Resultados de búsqueda para la etiqueta [Espacios ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Tue, 13 Jun 2023 15:26:34 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 Uxmal: La magia subjetiva de las relaciones visuales (tercera entrega) https://arquine.com/uxmal-la-magia-subjetiva-de-las-relaciones-visuales-tercera-entrega/ Tue, 13 Jun 2023 15:26:34 +0000 https://arquine.com/?p=79624 Tercera entrega del recorrido a través de Uxmal, la ciudad maya de la que se tienen registros de asentamiento desde el 300 antes de nuestra era, período preclásico, hasta el 1150 de nuestra era, ya definido como el postclásico.

El cargo Uxmal: La magia subjetiva de las relaciones visuales (tercera entrega) apareció primero en Arquine.

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Con dedicatoria especial a mi padre, quien finalmente se ha ido a descansar eternamente al lado de mi mamá, a inicios de este año.

 

Nos quedamos enmarcando una imagen, la del Cuadrángulo de las Monjas visto desde la escalinata que asciende por el basamento denominado Pirámide del Adivino en su lado poniente. Recordamos que, en esta imagen, los cuatro edificios del cuadrángulo parecieran escalonarse en espiral, generando coincidencias perspectivas entre sus escalinatas, su cuerpo bajo y su friso. Desde ahí utilizando la trampa de la telefoto, nos acercamos hacia el otro conjunto monumental, en la zona sur de la ruinosa ciudad: La Pirámide Mayor y el denominado Templo de las Palomas. En la imagen presentada, vemos un fragmento de este último, entrecortado abajo por la vegetación, y a su vez, a partir de la crestería (peculiar elemento aquí en celosía que remata algunas edificaciones mayas y que, en este caso, dio a quien le puso el nombre popular con el que lo conocemos, apariencia de palomar) entrecortando rítmicamente la línea que limita la llanura selvática con el cielo.

Para llegar es necesario bajar de la pirámide del adivino, y atravesar la gran plaza donde se encuentra el juego de pelota. Algunas relaciones se repiten, pues tocamos puntos similares en nuestro paso, así que no reiteraremos, otras con nuevos desmontes, no han podido ser lo suficientemente analizadas a través de la lente de la cámara por mi parte, así que no están presentables. Por otra parte, la selva ha envuelto por completo el cuadrángulo que formaría el templo de las palomas, dejando solo a la vista una sección semiderruida de la galería, junto con la crestería ya descrita. Por la puerta, accederíamos a un espacio que hoy no es visitable, pues la densidad de la vegetación es demasiada, y no solo nos impide el paso, sino la vista del resto edificado, oculto bajo raíces y follaje. Aceptando la incógnita que la madre naturaleza cubre con su manto, subimos a la Pirámide Mayor, hoy por cierto también cerrada y, desde ahí, enfocamos la crestería de las palomas, que en su ruina se convierte en saeta lineal, apuntando hacia la selva baja, llana, que se extiende hasta el horizonte.

 

 

Desde la parte superior del basamento que nombramos como Pirámide Mayor, con el segmento de templo cubierto aún por vegetación, apuntamos la vista al suroriente, la selva es dueña del entorno, pero si se fijan bien mis estimadas y estimados lectores, alcanzamos a ver una silueta piramidal, no muy lejos, cuya punta enrasa exactamente con el horizonte lejano ¿cuántas más relaciones de este tipo nos habrá regalado la urbe antes de su decadencia y abandono?

Ahora volteamos desde ese mismo punto, al vértice nororiente del basamento que forma la Pirámide Mayor. Justo en la diagonal, se encuentra esbelta la Pirámide del Adivino. Si usted observa detenidamente, su último segmento antes del edificio propio del templo, coincide con la lejana línea de horizonte, de tal forma que la edificación que corresponde al sitio donde se dialoga con de la deidad, recorta su silueta en el espacio etéreo del cielo.

 

 

A la derecha, la geometría del Palacio del Gobernador en relación con todo el conjunto, apunta claramente e intensificada por la perspectiva, una vez más a la Pirámide, y la línea que marca el encuentro entre el muro bajo y austero del Palacio y su friso labrado, si la continuamos imaginariamente, coincide con el cuerpo principal del basamento piramidal que conocemos como el Adivino.

A la izquierda, una secuencia de planos nos muestra primero el Templo de las Tortugas, cuyo techo se encuadra con el basamento donde se desplanta el Palacio del Gobernador si trazamos con regla imaginaria una línea horizontal entre ellos. Tras él, los volúmenes del Cuadrángulo de las Monjas se traslapan entre sí, como desplazamientos en el espacio tiempo del propio Templo de las Tortugas, hasta encontrar en sus juegos lineales donde la curvatura de la tierra nos encuentra con el cielo que, este juego de desplazamientos visuales, acentúan la horizontalidad del paisaje y se convierten en el pentagrama donde el volumen del Adivino escribe una breve, pero al mismo tiempo eterna melodía.

El relato terminará breve, como deben ser las despedidas, en este caso, de este extenuantemente bello sitio. A nuestro paso, mientras las y los demás visitantes aceleran para salir, nuestras piernas se niegan a una retirada en tromba. Se detienen y observan aquellos volúmenes de reciente reconstrucción, envidiosas de las y los profesionales que se ocupan de ello, sabiendo que tienen el tiempo del trabajo ahí en sus manos mientras que, nosotros dependemos de la fugacidad de nuestra agenda turística. Pero brevemente la vista ya entrenada observa al paso, nuevas relaciones, coincidencias de geometría, de perspectiva y si la vida nos da permiso, imaginamos la posibilidad de regresar a revisarlas con más calma. Mascarones en las esquinas, cañas de piedra, el fragmento de un arco falso, la magnanimidad de la escalinata oriente en el Adivino, y la enigmática puerta que da al oriente, y que forma un pasaje mágico hacia poniente para que, durante los equinoccios, pase el sol de la mañana hacia el horizonte donde dormirá más tarde, y el de la tarde, hacia donde se asomará renovando la luz, al día siguiente.

Así dejamos Uxmal, como me enseñó a verlo mi padre.

Yo por lo pronto, no me despido, espero me permitan entrar a su espacio, en próximos relatos.

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Uxmal: la magia subjetiva de las relaciones visuales (segunda entrega) https://arquine.com/uxmal-la-magia-segunda-entrega/ Tue, 25 Apr 2023 14:20:30 +0000 https://arquine.com/?p=78030 Segunda entrega del recorrido a través de Uxmal, la ciudad maya de la que se tienen registros de asentamiento desde el 300 antes de nuestra era, período preclásico, hasta el 1150 de nuestra era, ya definido como el postclásico.

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Con dedicatoria especial a mi padre, quien finalmente se ha ido a descansar eternamente al lado de mi mamá, a inicios de este año.

 

Al borde de la escalinata que asciende hasta la puerta es el acceso al denominado cuadrángulo de las monjas, punto donde se quedó nuestro relato y que, en esta perspectiva, comentábamos asemeja a una flecha que apunta al cielo. Mientras que, al mismo tiempo, el juego del claroscuro que muestra la bóveda falsa en sombra deja asomar la luz del mismo firmamento ya no apuntado, sino enmarcado por la forma geométrica. La o el viajero, una vez trascendidos los peldaños de la escalinata, si se para justo al borde de la puerta y gira 180 grados para revisar la ruta de dónde venía, podrá ahora apreciar claramente la configuración del juego de pelota en pleno: su característica forma de I latina, el espacio central acotado con taludes muy tendidos y tableros contundentes, lo que sería propiamente la cancha, y el marcador de piedra circular en cantiléver brotando del poniente (la derecha de quien observa en ese punto).

La escalinata que conecta con el templo de las tortugas se pierde tras un árbol, pero vemos la única oquedad de dicha edificación jugando asimétrica en la composición que generan todos los volúmenes. El templo en sí corona un primer basamento piramidal; a su izquierda, un segundo basamento, del mismo estilo nos permite ver la punta del palacio del gobernador, donde comenzamos nuestro recorrido, y luego contemplar cómo el volumen se fuga hasta esconderse tras el friso de Las Tortugas que, coincidentemente, pareciera ensamblar con el momento exacto donde el cuerpo bajo del Palacio evoluciona a su vez en el friso de éste. Hay un cierto sentido de zig-zag en todo este juego de volúmenes, que pareciera ir ascendiendo en diagonales hasta el cielo.

Toca ahora trascender la puerta, pasar por debajo de la falsa bóveda y llegar al borde del gran patio, donde una compleja edificación nos recibe. Ésta está comprendida por una escalinata central, y dos pórticos laterales que forman un gran basamento longitudinal. Es el edificio de cota más elevada en este conjunto que, como su nombre indica, se compone de cuatro volúmenes configurando un patio sensiblemente rectangular. Ahora vienen las sutilezas, al centro y en la base de la escalinata una estela parece marcar un eje entre el vano central del edificio, su coronamiento enfatizado con mascarones de Chac y una ruina de templete al centro del patio. Sin embargo, este eje no apunta exactamente a la puerta donde estamos parados, parece tener un desvío ligero e intrigante. El juego de vanos en el edificio, es non, lo cual da una simetría perfecta, con el vano más ancho al centro, y cinco vanos iguales a cada lado. Es la magia de los números cuando no son abstractos y pueden ser visualizados compositivamente. Con esa filosofía, si el edificio descrito se arma con 11 vanos, los laterales tendrán 9 y 7, y el que configura la entrada incluyendo el arco maya 5, lo cual podrá corroborar usted en imágenes más adelante.

Ahora bien, el cuadrángulo no es completamente cerrado, es decir, las esquinas de las edificaciones no se tocan, así que se abren ciertas ranuras a la rasante de las fachadas, como muestra, gire usted a la derecha, que es el oriente en la posición en que nos encontramos. Verá entonces cómo en la ranura visual que se forma entre el cuerpo donde estamos, y el que lo encuentra en perpendicular al oriente, la arquitectura del cuadrángulo nos deja ver la escalinata de la pirámide del adivino, el gran vano que nos adentra en su interior y algo del segundo cuerpo de la pirámide. Todo pareciera estar enganchado por las narices de los mascarones de Chac que rematan la esquina del edificio oriental. Una nueva sensación de zigzag se va armando entre los distintos elementos arquitectónicos que visualizamos: escalera, vano, friso fugado, basamento, friso perpendicular, vano, etc.

Ahora crucemos el gran patio, y lo llamo de esta manera porque a pesar de su dimensión urbana, la contención entre los cuatro edificios le da más la sensación de espacio privado que de evento público, pero solo es eso, una sensación. No sabría decir realmente cual era su uso. Ascienda por la escalinata central del primer cuerpo descrito, que es el norte, y alineado exactamente con el vano central del mismo, gire 180 grados (media vuelta) para observar nuevamente de dónde veníamos… ¡¡¡ha!!  la magia de la urbe que se va construyendo a lo largo de las décadas y los siglos, sin prisa y sin especulación inmobiliaria¡¡¡ la urbe para los rituales del cosmos, macro y micro. Perdone mi emoción, pero este es uno de los juegos de relación más completos de este mágico recorrido.

