Resultados de búsqueda para la etiqueta [Detroit ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Fri, 08 Jul 2022 07:25:44 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 True North https://arquine.com/obra/true-north/ Thu, 04 Oct 2018 16:15:08 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/obra/true-north/ Abierto al vecindario, True North es un desarrollo creativo y una comunidad que ha puesto a Detroit en el mapa de una nueva manera.

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Presentado por:

Este proyecto es uno de los 6 finalistas al Mies Crown Hall Americas Prize (MCHAP) 2018: 

El desarrollador de True North es Prince Concepts, una compañía emergente de desarrollo inmobiliario fundada por un empresario nacido en Dallas y residente en Nueva York. El arquitecto Edwin Chan y su empresa EC3 fueron presentados al cliente a través de John Patrick, el fundador de la agencia internacional de Above the Fold, agencia internacional de talentos de arquitectura. Es el primer desarrollo construido de EC3. Detroit —su fertilidad, su flexibilidad y su mentalidad abierta— fue el contexto perfecto para que se unieran y producir un proyecto que tenga impacto a nivel de la comunidad y el barrio, lo cívico y la ciudad, social y nacional y digital e internacional. “Antes de conocer a Edwin, sentí que las ideas eran sólidas, pero no fue hasta que vino a Detroit y presentó su propuesta de diseño que sabía que este proyecto era adecuado para Detroit”, piensa el fundador de Prince Concepts. “Trajo una visión única que elevó e inspiró a todo nuestro equipo.” Igualmente importante, el equipo sintió con fuerza que el proyecto tenía que servir y respetar a la comunidad, incorporando una nueva idea para elevar el atractivo y el valor de un lugar sin aislarlo o arrasar con el contexto y las personas que lo componen.

EC3 comenzó presentando el diseño utilizando una maqueta al Departamento de Planificación y Desarrollo de la Ciudad de Detroit, ya que el desarrollador aún necesitaba asegurar un terreno muy necesario para completar el sitio de 57 acres de True North. El sitio se consiguió en la primera reunión y la visión compartida de True North fue elevar la simplicidad y la destreza de la forma de las bóvedas Quonset para la manera como vivimos y trabajamos hoy, así como para cumplir con los códigos reglamentarios y los requisitos para el nuevo desarrollo residencial. Luego de una barbacoa donde participó la comunidad y tras varias rondas de preguntas y respuestas, True North recibió luz verde de la comunidad y de la ciudad para proceder a la construcción.

Construido en menos de un año, True North es un desarrollo que consta de nueve residencias de alquiler y espacios comunitarios compartidos con más de 30 árboles recién plantados. Ubicado a cinco kilómetros del centro de Detroit en un vecindario tranquilo y espacioso, es pionero tanto en el lugar donde se construyó como en lo que se hizo. La ubicación estratégica de las casas se debe a la necesidad de apertura y seguridad, de vistas y privacidad, de socialización y aislamiento. Cada estructura se ensambla sobre una losa de concreto de diez centímetros con radiadores de calor en el piso, que también es el piso terminado de la unidad.

Las paredes laterales cuentan con marcos de acero alrededor de paneles de policarbonato, que proporcionan un mayor nivel de seguridad, luz natural y alto valor térmico. Cada interior es único y está diseñado para inspirar diferentes estilos de vida creativos en Detroit.

Abierto al vecindario, True North es un desarrollo creativo y una comunidad que ha puesto a Detroit en el mapa de una nueva manera. Accesible desde la calle a través de tres vías, el tamaño estratégico y la ubicación de las casas fomenta una sensación de apertura y seguridad. La mayoría de las unidades cuentan con una “isla” de policarbonato al interior que contiene una cocina, un baño y un armario mecánico y de almacenamiento. Sobre la isla, una plataforma en entrepiso ofrece a los ocupantes un espacio flexible para cualquier uso, motivando a una variedad de personas creativas a que llamen True North su casa.


Puedes encontrar los proyectos finalistas del MCHAP en nuestro especial del No.85 de la revista Arquine.

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Los Detroit de casa https://arquine.com/los-detroit-de-casa/ Tue, 06 Aug 2013 21:57:47 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/los-detroit-de-casa/ ¿Qué tiene que ver Detroit con México? Mucho. Demasiado. De acuerdo al INAFED, el 70 por ciento de los municipios mexicanos está técnicamente en bancarrota. Si no se declaran en quiebra es porque sencillamente no existe esa figura en el ordenamiento jurídico local.

