Resultados de búsqueda para la etiqueta [Clima ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Fri, 08 Jul 2022 07:35:19 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.3 Weather House https://arquine.com/obra/weather-house/ Sun, 15 Aug 2021 06:00:43 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/obra/weather-house/ Cuando das un paseo por el parque, encontrarás un lugar para quedarte y cambiarás la forma en que pasas tu tiempo según el clima, la temporada y la hora del día. Esta es una propuesta para una casa que se asemeja a un parque y un sendero para caminar.

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Cuando das un paseo por el parque, encontrarás un lugar para quedarte y cambiarás la forma en que pasas tu tiempo según el clima, la temporada y la hora del día. Esta es una propuesta para una casa que se asemeja a un parque y un sendero para caminar.
El sitio es un rincón de una pequeña zona residencial de Tokio. Está rodeado por un gran parque, un pequeño parque y un largo camino que los conecta. El parque y la pasarela se mezclan con el área residencial circundante al tiempo que crean un entorno único en este lugar. Por lo tanto, decidimos dibujar suavemente la pasarela frente a la casa.


Este camino conecta la casa con el entorno circundante, y hace ambiguo en qué medida es una ciudad y en qué medida es una casa. Al igual que las pendientes y la plaza del parque que aparecen al caminar, las escaleras, que son todas diferentes en forma y pendiente, y los espacios de varios tamaños, todo está dispuestos para conectar libremente los espacios de todo el edificio.


Los muros que rodean la calle están hechos de malla de alambre de eslabones de cadena en dos lados y muros de RC en dos lados.
Los dos lados que dan a la carretera están envueltos con una malla de alambre de eslabones de cadena para reducir la resolución entre los espacios públicos y privados, mientras que la malla de alambre de eslabones de la cadena está cubierta con plantas de vid para envolver toda la carretera con los mismos cambios que el entorno circundante. El lado de la pared RC es un espacio interior donde uno puede esconderse en reclusión, y la estructura está diseñada de manera similar para integrarse gradualmente en la ciudad.

Los dos lados de la pared son diferentes entre sí, y uno puede recorrer la casa para encontrar un lugar para quedarse.
Por ejemplo, dependiendo del clima, aparecen diferentes límites. Dependiendo del límite, puede ser un camino grande o pequeño.
En otras ocasiones se convierte en una colina donde sentarse y disfrutar de la vista, y en otras ocasiones se convierte en una plaza donde la gente puede reunirse.
Además, esta fachada de malla de alambre se convertirá en un espacio interior y exterior a medida que la vegetación aumenta gradualmente cada año y la permeabilidad cambiará a lo largo del año.
El objetivo era crear un entorno similar a un parque.

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El cubrebocas de los edificios https://arquine.com/el-cubrebocas-de-los-edificios/ Wed, 09 Jun 2021 14:39:25 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/el-cubrebocas-de-los-edificios/ En países con climas templados no nos hemos interesado por ese pequeño espacio que controla la temperatura al pasar del exterior al interior. Quizás porque lo pensamos como menos necesario, pero en condiciones menos radicales bien puede controlar no sólo la temperatura sino ciertos ambientes y, en estos momentos de catástrofes ambientales y sanitarias, podríamos pensarlos como el “cubrebocas” de los edificios.

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Hace muchos años compré un libro enorme dedicado a Charles Édouard Jeanneret-Gris, también llamado Le Corbusier. Pasaron varios más antes de poner tan pesado libro sobre la mesa y hojearlo con detenimiento, para buscar qué se había escrito de nuevo sobre quien ya se ha dicho tanto. Me detuve en un dibujo a mano y regla de la casa que construyó en 1922 para el pintor Amédée Ozenfant. Se conocieron en Parías y colaboraron en diferentes obras y trabajos. En la planta de la casa, observé con detalle el acceso y un pequeño espacio que denominé “cápsula”, confinado por cinco puertas. Una, la principal y de acceso, comparte un abocinamiento al exterior con la que da al jardín; otra parece la entrada propiamente a la casa —y no lo es— y una más da a un pequeño espacio para un wc. Tantas puertas en tan pequeño espacio me parecía ilógico, más aún teniendo como referencia el departamento en el que vivo en el CUPA de Pani, que en 60 metros cuadrados contaba originalmente con sólo dos puertas: la de acceso y la del baño.

