Resultados de búsqueda para la etiqueta [Ensayo ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Fri, 08 Jul 2022 07:36:37 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.2 No más genios ni actos heroicos de los arquitectos por descubrir el hilo negro https://arquine.com/no-mas-genios-ni-actos-heroicos-de-los-arquitectos-por-descubrir-el-hilo-negro/ Wed, 02 Mar 2022 07:00:12 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/no-mas-genios-ni-actos-heroicos-de-los-arquitectos-por-descubrir-el-hilo-negro/ No hay ningún hilo negro qué descubrir y S-AR lo entiende muy bien: la arquitectura es un hecho de colaboración humana, sensible y abierta. Necesaria, real y valiosa.

El cargo No más genios ni actos heroicos de los arquitectos por descubrir el hilo negro apareció primero en Arquine.

]]>
Este texto forma parte del libro S-AR.

Puedes adquirir tu ejemplar aquí.

Conocí a S-AR en el año 2016, cuando participaron como expositores en una plataforma de pensamiento y crítica arquitectónica llamada LIGA I ESPACIO PARA ARQUITECTURA, lugar que abrimos hace algunos años mis socios y yo. A partir de ese momento, nos dimos cuenta de que este equipo de Monterrey tenía ciertos intereses que nos parecían auténticos y que valía la pena exponer para reflexionar sobre ellos. Desde entonces, S-AR ha desarrollado, depurado y ampliado estos intereses hasta formar un cuerpo de pensamiento propio acerca de lo que considera arquitectura. A partir de esta postura, S-AR ha hecho eco de sus ideas difundiendo tanto su trabajo material como textos propios. Además, esto se ha enriquecido con colaboraciones de especialistas a quienes también han invitado a escribir. Las entrevistas y ensayos, aparecidos en diversas publicaciones, han dado nuevas lecturas a su obra y pensamiento. El espectro, pues, no ha hecho otra cosa que aumentar.

Los temas que S-AR aborda van desde la utilización de materiales y tecnologías adecuadas, hasta la vinculación de éstas con la gestión económica del tiempo, así como del capital humano y pecuniario. Esto no es otra cosa que mostrar la secuencia lógica y adecuada de una obra en función de su contexto geográfico, económico y social. Es decir, S-AR nos muestra la importancia del paso del tiempo, su trascendencia y duración, en una obra donde la arquitectura se entiende como un traductor de información y como un ente organizador.

En palabras de S-AR, la forma sigue al conocimiento y la función a la persona. La arquitectura no es otra cosa que la constructora del espacio: la que reconfigura el vacío por medio de la técnica y el entendimiento de los materiales y la forma en que se utilizan, se piensan, se configuran, se reconfiguran y se traducen por nosotros.

Todos estos componentes cobran sentido una vez que se articulan, se enfrentan y se confrontan, pues generan un conjunto significante. S-AR explica cómo estos intereses se pueden organizar por medio de tres aspectos: ideas —la mente colectiva que imagina—, materia —los recursos disponibles— y personas —la gestión del trabajo humano—. En esta serie de interacciones reside la importancia de los proyectos y el verdadero punto de reflexión en torno a la arquitectura: el entendimiento de que, a través de la diversidad de las distintas partes, se construye una idea, y que ésta complementa y completa la visión del mundo al que pertenecemos.

Álvaro Siza ha escrito que no le gustaba diseñar sólo con sus propias manos, ya que piensa que es una forma de esterilizar al diseño. Siza cree en la interacción necesaria de las cosas, donde cada elemento se transforma cuando se relaciona con otro y, por lo tanto, se resignifica. Considera que la arquitectura se vuelve inteligente cuando se entiende a través de varios personajes. Esto la pone en perspectiva, no bajo una visión unilateral y limitada.

Para afirmar esta idea, podemos citar a Jacques Lacan, quien investiga la relevancia de la correspondencia, la dependencia y la construcción a través de los complementarios. A diferencia de Freud, Lacan, refiriéndose a cómo se construye el mundo del ser humano, estaba en contra de encarar el problema del ego como si éste estuviera aislado y no fuera algo que se articula dentro de la complejidad del mundo. Para él, entender al ser de esta manera le quitaba perspectiva. Al tratar al ego como algo separado, éste se descontextualizaba y cegaba al análisis, pues la falta de interacción en el contexto lo volvía fácilmente manipulable y, por lo tanto, poco consciente de sí. El problema radicaba en un análisis autónomo del ego. Lacan trataba de explicarlo por medio de la figura de lo dionisíaco, representación del subconsciente, y lo apolíneo, representación del ego: la separación de estos polos provocaba un ser desequilibrado. En la consciencia de ambos polos se encuentra el entendimiento del ser y, por ende, el balance ideal.

