Resultados de búsqueda para la etiqueta [Domus ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Fri, 08 Jul 2022 07:33:16 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 Domus, Tadao Ando a cargo de la casa https://arquine.com/domus-tadao-ando-a-cargo-de-la-casa/ Mon, 07 Dec 2020 02:10:04 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/domus-tadao-ando-a-cargo-de-la-casa/ El proximo editor invitado de Domus será Tadao Ando. Será interessante ver el nuevo rumbo que le dará el japonés, reconocido premio Pritzker de 1995, boxeador de origen y arquitecto autodidacta, fan de Le Corbusier y la máxima expresión del minimalismo de cambio de siglo. De momento ha declarado que está convencido que “la arquitectura puede cambiar el mundo” y la revista quizá pueda ser el canal para guiar ese cambio. 

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El proximo editor invitado de Domus será Tadao Ando. La revista milanesa fundada en 1928 por Gio Ponti ya cuenta con un destacadísimo elenco de directores que han sabido darle rumbo sin que la publicación pierda su identidad, siempre abierta a disciplinas afines a la arquitectura. A diferencia de Casabella —también fundada en Milán el mismo año— que se convirtió en portavoz dogmática de la arquitectura radical de los años cincuenta con BBPR —y posteriomente como Casabella continuità lideró la tendenza italiana de Aldo Rossi—, Domus supo sortear modas hasta convertirse en la vitrina de la posmedernidad ochentera.

 

Entre los directores que siguieron a Gio Ponti cabe estacar el liderazgo fugaz de Lina Bo (todavia no Bardi) en plena Segunda Guerra Mundial, mientras Ponti y la mayor parte de los arquitectos andaban entre partisanos combatiendo al fascismo. En ese periodo la redacción se mudó a Bérgamo, la pequeña ciudad mediaval amurallada al norte de Milán, desde donde Lina Bo redactaba, editaba y producía la revista con recortes de viejas publicaciones y con la misma disciplina con la que entró a trabajar en la oficina de Gio Ponti -el último humanista, como le gustaba presentarse a sí mismo- unos años antes. Días infinitos sin paga, para producir el mejor contenido de aquellos años. Con la posguerra siguieron otros directores, incluido un perido más de Gio Ponti, y las cartas de culto de Pierre Restany en los setenta.

En 1979, con la muerte de su fundador llegó a la dirección Alessandro Mendini, quien la convertiría en la bandera del posmodernismo. Con él los muebles del Grupo Memphis y Ettore Sottsass —que se ocupó del diseño de la revista— alegraron el panorama de un periodo de crisis económica y arquitecturas de papel. Mendini propició la arquitectura de los star-arquis con fotos, no de las obras, sino de los arquitectos en portada. Digamos que fue una versión milanesa de Andy Warhol. Ya en 1992 Vittorio Magnago Lampugnani le dio un giro más formal y académico y se apoyó con el diseñador Alan Fletcher, pasando a un periodo de expansión global. Le siguieron François Burkhardt y Deyan Sudjic con diseño gráfico de Simon Esterson, que respondió a estrictos requisitos de linealidad, simplicidad y facilidad de lectura. Por entonces la estructura editorial pasó a dar más espacio a las opiniones y análisis que sustentan los reportajes, con la intención de ampliar los horizontes de la revista a nuevos campos de interés como el diseño de automóviles y la moda. Luego Stefano Boeri fue editor de 2004 a 2007, cuando Domus se caracterizó por el interés en los grandes proyectos arquitectónicos y las nuevas fronteras del diseño y los aspectos geopolíticos, para entender donde y por qué se diseñan los objetos complejos. En 2006, la editorial decidió confiar un especial anual, “Domus copyright”, a un arquitecto internacional de renombre y Rem Koolhaas inauguró la iniciativa.

 

El relevo generación llegó con Joseph Grima en 2011 quien creó Domus Web, con el diseño de Dan Hill y los gráficos de Salottobuono. La mirada de Grima, como curador de exposiciones, llevó la arquitectura a sus bordes disciplinares mientras que la revista se expandía víricamente por todos los continentes. Cuando algunas publicaciones migraron al mundo digital o desaparecieron para dejar lugar a los portales y a las webs, que fragmentaron el contenido sin el cuidado editorial que hizo confiables a las publicaciones de referencia de aquellas décadas, Domus decidió tener su versión bilingüe italiana/inglesa y crear las domus alemana, rusa, china, árabe, israelí, coreana y latinoamericana. Domus aterrizó en México por unos años y un buen equipo de editores publicaron contenido local junto con el de la sede milanesa, para fundirse al poco tiempo con su homónima caribeña. 