Deteniéndome a pensar en espacios tanto públicos como privados en Europa, recordé este tipo de cápsulas en restaurantes, bares, hoteles, hospitales o estacionamientos. Son espacios cuya principal función pareciera ser mantener aislada y controlada la temperatura interior respecto a la exterior. En casas pequeñas también existe ese espacio, a veces como protuberancias, como si el espacio se inflara hacia el exterior.

 

En 1972, el grupo Haus-Rucker-Co presentó en la documenta 5 de Kassel una “burbuja” —Oase Nº 7— que sale de una de las ventanas del museo de arte Fridericianum. El proyecto fue nuevamente instalado en 2010 en Hamburgo, en el Museum for und Gewerbe Hamburg, para la exposición Cápsulas climáticas, “reuniendo modelos, estrategias, utopías históricas y actuales relacionadas con el clima desde el diseño, el arte, la moda, la ciencia, la arquitectura y el urbanismo. El tema no fue la reducción del cambio climático, sino el examen de la adaptación al cambio climático y la elaboración de visiones para una vida en el futuro.” De manera similar a Haus-Ruker-Co, Coop Himelblau propuso “la nube” (“die Wolke”), también para documenta 5, aunque no se construyó, planteando “formas de vida para el futuro”. Otras cápsulas son las de la torre de Nakagin, de Kisho Kurokawa, en Tokyo de 1972 y su antecedente: la casa del futuro de los Smithson, de 1956, haciendo ambos de la cápsula todo el habitar.

Las cápsulas separan el entorno o nos “protegen” de él. A esos pequeños espacios que se extienden hacia afuera o hacia adentro y nos permiten acceder, los alemanes los llaman “flur”, nosotros “vestíbulo”, aunque hay sus diferencias. Dichos espacios contienen el entrar y salir, son el lugar ideal para dejar lo que uno lleva cargando consigo, sea el abrigo, un paraguas o el sombrero —aquello que no es necesario llevarlo hasta la recamara.

Buscando ejemplos similares al estudio de Ozenfant, recordé otros tres: el proyecto de vivienda de Mart Stam en Stuttgart, dentro del Weissenhofsiedlung, que se extiende hacia el exterior por medio de una escalera-puente, dando sentido junto con las de sus vecinos, para que cada uno pueda tener su acceso; la vivienda de Ernst May en Frankfurt en el conjunto de viviendas Römerstadt y el acceso para la villa Mairea de Alvar Aalto.

En países con nuestra situación geográfica no nos hemos interesado por este pequeño espacio. Quizás porque lo pensamos como un control de temperatura que en estas latitudes resulta aparentemente menos necesario, pero en condiciones menos radicales bien puede controlar no sólo la temperatura sino ciertos ambientes y, en estos momentos de catástrofes ambientales y sanitarias, podríamos pensarlos como el “cubrebocas” de los edificios.

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Climate Care : Archivo digital https://arquine.com/obra/climate-care-archivo-digital/ Wed, 26 Feb 2020 17:38:06 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/obra/climate-care-archivo-digital/ Climate Care – A Curriculum for Urban Practice, fue un programa público de 10 días curado por Gilly Karjevsky y Rosario Talevi para la Floating University en Berlín.

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Video y fotografías cortesía de ATLAS / STUDIO

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El mundo como emparedado https://arquine.com/el-mundo-como-emparedado/ Tue, 04 Feb 2020 07:43:20 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/el-mundo-como-emparedado/ Tal vez imaginar a Tierra entera como relleno de un sandwich no sea sino otra muestra de nuestra inclinación a confiar en la posibilidad de conocer el planeta entero para, luego, transformarlo en instrumento o en alimento.