Mire bien la imagen e iré describiendo desde la base hasta el cielo si me lo permite. Al centro, pero en escorzo, vemos nuestro reiterativo arco maya, el ligero giro del edificio sur donde se encuentra, con respecto al eje del edificio norte donde estamos parados, permite ver la profundidad y la sensación de umbral. A los lados, dos de los vanos perforando el cuerpo bajo, totalmente carente de ornamentación, y rematados en el friso altamente ornamentado, por réplicas en bajo relieve, de la casa popular maya, misma que se repetirá de manera rítmica, en todos los edificios, aunque no en todos los vanos de éstos. Así, estos elementos parecen enmarcar al Templo de las Tortugas, cuyo vano coincide sensiblemente con la punta del arco maya. El templo mismo pareciera estar asentado sobre el techo del cuerpo del cuadrángulo, que en esta vista nos aparece en primer plano. Formando una especie de marco al templo de las Tortugas, animal que por cierto vincula la tierra, el agua y el cielo según la ideología maya, al poniente del mismo (su derecha) aparece la pirámide mayor, con otro elemento aún sin desmontar, que seguramente daría otras referencias; a su izquierda, el palacio del gobernador, con su fachada corta al frente portando un único vano, y su basamento (en la imagen aún lleno de vegetación, hoy en día ya desmontado) coincidiendo con el techo del templo de las tortugas por un lado, y a la lejanía, más al oriente, con otro cuerpo aún en estado selvático. Es como si todos los siglos, y todas las etapas constructivas de la ciudad, se paralizarán un instante, y así, formando un cuenco, Palacio, Templo de las tortugas, y Pirámide Mayor, hacen sensiblemente la contra forma del arco maya, donde inició descriptivamente este párrafo.

Ahora, sin bajar de la plataforma donde se encuentra el edificio principal de 11 vanos, solo recorremos hacia el poniente, hasta llegar al punto donde queda casi tangente la fachada del volumen de 7 vanos y fijamos la vista perpendicularmente al sur. En esa postura, la altura del friso del edificio de 7 vanos parece estar centrada sensiblemente a la altura del ojo del observador, con lo que la fuga que se forma por la perspectiva, entre la cornisa superior e inferior del friso, parece apuntar a la base, a lo lejos, del edificio conocido como la pirámide mayor, claro que la vegetación actual nos niega el poder ver el comienzo de dicha edificación, pero por ejercicio de relación, es deducible este efecto. El vano único de ese basamento piramidal, queda al centro del hueco urbano que se forma entre los edificios de 9 vanos (por el que entramos al cuadrángulo) y el de los 7 que referimos ahora y si usted tiene suficiente imaginación y dibuja en su cabeza a la pirámide mayor coronada con su templo respectivo (ausente hoy día) éste mandaría el eje compositivo de la vista descrita. Note también como el inicio del friso en el edificio de 9 vanos, parece coincidir con el inicio de la plataforma del edificio de 7 vanos. No es la cota exacta de nivel lo que importa, sino su relación perceptual de ensamblaje.

Ahora, sin movernos de ese punto, volteamos en diagonal hacia el oriente, donde cierra el cuadrángulo una edificación de 5 vanos, paralela a la de 7 y perpendicular a la de 9 y 11 (creciendo siempre dos, o decreciendo siempre dos, en nones para la simetría perfecta) La vista nos muestra a la pirámide del adivino, que parece desplantarse desde el friso del edificio de cinco vanos justo en el punto donde las plataformas de dicha pirámide, dan pie a un gran acceso, muy peculiar y poco usual en la arquitectura prehispánica, donde se interna uno en el cuerpo de la pirámide para emerger del lado opuesto, como en un túnel que se ilumina al amanecer y al anochecer en los equinoccios de otoño y primavera, por encima de ese gran hueco, también como uno solo, la puerta del templo que corona la pirámide ¿qué más observa usted en esta imagen? Hay algunas cosas más que podríamos contar, pero prefiero dejarlo al descubrimiento de cada quien.

Caminamos de poniente a oriente, siempre en la plataforma del edificio de 11 vanos, hasta llegar al encuentro de éste con el volumen oriente del cuadrángulo, para volver nuevamente nuestra vista en perpendicular al sur, encontrando en el hueco que se forma entre el edificio que se fuga en la vista y el de 9 vanos un “hueco” más a cuyo lado derecho observamos la silueta del Palacio del Gobernador, el templo de las tortugas y un fragmento de la pirámide mayor, como telón de fondo en el paisaje, mientras que la fuga de la cornisa mayor y menor del friso del edificio de 5 vanos parece apuntar a la base de la gran terraza sur. Note también cómo el friso del edificio de 9 vanos parece ensamblar si lo continuamos, con la base del edificio de 5.

Toca salir, si el recorrido fuera libre, por ese punto señalado y al mirar a su izquierda, por el oriente, encontrar nuevamente la Pirámide del Adivino, cuya escalinata ahora parece formar un eje con otro arco maya, recientemente restaurado ¿qué nuevo juego de relaciones encerrará si pudiéramos saltarnos las trancas de limitación con que la visita actual impide que crucemos por él? esperemos que un día podamos averiguarlo. Mientras, observamos el enorme marco labrado que en la pirámide, enfatiza el vano por donde el sol asoma en equinoccios, de oriente a poniente o viceversa, según la hora del día, pues en la última imagen de esta entrega, nos encontraremos parados ahí, viendo hacia el cuadrángulo de las Monjas. Aprovechando el telefoto, le comparto a detalle estos labrados.

Hoy en día, es imposible subir a la pirámide como turista común, quizá con un permiso especial que no he intentado tramitar. Pero para compartir no hay límite, y por tanto les dejo esta última vista. Justo al pie de enorme vano enmarcado el conjunto del cuadrángulo de las monjas se despliega por debajo de la llana línea de horizonte que limita el mundo terreno del celestial en ese pequeño territorio de la península yucateca, donde Uxmal alguna vez vivió en esplendor. Desde ahí, siguiendo las trayectorias de techos, frisos y basamentos, podemos ver cómo el juego de alturas entre los cuatro edificios del recinto, se desarrolla como una armonía de piezas que van embonando visualmente, llegando a la casi perfecta vinculación de topografía, geometría y paisaje, con el juego místico de los números expresado en los vanos de cada cuerpo 9 y 11 (edificio norte y sur) frente a frente, 5 y 7 (edificio oriente y poniente) también confrontados.

Hasta aquí esta entrega, y desarrollando la tercera y última, espero que la vayan disfrutando.

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Uxmal: La magia subjetiva de las relaciones visuales https://arquine.com/uxmal-la-magia-subjetiva-de-las-relaciones-visuales/ Tue, 28 Mar 2023 15:29:42 +0000 https://arquine.com/?p=77030 Uxmal recorre desde sus orígenes los tres periodos definidos para el universo precuahutémico, ya que tiene registros de asentamiento desde el 300 antes de nuestra era, período preclásico, hasta el 1150 de nuestra era, ya definido como el postclásico. Sin embargo, esto no quiere decir que la ciudad haya prevalecido con una población constante todo este tiempo.

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Con dedicatoria especial a mi padre, quien finalmente se ha ido a descansar eternamente al lado de mi mamá, a inicios de este año.

 

Corría el inicio de la década de los años 90 del siglo pasado. Yo recién egresado y ya involucrado en la práctica profesional, había escuchado (y visto en fotografías) reiteradas veces, la charla de mi padre sobre las extraordinarias relaciones visuales que podían descubrirse si uno ponía atención más allá del recorrido turístico, entre los edificios de la zona monumental de Uxmal, en la región Puuc de la península de Yucatán. Así que, cuando acercándose diciembre, me invitó a ir con él y con mi madre para hacer un recorrido tanto por los conventos y templos franciscanos de la península, correspondientes al siglo XVI e inicios del XVII, como a las zonas arqueológicas de Edzná, Chichén y Uxmal principalmente, no dudé ni una centésima de segundo en aceptar.

Como les estimades lectores que han seguido estas narrativas saben, soy un ávido viajero, principalmente por culpa de mis padres que nos lo indujeron a mí y a mis hermanos desde la más temprana infancia, así que en ese momento en que uno empieza a valorar el verdadero significado de los costos financieros de las cosas, comparando el minúsculo sueldo de dibujante con lo que solía gastar inconscientemente durante la adolescencia con la “beca” materno-paterna, el entusiasmo de ser invitado a tal recorrido cobraba mayor importancia.

Algunos artículos han salido ya de ese viaje que después repetiría tantas veces como la vida me lo ha permitido, pero ahora quisiera abordar en especial la experiencia en el asentamiento más importante de la ya mencionada región denominada como Puuc.

Como ha sucedido con Chandigarh, por ejemplo, en esta ocasión tendremos que recurrir a más de una entrega, así que habrá secuela, ya que la complejidad descriptiva aunada a las imágenes que ayuden a compartir la experiencia, es demasiada para sintetizarla en un solo artículo.

Para finalizar los antecedentes anecdóticos, les platico que mi padre fue un importante docente de la Universidad Iberoamericana, y ayudó a que muchas generaciones, entre ellas la mía, nos forjáramos desde el involucramiento y cariño desmedido a la arquitectura y el urbanismo, con todas sus actividades vinculantes, por lo que ahora que ya no está en presencia física, me es más importante compartir algunas visiones, totalmente subjetivas hay que decirlo, de lo que él percibía en los espacios y de forma totalmente desinteresada, ayudaba al que quisiera ponerle atención a descubrir. Ese ejercicio subjetivo, no estaba ajeno de una documentación histórica completa, pero la percepción de lo que veía y su capacidad de asociación geométrica y espacial, siempre fue más allá de la obviedad que los datos históricos o científicos podrán aportar.

Intentaré pues, transmitir esa “magia” que él solía compartir vehementemente, a través de esta relatoría, pidiendo una disculpa por no poder hacerlo en forma presencial que sería lo realmente apetecible, no sin antes desde luego, ofrecer algunos datos generales para quienes no estén familiarizados con esta ciudad Maya.

Uxmal recorre desde sus orígenes, según el INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia) los tres periodos definidos para el universo precuahutémico, ya que tiene registros de asentamiento desde el 300 antes de nuestra era, período preclásico, hasta el 1150 de nuestra era, ya definido como el postclásico. Sin embargo, esto no quiere decir que la ciudad haya prevalecido con una población constante todo este tiempo. De hecho, los primeros asentamientos serían muy básicos y con poca población, que irá creciendo hasta conseguir, en el clásico tardío (entre el 700 y el 900, también denominado epiclásico) convertirse en la urbe hegemónica de la región Puuc, en la península de Yucatán. Por cierto, la península no presenta en su orografía, elevaciones notables, pero esta región se caracteriza por una pequeña serranía, que es la que le da nombre: Puuc en maya significa cerro o monte. El calificativo también se utiliza, para denominar una forma de hacer arquitectura, particularmente recargada de ornamentación, dentro de los distintos lenguajes que desarrolló la cultura maya, y que se expresa en los edificios de Uxmal, y de otros asentamientos de la zona, como Kabah y Labná.

La decadencia de Uxmal en el siglo XII, coincide con la debacle general de la civilización maya, por lo que, tras su abandono, fue poco a poco ocultándose en la selva baja yucateca, donde flora y fauna recuperaron el territorio sin prisa, pero sin pausa. Así, entre la selva, John L. Stephens acompañado por el extraordinario ilustrador Frederic Catherwood, fueron escoltados en el siglo XIX por habitantes locales, dentro de los terrenos de la hacienda que ostentaba en ese entonces el mismo nombre que la ciudad, para que, tanto por texto como por los bellos grabados de Catherwood, las ruinas fueran desmontadas y expuestas a nivel internacional, con aquella publicación que se tituló “Incidents of Travel in Yucatan”, publicado por el mismo Stephens.

Es entonces, de aquello que quedó entre la selva, el desmonte y la restauración, donde surge este recorrido que comparto por aquí, en esta primera entrega y que terminará con dos entregas más para que las y los estimados lectores, puedan darse un poquito de tiempo relacionando el texto con las imágenes.

