Resultados de búsqueda para la etiqueta [Fernando González Gortázar ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Fri, 06 Jun 2025 18:09:18 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 Charlar con creadores de una época https://arquine.com/charlar-con-creadores-de-una-epoca/ Tue, 07 Jan 2025 17:40:51 +0000 https://arquine.com/?p=96121 De los reconocidos nombres de arquitectos mexicanos del siglo XX suele haber interés por conocer más allá del profesional. Se quiere conocer al personaje que hay detrás y de alguna manera comprender e interpretar la personalidad e ideas de quien formuló tan impresionantes obras. Es ahí donde han aparecido recientemente un par de pequeños libros, […]

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De los reconocidos nombres de arquitectos mexicanos del siglo XX suele haber interés por conocer más allá del profesional. Se quiere conocer al personaje que hay detrás y de alguna manera comprender e interpretar la personalidad e ideas de quien formuló tan impresionantes obras.

Es ahí donde han aparecido recientemente un par de pequeños libros, específicamente opúsculos, realizados por el arquitecto Felipe Leal y publicados por El Colegio Nacional, en los que aborda y compendia una selección de charlas personales casuales que mantuvo con dos relevantes arquitectos del siglo pasado y quienes siguen vigentes; Teodoro González de León y Fernando González Gortázar.

Pocas veces este tipo de conversaciones casuales suceden fuera de espacios controlados como foros o conferencias, donde un público acude a escuchar a los arquitectos exponer sus ideas. Y otras pocas veces más, estos contenidos llegan a ser publicados, transcendiendo lo efímero, y permitiéndonos conocer aspectos que usualmente no se llegan a abordar en los foros.

El primero de estos opúsculos, con González de León, se publicó en invierno del 2023, mientras que el de González Gortázar recién se presentó en diciembre del 2024. El factor común entre ambos libros, Felipe Leal, es alguien con gran capacidad de comunicación quien ha propiciado diversos espacios para la difusión de la arquitectura, manteniendo conversaciones con diferentes arquitectos a lo largo de su vida. Conversaciones casuales en las que, no por ello, se deja de sentir pasión por la profesión y lo que hay en torno a ella.

En realidad, lo que vemos en esas publicaciones, más allá de conversaciones son más bien entrevistas, ya que no se desarrollan contraargumentaciones o intercambio de ideas entre los implicados, sino que es más un interés por lo que el invitado pueda decir, con preguntas provocadoras de ideas, dándose por buena sus posturas, que siempre resultan interesantes, aunque sin dejar algunas de ellas, de estar envueltas en subjetividad.

Mientras que, para Teodoro, no existen las musas o la inspiración, y por tanto no ve a las ciudades como generadoras de ellas. Para él la creatividad es un proceso que sucede dentro de nuestros cerebros siempre que se sea constante en el trabajo. Por otro lado, Fernando González Gortazar abrazó la idea y comentó que se puede  intentar erotizar nuestra relación con la ciudad, en el sentido de obtener placer a partir del bienestar ajeno, esto pensando en que la arquitectura debería ser sobre todo humanista, y menos una ciencia y un negocio.

Los dos textos se desarrollan, cada uno, a partir de cuatro conversaciones distintas con cada entrevistado en diferentes momentos desde 1996 y años posteriores ya entrados en el siglo XXI. En el primer libro, podemos dar cuenta de la personalidad de Teodoro, alguien pragmático, realista, que no apela a la metáfora para comprender el mundo ni para representarlo. Las ciudades entonces, al igual que nuestras vidas, son fruto del azar, que nos nutre de imágenes, de problemas, lugares y sorpresas.

Admite que se formó con una visión de la arquitectura moderna que pretendía salvar al mundo a partir del diseño y de los espacios, algo que aprendió desde México pero también con Le Corbusier, con quien trabajó unos meses y de quien nos comparte algunas experiencias y comentarios que muestran el aprecio que tuvo por esa etapa de su vida. En algún momento se dio cuenta que la arquitectura no es una salvadora, y que el mundo cambia más bien por azar, y no por las voluntades humanas.

Por su parte, Fernando se lee como una persona más soñadora e idealista, aunque no por eso menos realista y consciente de la crudeza de la realidad humana y lo que ello implica en la naturaleza, así como en la vida urbana. La arquitectura debería disfrutarse, y por tanto, las ciudades ser una promesa de felicidad aunque la cultura y la sociedad en la que vivimos no se enseñe ni propicie a vivir en felicidad, sino todo lo contrario.

Desde su perspectiva, la arquitectura con la que se le educó podía llegar a ser cruel, por su rigidez formal o incluso por una pretendida solemnidad. Aunque tiene admiración por su escuela, él necesitaba ir por otro camino, que no olvidaría lo aprendido, pero que encontraría otra manera de expresarse, sin ser una arquitectura perfecta. Fue su acercamiento a la naturaleza y al arte, lo que le permitió tomar riesgos con su obra, al ser menos racional y más expresivo.

Ambos libros no solo están compartiendo a su autor, sino que se comunican a través de los comentarios de sus entrevistados, teniendo a González de León comentando que su obra fue referida por Fernando en una mesa redonda, expresando que está permeada de ciudad, de modo que lo arquitectónico y lo urbano se integran, comentario que le dejó gran agrado. Mientras que González Gortázar al hablar del caos y azar expresado de manera exitosa en las artes, pero no así en la arquitectura mexicana, alude a Teodoro al expresar que el azar es uno de los hechos clave de la ciudad, a lo que coincide totalmente.

