Resultados de búsqueda para la etiqueta [Feminismos ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Mon, 09 Sep 2024 03:35:39 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 Entre marchas y portadas de arquitectas del año: arquitectura y feminismos blancos https://arquine.com/entre-marchas-y-portadas-de-arquitectas-del-ano-arquitectura-y-feminismos-blancos/ Mon, 13 Mar 2023 15:51:59 +0000 https://arquine.com/?p=76487 Todas las mujeres, también aquéllas con más privilegios de diversos órdenes, han atravesado injusticias que derivan de un sistema patriarcal, pero también es cierto que, muchas veces, desde el privilegio mismo no se perciben siquiera otras voces que viven circunstancias diferentes donde, en ocasiones, las mismas mujeres privilegiadas se vuelven opresoras.

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Hace algunos años, un amigo trabajaba en una oficina de arquitectura —de cuyo nombre no quiero acordarme— que se componía por dos niveles: una planta baja donde se encontraban las arquitectas y arquitectos que podían ser vistes por los clientes —por ser más guapos, más classy— y un sótano donde los más “humildes” y talacheros se hallaban.

Pues resulta que esta metáfora espacial de la discriminación tenía, a su vez, varios corolarios: Uno de ellos era que, por lo general, las chicas de la planta baja provenían de escuelas privadas y los hombres que las rodeaban solían desdeñar sus capacidades profesionales y acentuaban que habían sido contratadas por “bonitas”. Ya aquí había una violencia de género que provenía de diversos frentes: de los contratantes tanto como de los compañeros de trabajo. 

Sin embargo, ocurrían opresiones que, a su vez, empalmaban cuestiones de género con temas de racismo y clasismo, por lo menos. Uno de estos eventos sucedió cuando una chica que trabajaba en el sótano solicitó un ascenso. Ella argüía que su desempeño lo ameritaba. Ante esta petición, una socia de la firma le negó el ascenso bajo el siguiente argumento: “no tienes el perfil”. Al ser increpada acerca de a qué se refería con esto solamente se dignó a repetir la misma frase: “no tienes el perfil”. Esta chica no era delgada ni blanca, no era tampoco considerada “guapa” dentro de los parámetros estéticos de las clases altas de México.

 

Feminismo blanco

¿Qué nos dice este relato ante el tema tan vigente de la lucha de nosotras las mujeres? Yo creo que muchas cosas. En lo personal celebro que varias mujeres de nuestro gremio se organicen en un contingente los días 8 de marzo de unos años para acá. Me parece una manifestación legítima. Sin embargo, creo que aún nos queda mucho por visibilizar porque, por lo general, las caras que nos representan a las mujeres gremialmente son mujeres con ciertos privilegios. Es lo que diversas autoras señalan como feminismo blanco o feminismo liberal. 

En este sentido, el feminismo blanco no debe leerse de manera literal como feminismo de mujeres de tez blanca. Se llama así porque se conceptualiza en el marco de los Estados Unidos de América donde los planteamientos de ciertas mujeres (ahí sí blancas) sostienen que el problema al que nos enfrentamos es un asunto de desigualdad ante los privilegios del género masculino y ya.

Ok, ok, no se debe negar en absoluto que todas las mujeres, también aquéllas con más privilegios de diversos órdenes, han atravesado injusticias que derivan de un sistema patriarcal, pero también es cierto que, muchas veces, desde el privilegio mismo no se perciben siquiera otras voces que viven circunstancias diferentes donde, en ocasiones, las mismas mujeres privilegiadas se vuelven opresoras. Esto es precisamente lo que señalan las feministas críticas del feminismo blanco que sólo reconoce el tema de la desigualdad de género, pero olvida entretejer esos problemas con opresiones estructurales tales como la raza, la clase social, entre otros.

 

Otros feminismos

Entonces, ¿qué hacemos? La pregunta es complicada, pero lo es mucho más su respuesta. De entrada, tenemos que cuestionar nuestras propias creencias y prácticas. Hablar de arquitectura y feminismo no se limita a las arquitecturas que producimos, aunque por supuesto que lo incluye. 