La última advertencia, es que, tras la pandemia, el INAH ha ajustado las visitas y restringido los recorridos, por lo que ciertas ubicaciones ya no son viables de repetir actualmente, lo que quizá de un poco más de valor a las fotografías que aquí les muestro.

Bien, ahora sí, comencemos con este primer tramo, y el juego magnífico de relaciones que presenta.

Para mi padre, y así me lo compartió, el recorrido no debía comenzar, como sucede ahora, por la denominada Pirámide del Adivino, sino por el edificio referido como “Palacio del Gobernador”. El edificio se ubica en una gran terraza al sur del conjunto principal, varios metros por encima del nivel actual de acceso a la zona, su forma rectangular marca claramente su eje mayor en dirección Suroeste, Noreste, lo cual va a importar mucho para lo que viene. Para iniciar el recorrido, el espectador debe detenerse al centro de la fachada oriente del Palacio, justo entre el pequeño templete que presenta una escultura de jaguar, y una estela colapsada que forman un eje perpendicular al volumen. En este punto, usted podrá ver la fachada completa de la edificación (aunque en la imagen que comparto, por falta de un gran angular más potente, faltan los dos cuerpos laterales que rematan al edificio en sus puntas) La composición de los cuerpos se da en proporciones complementarias, donde la gran escalinata cubre la mayor parte de basamento sobre el que se desplanta la construcción. Luego, el cuerpo de los vanos, el central de proporción cuadrada marcando la jerarquía del centro, y tres rectangulares a cada costado para sumar 7, antes de que dos entrecalles con arcos falsos (se les denomina así porque no son dovelados, sino en cantiléveres encontrados) marquen la pauta entre el cuerpo principal y sus extremos. Finalmente, un friso complejamente ornamentado en mosaicos de piedra labrada, conforma el último elemento vertical. Los labrados generan una bella narrativa de serpientes que se combinan con mascarones de la deidad Chaac, enlazando la lluvia y la fecundidad.

Avanzando en línea recta hasta el borde donde inicia la escalinata, usted podrá observar cómo el cuerpo de los vanos desaparece, y la línea visual donde termina el último peldaño, coincide con el inicio del friso labrado, ahí empieza el ejercicio de magia que capturaba en su forma tan peculiar de ver el espacio y sus relaciones, mi padre.

Si se pudiera, sería necesario ahora comenzar el ascenso por la escalera, y a la mitad, aproximadamente en el onceavo escalón, gire su vista al norte (a su mano derecha en relación a la posición de ascenso) podrá darse entonces cuenta, que, por el efecto de la perspectiva, todas las líneas de la escalinata, parecen apuntar claramente hacia la Pirámide del Adivino, que se muestra imponente ante el horizonte lineal de la planicie yucateca. Terminar de ascender conlleva la experiencia de entrar a las bóvedas falsas del interior del edificio, y explorar un poco sus espacios, situación que ya no comparto para no hacer tan extensa esta narrativa.

Vuelva ahora a descender por la escalinata, y diríjase al norte, hacia el final del edificio para posteriormente dar vuelta al poniente, descubrirá el templo de las tortugas. Pequeña edificación comparada con el volumen arquitectónico antes descrito, que en ese punto no presenta un basamento significativo. Prácticamente desplantado a nivel del suelo de la terraza, nos plantea en su forma de prisma rectangular, en primer plano la fachada oriente con tres vanos perforados en un muro de piedra sin ornamento, el central de mayor anchura que los laterales. El cuerpo bajo se corona nuevamente por un friso labrado, pero en esta ocasión, la narrativa es distinta, menos recargada que la del Palacio del Gobernador, unos carrizos representan la tierra, que se liga con el cielo por una secuela, arriba de los carrizos, de tortugas modularmente distribuidas. La fachada sur vista en escorzo en la imagen, repite la composición de los tres vanos y los dos cuerpos en la dimensión más larga del prisma rectangular. En este punto, el volumen descrito pareciera estar aislado y un tanto cuanto caprichosamente dispuesto en relación a la composición de todo el conjunto y a su imponente vecino, pero falta recorrerlo para descubrir mucho más.

Así, le sugiero que camine pausadamente hasta el vano central de la fachada sur, y ahí se detenga a observar con calma la escena. Como se muestra en la imagen, el vano central de dicha fachada, enmarca un segundo vano, que es obviamente la continuación del eje en la fachada norte de este edificio, y ahí, la magia nuevamente conecta de manera irrenunciable, al Templo de las Tortugas con el conjunto. El segundo marco nos permite visualizar una composición arquitectónica en tres planos además de los que pertenecen a nuestro doble marco: En primer plano, una escalinata que pareciera comenzar en el piso del hueco por el que observamos, aunque está varios metros más abajo, y muchos más en cuanto a distancia. En segundo plano, paisajeado por la vegetación actual (seca o verde según la época del año en que visite) un nuevo edificio que repite el ejercicio de un primer cuerpo austero y perforado, contra un friso altamente ornamentado. Sin embargo, el plano vertical entre cuerpo y friso se ve fracturado por lo que coloquialmente llamamos arco maya (el arco falso que comenté y expliqué brevemente al inicio) y que forma el acceso hacia otra dimensión espacial. La geometría piramidal de este falso arco, inicia exactamente en la base del friso, y pareciera apuntar desde esta perspectiva, al vano de mayor jerarquía del cuerpo que aparece en el tercer plano de la imagen: El edificio principal del denominado cuadrángulo de las monjas, por la similitud que encontraron los occidentales con un claustro conventual. Ese tercer plano, repite los patrones en vertical de escalinata, cuerpo perforado y friso ornamentado, éste último ofreciendo una silueta recortada contra el cielo nublado ¿qué mas encuentra usted que nos lee? Pues lo que vea, seguirá sumando al juego de relaciones.

Descendamos por la escalinata que parte del Templo de las Tortugas hacia el norte (aunque hoy no se puede hacer así, si llega a estar ahí, intente imaginar que utiliza esta vía) y unos metros adelante en la misma dirección, más tangente a la escalinata que en eje, encontraremos el juego de pelota. Si se detiene, haciendo un leve zigzag, justo en el punto donde inicia el espacio del perímetro en forma de I latina del juego ceremonial, y exactamente al centro del eje longitudinal de éste, un nuevo engranaje de relaciones conformadas por los planos del edificio al fondo, y las líneas de perspectiva, continua el ejercicio de las ceremonias visuales en el ritual subjetivo y personal que me compartió mi padre, y que yo he compartido con quien se deja, incluyéndole a usted que me lee.

Las líneas de plataformas y paredes que conforman el espacio central del Juego, parecen apuntar todas al inicio de la escalinata donde, el mismo arco maya que veíamos desde el templo de las tortugas, marca el acceso al conjunto ya mencionado como Cuadrángulo de las Monjas. Aunque difícil de ver en esta imagen, por lo que le ofrezco inmediatamente contigua una tomada con telefoto desde el mismo punto, para ver más a detalle, usted podrá ver el borde de la escalinata llegando a nivel del cuerpo bajo donde se perfora la puerta, pero si se fija bien en el hueco de la puerta se puede observar cómo, la escalinata del fondo, llega en la visual a coincidir exactamente con el inicio del friso donde está la puerta, y con la inclinación piramidal del arco, de esta manera, pareciera que el vano (ojo no es el vano principal que veíamos desde el templo de las tortugas, sino el lateral inmediato) del edificio del fondo, parece convertirse en una ventana que “flota” al centro del arco maya. La silueta de ese edificio al fondo, parece sumarse al friso del edificio de acceso como una sola composición.

En todo recorrido, es sano detenerse, dejar de ver hacia dónde vamos y ver de dónde venimos. Si hace esto en este punto, podrá sentir claramente la relación de la escalinata por la que descendimos (o hubiésemos descendido de ser permitido) con el punto donde estamos parados y el hueco único de la fachada norte del Templo de las Tortugas. No es en la planta donde aparecen estos ejes, es en el movimiento a través del espacio ¡qué modernos los antiguos! Dirían por ahí.

Retomemos nuestra ruta, avancemos por el eje central del juego de pelota hasta llegar al otro extremo, y observe cómo ahora, la puerta de acceso al cuadrángulo nos enmarca nuevas relaciones. Le ayudo comentando que, el cuerpo bajo y austero del edificio de la puerta, ahora coincide haciendo un pequeño traslape, con el cuerpo bajo y austero del edificio que está al fondo, la gente en la foto nos impide ver el fragmento de escalinata, por lo que tendrá que imaginarlo, pero el vano que antes parecía generar una ventana flotante en la sección piramidal del arco, ahora se muestra como puerta. La parte del hueco piramidal del arco en cambio, enmarca el bajorrelieve que representa a la casa popular maya, es decir, la que construyen los habitantes para la vida cotidiana: la habitación esencial de la gente, se vuelve un instante templo, es el templo primordial, el primigenio, sin ése, los demás, monumentales y potentes, son intrascendentes. En la luz que juega con el claroscuro que marca la profundidad de la forma del arco, pareciera generarse el tejado de la casa. Se que es difícil jugar con lo escrito y la imagen, pero si le dedica un par de minutos, quizá lo pueda ver tan claramente como lo veo yo ahora, y como me enseñó a verlo mi padre, hay que jugar un poco entre lo figurativo y lo abstracto.

Finalmente, para culminar con esta primera entrega y dejarle descansar, si puede avanzar hasta el borde de la escalinata que nos conducirá a la tan mencionada puerta, encontrará en el primer plano, el cuerpo austero, el friso ornamentado y el arco que los liga, el túnel oscuro que nos anuncia el pasadizo entre dos dimensiones de espacio, y la silueta de luz, que recuerda a un tejado de bajareque, enmarcando el cielo. Así, entre los horizontes, los planos, las fugas y las siluetas, termina esta primera parte. Le dejo descansar unos días de esta agotadora, aunque espero ilustrativa lectura, para reencontrarnos si las deidades nos lo permiten, en una semana para narrar la secuela.

Hasta entonces.

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Agua, el colegio, jesuitas, arcos y un sitio https://arquine.com/agua-el-colegio-jesuitas-arcos-y-un-sitio/ Tue, 13 Dec 2022 18:16:02 +0000 https://arquine.com/?p=73359 En todas las culturas el manejo del agua implicaba un nivel de conocimiento superlativo y sistémico. No bastaba una especialidad, había que entender el territorio. Hoy, cuando hemos desecado lagos, entubado ríos, arrasado manglares, contaminado océanos, parece ser que apenas empezamos a entender el valor real de la dinámica del agua.

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La cuenca de México es un territorio peculiar. Su origen lacustre se debe a que no existe una salida natural al mar, por lo que tanto el agua de los deshielos en cierta era geológica, como la que escurre de las lluvias, solía concentrarse y acumularse en grandes espejos de agua, generando un sistema conformado por 5 lagos de diversas dimensiones, que se integraban en uno solo durante las épocas de abundancia hídrica, y se separaban ligados por arroyos durante los momentos donde menguaba la precipitación del preciado líquido.

Dentro de la cuenca, a lo largo de la historia aparecieron emblemáticos desarrollos urbanos que, dependiendo del momento, concentraron en distintas partes del territorio una gran cantidad de población, como el preclásico Cuicuilco, el clásico Teotihuacán, o la postclásica Tenochtitlán que derivaría en la Ciudad de México, ya durante el virreinato y hasta nuestros días. Otras ciudades como Texcoco o Xochimilco, mantuvieron su destino de concentradores agrícolas, mismo que no sin riesgos a extinguirse, aún prevalece; otras tantas quedaron engullidas por el asfalto durante la expansión de la mancha urbana en el siglo pasado.

