El cargo Los diseñadores son críticos de la civilización: Dieter Rams apareció primero en Arquine.
]]>Rams estudió arquitectura y decoración de interiores en la Escuela de Arte de Wiesbaden, de donde se graduó en 1953. Empezó a trabajar en la oficina del arquitecto Otto Apel, y al poco tiempo entró a la oficina de Frankfut de Skidmore, Owings y Merril. Después entraría a Braun como arquitecto de interiores, en el momento en que la empresa, dirigida por Artur y Erwin Braun, hijos del fundador de la misma, Max Braun, buscaba dejar el diseño del exterior de aparatos como los tocadiscos y los televisores simulando mobiliario, para darles una apariencia distinta y acorde con la novedad que suponían. El tocadiscos SK4, uno de los primeros diseños de Rams, ya dejaba claro cuál era su estrategia, misma que explicaría después en textos como “Omitir lo que no importa” (1984) o en su famoso decálogo.
En “Omitir lo que no importa” Rams afirma que:
Uno de los más significativos principios de diseño es omitir lo que no es importante para así enfatizar lo importante. Por tanto, los productos deben estar bien diseñados y ser tan neutros y abiertos como sea posible, dejando abierta la posibilidad de que se expresen quienes los usen.
Y luego agrega algo que terminará siendo uno de los mandamientos de su decálogo:
Buen diseño significa tan poco diseño como sea posible. No por razones de economía o conveniencia. Conseguir una forma realmente convincente y armónica empleando los medios más simples es sin duda una tarea difícil. El otro camino es más fácil y, por paradójico que parezca, a veces más barato, pero también más descuidado respecto a la producción. Las formas complicadas e innecesarias, no son otra cosa que escapes de los diseñadores que funcionan como expresión personal en vez de expresar las funciones del producto.
Rams explica que “todo objeto manufacturado envía señales a la mente o a las emociones” y enuncia dos tesis al respecto: primero, que “los objetos deben diseñarse de tal manera que su función y sus atributos se entiendan directamente” y, segundo, que “entre menos oportunidades se usen para crear un diseño informativo, más servirá el diseño para evocar respuestas emocionales.”
En ese texto Rams también afirma que “los diseñadores son críticos de la civilización, la tecnología y la sociedad”, pero, a diferencia de un crítico literario o musical, “no se detienen en la crítica: transforman lo que entienden y piensan en objetos tridimensionales.”
Los diez principios para el buen diseño de Rams se han publicado ampliamente, a veces agregando a la breve sentencia aforística alguna explicación, quizá innecesaria. En alguna entrevista, Rams también los ha recitado de corrido:
El buen diseño es innovador. Un buen diseño debe ser útil. El buen diseño es diseño estético. Un buen diseño hace que un producto sea comprensible. El buen diseño es honesto. El buen diseño es discreto. Un buen diseño es duradero. El buen diseño es consistente en cada detalle. El buen diseño es respetuoso con el medio ambiente. Y por último, pero no menos importante, un buen diseño es el menor diseño posible.
Hoy Dieter Rams cumple 92 años de edad.
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]]>Los seres humanos aprendemos copiando. Es copiando que entendemos cómo funcionan las cosas. Copiándolas tratamos de entenderlas. Es lo que hace un ser humano desde que nace, o a partir de que se entera de que él no es el mundo entero, que es una persona y que lo que lo rodea no es él. Entonces comienza a repetir gestos, acciones que lo hacen ser parte del mundo de aquellos que lo rodean y le muestran algún interés.
Un conjunto de botellas frente a mí fueron el primer modelo. Primero a lápiz, luego crayones, luego óleo en blanco y negro para al final añadir algún color. Parecía sencillo, tenía las botellas frente a mí para copiarlas. El problema empezó cuando me dijeron que había que abstraer para lograr la pintura. A los doce años la idea me pareció extraña, supongo que así hubiera sido para cualquiera a esa edad. Supuse que un pequeño cuadro colgado en el estudio era una pintura “abstracta”. Como en examen, volteaba a verlo cuando suponía que el maestro no veía, copié la pintura abstracta para terminar aquella tarea.