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En su libro La revolución olvidada, por qué la ciencia nació en el 300 A.C. y tuvo que renacer, Lucio Russo escribió:

“Eratóstenes de Cirene dibujó el primer mapa científico del mundo conocido, que iba de Gibraltar a la India y de Somalia al norte del círculo polar. Su obra ya se basaba en las coordenadas esféricas que hoy usamos. La latitud de un lugar —la palabra griega era κλῐ́μᾰ, que originalmente quería decir “inclinación” y después dio nuestro “clima”— es fácil de fijar, digamos, midiendo con un reloj solar el ángulo de los rayos del sol en relación a una vertical a medio día durante el día del solsticio.”

Eratóstenes calculó el meridiano de la Tierra, según contó Cleómedes en su obra Celestia, midiendo la distinta inclinación de los rayos del sol en un pozo en Siena —hoy Asuán— y una columna en Alejandría. “Hoy el método de Eratóstenes —dice Russo— parecería casi banal a muchos que pueden fácilmente explicarlo con ayuda de un dibujo. Pero la dificultad no estriba —agrega— en el razonamiento geométrico, en sí bastante simple, sino en entender que al razonar sobre un dibujo se pueden derivar conclusiones sobre la Tierra entera.” Algo similar dice Michel Serres respecto a Tales y la manera como logró medir la altura de las pirámides de Egipto, comparando la sombra de éstas con la de una pequeña vara clavada en el suelo. La geometría, explica Serres, “resulta de un ardid, de un sesgo, en el que la ruta indirecta permite acceder a aquello que no consigue una práctica inmediata.” Así, “se fabrica un modelo reducido” para “medir lo inaccesible reproduciéndolo o imitándolo en lo accesible.”

Etienne Naude es un estudiante de la Universidad de Auckland, en Nueva Zelanda. Utilizando una herramienta de internet para hacer túneles en un mapa —map tunnelling tool— encontró que las antípodas de Nueva Zelanda están en España —en las cercanías de Olvera, Villamartín o Sevilla. Naude puso un anuncio en Reddit y encontró a su cómplice, Angel Sierra, que una vez de acuerdo, colocó nueve rebanadas de pan —para no fallar— en las coordenadas exactamente opuestas a donde Naude, en Nueva Zelanda, colocaba otra rebanada. Toda la Tierra, con sus montañas y océanos, sus ballenas y sus cucarachas, sus ciudades y sus habitantes, nos convertimos en el relleno de un gigantesco emparedado. La acción de Naude y Sierra replica la que supuestamente fue la primera vez que la Tierra fue relleno de un sandwich, en el año 2006, y puede parecer ridícula y de consecuencias insignificantes en comparación con el experimento de Eratóstenes hace 2300 años. Pero hacer un sandwich con el planeta entero acaso no esté demasiado lejos de transformarlo en una cámara, que es lo que según Benjamin Bratton sucedió cuando se conectó una red de telescopios en distintos lugares de la Tierra para “tomar una foto” de un hoyo negro. “Para producir esa imagen —dice Bratton— nuestro planeta mismo se convirtió en una cámara oteando y viendo hacia atrás en el tiempo una luz antigua que viajó hasta la Tierra.” Bratton argumenta que la imagen del hoyo negro “es un tipo de ‘imagen del mundo’ aunque no es un retrato de la Tierra sino uno tomado por la Tierra. También afirma que esa construcción de la Tierra como un mundo y, al mismo tiempo, como una cámara, se relaciona con que “el ‘cambio climático’, en tanto idea, es un logro epistemológico de la computación a escala planetaria.” 

Acaso de Eratóstenes y Tales, reproduciendo lo inaccesible en lo accesible para medirlo, a la Tierra entera como cámara fotográfica o como relleno de un emparedado, no haya sino distintas declinaciones de nuestra inclinación —κλῐ́μᾰ— a confiar en la posibilidad de conocer el planeta entero para, luego, transformarlo en instrumento o en alimento.

