Resultados de búsqueda para la etiqueta [ciudad (in)sostenible ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Fri, 06 Jun 2025 21:46:27 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 El regreso de la naturaleza a las ciudades https://arquine.com/el-regreso-de-la-naturaleza-a-las-ciudades/ Tue, 09 Jan 2024 18:56:30 +0000 https://arquine.com/?p=86694 Rara vez una COP había destacado el rol de la arquitectura para las ciudades ante la emergencia climática. Todo cambio con la COP28 de Dubái. En esta edición, las ciudades tomaron un papel protagónico: o se cambia el modo de planificar y urbanizar las ciudades o irá en aumento el riesgo ante los efectos extremos del clima.

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Rara vez una Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (mejor conocida por sus siglas en inglés: COP, Conference of the Parties) había destacado el rol de la arquitectura en las ciudades ante la emergencia climática. Todo cambio con la COP28, que se celebró en Dubái, Emiratos Árabes Unidos, del 30 de noviembre al 12 de diciembre de 2023. En esta edición, las ciudades tomaron un papel protagónico: o se cambia el modo de planificar y urbanizar las ciudades o el riesgo ante los efectos extremos del clima irá en aumento. Los temas de la descarbonización de los procesos constructivos y la integración de la naturaleza en la regeneración urbana, son clave. 

El planteamiento hecho por más de 60 ciudades coloca al futuro del entorno urbano modelado por la emergencia climática, al menos para la próxima década. Junto al clima, que es el gran protagonista del debate, la biodiversidad merece ser mencionada como otro soporte del paisaje –y ahora de las ciudades—, y otro motivo de alarma para la humanidad. Ambos asuntos fueron objeto de convenios en la Cumbre de la Tierra que se celebró en Río en 1992 y de la COP15, celebrada en 2022, en la que un acuerdo global persiguió  evitar la pérdida de áreas de gran importancia y alta integridad ecológica para la biodiversidad. Ello incluye grandes áreas naturales con altísimo valor ambiental en México como la Isla Holbox (Yucatán), la laguna de Bacalar (Quintana Roo) y el Mar de Cortés (en el golfo de California), que deberían abordarse en discusiones mediante acuerdos institucionales que los rescaten de la contienda política y el forcejeo electoral. El resultado no ha sido el esperado.

Lo que surge de esta ultima COP28 es un posicionamiento urbano paradigmático en el que la biodiversidad y la naturaleza deben ser integrados en el diseño y planeación para las ciudades. Incorporar la naturaleza a la planificación urbana, lo que suele denominarse “urbanismo biofílico” o “urbanismo verde”, no sólo es posible, sino que cada vez más se reconoce como esencial para crear ciudades sostenibles, habitables y resilientes. Hay varias formas de integrar la naturaleza en la planificación urbana. Los principales son: el incremento del espacio verde per cápita, la creación de infraestructura verde, la siembra e integración de bosques urbanos, el diseño de corredores para la biodiversidad,  la generación de jardines comunitarios, y proporcionar infraestructura natural y diseño biofílico en arquitectura.

Aunque es posible y beneficioso integrar la naturaleza en la planificación urbana, al mismo tiempo esto genera problemáticas como prioridades de uso del suelo que compiten entre sí, espacio limitado y la necesidad de equilibrar los objetivos ecológicos con el desarrollo urbano. Aquí es donde los anuncios de la COP28 retoman aquel uso de la ecología como movimiento político y como una manera de entender el proceso de planificación de la ciudad acuñado en el famoso libro de Rachel Carson, Silent Spring (1962). Lo que cambio con este acercamiento crítico a otros desastres ecológicos en la década los sesenta fue la habilidad de Carson para proponer una “crítica dentro de un acercamiento ecosistémico”, [1] dicho en palabras del sociólogo John Bellamy Foster.

La probabilidad de que los urbanistas incorporen elementos de la biodiversidad y naturaleza en el diseño de espacios públicos abiertos en el futuro es bastante alta. Cada vez hay más conciencia de la importancia de integrar la naturaleza en los entornos urbanos por diversas razones, como la sostenibilidad ambiental, la salud pública y el bienestar general. Varias tendencias y factores apoyan la probabilidad de que aumente la integración de elementos de la naturaleza en la planificación urbana. Sin embargo, como bien apuntaba Carson hace medio siglo:

Esos complejos ecosistemas, se concebían como entidades altamente dinámicas y al mismo tiempo delicadas, al igual que la Biósfera y el Sistema Tierra. En consecuencia, las alteraciones que sufrían y sus ramificaciones en cuanto a la creación de cambios de fase a menudo no se preveían hasta que era demasiado tarde. [2]

La COP de Dubai fue una cumbre de la Organización de las Naciones Unidas que ojalá cumpla y asuma la urgencia del momento tras las decepcionantes COP26 de Glasgow, celebrada en 2021, y la COP27 de Sharm el-Sheij, en 2022. Han transcurrido tres décadas desde la primera reunión en Berlín, y sólo la COP21, que cristalizó en el Acuerdo de París de 2015, parece justificar el esfuerzo de revisar las publicaciones científicas y congregar a una multitud de especialistas y políticos para establecer las medidas de mitigación y adaptación que reclama este reto planetario.

Para la arquitectura se abre un abanico de ejercicios bajo la frase de Louis Sullivan, “forms-follow function”, en donde la ciudad será la protagonista, y el paisaje la clave. La disyuntiva será si se aborda este reto mediante una nueva construcción de lo natural, alejada del materialismo histórico en el que esta ha sido un puro suministro de materias primas para la existencia del ser humano; o si elige continuar con el camino actual, anclado a un materialismo en el que la historia de lo natural resulta modificado para satisfacciones humanas no siempre necesarias.

Notas

1. Bellamy Foster, J.; The Return of Nature, Socialism and Ecology, Monthly Review Press, NY, 2020, pp. 510-511.

2. Carson, R.; Silent Spring; Houghton Mifflin, Boston, 1962; pp. 190, 246.

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Ecosistemas urbanos. Conversación con Salvador Rueda https://arquine.com/ecosistemas-urbanos-conversacion-con-salvador-rueda/ Wed, 04 Oct 2023 14:29:57 +0000 https://arquine.com/?p=83550 Con estudios en Ciencias Biológicas y Psicología, Ingeniería Ambiental y Gestión Energética, Salvador Rueda ha trabajado en temas relativos al medioambiente urbano. Rueda es responsable del modelo de las supermanzanas en la ciudad de Barcelona, que lleva al plan con que Ildefonso Cerdá buscaba conectar el orden de la urbe con el del orbe.

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Con estudios en Ciencias Biológicas y Psicología, Ingeniería Ambiental y Gestión Energética, Salvador Rueda ha trabajado en temas relativos al medioambiente urbano. Además, fue, hasta 2019, el director de la Agencia de Ecología Urbana de Barcelona desde su fundación en el año 2000. Actualmente, es presidente de la Fundación Ecología Urbana y Territorial. Rueda ha dicho que su paso de estudiar el cerebro —“el sistema más complejo de nuestro cuerpo”— a analizar ciudades —“los sistemas más complejos que ha creado la especie humana”—, lo llevó a entender y atender a la ciudad como un ecosistema humano. Rueda es responsable del modelo de las supermanzanas en la ciudad de Barcelona, que lleva al plan con que Ildefonso Cerdá buscaba conectar el orden de la urbe con el del orbe, a enfrentar los problemas de los grandes asentamientos humanos para reconstituirse como ecosistemas humanos viables a escala planetaria. Este es un fragmento de la conversación que se publica en el número 105 de Arquine: Mediaciones.

Miquel Adrià: El ensanche de Barcelona que proyectó Cerdá pasó de ser un plan local a un referente global, partiendo de un proyecto esquemático, una retícula isomorfa, abstracta y abierta que se podría extender al infinito que, si bien tiene secciones, surge de un trazo bidimensional. ¿Cómo pasamos del proyecto original a tu propuesta, que de algún modo puede interpretarse como una actualización o una continuación del proyecto original?

Salvador Rueda: En 1995 escribí un libro titulado Ecología Urbana. Lo presentó mi maestro Ramón Margalef. Apuntaba en esa publicación que Cerdà propuso la aproximación más sistémica que conozco. Él trabajaba con fractales, aunque quizá no lo sabía. Comentas que el plan era una morfología que podía extenderse hasta el infinito. Eso era precisamente porque la resolución de los desafíos y los conflictos que enfrentó Cerdà se daba en la manzana, en el fractal, en su interior. Luego repetía la solución hasta el “infinito”. Era una propuesta higiénica que pretendía que cada ciudadano tuviera 40 m2 de ciudad. La ciudad anterior, la Barcelona dentro de las murallas, tenía 13.5 m2 y los higienistas consideraban que la densidad excesiva era, en parte, la causa de las epidemias que sucedían cada 7 u 8 años. Además, las calles tenían que ser más anchas que la altura de los edificios para favorecer la dispersión del aire. Se incorporaron estos elementos en una ecuación para definir el tamaño de la entrevía (manzana) y conseguir los 40 m2 por habitante, se edificaba una mitad de la manzana y la otra era espacio libre. Pero el problema es que ese espacio libre iba a producir materia orgánica y humedad, que al pudrirse generaría los miasmas que, de algún modo, provocan las epidemias. Cerdà, que venía del campo, sabía que los árboles neutralizan la materia orgánica y además actúan como una esponja. Sabía también que si los juntaba demasiado la humedad no se iría, por lo que decidió separarlos 8 metros para neutralizar la materia orgánica y el agua. ¿Qué ocurrió entonces? Una vez definida la solución de la manzana, repitió la misma célula, incorporando otras variantes como la igualdad, que permiten construir un ensanche que algunos consideraban aburrido y repetitivo. Consiguió generar una morfología maravillosa que tiene una compacidad suficiente, que permite tener cantidad y variedad de actividades, y que coincide con lo que buscamos ahora. Además, en el Plan de 1863 se incorporó la locomotora a la ciudad y la domesticó.

En ningún caso llegó a incorporar el coche. El que trataría de domesticar el coche fue Le Corbusier con el Plan Macià de 1933, que no se llevó a cabo y, en cambio, el coche acabó invadiendo las calles y su velocidad no se adaptó a la ciudad, a los cruces cada 100 metros, por lo que se convirtió en un transporte lento que llenó de artefactos la ciudad. El coche no se ha llegado a domesticar. Y necesitamos hacerlo porque mata a mucha gente, la habitabilidad es horrible y genera disfunciones tremendas. Necesitamos reformular las condiciones del espacio público y domesticarlo. Así surge la propuesta de las supermanzanas. La evolución del concepto me ha llevado a plantear no sólo la transformación de la movilidad y el espacio público —que permite liberar el 70% del espacio dejando tan sólo el 15% de vehículos—, sino que además se convierte en el ecosistema urbano mínimo, un fractal, donde todos los principios y retos actuales del urbanismo ecosistémico se integran en unas 20 hectáreas. Por tanto, la idea de Cerdà se traslada a este mundo de la ecología y el urbanismo ecosistémico y lo trasciende, puesto que no sirve meramente para morfologías de ensanche, sino que puede ser aplicado a cualquier otra. 

 

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La sequía desafía a la arquitectura https://arquine.com/la-sequia-desafia-a-la-arquitectura/ Tue, 04 Jul 2023 06:29:12 +0000 https://arquine.com/?p=80273 La sequía puede presentar desafíos significativos para la arquitectura en varias formas. Nos enfrentamos a una alternativa: seguir respondiendo a estos desafíos de forma convencional y lineal; o entender que los diseños de edificios y espacios públicos de ahora en adelante tiene que ser adaptables, propositivos y con rendimientos máximos.

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La sequía puede presentar desafíos significativos para la arquitectura en varias formas. Las recientes olas de calor que azotan a varias ciudades no sólo en México sino en toda America han puesto en jaque a los edificios y los espacios abiertos en las grandes urbes.

Durante períodos de sequía, el suministro de agua puede ser escaso. Esto ha evidenciado la incapacidad de los arquitectos para diseñar edificios que requieren agua más allá de su funcionamiento normal, como sistemas de plomería, sistemas de extinción de incendios y sistemas de enfriamiento. Grandes arquitectos como Norman Foster han abogado desde hace mucho tiempo por diseñar edificios que incorporen medidas de reuso y colecta de agua(1) pero poco se ha hecho para que esto sea incorporado de forma estandarizada en el diseño arquitectónico.

Si las consecuencias directas fueran solo relacionadas con el suministro de agua el tema seria manejable. Pero ademas, en áreas afectadas por la sequía, es común que se implementen restricciones en el consumo de energía eléctrica; lo cual tiene consecuencias directas en el diseño de los edificios. Actualmente en México, de todos los edificios públicos solo el 6% han sido diseñados con elementos que lleven a reducir la demanda energética y con ello, contrarestar los efectos de la sequia. (2)

Willis Faber and Dumas, Heathquarters, Norman Foster, 1971-75,
Creditos: Wikimedia cc user Mako Zilincik

Consideremos entonces que los edificios “padecen” la sequía casi igual que quienes los habitan. El filosofo inglés, John Broome argumenta, bajo el concepto de pesar vidas(3) que las consecuencias de nuestros actos y bienestar pueden “evaluarse a traves de tres dimensiones especificas -tiempo, estado de la naturaleza y la persona”, y continua, “la condición de la persona puede definirse por estas tres dimensiones, -o el edificio en este caso, “en donde la condición es específica del tiempo y define su nivel de bien-estar en mayor o menor medida”. (4)  En el caso de los edificios, si estos no estan preparados, padeceran fenomenos climáticos -como la sequía-  y esta condicionante, como la denomina Broome, hara que el edificio sea valorado por lo que aporta -o no, a su bienestar y existencia misma.

