Resultados de búsqueda para la etiqueta [Expo Milan 2015 ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Fri, 08 Jul 2022 07:21:51 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.3 Ferias mundiales https://arquine.com/ferias-mundiales/ Fri, 30 Oct 2015 23:28:08 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/ferias-mundiales/ Hoy se anunció la Medalla de Oro al Mejor Pabellón de la Expo Milán 2015, que recibió Reino Unido con una estructura inspirada en las colmenas de las abejas que retoma alguno de los cuestionamientos clásicos de este tipo de eventos: la espectacularización de la misma arquitectura.

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El pasado año se celebraba en el Museo Tamayo una exposición llamada El teatro del mundo. Enfocada en la arquitectura, tomaba como punto de partida las villas Potemkin. La historia dice que, en 1787, Grigory Potemkin mando construir en las recién conquistadas tierras de Crimea, una serie de pueblos que no eran más que fachadas, cascarones vacíos de contenido que intentaban mostrar una supuesta prosperidad de aquellos territorios ante la reina Catalina II. Este origen mítico de la exposición tenía su continuación en las ferias mundiales y olimpiadas, donde la arquitectura se ponía a disposición de la imagen y la pantalla. Bien lo sabía Albert Speer, arquitecto personal de Hitler, cuando convirtió los eventos propagandísticos del Tercer Reich en pura escenografía, una que produjera tal pequeñez al espectador que, abrumado, debiera rendirse a la evidencia del poder alemán.

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Años después de sus primeros trabajos de luz y color, en 1937, Speer proyectó el Pabellón de Alemania de la Exposición Universal de Paris. Situado frente al pabellón de la URSS, competía con éste, por ser el más grande y monumental de toda la muestra. Y junto a ellos, mucho más silencioso, se encontraba el realizado por Sert para la República Española –de un país por entonces en guerra– en cuyo interior podía disfrutarse la más célebre creación de Pablo Picasso, el Guernica. Años antes, este tipo de eventos habían podido disfrutar de destacados ejemplos para la historia de la arquitectura como el pabellón de Lúcio Costa, Oscar Niemeyer y Paul Lester Wiener en Nueva York (1939), el de Mies en Barcelona (1929), el de Melnikov en París (1925) o el Pabellón de Cristal de Bruno Taut (1914). Unos y otros, independientemente de su forma o su ideología se convertían en mecanismos de difusión, donde la forma, el material e, incluso, el espacio, debían hablar de un ideal nacional y progreso.

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Hoy, en el mundo global del capitalismo y la hiperdifisión de la imagen, los pabellones, más que mostrar intereses nacionales a través de las formas arquitectónicas, los reducen a simples gestos y fachadas que permiten el consumo rápido. Ya no se trata de construir discursos más o menos elaborados a una población que aspiraba a descubrir lugares que le eran inaccesibles, sino de mostrar una imagen simple, casi caricaturesca, que resuma la complejidad de un país, sea en forma de casita, de palacio o de tamal. El pasado viernes, Día del trabajador, se inauguró en Milán la –de momento– última Exposición Universal. Mientras la ciudad sufría protestas en las calles, el recinto cerrado que acogía la expo se convertía en una especie de fiesta al consumo (de países).

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Si bien es cierto que las exposiciones universales de este tipo, enfocadas en un tema aparente –en este año la alimentación– tendrían por objetivo construirse como un foro desde el cual mostrar las ultimas novedades y avances en torno al mismo, esta intención aparece opacada por una superficialidad que envuelve todos los espacios a modo de piel caduca cuya durabilidad no va más lejos de unos meses. Esto es, al menos, lo que desprenden las fotografías que circulan ya a través de los blogs y las redes sociales.