Hablar de arquitectura y feminismo supone un problema de representación, por un lado. Es preciso dar a conocer a quienes han sido silenciadas en la historia: sí, Lilly Reich, Aino Marsio, Eileen Gray… pero también a los colectivos detrás de los grandes nombres de arquitectas que hoy engalanan las revistas cada 8 de marzo, así como también a otras fuerzas sociales de mujeres que desde el absoluto anonimato reconstituyen y producen socialmente su hábitat sin la necesidad de un saber disciplinar certificado por institución alguna.

Hablar de arquitectura y feminismo, además de considerar la manera en que concebimos nuestro quehacer, y de la manera en que se configura la representación de sus productoras, también requiere enfrentar y transformar nuestras prácticas diarias. Por supuesto que la de los hombres, de eso no hay discusión. Pero también de las propias mujeres que, en ocasiones, con conciencia o sin ella, nos convertimos en las propias opresoras de nuestras compañeras. Para cerrar esta idea, tanto como este artículo, contaré una historia más:

Había una vez una arquitecta de elegante nombre y de gran capacidad comunicativa. En su magnífica oficina trabajaban otras mujeres a las que ella buscaba “empoderar”. Una de estas mujeres, que residía en el oriente de la ciudad, acababa de tener una hija lo que hacía de su desempeño laboral todo un reto. Un día, la elegante arquitecta, ya desesperada le increpó un domingo —en que, gracias a que durante la pandemia los horarios laborales se habían vuelto borrosos, fue convocada— a que debería aprender de ella, que podía hacerse cargo de sus dos retoños y ser completamente profesional y competente… Lo que la fina arquitecta no mencionó es que ella contaba con la ayuda de asistentes domésticos en su casa —localizada en una zona céntrica de la ciudad—, con una nana y por lo menos con un chofer.

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Diseño en femenino https://arquine.com/diseno-en-femenino/ Fri, 09 Dec 2022 14:58:42 +0000 https://arquine.com/?p=73169 Pensar en el diseño hecho por mujeres, ¿implica aproximarse a una serie de objetos producidos por un sector de la población? ¿O se vuelve necesario adoptar un punto de vista sobre los instrumentos que posibilitan aquella producción?

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Pensar en el diseño hecho por mujeres, ¿implica aproximarse a una serie de objetos producidos por un sector de la población? ¿O se vuelve necesario adoptar un punto de vista sobre los instrumentos que posibilitan aquella producción? Se puede tomar como punto de partida la manera en la que se han dividido, de manera binaria, las disciplinas. Por un lado, se encuentra la arquitectura y la ingeniería, cuya historia fue forjada (al menos así se narra de manera oficial) por grandes hombres que modificaron cómo habitábamos las ciudades. Por otro lado, tenemos la decoración, un ejercicio que se ha feminizado y que, incluso, fue relegado del discurso moderno. Pero, como lo dijo la diseñadora Clara Porset en 1948, “se trata de borrar y se va borrando la falsa barrera establecida entre las llamadas ‘artes mayores’ y ‘artes menores’”. Para Porset, la llamada decoración era en realidad diseño, un ámbito que permitió que “la escultura, la pintura y la misma arquitectura” dejaran “su posición aristocrática”, elevando “las artes industriales o artesanas, nuestras compañeras diarias, para que todas se encuentren en un terreno común”. 