Gehry vs. tesis
Miralles vs. Stuttgart
Años después, en la universidad, mi proyecto final de carrera fue una iglesia en el Ajusco. Era el apogeo del deconstructivismo, con proyectos de Gehry, Coop Himmelblau, Morphosis o Seven Holl. Construí un monstruo, verdaderamente. Pedazos de uno y otro de los mencionados, tratando de hacer coincidir, como en rompecabezas, los fragmentos que copiaba. Después, al estudiar un posgrado en Frankfurt, donde Enric Miralles era mi maestro, me invitaron en una oficina de arquitectura donde trabajaba a hacer un concurso con ellos, un edificio de oficinas con conexión al tren subterráneo. Me dieron toda la libertad de hacer lo que mejor me pareciese. Decidí hacerlo como su fuera Miralles quien lo hiciera —¡qué ingenuo! Tomé como ejemplo la Sala de gimnasia rítmica de Alicante. No obtuvimos ni mención. Quizá la copia no fue buena y nade se creyó que fuese Miralles. Pero en ese ejercicio, al tratar de igualar los gestos —llamémosles tics— del proyecto, aprendí mucho.
Fehn vs. Coyoacán
Miralles vs. Zapopan
De vuelta a México, mi primer encargo fue un proyecto familiar. Una remodelación y ampliación de una vieja casa en Coyoacán. Tomé algo del Castell Vechio de Carlo Scarpa para separarme de la colindancia demoliendo una parte y logrando iluminar el interior. Tomé algo del pabellón de Sverre Fehn en Venecia. La sala de la casa tiene una losa apoyada en una serie de vigas que se extienden al jardín, para ampliarla, respetando los árboles existentes. Volví a tomar algo de Miralles, de la estructura para el pabellón en Japón y del techo que precede la entrada al polideportivo de Huesca, para una estructura metálica que sostiene las vigas. En otra casa, en Zapopan, un croquis para el Cementerio de Igualada, de Miralles y Pinós, me ayudó a entender cómo dar profundidad y ocupar el muro de la colindancia.
Con los años, las copias se han vuelto más sutiles, o eso quiero pensar. Con la práctica observamos con mayor agudeza. Muchos lo han hecho.
En la academia en Frankfurt enseñaba Peter Kubelka, cineasta experimental, músico, arquitecto y maestro de cocina austriaco. En 1957 Kubelka filmó Adebar, un corto en en blanco y negro, de apenas dos minutos al alto contraste en el que siluetas blancas o negras bailan. Se trató de un encargo para la publicidad de un club vienés. La escena hace pensar en la escena de baile en Mulholland Drive (2001), de David Lynch —o, más bien, al revés. Lo mismo que el trabajo de Johathan Ive para Apple nos hace recordar el trabajo de Dieter Rams para Braun. David Hockney dice que en su juventud vivió a la sombra de Picasso, y que precisamente las obras cubistas de éste le llevaron a hacer sus ejercicios fotográficos. El artista coreano Osang Gwon toma a su vez el trabajo de Hockney y le da, literalmente, otra dimensión. Podemos encontrar infinidad de ejemplos de cómo se aprende copiando. Creo que no hay otra manera.
Alguna vez oí que en Japón se registran cerca de 13 mil patentes al año. Durante años, se decía que los japoneses copiaban la tecnología de los Estados Unidos. Fue mucho lo que aprendieron.
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]]>Dicha refenomenalización de lo aparente puede concebirse en términos semióticos cuando no solamente lingüísticos: lo que el diseño dice: el olor del gas dice que es peligroso, la forma de la empuñadura dice que por ahí debe tomarse el bastón. Pero las señas del diseño comunican también de manera no lingüística y nos afectan a otros niveles: hacen cosas y hacen que hagamos cosas. Dieter Rams dice que “cada cosa manufacturada lanza señales a la mente o a las emociones. Estas señales —fuertes o débiles, deseadas o no, claras u ocultas— crean sentimientos. Pero el factor más importante —dice Rams— es si estos objetos pueden comunicar su uso.”
