Resultados de búsqueda para la etiqueta [Espacios para el aprendizaje ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Fri, 08 Jul 2022 07:22:39 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 Enseñanzas instantáneas: la arquitectura en tiempos de YouTube https://arquine.com/ensenanzas-instantaneas-la-arquitectura-en-tiempos-de-youtube/ Thu, 04 May 2017 23:09:05 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/ensenanzas-instantaneas-la-arquitectura-en-tiempos-de-youtube/ Al tiempo que las nuevas plataformas en internet modifican la forma en la que se percibe la realidad, la pedagogía y la producción de la arquitectura parece poner en crisis viejas fórmulas mientras arquitectos como Frank Gehry se atreven a dar clases a través de YouTube, ¿realmente es una manera posible de enseñanza?

El cargo Enseñanzas instantáneas: la arquitectura en tiempos de YouTube apareció primero en Arquine.

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Hay en YouTube una entrevista al escritor Isaac Asimov que, fuera de contexto, se reproduce ocasionalmente por las redes sociales. En ella, Asimov asegura que el futuro —lo que podría ser nuestro presente— pasa por un mundo donde el acceso a la información sea posible sin esfuerzo desde cualquier lugar —lo que podría ser nuestro internet—. Ello permitiría reformular completamente los criterios con los que el aprendizaje se realiza.

¿Llegó ese futuro? Mientras los sistemas educativos —de la primaria a la universidad— aparecen estancados aún hoy en viejas pautas que no hacen sino replicar viejas fórmulas sin ponerlas en cuestionamiento que, en el caso específico de la enseñanza de la arquitectura, se basan, tal y como criticaba Juan José Kochen en un reciente Arquine Jams, en una ficción según la cual la arquitectura no se enseña bajo lógicas que permitan plantear preguntas, formulaciones y cuestionamientos críticos, sino que todo el desarrollo se centra en una simulación de lo que “debe” ser un arquitecto y en la que el proyecto centra gran parte del esfuerzo de un estudiante que corre el riesgo de asumir que sólo así se puede “ser” arquitecto. Ésa sería una visión que excluye otras muchas. Así, y en términos prácticos yo mismo estaría lejos de haber sido un caso exitoso pues orienté mi práctica hacia temas más tangenciales y periféricos y abandoné aquello que escuche a un profesor era lo que debía ser la arquitectura: el diseño de edificios.

Video de Arquine Jams | Aprendiendo arquitectura (Haz click sobre la imagen para reproducirlo)

 

En realidad, la arquitectura, como otras muchas disciplinas, se centra, aún hoy, en las figuras del maestro, como aquel que tiene el conocimiento, y del aprendiz, quien debe poner su esfuerzo en la reproducción de modelos “clásicos” que idealizan, frecuentemente, la arquitectura como un proceso de gran esfuerzo mental. Por ello, y volviendo a Asimov, la red es hoy vista como una oportunidad y como una amenaza, en la medida que el profesor deja de tener la autoridad completa sobre la producción de un conocimiento que se encuentra, además, alterado y desordenado y donde las cosas ya no siguen viejas secuencias lógicas o históricas. Hoy fenómenos como Pinterest ofrecen a los alumnos un catálogo completo de soluciones que —más o menos torpemente— “sólo” deben copiar y acoplar como parte de su trabajo. En un momento donde todo está —no necesariamente de forma correcta— a golpe de click, urge pensar en qué significa esto para la comprensión y la producción de la arquitectura.

Captura de pantalla 2017-05-04 a las 2.10.23 p.m.Resultados para la palabra “Arquitectura” en Pinterest

 

A ello hay que sumar que los que vivimos embebidos en las redes sociales –los llamados nativos digitales– somos acusados de hacerlo en un presente eterno y no preocuparnos por adquirir un compromiso real hacia el futuro, saltando de una idea a otra de forma continua y fugaz. ¿Cómo operar entonces con el compromiso de una carrera de fondo como es arquitectura? Dice Meredith Haaf en Dejad de lloriquear que somos una generación “con una juventud dorada”, pero también una “cuyas perspectivas de futuro a corto y largo plazo son todo menos brillantes”. De ser así, de ser conscientes de esta falta de futuro, ¿es realmente posible involucrarse con algo de forma plena? ¿No será que la apatía asociada a esta generación no es sino la consecuencia de haber sido inundados con muchas posibilidades que hoy aparecen muchas veces bloqueadas? Y si, además, tenemos acceso a una ingente cantidad de información, donde una nueva idea desplaza a otra, ¿elegir no se torna casi siempre una tarea complicada?

