y actuar —desde la arquitectura— que opera bajo las lógicas del entramado de opresiones que entiendo por patriarcado: capitalismo, colonialismo, racismo, capacitismo, adultocracia, tecnocracia, individualismo y binarismo de género [seguramente se me escapan otros entramados]. Estas ‘pedagogías de la crueldad’, como las nombra Rita Segato, oprimen también a hombres cisgénero y personas que habitan las fronteras sexuales [Waquel Drullard], ya que no es una violencia exclusiva hacia las mujeres cisgénero. Es por esto que desde el feminismo comunitario se habla de la ‘comunidad’ y lo ‘colectivo’ como categoría política para la lucha antipatriarcal. 

De esta manera, identifico que existen prácticas y reflexiones antipatriarcales -desde la arquitectura- que tienen reconocimiento y visibilidad, entre las que me vienen a la mente ahora: Mariana Enet, Georgina Calderón [Casa y Ciudad], Isadora Hastings [Cooperación Comunitaria], Lourdes García [Laboratorio de Hábitat Social, Participación y Género], COPEVI, Andreea Dani [Universidad del Medio Ambiente], COOPIA, Arquitectura Expandida, Anna Heringer, Zaida Muxí, Semillas de Perú, Al borde y Ruta4. Así como Enrique Ortiz [Coalición Internacional del Hábitat América Latina], Gustavo Romero [UNAM], Jorge Andrade [Taller de Vivienda UAM Xochimilco], Aurelio Sánchez, Arturo Escobar y Oscar Hagerman. Si trascendemos la frontera de la disciplina y la profesionalización, el panorama es aún más diverso, empezando por la multiplicidad de movimientos urbanos populares, luchas por la defensa del territorio y organizaciones cooperativistas, entre otras experiencias.

Todas ellas teorías-acción que retan al sistema patriarcal
desde lo pedagógico, lo político, lo económico y lo territorial. Es así que considero que reconocimiento y género no es equivalente a la arquitectura del patriarcado, volviéndose necesario trascender la fórmula dicotómica mujer=liberación, hombre=opresión.

Otro aspecto que me causa ruido es la búsqueda de diálogos y reflexiones desde las fronteras que nos imponen las disciplinas. El hábitat, que no los objetos arquitectónicos fetichizados desde la lógica starchitect, es un producto y productor social [Gustavo Romero] complejo y necesitamos pensarlo, diseñarlo, gestionarlo y producirlo desde una aproximación interactoral, intersectorial, interescalar, intercultural e interdisciplinar [Mariana Enet]. 

Si buscamos transitar desde una aproximación parcial y acotada del habitar que pone énfasis en los objetos arquitectónicos, hacia una forma de producir el hábitat que reconoce al centro de los procesos a los sujetos [así como la multidimensionalidad y complejidad], sería conveniente romper las barreras disciplinares y tecnocráticas que nos inculca la escolarización [Iván Illich] para ampliar el diálogo y la colaboración, sobre todo, con los habitantes, y las diversas luchas antipatriarcales [no necesariamente feministas] que buscan un mundo mejor. 

¿Acaso a la arquitectura no la interpelan las distintas luchas por los bienes naturales y la defensa del territorio? Quizá desde la lógica fetichizada de la arquitectura no son evidentes los vínculos entre la producción de la naturaleza y la producción del espacio [Lefebvre]. Entre el desarrollo desigual [Neil Smith] y el racismo. Entre la pobreza y la acumulación por desposesión [David Harvey], entre la modernidad realmente existente [Bolívar Echeverría] y la imposición de las formas de habitar. 

¿Qué tan conveniente resulta entonces seguir pensando los múltiples retos del hábitat únicamente desde la arquitectura y la sociedad escolarizada? ¿A dónde nos ha llevado esa lógica? Valdría la pena hacer un balance. Frente a esas lógicas capitalistas, individualistas, colonialistas y racistas, se vuelve urgente reconocer el derecho colectivo de todas, todos y todes a participar en el rumbo de nuestros barrios, ciudades y pueblos.

¿Qué podemos hacer frente a esas pedagogías de la crueldad? ¿Cómo podemos despatriarcalizar la arquitectura? He encontrado reflexiones interesantes bajo la visión de la pedagogía de la autonomía [Freire] y la interculturalidad crítica [Catherine Walsh]. Ambas posturas comparten lo siguiente: no es suficiente reconocer la diversidad socioecológica y el entramado de opresiones patriarcales, es urgente transformar esas estructuras. Y esto implica, necesariamente, tomar una postura ética-política consciente. Y la clave está en la consciencia y la reflexión crítica que nos pueden llevar de una praxis violenta y patriarcal a una praxis liberadora.