Milán no es el único ejemplo de esto. En 2010, en Shanghai, los países, apoyados en la mano de obra barata que ofrecía aquel país, competían por atraer la mirada de las inversiones chinas, llenándose de formas extravagantes que luego han quedado en el olvido. Frente a esto, Milán parecía apuntar bien. Detrás del proyecto del masterplan se encontraban nombres como Herzog y de Meuron, William McDonough, Richard Burdett o Stefano Boeri, que debían evitar que la exposición se convirtiera en puro espectáculo. Sin embargo, y ante la imposibilidad de transgredir este tipo de eventos, todos ellos acabaron por abandonar el proyecto en 2011. En una reciente entrevista en Uncube, Jacques Herzog lo describía como una feria de las vanidades “con el único objetivo de atraer a millones de turistas”, una total “perdida de dinero y recursos”. Su crítica es clara: “Hay una increíble variedad de temas globales que deben ser abordados y llevados a la palestra y el formato convencional con pabellones nacionales que compiten por premios de diseño no puede ofrecer eso”.

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Maquillaje urbano https://arquine.com/maquillaje-urbano/ Tue, 02 Jun 2015 12:56:06 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/maquillaje-urbano/ Se podría afirmar que para predecir el futuro ya no se necesita una bola de cristal, basta con solo entender cómo funcionan las ciudades; Milán es la última muestra de esto.

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Se podría afirmar que para predecir el futuro ya no se necesita una bola de cristal, basta con solo entender cómo funcionan las ciudades; Milán es la última muestra de esto. Su pomposa exposición internacional, inaugurada esta primavera, es el colofón a 10 años de transformación sin precedente en Italia. Los milaneses esperan que este gran proceso perdure y les ofrezca una mejora sustancial en su calidad de vida. En este cambio de cara se han subido desde la Fundación Prada –que ha abierto su nueva sede en la capital Lombarda en una antigua construcción industrial para dar un zonzo impulso a la escena artística local– hasta la limpieza de sus canales para crear una especie de mini-Venecia. Dichos proyectos busca detonar la revitalización –o gentrificación– de antiguos sectores industriales al centro-sur de la ciudad -o al menos eso se espera.

El skyline de Milán también ha sucumbido a esta transformación. La torre Unicredit –del afamado César Pelli– ya cambio el típico cartón postal de la ciudad. Todo el plan urbanístico de Porta Nova, ha logrado integrar dos barrios antes separados por una gran avenida. El proyecto, auspiciado por los fondos soberanos de Qatar y valuado en poco más de 2.3 billones de dólares, propone un desarrollo que incluye vivienda, complejos de oficinas y comercio para transformar esta zona de la ciudad.

Todo esto supone un grandilocuente maquillaje. Surge para tapar la grave crisis económica de la ciudad y su región, que desde el 2007 se ha contraído más de un 3.5%, mantienendo un alto desempleo –encima del 8%– y donde la creación de vivienda social –entre otras cosas– se ha estancado. A esto, hay que considerar que la construcción de dos nuevas líneas de metro, una de ellas que conecta el centro de la ciudad con el Aeropuerto de Linate, someterá las finanzas públicas de la ciudad a un grave endeudamiento a mediano plazo.

Exalcaldes como Michael Bloomberg opinan que el futuro de las ciudades recae en la habilidad de ofrecer la esperanza a la gente por una vida mejor; en donde cada vez más, se buscan crear proyectos para atraer talento. El mismo ha declarado, acertadamente, que no es el capital el que atrae talento sino todo lo contrario.

Para el caso de Milán, la gran pregunta es si todos estos proyectos, en efecto, atraerán talento que, a su vez, captarán capital para poder sacar de la crisis a esta ciudad-región del norte de Italia o si solo será un aluvión temporal de turistas.

Si pecamos de optimismo –que hoy es la receta de muchos afamados urbanistas– los seguidores de estos maquillajes, comparan este proceso de trasformación y los proyectos recién terminados como el parque donde está la exposición universal, con la transformación sucedida en Barcelona o Berlín. Ellos se atreven a predecir que, en la próxima década, el destino será Milán.