La preocupación por esta “eficiencia máxima” del producto arquitectónico, sea una casa o edificio, la planteo Buckminister Fuller en su primer ensayo teórico previo al diseño de la casa Dymaxton en 1935. Sin embargo, han sido los embates del cambio climático, y específicamente las fuertes olas de calor de los ultimos dos años, lo que ha evidenciado el letargo con el que los arquitectos “evitan” incorporar esto en sus agendas de diseño.

Buckminister Fuller, Dymaxton house, toilet, 1935. El prototipo fue diseñado para reutilizar 100% del agua y vapor. Su construcción facilitaba la replicabilidad en otras viviendas.

En el espacio urbano público de nuestras ciudades el desafio es aun más critico. Durante la sequía, los jardines y áreas verdes suelen verse afectados debido a la falta de agua. Aunque el la teoría y en la práctica, arquitectos como Batlleiroig,  MIAS Arquitectes, MITHUN Architects, Diller-Scofidio, Field Operations y Taller Capital entre varios otros, han incidido en la prominencia del paisajismo como herramienta mitigadora de estos problemas, la escala de las intervenciones no deja de ser puntual y con poca oportunidad de replicarse en otros lugares. La incidencia en el largo plazo queda ausente y las propuestas, si bien acertadas, son dificiles de adaptar a otros programas y contextos. Ya R.B. Fuller(5) y Norman Foster(6) han mencionado la importancia de la adaptabilidad para estos diseños -y soluciones, para que su impacto vaya más allá de un simple ejercicio formalista.

Rotterdam es la ciudad que tiene mayor porcentaje de cubiertas verdes per cápita (10%) en los países bajos. Créditos Pablo Lazo

El cemento gris no puede seguir dominando el paisaje urbano. En estos tiempos excepcionales que estamos viviendo, post-covid y con los efectos climáticos cada vez más extremos, es mejor pensar en nuestro mundo como un sistema complejo e interrelacionado en donde los edificios y las ciudades definen en gran parte nuestro bien estar, como lo define Broome. Una de nuestras limitaciones como seres humanos es que estamos llenos de errores cognitivos: entendemos mejor los sistemas lineales con relaciones causales directas que los sistemas complejos. Sobre la base de pruebas limitadas, nuestro pensamiento intuitivo -sistema 1, funciona como una máquina para saltar a conclusiones tratando de lograr la coherencia. Por lo tanto, la combinación de un sistema 1 que facilita la coherencia y un sistema 2 perezoso (un modo de cognición más deliberado) nos hace aceptar impresiones y creencias intuitivas pero a menudo incorrectas.

La sequia que padecemos nos esta llevando a pensar de forma diferente. Nos esta pìdendo buscar herramientas -soluciones arquitectónicas-  que dejen de ser soluciones lineales: programa-proyecto-edificio y que “salten” a definiciones complejas de propuestas arquitectonicas, eficientes y eticamente propositivas ante estos desafios como el mismo Broome lo propone. (7)

Algunas lineas de exploración ya en marcha tienen que ver con una arquitectura basada en el diseño regenerativo, que busca crear edificios y entornos que restauren y regeneren los recursos naturales, incluida el agua. También, ante la sequía, la arquitectura contemporánea busca explorar conceptos como la adaptabilidad y la resiliencia. Los edificios son diseñados para ser flexibles y capaces de adaptarse a las condiciones cambiantes, incluida la disponibilidad de agua. Esto puede incluir sistemas modulares que se pueden ajustar según las necesidades, la implementación de tecnologías emergentes para el manejo del agua y la planificación de sistemas de suministro y almacenamiento de agua a largo plazo son ejemplos puntuales de estas aproximaciones.

Banquetas inundables y captación de agua pluvial, Tec de Monterrey, Campus Coapa. Credito Pablo Lazo

La alternativa que se plantea a la arquitectura es: seguir respondiendo a estos desafios de forma convencional y lineal; o entender que los diseños de edificios y espacios publicos de ahora en adelante tiene que ser adaptable, propositivos y con rendimientos máximos como lo proponia Fuller. 

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Territorios en movimiento. Conversación con Brigitte Baptiste https://arquine.com/territorios-en-movimiento-conversacion-con-brigitte-baptiste/ Tue, 18 Oct 2022 13:44:58 +0000 https://arquine.com/?p=70392 El diseño nos va a permitir crear nuevos mundos siempre y cuando se permita la libertad en la experimentación. El diseño tiene que ser experimentado, correr riesgos que tuerzan su sentido. Tiene que reorganizar los sistemas de relaciones que están presentes partiendo de una intervención que se hace bien con un objeto, bien con una institución, bien bajo la idea de que uno puede diseñar políticas o, incluso, diseñar planetas.

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Brigitte Baptiste es una bióloga colombiana. Estudió en la Pontificia Universidad Javeriana y realizó estudios de maestría en la Universidad de Florida. Actualmente es rectora de la Universidad EAN.

En su “Manifiesto ciborg”, la bióloga Donna Haraway planteaba que la manera de aproximarse al territorio que habitamos debía ser mediante una mirada que desmontara las certezas científicas, ya que el punto de vista humano es la única manera de entender lo que nos rodea, lo que trae como consecuencia que sólo miremos nuestro entorno para poder someterlo y explotarlo. Décadas más tarde, cuando es más que necesario repensar nuestra relación con el territorio, Brigitte Baptiste, igualmente bióloga, afirma que la lectura del territorio tiene que ser diversa y multiescalar, ya que los humanos cohabitamos con lo vivo y lo no-vivo, con un ecosistema del que sólo representamos una mínima parte. En esta conversación, la rectora de la Universidad EAN da algunas claves sobre su pensamiento respecto al territorio, las consecuencias de la arquitectura y las posibilidades que tiene el diseño ante un mundo cada vez más convulso. 

Christian Mendoza: Las maneras de entender el territorio son diversas y amplias. Disciplinas como la arquitectura y el urbanismo, tal vez hayan tenido una visión reductiva o limitada del territorio. Desde tu práctica científica, ¿cómo entiendes el territorio?

Brigitte Baptiste: Hace muchos años, yo inicié mi carrera como estudiante de arquitectura. Fui pasando del proceso creativo del hábitat humano hacia una construcción que fuera sensible al sitio. Hay muchas escuelas que hablan de eso. Sobre todo, recuerdo a Kevin Lynch, quien influyó mucho en lo que hice después: convertirme en bióloga y en ecóloga del paisaje. Con esto, cambia un poco la lente con que uno mira lo que llamamos “territorio”. Fundamentalmente, creo que el descubrimiento que hice fue que el territorio es un poco más complejo de lo que siempre creemos y requiere un análisis que lea simultáneamente varias escalas, que es a veces lo que la arquitectura no logra, sobre todo cuando no se conecta bien con el urbanismo y con procesos que se dan cuando se agregan otros fenómenos que rebasan a la arquitectura misma. La lectura que yo hoy hago del territorio está muy basada en la ecología del paisaje, la cual a su vez reposa en la complejidad física de procesos biológicos, así como en procesos culturales que no pueden controlarse y que, de hecho, son a menudo espontáneos. Si uno interfiere, se arriesga a muchas sorpresas.

CM: Has dicho que “nada es más queer que la naturaleza. ¿Cómo puede ayudar la teoría queer a entender un territorio cada vez más convulso y en disputa?

BB: La imagen que tengo es que los componentes del territorio los hemos tratado de definir demasiado. Hemos tratado de exprimir la cualidad ontológica de las cosas con las que nos encontramos para poder operar sobre ellas. Eso ha generado una ruptura. Diría yo que incluso un congelamiento de la realidad. Entre más tratas de definir los objetos como objetos puros, pierdes la noción de los efectos que tiene la conectividad y las relaciones que se pueden establecer a partir de la funcionalidad. La ecología queer intenta mirar a los objetos de soslayo. Si no tratas de iluminarlos de frente, probablemente se verán un poco más difusos y, por ende, más dispuestos a formar parte de una red de sentido de un ecosistema que ya está en movimiento. Este método puede ser muy pertinente porque reconoce que no hay nada puro, que no hay nada que cumpla las expectativas al cien por ciento. Es muy bueno ese gesto irónico que tenemos que hacer para acomodarnos a la realidad. Es una mirada torcida que, obviamente, tiene que ver con el deseo y con el temor a lo desconocido, pero también con la búsqueda de experimentar cosas raras. Eso es muy inspirador para mí. 

CM: Has hablado sobre cómo la ciencia moderna ha vuelto al territorio mero objeto de estudio. ¿Cómo se puede superar esa visión y entender, de otras maneras, la relación entre el territorio, los cuerpos que lo ocupan o los sujetos políticos que buscan controlarlo o gestionarlo?

BB: Hay que ablandar nuestra posición. Debemos confiar menos en las taxonomías, en el ordenamiento basado en la estructura. Hay que preferir una mirada relacional entre los sujetos que forman parte de un sistema. Hay que buscar pensar siempre más en sinergias que se establecen constituyendo niveles superiores de estabilidad o de funcionalidad. Sobre todo, se debe reconocer la complejidad de que el territorio es inabarcable e inagotable, además de que es perjudicial la pretensión de agotar al mundo con el conocimiento. Pareciera que siempre estamos a un paso de controlarlo completamente y esa aspiración simplemente es destructiva, porque deja en claro que no queremos formar parte de un sistema capaz de evolucionar y desplegarse a lo largo del tiempo para poder disfrutar lo que significa la vida. En este sentido, por eso creo que es tan importante la visión artística en la ciencia, la cual debe tener la capacidad de innovación y de interpretación libre de la realidad que esté lejos, por ejemplo, de la mera mímesis. Debe crearse un espacio que busque crear puentes entre las ideas de la funcionalidad territorial, la sostenibilidad y el futuro de lo humano. Definitivamente, se necesita una visión artística capaz de interpretar nuestra posición en él. 

CM: ¿Crees que la arquitectura y el urbanismo también tengan que ablandar sus posiciones?

BB: Por supuesto. En retrospectiva, mi experiencia en la arquitectura me reafirmó esa idea de una arquitectura más emparentada con el arte que una arquitectura cercana con la ingeniería. Estoy segura de que han sido los últimos años en los que la arquitectura ha tenido que resolver problemas prácticos muy urgentes, como la vivienda popular, la vivienda para millones de personas desplazadas. Eventualmente he tenido que hacer ciertas concesiones y ciertos sacrificios, pero esto también tiene que ver con la formación de los arquitectos y el poder del mercado sobre la arquitectura, ya que se da prevalencia al costo-efectividad y no necesariamente a las soluciones creativas, a las alternativas que pueden establecerse en todos los campos de la acción humana, entre un pensamiento creativo y un pensamiento eficiente.

CM: El diseño puede jugar un rol muy importante ante la crisis que ya llegó. ¿Cómo entiendes, desde tu propio trabajo, al diseño y de qué manera piensas que puede incidir positivamente para atender tal crisis?

BB: El diseño nos va a permitir crear nuevos mundos siempre y cuando se permita la libertad en la experimentación. El diseño tiene que ser experimentado, correr riesgos que tuerzan su sentido. Tiene que reorganizar los sistemas de relaciones que están presentes partiendo de una intervención que se hace bien con un objeto, bien con una institución, bien bajo la idea de que uno puede diseñar políticas o, incluso, diseñar planetas. Lo importante es el efecto disruptivo del diseño y los principios que guían su actividad. Es muy importante la premisa de que hay que sanar el planeta, de que hay que sanar las relaciones entre los seres humanos, reconstituir la viabilidad de la forma del habitar. Siendo más estrictos, hay que reconstituir el hábitat: nosotros tenemos la responsabilidad de compartir esto con otros seres vivos. El diseño tiene una potencia gigantesca en la medida en que, guiado por principios éticos y políticos, puede proponernos esas nuevas alternativas a partir de nuestra experiencia histórica, por lo que el diseño obviamente puede ser retro, puede ser lateral, puede ser queer, puede ser muchas cosas. Lo importante es que exista la voluntad del diseño.

CM: Por otro lado, cierta concepción del diseño, desde objetos hasta ciudades, ha tenido una cara hoy ya no tan oculta: colonial, extractivista, excluyente en muchos casos. ¿Cómo podemos pensar otras ideas de diseño? ¿Y cómo lograr que esos diseños atiendan a los lugares donde surjan y entiendan las historias que les dan origen, más allá de la hegemonía del diseño “moderno” posterior a la revolución industrial?