335 piezas hechas por 110 diseñadoras se congregan en la muestra Diseño en femenino. México (1940-2022), exposición albergada en el Museo Franz Mayer y curada por Ana Elena Mallet y Pilar Obeso.  Mediante una revisión que integra el diseño editorial, el diseño industrial, el diseño textil y la perfumería, al igual que los periodos de lo moderno y lo contemporáneo, la muestra propone no sólo catalogar casi ocho décadas de diseño hecho por mujeres, sino también formular una visión crítica sobre las condiciones materiales bajo las que estos objetos han sido elaborados. En una conversación mantenida en el recorrido para medios, Ana Elena Mallet señaló que, para muchas mujeres, la incursión en el diseño se dio en la escala de lo doméstico. “Muchas de estas mujeres no encontraban inserción en los círculos académicos. Como sabemos, la carrera de diseño en México, formalmente universitaria, no empieza sino hasta finales de los años 50.  Ellas se encontraron muchas veces en las aulas, pero otras en talleres montados dentro de su casa: pequeños talleres domésticos en donde podían realizar sus producciones”. Por ejemplo, Cynthia Sargent, cuya carrera inició en 1955 con un taller que, inicialmente, se encontró en su propia casa de San Ángel. La historia de la ceramista Aurora Suárez fue similar, así como la de Louisa Reynoso o Graciela Díaz de León. “Todas empezaron en talleres que ocupaban espacios de su casa. Conforme fueron creciendo sus necesidades se fueron mudando a otros sitios que a veces compartían con otras diseñadoras. Pero casi todas partieron de lo doméstico y de la manualidad que se podía hacer en espacios reducidos”.

Sin embargo, conforme fue profesionalizándose la disciplina, fueron diversificándose los productos para un mercado con mayor demanda. La Universidad Iberoamericana fue la primera en formar programas académicos para diseño y posteriormente la Universidad Nacional Autónoma de México. “Es quizá el diseño gráfico en donde, durante los años sesenta, las mujeres encuentran, por el impulso del programa editorial de la Olimpiada del 68, una inserción laboral. Tenemos a Beatrice Trueblood, que trabajó en aquel evento. Pero también tenemos a Azul Morris o de Peggy Espinosa, quienes trabajaron en la Imprenta Madero con Vicente Rojo”. De manera más conceptual que cronológica, el diseño editorial se mantuvo como una línea que cruza las distintas aplicaciones de la disciplina hasta encontrarse con la comunicación visual con “diseñadoras que ya no solamente están haciendo proyectos editoriales o de diseño de marca, sino también diseño de servicios.

Otro aspecto fundamental de Diseño en femenino. México (1940-2022) es su cuestionamiento respecto a las asimetrías entre la artesanía y el diseño. Desde el inicio de la exposición se incluyen objetos hechos por mujeres de las distintas poblaciones indígenas del país. “La idea de lo doméstico tiene una relación cercana con lo manual. Al principio, las diseñadoras estaban asociadas a prácticas ‘femeninas’, como la joyería, la cerámica o el textil. En México y en países latinoamericanos, ya sea en entornos rurales o en entornos de origen indígena, muchos de estos talleres han estado asociados a la economía del hogar y la tradición que se comparte a través de generaciones de mujeres. Nos interesaba mucho hacer esta provocación de presentar a las mujeres artesanas como diseñadoras, en un diálogo horizontal con la producción contemporánea”. Esta visión se antepone a una historia masculina del diseño, que establece una relación más cercana entre el diseñador y las tecnologías, como el diseño digital o la ingeniería. Pero la exposición contiene maneras de diversas de abordar múltiples géneros del diseño en la cual se encuentra cómo las disciplinas distinguen, estructuralmente, quiénes las ejercen y a quiénes se les dificulta ejercerlas. “Para armar esta historia alterna del diseño se tenía que hablar de las dificultades para hacerse de una vida profesional. ¿Cómo se buscan nuevos caminos? Muchas diseñadoras trabajan en dúos o en industrias culturales”. 