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¿Por qué quebró Detroit? La respuesta más socorrida dice que por la sostenida pérdida de población experimentada a lo largo de más de seis décadas. Pasar de 1.8 millones de habitantes en 1950 a 700 mil hoy día no es tema menor, toda vez que el territorio a administrar sigue siendo más o menos el mismo. A pesar de algunos esfuerzos de downsizing (compactación) adoptados, se calcula que en la ciudad hay casi 80 mil edificios abandonados, y que el 33 por ciento de su superficie urbanizada está despoblada. A su vez, basar la economía local en una sola industria, la automotriz, hizo que ésta fuera muy frágil, extremadamente sensible a los vaivenes de un mercado donde los actores fuera de Estados Unidos son cada día más fuertes. El no apostar a la creación de conocimiento y con ello a la innovación, tuvo un alto precio: hoy la ciudad no cuenta con una población técnicamente capacitada para emprender nuevos rumbos. No atrae talento. No atrae emprendedores. No atrae artistas (no olvidar que allí nació el sonido Motown). No atrae población joven.

Sin embargo, el perder población no es el único factor que lleva una ciudad a la quiebra. Muchas urbes que han experimentado este proceso han sabido salir adelante con más o menos vigor. Aunque dramática, la decadencia de Detroit no se produjo de la noche a la mañana; hubo sesenta años para reacomodar las piezas, reinventarse y enderezar el rumbo con menos gente, y sin embargo no lo hicieron, o lo hicieron mal. Hay algo más que explica el fenómeno.

En una lúcida columna en el New York Times, el premio Nobel de Economía Paul Krugman apuntaba a la dispersión urbana como el gran factor que explica la debacle financiera de Detroit. El argumento es sencillo: analizando la localización de las fuentes de trabajo, se aprecia que allí sólo uno de cada cuatro empleos se encuentra en un radio de 10 millas (16 kilómetros) a partir del centro histórico de negocios (Central Business District, o CBD). La gran dispersión y fragmentación del empleo y la vivienda se traduce en una ciudad altamente segregada, cuya gran extensión provoca altos costos en tiempo y dinero en los traslados de personas y mercancías. Allí resulta caro proveer infraestructura, equipamiento y servicios. A su vez, el continuo empobrecimiento y abandono de las zonas centrales, precisamente las mejor servidas, es un atentado de muerte contra la renovación y rediseño de la ciudad. Es en estas áreas donde se producen las densidades de población y talento que permiten el intercambio de ideas, la difusión del conocimiento, la incubación de nuevas iniciativas, y la generación de propuestas innovadoras. Si una ciudad dispersa en el espacio su capital humano, dispersa también su capacidad de reinventarse, de generar nuevos destinos donde el futuro no queda hipotecado en una sola actividad. Resiliencia urbana como ahora le llaman.

¿Y todo esto qué tiene que ver con México? Mucho. Demasiado. De acuerdo al Instituto Nacional para el Federalismo y el Desarrollo Municipal (INAFED), el 70 por ciento de los municipios mexicanos está técnicamente en bancarrota. Si no se declaran en quiebra es porque sencillamente no existe esa figura en el ordenamiento jurídico local. Las razones no se remiten exclusivamente a administraciones ineficientes, ignorantes o corruptas. La manera en que las ciudades crecen aporta bastante a la crisis. Y es que el patrón de desarrollo de Detroit no se diferencia demasiado del modelo en 3D –distante, disperso, desconectado- experimentado por las ciudades mexicanas en los últimos años. Un estudio de SEDESOL publicado el año pasado estimaba que mientras la población urbana se duplicó en los últimos 30 años, en el mismo período la superficie urbanizada se multiplicó por seis. Este modelo no es casual: la falta de políticas de planeación territorial y la carencia de planes integrados de usos de suelo, infraestructura, medio ambiente y movilidad, sumadas a políticas orientadas a expandir el crédito hipotecario, han producido un modelo de ciudades expandidas y fragmentadas, altamente intensivas en uso de suelo, de alto consumo energético, difíciles e ineficientes de mantener y administrar. En este modelo no sólo los conjuntos habitacionales se van a la periferia distante y dispersa: también los trabajos, los centros de estudio y los pocos centros de equipamiento metropolitano (¿cuánto conocimiento ha generado el hecho que MIT y Harvard se encuentren separados por un par de estaciones de metro?).