Poder dar lectura a cada uno de estos opúsculos publicados por Felipe Leal de manera oportuna, para seguir recordando a dos grandes arquitectos que no hace tanto dejaron de existir, nos permite darnos cuenta de sus mentes tan vigentes y coincidentes en temas de arte, de arquitectura, de ciudad y la vida, que nos deberían hacer reflexionar sobre nuestra labor como individuos y como gremio, que como también ellos refieren, está viéndose cada vez más afectado por intereses alejados de lo que debería ser el centro, la humanidad.

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Continuar los errores del pasado https://arquine.com/continuar-los-errores-del-pasado/ Wed, 04 Sep 2024 00:18:14 +0000 https://arquine.com/?p=92761 En 2003, durante una conferencia organizada por el Capítulo Monterrey de la Academia Nacional de Arquitectura, con el nombre de “La Arquitectura como arte urbano”, Fernando González Gortázar lanzó el siguiente comentario al público: “¿Cuál es la gran obra de arte de París? La gran obra de arte de París no es la Torre Eiffel, […]

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En 2003, durante una conferencia organizada por el Capítulo Monterrey de la Academia Nacional de Arquitectura, con el nombre de “La Arquitectura como arte urbano”, Fernando González Gortázar lanzó el siguiente comentario al público: “¿Cuál es la gran obra de arte de París? La gran obra de arte de París no es la Torre Eiffel, ni la Catedral de Notre-Dame, ni es nada. La gran obra de arte de París es París. Y hay ciudades maravillosas como Pátzcuaro, por ejemplo, que no tienen ni un sólo edificio notable; es la armonía de lo mediano, lo que hace el milagro.”

Por otro lado, desde la década de los 90, diversas administraciones municipales de Guadalajara han buscado solicitar a la UNESCO la declaratoria como Patrimonio de la Humanidad para el Centro Histórico de la capital de Jalisco y, con ello, intentar recibir los beneficios que una ciudad con esta clasificación puede conseguir, bajo el entendido de que así se podría preservar el patrimonio edificado con el que todavía se cuenta.

En todas las ocasiones, dicha solicitud ha sido simplemente improcedente, ya que el Centro Histórico de Guadalajara tiene un grado elevado de alteración, en el que no es posible reconocer una sola área con la suficiente homogeneidad para hablar de un espacio patrimonialmente íntegro, ya que el simple hecho de tener unos pocos edificios relevantes en pie, pero dispersos entre sí, no es suficiente para lograr la declaratoria.

La pérdida de patrimonio en esa ciudad se debe a la desmedida demolición de edificios, realizada a lo largo del siglo XX, con especial énfasis en las décadas de los 40, 50, 60 y 70, en las que se perdió la mayor cantidad, donde el gobierno, en sus tres niveles, fue el iniciador de esta práctica, continuada de inmediato por particulares; por supuesto, todo esto realizado siempre por arquitectos.

La motivación para demoler edificios está relacionada con el espíritu modernizador que se vivió luego de la Revolución Mexicana, en la que los gobiernos buscaron la manera de mostrarse innovadores y modernos ante el mundo, cosa que fue promovida por los arquitectos. Algunos de ellos impulsaron proyectos bastante drásticos, como la casi total reconstrucción de Guadalajara, propuesta por el arquitecto-urbanista Carlos Contreras, cuyo proyecto, que afortunadamente no se realizó, habría dejado irreconocible a la ciudad.

Esto se suma a que el criterio de los arquitectos consideraba patrimonio solo a edificios considerados monumentos como inmuebles religiosos, gubernamentales o en los que hubiera sucedido algún hecho histórico. Ante un contexto nacionalista postrevolucionario, los arquitectos desdeñaron la arquitectura realizada durante el Porfiriato e incluso en años anteriores, ya que representaban estilos europeos ajenos a nuestro contexto, como si el resto de nuestra arquitectura novohispana no hubiera sido en sí misma una importación cultural; y así se dio paso a las demoliciones.

Además, a decir del Arquitecto Fabián Medina Ramos, otra razón por la que en México se hayan demolido a consciencia bastantes edificios vigentes y en buenas condiciones tuvo que ver con la coyuntura del momento, que pretendía emular la construcción de edificios modernos en grandes ciudades europeas, reemplazando aquellos que acabaron en ruinas luego de la Segunda Guerra Mundial. Esto reflejaría la constante necesidad de los arquitectos mexicanos por imitar el exterior sin pasar por un proceso de reflexión sobre las razones de los movimientos.

Sin embargo, en Guadalajara todavía hay tapatíos que lamentan la demolición de decenas de casas y edificios eclécticos en el Centro Histórico o la zona de las Colonias. Un ejemplo es el del Edificio Genoveva, destruido en 1973: un inmueble de estilo ecléctico de tres niveles que fue sustituido por el Edificio Mulbar, un centro comercial también de tres niveles cuyo estacionamiento elevado tenía otros cinco niveles. Este hecho parece no haber recibido gran oposición, ya que “el eclecticismo no tenía un valor artístico real”, según argumentaban arquitectos y periodistas, como se vio reflejado en los periódicos del momento.