Pero la historización del diseño hecho por mujeres también cuenta con otros desafíos documentales. Si en los libros se han reproducido los retratos de Charles Eames o Mies van der Rohe, muchas veces ni siquiera se cuenta con las imágenes de quienes fueron pioneras en el diseño. “De muchas, a veces sólo tenemos bocetos. No existía una intención de registrar ya no las piezas, sino la propia figura”. La exposición es un punto de partida para una pieza que se hará con la fotógrafa Ana Hop, quien retratará a todas las diseñadoras participantes. Pero también se amplían las nociones de la representación a través de los objetos. Además de las mujeres indígenas, se añade el trabajo de colectivos, como el de Diseña Colectiva, o el de diseñadoras trans o sexodiversas que están pensando en moda no-binaria. Diseñadoras que, en conjunto, hablan de otras posibilidades de hacer diseño, pero también de usarlo o habitarlo. 

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Imaginar la(s) casa(s) https://arquine.com/imaginar-las-casass/ Tue, 06 Dec 2022 16:29:09 +0000 https://arquine.com/?p=73007 En La casa de Mango Street, Sandra Cisneros habla de la casa propia de una manera redonda, la describe material y emocionalmente “limpia como la hoja antes del poema”, un espacio que no sea sólo un departamento la casa de algún hombre.

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Mi casa se estaba quemando y sólo podía salvar una cosa.

Decidí salvar el fuego.

No tengo dónde vivir pero el fuego vive en mí.

Jean Cocteau

En La casa de Mango Street, Sandra Cisneros habla de la casa propia de una manera redonda, la describe material y emocionalmente “limpia como la hoja antes del poema” o  “Una casa callada como la nieve”, un espacio que no sea sólo un departamento la casa de algún hombre, hace un guiño a la sostenibilidad cuando menciona que no se imagina que la casa propia de Una tenga que ser el espacio en el que se le recojan las cosas a un hombre ni a nadie. Y habla de autonomía y liberación de la mujer. 

Pero, ¿Qué podría significar hacer sostenible, habitable y disfrutable un espacio?

Si la casa es vista como un conjunto de estructuras que sostienen, el hogar, en paralelo tendría que sostener la vitalidad. La casa vista como un gran trazo, como un conjunto de cosas no dichas que se acumulan ni se dejan de ver, igual que el trabajo doméstico. No es casualidad que la mayoría de vicios ocultos sean sostenidos por mujeres. En su glosario, la escritora colombofrancesa, Florence Thomas aborda a la casa de la siguiente manera:

Las mujeres todavía no tienen casa. Son casas, son lugares para los otros y las otras, albergues para el otro, para la otra, claustros para la vida, abrigos para los hijos, para las hijas, y esto las ha ocupado tanto que no han podido pensar en la suya, ni mucho menos, construirla. Mientras tanto, nunca habitan en ningún lugar. Son Habitadas. Las casa que han ocupado no fueron diseñadas ni pensadas para ellas. 

Habría que pensar y cuestionar bajo qué tipos de estructuras y sostenibilidad se han codificado las casas; y sin embargo, ni Cisneros ni Thomas ven la situación de encierro de pensamiento y espacio de las mujeres como algo sin solución, por el contrario, ambas autoras deciden lanzar sus reflexiones y orientarlas a la utopía, la cual casi siempre tiene un dejo de esperanza. 

Tomando como registro un poco del pasado, la arquitectura moderna menciona que es mucho más económico y mucho más funcional pensar en líneas ortogonales, en 90º grados y retículas, tramos cortos; el orden, el ritmo, la repetición y cualquier similitud simbólica o material con el cuadrado se considera estético. 

Por lo tanto, es considerablemente razonable proyectar todos los espacios en los que se realizan labores de cuidado (traer comida, lavarla, cocinarla, guardarla, servirla, comerla, lavar platos, lavar ropa) en un sólo núcleo, mantenerlos cercanos. La arquitectura moderna se trata de control. ¡No descuides tus tareas, mujer!, me parece que ese es el ápice detrás de la funcionalidad. Eso pasa cuando conceptos como producción rigen el espacio, cuando la justicia de clases no apela a las mujeres. Lo que me deja pensando: ¿en qué tipo de clase nos encontramos nosotras?