Una mirada más de cerca deja en evidencia que la base del maquillaje está en la compleja reprogramación urbana –como la llamaría el amigo Scott Burham– que se ha realizado en Milán en busca de utilizar estos sistemas de infraestructura –como el metro y sus canales– mas allá de su propia función y ha apostado por plantearse que más pueden ofrecer estos activos a una alicaída ciudad como esta. Como lo declaró el Ministro Italiano de Cultura durante la inauguración de la feria mundial: “habrá que esperar al menos unos años para ver si ha valido la pena esta inversión”. Ojalá y el maquillaje dure lo suficiente.

A_APorta Nova. Milán. Fotografía: Pablo Lazo

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La Feria Mundial https://arquine.com/la-feria-mundial/ Sun, 31 May 2015 14:07:25 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/la-feria-mundial/ El estado de la cuestión Para Jaques Herzog —quien fue parte del equipo que diseñó el plan maestro—, la Feria Mundial en Milán fue un proyecto fallido. Herzog fue invitado a desarrollar este proyecto por el arquitecto milanés Stefano Boeri junto con William McDonoug, experto en sustentabilidad. En una entrevista para la inteligente revista en […]

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El estado de la cuestión

Para Jaques Herzog —quien fue parte del equipo que diseñó el plan maestro—, la Feria Mundial en Milán fue un proyecto fallido. Herzog fue invitado a desarrollar este proyecto por el arquitecto milanés Stefano Boeri junto con William McDonoug, experto en sustentabilidad. En una entrevista para la inteligente revista en línea Uncube, Herzog reconoció que desde el 2011 todo el equipo de diseño ya estaba fuera del proyecto. Habían puesto como condición tener la libertad necesaria para intentar revolucionar la función de las Ferias Mundiales.

La idea fue atacar directamente el formato. Pretendían que el tamaño de los despliegues nacionales no fuera el único contenido para el público asistente a un evento con relevancia política y económica global. Buscaron una plataforma más democrática, donde el dinero invertido para mercadotecnia por cada país no dictara su postura ante la comunidad internacional. Para conseguir esa igualdad, propusieron un plan maestro dividido por ejes ortogonales, evocando la retícula romana, que generaba una gran calzada con entrada frontal a todos lo lotes, de forma rectangular y alargada, evitando grandes despliegues de escala.

Así, luchando contra la espectacularidad, el equipo de arquitectos trató de empujar un formato en el que se apremiara el contenido y no la vanidad nacional, como explicó Herzog: “los países necesitarían tratar en sus pabellones tópicos interesantes acerca de la producción de alimentos, la agricultura, el agua.” Para él, estas ferias tienen el potencial de informar y no sólo de distraer al visitante con espectáculos y simulacros. Herzog continúa: “hubiéramos preferido saber cómo países como Kenia, México, China, Laos o Alemania se enfrentan con el problema de alimentar a su pueblo.”[1] Este cambio radical no pudo vencer a las innumerables estructuras de intereses políticos y económicos que rigen esa organización, provocando que los arquitectos abandonaran el proyecto aun antes de que se empezara la ejecución.

Es cierto que algunos asistentes buscamos contenidos. A mi me sorprendió no encontrar que los distintos países representados no revelaran investigaciones sobre sus aportaciones a una conversación global. El tema Alimentar al planeta: energía para la vida, que fue el rector de dicha conversación, fue olvidado ante la mercadotecnia que presentaba productos estrella. Bélgica, cerveza y papas fritas; Italia, prosciutto y la cadena Eataly, como paladines de su cultura gastronómica. México, negociando entre tradición e innovación, tequila y nueva gastronomía. En este tipo de ferias se invierte en una descarada autopromoción que funciona a partir de los clichés del consumo, de lo que se vende. Aunque el término Expo se utiliza hoy también para eventos de tipo comercial, en sus orígenes, el complejo exhibicionario —como lo llama el historiador de arte Tony Bennett— se desarrolló como un aparato que permitía, de manera efectiva, canalizar mensajes de una élite a los cientos de miles de visitantes de la clase obrera en la sociedad industrial de la Inglaterra del siglo XIX. Es por eso que se llamaron, correctamente, exposiciones, término que hoy se ha tergiversado hacia su acepción comercial. Idealmente, Herzog quizo tratar la Feria como una auténtica exposición de contenidos cuando, en realidad, el evento en Milán continuó siendo una Feria que ofrece al visitante entretenimiento costoso desde plataformas para presentar discursos nacionales, cuyos conceptos fueron tematizados ya hace décadas.