Plan Voisin Mockup of Paris © Clemens Gritl

La demolición de ciudades para su posterior reconstrucción con aires modernos suele asociarse al arquitecto suizo-francés Le Corbusier y su Plan Voisin (1925), con el que pretendía rehacer la ciudad de Paris al demolerla por completo y edificar decenas de torres de vivienda, para dejar amplias áreas verdes para el ocio de los ciudadanos, pero también grandes avenidas capaces de comunicar la ciudad y sus periferias mediante el traslado en automóviles particulares.

Si bien Le Corbusier buscó posicionar sus ideas para ser replicadas en todo el mundo, él no fue el primero en concebir la idea de destruir una ciudad para rehacerla prácticamente desde cero. Como ejemplo, está Georges-Eugène Haussmann, quien sí logró este objetivo en París en 1870 tras dos décadas de trabajo; mientras que, en Barcelona, con el proyecto de Ildefonso Cerdá, iniciado en 1860, se reconfiguró la ciudad para que, al igual que en el caso parisino, se resolvieran los problemas higiénicos (derivados de la mala ventilación e iluminación natural causadas por calles estrechas y discontinuas), lo que les dio a ambas ciudades su aspecto actual.

Volviendo a la conferencia inicial, González Gortázar también comentó: “Las pocas ciudades armónicas que quedan en México, las que podríamos presumir como ejemplo, son ciudades en las que la arquitectura contemporánea ha intervenido muy poco. Los arquitectos mexicanos hemos sido capaces de levantar magníficos edificios y hemos sido absolutamente incapaces de preservar o de crear ciudades armónicas, esta es una falla brutal de nuestro gremio en este siglo.”

Y es que esta falla se desarrolla desde su formación profesional, al haber poca o nula concientización sobre la conservación del patrimonio edificado. El aprendizaje del diseño arquitectónico suele hacerse sin pensar en el contexto urbano o patrimonial, si es el caso. Incluso en la escuela de arquitectura de la Universidad de Guadalajara, al menos durante un semestre, se les pide a los alumnos que propongan intervenciones en edificios existentes y relevantes, como un ejercicio de creatividad para lograr resultados contrastantes, alejándose de transmitir una sensibilización por el patrimonio.

Añade González Gortázar: “es que de verdad es una tragedia lo que está pasando por todo el país, ya no hay lugar intocado. La Ciudad de México tuvo escenarios… Zacatecas sigue siendo la mejor [ciudad] de México, en mi opinión, porque no hubo arquitectos, porque la marginación la salvó.”

La bonanza económica, por la que pasaron algunas ciudades mexicanas a mediados del siglo XX, permitió que la arquitectura moderna se abriera paso con rapidez, en especial en las capitales de los estados, que continuaron siendo relevantes, en contraste con poblaciones pequeñas o ciudades cuyas actividades como mineras o industriales cesaron. Hacia el final del siglo, la economía del mundo había cambiado y las dinámicas de consumo se sobrescalaron, provocando un crecimiento desmedido de las ciudades y su población y, con ello, de las demandas inmobiliarias.

La dinámica destructiva que acompañó al movimiento moderno en México desde su aparición sigue vigente hoy en día. Por eso la situación de esta arquitectura que se autocondenó es irónica, y está siendo demolida para dar paso a construcciones contemporáneas, tal como los arquitectos modernos hicieron con obras antiguas, pero esta vez respondiendo a un mercado voraz cuya prioridad es el mercado mismo, lo que deja obras que no necesariamente son mejores, sino incluso lo contrario.

Aun cuando la edad de algunas obras esté alcanzando o sobrepasando los 90 años, no existen los suficientes recursos legales para protegerlas. Esto ha derivado en un reemplazo de edificaciones que, por el ritmo acelerado del mercado, no responden ni intentan dialogar con su historia, y menos todavía con su contexto cultural. El modelo inmobiliario actual ha heredado la peor parte del movimiento moderno: aun cuando sus bases iniciales eran sociales, las abandonó para integrarse a un desarrollo neoliberal que está degradando todas las partes que la integran.

La conservación del patrimonio edificado va más allá de la cosmética de las ciudades, en realidad, tiene implicaciones sociales más profundas, desde el arraigo e identidad regional de una población determinada, hasta los efectos de desigualdad que la turistificación, gentrificación y otros fenómenos provocan, sin dejar de lado que también se debería evitar que esta conservación se vuelva en sí misma causa de estos fenómenos.

Si París se puede considerar una obra de arte en sí misma, es porque todas las capas de historia se han sabido entrelazar de manera coherente, conservando lo antiguo e integrando lo nuevo con orden. El desarrollo inmobiliario podría seguir permitiéndose, pero con un debido orden. Y, en el caso del patrimonio arquitectónico, no debería permitirse en las zonas de protección, sino en zonas en las que realmente pueda significar un beneficio tanto económico como social.