Pero para algunos Grima fue demasiado lejos y Domus “ya no era una revista de arquitectura” asi que con la dirección de Nicola Di Battista, que ya habia estado en la subdirección en los noventas, se dio un golpe de timón muy consevador. Arropado con un Consejo de Maestros como Kenneth Frampton, Hans Kollhoff, Werner Oechslin, Eduardo Souto de Moura y David Chipperfield la publicación casi centenaria regresó a la tradición. Este 2020 Chipperfield ha sido el editor invitado —como parte de un proyecto de 10 años y diez editores invitados— y quien le cederá el mando editorial a Tadao Ando el próximo año. El enfoque de David Chipperfield y el consejo internacional que invitó (del que formo parte) ha privilegiado la arquitectura construida —como se refleja en las fachadas que ilustran las diez portadas consecutivas— se ha interesado en arquitectos con prácticas orientadas a la vivienda colectiva, y en los colectivos de arquitectas y arquitectos jóvenes de distintas geografías, con carácter local, que trabajan como activistas o realizan instalaciones temporales para lugares específicos. 

Será interessante ver el nuevo rumbo que le dará el japonés Tadao Ando, reconocido premio Pritzker de 1995, boxeador de origen y arquitecto autodidacta, fan de Le Corbusier (que hasta su perro corbu lo delata) y la máxima expresión del minimalismo de cambio de siglo. De momento ha declarado que está convencido que “la arquitectura puede cambiar el mundo” y la revista quizá pueda ser el canal para guiar ese cambio. 

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La carta de Jacques https://arquine.com/la-carta-de-jacques/ Mon, 02 Nov 2020 15:12:24 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/la-carta-de-jacques/ La revista Domus publicó una carta en la que Jacques Herzog responde a las preguntas de David Chipperfield sobre qué pueden hacer los arquitectos frente a la crisis ambiental, la desigualdad social, la pobreza o la crisis sanitaria. La respuesta de Herzog es tan honesta como cínica: nada.

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Querido David,

Me preguntas qué debemos hacer los arquitectos respecto a la inequívocamente innegable catástrofe ambiental. Acerca de la desigualdad social. Sobre la pobreza. Sobre la degradación de los recursos del planeta. Sobre la pandemia, que nos ha colocado en una situación casi irreal que exige una descripción. Todo esto manejado por líderes políticos cuyo cinismo y absurdas acciones avergonzarían a los hermanos Marx.

La respuesta, querido David, es: nada.

Ese es el primer párrafo de la carta que Jacques Herzog le dirige a David Chipperfield, quien durante este año funge como editor invitado de la revista italiana Domus. La carta de Herzog es brutalmente honesta y, al mismo tiempo, brutalmente cínica, al punto que se puede señalar a quienes ejercen la arquitectura de la manera que la presenta del mismo modo que lo hace con los políticos: su cinismo y absurdas acciones avergonzarían a cualquier Marx, sean Groucho, Gummo, Harpo o Chico, Zeppo o Karl.

¿Puede la arquitectura cambiar o anticipar algo?, pregunta Herzog. Y la respuesta es otra vez negativa: “Los arquitectos no podemos prevenir la comercialización del arte ni tampoco un crecimiento del mercado inmobiliario”, afirma, pidiéndonos aceptar que los efectos colaterales de un edificio como la Tate Modern son imprevisibles e inevitables. “Los arquitectos necesitamos clientes”, escribe, y se antoja pensar en un vampiro de película entornado los ojos mientras apresta los colmillos al cuello de su víctima diciendo “los vampiros necesitamos sangre”. A veces, dice, los encargos vienen de “gobiernos que no tienen los mismos estándares democráticos que tenemos en Europa.” Dejemos de lado el problema de determinar la propia regla como la única que mide, pues no importa: “¿alguna vez la arquitectura ha logrado cambiar a la sociedad?” No, responde de nuevo el reconocido arquitecto, “no podemos cambiar la sociedad pero podemos hacer una contribución tangible”. En ese momento las luces de un auditorio imaginario bajan de intensidad, se abre la elegante cortina de terciopelo rojo que está detrás del orador y comienza la proyección de imágenes que muestran las contribuciones tangibles del arquitecto. Proyectos realizados en el taller de diseño que desde hace veinte años enseña en la ETH de Basel, especialmente uno que propone “construir en lo construido”. Más tarde veremos las fotografías de una clínica construida hace también veinte años y que cambió la tipología hospitalaria. “La salud es un campo totalmente descuidado —dice. A los arquitectos rara vez se les permite involucrarse y, cuando lo hacen, no podían transformar al hospital en un lugar valioso y habitable.” La mayoría de los hospitales actuales, sigue Herzog, incluso los más reconocidos, están alojados en “aburridas cajas, feos monstruos afeados aún más por sus anexos”. Al parecer, esas feas y aburridas cajas se construyen o bien sin la intervención de ningún arquitecto o de algunos que no pueden convencer de abandonar su mal gusto a sus clientes —que obviamente necesitan. Porque todo esto es cuestión de gusto. “Deberíamos repensar radicalmente el uso del concreto —afirma—, no sólo porque queremos ser ambientalmente correctos” y proteger “preciosos recursos no renovables, como la arena y la grava.” Y claro que “podemos trabajar sin concreto, a menos que juegue un papel estético específico”. Papel que, sin duda, decidirá el arquitecto, y nada más. Más allá de las contribuciones tangibles, no hay mucho. Los escritos y teorías de arquitectura, incluidos los que él ha firmado, dice Herzog, sólo sirven como materia para disertaciones y exámenes. Nada más.