BB. Lo primero que debemos hacer es rescatar el papel de la complejidad y la relación de esa complejidad con la diversidad. Igualmente, debemos reconocer la diversidad como un producto de la historia larga. La diversidad que se consolida a lo largo de los siglos y de los milenios tiene un componente biológico, geológico, climático y, por supuesto, un componente de relacionamiento. Esta capacidad de volver a historizar  al territorio con otros ojos es muy importante. Por ejemplo, el sur estaba abocado a recuperar esa visión de sí mismo ante otras múltiples visiones, ante el multiverso. Todas esas lecturas que resultan invisibilizadas o exterminadas por el colonialismo tienen que resurgir en la medida que los discursos externos puedan ayudar a descubrir ciertas cosas o a innovar. Se deben crear perspectivas híbridas. Por supuesto que se puede evolucionar mediante las evidencias, pero eso puede llevar a que se implante un esquema completamente violento que destruye o desaparece a la diversidad. Ese proceso causa mucho daño. Todos los días trato de que las personas sean más sensibles al contexto en el cual están habitando y entiendan o construyan una interpretación propia, afectiva e interesada consigo mismas, y no una extractivista, temporal o efímera. Concluyo con eso porque estamos trabajando en una zona de deforestación en la Amazonia. Ahí decían que la gente es la que tumba la selva, buscando asentarse y hacer una vida. Pero, al momento siguiente, dicen que ese habitar es temporal y que quieren volver a la civilización. No tenemos ni siquiera un proyecto colonizador con aspiraciones de permanencia en donde hasta podamos ver una semilla de futuro, pero no por eso deja de ser un proyecto colonizador expropiador. Necesitamos hacer muchos experimentos con base en conocimientos que provengan de muchos frentes diferentes porque, de no ser así, el experimento lo único que va a hacer es tener un efecto recalcitrante sobre la línea de pensamiento que busca rediseñar el mundo. Una escuela de pensamiento unívoco sólo profundiza los problemas y no entrega un conjunto de soluciones posibles. Los experimentos debemos hacerlos hibridando puntos de vista.

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Aire radical https://arquine.com/aire-radical/ Fri, 30 Jul 2021 14:28:35 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/aire-radical/ Ante la evidencia científica de que la contaminación del aire actual en las ciudades mata y que esta crisis de salud pública está interrelacionada con la crisis climática y la actual pandemia, el artículo insta a arquitectos, urbanistas y paisajistas a contribuir a un cambio radical de modelo urbano imperante que, en muchos casos, prioriza las lógicas de la economía neoliberal por encima de la salud de sus habitantes.

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Ante la evidencia científica de que la contaminación del aire actual en las ciudades mata y que esta crisis de salud pública está interrelacionada con la crisis climática y la actual pandemia, el artículo insta a arquitectos, urbanistas y paisajistas a contribuir a un cambio radical de modelo urbano imperante que, en muchos casos, prioriza las lógicas de la economía neoliberal por encima de la salud de sus habitantes (1). 

El aire es el hilo conductor de este cambio necesario y que no es posible si no se cuestiona el marco de pensamiento y las metodologías con las que arquitectos y urbanistas han estado trabajando hasta ahora. Para hacer esta lectura crítica del pasado, el artículo revisa momentos históricos de la regulación de la calidad del aire, de la reivindicación del aire limpio a escala planetaria y de conceptos del pensamiento moderno como ecología y urbanización (2) proponiendo un desplazamiento del paradigma cultural a partir de propuestas de la filosofía postmoderna y contemporánea (3). 

Esta nueva «mentalidad» permite la adopción, con una renovada orientación para el bien común humano y no humano, de metodologías y tecnologías que la transformación digital pone a nuestro alcance para desarrollar prácticas de planeamiento urbano emergentes. En esta dirección se ha desarrollado el proyecto Air/Aria/Aire que se presenta en la Bienal de Arquitectura de Venecia 2021 (4), y que resitúa la ofensiva por el derecho a respirar aire limpio en la acción local del rediseño del aire de las ciudades, desde el deseo radical de poner la vida en el centro (5).

 

El amor no está en el aire

El 19 de octubre de 2017 la revista The Lancet publicó las conclusiones de una comisión de estudio sobre la contaminación y la salud (The Lancet Commission on Pollution and Health) entre las que destacaba que la contaminación es la mayor causa ambiental de enfermedad y muerte prematura en el mundo. Según el estudio, las enfermedades causadas por la contaminación fueron responsables de aproximadamente nueve millones de muertes prematuras en 2015, el 16 % de todas las muertes en el mundo, tres veces más muertos que las causadas per el sida, la tuberculosis y la malaria combinadas y quince veces más que todas las guerras y otras formas de violencia.  

La OMS tiene una de las bases de datos más grandes de contaminación del aire: la WHO Global Urban Ambient Pollution Database. En los últimos dos años, la base de datos, que ahora cubre más de 4.300 ciudades y asentamientos de 108 países, casi se ha duplicado, con cada vez más ubicaciones que miden los niveles de contaminación del aire y reconocen los impactos asociados a la salud. Según la OMS, siete millones de personas mueren al año a causa de la contaminación del aire y nueve de cada diez personas respiran aire con niveles altos de contaminación. Las ciudades están severamente afectadas por la baja calidad del aire porque son las responsables del 85 % de la actividad económica global. En ellas se concentra la población, el consumo energético, el tráfico, la actividad constructiva y, en muchas de ellas también, la actividad industrial. La crisis de la contaminación del aire es una crisis de salud pública en crecimiento constante. Se prevé que las ciudades pasen de representar el 55 % de la población del mundo al 68 % de aquí hasta el 2050. La evidencia científica es clara: la contaminación del aire mata y lo hace principalmente en las ciudades. 

En primer lugar, debemos comprender que, a pesar de que las emisiones de CO2 son las responsables de la crisis climática, este no es el gas que afecta directamente la salud de los habitantes de las ciudades. Inhalamos gases tóxicos (principalmente NO2 y O3) y partículas contaminantes (llamadas PM10, PM2,5 y partículas ultrafinas según el tamaño que tengan), en la mayoría de casos invisibles a nuestros ojos, que se acumulan en nuestro cuerpo y causan inflamación de los órganos respiratorios, y que provocan asma, cáncer de pulmón y enfermedades cardiorrespiratorias entre otras dolencias. Las micropartículas se desplazan por el flujo sanguíneo y llegan y se acumulan en lugares tan sensibles como el cerebro o la placenta provocando enfermedades neurodegenerativas y ralentización del sistema neurológico en edades vulnerables como son la infancia y la vejez. En el caso de Europa son más de 400.000 muertes al año por contaminación del aire «a pie de calle», principalmente proveniente del transporte de personas y mercancías en vehículos de combustible fósil.

En segundo lugar, debemos tener en cuenta que la contaminación del aire está íntimamente vinculada a la emergencia climática. Las concentraciones de emisiones de CO2 no afectan directamente la salud humana pero sí tienen un efecto indirecto cuando se elevan a capas superiores de la atmosfera y producen, por acumulación a lo largo de los años, el efecto invernadero que está provocando el aumento de la temperatura del planeta y que, a su vez, provoca también el aumento de las temperaturas en las ciudades llamado «efecto isla de calor». El aumento de las temperaturas, en especial en las zonas urbanas, favorece las reacciones químicas que provocan que el NO2 se transforme en O3, ozono troposférico, un potente oxidante nocivo para la salud. También el calentamiento global lleva a las ciudades, cada vez más a menudo, vientos con polvo de zonas desérticas y de incendios de zonas forestales que van directamente a engrosar las partículas de los vehículos de combustión fósil y, por tanto, a incrementar los problemas de respiración. 

Tercero, hay que ser conscientes de que la vulnerabilidad de la población urbana ante la contaminación del aire en las ciudades es una crisis de salud pública que también provoca que esta población tenga más riesgo ante otros problemas sanitarios. La crisis sanitaria por la pandemia del virus COVID-19 se transmite por el aire, y es especialmente virulenta en ciudades con altos niveles de contaminación del aire, ya que se encuentra con poblaciones con una precondición que los vuelve más vulnerables a la infección por haber sido expuestas durante años a la contaminación «a pie de calle». 

Los efectos de la contaminación del aire, la crisis climática y la crisis sanitaria son fenómenos interrelacionados que se materializan en el aire y todas ellas evidencian que son, también, una crisis política, social y económica. El amor no está en el aire.

Fig 1. Delhi. Fotografía de Jean-Etienne Minh-Duy Poirrier, CC BY-SA 2.0 Fig 2. Humo proveniente de un incendio forestal sobre San Francisco. Fotografía Christopher Michel CC BY 2.0.

 

«Salvemos nuestro nuestro nuestro nuestro planeta». 

La lucha contra la contaminación del aire va unida a crisis sanitarias y a las reivindicaciones medioambientales que se empezaron a vivir más intensamente desde mediados del siglo xx. El primer National Air Pollution Symposium en los Estados Unidos, que se organizó en 1949 en respuesta al episodio de esmog que tuvo lugar en la ciudad de Donora en 1948 y que provocó doce muertes y siete mil afectados, abrió el camino a la creación del Air Pollution Control Act de 1955. El Gobierno británico aprobó el Clean Air Act de 1956 como reacción al Great Smog que provocó la muerte de doce mil personas por contaminación del aire en Londres. En 1970, veinte millones de personas salieron a manifestarse en los Estados Unidos en la que fue la primera celebración del Día de la Tierra para pedir la protección del medio ambiente y denunciar los efectos de la deterioración ambiental en la salud humana y la de nuestro entorno. 

Fig 3: Día de la Tierra en Nueva York, 1970. Fotografía © Santi Visalli / Getty Images

 

El Día de la Tierra de ese año es considerado, para muchos, el nacimiento de los movimientos ambientalistas actuales, de la lucha contra los combustibles fósiles y contra la contaminación, especialmente la del aire, y del origen de reivindicaciones como «Salvemos nuestro planeta».  

En las primeras campañas de «Salvemos nuestro planeta» es significativa la presencia de la arquitectura de Buckminster Fuller en las series de sellos anticontaminación de los Estados Unidos, de los cuales se imprimieron 175 millones, y en la colección de pósteres de la campaña «Salvemos el planeta». Ambos casos dejan patente el hecho de que salvar nuestro planeta es también salvar nuestras ciudades. En el sello vemos en primer plano una cúpula geodésica, una arquitectura ligera de estructura distribuida, el ideal perfecto para las nuevas generaciones, en un entorno libre y verde y, en segundo plano, un perfil de una ciudad formada por edificios del movimiento moderno acabados con muros cortina de vidrio e interiores climatizados, como ejemplo de una arquitectura que hay que dejar atrás. En el póster aparece el proyecto icónico «Dome over Manhattan», una cúpula geodésica colosal que cubre la ciudad para salvarla y corregirla de su mal funcionamiento. Una cúpula para proteger la ciudad de un entorno hostil que consigue reducir el consumo de energía. Una ciudad donde se puede respirar aire limpio. Como decía Fuller, «Nunca se cambian las cosas luchando contra la realidad existente. Para cambiar algo, cread un modelo nuevo que vuelva obsoleto el modelo existente».  El sello y el póster proponen un cambio radical en la concepción de la ciudad y nuestra forma de relacionarnos con el entorno, donde la piel de los edificios ya no es la interficie entre el interior y el exterior. 

Fig 4: Póster «Save our planet! Save our cities», 1971. Buckminster Fuller para Olivetti Ltd. Associazione Archivio Storico Olivetti, Ivrea, Italia

Fig 5a 5b: Serie de cuatro sellos para la campaña anticontaminación, US Postal Service, 1970

 

Herederos de Fuller, jóvenes arquitectos de Estados Unidos y de Europa dan respuesta crítica a la crisis medioambiental y, en concreto, sobre la contaminación del aire. Ant Farm, un colectivo de Berkeley, propone celebrar el primer Día de la Tierra de 1970 constituyéndose en una «Office of Air Emergency Mobilization». Una de las acciones principales consistía en una performance que recreaba una situación hipotética donde todo el aire del mundo estaría contaminado y los miembros de Ant Farm, con mascarillas, animarían a entrar en el único espacio donde se podría respirar aire limpio: el inflable «Clean Air Pod». El mismo año, otro colectivo de jóvenes arquitectos, Haus-Rucker-Co, proponen la acción «Cover: Shell» para cubrir todo el Museu Haus Lange, un edificio de Mies van der Rohe en Krefeld, Alemania, para protegerlo de la contaminación del aire. «Es una mirada a un posible futuro, cuando el aire de las ciudades esté contaminado y los espacios habitables deban cubrirse con refugios de aire limpio», explicaba Zamp Kelp, cofundador de Haus-Rucker-Co. Las dos acciones, a la manera de agit-prop, buscan proporcionar una imagen mediáticamente impactante y promover una conciencia ambiental.

Fig 6: Ant Farm, Cápsula de aire limpio, Día de la Tierra, 1970. Cortesía de Chip Lord Fig 7: Haus-Rucker-Co, cubierta sobre el Museo Haus Lange, proyecto de 1970, realización de 1971. © Archive Zamp Kelp / Haus-Rucker-Co

 

Pero, en último término, se trataría de condicionar un entorno para hacerlo habitable y extrapolarlo a todo el planeta para ser operado como una máquina, como una gran nave espacial. Y es precisamente Fuller quien popularizó la expresión «Soy un pasajero de la nave espacial Tierra» en su libro Operating Manual for Spaceship Earth en 1969.