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La insoportable relación de los chilangos con su medio ambiente https://arquine.com/relacion-chilangos-medio-ambiente/ Thu, 01 Nov 2018 15:00:14 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/relacion-chilangos-medio-ambiente/ En general, en los entornos urbanos creamos paraísos artificiales –imperfectos y, sobre todo, desiguales - de estabilidad del tiempo que conducen a una desencantamiento del clima.

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Son pocos, pero los hay por varias partes de la ciudad y su presencia es de lo más disruptiva, pues su color naranja es ineludible. El otoño es de los tulipanes africanos. El espectáculo más notable está, por supuesto, si salimos del Valle de México, hacia el sur, en Morelos, Guerrero o en el sur del Estado de México, donde los encontraremos con sus colores incendiados por todos lados. Los niños se vuelven —nos volvíamos, nos volvemos— locos cuando cae inmaduro alguno de sus brotes florales, que son estos saquitos llenos de agua y que si los apretamos con los dedos, la disparan con toda fuerza. Hacia noviembre, si los frentes fríos que llegan hasta la Ciudad de México son intensos, otro espectáculo se perfila para quien quiera verlo, sobre todo en las orillas elevadas del valle hacia el sur y el poniente: por un breve tiempo los liquidámbares tiñen sus hojas de amarillo, naranja e incluso rojo. Nunca tan intenso como lo que se consigue en otras latitudes al norte o por otras especies más vistosas, pero lo suficiente bello como para querer admirarlo por unos momentos.

Las lluvias comienzan a ceder, aunque todavía con episodios memorables. Se revuelven aquellas tormentas típicas del verano, las que nos traen los remanentes o brazos de huracanes, depresiones y ondas tropicales, con la humedad que empujan los frentes fríos que vienen desde el norte. Aparecen las primeras inversiones térmicas matutinas: cualquiera que encuentre un punto elevado notará que hay una clara frontera entre un aire más revuelto abajo y otro más claro arriba. No, no todo lo turbio de lo que está abajo son contaminantes, pero sin duda que ahí también están nuestras “partículas suspendidas”. Antes del mediodía esa frontera se disipa. La luz en el Valle de México comienza a cambiar. No es más agradable que la de un día claro de verano o la de un ventoso día de febrero, pero algunos así la prefieren. Más plateada en las mañanas, más amarillenta en las tardes, el horizonte es menos claro salvo cuando acaba de entrar un frente. Ya no encuentra la luz a su paso los densos follajes color verde intenso de los fresnos, los chopos y los zompantles, sino hojas amarillentas y deslucidas, a punto de caer. A veces creo que esto es lo que la hace una luz menos cómoda. Otoño, sobre todo hacia sus últimas semanas y en el arranque del invierno, es la temporada en la que escuchamos el crujir de las hojas secas cuando las pisamos o de los barrenderos cuando las barren con esas grandes escobas hechas de ramas.

En el Valle de México otoñal, en términos de lluvias y temperaturas, podemos tener un día bien parecido al típico de nuestro verano, seguido de uno típico de nuestro invierno. Los más sarcásticos dirán que esto puede ocurrir incluso dentro del mismo día. Yo digo que no. Que la expectativa de un día cuyas condiciones meteorológicas sean rígidamente estables es la de un clima distinto al que aquí vivimos. Las expectativas y memorias meteorológicas del chilango son de lo peor.