A pesar de esta abundancia del vital elemento, la Cuenca no presenta un clima parejo. Tanto las dinámicas de viento como la orografía y los tipos de suelo, generan diversos microclimas bien identificables. Para nuestras y nuestros amables lectores, resumiremos que el sur tiende a ser más húmedo y boscoso, mientras que el norte suele tener un clima más árido. Dichos climas se acentúan en función de las estaciones que son realmente dos: lluvias y secas, con pequeñas transiciones entre una y otra.

El agua para consumo humano, por otra parte, es un asunto más complejo. No basta con que sea agua dulce, debe tener ciertas condiciones de pureza. Es así como los manantiales de las sierras, adquieren condiciones mítico rituales para sus pobladores, y que, a lo largo de su historia, la cuenca haya sido cruzada por distintos apantles (en náhuatl) o acueductos (en español) para alimentar la necesidad potable de comunidades y ciudades.

Míticos son los que Nezahualcóyotl hizo para Texcoco y Tenochtitlán en el siglo XV. En el siglo XVI, con la adopción del arco como sistema constructivo, aparecen el bello y ya narrado Acueducto de Tembleque, o el fragmentado y disminuido, pero importantísimo históricamente, Acueducto de Santa Fe.

El que hoy comparto, es obra de la comunidad jesuita que conformaba el Colegio de San Francisco Javier, ubicado en la población de Tepotzotlán, en el actual Estado de México, al norte de la Ciudad.

Los colegios jesuitas buscaban, antes que nada, la generación de nuevos conocimientos a partir de la estructura formativa derivada de la filosofía ignaciana. Entre las aplicaciones de estos conocimientos, se encontraba el desarrollo de comunidades agrícolas de origen indígena. Esto podía darse a partir del concepto de misión, o del concepto de hacienda, dependiendo de diversas circunstancias. En el caso que nos atañe, el trabajo se centraba en la hacienda de Xalpa, de cuyo nombre se deriva la denominación oficial “Acueducto de Xalpa” con el que el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) tiene registrado el edificio que da pie a esta narración, aunque la gente le conoce mejor por el apodo de “Los Arcos del Sitio”. Tanto para noviciados como para trabajadores, el desarrollo de la hacienda requería una obra hidráulica, pues pobre sería un desarrollo agrícola sin el acceso a ésta.

Así, a inicios del siglo XVIII, los sacerdotes jesuitas Pedro Beristain, Pedro Sobrino y Santiago Castaño, inician los trabajos para trasladar el agua de la corriente del Río del Oro, hasta la hacienda. El trazo implicaba, entre otras cosas, librar la cañada donde corre el río que hoy día es conocido como en el nombre de “Los Arcos”, derivado de hecho, de la presencia de la obra hidráulica. Las estimadas y estimados lectores deberán disculparme, pero no he encontrado aún el nombre previo de este flujo de agua. Como platicamos en aquella entrega referida a la obra de Francisco de Tembleque, lo que hace funcional a un acueducto es la pendiente del canal por donde corre el agua, que no debe ser ni tan tenue como para que se estanque el flujo, y tan intensa que la corriente vaya a un exceso de velocidad, por ello, al llegar a la cañada, la necesidad de mantener la pendiente implica una importante obra arquitectónica, y es aquí que aparece la obligada construcción de arcos que hoy día cruzan el paisaje de esta región.

Cuatro niveles de arcadas, unas sobre otras, que van ampliándose hasta alcanzar en la parte superior, la “tira” de arquería mide de largo cerca de medio kilómetro alternando un total de 34 arcos. La pendiente se mantiene logrando la construcción una altura, desde el lecho del río los Arcos hasta el nivel del pretil que confecciona el apantle por el que corre el agua, unos 61 metros, con lo que se considera la obra de este tipo más alta de Latinoamérica. Así, si recordamos que el acueducto construido por Tembleque tiene el arco más alto, con 35 metros del lecho bajo de la piedra clave principal al suelo, resulta que el hoy Estado de México, cuenta con un par de récords nada despreciables en cuanto a su arquitectura hidráulica.

La edificación quedó inconclusa cuando en 1767 fueron expulsados los jesuitas de todos los territorios regidos por la corona española, también se abandonó el colegio y su trabajo con la hacienda. Es hasta mediados del siglo XIX, ya en el México independiente, que Don Manuel Romero de Terreros, al heredar la hacienda de Xalpa, decide concluir la construcción y hacer funcionar la hidráulica narrada. En el anecdotario queda el nombre popular “Arcos del Sitio”, donde la parte de los arcos es más que evidente, el Sitio en cambio, deriva del momento en que fue sitiado, en el territorio, Maximiliano de Habsburgo y sus acompañantes por el ejército juarista.

El espacio en sí, es digno de experimentarse. Si usted va en la estación de secas, que es la referencia fotográfica que aquí comparto (de noviembre a abril más o menos) el panorama será duro, con un cielo sin nubes, más frío o más caliente dependiendo del mes. La cañada se muestra inhóspita y agresiva. Solo al fondo, por donde corre el pequeño río, la vegetación mantiene algo de verdor.

Un lomerío bajo recibe al visitante desde el vehículo automotor que haya elegido, el pastizal amarillo y seco ondula en el paisaje y, de repente, comienza una hilera de arcos sencillos, que van creciendo en altura mientras la pendiente de la colina desciende. La línea horizontal que dibuja el canal por donde corre el agua, contrasta con la cada vez más pronunciada loma, y entonces, se desdobla imponente la construcción cuando la cañada se precipita al río. Uno, dos, tres y hasta cuatro niveles de arcos dibujan el cuenco orográfico, para conectar un lado del otro.

A la lejanía la dimensión ya es avasallante, y explota diversas emociones en quien la percibe. Entonces, toca bajar al río, para verlo desde otra perspectiva. El recorrido es bello, románticamente anecdótico, aunque impredecible en su ondulante viaje de flujo. Pronto, la vegetación no podrá ocultar la magnitud de la arquitectura, desde abajo la escala es distinta. No se observa la longitud del acueducto, pero se percibe la dimensión vertical, equivalente para quien no alcanza a relacionar los 61 metros con algo concreto, a un edificio de 20 pisos.

Entonces el juego de arcos se convierte en una narrativa tectónica, donde cada curva nos comunica con una línea recta vertical donde el peso de la estructura encontrará eventualmente el suelo, y su cimiento. El sol juega a los opuestos complementarios, luz y sombra, dependiendo de la hora del día, la fecha del año, y la posición de quien visualiza el monumento, que corre casi en línea perfecta entre el oriente y el poniente.

Si se visita en la estación lluviosa, un maravilloso tono esmeralda refleja la luz del sol atenuada por las nubes, y el panorama se lee diferente.

En todas las culturas previas a la contemporaneidad, el manejo del agua implicaba un nivel de conocimiento superlativo y sistémico. No bastaba con una especialidad, había que entender el territorio completo y los alcances del recurso. Hoy, cuando hemos desecado lagos, entubado ríos, arrasado manglares, contaminado océanos, parece ser que apenas empezamos a entender el valor real de la dinámica del agua, ¿en qué momento la olvidamos?

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Qutub Minar: Buscando la libertad desde lo más alto https://arquine.com/qutub-minar-buscando-la-libertad-desde-lo-mas-alto/ Mon, 07 Nov 2022 13:40:05 +0000 https://arquine.com/?p=71436 Un niño, un esclavo, un general victorioso. Todos son el mismo: Qutub-ud-din-Aibak, quien hacia el 1192 comenzó con la construcción de Quwwat-ul-Islam (El Domo del Islam).

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Corre el siglo 12 de nuestra cuenta de los años (no así la que lleva este personaje) y Qutub-ud-din-Aibak mira al cielo, busca el oriente y comienza su rezo. Sabe que Alá le escucha.

La memoria lejana de su infancia en el ahora lejano Turkestán, la abducción de su familia y su venta como esclavo son referentes de un momento oscuro, pero Alá escucha. Su compra por Qazi Fakhruddin Abul Aziz Kufi le proveyó de un trato amoroso, más de hijo que de siervo por parte de su amo y su familia, además de una educación en lo físico y lo intelectual, que le iría abriendo puertas poco a poco. Su segunda venta, al morir Qazi, le permitió llegar a la corte del Sultán Ghurid, Muhammad Ghori, en la ciudad de Ghazni. Ahí, sus cualidades intelectuales y su carácter noble le valieron la atención de su nuevo amo, misma que, eventualmente le permitiría evolucionar en una carrera militar.

Ahora, como primer Sultán de Delhi y recientemente manumitido, tras la muerte del amo, la historia del esclavo que llegó a ser el General más destacado del gran conquistador Muhammad Ghori, y designado por éste como su sucesor parece un cuento ficticio, parece un cuento de las mil y una noches, por ello Aibak está seguro que es Alá quien ha trazado su destino.

Así, su rezo al creador y arquitecto de su destino, comienza hacia el 1192 con la construcción de Quwwat-ul-Islam (El Domo del Islam), la mezquita desde donde se cantarán las alabanzas al Señor. Para ello, decide como buen militar, una acción impositiva que no deje dudas sobre la fe que regirá desde su gobierno: La mezquita se asentará sobre el previo Templo hinduista de Prithvi Raj, y utilizará para su construcción las piedras labradas de otros 24 templos hinduistas y jainistas.

Su arquitectura describe un gran patio enclaustrado por un porticado perimetral, donde los bellos sillares labrados de los templos previos forman la columnata. El sol se combina con el color arena de la cantera, y la luz penetra y rebota entre el suelo, los muros y el techo, creando una sensación áurea a la cual es difícil pasarle desapercibido. Envuelto en ella, el tiempo se pausa y la respiración se templa volviéndose rezo, sobran las palabras.

La mezquita será ampliada posteriormente por el yerno de Aibak, Shamsuddin Iltutmish, quien añadirá una bella pantalla de arcos apuntados, que provoca una transición de escala entre el exterior del recinto y el interior. Una curiosa e interesante mezcla de expresión netamente musulmana con mano de obra hinduista, provocará que el arco principal de dicha pantalla, funcione más como la unión de dos piezas en cantiléver y no como un arco dovelado. Si usted, lectora o lector, pone atención, notará en la imagen la falta de piedras labradas en cuña. La pantalla se completa con inscripciones del Corán socavadas en la misma estructura ésta realizada con piedra arenisca color rojo.

El mismo Iltutmish mandó construir su mausoleo dentro del espacio de la mezquita. Un notable recinto de piedra arenisca roja, en cuyo interior descansan sus restos arropados por la tumba construida en mármol blanco. Algunos detalles de este material son añadidos a los muros perimetrales del recinto. Versos del Corán y analogías florales ornamentan las paredes, porque en esta forma de generar conocimiento y en esa época, el ornamento no era considerado un delito, como sentenciaría en otro contexto y época, siglos después, el arquitecto checo Loos.

Pero regresando a Aibak, su idea de mezquita sería imperfecta sin un alminar desde donde el almuédano cantará llamando al rezo. Sin embargo, no podía ser cualquier torre, así que Aibak idea con sus arquitectos una base cuya dimensión de unos 14m de diámetro, pueda soportar la máxima altura. La fábrica será realizada con mamposta de ladrillo, pero el recubrimiento dibujando una bella estrella de múltiples picos en planta, estará ejecutado con piedra arenisca roja, jugando entre columnas redondas y prismáticas encintadas por pasajes del Corán.