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Diálogos sobre arquitectura y diseño https://arquine.com/product/dialogos-sobre-arquitectura-y-diseno/ Tue, 23 Jul 2024 19:47:46 +0000 https://arquine.com/?post_type=product&p=91940 Título Diálogos sobre arquitectura y diseño
Entrevistas Carlos Mijares Bracho, Teodoro González de León, Ricardo Legorreta, Fernando González Gortázar, Aurelio Nuño, Felipe Leal, Alberto Kalach, Emiliano Godoy, Margarita Flores, Cecilia León de la Barra, Ariel Rojo, César Guerrero, Loreta Castro, Gabriela Carrillo, Javier Sánchez
Edición Federico Campos
14×21 cm / 216 páginas
Encuadernación de tapa blanda Español
ISBN 978-607-8880-31-7

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Este libro es un compendio de entrevistas con arquitectos y diseñadores de la escena mexicana, realizadas a lo largo de 20 años. La extensión de los momentos en que se llevaron a cabo permitió conversaciones profundas sobre su pensamiento, influencias, obras y colaboradores. Son, sobre todo, un reflejo de diversos momentos de la vida arquitectónica y del diseño en el país.

Un primer grupo de entrevistas se enfocó en maestros de arquitectura de la segunda mitad del siglo XX, cuyo legado ya estaba consolidado. Un segundo grupo está conformado por alumnos de estos maestros, no necesariamente dentro del aula, sino por su ideología, práctica y posturas, quienes con el paso del tiempo se convirtieron en los nuevos maestros.

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El asombro compartido https://arquine.com/el-asombro-compartido/ Tue, 25 Oct 2022 06:01:27 +0000 https://arquine.com/?p=70754 Uno tiene el derecho de hacer congruente su muerte con su vida, decía Fernando González Gortazar. Y si insistía cada vez en la idea del jardín como prueba mayor de cuidado por un mundo sorprendente, también logró enseñarnos que una mirada atenta contiene el universo entero para cambiar la vida a través del asombro.

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I

Ya no tuvimos esa última conversación. Fernando González Gortázar murió el siete de octubre y junto con su muerte nos quedan muchas dudas sobre cómo proceder en un mundo incierto en el que la belleza y la felicidad sean términos del habla cotidiana. Términos que él usaba como acto de resistencia frente a la desgracia del mundo. Esa idea de militancia social ha quedado registrada en cada oportunidad en la que Fernando, generosamente compartía a quienes intercambiamos con él ideas o preocupaciones que esperaban ser resueltas a través de su pensamiento.

Nacido en un México posrevolucionario que intentaba abrirse paso en una modernidad tropicalizada, Gónzález Gortázar vivió un contexto cultural en el que la centralidad era norma y las acciones periféricas quedaban en una condición anecdótica que no representaba el eje troncal de la Historia oficial.

Su cercanía con las dinámicas culturales del occidente del país abonó en el fortalecimiento de una postura más militante sobre posibilidades y caminos que le llevaron a buscar salidas en la escultura a través de su tesis Monumento Nacional a la Independencia (1966), donde la provocación y la ironía dejan ver una postura política frente al poder a través del arte urbano. Una serie de muros curvos de escala monumental se cierran sobre una autopista avizorando una idea laberíntica cercana a esas cintas serpenteantes que años más tarde caracterizarían su obra escultórica. No sin cierta dosis de humor, la obra posterior que aparece en la exposición del palacio de Bellas Artes “Fracasos Monumentales” (1970), deja entrever una línea de trabajo sobre el arte público en donde la mirada del paseante implica una construcción cinética alrededor de la ciudad.

Olivier Seguin le dio las claves sobre la materialidad que reforzaron su formación arquitectónica de la Escuela Tapatía. En la página 39 del libro Arquitectura: Pensamiento y creación [1], González Gortázar habla de la cosa poética como herencia de Ignacio Díaz Morales. Esa cosa poética entendida como el germen de la creación arquitectónica queda en una ambigüedad tal, que por sencilla, estimula las respuestas posibles a la inquietud proyectual. Así solía ser la narrativa pedagógica de quien construía con ejemplos una visión optimista del mundo en el que la arquitectura tiene aún cosas por decir.

II

El repaso necesario de su obra marca diferencias en sus procesos creativos tanto para la obra escultórica como para la obra arquitectónica. El acceso al Parque González Gallo (1972) en Guadalajara, es probablemente el inicio de una lectura cuidadosa sobre el lugar donde se inserta el objeto arquitectónico. La abstracción resuelta en cada pieza que enmarca el acceso del parque permite intervenciones lúdicas traducidas en la idea del paseo como disfrute de la ciudad. “La gran espiga” (1973) en el cruce de Tlalpan y Tasqueña en la Ciudad de México, abre el otro camino del arte como un elemento más del equipamiento urbano, como referente público y artículo de primera necesidad [2] que añade el sentido de la velocidad para fortalecer sus lógicas del recorrido y sus posibilidades.

Si bien su obra arquitectónica no ha tenido la contundencia mediática de la obra escultórica, si podemos destacar una línea de trabajo diversa con tres invariantes: La lectura cuidadosa del sitio para definir emplazamientos en donde el lugar manifiesta una condición protagónica en el proyecto; el sentido de materialidad como respuesta a problemáticas derivadas de los encargos y sus programas y finalmente, esa idea de mediación entre el objeto construido y el medio que lo cobija. Ya sea a través de las terrazas, los miradores, las plazas de acceso, los pasos a cubierto o sus magníficos pergolados, González Gortázar disolvió los límites de sus obras arquitectónicas a través de un diálogo perpetuo con el lugar y su historia.