El mundo ya ha cambiado. Apunta María Buey que las lecturas que hacemos de las cosas ya no pueden ser igual pues, como asegura Luciano Concheiro en Contra el tiempo, la información no nos llega hoy como si pasáramos de una página a otra —como sería en un libro— sino que se superpone y se cuela a través de múltiples estímulos: redes sociales, webs, etc. La atención, en definitiva, está sobreestimulada y alterada.

Aún existen reticencias que asumen que la arquitectura –la universidad más bien– necesita de sus propios espacios, ajenos a lo que pasa y con tiempos de producción basados, claro está, en el compromiso y el esfuerzo constante hacia la meta de la excelencia. Y es importante establecer estas críticas. Como expone Francisco Valdivia en ArchDaily tenemos que tratar de entender qué está pasando antes que sea demasiado tarde. En su texto, Valdivia se lamenta que sus alumnos ven la carrera de arquitectura de la misma manera que acceden a Netflix o a Uber: lo queremos ya y de la forma más accesible posible, fuera de las frustraciones y limitaciones que supone el esfuerzo de dedicarse a una carrera demasiado larga sin satisfacciones a corto plazo y lo mismo para un el modelo universitario con horarios regulados. Su forma de pensamiento se encuentra, como decíamos antes, alterada por las nuevas tecnologías, que imponen una inmediatez de tiempo a la que la universidad no estaba acostumbrada: si necesitamos más clases, sólo habría que escribir al profesor a su correo para que nos las ponga; si no me gusta este profesor, tendría que poder votarla con una carita enojada o con pocas estrellas. Clases a la carta y la universidad como un servicio, pues.

Y si bien Valdivia acierta al ver de dónde viene el modelo –las nuevas apps y plataformas de internet ha transformado la universidad y sus profesores y sus estudiantes están ya afectados por ello–, quizá hubiera que entender que lo que es visto como un problema por muchos es también una realidad de nuestro tiempo de la que no podemos escapar y desde donde estamos obligados a pensar en nuestro trabajo. Quizás por ello en el último LIGA interludios, los arquitectos de MAIO, Anna Puigjaner y Guillermo López, se atrevían a mantener Remotos una conversación por WhatsApp limitada exclusivamente al uso de imágenes, negando la presencia del texto. El resultado daba lugar a equívocos, malentendidos que, como dijo Puigjaner, deberían afectar de algún modo a la forma en la que la arquitectura se materializa en nuestra producción, es decir, no podremos huir de la instantaneidad y las nuevas formas de lenguaje que determinan estás herramientas, pues ya forman parte de nosotros mismos.

Captura de pantalla 2017-05-04 a las 1.58.33 p.m.Imagen de Interludio Remotos | Curado por LIGA Espacio para la arquitectura DF + Paula García Masedo

 

Es un momento estimulante y toca tomar posición mientras las líneas se siguen definiendo: o vemos la universidad como un escenario autónomo que “ensaya” el proyecto o nos empapamos por completo de las nuevas fórmulas instantáneas. La solución no es fácil y no es una u otra, sino una posición intermedia que tome cosas de todas las partes, que asuma que el mundo ya ha cambiado y seguirá cambiando. Es difícil, pero es o eso o apuntarnos a las clases que un octogenario Frank Gehry metido a youtuber que, a la forma de un tutorial para aprender a tocar un instrumento o maquillarse para estar a la moda, ofrece el acceso al conocimiento de la arquitectura por una módica suscripción. Quizás, así, si acierta y tiene éxito, sabremos entonces que ser arquitecto era casi tan fácil —y cuestionable— como acercarse a una pantalla.


 

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Espacios para aprender https://arquine.com/espacios-para-aprender/ Sat, 31 Aug 2013 14:34:14 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/espacios-para-aprender/ Una escuela no es un edificio, como edificio es tal vez sólo un recinto, pero su arquitectura es mucho más compleja. El edificio es parte de un dispositivo que produce y reproduce humanos.