En El patriarcado del salario, Silvia Federici habla del concepto moderno de la familia, de cómo fue concebida para favorecer al capitalismo, lo importante que es la reproducción para asegurar mano de obra, generaciones de obreros que puedan sostener la riqueza de unos cuantos. En uno de sus ensayos, habla de cómo fue  preocupante para la sociedad de Gran Bretaña, que las mujeres fueran incluidas en el trabajo de fábricas, porque teniendo un sueldo y pudiendo comprar las cosas que pudieran pagar (techo y ocio, por ejemplo), ya no deseaban formar una familia y ser relegadas a una vivienda, estar atenidas a lo que su pareja les quisiera compartir. Claramente, la posibilidad de una emancipación de las mujeres se vería como amenaza y entonces: ¿Qué hacemos ahora? 

Ellos contestan algo como: Reforzar la idea de la importancia de la familia, no darles trabajo, incluir el pensamiento binario: las mujeres sólo podemos ser buenas o malas, no hay intermedios. La buena mujer es la que se casa completamente enamorada de algún hombre trabajador, realiza labores de cuidado, destina su ocio a cualquier actividad que se extienda alrededor de la familia, por el contrario, la mala mujer es la que se encuentra en la calle, al acecho de cosas para hombres, como beber, cortarse el cabello, tener relaciones sexuales fuera del matrimonio, vive lo que conlleva la vida pública y es bien sabido, que la construcción de la ciudad, de espacio público es pensado en masculino, en trabajo no feminizado (como el espacio doméstico), la política, las guerras, las protestas, los negocios. Y cuidado, que una decisión en falso o incluso, haber nacido del lado incorrecto de la moneda, puede modificar la percepción que el mundo tiene de ti 360 grados en unos minutos. ¿El divorcio? ¡condenado!  

Yo no me crié dentro de un referente de familia nuclear tradicional, ni con el amor absoluto entre pareja, ni con los aparentes beneficios del Estado a mi alrededor. Tengo la sensación de una ausencia heredada, pero por el contrario, el desencanto hacia ese binarismo, lo tengo muy presente. 

En El Eterno femenino, Rosario Castellanos escribe: “Lo que hace falta a una mujer para ser completa: un hijo. Un hijo que debería tener para que se continúe la estirpe, para que recaiga el apellido”, el apellido nos lo dan ellos, cualquier cónyuge trabajador (bueno, el mejor cónyuge), y cualquier otra opción milimétricamente distinta te lleva al exilio. En este esquema no caben de ninguna manera las parejas divorciadas, las madres solteras, ni las parejas lésbicas. Si eres mujer, eres culpable de encaminar tu destino, el encanto femenino consiste en orientar tu sensualidad y tus labores de cuidado para que algún hombre desee darte el amor en forma de linaje. Desde esta perspectiva, el linaje también es proyectado desde ellos. 

Pienso en las cosas que hago dentro del departamento en el que vivo:

  • Limpiar
  • Guardar
  • Acomodar
  • Barrer
  • Trabajar
  • Trabajar (segundo turno)
  • Trabajar (tercer turno)
  • Dormir

Pienso en las cosas que no hago dentro del departamento en el que vivo:

  • Enamorarme
  • Concretar el futuro

Estábamos en la primera ola (temporada) de la pandemia cuando me encontré con “Loose Woman” de Sandra Cisneros y me revitalizaba la manera en la que llamaba a ocupar los espacios; meses después llegó a mí La Casa en Mango Street, la pieza escrita en los 80, que puede ser leída como una novela o como una serie de escritura fragmentaria /microcuentos nos entreteje imágenes que contienen casa y en simultáneo, la familiaridad, el ser mujer, el deseo de una casa y el salir de ella. Porque cuando nosotras imaginamos un espacio, siempre hay que imaginar también la ruta de salida (por seguridad).  Mujeres que no necesitan del acompañante masculino para ocupar el espacio público ymucho menos el espacio privado, mujeres que queman la casa para salvar el fuego. Mujeres sin amo ni Estado, ni partido, ni marido.