La segunda mitad del siglo xx es la época en la que interiorizamos el sentimiento de propiedad sobre el planeta Tierra como algo «nuestro». En 1960 se emitió por primera vez por televisión la primera imagen producida por el satélite meteorológico Tiros-1. Asimismo, Apolo 8 consigue la primera imagen en color donde se ve cómo la Tierra parece salir de la Luna y Apolo 17 consigue por primera vez la fotografía completa de nuestro planeta azul. En 1990, se envía una imagen desde el extremo del sistema solar tomada por el satélite Voyager. La Terra se ve, en palabras de Carl Sagan, como un «punto azul pálido». Toda una serie de imágenes que construyeron un tipo de conciencia planetaria con la idea de hacérnoslo nuestro y con el mensaje de que somos «nosotros», los humanos, los que debemos salvarlo de nuestro impacto nocivo sobre la Tierra. 

Fig 8. Imagen de la NASA tomada por un satélite de observación de infrarrojos por televisión, TIROS-1, el 1 de abril de 1960. Es la primera imagen de televisión de la tierra tomada por el primer satélite meteorológico orbital. Fuente: NASA

 

Han pasado cincuenta años desde el Día de la Tierra de 1970 y de aquella reivindicación «Salvemos nuestro planeta. Salvemos nuestras ciudades». Ni hemos salvado el planeta ni hemos salvado nuestras ciudades de la dependencia de los combustibles fósiles. El pabellón transparente y esférico de la Biosfera de Fuller quemó en Montreal dejando en evidencia su naturaleza petroquímica; Western Flag de John Gerrard continúa quemando petróleo, ahora virtualmente; y la escena final de la película de Lars von Trier nos imagina cerrando los ojos esperando el fin del mundo provocado por la colisión del planeta Melancolía como una metáfora de nuestro romanticismo y por nuestra imposibilidad de acción para salvar nuestro planeta.

 

Fig 9: El pabellón de los Estados Unidos en la Expo 67 de Montreal, diseñado por Buckminster R. Fuller en llamas la tarde del 20 de mayo de 1976. Fig 10. Instalación: John Gerrard: Western Flag (Spindletop, Texas) 2017, Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid, 2019. Thyssen-Bornemisza Art Contemporary Collection. Fotografía © Roberto Ruiz | TBA21

 

Fig 11. Melancolía de Lars von Trier, 2011. Escena final

 

Las reivindicaciones medioambientales han conseguido algunas mejoras en las regulaciones, pero pensar en clave planetaria, pensar en «Salvemos nuestro planeta», ha sido y es un mensaje que delega una responsabilidad inmensa en cada uno de los humanos; es, de alguna forma paralizante, un mensaje, en el fondo, desactivador y manipulador. El escritor Timothy Morton apunta sobre la intencionalidad de este «nosotros» cuando dice: «El concepto de Antropoceno que nos hace entender que estamos todos en el mismo barco porque todos nosotros nos hemos portado mal es pernicioso no solo porque reescribe la historia, sino también porque ofrece a las élites liberales globales y a las élites populistas nacionales una coartada para otros programas de desposesión y dominación para salvar los “humanos” de sí mismos». En este sentido, el filósofo Bruno Latour se pregunta cómo podemos ser «nosotros» los que causamos «todo esto» cuando no hay un cuerpo político, moral, pensante o sensible capaz de decir «nosotros», ni nadie que pueda decir la responsabilidad es mía, ya que el perpetrador es solo una parte de la especie humana, ricos y poderosos que no tienen forma definida ni límite. La crisis ecológica es una crisis provocada por la concepción de que todo era posible, un crecimiento sin límite gracias a una explotación infinita, porque el planeta era «nuestro». Se nos ha interpelado a «salvar nuestro planeta» desde este sentimiento de propiedad antropocéntrico desde un punto de vista distante. 

Movimientos ciudadanos de protesta y de desobediencia civil, como Extinction Rebellion y Fridays for Future fundados en 2018, también evitaban culpabilizarnos individualmente y señalan y exigen responsabilidades directas a los gobernantes y a las corporaciones (cien de las cuales son responsables del 70 % de las emisiones de efecto invernadero) de inacción ante la evidencia científica de la emergencia climática, de la drástica reducción de la biodiversidad por causa de la acción humana y del riesgo inminente del colapso social y ecológico, reclamando acciones urgentes y radicales. Demasiados sectores, todavía, siguen ignorando o negando lo que la ciencia nos demuestra, que «nuestra» vida está en completa y radical interdependencia con el resto de especies, materias orgánicas e inorgánicas, y que el planeta ha estado sin «nosotros» y puede volver a estar sin «nosotros». Hemos vivido, y una gran mayoría vive todavía, con un error de origen: el planeta no es «nuestro».

 

Ecologías del aire

Somos seres vivos que vivimos en el fondo de un océano de aire. Un aire que debe posibilitar la vida, pero cuya composición la especie humana ha transformado radicalmente a causa del uso indiscriminado de los combustibles fósiles. La pandemia actual por la COVID-19 nos ha dejado claro que no tiene sentido practicar una forma de estar en el mundo en el que «nosotros», los humanos, quedamos separados de la ecología, de la naturaleza. El filósofo Tobias Rees nos explica que la pandemia sistemáticamente deshace la diferenciación entre lo humano y la naturaleza que se dio por primera vez en el período moderno y que se ha dado por descontado desde entonces. Rompe con el concepto moderno de que existe una clara distinción implícita entre cosas humanas, cosas naturales y cosas técnicas (o artificiales). A esta creencia fundacional, la llama ontología de la modernidad.  

Recordemos uno de los momentos prolíficos de la modernidad en la segunda mitad del siglo xix cuando Ernst Haeckel crea el concepto de «ecología»; Alexander von Humboldt en su libro Cosmos inventa la idea de naturaleza e Ildefons Cerdà escribe La Teoría General de la Urbanización. Los tres tienen en común la introducción del espíritu científico y crítico con la creencia de la perfectibilidad del mundo que ha contribuido al mito del progreso, la mundialización, la globalización y dominación de la especie humana sobre el planeta. Al considerar la modernidad como la creadora de herramientas para clasificar, controlar, ocupar y diseñarlo todo, estaríamos ante teorías que son tecnologías políticas socioeconómicas que han sido vehículos e instrumentos del poder. En el caso de Cerdà, su lema «Rurizad lo urbano: urbanizad lo rural» viene acompañado de «…Replete terram», que es la parte menos citada y conocida pero la que verdaderamente resignifica el lema y le da este sentido planetario antropocéntrico. Equivale a llenar la Tierra, llenar el planeta de tecnología humana, de diseño humano sin límites. En la misma época, hacia 1848, Marx y Engels publican en el Manifiesto Comunista la frase «Todo lo sólido se desvanece en el aire; todo lo sagrado es profano, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas.» Frase que anticipa la explotación del planeta y donde ahora visualizamos en el aire las toneladas de carbón de origen antropocéntrico que llevan el planeta al desequilibrio climático que pone en peligro nuestra supervivencia en la Tierra. Somos herederos de este contexto de pensamiento moderno que tiene su máxima expresión en el neoliberalismo global creador de injusticia sistémica y la necesidad urgente de refundarnos. El colectivo de arquitectos, urbanistas y paisajistas no puede seguir siendo, en muchos casos, colaborador del enfoque exclusivamente antropocéntrico, tecnocrático y supeditado al poder económico global de una minoría extractiva. 

Fig 12. Teoría General de la Urbanización, y Aplicación de sus Principios y Doctrinas a la Reforma y Ensanche de Barcelona, Volumen 1. Ildefons Cerdà, Imprenta Española (Madrid), 1967. Fig 13. Apertura y urbanización de la Gran Vía. Comisión Especial del Ensanche de Barcelona, Memoria 1928.

 

Se trataría, entonces, de desmodernizarnos y acercarnos a la ciencia y filosofía contemporáneas y revisar lo que entendemos por ecología. La bióloga Lynn Margulis y el químico especialista en ciencias de la atmosfera James Lovelock se centran en la particular condición para la vida que se da a pocos quilómetros por encima y por debajo de la superficie del planeta Tierra. Este concepto, al que llaman Gaia, no define la Tierra como un organismo, sino que Gaia es la serie de ecosistemas en interacción que componen un único enorme ecosistema en la superficie de la Tierra. Se trataría de entender, como dice el antropólogo Gregory Bateson en Steps to an Ecology of Mind, que no estamos fuera de la ecología, sino que somos siempre e inevitablemente parte de ella. Y, como nos apunta el filósofo Félix Guattari en las Tres Ecologías, nos habla de la necesidad de una articulación ético-política a la que llama ecosofía y que desarrolla en tres registros ecológicos: la ecología medioambiental, la ecología social y la ecología mental. 

 

«Intenta aguantar la respiración durante un minuto. Después, todo te va a parecer distinto. Siéntete como un bosque, el viento soplando entre tus hojas. Todas esas especies bailando juntas dentro de ti: imaginarlo puede marearte un poco. No parece que vaya a ser posible Y a pesar de todo es posible, durante un rato, aunque no sepas cómo. Vuelves a respirar, sigues.»

Kim Stanley Robinson, «Piénsate como planeta», en Después del fin del mundo, José Luis de Vicente (ed.), Barcelona: CCCB, 2017

 

Habría que entrecruzar prácticas, saberes y afectos relativos a las maneras de vivir y de ser volviendo totalmente inseparables las ecologías medioambiental, social y mental. Poniendo el foco en el aire que respiramos en nuestras ciudades, el aire ya no sería algo que queda entre los edificios. Seríamos ecológicos cuando respiramos sabiendo que cada humano somos un planeta que contiene billones de microrganismos; que el aire contaminado en las ciudades tiene impacto en la salud de los humanos y en otras especies con las que tenemos relación simbiótica como por ejemplo las abejas; que respiramos en una «respiración social», una respiración colectiva, formada por la red de relaciones entre varios agentes, objetos y sensibilidades que se reconoce desde su fragilidad e interdependencia y se ponen en valor mutuamente. Sentirnos y pensarnos para actuar en consecuencia. 

 

Fig 14. Partículas PM10 en las alas de las abejas. Micrografía de las alas de dos abejas melíferas asiáticas grandes. La superior recogida en una zona de baja contaminación en Bangalore, India (PM 10 de media < 10 μM at 33,7 μg/m3), mientras que la inferior proviene de una zona altamente contaminada situada a 7,7 km de distancia (PM 10 de media: 98,6 μg/m3). Cabe observar la presencia de polen en la superior y de partículas en suspensión en la inferior. Micrografía obtenida por Geetha Thimmegowda con un microscopio Zeiss merlin compact VP a 1 kV EHT y aumento de 460X. Fig 15. Sección de terreno con capa de asfalto. Fotografía Noppharat, Can Stock photo

 

Timothy Morton nos invita a vivir la «apertura radical» como una forma de practicar la «convivencia radical», un estado del ser que es plenamente paradojal, cuando dejamos de pensar en ello. No se trata de tener que ser ecológicos porque ya somos «ecológicos». Para ser verdaderamente «ecológicos», tenemos que dejar de lado la visión planetaria y «aterrizar dentro» de la Zona Crítica donde se dona la vida en la Tierra para trabajar para que sea posible la respiración colectiva humana y no humana. Bruno Latour nos urge a redirigir nuestro foco. No se trataría de salvar nuestro planeta o explorar otros. Ser terrestre, ser ecológico, nos situaría en un territorio más allá de la lucha derecha-izquierda, más allá de lo global o local, más allá de la idea de progreso en el sentido antropocéntrico que le proporcionaba la modernidad. 

 

Rediseñar el aire: el proyecto Air/Aria/Aire

¿Qué podemos hacer arquitectos, urbanistas y paisajistas? El proyecto Air/Aria/Aire para la participación de Cataluña en la Bienal de Arquitectura 2021 de Venecia reivindica el papel de los arquitectos en la elaboración de nuevas cartografías de la ciudad y, con ellas, de nuevas formas de pensar la ciudad, para cambiar el modelo de ciudad que hasta ahora ha priorizado un tipo de economía por encima de la salud. Los arquitectos tenemos que redibujar las ciudades para visibilizar su complejidad. Tenemos que incluir lo invisible, incluyendo lo negativo de lo construido: el aire, un espacio aparentemente vacío invadido por la acción humana, lleno de contaminación atmosférica que pone en peligro la supervivencia de nuestra especie y de especies no-humanas. El proyecto reclama el diseño del aire como parte del diseño de la ciudad que tenemos que trabajar de forma interdisciplinaria, abierta y participativa.

 

La salud como máxima prioridad. Urbanismo de metros cúbicos

Desde instituciones como la OMS se reclama que arquitectos y urbanistas sean parte activa, esencial, de la solución a la crisis permanente por la contaminación del aire, sobre todo, en las ciudades. La contaminación del aire sí es una pandemia que es posible erradicar. Una ciudad saludable se mide, entre otros indicadores, por la calidad del aire y la calidad de sus espacios públicos. Ambos indicadores adoptan una fuerza radical cuando dejamos de entender que el espacio público se mide en metros cuadrados y entendemos que la calidad del espacio público es la calidad de sus metros cúbicos.