A esto ha ayudado un marco institucional y legal que delega la tarea de planear el territorio en municipios técnicamente deficitarios y sin visión metropolitana. A su vez, la falta de buenas zanahorias y la inexistencia de garrotes eficaces hacen que la necesaria coordinación metropolitana no sea más que una ilusión en nuestras ciudades. Súmele períodos extremadamente cortos de gobierno, sin posibilidad de reelección, para entender por qué la planeación urbana a largo plazo cae en el terreno de la ficción en estas latitudes. En el caso de Detroit el Estado de Michigan nombró un interventor para sanear finanzas y negociar con la fila de acreedores. Eso no ocurre en Detroit, EDOMEX, en Detroit, CHIH, en Detroit, JAL, en Detroit, NL donde las miserias financieras pueden prolongarse por los siglos de los siglos sin que nadie pueda intervenir para revertir la situación.

La gran Reforma Urbana que México necesita parte de la base de cambiar el patrón de ocupación territorial de nuestras ciudades. Urbes más compactas y conectadas no sólo resultan más fáciles y económicas de administrar; también favorecen la interacción entre las personas y el intercambio de experiencias e ideas. No basta con decirlo: necesitamos un nuevo marco institucional, legal y financiero que reconozca el fenómeno metropolitano, que obligue a la coordinación interinstitucional, que contemple incentivos atractivos para la buena gestión y castigue severamente el incumplimiento de lo planeado, que provea herramientas efectivas para un mejor uso del suelo urbano, y que entienda la innovación urbana como una misión de país. La forma en que las ciudades crecen importa, ya es tiempo de entenderlo.

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Detroit, ¿fin del sueño americano o laboratorio urbano? https://arquine.com/detroit-fin-del-sueno-americano-o-laboratorio-urbano/ Tue, 06 Aug 2013 17:52:41 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/detroit-fin-del-sueno-americano-o-laboratorio-urbano/ Detroit parece ahora un simple cementerio de arquitectura. Sin embargo, es también un gran laboratorio urbano, donde proyectos experimentales poco a poco levantan los cimientos de una ciudad que quedó olvidada y perdida en un letargo del mercado global.

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Fort Ponchartan de Detroit, la ciudad de nadie, pero simultáneamente de todos, fue fundada en 1701 por el francés Antoine de la Mothe Cadillac. En 1763 pasó ser dominio británico y en 1796 se volvió una ciudad americana. Durante la invasión inglesa empezó a ser conocida como “Detroit”, que fue su antiguo nombre popular, para posteriormente llamarse “Motown” (“Ciudad del Motor”). Incluso fue apodada “City of Champions” por el gran éxito laboral de sus habitantes a principios del siglo XX.

En sus días de esplendor, esta ciudad fue la idealización del sueño americano. También fue conocida como “París de Oriente” por su monumental arquitectura de finales del siglo XIX, caracterizada por el lujo, la riqueza y una gran economía industrial.

Hoy, los más de ochenta mil edificios abandonados son solamente una ruina que dejó atrás el gran imperio fordista. Con una población tres veces menor que la que tenía en la década de 1950 y una deuda estimada en alrededor de veinte billones de dólares, o veintisiete mil dólares por habitante, hoy Detroit simboliza la muerte de un sueño americano.

Resulta difícil entender cómo una ciudad que en 1920 llegó a ser la tercera urbe industrial en el país (después de Nueva York y Chicago), que alcanzó a tener dos millones de habitantes, que fue la cuna de la industria automovilística estadounidense por años y que contó con una colección de arte de alto prestigio, en el año 2000 se había convertido en una de las ciudades más pobres de Estados Unidos de América (junto con otras urbes importantes como Nueva Orleans).

Actualmente más de un tercio de la población vive bajo el umbral de pobreza y las tasas de desempleo alcanzan números inimaginables. Solo 56% de la población activa trabaja en la economía formal, únicamente tiene setecientos mil habitantes y su densidad de población es menor a diecisiete habitantes por hectárea. Este declive representa el proceso no violento de abandono más grande jamás sufrido por una ciudad moderna en los últimos setenta años.

Se dice que el declive de Detroit comenzó en 1967, cuando estalló la primera revuelta racial, la cual desencadenó varios eventos similares posteriormente. Una historia racial complicada, una traza urbana dividida en guetos raciales y socioeconómicos, y la presencia de un gran número de industrias en el centro de la ciudad fueron el escenario ideal para que Detroit se convirtiera en una ciudad rota que experimentó un proceso de descentralización y de la que huyeron las clases altas del centro hacia los suburbios.

La traza urbana de Detroit está condicionada por el régimen Fordista. Es una ciudad planeada exclusivamente para optimizar la producción industrial, fenómeno que comenzó con la apertura de la primera planta industrial de Henry Ford, en 1903.