En una de las últimas pláticas hablaba con entusiasmo del que sería probablemente su obra mayor, “El paseo de los duendes” (1991-2011) en San Pedro Garza García, Nuevo León, una pieza urbana que pretendía, a través de una serie de pasos elevados, reactivar un paseo urbano con dinámicas públicas para sacar a la gentea a la calle. El ejercicio lúdico de entender el espacio público en todas sus dimensiones quedó latente como esa promesa de felicidad cumplida.

III

El papel milimetrado, como gustaba llamarle, recogía no sólo el cuidado de la reflexión espacial y modulada de sus proyectos, sino marcaba una condición azarosa sobre el destino de cada proyecto. Así sucedía con su obra teórica. Consciente de la necesidad de discusión sobre la arquitectura mexicana, articuló uno de los libros más rigurosos sobre nuestra producción arquitectónica. Convocando a una serie de personajes claves en el estudio de la arquitectura contemporánea, supo arropar en el libro La arquitectura mexicana del siglo [3], una serie de preocupaciones alrededor de la identidad en la arquitectura y esa visión crítica que abrió paso a autores clave que siempre se mantuvieron eclipsados bajo la mirada centralizada de la historia oficial de la arquitectura. Ubicado a manera de bisagra conceptual, Indagando las raíces es el título del ensayo que le da cabida a la producción arquitectónica del occidente y a quienes buscaron a través de la idea del Regionalismo, una línea de exploración que explica gran parte de la identidad arquitectónica mexicana más allá de los lugares comunes que la lectura fácil ha tenido en las imágenes multicolores promovidas como lo mexicano.

Uno tiene el derecho de hacer congruente su muerte con su vida, decía. Y si insistía cada vez en la idea del jardín como prueba mayor de cuidado por un mundo sorprendente, también logró enseñarnos que una mirada atenta contiene el universo entero para cambiar la vida a través del asombro.

 


Notas

1 González Gortázar, Fernando. Arquitectura: Pensamiento y creación, México : FCE, UNAM, FA, 2014

2 Siempre insistió en considerar a la belleza como artículo de primera necesidad y de la ciudad como esa gran obra de arte colectivo donde el azar y el tiempo eran factores en los que cada generación aportaba una huella en esa obra mayor.

3 González Gortázar, Fernando. (Coordinador) La Arquitectura mexicana del siglo XX, México : Colección Letras Mexicanas, CONACULTA, 1996.

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¡Bravo por la villa panamericana! https://arquine.com/bravo-por-la-villa-panamericana/ Mon, 09 Sep 2019 06:00:37 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/bravo-por-la-villa-panamericana/ La Villa Panamericana del Bajío fue un error gravísimo. Los responsables tienen nombre y apellido. La razón de tal yerro es muy sencilla: tontería, politiquería y corrupción que, se sabe, forman una mezcla explosiva siempre.

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Pero no tanto por la del Bajío del Arenal, sino por la del Parque Morelos, parte del vigente Proyecto Alameda, que sigue como el Cid, ganando batallas después de muerto. Si es que está muerto.

La Villa Panamericana del Bajío fue un error gravísimo. Los responsables tienen nombre y apellido: Mario Vázquez Raña (qepd) y todos los regidores priistas —sin excepción— del  ayuntamiento tapatío de la época. Repasemos un poco los hechos, vividos de primera mano y debidamente documentados en actas de cabildo. La razón de tal yerro es muy sencilla: tontería, politiquería y corrupción que, se sabe, forman una mezcla explosiva siempre.

Todo empezó cuando, bajo el mando del alcalde Alfonso Petersen, al principio de su administración, Coplaur recibió la orden de buscar el contexto adecuado de la futura Villa Panamericana. Al efecto, se estudiaron varias hipótesis: el Aguazul, la barranca, el barrio de la Quinceava zona, etcétera. Se determinó, según los parámetros establecidos, que el contexto de la antigua Alameda (parque Morelos) era el socialmente más benéfico y arquitectónicamente más adecuado y viable. Y se comenzaron las operaciones. Se adquirieron, abierta y transparentemente, al doble de su valor catastral, 13 terrenos en torno al parque. ¿Por qué este precio? Por justicia: toda la zona estaba destinada a una acentuada plusvalía, y era razonable que los vendedores participaran de un beneficio generado por una acción del ayuntamiento. Además, era la única manera de adquirir a corto plazo la reserva territorial indispensable.

Acto seguido, según el programa urbano arquitectónico, debidamente asesorado y calibrado, se determinó que se requerían 1500 departamentos y dependencias de apoyo diversas. Coplaur realizó un proyecto conceptual inicial. Y luego se convocó a un concurso jalisciense, del que se obtuvieron, con toda claridad y ante el escrutinio de todos los regidores y del público, siete propuestas entre más de cincuenta. Los otros seis proyectos fueron adjudicados a figuras indiscutibles del panorama arquitectónico nacional e internacional: Fernando González Gortázar, Augusto Quijano, Matías Klotz, Alberto Kalach, Carme Pinós y Rick Joy. (Haga favor ahora el lector de guglear a cada uno de ellos, a ver si son o no indiscutibles). En el concurso ganaron: Jaime Castiello, José Manuel Gómez Vázquez Aldana, Sandra Valdés y Pedro Alcocer, Ricardo Agraz, Colectivo Guayaba (dos edificios), y Álvaro Morales y Miguel Echauri.