 

Un cambio metodológico. Acceso a datos abiertos, multidisciplinario y participativo

Fenómenos como la contaminación del aire y la emergencia climática operan a una escala que supera los límites territoriales. Ahora tenemos un acceso a datos las 24 horas, los 7 días de la semana de sensores terrestres y de satélite, capacidad de procesamiento de datos, de análisis y modelización sin precedentes. Las metodologías de mapeo del último siglo son totalmente inadecuadas en relación a la generación continua de información. Parte de nuestro reto hoy es cómo internalizar esta información, y, una vez analizada, cómo priorizar, y más difícil todavía, cómo darle forma, espacio y materialidad a esta información; no importa a qué escala, siempre hay una dimensión arquitectónica a esta pregunta.

El proyecto ha utilizado una nueva metodología que consiste en trabajar con el análisis de datos masivos, como se hace en otras disciplinas, pero llevándolo al campo del planeamiento urbano. Consiste en 1) identificar el conflicto, en este caso la crisis de salud pública por la contaminación del aire en la ciudad. 2) identificar las bases de datos específicas directamente relacionadas con el conflicto, en este caso datos de mortalidad, de salud, emisiones, tráfico, etc. con la colaboración de equipos científicos líderes en el estudio del impacto de la contaminación del aire en las ciudades y en la salud de sus habitantes. 3) identificar las bases habituales que utiliza el urbanismo convencional como son las de morfología urbana, renta, edad, calidad de vivienda entre otras. 4) preparar los datos para poder trabajarlos conjuntamente y poderlos cruzar 5) establecer criterios de visualización de datos 6) iniciar iteraciones en el cruce de datos mediante preguntas y analizar las respuestas obtenidas 7) continuar con un proceso de refinamiento y evaluación de los resultados obtenidos y decidir cómo comunicarlos. 8) propuestas de actuación de bajo coste como puede ser el urbanismo táctico, o figuras del planeamiento como pueden ser los planes de usos o los cambios de ordenanzas. Es necesario que todos estos pasos cuenten con iniciativas de participación ciudadana, tanto en la identificación del conflicto y en la captación de datos, como en el debate público del análisis y de las propuestas.

 

La soberanía de los datos. La ciudad será de quien la cartografíe

El proyecto también aborda la necesidad de que la captación de datos masivos sobre la ciudad sea abierta (frente a los datos privativos y opacos de las corporaciones que operan en la ciudad) y que se sitúe como una herramienta de defensa de lo que debe ser público. El acceso a datos abiertos y la participación ciudadana en la generación de datos abiertos hace del proyecto de redibujar las ciudades la herramienta para hacer una ciudad de todos frente a la «plataformización» de las ciudades que identifican Éric Sadin y Nick Srnicek en sus respectivas publicaciones La Siliconisation du monde y Platform Capitalism. Algunos hemos superado la fascinación por la tecnología, donde la ciudad inteligente significaba poner en la calle el mayor número posible de dispositivos de captación de datos, sensores, muchas veces por mero «solucionismo» tecnológico, pero sigue interesando a grandes corporaciones como Sidewalk Labs de Google, que entiende la ciudad como una gran mina de datos. La ciudad «inteligente» no es la que utiliza la tecnología más avanzada, sino la que utiliza la tecnología más apropiada y pone a las personas en el centro del proceso de toma de decisiones. Está en nuestras manos reclamar la soberanía de los datos para el mapeado de nuestras ciudades. La ciudad será de quien la cartografíe.

 

Evidencia cartográfica. La investigación como catalizadora del cambio de modelo urbano

La ciudad de Barcelona es el caso de estudio del proyecto que se presenta en la Bienal de Arquitectura de Venecia 2021. La elección no es trivial. La ciudad lleva más de diez años incumpliendo la directiva europea sobre calidad del aire. Barcelona es la ciudad con más vehículos por Km2 de Europa. Concretamente 6.000 turismos/Km2 (no incluye motos, ciclomotores, furgonetas, camiones y otros vehículos), y donde la circulación de vehículos y el aparcamiento en superficie ocupan aproximadamente el 60 % del espacio público de la ciudad. Esta realidad genera a la vez una gran injusticia social por su impacto en la salud, ya que produce alrededor de mil muertes al año (o 2.100 muertes/año si considerásemos que no existe nivel mínimo aceptable de contaminación) y una gran injusticia espacial ya que se cede el espacio público de todos en el uso privativo de unos pocos. Cabe recordar que el 25,2 % de la movilidad de la ciudad de Barcelona se realiza en vehículo a motor privado y el 74,8 % se realiza en transporte público y movilidad activa (a pie, bicicleta, patinete o similar). Las actuales medidas para mejorar la calidad del aire en ciudades como Barcelona, como la creación de una Zona de Bajas Emisiones con limitaciones de tráfico, no son suficientes. Por estos motivos es todavía más urgente y necesaria la investigación que se ha propuesto.

Como parte esencial del proyecto, se ha invitado a participar para desarrollar la investigación al equipo 300.000 Km/s dirigido por Mar Santamaria y Pablo Martínez, un equipo innovador en la creación de conocimiento y propuesta sobre ciudad a partir de la visualización y análisis de gran cantidad de datos urbanos de diversa procedencia. Se ha contado con la colaboración de los siguientes equipos científicos líderes en el estudio del impacto de la contaminación del aire en las ciudades en la salud de sus habitantes, y en los modelos predictivos de calidad del aire: CALIOPE-Urban del Barcelona Supercomputing Center, IDAEA CSIC, Lobelia, ISGlobal, Agència de Salut Pública de Barcelona, la Universidad de Barcelona, entre otros. También se ha contado con datos del Ayuntamiento de Barcelona y la Generalitat de Catalunya.

 

El resultado es una evidencia cartográfica de la ciudad inédita que muestra, por un lado, el análisis del impacto en la salud de sus habitantes y las vulnerabilidades esquina a esquina, y, por otro, las doce medidas que hay que acometer: 1) eliminar el tráfico, 2) incrementar el transporte público, 3) exigir una movilidad sin emisiones contaminantes, 4) diseñar mixtura de usos para tener los servicios básicos a una distancia caminable, 5) densificar, desaturar e, incluso, desurbanizar, 6) implementar el transporte de mercancías de cero emisiones a partir de la «última milla» del destino, 7) reducir los aparcamientos, 8) conseguir más espacio público, 9) diseñar el verde, 10) luchar contra la isla de calor, 11) diseñar el cañón urbano y 12) rehabilitar las viviendas y utilizar energía mínima y de origen 100 % limpia.  

Mapear es conocer, es entender, es cuidar. Estas cartografías, tanto las del análisis de la exposición a la contaminación y los impactos en la salud, como la de las doce medidas, revelan una ciudad inédita con altos niveles de desigualdad. Una ciudad que necesita destronar y desterrar los vehículos de combustible fósil. Una ciudad polarizada por las leyes del mercado que zonifica (zona industrial, zona comercial, zona residencial, zona verde, etc.) y gentrifica en función del precio por metro cuadrado. ¿Quién está en situación de riesgo en la ciudad? Las edades más vulnerables son los mayores de sesenta y cinco años y los menores de dieciséis años, pero también la persona que debe vivir donde se lo puede permitir, pero que tiene que trabajar en otro barrio. La persona que tiene una movilidad forzada que la expone a la contaminación del aire y ahora también a la COVID. Una vez más, es la clase trabajadora la que sufre más. La ciudad, cuanto más zonificados tiene sus usos, más desigual e injusta es y, por el contrario, una ciudad cuanto más distribuida es en sus usos, más saludable, sostenible y justa es. 

Lo que también es radicalmente nuevo es que estas medidas cartografiadas sobre la ciudad muestran dónde hay que operar calle por calle, esquina a esquina. La calidad y diversidad de los datos son las que proporcionan este nivel de detalle y revelan una nueva manera de establecer prioridades de actuación. Las cartografías son más que una visualización de datos, son la herramienta para convertirse en evidencia ante la que construir consenso más allá de ningún color político y actuar en consecuencia para una ciudad más justa y saludable. Es el objetivo de este estudio salir a la esfera pública para debatir el modelo de ciudad y la urgencia de la aplicación de las medidas propuestas para rediseñar el aire, rediseñar la ciudad poniendo la salud, la vida, en el centro. 

 

 

El aire no es de nadie

Un estudio reciente revelaba que para respirar aire puro deberíamos ir hasta el Océano Austral. Esta es la magnitud de la huella humana sobre el aire. El aire que nos llena los pulmones es un aire colonizado. Es un aire lleno de presencia humana. Es un aire incendiado por la actividad humana. Es un aire lleno de Antropoceno. Es un aire que nos mata. Si seguimos con una economía y políticas as usual el problema de la contaminación del aire y su impacto en la salud de los humanos y no humanos seguirá siendo devastador. El aire que respiramos posibilita la vida en estos pocos metros de atmosfera respirable que forman la Zona Crítica y frágil para la vida sobre esta roca orbitando que es el planeta Terra.

Fig 17. Mar de Wedell, 2005. Fotografia © Mireya Masó Mas

 

La conciencia de que no podemos respirar en el sentido más literal y metafórico se ha extendido globalmente. El grito individual es ahora un grito colectivo politicosocial y ecológico. «No podemos respirar» se ha convertido en la frase que define más radicalmente el estado de vulnerabilidad y urgencia global en la que vivimos. El aire no es de nadie en particular, porque es de todos humanos y no humanos, materia orgánica e inorgánica. Nadie tiene el derecho de contaminar el aire. La salud sí es un derecho. El derecho universal a un aire limpio debería existir. 

Fig. 19. Proyección con las palabras «We can’t breathe» (no podemos respirar) sobre un edificio durante una protesta contra la muerte de George Floyd a manos de la policía de Mineápolis, cerca de la Casa Blanca en Washington, el 3 de junio de 2020.

 

La pandemia de la COVID-19 ha mostrado qué pasa cuando ponemos la salud como prioridad absoluta. Hemos visto cómo el confinamiento de la población ha hecho bajar drásticamente los niveles de contaminación porque han disminuido las emisiones de combustible fósil en las ciudades. Hemos podido comprobar cómo cambios radicales en los usos en la ciudad, sobre todo la reducción del tráfico, tienen un gran impacto positivo instantáneo en la calidad ambiental, especialmente la del aire. Muchos de estos cambios son un gran «ensayo general» sobre cómo compartir nuestros espacios públicos durante esta pandemia y en un futuro postcoronavirus. Reclamemos que este espacio público no sea solo el que pisamos. Es también el que respiramos y es esta una respiración colectiva de humanos y no humanos interconectados. Por este motivo, es capital dar el valor de prueba piloto a la que se está implementando para estudiar que muchas de las medidas asumidas en tiempos de la COVID-19 pasen de tener un carácter temporal a ser permanentes. La negociación del modelo de la ciudad está en juego. Esta vez las cartas no están a favor de la movilidad en vehículos a motor, esta vez, por fin, es la salud. Es nuestra supervivencia. El virus está convirtiendo las ciudades en laboratorios para el cambio que necesitamos. Pero también hemos visto que este cambio tiene que ser mantenido en el tiempo porque tan pronto como las ciudades han retomado su actividad, los niveles de contaminación han vuelto a los niveles pre-COVID. 

La contaminación del aire es la pandemia permanente. Trabajar para un aire limpio es trabajar para la salud, contra la desigualdad, contra el cambio climático y prepararnos para estar más fuertes en las más que probables pandemias futuras. Hoy en día es radical desear respirar aire limpio; es radical desear implementar las medidas que propone el proyecto Air/Aria/Aire.  Un proyecto cultural que se convertido en un proyecto que despliega evidencia. Una ofensiva radical que pone la salud, la vida, en el centro de la toma de decisiones con la investigación del equipo de 300.000 Km/s para rediseñar el aire en las ciudades; y es una reivindicación, a través de una instalación en la sala de exposiciones de Venecia que mostrará la materialidad de la contaminación del aire junto con el aria inédita, compuesta e interpretada por Maria Arnal que canta: «El planeta no es nuestro. El aire no es de nadie».

 


PS 1: El 22 de noviembre de 2017 mi padre moría de cáncer de pulmón. No había fumado nunca. Lo que sí había hecho era vivir, respirar, siempre en Barcelona y, durante más de cuarenta años, cruzar la ciudad en hora punta, por la mañana y por la tarde, con su vehículo de gasolina para desplazarse a su puesto de trabajo a más de una hora de distancia.

PS 2: El 25 de mayo de 2020, «I can’t breath» fue la última frase que repetidamente pronunció George Floyd justo antes de morir asesinado a manos de la policía en Mineápolis. El racismo, el impacto de la COVID-19 y de la contaminación del aire están interrelacionados y revelan patrones de muerte prematura por desigualdad económica, social y estructural. Los movimientos Black Lives Matter también llaman la atención sobre esta otra desigualdad sistémica, que no pasa por alto, es decir, el racismo ambiental.

PS 3: El 16 de diciembre de 2020, por primera vez en la historia, una investigación forense ha determinado «la contaminación del aire» como causa de muerte en un certificado de defunción. Es el caso de la niña de nueve años Ella Kissi-Debrah, muerta en 2013 por exposición continuada a niveles de contaminación por PM y NO2 por encima de los valores fijados por la OMS en el barrio a 30 metros de una carretera en Londres donde residía.