Lo escribo en papel y entonces el fantasma no duele tanto. Lo escribo y Mango me dice adiós algunas veces. No me retiene en sus brazos. Me pone en libertad. Un día llenaré mis maletas de libros y papel. Algún día le diré adiós a Mango. Soy demasiado fuerte para que me retenga. Un día me iré.

La Casa en Mango Street, Sandra Cisneros

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Prácticas intersticiales en la arquitectura: la importancia de la representación https://arquine.com/practicas-intersticiales-en-la-arquitectura-la-importancia-de-la-representacion/ Tue, 16 Aug 2022 17:25:24 +0000 https://arquine.com/?p=66921  Para abordar el tema desde una perspectiva crítica, propongo hablar de la importancia de los discursos, como productores de realidad, y del habla, como acto subversivo, así como de la razón por la que la representación, históricamente, ha sido un tema prioritario en la agenda de algunos feminismos.

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Hace algunas semanas Netflix España anunció la emisión de la serie Conversaciones, realizada por la fundación Arquia. En esta publicación se mostraba la lista de personas que formaban parte de esas conversaciones. Sin ninguna intención de serlo, la publicación sirvió para recordar cómo la arquitectura en tanto disciplina, en el contexto contemporáneo, sigue siendo un espacio dominado por los valores masculinos y los sujetos que encarnan esos valores. La falta de intencionalidad demuestra la normalización en la representación de un sólo tipo de sujeto en el ejercicio de la arquitectura.

Para abordar el tema desde una perspectiva crítica, propongo hablar de la importancia de los discursos, como productores de realidad, y del habla, como acto subversivo, así como de la razón por la que la representación, históricamente, ha sido un tema prioritario en la agenda de algunos feminismos. Lo anterior con la intención de plantear la representación como herramienta potenciadora de un cambio en la arquitectura.

El motivo principal de la controversia deriva del carácter de los arquitectos seleccionados por la fundación Arquia en tanto representantes de un tipo de subjetividad, la del sujeto universal; el representante del sistema capitalista, de la blanquitud y del orden patriarcal[1]. Lo problemático del hecho radica en la reproducción de un discurso que borra, sistemáticamente, los aportes que no provienen del grupo de dicho sujeto. Este tipo de omisiones imponen una forma de hacer como la única válida, es decir, el único trabajo valioso es el que se produce por el sujeto universal bajo las lógicas establecidas por el sistema hegemónico.

Los discursos, desde el trabajo de Foucault, se entienden como “modos generadores de realidad, facilitan posibilidades de percepción, modos de pensar y crean objetos de conocimiento”[2]. Los discursos no describen ni anteceden la realidad social, sino que producen los objetos o sujetos de los que hablan. A través de ellos se legitima lo verdadero —no en el sentido ontológico, sino como un mecanismo productor de verdad, como lo define Foucault—. Esto se determina en un sistema de inclusiones y exclusiones. Foucault se encarga de analizar la forma en la que se constituyen dichos discursos y cómo se excluye lo que se considera falso, mientras que lo verdadero es lo que posibilita el ejercicio del poder[3]. Así, los discursos hegemónicos de la cultura o de un mundo social imponen los ejes que delimitan lo que se puede realizar y pensar dentro de éste, estructurando las jerarquías, los órdenes, las características que definen y ubican a los sujetos en el lugar que, según el discurso, les corresponde, por ejemplo, a través del constructo del género. Lo que dice el listado de la Fundación Arquia es que el mundo de la arquitectura es materializado y pensado por el sujeto universal, que no hay cabida para otro tipo de subjetividad. Esto se deduce por el simple hecho de no haber representación de otro tipo de sujetos; en este caso, sujetas. La representación, como lo plantea Adriana González Mateos, es atravesada por el poder y ella misma es la que legitima y hace viable el ejercicio de poder.

La representación, entonces, es un efecto de prácticas culturales que determinan las condiciones para que esta sea comprensible y aceptable, pero también construyen las categorías de seres u objetos designados como referentes; el proceso de representación los agrupa, los distingue; estructura la percepción [4].