El proyecto resultante no era una acumulación de intervenciones aisladas: era un proyecto urbano, con marcada perspectiva social, con estudios hidrológicos, demográficos, socioeconómicos, inmobiliarios, de servicios, de movilidad, etcétera. Todo fue solventado debidamente. El primer proyecto (Morales y Echauri) fue el de la restauración y renovación del parque, así como sus conexiones al barrio del Retiro (diagonal Alameda), el de la Perla, la Plaza Tapatía, etcétera. Sobre esa base se hicieron los proyectos individuales. A los arquitectos se les pagó justa y módicamente (deben existir los documentos relativos). 1500 departamentos en cuatro niveles, más una torre, en el predio más apartado, de nueve pisos. El Inah, a través de sus censores de diario, puso el grito en el cielo, como acostumbra a hacer ante cualquier iniciativa, en este caso sin ninguna razón válida, ya que sus temores pacatos de que la torre invadiera las visuales del Hospicio Cabañas fueron científicamente acallados mediante estudios topográficos certificados. No se demolió una sola edificación patrimonial, ni histórica ni artística ni ambiental. No se desplazó involuntariamente a un solo habitante, inquilino o usuario de la zona. Se realizaron decenas de reuniones de información con los vecinos, cámaras, colegios y academia. Todo estaba listo.

Y sobrevino lo que nadie vio: la crisis financiera mundial del 2008. La Villa Panamericana, como estaba planteada y aprobada, con las factibilidades urbanas, técnicas y financieras listas, se volvió imposible.

Una vez que fue inviable, por la gran crisis internacional, la primera versión antes perfectamente factible y aprobada (incluyendo por la ODEPA) de la Villa Panamericana, se tuvo que iniciar, de urgencia, un segundo esquema. Al efecto, se realizó una licitación pública entre promotores de vivienda especializados con el fin de obtener una Villa viable. El ganador fue el arquitecto Bosco Gutiérrez Cortina, de México y con fuertes raíces tapatías maternas. Analizó con detalle el asunto, y propuso un planteamiento muy distinto, invitando a él a todos los arquitectos involucrados en el primer esquema. Algunos aceptaron, otros declinaron libremente.

El nuevo proyecto, aprobado en todos sus extremos por unanimidad en el cabildo, consistía en un concepto basado, nada menos, que en la Place des Vosges parisina. Sus coautores fueron Andrés Casillas, Bosco Gutiérrez, y Coplaur. Un gran edificio de nueve niveles en forma de L en el que se alojaba la mayor parte del programa ocupaba los linderos poniente y norte del parque, el que se arreglaba correctamente y se conectaba con todos los barrios circundantes. Los otros 12 terrenos eran edificados con bajas alturas, realizando un trabajo de “urban infill”. En verdad, según quien esto escribe y otras opiniones, era una obra maestra debida, sobre todo, a Andrés Casillas.

Se volvieron a hacer todos los procesos: validación por la ODEPA, por todas las instancias oficiales concernidas, las de la sociedad civil y por los vecinos (entre los que ciertamente existía una facción opositora, aguerrida, minoritaria, y parcialmente equivocada). Lo único que se requería para iniciar obras en tiempo y forma era la aprobación por el cabildo municipal de su aval para un crédito, pagable en el corto plazo, de 200 millones de pesos como indispensable capital inicial y que sería devuelto en unos meses.

Mientras todo esto sucedía pasaba una muy intensa grilla en todos los niveles. Mario Vázquez Raña, con dos caras, hacía como que seguía aprobando el proyecto mientras al mismo tiempo lo saboteaba con inconfesables fines. Parte de la prensa y del gremio de los arquitectos se mostraron hostiles a la nueva solución. El asunto desembocó en un dramático episodio: la sesión de cabildo en la que se daría sí o no al aval del crédito. Existía una cerrada mayoría a favor, gracias al convencimiento de algunos regidores priistas. La contraorden del comité municipal de ese partido fue fulminante. Se obligó a todos sus regidores a presentarse a la sesión y a votar en contra (bastaba una sola abstención para aprobar la moción). El propio presidente del comité municipal pastoreó a sus subordinados dentro del salón de cabildos. Así, la moción fue derrotada por un voto. Con eso, la Villa Panamericana en el centro de Guadalajara, la herramienta más potente hasta entonces fabricada para renovar y rehabitar el primer cuadro tapatío, fue desechada de plano.

La Villa Panamericana quedó, a partir de ese momento, fuera del control del alcalde Alfonso Petersen y del ayuntamiento de Guadalajara. Vázquez Raña y sus asociados ya tenían la “opción” lista: el Bajío del Arenal, en el municipio de Zapopan, en terrenos inmediatamente colindantes con el Bosque de la Primavera, dentro de la zona de amortiguamiento del propio bosque. De manera más que dudosa obtuvieron las anuencias estatales y municipales y procedieron a asestar una gravísima herida en una zona de altísima fragilidad ambiental.