Dieter Rams nació el 20 de mayo de 1932 en Wiesbaden, Aalemania. En el libro The Design Ethos of Dieter Rams, Klaus Klemp cuenta que Rams describe así su primer encuentro con el diseño: “Creo que en términos de mis intereses y actitudes, tuve fuerte influencia de mi abuelo. Era un maestro carpintero. A los 12 o 13 años pasaba mucho tiempo en su taller. Mi abuelo no tenía máquinas: las rechazaba. Y prefería trabajar solo.” A los 16 años, Rams entró a una escuela de artes y oficios recién abierta y dirigida por el arquitecto Hans Soeder, quien había sido cercano a Hugo Häring, Mies van der Rohe, Ernst May y Walter Gropius. Un año después suspendió sus estudios para entrar como aprendiz a un taller de carpintería —la vieja influencia del abuelo— para regresar de nuevo en 1951. En 1953 entró a trabajar a la oficina del arquitecto Otto Apel, quien había sido alumno de Tessenow y que era el asociado local de SOM. En 1955 entró a trabajar a Braun.
“El buen diseño es el menor diseño posible”, será probablemente la frase de Dieter Rams que mejor defina su estrategia que, si bien puede emparentarse con el menos es mas miesiano, se aleja de cualquier minimalismo asumido tan sólo como un estilo. “Uno de los más significativos principios de diseño —asegura Rams— es omitir lo que no tiene importancia para enfatizar lo que sí la tiene.” Rams afirma que la depuración que busca en su diseño no obedece ni a razones de economía ni de conveniencia: “llegar a una forma realmente convincente y armoniosa empleando medios simples es, sin duda, una tarea difícil.” Por paradójico que parezca, dice Rams, el diseño complicado y de formas innecesarias, expresión más del diseñador que del producto y sus funciones, es más barato de hacer pues involucra menos reflexión. Además, para Rams el diseño no es una competencia entre rivales, sino una forma de cooperación: “los diseñadores son críticos de la civilización, de la tecnología y de la sociedad,”
El diseño, para Rams, parece asunto de intensidades, de la justa intensidad: “entre más intensivo y explícito sea el uso del producto, más claros los requerimientos al diseño.” El punto rojo en sus diseños, generalmente blancos, grises o negros, tiene la intensidad suficiente para decir, sin más, enciéndeme, del mismo modo que el olor del gas ciclón A dice: aléjate.
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]]>“Mi objetivo es omitir todo lo superfluo para que lo esencial se muestre para su mayor aprovechamiento”
Dieter Rams
El Museo de Arte Moderno de San Francisco (SFMOMA) presenta el trabajo de Dieter Rams, quien a través de un estilo sencillo, elegante e innovador ha probado ser uno de los diseñadores más influyentes del siglo XX. Como jefe de diseño de la prestigiosa marca alemana Braun por más de 30 años y diseñador de la compañía de muebles Vitsœ, Rams transformó la forma de hacer diseño bajo la filosofía: “menos, pero mejor diseño”, creando piezas que rompieron paradigmas convirtiéndose en íconos del diseño a nivel mundial.
La muestra que se presenta hasta el 20 de febrero exhibe alrededor de 200 modelos diseñados por Rams y su equipo de trabajo, exponiendo objetos de uso cotidiano como radios, reproductores de discos, relojes, rasuradoras, secadoras de pelo, cafeteras, productos de oficina y mobiliario, demostrando que el diseño no debe ser complicado para ser útil y fácil de usar. El trabajo de Dieter Rams plasma el resultado de una filosofía personal, sus 10 principios para el buen diseño, que han llevado sus productos a trascender en la historia como piezas coleccionables o de uso común, y que son un claro antecedente del diseño de objetos vanguardistas con los que hoy vivimos en el día a día.
Los diez principios para el buen diseño:
El buen diseño es innovador
El buen diseño hace que un producto sea útil
El buen diseño es estético
El buen diseño hace que el producto se comprenda
El buen diseño es discreto
El buen diseño es honesto
El buen diseño es durable
El buen diseño se piensa hasta el último detalle
El buen diseño es amigable con el ambiente
El buen diseño es diseño en su mínima expresión
Dieter Rams, Braun phonosuper (SK 4), 1956; design: Hans Gugelot and Dieter Rams.
Dieter Rams, Braun clock radio (ABR 21 signal radio), 1978; design: Dieter Rams and Dietrich Lubs
Dieter Rams, Braun electric shaver (SM 31 sixtant), 1962; design: Gerd A. Müller and Hans Gugelot
Dieter Rams, Braun coffee machine (KF 20 Aromaster), 1972; detail, design: Florian Seiffert
Fotos: Cortesía SFMoMA / Koichi Okuwaki
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