PS 4: En enero de 2021, por primera vez, en Francia, una persona asmática obtiene el estatus de refugiado alegando que no se le puede deportar a su país de origen dados los altos índice de contaminación. Es el caso de un hombre de cuarenta años de Bangladesh que emigró a Toulouse donde vive y trabaja de camarero. Los tribunales de Francia han aceptado las alegaciones de su abogado.

PS 5: En abril de 2021, un estudio de las universidades de Birmingham, Harvard y Leicester estimó en 8,7 millones  las muertes prematuras en el mundo en 2018 atribuibles a las partículas PM2,5 provenientes de la quema de combustibles fósiles (especialmente carbón, gasolina y diésel, y del desgaste de ruedas de los vehículos y pastillas de freno). Esta actualización de la cifra de mortalidad por la contaminación del aire respecto a la calculada con datos de 2015 y publicada en The Lancet en 2017 nos da un escenario al alza que sabemos que se puede reducir drásticamente con políticas globales y, sobre todo, políticas locales, cambiando el modelo de ciudad como se propone en este Quaderns.

«Antes de este virus, la humanidad ya estaba amenazada de asfixia. Si tiene que haber guerra, no puede ser tanto contra un virus específico como contra todo lo que condena a la mayoría de la humanidad a un cese prematuro de la respiración, todo lo que ataca fundamentalmente a las vías respiratorias, todo lo que, en el largo reinado del capitalismo, ha constreñido a segmentos enteros de la población mundial, a razas enteras, a una respiración difícil y jadeante y a una vida de opresión. Superar esta constricción significaría que concebimos la respiración más allá de su aspecto puramente biológico, y en cambio como aquello que tenemos en común, aquello que, por definición, escapa a todo cálculo. Con lo que quiero decir, el derecho universal a la respiración.»

El derecho universal a respirar, Achille Mbembe 2020


Notas:

  1. En julio de 2019, Olga Subirós ganó el concurso para el comisariado de la participación de Cataluña en la Bienal de Arquitectura de Venecia 2020 con el proyecto Air/Aria/Aire sobre la contaminación del aire en las ciudades en general y, en concreto, en la ciudad de Barcelona y sobre la necesidad de establecer un cambio de modelo de ciudad. A causa de la pandemia por la COVID-19, la Bienal se pospuso hasta 2021. 
  2.  The Lancet, Vol. 391, n. 10119, 19 de octubre de 2017. Accesible en: https://www.thelancet.com/commissions/pollution-and-health
  3.  European Environment Agency, Air quality in Europe – 2019 Report. Accesible en: https://www.eea.europa.eu//publications/air-quality-in-europe-2019
  4.  European Environment Agency, El Medio ambiente en Europa:

    segunda evaluación, Capítulo 5, «Ozono troposférico», 2016. Accesible e:  https://www.eea.europa.eu/es/publications/92-828-3351-8/page005.html

  5.  Hace referencia, irónicamente, a Love is in the air, un tema musical de John Paul Young de 1977.
  6.  Accesible en: http://environmentalhistory.org/about/airpollution/
  7.  Accesible en: https://www.epa.gov/laws-regulations/summary-clean-air-act
  8.  Accesible en: https://www.bbc.com/future/article/20151221-the-lethal-effects-of-london-fog
  9.  Este es uno de los seis pósteres anticontaminación patrocinados por Olivetti Ltd en 1971 y producidos con la colaboración de Jean Herzberg Lipman, una destacada mecenas de las artes y editora de Art in America. Con sus contactos, convenció a Roy Lichtenstein, Georgia O’Keefe, Edward Steichen, Ernest Trova, Alexander Calder y Buckminster Fuller para participar en el proyecto. Todos ellos crearon un póster que empezaba diciendo «Salvemos nuestro planeta» con un eslogan secundario que trataba la protección del agua, el aire, la naturaleza, la fauna, las personas y, como en este ejemplo, las ciudades. El objetivo de los pósteres era llegar al máximo nivel político y, a la vez, llegar al gran público. Se hizo una edición firmada para dar a cada uno de los, en ese momento, 132 países miembros de la ONU en la sede de Nueva York. También se expusieron en varias instituciones culturales internacionales y se realizó una edición a precios asequibles con fines benéficos para la UNESCO.
  10.  En palabras de Fuller, «I found that the surface of buildings [that] stood below our dome were 80 times the surface of my dome, which would mean that if you just had the covering over there, you’d reduce heat losses in New York 80 times. We would reduce down to about 20% of the amount of energy input you’d have to put in today».  
  11.  L. Steven Sieden, A Fuller View. Buckminster Fuller’s Vision of Hope and Abundance for all. Divine Arts Media, 2011, p. 358.
  12.  Felicity D. Scott, « Eco-Tripping: Ant Farm’s Environmental Media», Flash Art, 13 de agosto de 2019. Accesible en: https://flash—art.com/article/ant-farm/
  13.  Un año antes de Fuller, Barbara Ward ya había publicado el libro Spaceship Earth donde decía «We have forgotten how to be good guests, how to walk lightly on the earth as its other creatures do.» «We cannot cheat on DNA. We cannot get round photosynthesis. We cannot say I am not going to give a damn about phytoplankton. All these tiny mechanisms provide the preconditions of our planetary life. To say we do not care is to say in the most literal sense that “we choose death”.»
  14.  Accesible en: https://apod.nasa.gov/apod/ap000401.html
  15.  Accesible en: https://www.flickr.com/photos/nasacommons/9460163430/
  16.  Accesible en: https://visibleearth.nasa.gov/images/55418/the-blue-marble-from-apollo-17
  17.  Accesible en: https://solarsystem.nasa.gov/resources/536/voyager-1s-pale-blue-dot/
  18.  Paul J. Crutzen, «The Anthropocene», en Eckart Ehlers y Thomas Krafft, Earth System Science in the Anthropocene. Viena y Nueva York: Springer, 2006. Accesible en:  https://link.springer.com/chapter/10.1007/3-540-26590-2_3
  19.  Entrevista con Timothy Morton y Dominic Boyer. Anthropocenes – Human, Inhuman, Posthuman, 1(1): 10, DOI, 27 de mayo de 2020. Accesible en:  https://doi.org/10.16997/ahip.5
  20.  Accesible en: http://www.bruno-latour.fr/sites/default/files/downloads/124-GAIA-SPEAP-SPANISHpdf.pdf
  21.  Accesible en: https://extinctionrebellion.uk/
  22.  Accesible en: https://fridaysforfuture.org/
  23.  Accesible en: https://www.theguardian.com/sustainable-business/2017/jul/10/100-fossil-fuel-companies-investors-responsible-71-global-emissions-cdp-study-climate-change
  24.  WWF, Living Planet Report 2020 – Bending the curve of biodiversity loss. Almond, R.E.A., Grooten M. and Petersen, T. (Eds), Gland, Suiza: WWF, 2020. Accesible en:  https://www.wwf.org.uk/sites/default/files/2020-09/LPR20_Full_report.pdf
  25.  Evangelista Torricelli: «We live submerged at the bottom of an ocean of the element air, which by unquestioned experiments is known to have weight.», 1644.
  26.  Tobias Rees, «From The Anthropocene to the Microbiocene», Noéma. Los Ángeles: Berggruen Institute, 10 de junio de 2020. Accesible en:  https://www.noemamag.com/from-the-anthropocene-to-the-microbiocene/
  27.  Ildefons Cerdà, Teoría general de la urbanización y aplicación de sus principios y doctrinas a la reforma y ensanche de Barcelona. Madrid: Imprenta Española, 1867. Reeditado por el Instituto de Estudios Fiscales, 1968-1971.
  28.  Karl Marx y Friedrich Engels, Manifiesto Comunista, 1848. Accesible en: https://www.gutenberg.org/ebooks/61
  29.  Lynn Margulis, Symbiotic Planet: A New Look at Evolution. Nova York: Basic Books, 1998. Traducción al castellano: Planeta Simbiótico: Un nuevo punto de vista sobre la evolución. Barcelona: Debate, 2002. 
  30.  Gregory Bateson, Steps to an Ecology of Mind: Collected Essays in Anthropology, Psychiatry, Evolution, and Epistemology. San Francisco: Chandler Publishing Company, 1972.
  31.  Félix Guattari, Les Trois Écologies. París: Galillée, 1990.
  32.  Kim Stanley Robinson, «Piénsate como planeta», en Después del fin del mundo, José Luis de Vicente (ed.), Barcelona: CCCB, 2017.

     Geetha G. Thimmegowda et al., «A field-based quantitative analysis of sublethal effects of air pollution on pollinators», 10 de agosto de 2020. Accesible en: https://www.pnas.org/content/117/34/20653

  33.  Geetha G. Thimmegowda et al., «A field-based quantitative analysis of sublethal effects of air pollution on pollinators», 10 de agosto de 2020. Accesible en: https://www.pnas.org/content/117/34/20653
  34.  Harris Solomon, «Living on Borrowed Breath: Respiratory Distress, Social Breathing, and the Vital Movement of Ventilators»,18 de agosto de 2020. Accesible en: https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/32812269/
  35.  Timothy Morton, Being Ecological. Cambridge: MIT Press, 2018.
  36.  Bruno Latour, Dónde aterrizar. Cómo orientarse en política, Barcelona: Taurus, 2017.
  37.  María Neira, «Health must be the number one priority for urban planners», 21 de marzo de 2018. Accesible en: https://www.who.int/mediacentre/commentaries/2018/health-urban-planning/en/
  38.  New Territorialities. Conversation with Nader Tehrani, 30 de julio de 2020. Accesible en: https://www.transfer-arch.com/transfer-next/new-territorialities/
  39.  Olga Subirós, «COVID-19, distancia física y ciudad», Escola Sert, 10 de junio de 2020. Accesible en: https://www.escolasert.com/ca/blog/covid-19-grans-ciutats
  40.  Datos básicos de movilidad 2015, p. 10. Accesible en: https://www.barcelona.cat/mobilitat/sites/default/files/DB_2015.pdf
  41.  Datos básicos de movilidad 2015, p. 38. Accesible en: https://www.barcelona.cat/mobilitat/sites/default/files/documents/pmu_bcn_2013-2018_introduccio_i_diagnosi.pdf
  42.  Informe de calidad del aire de Barcelona, 2019. Accesible en: https://www.aspb.cat/wp-content/uploads/2020/10/Informe_qualitat-aire-2019.pdf
  43.  Datos de movilidad 2017. Accesible en: https://bcnroc.ajuntament.barcelona.cat/jspui/handle/11703/111727
  44.  Accesible en: http://300000kms.net/
  45.  Accesible en: https://air.300000.eu/#ca
  46.  La ciudad de los 15 minutos. Accesible en: https://annehidalgo2020.com/thematique/ville-du-1-4h/
  47.  Paul Baran, On Distributed Communications, Memorandum RM-3420-PR. Santa Monica, California: RAND Corporation, 1964, p. 16. Accesible en: https://www.rand.org/content/dam/rand/pubs/research_memoranda/2006/RM3420.pdf
  48.  Achille Mbembe, «The Universal Right to Breath», Critical Inquiry, 2020. Accesible en: https://critinq.wordpress.com/2020/04/13/the-universal-right-to-breathe/
  49.  European Environment Agency, «Air quality and COVID-19», 4 de abril de 2020. Accesible en: https://www.eea.europa.eu/themes/air/air-quality-and-covid19
  50.  Accesible en: https://www.llull.cat/monografics/air/catala/index.cfm
  51.  Angely Mercado, «What does pollution have to do with police violence?», Grist, 19 de junio de 2020. Accesible en: https://grist.org/justice/pollution-police-george-floyd-eric-garner-covid/
  52.  https://doi.org/10.1016/j.envres.2021.110754 y publicado en The Guardian https://www.theguardian.com/environment/2021/feb/09/fossil-fuels-pollution-deaths-research

 


Olga Subirós es Arquitecta y comisaria del proyecto Air/Aria/Aire

 

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Las ciudades tienen sed https://arquine.com/las-ciudades-tienen-sed/ Mon, 03 May 2021 13:24:00 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/las-ciudades-tienen-sed/ Uno de los temas prioritarios que afectan a las ciudades contemporáneas tiene que ver con la limitada disponibilidad de agua potable, elemento esencial para satisfacer las necesidades vitales de sus pobladores.

El cargo Las ciudades tienen sed apareció primero en Arquine.

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La naturaleza para ser gobernada debe ser obedecida.

Francis Bacon (1561-1626) inglés, padre del empirismo filosófico y científico

 

 Desde mediados del siglo XIX, cien años después de iniciada la Revolución Industrial en la Europa Central, fueron claras y contundentes las voces que alertaban de los peligros que implicaba el desarrollo y crecimiento de las ciudades y sus economías, que no tenían presentes los daños que se causaba a la naturaleza, que ya desde aquellos años mostraba signos alarmantes de deterioro. Afectaciones asociadas a una mala conducción de la producción industrial, que tenían que ver con la disminución del área de los bosques, aumento de las zonas urbanas construidas, contaminación de los distintos cuerpos de agua, implicando desde los mares, ríos, lagos y lagunas, sumando a lo anterior las malas calidades del aire respirable y la alteración de las cadenas ecológicas del conjunto de los seres vivos. En distintas ciudades del mundo, la salud pública de numerosos y diversos grupos sociales, mostró también síntomas graves de deterioro, que terminaron en la muerte de numerosas personas.