En este sentido, la representación se vuelve una herramienta de dominación del sistema patriarcal[5] que refuerza el tipo de discurso antes mencionado. Esto no significa que el único uso de la representación beneficie al sistema hegemónico. Esto implica que la producción de realidad a través de la representación no está ligada de forma necesaria a la hegemonía. En cambio, es un espacio en disputa, de crítica y protesta para subvertir la imposición hegemónica.  Es por ello que el tema de la representación siempre ha estado presente, de diversas formas, en las luchas feministas, de subjetividades racializadas y económicamente oprimidas.

Al día siguiente del anuncio de promoción del programa Conversaciones, se publicó una carta realizada por académicas arquitectas Zaida Muxí, Inés Moisset y Tatiana Bilbao en la que solicitaron, a la fundación Arquia, realizar “una propuesta inclusiva que colabore en la construcción de un mundo mejor, lo que significa una profesión más igualitaria y comprometida con los desafíos planetarios”[6]. Al denunciar el borrado de diversas subjetividades se evidencia la intención de disputar los espacios de representación. En este ejercicio se materializa el acto de habla como acto político; es decir, usar la voz para cuestionar lo enunciado por el discurso hegemónico. El habla como forma emancipadora tiene el fin de disputar el derecho al uso de la palabra en el espacio público[7]. Sin embargo, no es suficiente con enunciarlo, el sujeto hegemónico tiene que comprender el mensaje que se transmite.

La respuesta de la fundación a la carta de las académicas reconoce la falta de representación, pero la justifica alegando que la serie Conversaciones se encuentra incompleta. No hay, por su parte, un reconocimiento directo de omisión. Asimismo, el hecho de que la respuesta no fue pública demuestra una falta de comprensión sobre la gravedad del problema de la no-representación. La falta de reconocimiento al trabajo desde otras subjetividades es una de las causas por las que la disciplina no ha podido modificar la idea de que sólo un sujeto puede ser el representante de la profesión.

Por ello, uno de los pasos a seguir para cambiar las lógicas de la profesión es la disputa de los espacios o los medios de mayor alcance. Al cuestionar la ausencia de las arquitectas, se revela el predominio masculino y cómo esta construcción no ha sido accidental. En el caso de México, la historiografía de la disciplina hace una omisión flagrante del trabajo de las mujeres. Indicio de lo anterior es la poquísima visibilidad que tienen las primeras mujeres arquitectas tanto en textos como en los espacios académicos. Recientemente, gracias a la producción de trabajos historiográficos críticos que recuperan las aportaciones de las mujeres y al movimiento de la Facultad de Arquitectura de la UNAM, se empiezan a nombrar a estas mujeres. La visibilización se da a través de la lucha por los espacios de la representación. Sin la organización y las denuncias de las colectivas de la Facultad de Arquitectura, los recintos culturales probablemente continuarían otorgando reconocimiento al sujeto universal. En cambio, ahora existe el teatro Estefanía Chávez Barragán o la galería María Luisa Dehesa, entre varios otros. Este pequeño cambio puede abrir caminos para otros más grandes.

Virginia Woolf identificó dificultades que se le presentaron como escritora[8]; estas dificultades se han actualizado, responden a las condiciones culturales y sociales contemporáneas y nos siguen afectando. Como mujeres profesionistas nos enfrentamos a limitantes como la brecha salarial, el privilegio de los valores asociados a lo masculino o la discriminación de las intersubjetividades que no pertenecen al grupo del sujeto hegemónico, sin olvidar la falta de representación. Estos obstáculos se extienden a la disciplina de la arquitectura y llevan al planteamiento de la siguiente cuestión como lo habría hecho la propia Woolf—: ¿qué necesita una mujer para ejercer la arquitectura sin ser afectada por su condición de género, raza o clase?