La arquitectura no está lejos de la perspectiva de Siza ni de Lacan, ya que no la podemos entender mediante elementos autónomos ni decisiones aisladas. No podemos pensarla únicamente en términos de materia, de estructura, de función o de estética. Por separado, cada uno de estos elementos genera una lectura fragmentada y fracturada, no sólo de la arquitectura sino de nuestro ser en el universo.

Por eso, cuando vemos una obra de arquitectura la entendemos a partir de la relación que tiene con su contexto inmediato y con quien la vivirá, porque necesitamos del otro para darnos cuenta de las cosas: el mundo se define por su contexto en oposición y equilibrio. La arquitectura entendida así se vuelve un potenciador de situaciones. Comprendiendo los componentes se genera un diálogo en el que se construyen espacios de reflexión, una que nos permite comprendernos a nosotros mismos por medio de la otredad, aquello que promueve otros niveles de consciencia de ser y de estar en el mundo.

Bajo el pleno entendimiento de esta relación básica pero fundamental entre complementarios, está el principio de la arquitectura
no sólo como una actividad que se encarga de producir refugios o volúmenes estáticos sino espacios vinculados a la propia experiencia humana que podemos tener en ellos y con ellos. Algo tiene un significado porque está en función de otros significantes. Por lo tanto, el yo no es otra cosa que su relación con el otro, así como las cosas son por su relación con lo demás.

Así pues, la arquitectura se convierte en una interface, en una gestora de lo que, a través de ella, pasa en el mundo. A través de la sensibilidad, se vuelve generadora de oportunidades, una consciencia de los elementos que la conforman. Al respecto, Vladimir Kaspé utilizaba el término de simultaneidad, el cual plantea la importancia de observar de manera integral todos los aspectos dentro
de la obra, ya que consideraba a la arquitectura como un todo, un espacio de simultaneidades donde todos los aspectos tienen su
propio lugar. Esto promueve una gran vitalidad incluyente, provocando una serie de encuentros entre cuerpos híbridos y ambiguos.

Sin embargo, en toda interacción entre partes distintas aparecen dificultades, contradicciones y complejidades que, más que coartar las relaciones, iluminan el pensamiento más allá del fenómeno arquitectónico, porque nos llevan a pensar atenta y detenidamente sobre nosotros mismos. Esto nos obliga a permanecer activos y abiertos ante la vida, no inertes.

Por eso, diseñar es saber escuchar, saber ver, saber hacer, saber. Es el resultado de entender al entorno para incorporarlo, comprendiendo las voluntades propias de cada componente. Al final, las cosas terminan cohabitando en equilibrio no porque que sean elementos aislados y estáticos sino, al contrario, porque están “aparentemente estáticos” trabajando en conjunto. El balance no es el resultado de un comportamiento inmóvil de cada cosa sino el trabajo exacto, preciso y milimétrico de las fuerzas y voluntades de cada dispositivo que se comunica en perfecta armonía: en una tensión y ritmo justos. Por lo tanto, ¿cómo operamos los arquitectos? ¿Innovamos por medio de ideas que aparentemente surgen de la nada o del entendimiento que se construye al poder escuchar, entender, saber  y conocer las cosas? ¿Es a través del conocimiento técnico que podemos ser capaces de gestionar, organizar, reconfigurar y, por lo tanto, producir algo significante? El significado, me parece, es algo que sucede cuando se mira, se escucha y se pone en acción el conocimiento teórico o técnico, sin prescindir, por supuesto, de la emoción humana.