La pretensión de llegar a lo más alto, hizo que la vida de Aibak no alcanzara para ver culminado su gran minarete, que seguirá creciendo a las órdenes del Iltutmish, quien agregará tres niveles más. Hacia el siglo IV, Firuz Shah Tughlaq reparó el último segmento de Iltutmish, dañado por un rayo, y añadió otro nivel más para llegar a los 72.5 metros de altura que presumen todas las referencias que usted pueda encontrar bibliográficamente sobre el monumento.

El minarete trasciende su uso meramente religioso. Es un acento de la victoria islámica en la región, un gran vigía que cuida silencioso el entorno y señala la ubicación de este centro de energía en el paisaje. Es quizá por ello que se convierte en la única construcción del conjunto, que no presenta signos de decadencia ruinosa.

Por otra parte, el nivel de detalle al que se llega en cada una de sus secciones no deja de ser abrumador. Apoyado por el lente telefoto, quedo absorto en la contemplación de las frases escritas en árabe que se intercalan con cornisas en cuyos fantásticos capiteles se entrelazan arcos apuntados, plolilobulados, trilobulados, unos sobre otros formando capillas interminables que van dándole la vuelta como enorme cornisa, a cada segmento del gran minarete, jugando a su vez con el balance plástico entre la imponente verticalidad del edificio y sus segmentos horizontales que marcan inevitablemente, cada etapa constructiva, todo, todo, acompañado de intrincados tejidos geométricos abstractos.

Con todo lo sobrecogedor que pueden ser estos dos edificios, el conjunto continúa con adiciones posteriores de las cuales, compartiré también algunas reflexiones.

Hacia el 1311 de nuestra era, el entonces gobernante Alauddin Khilji manda a construir una puerta alterna. Por el nombre del personaje, este monumento es conocido como Alai Darwaza (puerta de Alauddin). Considerada uno de los mejores ejemplos sin transformar de la arquitectura indo-islámica, aunque ha perdido algunos de los elementos labrados que ornamentan el volumen, el edificio no deja de ser un espacio contemplativo que suma al conjunto. Intercalando elementos de piedra roja arenisca con mármol, componen el volumen una secuela de celosías en la parte baja, interrumpidas en los cuatro costados por arcos apuntados en la traza, y plurilobulados en el retoque final. En la parte alta, una serie de enmarcamientos de nichos juegan a otra escala, pero con el mismo ritmo, con las celosías. El basamento elevado varios escalones sostiene la edificación de la puerta, mientras que una bóveda semiesférica la remata. Nuevamente se conjugan pasajes del Corán entrelazados con fantasías de juegos geométricos e interpretaciones vegetales que calan la piel de cantera tanto al exterior como al interior.

A un lado de la puerta, e insertado en el conjunto durante el siglo XVI, se encuentra un bello mausoleo donde predomina ahora el mármol blanco, mientras que las celosías se vuelven calados en piedra roja arenisca. El edificio pertenece a la memoria de Muhammad Alí —no el gran boxeador de pesos pesados del siglo pasado, sino un clérigo y académico famoso en Delhi, que era mejor conocido popularmente como Imam Zamin. Montada sobre un basamento de piedra más rudamente trabajada y de colores arena, la columnata de mármol que va cerrando sus claros con las celosías descritas sostiene un segundo cuerpo que, a manera de friso, se convierte en el soporte de una cúpula octagonal.

La ruina de un segundo minarete inacabado, cuya pretensión era ser aún más alto que el de Aibak, una Madrasa (Escuela) y su mausoleo, son parte del legado de Alaudín. Su estado ruinoso, permite acentuar el aire romántico de la zona, donde lo lejano, lo remoto, lo ignoto y lo incógnito, quedan flotando en un ambiente adecuado.

Finalmente, y como algo más dentro del universo excepcional de este grupo arqueológico, no puedo dejar de mencionar un pilar redondo, hecho en hierro sólido y cuya altura llega a los 7 metros, que se sostiene solitario formando una diagonal casi perfecta a 45° con el Qutub Minar (que, por cierto, se discute si su nombre deriva del gobernante que lo manda a hacer, o de un santo sufi del siglo XIII, cuyo nombre también cuadra en la cacofonía: Qutbuddin Bakhtiar Kaki).

Esta peculiar columna fue trasladada a Delhi desde la región de Udayagiri en el siglo XIII de nuestra era. La proporción de altura y diámetro del elemento, genera una bella sensación de esbeltez que contrasta con la monumentalidad del minarete que tiene junto. La columna pertenece a la arquitectura hindú del siglo V de nuestra era, durante el reinado de Chandragupta II. Además de sus proporciones peculiares, la otra experiencia estética que nos brinda, es la de su resistencia a la corrosión, debido a la pureza del hierro con la que está hecho, quizá de ahí, que nadie se atrevió a fundirlo para convertirlo en otra cosa.

Hoy en día, el conjunto protegido por la UNESCO como patrimonio de la humanidad, dentro de una zona arqueológica mucho más amplia, no está exento de cuestionamientos, ya que al final, y con toda su belleza, deriva como muchos otros grandes monumentos construidos por nuestra especie, de acciones donde una ideología pretende sobreponerse a otra a toda costa. Existen grupos radicales hinduistas, que consideran deben “limpiarse” las estructuras actuales, para extraer y recontextualizar los remanentes constructivos previos a la llegada del islam.

Al final, y como ya es costumbre en estas reflexiones, el patrimonio vale siempre que tenga un significado para la gente, ya sea en ruina o con vida activa. Y los significados como las ideologías, se transforman inevitablemente.

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San Nicolas Tolentino, Actopan y las 8 horas de San Benito https://arquine.com/san-nicolas-tolentino-actopan-y-las-8-horas-de-san-benito/ Tue, 26 Jul 2022 15:30:50 +0000 https://arquine.com/?p=66304 San Nicolás Tolentino se encuentra en esa peculiar región que hoy conocemos como “El Valle del Mezquital”, al norte de la Cuenca de México, en el actual estado de Hidalgo. Esa tierra rodeada de una orografía semidesértica que, por erosión y tiempo, ha acumulado contrastantemente la tierra fértil en la planicie del valle.

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En esta ocasión, la reflexión se estructura robándome el concepto con el que Eco maneja su novela El Nombre de la Rosa a partir de la liturgia de las horas, que impuso Benito de Nursia para su regla y que terminaría trascendiendo desde la orden Benedictina a las demás organizaciones del Clero Regular.

La edificación sobre la cual narro mis experiencias hoy me parece tan extraordinaria como compleja, y sólo tratando de jugar al actor, apropiándome el papel desde la psique ideológica de su responsable, creo que puedo llegar a comunicar lo que, a mí, me hacen sentir sus espacios.

Como todo, es una interpretación muy subjetiva, libre de ser cuestionada y criticada por quienes leen este escrito, pero espero que, más allá de la opinión de cada lectora o lector, les resulte al menos un ejercicio de entretenimiento. Por cierto, también tomo un término que le robo a mi buen amigo Juan Carlos Tello, del que aprendo en cada conversación, y en lugar de “obra” trataré de usar “trabajos”, que es más adecuado para lo que realmente es el proceso de materialización de un edificio.

 

MAITINES

1550, Fray Andrés de Mata se levanta pasada la medianoche, en su cabeza suenan las campanadas que llaman al rezo de agradecimiento. Agradecimiento por haber sido designado como responsable de la Orden Agustina, para llevar a cabo los trabajos de construcción de lo que será, una de las mayores edificaciones conventuales en la Nueva España. Se ubicará en esa peculiar región que hoy conocemos como El Valle del Mezquital, al norte de la Cuenca de México, en el actual estado de Hidalgo. Esa tierra rodeada de una orografía semidesértica, que por erosión y tiempo ha acumulado contrastantemente la tierra fértil en la planicie del valle. Así, amplios cultivos cuyo verdor en sus primeras etapas, dibujan un paisaje esquizofrénico al ser enmarcado por la ruda y árida experiencia de los cerros que le acotan.

Allí, en la región de Actopan cuyo nombre significa justamente “sobre la tierra gruesa húmeda y fértil”, será el gran reto.

La necesidad de una gran edificación deriva de una cuestión básica: La región es una de las más pobladas del virreinato, y la Orden, ha sido encargada junto con los Franciscanos y los Dominicos, como herramienta de evangelización. La misión de convertir a la amplia población, en este caso otomí, al catolicismo, parece imposible de realizar en un ejercicio individual. Por lo mismo se debe pensar en espacios colectivos, donde cientos de habitantes puedan escuchar y ver, el mensaje de conversión simultáneamente. Fray Andrés recurre a un programa ya probado y exitoso, que se convertirá sin que lo sepan aún sus diversos autores, en una de las peculiaridades más características de la arquitectura novohispana del siglo XVI: El gran Atrio y la Capilla Abierta.

“Gracias” da al señor Fray Andrés, pues sus estudios en el monasterio le han llevado a conocer los secretos de la geometría aplicada, la escala y la proporción, así como las técnicas adecuadas para usarla como herramienta de edificación. En su cabeza, la Capilla se convierte en un gran arco de medio punto levanta la bóveda de cañón 17.5m de altura sobre el piso, y se proyecta de oriente a poniente con una profundidad aproximada de unos 16m, para formar la concha acústica donde los sacerdotes intentarán contar la historia adecuada, para conseguir la conversión. El edificio se desplanta sobre gruesos muros cuya proporción obedece a las necesidades estructurales del edificio, y que le elevan todavía unos 4m más por sobre el suelo. Frente al arco, al poniente, la dimensión del atrio permitirá concentrar una gran cantidad de habitantes. Pero el trabajo tectónico no está completo, en una mentalidad integral, sin la expresión pictórica, y para ello el espacio se llena de gráficos. El intradós (la parte interior de la bóveda) a falta de tecnología en ese instante para lograrlo, reproduce un encasetonado renacentista, es decir, lo moderno, mientras que el resto reproduce la traducción del artesano otomí, las escenas con las que se explican el Génesis y el juicio final.  En términos prácticos, y potenciado como nunca en nuestra contemporaneidad, las imágenes pueden transmitir mucho más que las palabras, ya que no requieren traducción lingüística. Fray Andrés da gracias, y la visión se materializa.

 

LAUDES

Fray Andrés se levanta. El sol está por salir y las campanas están anunciando la hora para la primera alabanza del día. En su cabeza, el fraile visualiza la casa de las campanas como una gran torre de planta cuadrada y rematada como es la usanza en el territorio novohispano, con almenas que le confieren un aspecto de fortaleza mística. Pero en su formación destaca los años como aprendiz de un pintor renacentista en Italia, y su visión como ser humano universal le obligan a buscar la modernidad expresada en cuatro vanos, uno por cara, por donde asomarán las campanas y escapará el sonido de su repique. Todas son diferentes, todas parten de una media luna que se desarrolla hacia abajo buscando un rectángulo áureo.

No hay muchas torres en el territorio del virreinato, se ha favorecido más para cobijar campanas, la espadaña, por ello, la alabanza en la imaginación de Mata es más significativa.

 

PRIME

Concebido el campanario en torre termina el Laudes y comienza el Prime, pues el sol despunta por el horizonte, y la luz que nace con la mañana, debe reflejar la cara del gran templo, aunque esta cara dará al poniente. El rezo se convierte en una finísima portada plateresca, que será ejecutada por las manos expertas de artesanos locales, contagiados del fervor y la vehemencia del fraile.