Al transformarse el modelo productivo mundial y tras la salida de la industria del centro por varias razones —entre ellas la apertura comercial: muchas plantas de producción de autos se concentran en países como México o Tailandia, y los altos impuestos—, la ciudad es ahora poco funcional y es casi imposible regenerarla y recuperarla.

La razón del ahogamiento de la Ciudad del Motor y sus perspectivas hacia el futuro no se sabe con claridad. Grandes economistas afirman que Detroit es meramente una víctima del mercado. Otros opinan que, al declararse en la ruina, la ciudad tiene una segunda oportunidad para comenzar desde cero. En este sentido se han implementado varios proyectos urbanos para terminar con el efecto dominó de desocupación y abandono, pero todos los intentos han sido en vano.

En Detroit se puede observar claramente en qué medida influyeron los cambios productivos, económicos y sociales que se han registrado en su historia. El sueño americano de la ciudad perfecta, económicamente sustentable, planeada para el perfecto funcionamiento de los modelos de producción ha mostrado su insuficiencia ante un entorno cambiante. Al imponerse un modelo de desarrollo urbano óptimo para la producción industrial, no se tomó en cuenta, la carga histórica y social de la urbe.  Curiosamente, la ciudad se ha convertido en una atracción turística para quienes documentan lo extraño, el abandono y la tristeza. Hoy Detroit es casi un museo urbano donde se puede observar la relación directa entre la arquitectura, las transformaciones sociales y económicas y la incapacidad de adaptación a lo nuevo.

Detroit falló en el proceso de transformación. Una ciudad siempre se está renovando y continuamente compite contra otras urbes. El problema no es el aspecto físico de los edificios abandonados, sino que estos no cumplen su función en la red de la traza urbana, por lo que rompen y segregan la ciudad. Cada una de las obras de lo que ahora parece un simple cementerio de arquitectura, en algún momento fue indispensable para el buen funcionamiento de Detroit, que parece seguir en caída libre. Sin embargo, es un gran laboratorio urbano, donde proyectos experimentales poco a poco levantan los cimientos de una ciudad que quedó olvidada y perdida en un letargo del mercado global.

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Teatro Michigan de Detroit

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Five Fellows: Full Scale | Taubman College – University of Michigan

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The Power House | Power House Productions

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Reformularse tras suspender: Caso Detroit https://arquine.com/reformularse-tras-suspender-caso-detroit/ Tue, 06 Aug 2013 15:38:37 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/reformularse-tras-suspender-caso-detroit/ En la década de los 50´, en medio del despegue del país después de la II Guerra Mundial, cada familia cumplía su sueño de una casa y un coche, el presente y el futuro de Detroit parecía ser de un potencial infinito. Fue esa ciudad el marco de un experimento que trajo consigo la automatización del trabajo mediante las líneas de producción.

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Cuando en la década de los 50´, en medio del despegue del país como potencia mundial después de la II Guerra Mundial, cada familia cumplía su sueño de una casa y un coche, el presente y el futuro de Detroit parecía ser de un potencial infinito. Fue esa ciudad el marco de un experimento que trajo consigo la automatización del trabajo mediante las líneas de producción de Henry Ford; ya este hecho había sido notorio desde hace 30 años con la producción de sus famosos Modelo T e incluso habían formado parque de la exitosa maquinaria de guerra que les llevó a producir coches y motores de aviones que llevaron a la nación al triunfo en Europa y en el Pacífico. Fue en esta década cuando se disfrutaban esos logros, el bienestar y, en definitiva, la sensación de imbatibilidad frente al destino. Seguramente muchos de los directivos de empresas automotrices, empleados y políticos pensaban que al producir coches buenos y baratos, y con una demanda inelástica, todo el mundo los necesitaba o necesitaría eventualmente y que su fuente de ingresos no correría peligro. No vislumbraban la posibilidad de que en los años 80 los europeos y los asiáticos fabricarían mejores coches, con precios similares y menos que el ciudadano norteamericano se daría cuenta y los compraría.