Aunque la idea de una arquitectura entendida desde la complejidad de sus partes pareciera muy obvia, hoy en día, con la vorágine
de las distintas plataformas de arquitectura que basan su proyección y contenido en imágenes hiperrealistas que se obtienen a una velocidad inhumana, se supone algo falso: que la arquitectura es inmediata, fácil y banal. Pero las ideas que se exponen así son ejercicios meramente formales que se quedan en el espacio virtual e imaginario que poco tiene que ver con la realidad. Entonces, es relevante detenerse a pensar de nuevo en los fundamentos básicos de la profesión. Al final, no se trata de parecer anacrónicos e ignorar los beneficios tecnológicos sino de entender que el principio básico de la arquitectura está en la colaboración y la retroalimentación; en la arquitectura vista como un principio elemental y esencial de comunicación humana. Los medios con los que trabaja la arquitectura obviamente irán evolucionando, la forma en cómo se relacionan éstos también, pero la necesidad del uno con el otro no cambiará. Aunque así lo pareciere, la tecnología no sustituye el
principio básico del oficio: el diálogo carnal y sensible con todas las aristas del proyecto.

No hay ningún hilo negro qué descubrir y S-AR lo entiende muy bien: la arquitectura es un hecho de colaboración humana, sensible y abierta. Necesaria, real y valiosa.

El cargo No más genios ni actos heroicos de los arquitectos por descubrir el hilo negro apareció primero en Arquine.

]]>
Revisión de ficciones https://arquine.com/revision-de-ficciones/ Fri, 13 Apr 2018 17:30:42 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/revision-de-ficciones/ Aproximarse al pasado y a sus múltiples documentos, en este caso al edificio, es ejecutar una medición de realidades políticas y afectos ciudadanos cuya caducidad no los vuelve menos objetivos.

El cargo Revisión de ficciones apareció primero en Arquine.

]]>

En las páginas de Arquitectura del fracaso (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2017) dedicadas a los hitos del urbanismo y la arquitectura moderna en México, tales como la Torre Latinoamericana y el Sistema de Transporte Colectivo Metro, Georgina Cebey establece, sostenidamente, que la influencia del Estado priísta fue positiva no sólo en la práctica arquitectónica de una época, sino también sobre las ideas que se tuvieron sobre el progreso modernizador. La autora, antes de delatar la ficción que residió en esos discursos, los de la conformación de la democracia posrevolucionaria y el subsecuente desarrollismo económico, observa en ellos lo que tuvieron de verdad, procedimiento por el cual identificamos en Cebey a una historiadora rigurosa.

Aproximarse al pasado y a sus múltiples documentos, en este caso al edificio, es ejecutar una medición de realidades políticas y afectos ciudadanos cuya caducidad no los vuelve menos objetivos. Al margen de las estructuras físicas que Cebey revisa, aparecen como hechos comprobables lo que estas encarnaron: la novedad, un signo irrefutable de bonanza, la evidencia de que México, al tiempo de solidificar su identidad patria, estaba ingresando a las dinámicas urbanas y económicas de regiones como Washington y Nueva York. Un rascacielos en la capital representó la primera oportunidad de muchos, si no es que la única, de mirar el paisaje desde el cielo, ya que varios no tenían los recursos para viajar en avión, mientras que una alternativa subterránea de movilidad era el encuentro de los mexicanos con la velocidad así como una razón para enraizarse en su pasado prehispánico. Las excavaciones del Metro fueron la razón de ciertos descubrimientos arqueológicos que terminaron acelerando la institucionalización del indigenismo, ya iniciada por el Museo Nacional de Antropología e Historia.

Este cruce entre edificios, procedimientos burocráticos con los que el gobierno consolidó sus ficciones y las ansiedades que fueron generándose en la sociedad todavía es tangible en el México contemporáneo. En el texto “El Museo de Arte Moderno, una caja de cristal” se lee un dato cuya vigencia persiste. Cebey nos dice que el MAM, estructuralmente, mantiene un diálogo con la revolución que el cristal representó para la arquitectura. La transparencia y la ligereza fueron también motivos de otros proyectos museísticos, como el Museo Guggenheim de Frank Lloyd Wright o la Galería de Berlín, de Mies van der Rohe. La ironía es que el programa curatorial con que inició era totalmente tradicionalista. Tanto, que no se contempló una bodega en la que se albergara arte moderno porque, de hecho, al Estado nada le interesaba menos que el arte moderno. Cebey comenta: “A unos días de ser inaugurado, el acervo del museo era apenas una idea amorfa, incapaz de dar identidad o definir al recinto. Esto se debía, en buena medida, a la falta de una política de adquisición de patrimonio moderno por parte del INBA, para quien el arte era, ante todo, una estrategia de difusión de un discurso hegemónico”. Entre exposiciones que aseguran las filas de asistentes pero no la estimulación de un programa que estimule el pensamiento crítico en el espectador, el INBA, actualmente, recibe denuncias por el incumplimiento de pagos y la precarización del trabajo en la cultura.