La Ciudad de México tiene la bendición de un clima estable que a veces creo que trae consigo su maldición. No solemos relacionarnos con un conocimiento, ni siquiera testimonial, sobre nuestro medio ambiente. Ante una permanente expectativa de normalidad, la relación de los capitalinos con su entorno llega a ser la de total indiferencia. Esta actitud tiene un primer nivel que es, desde luego, meramente anecdótico. Si llueve: nunca había llovido tanto. Si hace calor: nunca había hecho tanto calor. Si hace frío: cómo está haciendo frío este año, ¿no? Cuando aún dentro de las regularidades del clima local se presentan condiciones que incomodan la vida cotidiana, sus habitantes se fastidian tanto como su fastidio a su vez fastidia a quienes lo testifican desde climas menos cómodos. A veces creo que la desconexión de los capitalinos con su medio ambiente es tal que, cuando su expectativa no es la de unas condiciones meteorológicas inmutables en temperaturas agradables y ausencia de lluvias, sus nociones del clima están alimentadas por los prototipos de otros climas en el norte del planeta. Esperan que el verano sea caluroso y soleado y no la primavera que es cuando eso ocurre aquí. Esperan que el frío solo ocurra en invierno y se sorprenden cuando un frente frío hace helar el aire en octubre o que en enero podamos alcanzar los 26ºC un día soleado. “¡Ahí está el cambio climático!”, dicen creyendo encontrar las señales del Apocalipsis cuando, de observar con más detenimiento el entorno local, sabrían dónde sí encontrar estas señales y no en sus regularidades.

Muchos de los que logran trascender estas expectativas casi colonizadas del clima local, se quedan en un siguiente paso también incompleto. Dicen que en el Valle de México hay solo dos estaciones: la seca y la de lluvias. Casi monzónico, será. Y entonces nos hacemos bolas de cuándo deberían empezar esas lluvias y cuándo acabar. Para muchos efectos, esta simplificación es funcional y adecuada, solo me parece de una reducción utilitarista excesiva. No digamos que, en estas desconexiones, el gobierno saliente de la Ciudad de México tuvo la ocurrencia de introducir la existencia de una “temporada de contaminación”. En la Ciudad de México sí hay algo parecido a las cuatro estaciones. Conocerlas ayudaría, incluso, a entender cómo o por qué funciona tal cosa como una “temporada de contaminación”. Estas estaciones no están necesariamente marcadas por hitos solares, pero éstos pueden servir de referencia. El calor primaveral y sus fantásticas floraciones suele comenzar poco a poco hasta más de un mes antes del equinoccio. Las lluvias del verano suelen comenzar, dependiendo el año, un mes antes del solsticio. La intensidad de las lluvias y las temperaturas comienzan a bajar ya bien pasado el equinoccio de septiembre. Dependiendo las especies, los árboles suelen tirar sus hojas hacia el final del otoño y algunos ya en invierno, pero los fresnos suelen mostrar los retoños de sus hojas nuevas desde enero. Y todo eso si no hay Niño y si lo hay, a ver qué tanto y en qué afecta y…

En general, en los entornos urbanos creamos paraísos artificiales —imperfectos y, sobre todo, desiguales— de estabilidad del tiempo que conducen a una desencantamiento del clima. Los cambios extremos son los que activan el uso de unas u otras tecnologías y dispositivos y esto contribuye a un mayor conocimiento personal y testimonial del clima local. Como en el Valle de México los cambios no son extremos, el resultado parece ser de un desencantamiento total. Son las vulnerabilidades las que cachetean a los urbanitas y nos hacen volver a mirar la fragilidad de nuestros paraísos. Es entonces que vienen bizantinas exposiciones y mitologías del fenómeno ambiental en curso. Es así que nos dejamos sorprender que con el par de inundaciones desastrosas anuales todavía resulte sencillo a las autoridades recurrir a la idea de unas “lluvias atípicas”.

En todo caso, estoy convencido de que la educación en las características del entorno medioambiental, bien acompañada del desarrollo de una sensibilidad despierta a comprender, disfrutar y observar los ciclos que ocurren al margen de lo urbano pero dentro de la ciudad, contribuiría muchísimo a una mejor y más profunda discusión pública sobre las grandes infraestructuras que le añadimos a nuestro entorno. El reto clásico de la vida urbana persiste: mantener el encanto con lo que nos trasciende.