La composición geométrica es sencilla y precisa, un primer rectángulo áureo cobija cuatro columnas corintias, dos de cada lado, entre las cuales se escarban en vertical cuatro nichos. Con ello se centra la puerta, coronada por un muy refinado doble arco encasetonado: uno, el propio para cargar tectónicamente el vano del acceso, y el otro con una ligera proyección cónica, que decorativamente ensalza y le da escala monumental a la portada. Un segundo rectángulo áureo enmara por encima del primero, la ventana del coro y fija en vertical todo el eje compositivo de la fachada del templo. 

La ejecución exacta, detallada, cuidadosa, preciosa del rezo principal del día, se vuelve palabra gracias a los canteros otomíes, para que fray Andrés y la alabanza a su dios, perdure durante los siglos venideros.

 

 

TERCE

Es media mañana y Fray Andrés se encamina a una nueva alabanza, para que la gracia divina otorgue su permiso y los trabajos culminen el Templo. Así, envuelve el espacio en una austera muralla de gruesos muros reforzados con robustos contrafuertes que aterrizarán el empuje de las bóvedas hasta el suelo y siguiendo una métrica rigurosa, cual si se tratara de un cántico gregoriano, una gran ventana se insertará en el muro, justo a la mitad del espacio entre cada contrafuerte, éstos a su vez, serán coronados por una fantasía de garitas con almenas, reinterpretando un pináculo. Allá arriba, donde la edificación mira al cielo, imaginará fray Andrés a los ángeles, como soldados vigilantes que transitan el paso de guardia en su fortaleza mística, con el fin de ahuyentar a las demoniacas tentaciones.

Al interior, Mata decide jugar con dos formas de abovedar el espacio. Elige un cañón corrido para el espacio que va del acceso y sobrevuela el coro, para posteriormente acercarse al altar principal, usando una secuela de bóvedas nervadas cuya complejidad en el dibujo geométrico, va aumentando según su progresión hacia lo divino. El retablo principal, estará coronado por la bóveda que dibuja la geometría más elaborada, donde al poner la piedra clave con la que sostiene ese último tramo del techo, se cierra el rezo.

 

SEXTA

Cuando el sol llega al punto más alto de su trayectoria, entre el oriente y el poniente, justo a la mitad del día, es hora de una nueva alabanza. Toca definir el portal donde los monjes darán cobijo y descanso a los peregrinos y que funcionará como conexión entre el exterior y el interior del convento, el cual, debe ubicarse según la costumbre, al sur del volumen del templo, haciendo coincidir en orientación, la fachada principal de éste y la del recinto donde habitarán los monjes. Para ello, la tipología marca la necesidad de un espacio a nivel de piso y fray Andrés dibuja en su cabeza, y en el papel, tres arcos cuyo intradós repite el moderno encasetonado renacentista. Por encima del portal una logia cuyos arcos (también tres) contrastan en ligereza y proporción con los del portal remata la portada del convento, para que los habitantes enclaustrados, asomen desde el segundo nivel, su curiosa vista a quienes deambulan en el atrio.

Al interior del portal de peregrinos, una transversal bóveda de cañón corrido a la que se adorna con lacerías góticas y mudéjares produce una intensa y refrescante sombra, mientras que un elaborado marco de cantera señala el zaguán que da paso al convento. Una discreta alabanza, para un rezo sencillo y menor.

NONA

El sol se inclina ya hacia el poniente, y a las tres de la tarde toca, en la última de las horas menores, hacer el rezo previo a vísperas. Un rezo para los hermanos que habitarán el convento, un rezo que piensa en las celdas con ventanas adecuadas para sentarse a leer y escribir, pequeñas, suficientes para una persona, sin más que una mesa, una cama y un perchero. Los espacios colectivos: Biblioteca, taller, refectorio para compartir el pan y el vino, cocina para ensalzar el don que Dios da con el sentido del gusto. Espacios para atender a los feligreses, como el dispensario y la portería. Y los deambulatorios que les conectan y al mismo tiempo, al vestir sus muros con una riquísima secuencia de esgrafitos, se convierten en un ritual de recorrido y meditación contemplativa.

Para el refectorio, una fantasía en el techo: Casetones cónicos de traza entre circular y octagonal, se entrelazan en una maya con hexágonos ligados en cuyo interior se dibuja una flor. Cada casetón a su vez contiene al fondo del cono una flor “pasionaria” rodeada por hojas que llegan hasta el borde de la geometría. Completa la composición de tan peculiar bóveda, con pequeños medallones entre los octágonos, que contiene monogramas de Jesucristo y María, para el buen provecho. No todo es adorno, el casetón funciona acústicamente para romper los ecos y que la lectura que nutre el alma mientras se nutre el cuerpo, llegue sin ecos a cada hermano.

 

VÍSPERAS

El sol se acerca al horizonte, y para dar gracias a lo transcurrido, se hace la alabanza de una de las horas principales. Mientras el astro luz baña con sus cálidos rayos la fachada principal de templo y convento, resaltando la torre en el paisaje que se acota con la sierra, Fray Andrés decide eclectizar la piel del claustro: El claustro bajo, se eleva verticalmente en arcos apuntados que recuerdan el gótico emblemático del medievo, pero cada vez más en desuso ante las modernas ideas renacentistas, que retoman el orden clásico de la arquitectura romana y griega. Pero para el claustro alto, recurre al arco de medio punto apoyado en esbeltas columnas toscanas. Dos arcos clásicos para un arco gótico es el juego, reflejando lo público abajo, y lo privado arriba.

Para asegurar la solidez de la estructura, unos sobrios contrafuertes alternan el ritmo con los arcos apuntados del claustro bajo, ya que en ese tiempo, el arte es ciencia y viceversa. El efecto conseguido, son cuatro fachadas idénticas acotando el patio cuyo matiz de diferencia, se encuentra en los segundos planos, ya sea por el asomo del muro almenado del templo, o por la torre que comunica con imagen y sonido, los eventos místicos del día. 

La alabanza está casi completa.

COMPLETAS

Se acerca el tiempo del descanso nocturno, y la última alabanza correspondiente a las horas menores. Para Fray Andrés, y su universo edificado, quizá implique cerrar el atrio con la barda también almenada; el huerto con que se alimentará la cocina y completará el servicio del dispensario, por supuesto la zona de letrinas para el alivio de los procesos digestivos del cuerpo, y la cisterna, ya que no abunda el agua en la región. Ésta última colectará el agua que cae sobre los techos del conjunto, canalizada por gárgolas, ranuras, canales.

El fraile ha completado los trabajos. Otros vendrán décadas o siglos después, a ajustar, modificar, quitar o sumar o reconstruir elementos, porque la arquitectura no es de quien la produce, si no de quien la habita y suele suceder, que mientras los edificios siguen en pie, las ideologías cambian, las necesidades se transforman y, por lo tanto, los espacios evolucionan, como evoluciona también nuestra concepción del tiempo, en este caso, dividido en 7 segmentos del día que se acompañan con 8 momentos de alabanza. El reloj marca las horas que nosotros le indicamos.

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Equinoccio y la búsqueda del balance https://arquine.com/equinoccio-y-la-busqueda-del-balance/ Thu, 24 Mar 2022 16:34:57 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/equinoccio-y-la-busqueda-del-balance/ El reciente Pritzker a Francis Kéré, nos lleva a pensar, también, en aquellas personas anónimas o no, que en su propia cuenca cultural, han seguido el derrotero de configurar espacios que ponen por delante en su construcción las expectativas de quienes habitan el sitio, las cualidades de los recursos locales, y la colaboración colectiva, a las ínfulas de reconocimiento individual, de la superlatividad del “arte” sobre la artesanía, y del negocio sobre el servicio.

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Mientras que el continuo movimiento nos acerca ahora al equinoccio, donde el día y la noche encontraran el balance exacto en la duración de sus horas, antes de emprender carrera hacia la primavera, en el hemisferio norte, y el otoño en el sur, el mes de marzo abre con dos momentos peculiares: El recordatorio de lo que es un día sin mujeres, que realizan diversas organizaciones e instituciones, entre ellas la IBERO, el noveno día del mes citado, y la noticia que hoy se reproduce sin parar en el mundo de la Arquitectura: el reconocimiento que la familia Pritzker otorga cada año a un practicante de dicha profesión. En esta ocasión, el refrescante anuncio del galardonado, originario de Burkina Faso, fue Diébédo Francis Kéré.

El que me sume yo a las múltiples manifestaciones de celebración por este reconocimiento, está totalmente vinculado con este segmento de reflexiones, donde hemos hablado del espacio que habitamos, tratando de abordar desde la naturaleza misma como origen cognitivo de la producción del espacio, y cómo su proceso evolutivo configura y adapta el diseño de las especies a su entorno, hasta reflexiones sobre la arquitectura mediatizadas, “main stream”, “star sistem” o como se les quiera llamar. Hemos hecho el esfuerzo de tocar el conocimiento ancestral que produce la arquitectura anónima de diversas cuencas culturales, abrir la perspectiva hacia la que producen otras especies animales y vegetales, enfatizando el verbo habitar por encima del usar.

En ese sentido, hoy aprovecho al galardonado Kéré, no para mostrar su obra, ya que como saben quiénes han seguido este segmento desde sus inicios, mi regla es presentar fotografías propias y, tristemente, no he tenido la oportunidad de viajar al continente africano para registrar las edificaciones de Kéré, sólo las he podido estudiar bibliográficamente. A cambio de ello, compartiré algunas imágenes de heroínas y héroes (porque considero a la forma de hacer arquitectura de Kéré heróica) anónimos o no, que en su propia cuenca cultural, han seguido el derrotero de configurar espacios que ponen por delante en su construcción las expectativas de quienes habitan el sitio, las cualidades de los recursos locales, y la colaboración colectiva, a las ínfulas de reconocimiento individual, de la superlatividad del “arte” sobre la artesanía, y del negocio sobre el servicio.

En un momento en que nuestro planeta reclama una búsqueda urgente hacia el balance ofreciendo alternativas de coexistencia a la impuesta por una ideología que ha depredado el gran ecosistema global, discriminado otras formas de conocimiento, desplazado el binomio de opuestos complementarios hacia un solo género, y objetivizado a todas las demás especies vivas para utilizarlas como recurso; es hora de que aquellas y aquellos que nos dedicamos a la formación, demos un paso contundente y crítico, saliendo del flujo principal del sistema, de su burocracia estática, de su conformismo autoritario y de su trivialización a partir de la acumulación de bienes materiales, para ofrecer otras opciones, con otras prácticas, con otras bibliografías, con otras dinámicas pedagógicas, con otras formas de entender la palabra vida.

A continuación, comparto una pequeña reflexión sobre cada una de las imágenes presentadas.

 

UNIVERSIDAD DE LA TIERRA, San Cristóbal de las Casas, Chiapas, México. El concepto de esta comunidad de formación superior, parte de la enseñanza desde los saberes y costumbres derivadas de los pueblos originarios, en este caso los Tzotziles, pero no se limita a una sola visión cultural. Los procesos formativos se estructuran en los tiempos y formas en que las comunidades pueden realizarlos, por lo que no tiene un “plan de estudios” ni obedece a períodos académicos oficiales. Los saberes se construyen como sus edificios (ejemplo de la imagen) compartiendo conocimientos que son propios de las comunidades participantes, con aquellos transmitidos por talleristas provenientes de todas partes del mundo. Tristemente, al atentar contra el modelo “oficial” de educación nacional, no es reconocido por la Secretaría correspondiente.