Si bien Arquitectura del fracaso dialoga con una tradición de cronistas conformada por Carlos Monsiváis, Juan Villoro, Elena Poniatowska y Héctor de Mauleón, podemos decir que Cebey no se comporta como una turista de la modernidad, como una apologista del milagro mexicano. Arquitectura del fracaso se trata de una revisión ideológica de un conjunto de obras que abrieron una serie de procesos económicos y políticos cuyas encarnaciones arquitectónicas terminaron siendo los traumas de la historia. La crítica de Cebey está enunciada desde un momento temporal muy específico, el de la guerra contra el narcotráfico, la especulación inmobiliaria y el neoliberalismo. A partir de su comentario del Museo de Arte Moderno, aparece la ciudad que comienza a definir el presente tanto de su escritura como de la realidad actual de los capitalinos. Se trata de la ciudad en la que las ruinas de la modernidad son más evidentes, como sucede con Insurgentes 300, más conocido como el Edificio Canadá. Esta estructura se inserta en un orden simbólico que atañe más a las transformaciones de la ciudad que comenzaron a obedecer al cruce entre capitales públicos y privados. Insurgentes 300 es una especulación cuya novedad fue la de proponer que su regulación no recaería en un solo dueño, sino en 420 de estos. Proponiendo una dilución entre vivienda, comercio y despachos jurídicos, el edificio tuvo una etapa de estabilidad hasta el terremoto de 1985, año en el que comenzó a carcomerse. El laberinto jurídico de haber involucrado a 420 propietarios fue uno de los causantes. También, la indeterminación de sus funciones (la diversidad de los ocupantes terminó provocando que el edificio fuera un mero generador de conflictos, una nada). Cebey también atiende el Memorial a las Víctimas de la Violencia, un objeto a cargo del despacho Gaeta-Springall. Para la autora, resulta significativo que un memorial se haya levantado en un terreno dado por Felipe Calderón, el iniciador de una guerra cuyas víctimas aún no han sido nombradas, ni siquiera en la superficie de una obra que pretende recordarlos. Más que un memorial, nos dice Cebey, se trata de un monumento con el que el mismo gobierno cierra sus responsabilidades ante los cuerpos que no están. Sus nombres, bajo la lógica federal (y de los autores) continúan siendo anónimos. La memoria demanda justicia, el monumento narra los logros de la gestión en turno. “El memorial sigue en pie, sin embargo, es difícil ver gente recorriéndolo. Los únicos sujetos que están ahí son los militares que lo cuidan. La imagen es elocuente. Lejos de considerar el memorial de Gaeta-Springall como una derrota, habría que reconocer que al menos logra expresar con contundencia espacial  el fracaso del sexenio calderonista”, remata Cebey.

 

Adenda. 

Arquitectura del fracaso es un título que obtuvo el Premio Nacional de Ensayo Joven José Vasconcelos 2017, convocado por la Secretaría de Cultura, el programa Cultural Tierra Adentro y la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca. Las primeras dos instituciones se encargaron de la formación editorial, así como de la publicación y la distribución, mientras que la UABJO debía pagar el premio. El 9 de abril, Georgina Cebey reportó desde su cuenta de Twitter que la universidad, tras muchas excusas de su burocracia, no le había depositado el monto del premio a un año de recibir el galardón. Cebey intentó comunicarse con el rector Eduardo Bautista, quien nunca respondió las llamadas. Días después la universidad pagó la cantidad correspondiente  (70,000 pesos). Conviene volver a la revisión de las ficciones modernas de Cebey y compararlas con la actual circunstancia de ella y de los trabajadores de la cultura. Después de la contundencia salinista que impulsó el Centro Nacional para la Cultura y las Artes y el Instituto Nacional de Bellas Artes, la queja, más no la legalidad, es el único respaldo para quienes construyen conocimiento.  

El cargo Revisión de ficciones apareció primero en Arquine.

]]>