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Una escuela no es un edificio. Lo mismo se puede decir de otras especies de espacios: la biblioteca, el templo o el teatro, por ejemplo. La imagen romántica de un grupo de niños sentados bajo la sombra de un gran árbol escuchando al anciano del pueblo y aprendiendo de él nos lo enseña: es el acto que pone en relación al aprendiz con el maestro —o al lector con el libro, al creyente con sus dioses o al actor y a su público—, la acción y no el espacio; el acontecimiento —como afirmaba Tschumi— y no el edificio. En principio suscribo la idea. Pero hay que pensar también lo contrario: que los espacios o bien nos imponen usos y costumbres que nos hacen actuar de cierta manera y no de otras, o bien nos permiten e incluso nos invitan a inventar otras formas de ocuparlos. Por eso la arquitectura —y aquí hay que hablar de la arquitectura sin arquitectos: más allá o más acá del celo y del ego profesionales— también juega un papel en la enseñanza. No en balde Foucault ponía a la escuela junto al hospital, al monasterio, al cuartel y, finalmente, a la prisión, como ejemplos de esos dispositivos cuya función era disciplinar al cuerpo: siéntate derecho; no te muevas; pon atención. Ésas máximas de cierta rudimentaria pedagogía parecen estar inscritas en la forma misma de nuestras escuelas. Desde su escritorio, muchas veces elevado sobre una tarima, el profesor profesa la misma vocación del guardia en el panóptico: vigila y castiga. También enseña, claro, pero eso podría hacerlo en condiciones distintas: en un salón sin sillas ni pupitres fijos, como en las escuelas que se llaman a sí mismas activas, o bajo la sombra de un árbol. En cualquier caso la escuela es una fábrica: produce cierto tipo de humanos. Eso es claro en el edificio de la Bauhaus diseñada por Gropius, de la que Mark Wigley dice que es, literalmente, una fábrica que producía diseñadores para exportar al mundo entero —allá va Bertrand Goldberg a Chicago, Mizutani Takehiko a Japón o Michael van Beuren a México. Pero también podemos verlo en las escuelas rurales prefabricadas y producidas en serie en México, con el diseño —más bien: la estrategia— de Pedro Ramírez Vázquez.

Entonces, la escuela como edificio es tal vez sólo un recinto, pero su arquitectura es mucho más compleja. El edificio es parte de un dispositivo que produce y reproduce humanos pues, como escribió Jean François Lyotard, nosotros no nacemos humanos como los gatos nacen gatos —con unos minutos de diferencia. Producir un humano no es mero asunto biológico: lleva tiempo. Y la escuela —de nuevo: como un dispositivo y no sólo como edificio— es parte fundamental de ese proceso. Es un espacio, sin duda, pero también uno social, cultural y sobre todo político, en el más amplio sentido del término: como explica Peter Sloterdijk, la política es “el arte de una comunidad humana de repetirse en las siguientes generaciones”. Parafraseando la clásica cita de Churchill: formamos espacios que después nos forman a nosotros, ahí nos conformamos —en varios sentidos: nos damos forma los unos a los otros, nos damos por satisfechos, llegamos a estar de acuerdo. En la política clásica, la escuela es el lugar de la paideia: de la construcción del miembro ideal de la polis; y en la política de las cosas de la que habla Bruno Latour, la escuela es sin duda un sitio privilegiado de la asamblea: uno de esos sitios en los que “hablamos, decidimos, votamos y somos concebidos,” con “su propia arquitectura, su propia tecnología del discurso, su complejo juego de procedimientos, su definición de la libertad y del dominio, sus modos de reunir a los interesados y lo que les interesa”. En la escuela, pues, como edificio y sobre todo como dispositivo en este sentido amplio, la arquitectura se encuentra con una de sus dimensiones políticas, comunitarias y éticas fundamentales.

En su número 65, Arquine toca a la escuela desde varios aspectos. Por supuesto hay proyectos: grandes y pequeños, monumentales y otros básicos —y no sólo por su técnica o su apariencia sino por el papel que juegan: son soportes de lo que vendrá después. Algunos de esos proyectos son ejemplo de una doble enseñanza: han sido realizados por jóvenes en su etapa formativa y el aprendizaje así resulta doble: para el arquitecto en ciernes y para la comunidad con la que trabaja. También se dedican algunas páginas a reflexionar sobre el aprendizaje y la enseñanza desde la arquitectura —para arquitectos o no. Además, en las próximas semanas, en este sitio, iremos ampliando la discusión sobre este tema que, sabemos, es hoy —en general y en particular en México— de particular importancia: la manera como imaginamos ese espacio y esas arquitecturas que sirven para ayudarnos a imaginarnos a nosotros mismos como lo que somos y lo que queremos y podemos ser.

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