Grandes lecciones que aprender. Tal vez, la más amplia, es que la ciudad no se hace con usura. Ni con corrupción ni con politiquerías. La historia de la Villa Panamericana, en sus dos sedes, es altamente ejemplar. La primera propuesta, la Villa Panamericana inscrita en el Proyecto Alameda, fue la víctima de la corrupción sistémica mexicana. Con su cancelación la ciudad pagó, en varios sentidos, un altísimo precio; y perdió décadas en la consecución de un mejor centro histórico. Y aunque esa corrupción sea sistémica, los responsables directos están a la vista. Afortunadamente quedó del desastre un gran patrimonio: los 13 predios libres de polvo y paja. Se ha intentado, con poco éxito, utilizar la reserva territorial del Proyecto Alameda para reconvertirla en la Ciudad Creativa Digital. Se han realizado un edificio a medio terminar, ciertas infraestructuras, una remozada al Parque Morelos. Pero quedan 12 terrenos: ¿qué hacer? Retomar y volver a hacer vigente el espíritu del Proyecto Alameda, repoblar el centro mediante la oferta de vivienda atractiva y asequible para todas las capas socioeconómicas. Y hay 12 estupendos proyectos arquitectónicos, pagados por el ayuntamiento, listos para avanzar. Y mejorar y renovar todo el tejido urbano, activar toda la demarcación y aprovechar la sinergia del Paseo Alcalde. Esperemos que las autoridades y la sociedad puedan reflexionar y aprovechar la enorme oportunidad.

En cuanto a la Villa Panamericana del Bajío del Arenal habría que hacer algunas consideraciones. El Bajío debió de permanecer libre de cualquier construcción. Los viejos ingenieros lo sabían muy bien. Pero, de nuevo, la usura. El Bajío debió haber sido la continuación de La Primavera hasta el mismo borde del Periférico y de la carretera a Saltillo. No fue así, para tristeza y vergüenza. El bosque de la Primavera, por lo menos, debería tener el anillo de amortiguamiento en que tanto han trabajado Pedro Alcocer y Sandra Valdés, del Iteso, con su fundación Anillo Primavera. ¿Qué hacer ahora con la Villa Panamericana? Demolerla y que no quede huella, es la primera reacción. Que sirva de lección y antecedente. Es una opción extrema, pero provocada por una interminable historia de atropellos.

Ahora, imaginemos una opción con matices. La Villa como contraveneno y vacuna contra futuras amenazas ambientales y urbanas. ¿Cómo? Habitándola, una vez que todos los impactos estén verificados y neutralizados. Es perfectamente factible y se hace en muchos lugares. Además, habría que pedirle al ayuntamiento de Zapopan que no autorice absolutamente nada sin lo anterior y sin que se triplique el área de cesión del desarrollo. Esa área podría ser un escantillón muy completo, una muestra patente de cómo establecer una zona de amortiguamiento eficaz y útil: que el bosque, en vez de continuar siendo disminuido, crezca, por lo menos con esos terrenos. Además, que se actualice de manera muy astringente el Plan Parcial del Bajío del Arenal, con el objeto de hacer áreas de protección ambiental a todos los predios posibles mediante un mecanismo de compensación y un fideicomiso. Correspondería al arquitecto José Pliego, quien ha tratado de rescatar desde hace años el Bajío, llevar adelante los estudios adecuados.

También tiene ventajas, hay que aceptarlo, en no tirar 1,500 millones de pesos a la basura, devolverle sus ahorros a los pensionados, y no perjudicar a las gentes involucradas de buena fe en el asunto. Pero es indispensable el deslinde de responsabilidades, el asumir consecuencias. Nunca más una Villa del Bajío del Arenal.

Y, por el otro lado, salvemos el centro, es más que factible retomar el Proyecto Alameda, no por quienes lo inventaron, sino por el futuro de los tapatíos.

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Esplendores de Chapala (y algunos ocasos) https://arquine.com/esplendores-de-chapala/ Mon, 17 Jun 2019 07:56:56 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/esplendores-de-chapala/ El patrimonio de una población comienza con sus riquezas geográficas. La abolición de la playa, y hasta del nombre, de Chacaltita, fue un grave demérito para Chapala.

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La extraordinaria imagen se debe a los buenos oficios de investigador y difusor de Mario González García, a quien desde aquí se le agradecen puntualmente. En la ilustración se puede ver una sección de la alguna vez extensa playa de Chacaltita, principal frente lacustre del pueblo de Chapala. Dicha playa fue incomprensiblemente sustituida a principios de los años cincuenta para construir lo que se conoce como el banquetón, un parque bien edificado pero con el totalmente incorrecto concepto de borrar la playa y así hacer inaccesible la laguna. Esto fue parte de la transformación chapalteca que incluyó la demolición de toda una hilera de manzanas -con todo y plaza- de norte a sur para hacer la actual avenida de ingreso a la población (Madero). Con esto se cambió la escala del pueblo y se perdió una parte significativa de su patrimonio edificado. Fueron luego pavimentadas con concreto hidráulico las calles de aproximadamente doce manzanas, las correspondientes a su parte sur, con lo que se perdieron sus tradicionales empedrados y el carácter de la zona. Todo en aras de una modernidad equivocada.