La formación universitaria, así como la historiografía oficial de la disciplina, nos preparan para entender el mundo de la arquitectura como un mundo regido por los valores relacionados a lo masculino, en donde no hay cabida para otro tipo de ejercicio. El cuestionamiento de ese planteamiento permite la búsqueda de alternativas para ejercer la profesión. Por este motivo se vuelve necesario hacer un análisis de las formas en que las mujeres se incorporan a una disciplina que premia los rasgos relacionados a lo masculino. El análisis del ejercicio de la profesión desde los márgenes o los intersticios que se pueden crear u ocupar tienen el potencial de transformar las lógicas de la disciplina desde la práctica cotidiana.

Al identificar las prácticas intersticiales en lo cotidiano se generan brechas que podrían propiciar un cambio de lógica en los procesos arquitectónicos. Este texto tiene la finalidad de introducirnos en el trabajo de tesis que he estado realizando bajo la tutoría de la Dra. Andrea Marcovich sobre el análisis de las prácticas microbianas de las arquitectas, ubicadas al interior del sistema tecnocrático, que buscan transformar dicho sistema desde las prácticas cotidianas[9]. Para esta investigación tomo como referencia el trabajo de Michel de Certeau, cuyo objetivo fue vislumbrar “las formas subrepticias que adquiere la creatividad dispersa, táctica artesanal de grupos o individuos atrapados en las redes de vigilancia […] se busca el ambiente de la indisciplina”[10]. En los próximos meses compartiré una serie de artículos en los que muestro el desarrollo de mi investigación con el objetivo de mostrar el trabajo que se realiza en arquitectura desde otras subjetividades.

 

Referencias:

Certeau Michel de, La invención de lo cotidiano I. Artes de hacer, México, Universidad Iberoamericana. Departamento de Historia del Instituto Tecnológico y de Estudios superiores de Occidente, 2000.

Corona Berkin Sara y Kaltmeier Olaf, En diálogo. Metodologías horizontales en Ciencias sociales y culturales, Barcelona, Gedisa, 2012.

Moreno Hortensia y Alcántara Eva, Conceptos clave en los estudios de género, México, Universidad Nacional Autónoma de México Centro de Investigaciones y Estudios de Género, 2019.

Rivera Garretas María-Milagros, Nombrar al mundo en femenino. Pensamiento de las mujeres y teoría feminista, Barcelona, Icaria, 1994.

Woolf Virginia, Una habitación propia, México, Austral/ Grupo Planeta, 2017.

Zaida Muxí Martínez, Mujeres, casas y ciudades: más allá del umbral, Barcelona, dpr-barcelona, 2018.

 

[1] Zaida Muxí Martínez, Mujeres, casas y ciudades: más allá del umbral, Barcelona, dpr-barcelona, 2018

[2] Sara Corona Berkin y Olaf Kaltmeier, En diálogo metodologías horizontales en Ciencias sociales y culturales, Barcelona, Gedisa, 2012, p.117.

[3] Ibid., p.118.

[4] Hortensia Moreno y Eva Alcántara, Conceptos clave en los estudios de género, México, Universidad Nacional Autónoma de México Centro de Investigaciones y Estudios de Género, 2019, p. 280.

[5] Ibid., p. 279.

[6] Fragmento extraído de la carta, se encuentra en: https://docs.google.com/forms/d/e/1FAIpQLSdN8KM4ezHI0vInKUCpJMSb7PoenKQXu3x3WYtW1qCcTDhs_A/viewform

[7] María-Milagros Rivera Garretas, Nombrar al mundo en femenino. Pensamiento de las mujeres y teoría feminista, Barcelona, Icaria, 1994, p.32.

[8] Virginia Woolf, Una habitación propia, México, Austral/ Grupo Planeta, 2017.

[9] Michel de Certeau, La invención de lo cotidiano I. Artes de hacer, México, Universidad Iberoamericana. Departamento de Historia del Instituto Tecnológico y de Estudios superiores de Occidente, 2000.

[10] Ibid., p.XLV.

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