Podríamos imaginar a un famoso diseñador diciendo que, dadas las condiciones actuales del mundo, la industria de la moda tendría que rechazar seguir produciendo ropa de bajo costo aprovechando —explotando, pues— la materia prima y la mano de obra baratas de ciertas regiones del mundo; que también debería poner un freno a la absurda ansiedad por novedades que impulsen un consumo innecesario temporada tras temporada; o rechazar la idea de la alta costura como un desfile de costosísimas piezas para vestirse una sola vez por unos cuantos privilegiados; incluso, con cierta ingenuidad, suponer que imprimir consignas políticas en camisetas ayudaría a hacernos conscientes sobre temas específicos sin descuidar el negocio. O llegar hasta confeccionar ropa más duradera y en cada tienda de la marca abrir un taller para zurcir prendas u obsequiar patrones para quien quisiera hacerse sus propios vestidos. Si un hipotético editor invitado de alguna revista de moda hubiera preguntado qué pueden hacer los diseñadores de moda respecto a la catástrofe ambiental, a la desigualdad social, a la pobreza, etcétera, quizá las contribuciones tangibles que hubieran sugerido resultarían más tangibles que las del arquitecto, y su respuesta se resumiría en algo menos chocante que un nada.

Aunque quizá, como apunté antes, la respuesta de Herzog sea tan honesta como cínica y, en realidad, el papel de los arquitectos frente a todas estas crisis acumuladas sea mínimo, menor incluso al de un diseñador de moda, casi inexistente: como arreglar las sillas de la cubierta del Titanic mientras los músicos siguen tocando.[1]

Tras la carta de Herzog, la revista Domus publicó otra, que también responde al cuestionamiento de Chipperfield, firmada en conjunto por el arquitecto e ingeniero Carlo Ratti y el “artista e innovador” Daan Roosegaarde. A diferencia del nada de Herzog, ellos responden diciendo que “podemos y debemos hacer mucho”. En referencia a la excusa esgrimida por Herzog —“necesitamos clientes”—, Ratti y Roosegaarde citan primero a Wright enlistando las tres cosas más importantes para la arquitectura —“clientes, clientes y clientes”— y señalan como inspiración nada menos que a Luis Barragán, quien tuvo, dicen, “la audacia de declarar: «estoy cansado de escuchar a los clientes hablar de sus gustos»” —porque de eso se trata, está claro, de clientes y de gustos. Apuntan, claro, que la posición de Barragán fue un “lujo”, derivada de una “estabilidad financiera” que podía “pagar la fianza de su libertad estética” —porque de eso se trata, claro, del arquitecto y de su libertad estética. Queda al margen que esa estabilidad financiera se consolidó gracias al negocio de comprar tierra barata, fraccionarla y revenderla cara. Así, parte de la respuesta de Ratti y Roosegaarde parece sugerir que lo más urgente a resolver para poder actuar frente a las crisis acumuladas del mundo actual es la manera como un arquitecto pueda sobrevivir y mantener su “libertad estética” —porque de eso se trata, claro— sin depender de los clientes.

También dicen que “no debemos dejar que la tiranía del encargo nos impida comprometernos en los retos más urgentes de hoy” y sugieren otras formas como el diseño colaborativo y abierto —Ratti es coautor del libro Open Source Architecture. Pero quizá haga falta dejar de insistir en el problema del cliente —o de su ausencia— y su correlato: el usuario —abstracto genérico de género masculino— y pensar en personas, en ciudadanas, en habitantes, humanos y no humanos. Quizá habría que pensar que si bien muchos de los problemas y las crisis apuntadas por Chipperfield pasan por la arquitectura, no dependen necesaria y exclusivamente de las decisiones y opiniones de arquitectos, menos de aquellos cuyo principal interés es cómo mantener su “libertad estética”.


  1. “Ser sustentable es como darle otro arreglo a las sillas de la cubierta del Titanic mientras se está hundiendo. No se hace lo suficiente como para modificar por completo nuestras relación extractivista y degenerativa con la naturaleza.” Holly Jean Buck.

El cargo La carta de Jacques apareció primero en Arquine.

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