Por estos motivos no considero —por el momento— que la lucha con Netflix sea mi llucha, pues siento que es más urgente reflexionar colectivamente sobre las narrativas, posturas éticas-políticas y práxis que queremos promover y compartir. Y aquí vuelvo al punto de inicio: por supuesto que creo que la representación es importante, ¡los llantos que me hubiera ahorrado durante mi formación académica si me hubieran presentado otras formas de pensar-hacer la arquitectura! Profundamente anhelo que llegue el día en donde la arquitectura del patriarcado, la fantasía de la individualidad y la cultura del starchitect sean superadas. Es simplemente que no estoy segura que la diversidad crítica y la lucha antipatriarcal [la cual va más allá del machismo y sexismo] desde la arquitectura se problematice o supere con una cuota de género desde la univocidad profesional. 

Espero que podamos encontrar formas más integrales, complejas y abarcativas para plantearnos la representación. Sobre todo porque el reto frente al que estamos —el patriarcado— es un entramado complejo que no vamos a derribar hablando sólo de paridad de género. A retos complejos, soluciones complejas. Hablemos también de arquitecturas capitalistas, racistas, colonialistas, adultocentristas, capacitistas y tecnocráticas. Hablemos de la arquitectura que promueve la blanquitud, la meritocracia y el binarismo. 

Y por eso vuelvo a compartir mi pensar plasmado en twitter: “A mí me preocupa que a las arquitectas les preocupe figurar en estos espacios ¿Será que podemos ir más allá de exigir representación en espacios donde se celebra la arquitectura como praxis dominante, explotadora y patriarcal? 

Entiendo la representación, pero si la indignación sólo alcanza para exigir reconocimiento y no para transformar la manera en la que se produce la arquitectura, algo no está bien. Hay mujeres arquitectas que explotan y violentan a hombres y mujeres.” 

Quizá las redes sociales fueron una buena herramienta para iniciar la reflexión, pero considero importante extenderla y ampliarla pues con los pocos caracteres corría el riesgo de que se simplificara lo que intento compartir. Quizá también por eso me han hecho cuestionamientos [muy valiosos para ampliar mi reflexión] sobre demeritar la lucha de las mujeres arquitectas o negar la importancia de la representación. Lo cual espero que con esta versión [muy] ampliada se pueda leer desde otro lugar. 

Quisiera aclarar también que, con base a lo planteado anteriormente, no creo que salir en una plataforma de comunicación o documental sea equivalente a la arquitectura del patriarcado o a la lógica del starchitect. No abogaría jamás por la autocensura en los medios de comunicación o en las redes sociales. ¿En qué abonaría eso? Si algo celebro son los contenidos que llevan a su intención la comunicación pedagógica que invita a la reflexión colectiva. Por eso no creo que el problema esté en las herramientas de comunicación —redes sociales, plataformas, documentales, podcasts, etc.—, sino en el uso y la intencionalidad que se le da a dichas herramientas. ¿Cómo podemos emplearlas para compartir una praxis creativa y transformadora? [Sánchez Vázquez]

Es por eso también que desde la práctica de Comunal hemos participado, de la mano con las personas que colaboramos en diversos concursos [nacionales e internacionales], bienales, conferencias, foros, espacios de diálogo, talleres, intercambios, espacios académicos, entre otros formatos, que nos han ayudado a tener puentes de diálogo con alumnas, alumnos y alumnes. También nos ha ayudado [en algunos casos] a tener intercambios económicos justos pues, para ser honesta, este andar es un reto emocional y económico. 

Quisiera concluir compartiendo, una vez más, que mi preocupación y crítica se dirige a esas narrativas que exaltan la arquitectura del patriarcado y promueven la meritocracia, la individualidad y que nos enseñan a aspirar a algo que no está en la realidad social de muchas personas. De hecho, la mayoría de las personas en este mundo caracterizado por la desigualdad. Quizá podríamos hacer una minga hacia adentro, como hace poco le escuché decir a Raúl Zibechi* y después una minga hacia afuera entre todas, todos y todes para conversar sobre lo que entendemos por diversidad, patriarcado, inclusión y feminismo, entre otros aspectos aquí compartidos. 

Sobre los espacios mismos en donde se busca la representación: ¿será que podemos imaginar otras formas de narrarnos? ¿Tenemos las herramientas para organizarnos y compartir una arquitectura antipatriarcal desde la diversidad? ¿Qué otros medios podríamos ocupar? ¿Qué medios colectivos y autogestivos podríamos crear para estas visiones diversas? ¿Cómo nos fugamos del terrible cansancio de pedir, una y otra vez, ser incluidxs? 


NOTAS 

  • A Raúl Zibechi lo escuché a traves de “Espacialidades Asimétricas”, espacio pedagógico gestionado por COOPIA. Gracias por los valiosos aprendizajes.

Gracias al podcast “Café Marica”, de Waquel Drullard, que con sus tres capitulos nombrados Críticas a los feminismos, me ha puesto a reflexionar sobre la categoría “feminista” y sus implicaciones ético-políticas.

Gracias a mis compañeras Jesica Amescua y Jimena Ruiz, y a mi compañero Onnis Luque, por leerme, retroalimentarme y ampliar las reflexiones iniciales. Este texto no podría ser sin los diálogos compartidos con ustedes desde el cariño.

 

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