El pasado julio, cuando la administración Obama se negó a financiar las cuantiosas deudas de la ciudad con sus acreedores, Detroit no tuvo otro camino que declararse en suspensión de pagos, un término jurídico que tiene distintas características según el ordenamiento de cada país y que puede ser más o menos grave en función de cómo se calculan los pasivos, pero que básicamente sirve como un medio de protección contra los acreedores: una manera de oficializar la insolvencia y de ordenar y priorizar el pago. Se trata de una herramienta muy necesaria en un marco complicado en el que existen deudas a nivel local, estatal y nacional y en donde no se vislumbra ninguna fuente de ingresos que permita apalancar dicha deuda y brindar tranquilidad a dichos acreedores. El panorama que se ha reproducido a nivel micro en muchas familias estadounidenses durante esta crisis se representa de forma impostergable a nivel macro en la que fue una de las principales ciudades de la nación y, más aún, fungió durante mucho tiempo como su estandarte, lo cual convierte esto en un mensaje doloroso para el resto del país y hace que muchos repitan en sus mentes: “ya no somos una potencia industrial”.

En Estados Unidos, por idiosincrasia, son enemigos de los rescates públicos o de la intervención del todopoderoso Gobierno. Los ciudadanos piensan que su dinero no debe destinarse a campañas de salvación que no vayan a generar beneficios posteriores para la sociedad. Por eso esta decisión de no intervenir en la ciudad no ha traído grandes criticas. Menos cuando una de las primeras decisiones de Obama en 2009 —no exenta de polémica— fue rescatar a la industria automovilística (General Motors). El caso fue exitoso y ha logrado poner a flote a la empresa y salvar muchos empleos, aunque no todos. En su momento fue visto como una forma indirecta de rescatar a Detroit, sede de las principales empresas automotrices; pero en la práctica esto no ha sido así.

Detroit ha perdido población —casi un 60% desde finales de los 70— y ese proceso se ha incrementado desde el inicio de la crisis en 2008, con mas pérdidas de empleo, mayor delincuencia, peores servicios públicos, emigración de sus habitantes en la búsqueda de empleo en otras ciudades, caída de los precios de las viviendas —llegando incluso al abandono literal de las mismas— y una caída vertiginosa en los niveles de recaudación de la ciudad. ¿Si no hay población, y la que hay está desempleada, a quién se puede cobrar impuestos?. La población activa que trabaja en la ciudad no reside en ella, prefieren vivir en mejores condados a las afueras donde no hay delincuencia y sí mejores prestaciones, por lo que tributan allí, eliminando lo que serían posibles ingresos a Detroit. Es sin duda un panorama tan triste como inevitable en lo que venía siendo un círculo vicioso desde hace algunos años, una especie del efecto multiplicador de la caída del ingreso.

Por si fuese poco, los trabajadores de la industria automovilística en muchos casos no son cualificados: víctimas de las líneas de producción repetían mecánicamente una acción en la que eran buenos y eso les deja pocas oportunidades de encontrar otros empleos y pocas esperanzas a la ciudad de que su población activa pueda reinventarse y generar otras actividades productivas que la salven. En los tiempos de bonanza, cuando ni Japón ni Corea del Sur invadían con sus coches al mercado estadounidense, era mucho más fácil tener un trabajo bien remunerado que invertir tiempo en capacitarse, en un ejemplo que lamentablemente se ha visto en la Manchester post industrial o recientemente en España con el estallido de su burbuja inmobiliaria. El peor ingrediente para un problema económico es la falta de acción o los errores en el intento de corregirlos, en el caso de Detroit la corrupción de los dirigentes políticos o la inversión en obras faraónicas de carácter privado como las torres del Renaissance Center de General Motors, o de carácter público como el monorriel Mover —hecho para mover gente en una ciudad sin gente—, han hecho un flaco favor a las ya deficitarias arcas públicas. Otro ejemplo de que las grandes obras de infraestructura no siempre sirven para atraer personas o capitales por sí mismas.

Dentro de un panorama tan dramático, queda la esperanza de que otras ciudades ya han pasado por esto y que hay posibilidades y enseñanzas de cómo poder revertir la situación. Ciudades como Nueva York, Boston o Manchester tuvieron en determinados momentos que reformular su actividad económica. En los dos últimos ejemplos, lo hicieron a costa de sacrificar su tamaño, lo cual es ya la realidad de Detroit. En tiempos donde las empresas tecnológicas o las Start-Ups están de moda, parece una coyuntura interesante para atraer este tipo de empresas ofreciendo suelos, oficinas y espacios comerciales baratos, así como bajos impuestos. Y sí: incluso cuando más que nunca se requieren ingresos, lo acertado sería aplicar una política tributaria que atraiga a nuevas pequeñas y medianas empresas para comenzar a revertir la dinámica que ha desencadenado el contexto actual. Puede haber una nueva Detroit, pero quizás nunca como la que una vez fue.

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Detroit Industry Murals | Diego Rivera

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