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Arquitectura y clima en tiempos de calentamiento global https://arquine.com/arquitectura-clima-tiempos-calentamiento-global/ Thu, 12 Jul 2018 18:40:46 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/arquitectura-clima-tiempos-calentamiento-global/ El 3 de julio, USG presentó en sus nuevas instalaciones el inicio de una serie de videos bajo el título Arquitectura, forma y energía, con entrevistas a figuras destacadas de la arquitectura, cuyo hilo conductor es la sustentabilidad.

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El 3 de julio, USG presentó en sus nuevas instalaciones el inicio de una serie de videos bajo el título Arquitectura, forma y energía, con entrevistas a figuras destacadas de la arquitectura, cuyo hilo conductor es la sustentabilidad.

Presentado por:

En la primera entrega, se solicitó a directores y socios de diversos despachos a que expusieran algunas de sus nociones sobre el clima. Nicolas Grimshaw, socio fundador de Nicolas Grimshaw & Partners, considera que el clima de una localidad dicta la forma del edificio: “Cuando llega un nuevo proyecto, tienes que ver su situación climática, igual que si miraras la situación del paisaje; quiero decir, algunos arquitectos obtienen el mismo resultado cualquiera que sea el clima o donde quiera que esté el edificio, pero nos gusta sentir que el clima da forma a nuestros edificios y el paisaje o el entorno de la construcción a menudo dicta la forma del edificio”.

Por su parte Daniel Libeskind, fundador de Studio Libeskind, declara que el programa arquitectónico debe responder a condiciones climáticas específicas, ya que el panorama global es de crisis: “Estamos viviendo en una era de calentamiento global y cambio climático, el clima está cambiando rápidamente y ya no podemos depender de la vieja idea del clima local; por supuesto, cada pieza de arquitectura o la planeación urbana se basa en un lugar: es topografía, es historia, es gente y es clima. Y el clima es un factor principal para diseñar un edificio: no puedes diseñar un edificio desde el norte en el sur, eso no tiene sentido. Pero, como estoy indicando, con el cambio climático global tenemos que ver otros criterios, porque estamos viviendo una era de crisis, una era de guerra contra el planeta Tierra, que algunos le han llamado antropoceno”.

Ken Yeang, arquitecto malasio, abunda en la influencia del clima no solo en el paisaje natural sino también en el construido: “Una de las principales determinantes de la ecología es el clima, ya que los diferentes climas en el mundo influencian el tipo de especies, la flora y fauna de una localidad. Así como influencia la flora y fauna, también lo hace con la arquitectura y los seres humanos”.

Stefan Behling, socio de Foster + Partners, aporta una visión histórica del clima, marcada por la forma en que la arquitectura moderna se construyó al margen de las condiciones climáticas: “Creo que el clima local siempre ha influenciado los edificios, y diría que siempre ha influido en la gran arquitectura. El fenómeno interesante desde la Revolución Industrial es que hay, como una cadena, edificios que se han desarrollado y que probablemente tuvieron su punto cumbre en el modernismo, donde los edificios podían ignorar el clima local y aún ser edificios. Pero ahora, como todos lo sabemos, toda la arquitectura debe responder al clima local”. 

Piers Heath, también socio de Foster + Partners, aclara que la arquitectura puede responder de distintas formas al clima, no sólo desde la ingeniería: “En mi rol como ingeniero ambiental para Foster + Partners tendemos a ver climas de todo el mundo, algunos en los lugares más inusuales, y algunos otros en climas bastante particulares, y creo, sin duda, que no me puedo imaginar un edificio en el que no hayamos respondido a veces con la forma, a veces con la envolvente. Todo depende de buscar modos para aprovechar al máximo el clima, y por lo tanto la ubicación real del edificio en un determinado lugar. Esto podría ser tan insignificante como la orientación, o tan significativo como transformar la forma para responder a un cierto tipo de exposición solar, al viento, captación de lluvia, así como rendimiento solar. El clima siempre influye en todo lo que hacemos, por lo que siempre vamos a responder al él.”

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