 

UNIVERSIDAD DEL MEDIO AMBIENTE, Acatitlán, Estado de México. El arquitecto Oscar Hagerman, cuya trayectoria profesional se ha destacado por el trabajo con pueblos originarios, tanto desde la visibilización de sus saberes hasta la integración de conocimiento compartido con ellos, especialmente en los procesos de generación arquitectónica, aporta junto con un equipo multi y transdisciplinario, los edificios para este concepto formativo. La Universidad del Medio Ambiente, combina la enseñanza dirigida a conceptos regenerativos de cómo habitar, con la acción directa en la generación de procesos de producción sustentable construidos junto con la comunidad campesina de Acatitlán.

 

CEMENTERIO, San Mateo del Mar, Oaxaca, México. Las mujeres y los hombres de este pueblo originario, los Ikoots como ellos se denominan en su propia lengua, han construido a partir de sus saberes, formados por siglos cohabitando en un territorio de alta complejidad, un espacio particularmente bello y estructurado para el descanso eterno. En él las mujeres descansan en un lado del cementerio, mientras que los hombres en el otro, manteniendo un balance entre los opuestos complementarios humanos, y el resto de la naturaleza. La posición zonal de unos y otros no es casual: Está relacionada con el diálogo que desde la muerte se tiene con el viento del norte (predominante en la región del Istmo de Tehuantepec) con el mar vivo (el pacífico al sur) y el mar muerto (las lagunas al norte) el día y la noche (los ejes oriente, y poniente) Cada familia decide y construye la expresión arquitectónica de la pequeña casa que da entrada a la tumba.

 

CASA PARTICULAR, Altos de Meléndez, Cali, Colombia. En este barrio popular de los andes caleños, encontramos varias expresiones surgidas de la auto construcción. En particular esta bella casa, construida por la familia bajo la dirección de la mujer cuya jefatura les mantiene cohesionados, combinando creativamente materiales locales como el bambú, con otros recuperados del desecho que la industria constructiva de la ciudad genera. El programa es metabólico, no predefinido, y altamente complejo, pues resuelve actividades de convivencia, intimidad, cobijo y producción. La imagen congela en el tiempo algo que en realidad, está en constante transformación.

 

VIVIENDA, Guadalupe, Cáceres, España. Los saberes tradicionales, tan denigrados por el imaginativo industrial, muchas veces nos permiten entender que el espacio construido suele trascender a la generación que lo inicia. Nos muestran los procesos y tecnologías constructivas de un momento, y la esperanza de trascendencia desde el conocimiento de generaciones predecesoras. Una simple casa es todo eso y más. Piedra, ladrillo, madera, se combinan sistémicamente para dar escala y proporción al muro que divide el espacio íntimo de la calle. No hay un individuo creativo, artista único, es un fenómeno colectivo.

 

LA CASONA, Castañera, Asturias, España. Esta casa campesina, edificada por mi bisabuelo cerca de la Villa de Nava, de donde surge mi apellido paterno, combina piedra, adobe, madera, teja, mortero, en un sistema cuyo programa también es complejo y metabólico y, donde el espacio que habita el animal doméstico, si bien se diferencia funcionalmente de aquel que habita la familia humana, forma sin embargo parte de la composición integral del volumen. El concepto rural de cohabitar con otras especies ha ido cediendo a la prepotencia urbana del control y desplazamiento.

 

CASA DE MADERA, Chiconcuautla, Puebla, México. La sierra norte provee el material principal, los habitantes saben tratarla y ensamblarla. El programa vuelve a ser complejo: Habitaciones para las personas, para los animales, el desván aprovechando el tejado para almacenar. La escala, la proporción, obedece al material, la composición de la fachada, a la sensibilidad del quien construye. En la comunidad, siempre hay alguien que sabe más de algo, y se comparten los saberes entre los maestros.

 

LA CASA DE BETO. Tlapacoyan, Veracruz, México. Beto cuida y mantiene el campamento. Ahí, ha aprendido a manejar el bambú, a partir del trabajo con los Arquitectos Raúl de Villafranca y Eduardo Beristain. En su sensibilidad propia, extiende la vivienda familiar construida con block de concreto, con una sombra provocada por un pórtico de bambú y lámina, que captura la brisa dominante y la introduce al interior de la casa, al mismo tiempo que genera una refrescante sombra y un espacio de estar.

 

AULA EXPERIMENTAL. San Mateo del Mar, Oaxaca. Entre las diversas actuaciones de apoyo, trabajando con la comunidad de San Mateo del Mar, tras los sismos del 2017, encontramos en una de las visitas esta bella construcción de bambú y palma, para un aula experimental. Desgraciadamente no he podido encontrar registro del equipo que trajo este conocimiento, lo que sí puedo constatar, gracias al dialogo con los habitantes locales, es que al igual que hizo el equipo del ITESO, esta construcción no solo es un elemento donado, sirvió como base para enseñar alternativas a los conocimientos constructivos de la tradición Ikoots. En la mayoría de las ocasiones, lo verdaderamente valioso es el aprendizaje del proceso, no solo el resultado final, que inevitablemente es cambiante conforme se va usando, y evolutivo.

 

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Antigua: la esquina como tema https://arquine.com/antigua-la-esquina-como-tema/ Thu, 24 Feb 2022 15:29:42 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/antigua-la-esquina-como-tema/ Hacia el último cuarto del siglo XVIII, la que fuera ciudad principal de la Capitanía de Guatemala, fue azotada por un devastador terremoto. La localidad fue proscrita y abandonada, pero poco a poco la ciudad, Antigua, recobró la vida cotidiana en una dinámica que congeló su arquitectura de forma peculiar. En Antigua la esquina es tema y presenta un juego de variantes que son de llamar la atención.

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Hacia el último cuarto del siglo XVIII, la que fuera ciudad principal de la Capitanía de Guatemala, originalmente denominada Ciudad de Santiago de los Caballeros Guatemala, fue azotada por un devastador terremoto. La localidad fue proscrita y abandonada para crear una nueva capital, la actual Ciudad de Guatemala.

Pero una cosa es decirlo, y otra que todos los habitantes obedezcan. Así, poco a poco fueron regresando algunos de los pobladores y, aunque ya no llegó a tener la hegemonía de antaño, recobró la vida cotidiana en una dinámica que congeló su arquitectura de forma peculiar: por un lado, aquella de los grandes templos, arruinada y expuesta como memoria de que todo es pasajero; por otro lado, la de las casas y comercios, expresando la resiliencia de los procesos vivos.

De los templos fracturados, los habitantes supieron construir el comercio turístico romanceado a partir de la ruina, tan atractiva siempre a viajeros de todo tipo. De las casas y comercios, el equipamiento turístico para alojarles, darles de comer, y venderles su diversidad de productos.

A la cualidad de moradores para adaptar a través de las décadas su infortunio en sustento industrializado, se suma la exuberante vegetación y las maravillosas vistas paisajísticas coronadas por los míticos volcanes locales, que juegan a opuestos complementarios: el denominado “Volcán de Fuego” y el “Volcán de agua”.

En esta arquitectura civil destaca por una parte la escala, compuesta por una mayoría de edificaciones de un solo nivel, pero de gran altura entre el piso y el tejado, los sistemas de cierros de madera o herrería forjada que adornan y protegen las ventanas y los innumerables lucernarios que introducen luz cenital al interior, complementando la que pueda venir desde los vanos que dan a la calle, o desde los patios interiores. Pero lo que quiero compartir en esta ocasión, es un rasgo de personalidad muy peculiar: la esquina en los cruceros de la traza, damero renacentista prototípico del urbanismo iberoamericano, como tema especialmente atendido en la expresión de las casonas y comercios.

La esquina no es, desde luego, un reto exclusivo de esta ciudad, pero aquí tiene un juego de variables sobre el mismo tema que son de llamar la atención, máxime sabiendo que, estructuralmente y en una zona sísmica, el vértice de un paralelepípedo, donde se juntan dos sistemas de carga a compresión expresados en muros, es uno de los puntos de quiebre que deben resolverse.

Así, las y los visitantes podrán encontrar algunas esquinas comunes y corrientes, pero si va con ojo avizor, sea o no entrenado, podrán empezar a detectar desde los diseños más sutiles y casi invisibles, hasta los más evidentes.

Esquinas ciegas (sin ventanas o puertas) donde solo una pequeña muesca, que expresa un poco de amabilidad para que el transeúnte pueda dar vuelta sin sentir el filo del vértice.

Esquinas pesadas y rotundas, donde un gran sillar de cantera expresa la solidez del elemento de refuerzo, único aparente contra el aplanado de color que viste el resto de la fachada.

Esquinas que se desdoblan casi como contrafuertes en la base del muro, nuevamente gritando la necesidad de consolidar sísmicamente la construcción.

Y luego, una gran cantidad de esquinas donde la puerta o la ventana, se desdobla haciendo justamente el efecto contrario, en búsqueda de una sensación de transparencia y ligereza que permita permear las vistas de afuera hacia adentro, o de adentro hacia afuera, según el caso, aparentemente indiferente al miedo de un desplome. No son dos ventanas, o dos puertas, es el mismo vano que toma la geometría de la traza, como si anticipara por más de un siglo parte de la estética cubista. La columna que refuerza el vértice se aligera, se afina. Quisiera no existir más que por una mera necesidad funcional que puede ser pasada por alto. Cierros de madera y rejas de hierro forjado acentúan el juego. Desde mi interior, puedo ver las dos calles posado en un solo punto, vigilante y divertido. Desde el exterior van tocando una pequeña sinfonía con una sola nota, en diversidad de graves o agudos.

Este juego particular, es un rasgo de personalidad de la antigua capital guatemalteca, y diría que es único, si no lo hubiera encontrado también en su hermana chiapaneca, la otrora Villa Real de Chiapa, hoy denominada San Cristóbal de las Casas. No son iguales, pero son lo suficientemente parecidas para darles un mismo origen genético. Cabe mencionar que el hoy territorio del Estado de Chiapas, en México, era parte de la Capitanía de Guatemala. Casualidad o sentido regional, ahí están y así son.

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Santa Maria dei Miracoli: cuando el mármol se vuelve luz https://arquine.com/santa-maria-dei-miracoli-cuando-el-marmol-se-vuelve-luz/ Thu, 03 Feb 2022 14:59:10 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/santa-maria-dei-miracoli-cuando-el-marmol-se-vuelve-luz/ El sol reinaba aún en el cielo, sin oposición de nubes, coqueteando con las sombras que proyectan las miles de edificaciones y, de pronto, apareció un contorno de luz solidificada. Santa Maria dei Miracoli asomaba con su ábside, su cúpula y su torre, entre los diversos planos que dibuja el Campo de Santa María Nova, en Venecia.

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2016. Caminaba sin rumbo, hacia donde la ciudad me llevara. Sin guía ni mapa, dispuesto a la sorpresa.

Había cumplido con un encargo profesional (como coordinador en aquel tiempo del programa de arquitectura) entregando los trabajos de los alumnos de la Cátedra HOLCIM, para que fueran expuestos en la bienal, así que, por el momento, no tenía agenda ni objetivo, que no fuera dejar que la deriva y el aparente azar de callejones y canales que la traza veneciana nos ofrece como alternativas contrastantes de movilidad, me envolviera en su inmensa telaraña. Y digo aparente azar, porque al final no hay tal, simplemente la red está tejida en un patrón desconocido hasta ese momento por mí, al menos desde el dictamen de la experiencia, porque mapas había visto y estudiado previamente a la visita, pero la experiencia biográfica nunca es igual.

Entre la necesidad del encargo y la posterior deriva, la cantidad de momentos transcurridos en tan sólo un par de kilómetros era desbordante. El sol reinaba aún en el cielo, sin oposición de nubes, coqueteando con las sombras que proyectan las miles de edificaciones y, de pronto, apareció un contorno de luz solidificada. Esa, estimadas y estimados lectores, es al menos la percepción que ante mis ojos provocó el extraordinario templo renacentista.