 

La soberbia, la ambición y el egoísmo de los países industrializados se impusieron, desoyendo a quienes se preocupaban por la naturaleza y las condiciones de un futuro que ya se preveían desfavorables. Los seres humanos hemos dejado claro que somos necios y capaces de tropezarnos una y otra vez con la misma piedra en el camino, a pesar de que sabemos como deberíamos transitar amablemente por la vida, sin poner en riesgo la  vida misma, en el conjunto del planeta que habitamos. Ha pasado mas de siglo y medio desde aquellas primeras voces de alerta y hoy en pleno siglo XXI, estamos pagando y sufriendo ampliamente las consecuencias de un desarrollo urbano moderno equivocado. Reuniones mundiales sobre el tema van y vienen con frecuencia  y todavía no acabamos de ponernos de acuerdo plenamente, sobre lo que a todas luces debemos hacer. Hoy se habla del calentamiento global, como expresión del conjunto de afectaciones ambientales negativas que aquejan severamente al planeta, poniendo en riesgo la viabilidad de la vida en el mismo.

Uno de los temas prioritarios que afectan a las ciudades contemporáneas, en relación a todo lo anterior, tiene que ver con la limitada disponibilidad de agua potable, elemento esencial para satisfacer las necesidades vitales de sus pobladores. Según datos de la UNICEF y la OMS, 2200 millones de personas no tienen acceso al agua potable. Y esto resulta a todas luces contradictorio en nuestro planeta,  que debería llamarse agua en lugar de tierra, ya que el 75 % de su superficie esta ocupada justamente por agua. El problema radica en que mayoritariamente la disponibilidad de agua en los mares y océanos es salada, sumando un 97 % lo que dificulta su aprovechamiento, para muchas de las actividades que tienen que ver con el consumo humano. El agua potable es escasa, de tan solo un 3 %  de la disponible en el planeta y mayoritariamente de este porcentaje,  en los polos se ubica un 97 %, que con el calentamiento global y el deshielo, se está mezclando poco a poco con las aguas de los océanos, perdiendo su condición de potable y poniendo en peligro la viabilidad de muchas ciudades costeras en el mundo, a partir de la posible elevación del nivel medio de los océanos, pudiendo inundar de manera irreversible, estas ciudades mencionadas, afectando la vida cotidiana de sus habitantes, su economía y sus patrimonios construidos.

 

Lago de Cuitzeo afectado en su capacidad hidráulica

El aprovechamiento del agua potable en ríos, lagos y lagunas, que es limitada en términos cuantitativos, formando parte del 3% mencionado, incluyendo el agua ubicada en el subsuelo,  se ha visto también severamente afectada por efectos nocivos de contaminación y por la sobreexplotación de estos cuerpos de agua, que frecuentemente nos enteramos han ido desapareciendo, en distintas regiones del planeta y México en este sentido no es lamentablemente la excepción. El agua que se obtiene del subsuelo, también ha disminuido sus aportaciones volumétricas, obligando a realizar perforaciones a mayores niveles de profundidad. La extracción del agua del subsuelo además, afecta la estabilidad de ciertas capas geológicas sobre las cuales se asientan algunas  construcciones urbanas, como es el caso de zonas importantes de la capital de la República Mexicana, ubicada sobre lo que fueran en tiempos prehispánicos, cinco grandes lagos. Contribuye de manera negativa a lo anterior, la desaparición de áreas boscosas al interior de las ciudades y sus alrededores, disminuyendo con ello las captaciones y aportaciones del vital líquido, que terminan finalmente por constituir justamente los mantos freáticos, que están en los subsuelo de las ciudades.

Muchas áreas urbanas en el mundo, han dado severas muestras de falta de agua, agravándose esta circunstancia al paso de los años. Las ciudades tienen sed, afectando a millones de sus pobladores, que o no tienen agua potable o se ven obligados a beber agua muchas veces contaminada, con las consecuencias negativas en materia de salud pública. Con los desequilibrios ecológicos se han alterado los ciclos naturales de las lluvias, generando prolongadas sequías que han terminado por provocar cada vez mas incendios forestales, arrasando millones de hectáreas de bosques, afectando grandes extensiones de zonas que justamente se constituyen como captadoras  pluviales,  poniendo en riesgo además, la vida y las propiedades de numerosas zonas habitadas. Contradictoriamente también, en ocasiones grandes cantidades de lluvias, antes llamadas inusuales, cuando aparecen inundan las ciudades, con graves consecuencias para las mismas.

 Planta de tratamiento Atotonilco, México

Todo lo anterior ha sido ampliamente medido y documentado, hace por lo menos cincuenta años y las acciones emprendidas para resolverlo, siguen siendo hasta ahora limitadas, tímidas, miopes, arrogantes y egoístas. Sabemos con bastante precisión lo hay que hacer, la ciencia ha avanzado mucho en las aplicaciones tecnológicas necesarias para enfrentar este terrible problema. Pero ahora el tiempo se acaba. Los márgenes disponibles en cuanto a errores de desarrollo urbano son ahora muy reducidos. Sin voluntad política y social, lo anterior no podrá ser resuelto. Requerimos limitar y distribuir de mejor manera el crecimiento poblacional en todo el planeta. Evitar en las ciudades los crecimientos urbanos extensos y horizontales, procurando en la medida de lo posible, la instrumentación de densidades construidas, medias, razonables, preservando como resultado de lo anterior, las zonas boscosas periféricas a las ciudades, para mejorar las recargas acuíferas, así como contar con mas zonas verdes, al interior de las propias ciudades, mejorando con ello además las calidades del aire respirable. Los estudiosos de las ciudades plantean, que se deben contar con al menos, entre 12 y 16 metros cuadrados de espacio verde por habitante. La ciudad de México, cuenta apenas con alrededor de 6 m2 de espacio verde por habitante. Se requiere entonces, incentivar diversos e importantes programas de reforestación. En otro sentido, las redes de infraestructura de agua potable y drenaje en las ciudades, deben contar con un adecuado mantenimiento y realizar las mejoras y reposiciones necesarias, para evitar fugas y desperdicios. Adicionalmente se debe limitar el uso de los automóviles e incentivar el transporte público poco contaminante, el uso de la bicicleta y que las gentes caminen sus ciudades.

Apelando al desarrollo de la tecnología que ha avanzado mucho en los últimos años y lo sigue haciendo de manera vertiginosa, con posibilidades cada vez mas económicas, eficientes y rentables, hay que apostar por la reutilización total del agua potable, que se convierte con su uso en aguas residuales,  instrumentando ciclos cerrados en el aprovechamiento del agua. Se trata en primera instancia de llevar agua potable a las ciudades, desde las fuentes naturales de abastecimiento y una vez usada, llevarla a plantas de tratamiento, que con distintos niveles, se pueda volver a usar  de distintas maneras, entendiendo que las aguas residuales son necesariamente un bien y no un desperdicio. Es importante llegar a convertir las aguas residuales en agua potable, para ser usada una y otra vez, como parte de un ciclo cerrado,  reponiendo en las redes de distribución, solo la cantidad que se pueda perder por evaporaciones o pérdidas producidas por las fallas en las tuberías de conducción. Esto hoy en día es perfectamente factible y cada vez es más económico el realizarlo, dada la evolución de la tecnología. Por este mismo camino, del tratamiento y reutilización de aguas residuales, es necesario realimentar los cuerpos de agua, que se han visto afectados en sus volúmenes disponibles; hablamos de ríos, lagos,  lagunas y presas.

 

Planta potabilizadora de agua de mar en Israel

Pueden construirse desde grandes plantas de tratamiento, que manejen los cuantiosos volúmenes de aguas residuales, que resultan de la operación del conjunto de las ciudades, hasta distintas plantas que a otra escala, se ubiquen estratégicamente a manera de acupuntura urbana, en distintas zonas de las ciudades, formando cuerpos de agua, que constituyan parte importante de parques públicos, que contribuyen de manera importante a restituir los equilibrios ambientales. Esto último se ha hecho y probado con éxito, en numerosas experiencias paisajísticas en distintas ciudades del mundo, incluyendo algunas en nuestro país. En las ciudades costeras, se puede potabilizar el agua de mar, procedimiento que también cada vez es mas eficiente y rentable. Se podrían instrumentar adicionalmente ductos de agua potable, para alimentar otras ciudades, cercanas o no a las costas. Sin embargo, para esta tecnología es importante considerar el adecuado manejo de los residuos salinos que resultan de la aplicación de la misma, para no generar desequilibrios ecológicos en las aguas marinas y en los entornos en tierra, cercanos a la ubicación de estas plantas potabilizadoras.

Como parte esencial del conjunto de todo lo anterior, es fundamental que las fuentes de abastecimiento de energía en las ciudades, eviten lo mas pronto posible, la utilización de energías contaminantes, no renovables, como el petróleo y el carbón, para limitar y regular el calentamiento global. Se deben incentivar las energías provenientes del sol, del aire y la utilización del hidrógeno. Las experiencias en este sentido, han dado muestras razonables de sus aportaciones ambientales positivas. Sin embargo, es importante también considerar la idea, de que toda acción que emprendamos para producir energía, afecta a la naturaleza, pero en este sentido las energías renovables, contribuyen en menor medida al calentamiento global. En este orden de cosas es fundamental apoyar la investigación científica para buscar nuevas fuentes de energía no contaminantes y estudiar las mejores maneras de restablecer los equilibrios ecológicos del desarrollo de las ciudades con la naturaleza.   La educación de las poblaciones en las ciudades, incluyendo sus distintas estructuras sociales, en sus diferentes niveles educativos, debe formar parte esencial de los planteamientos y soluciones anteriores. Educación que debe implicar desde la consideración básica del cuidado mismo del agua, hasta incentivar consumos razonables por persona, evitando desperdicios y despilfarros. Según los estudiosos en el tema, se deberían consumir  alrededor de 150 litros diarios de agua por persona, eso sería razonable. En la ciudad de México se consumen 350 litros diarios de agua potable por persona y se pierden muchos más por fallas y roturas en las líneas de distribución de esta agua.

 

Parque Tezozómoc, Atzcapotzalco ciudad de México, proyecto  GDU.

La sed que hoy padecemos en nuestras ciudades, es una muestra palpable de nuestra irracionalidad como seres humanos. De todos y cada uno de nosotros depende revertir esta preocupante situación. Sabemos lo que debemos hacer, contamos con la información y la tecnología para hacerlo; además hay que tener en cuenta, que siempre lo más caro, con todo lo que ello implica en términos negativos para la vida, es no contar con agua potable.

 

 

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Espacios. Manantiales y arroyos: Réquiem para un cauce https://arquine.com/espacios-manantiales-y-arroyos-requiem-para-un-cauce/ Wed, 24 Mar 2021 14:48:15 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/espacios-manantiales-y-arroyos-requiem-para-un-cauce/ Ingratos somos los urbanitas con los dioses que nos dan de beber, pero ¿para qué ocuparnos de nuestras propias fuentes de agua, si son solo arroyos y barrancas de montaña, cuando podemos traer agua de otras cuencas y desertificarlas o sacarlas de las entrañas mismas de la tierra y hundirnos hasta llegar al infierno? ¿Cómo vamos a detener el progreso convertido en torres de concreto, acero, aluminio y cristal por estos insignificantes cauces?

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No creo mucho en los días nominales para celebrar, a nivel nacional o internacional, algo, pero la verdad es que últimamente algunos son altamente necesarios para provocar reflexiones y reacciones sociales que, quizás algún día, permitan reformular nuestro sistema de habitar el planeta. A propósito del día internacional del Agua y tras la reflexión pasada, sobre el acueducto de Tembleque, hoy presento, no sin cierto desaliento, una pequeña historia sobre un proceso cuyo único fin, de no ser revertido, es la muerte misma.

La primera imagen, enmarca un recuerdo fijo no muy lejano. Un cristalino arroyo se abre paso entre las rocas, ya moldeadas por siglos de caricias no siempre tiernas, del agua que pasa. A los bordes de éste, el bosque tupido vigila su paso, alimentándose y alimentándolo.

Una escapada cuando mis hijos eran más pequeños, al Desierto de los Leones me susurró al oído como un diablillo travieso, la idea de meternos cauce arriba, lo más lejos posible, para buscar el origen del río Mixcoac. Si hacemos una encuesta entre la población de la Ciudad de México, hoy, difícilmente encontraremos que alguien pueda referirse con este nombre, a otra cosa que no sea una ancha avenida donde el principal flujo superficial, es el de vehículos motorizados.

La Sierra de las Cruces, como se le conoce a esta región de la cordillera poniente en la Cuenca de México, es uno de los mayores espacios de producción de agua de este sistema hídrico. Como el río Mixcoac, el Magdalena, el Tacubaya o el Becerra, brotan desde aquí entre y desde manantiales otrora protegidos por un abundante bosque que ha ido cediendo a los intereses industriales primero, y urbanos después.