Fuera

México ha participado en Ferias Mundiales desde 1876 y, tradicionalmente, se trata como un evento diplomático en el que el país decide invertir un alto presupuesto. El gasto en esta ocasión ascendió a 350 millones de pesos. Ese presupuesto se nota en el edificio diseñado por Francisco López Guerra. “El proyecto arquitectónico, inspirado en el maíz, grano simbólico que concentra nuestra historia y nuestras tradiciones,” es un edificio macizo, costoso, en el que entra en conflicto la necesidad de México de presentarse como un país innovador —pensemos en el nuevo logotipo de Proméxico que sirve de carátula al pabellón, mejor sin duda que el de seis colores que lo precedió. Pero la tradición nos pesa tanto que se debe expresar burdamente de manera formal: el totomoxtle, las hojas del maíz. Más allá de las implicaciones conceptuales, se puede analizar el pésimo resultado del proyecto arquitectónico.

MEXICO

La estructura imita las hojas de maíz pero no sirve de fachada. Es una suerte de segunda piel de lona plástica que esconde un edificio convencional, ortogonal y funcional, que pretende recibir al rededor de siete mil visitantes diarios. El desastre visual se debe, primero, a que las hojas exceden las proporciones de su referente, obligadas a torcerse y cerrar la fachada frontal, por lo que se debió sostenerlas con una estructura secundaria de vigas que rompen totalmente el efecto buscado. Segundo, la transparencia de la malla no ayuda para esconder tal error: además del aparente abrazo de las larguísimas y ridículas hojas, la estructura —de color distinto al de la malla y de pesadas proporciones— hace que el edificio tenga una materialidad que no corresponde a la de unas hojas. En tercer lugar, la estructura tiene mayor protagonismo que el deseado. Dicho esqueleto debiera haber sido pintado en un tono claro para perderse con la malla. Otro detalle sin considerar —por evidentes problemas de factura— fueron las puntas de las hojas, cuya desnudez hace que se preste demasiada atención al error: al entrar el visitante descubre los problemas mal resueltos para intentar mantener la tensión de la red.

Dentro

El mejor logro es la muestra curada por Juan Manuel Valle Pereña y, extraoficialmente, Daniel Tamayo, coordinador general de la dirección de Proméxico. El recorrido está marcado por una espiral ascendente, restrictiva, que luego desmiente y que controla el flujo de los visitantes al pabellón cerrado. Los contenidos de la muestra son acertados para el tipo de público. Lo mejor es la última sala donde confluyen, aunque de manera desarticulada, desde un fascinante facsímil digitalizado de Alexander Von Humboldt —quien retrató de manera realista la flora y la fauna mexicana en el siglo XIX— hasta una pintura de Daniel Lezama que alude a nuestra relación con el chocolate.

Brevemente, el mensaje inherente que se puede leer en el Pabellón de México es que somos una potencia cultural debido a nuestras tradiciones pero que son quizá ellas mismas las que están evitando que podamos mostrar una cara verdaderamente innovadora al mundo. Finalmente, la Feria de Milán permite disfrazar esas problemáticas detrás de pantallas costosísimas y contenidos espectaculares que, sin duda, distraerán la atención sobre las implicaciones de proyectos tan complejos como lo es un pabellón nacional en una feria internacional. Ya son varios los que nos han advertido en no confiar en el poder de seducción de una pantalla.

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[1] Florian Heilmeyer, ¨Putting an end to the Vanity Fair: Exclusive Interview with Jaques Herzog about the Expo 2015 masterplan¨ en Uncube Magazine, Vol. 32, Expotecture, 2015, 32.

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