Santa Maria dei Miracoli asomaba con su ábside, su cúpula y su torre, entre los diversos planos que dibuja el Campo de Santa María Nova cuando se le cruza del norponiente al sur oriente. Debo de confesar que, pese a la importancia histórica de la edificación, hasta ese momento no figuraba en mi biblioteca cerebral y si en algún momento cruzó su imagen y narrativa por mis ojos, fue en uno de esos instantes en que, como estudiante, uno realiza ciertas acciones cual autómata, debatiéndose entre el cansancio provocado por el desvelo y la necesidad de pensar en el proyecto a resolver para el curso de la materia afín, en algún semestre de tantos, mientras simultáneamente intentaba poner atención en clase de mi querida maestra Gigliola Carozzi.

Habiendo confesado mi falta de conocimiento, especialmente a mis amigos cuyos orígenes están en esta bella ciudad, como Julio o Caterina, retomo el relato blandiendo mi licencia poética del bloque de luz solidificada.

Construido a finales del denominado “Quattrocento”, ese siglo que consolida al pensamiento humanista y su inevitable visión antropocéntrica, la elección de Pietro Lombardo para ir ensamblando diversos bloques de mármol con los que dar forma a la comisión de un tal Ángelo Amadi, permite al material capturar de forma peculiar los rayos solares para reflejar cristalinamente la tersa superficie y los colores con los que se delinean sus vetas.

La geometría del volumen combina marcos y arcadas, bóveda, cúpula y torre en una sola nave, mientras que el ritmo de las ventanas anuncia los juegos de claro oscuro que, dependiendo la hora del día, permitirán al mármol del interior volverse luz pura o radiación ante la sombra, según les toque.

No me meteré a comentar estilo o filigrana, no es en este caso y para este lenguaje mi campo de conocimiento profundo, pero la realización perfecta del labrado en cada uno de los elementos daría para pararse a observar cada parte del edificio durante extendidos jornales que ocupan meses. La prisa es mala compañera en un viaje como este, pero es la medida del tiempo que tuve.

Así que las y los amables lectores, encontrarán seguramente muchas y mejores imágenes del templo descrito en una breve navegación por la red, que las compartidas por mí, donde intentando capturar el momento me limité a unas cuantas creyendo equivocadamente que “tendría tiempo de regresar y registrar con más detalle” los espacios internos y externos que derivan de esta obra. Nunca hubo el tiempo, la cantidad de días en la ciudad y la cantidad de espacios a recorrer y experimentar, además de los otros compromisos que me llevaron a Venecia, terminarían por consumirlo todo.

A menudo me enfrento, reconociendo mi lupa personal en el disfrute y apreciación de la arquitectura, con las discusiones sobre el estilo y la defensa acérrima que la visión academicista de la ilustración, todavía prevaleciente en la óptica que la cultural occidental hace del término y su estudio. Sin contradecir en absoluto los profundos y complejos estudios que existen sobre el tema, ni denostar de ninguna manera la muy profesional opinión de amigas, amigos y colegas dedicados a ello, cuando se me presentan experiencias que combinan todas las emociones espaciales que mis sentidos pueden captar con la serenidad y oficio del maestro constructor, que ensambla las piezas del rompecabezas de forma pertinente, con fe y orgullo en su quehacer, entonces encuentro que la arquitectura trasciende el estilo, convertido entonces en un breve gesto ideológico de momento.

Y aprovechando el momento, retomo la idea Miesiana sobre los materiales “preciosos y precisos” para cerrar la reflexión de hoy de la siguiente manera: los materiales preciosos y precisos son todos: tierras, palos, piedras, metales. ¡Ah, pero la búsqueda inagotable para combinarles convirtiéndolos en configuradores de espacio!

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Sullivan: Lecciones para el jardín de niños https://arquine.com/sullivan-lecciones-para-el-jardin-de-ninos/ Fri, 05 Nov 2021 16:13:16 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/sullivan-lecciones-para-el-jardin-de-ninos/ Ni la arquitectura ni los arquitectos son nunca neutrales. Se toma postura y se trabaja a partir de ello. Las consecuencias pueden ser variadas, ya que lo que hoy es válido, mañana será cuestionado por las siguientes generaciones, y aquello que es cuestionado en su momento, puede terminar convirtiéndose en un valor cultural posteriormente.

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Es 1904 y Chicago se despierta. La ciudad ubicada en la punta sur del lado Michigan, se ve cruzada en su retícula rigurosa por la ondulación del río. Ese río que vertía sus aguas al lago y, por cuestiones de higiene, la visión racionalista de la época transformó la pendiente y el flujo de agua en sentido opuesto —¡ay la prepotencia humana! Pero si la ciudad bebía de las aguas del lago, y vertía sus desechos al río, literalmente se hidrataba con su propia escoria.

En ese juego de contrasentidos, una peculiar edificación atraía a quienes caminaban por la acera de la avenida State hacia el cruce con Madison. El basamento del edificio, recubierto por una compleja enredadera de hierro fundido chapeada en bronce, marcaba el acceso en la esquina, sosteniendo un gran cilindro que contrastaba con la ortogonalidad de las fachadas que daban a cada una de las calles mencionadas. Los originalmente almacenes Schlesinger & Meyer acababan de ser adquiridos apenas un año antes por Carson, Pirie & Scott para ofrecer productos a la dinámica población de la ciudad ventosa.

El volumen se alzaba 12 niveles por encima de la calle, de los cuales los dos primeros formaban el gran exhibidor de mercancía que se abría a la ciudad por medio de los enormes ventanales. Encima de este basamento de hierro y cristal, una red revestida por ladrillo ceramicado en blanco, reflejaba claramente la expresión de los marcos estructurales de acero, que permitían la mayor flexibilidad posible hacia la espacialidad interior, al mismo tiempo que generaban la superficie de cerramiento, resuelta con cristales planos dividiendo el vano en tres partes: dos laterales cuya función en guillotina proveían la ventilación adecuada, y una central fija que garantizaba la mayor penetración de luz natural por cada hueco hacia el interior de los almacenes. En el último nivel, la gran retícula se detiene para remeter el paño de la fachada y sombrearlo con una cornisa. De esta manera se resalta el carácter más privado de las oficinas administrativas y se remata la verticalidad del edificio. Cada sección expresaba en el volumen su función. Desde la enorme enredadera metálica del basamento para atraer la atención del viandante ante el detalle, hasta la luminosidad de la blanca cerámica que además de su labor estética cumplía con la función reglamentaria de recubrir la estructura de acero para retardar los efectos del calor en caso de incendio, la composición de la fachada acentuaba el aforismo más famoso del autor: “Form ever follow fuction”.

Louis Henry Sullivan no era de Chicago. Nacido en Boston, Massachusetts, había tenido la oportunidad de estudiar y viajar por Europa, de la que regresó lleno de inquietudes creativas propias de un espíritu rebelde. El incendio acaecido hacia 1871 en Chicago abrió un sinfín de oportunidades a jóvenes arquitectos y constructores. De las cenizas provocadas por un fuego que cabalgó sobre los vientos del norte para esparcirse por gran parte de la urbe, surgiría la creatividad propia de una economía alimentada por el tránsito de mercancía entre el oeste y sur agrícolas, y el este industrial de la joven nación norteamericana.

A las ideas propias de Sullivan y su socio Adler, se sumaban las propuestas estructurales de William Lebaron Jenney, la audacia interpretativa de Hollabird y Roche, la creatividad de Hood combinada con el oportunismo de Burnham, y la frescura que el historicismo neorrománico interpretado por Richardson aportaba al agotado academicismo neoclasicista defendido por el Statu Quo Financiero.

Sullivan no era fácil. Formado con una mentalidad que prioriza el discernimiento a la obediencia, cuestionaba severamente las reglas establecidas y asumía una postura “contracorriente” ante ellas. Para él, la educación del momento era un instrumento coercitivo ante la creatividad, y veía con esperanza un futuro donde la enseñanza se transformaba democráticamente, para permitir el desarrollo pleno y creativo de cada individuo. Tras la exposición internacional dedicada a Colón, en 1893 y celebrada en Chicago, acusó severamente a Burnham y a la organización de la feria, por haber cedido la imagen propia de la ciudad, para caer en un historicismo clasicista veneciano, sentenciando que la arquitectura tardaría más de medio siglo en recuperarse.

A partir de sus escritos, de los cuales los más conocidos se titulan Pláticas del jardín de niños, el ejercicio de discernimiento le lleva a proponer una perspectiva organicista, en donde las formas de la naturaleza, viva o inerte, respondían inevitablemente a la función de éstas, aseverando que la forma solo debe cambiar, si cambia la función para la que ha sido evolucionada. Había que seguir simplemente las leyes de la Naturalez. Luego, su frase sería reinterpretada no de forma orgánica, sino desde una perspectiva reduccionista hacia un racionalismo mecánico, hasta que Wright, quien aprendió arquitectura en su taller, pudo finalmente ya en su madurez, descubrir las enseñanzas de su querido maestro (como llamó siempre a Sullivan) y retomar el organicismo a su manera.

La toma de postura de Louis Henry, su vehemencia y radicalismo para defenderla, no eran ajenas a las que, en Europa, defendían con la misma intensidad personajes como Klimt, Olbrich o Hoffmann en Viena a través de la Secesión, por mencionar otro ejemplo de antiacademicismo. Sin embargo, en la lucha epistémica entre la visión de orden y estilo que clamaban los Académicos, y la evolución constante de un lenguaje en función de un organicismo sistémico, terminó prevaleciendo el primero, lo cual acabó costándole a Sullivan.

Relativamente poco tiempo después de la flamante inauguración de los almacenes Carson, Pirie & Scott, los encargos se fueron esparciendo y distanciando, hasta que el originario de Boston tuvo que abandonar su taller ubicado en otro de sus edificios emblemáticos, el Auditorium Building. El creer fervientemente en los principios de su propia filosofía, le llevó finalmente a la ruina y al abandono. Al final, la arquitectura que le sobrevivió siguió siendo utilizada y, aquella que no fue demolida por la vorágine inmobiliaria que persiguen las finanzas de la obsolescencia planeada, terminó convirtiéndose en referencia patrimonial dentro del contexto de las ciudades donde ha sobrevivido.

No deja de ser curioso cómo alguien que defendió el individualismo prototípico de la cultura estadounidense, que termina siendo uno de los rasgos característicos del prototipo de éxito en su país, terminó siendo abatido en su momento por el simple hecho de entender ese individualismo fuera de los parámetros aceptados por el sistema. Sin embargo, estemos de acuerdo o no con su filosofía y la de su época, lo que Sullivan nos enseña es que, si se es coherente y si se cree en algo con fundamentos y firmeza, hay que llevarlo puesto hasta las últimas consecuencias.

Ni la arquitectura ni los arquitectos son nunca neutrales. Se toma postura y se trabaja a partir de ello. Las consecuencias pueden ser variadas, ya que lo que hoy es válido, mañana será cuestionado por las siguientes generaciones, y aquello que es cuestionado en su momento, puede terminar convirtiéndose en un valor cultural posteriormente. ¿De qué manera queremos estructurar la formación de nuestras futuras generaciones? ¿Será cargando el péndulo hacia el discernimiento, la evolución y el aprendizaje perene, o hacia el rigor estático de una sola idea dogmática y preestablecida?

Yo prefiero inevitablemente la primera, y asumo las consecuencias ante la contradicción de ser un académico, anti academicista.

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