Pero en fin. La fotografía del caso corresponde al lado sur de la manzana que actualmente conforman las calles de Ramón Corona (sobre la que están estas fincas), Zaragoza, 5 de Mayo y Niños Héroes. Salvo error, las fincas que aparecen, de izquierda a derecha, son las siguientes: casa proyectada por el ingeniero Pedro Castellanos Lambley, actualmente subsistente; casa porfiriana totalmente transformada hacia 1940 por el ingeniero Luis Barragán; después, casa posiblemente debida al ingeniero Aurelio Aceves. En la esquina nororiente, que ya no se ve, hay una muy importante casa funcionalista de Pedro Castellanos que ha sido totalmente alterada, pero que puede rescatarse.

En todo el frente de Ramón Corona existen en la actualidad una serie de chalets verdaderamente valiosos, en diversos estados de conservación. Arrancando del poniente, en la esquina de Hidalgo y el Paseo Ramón Corona está la muy interesante casa Braniff, edificada curiosamente (?) sobre los terrenos de la parroquia vecina. Entre lo relevante, siguen hacia el oriente, pasando Juárez, dos casas de Castellanos y la casa de don Emiliano Robles León de Luis Barragán ayudado por Ignacio Díaz Morales, actualmente en lastimoso deterioro; pasando Zaragoza siguen las obras mencionadas más arriba, con una casa posiblemente de Miguel Aldana Mijares en la esquina norponiente. Pasando la siguiente calle, 5 de Mayo, existe otra casa de Pedro Castellanos actualmente desfigurada pero que se puede componer. A continuación está el muy antiguo y muy bonito chalet porfiriano del ingeniero Antonio Arróniz (que tanto le gustaba a Kuni Hartung), con todo y su sistema constructivo similar al del edificio Arróniz de Guadalajara. Después otras casas y al final la benemérita calle de Guerrero. Rematando el Paseo Ramón Corona, pasando la avenida de la Cristianía, está, a su lado sur, el Club de Yates de Chapala, notable obra de Federico González Gortázar con un mural de José María de Servín.

El patrimonio de una población comienza con sus riquezas geográficas. La abolición de la playa, y hasta del nombre, de Chacaltita, fue un grave demérito para Chapala, como lo fue la abolición del río de San Juan de Dios para Guadalajara, todas las proporciones guardadas. Pero Chapala conserva aún un riquísimo patrimonio paisajístico y arquitectónico. Y es mucho lo que se puede hacer para ponerlo en valor y para rescatar lo perdido.

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Arquitecto, escultor y jardinero https://arquine.com/arquitecto-escultor-y-jardinero/ Mon, 10 Nov 2014 16:49:45 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/arquitecto-escultor-y-jardinero/ La Medalla Bellas Artes es un reconocimiento entregado por la trayectoria entorno a las artes y que han recibido personas como Elena Poniatowska, Reynaldo Pérez Rayón o Roger von Guten, entre otros. El pasado sábado fue entregada a Fernando González Gortázar en el Museo de arte Moderno por sus aportaciones escultóricas y arquitectónicas. En la mesa, elegida por el arquitecto, fueron invitados Cristina Pacheco, Adriana Malvido y Juan Palomar, cada uno describió su admiración y respeto por el arquitecto.

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por Selene Patlan | @selenepatlan

gortazar

La Medalla Bellas Artes es un reconocimiento entregado por la trayectoria entorno a las artes y que han recibido personas como Elena Poniatowska, Reynaldo Pérez Rayón o Roger von Guten, entre otros. El pasado sábado fue entregada a Fernando González Gortázar en el Museo de arte Moderno por sus aportaciones escultóricas y arquitectónicas. En la mesa, elegida por el arquitecto, fueron invitados Cristina Pacheco, Adriana Malvido y Juan Palomar, cada uno describió su admiración y respeto por el arquitecto.

Adriana Malvido comparo el trabajo de Gortázar con una de sus grandes pasiones, la jardinería, mencionó que siempre ha sido un jardinero que va sembrando en las personas que lo rodean y con su trabajo arquitectura, escultura, ideas, música, afecto, libros, textos, viajes y sueños que han tomado forma de un gran jardín.

Una de las grandes influencias para Fernando González Gortázar fue Luis Barragán, sus obras lo conmovieron y Juan Palomar habló de esta influencias además de otras como Díaz Morales, Mathias Goeritz y Chucho Reyes que formaron y fueron parte importante de la trayectoria de Gortázar, muy latentes durante sus estudios en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Guadalajara.

Arquitecto, escultor, escritor, viajero, gran conversador, amante de la poesía, música y la naturaleza, Cristina Pacheco dijo que le daría una medalla por cada una de estas virtudes. Aunque mencionó el movimiento de los 43 desaparecidos en Ayotzinapan que atraviesa el país, dijo: “La Medalla Bellas Artes que se le otorga a nuestro amigo Fernando González Gortázar es un acto de justicia y por lo tanto esta medalla se convierte en una especie de sol que ilumina estos tiempos sombríos”.

Cristina Pacheco y Fernando González Gortázar concluyeron con un breve debate sobre la arquitectura en México y el papel que juegan los arquitectos. Gortázar concluyó diciendo que la arquitectura debe de dejar de ser elitista y para unos cuantos, y se debe enfocar que es un patrimonio para todos, como si fuera una segunda piel.

La medalla fue entregada por la directora del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), María Cristina García Cepeda y como buen tapatío cerró con mariachis y tequila.

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