De la vertiente del río Tacubaya, sigue brotando el legendario manantial de Santa Fe, al lado de la ermita donde Vasco de Quiroga fundó su primer Hospital Pueblo (segunda Imagen). Con este manantial, se nutrió la Ciudad de México desde el siglo XVI hasta el porfiriato, época donde el crecimiento poblacional de la capital hizo insuficiente los suministros de agua comenzando con la extracción de pozos profundos. El manantial hoy día solo nutre del vital líquido, a una muy pequeña parte de la mancha urbana, cada vez con menos caudal. El siglo XX depredó la región primero con minería, luego lo usó como basurero y, finalmente, intentó recuperarla parcialmente, pero como polo de desarrollo inmobiliario. Cada obra nueva que se levanta en la zona contribuye a la desertificación de esta.

Ya antes de llegar a la ermita, los arroyos superficiales que brotan del irreductible bosque protegido por la denominación de Parque Nacional, a menos de un kilómetro de distancia de su cuna, comienzan su proceso de contaminación. Descargas de aguas negras, plásticos, químicos, ropa y muebles entre otras cosas son arrojados a las barrancas, incluso a pesar de acciones loables que vecinos, autoridades y sociedades civiles de las distintas secciones de estos cauces han hecho para concientizar y concientizarse. La realidad es que, incluso habiendo académicamente numerosos estudios sobre el valor sistémico de las barrancas, las acciones siempre son fragmentadas y por tanto incompletas.

Las siguientes imágenes muestran puntos específicos de este flujo muerto en vida: Reencauzamientos emparedados por muros de concreto para una parte del arroyo Santa Fe, entubamiento del mismo a la altura de Universidad Iberoamericana, segmentos que aún subsisten rodeados de vegetación, pero convertidos en tiradero público en el río Becerra, parques que miran desde sus andadores cómo el torrente arrastra basura y heces, desvirtuando recursos humanos, sociales y financieros inyectados con ilusión, y condenados por su parcialidad, tanto en río becerra como en río Tacubaya. Un tubo azul cruza el Molino de Belén, es la arteria que aún captura agua para consumo humano de otro de los manantiales del sistema, cercano al río Tacubaya. Represas construidas hace ya casi un siglo, como la de río Tacubaya, para contener la fuerza imponente del agua que baja enfurecida por el cauce cuando llueve en el cerro, arrastrando todo lo que encuentra a su paso, totalmente azolvadas.

Ingratos somos los urbanitas con los dioses que nos dan de beber, pero ¿para qué ocuparnos de nuestras propias fuentes de agua, si son solo arroyos y barrancas de montaña, cuando podemos traer agua de otras cuencas y desertificarlas o sacarlas de las entrañas mismas de la tierra y hundirnos hasta llegar al infierno? ¿Cómo vamos a detener el progreso convertido en torres de concreto, acero, aluminio y cristal por estos insignificantes cauces?

Como Mozart, escribimos no solo el réquiem del cauce, también el propio. Pero la esperanza es lo último que muere y la naturaleza puede recuperarse, claro que se necesitan visiones para treinta años y, como diría Mafalda, lo urgente no deja tiempo para lo importante.

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Ciudad (in)sostenible https://arquine.com/product/ciudad-insostenible/ Wed, 19 Aug 2020 21:03:12 +0000 https://arquine.com/?post_type=product&p=68148 Editor: Alejandro Hernández Gálvez
Textos: Yásnaya Elena Aguilar Gil, Phineas Harper, Alejandro Hernández Gálvez, Koldo Lus Arana, Jason W. Moore, César Reyes Nájera, Jorge Otero Pailos, McKenzie Wark, Anatxu Zabalbescoa, Luis Zambrano, Ana María Durán Calisto
Cubierta: Flexible
Tamaño: 14 × 21 cm
Páginas: 104
Edición: Español
ISBN: 978-607-9489-68-7

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Este conjunto de textos, que se publica en paralelo al número 91 de la revista Arquine y a la 7a edición de MEXTRÓPOLI, Festival de Arquitectura y Ciudad, trata el problema de la crisis climática, de algunas de sus causas y de sus efectos y de distintas maneras cómo podemos abordarlo. El territorio y la ciudad, la atmósfera y su preservación, la arquitectura frente a la construcción, son algunos de los temas que tratan estos nueve ensayos escritos desde distintas disciplinas y geografías. Ciudad (in)sostenible incluye textos de: Yásnaya Elena Aguilar Gil, Phineas Harper, Alejandro Hernández Gálvez, Koldo Lus Arana, Jason W. Moore, César Reyes Nájera, Jorge Otero Pailos, McKenzie Wark, Anatxu Zabalbescoa, Luis Zambrano, Ana María Durán Calisto

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Entre lo sostenible y lo insostenible https://arquine.com/entre-lo-sostenible-y-lo-insostenible/ Tue, 09 Jun 2020 04:29:44 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/entre-lo-sostenible-y-lo-insostenible/ Un podría asegurar que actualmente muy pocos se atreven a cuestionar la importancia de la sostenibilidad como proyecto a largo plazo para la sobrevivencia de nuestra sociedad y de los recursos naturales en el planeta que habitamos.

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La tragedia y la comedia de la sostenibilidad

Un podría asegurar que actualmente muy pocos se atreven a cuestionar la importancia de la sostenibilidad como proyecto a largo plazo para la sobrevivencia de nuestra sociedad y de los recursos naturales en el planeta que habitamos. Este cambio de paradigma, tuvo su punto de inflexión hace casi dos décadas mediante la publicación, casi al mismo tiempo, de dos reflexiones sobre el tema. Por un lado, el reporte del comisionado Sir Nicholas Stern para el gobierno británico The Stern Report on Global Warming[1] en donde, entre sus conclusiones, afirmaba que el costo por no hacer nada ante los efectos del cambio climático seria mucho mayor que el nivel de inversión necesario para mitigar el calentamiento global en aquel momento. Por otro lado, el libro Heat del periodista del diario The Guardian, George Monbiot describió los cambios necesarios para mitigar la gran crisis por los efectos del cambio climático. Esto, según sus palabras, implicaría fuertes, si no drásticos cambios en el estilo de vida de toda la sociedad global.  Ambos textos, coincidían en una sola cuestión: la relación entre el hombre y la naturaleza debía de cambiar.

Con toda proporción guardada, la revista Arquine, dedicó hace 11 años, un número a La sostenibilidad. En el número 48, se describían proyectos que apuntaban hacia un urbanismo más afín con los retos de la crisis ocasionada por el cambio climático. Incluía textos que reflexionaban respecto al mayor riesgo que se vislumbraba si no se rectificaba el curso de la planificación en las ciudades y colocaba sobre la mesa la discusión de la agenda de la sostenibilidad para el diseño y la arquitectura dirigido al público latinoamericano. Todo esto con gran elocuencia y usando la razón —propia de la ingeniería— para mostrar diseños en donde se atenuaba o eliminaba, según el grado de ambición, el impacto ecológico.

En 2020, nuevamente la revista dedica un número al tema: Ciudad (in)sostenible. Como inicia su editorial, “la sustentabilidad ya perdió sentido”; la revista coloca la reflexión no en lo que no ha sucedido en poco más de 10 años sino en minúsculas practicas emergentes, como el reciclaje y la reconstrucción que han sucedido en múltiples geografías y ciudades como parte de la nueva agenda verde. La publicación busca encontrar un futuro “mas esperanzador” y su título se entiende como un doble ultimátum.

Así como los textos de Stern y Monbiot, los números de Arquine, separados por más de una década, coinciden en un punto fundamental: la relación hombre-naturaleza. En algunos temas de las publicaciones, se muestra este optimismo empedernido en demostrar que todo puede cambiarse y ser mejor; y en otros artículos y proyectos se abordan temas críticos, con suficiente realismo para demostrar que todavía no se ha hecho nada y que el riesgo aumenta a medida que pasa el tiempo.

Esta dualidad por el idealismo y realismo sobre la agenda sostenible, tiene mucho más historia. Y todo lo que muestran —tanto las publicaciones de Stern y Monbiot por un lado, como los dos números de Arquine por el otro— es que la humanidad siempre se ha debatido por la agenda verde —seguirla o no— como un gran péndulo: en algunos momentos de la historia esta ha sido fervientemente perseguida, derivado del temor por una tragedia por venir y, en otros, ha rozado la comedia por negarla al afirmar que el cambio climático es una gran mentira ambientalista.

El comienzo

Lo cierto es que la agenda verde dista mucho de ser una novedad. Desde el siglo XV, en el trabajo de León Batista Alberti, existía un profundo conocimiento respecto a la ecología y ya se planteaba una forma de edificación en donde se considerasen aspectos económicos, lógicos y estéticamente atractivos. Esto no sólo se aplicó al diseño de edificios individuales sino también a la planeación de ciudades enteras, en donde los resultados mostraban un entendimiento lógico para con el entorno natural.

Durante varios siglos este conocimiento fue cultivado y amplificado basado en un ejerció lógico y práctico. Durante la Ilustración —precisamente en el siglo XVIII— en donde se redefinió el uso de la razón como ápice del desarrollo intelectual, este conocimiento sirvió para el lanzamiento de la arquitectura hacia la modernidad, dentro de un lapso relativamente corto. En esta época surgieron figuras como Goethe, quien sin esfuerzo, combino arte y ciencia, y Caspar David Friedrich, cuyas pinturas demuestran una forma sofisticada de relación entre el ser humano y naturaleza –quizá ilusoria pero que ciertamente no refleja contradicción o tensión alguna; la interacción ciertamente parece operar para ambos lados, entorno natural y el entorno construido o hecho por el hombre.

Quizá el resultado final extremo de esta interrelación en nuestra civilización es la planta nuclear o, algo más común, las plantas para reciclaje de residuos sólidos. Es dentro de esta narrativa donde estuvo el énfasis del informe Stern y el número 48 de Arquine: una lectura de la sostenibilidad mediante una puesta en valor de la ingeniería y la lógica sobre el como “reparar” y  “construir” una mejor relación del hombre con la naturaleza.

Pero también podríamos hacer otra lectura de nuestra cultura, no lineal, y sin seguir el progreso de la razón como método de entendimiento. ¿Qué sucede si la lectura la hacemos basada en la cultura y la narrativa de los desastres o catástrofes? Esta narrativa se fundamenta en la tensión entre la Naturaleza y la Humanidad. En ella se describe cierto tipo de castigo aplicado al hombre por parte de la naturaleza y, en algunas ocasiones, del hombre castigando a la naturaleza. Desde Ovidio hasta las graves inundaciones de Tabasco en el 2007, representan esto perfectamente. Dentro de dicha narrativa subyace un discurso fundamentalmente antimoderno que expresa la creencia de que la raza humana debe buscar una muerte prematura de la mano de la naturaleza. Dentro de esta línea de pensamiento, quizá el último de los discípulos sea el reportero británico George Monbiot, cuyo reclamo al gobierno de su país ha sido utilizado como estandarte de todos aquellos que prevén una cierta hecatombe que acabe con la sociedad occidental.

El presente

Estas dos narrativas completamente opuestas de la relación hombre-naturaleza se han presentado y elaborado de manera impresionante y elocuente. La lectura de Arquine entre lo sostenible y lo (in)sostenible es un nuevo capítulo dentro de estas narrativas con la salvedad de que en esta ocasión, lo planteado en ambos números es aspirar a un futuro esperanzador por restablecer el equilibrio en esta relación. El numero 48, lo presenta de forma trágica —apuntando a las grandes transformaciones de infraestructura y la planificación urbana necesarias sobre una agenda verde—, casi redentora;  y el número 91 a través de una astuta comedia de como diversas prácticas arquitectónicas están buscando redefinir nuestra relación con la naturaleza en pequeña escala es decir, desde abajo.

Ambas ideologías —si me permiten llamarles así— observan el mismo fenómeno pero en términos contradictorios: por un lado, como un proceso lineal  razonable y, por otro, como una cultura narrativa de desastrosas manipulaciones hasta cierto punto cómicas. Es mi impresión que la confusión actual sobre la sostenibilidad y la insostenibilidad es generada por la tensión provocada por estas dos líneas de pensamiento.

Más allá de emitir un juicio de valor, lo evidente es que no hemos sido capaces de desintegrar el nudo que generan ambas narrativas, ni entendemos cuando cualquiera de ellas, parecen hablar con elocuencia. Esta polaridad está vigente y ciertamente el intento por entender lo que es la insostenibilidad abre la posibilidad de nuestro contexto ecológico hacia el futuro.

Notas:

1. Conclusiones clave sobre el informe Stern se pueden consultar aquí: https://web.archive.org/web/20070926221448/http://www.thefirstpost.co.uk/index.php?menuID=2&subID=1055&p=3 Para el informe completo consultar: https://web.archive.org/web/20061114045919/http://www.hm-treasury.gov.uk/independent_reviews/stern_review_economics_climate_change/stern_review_report.cfm

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Bicicletas contra la peste https://arquine.com/bicicletas-contra-la-peste/ Mon, 08 Jun 2020 13:24:21 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/bicicletas-contra-la-peste/ La bicicleta es, se ha dicho, uno de los más nobles inventos del hombre. Es una extraordinaria herramienta para hacer ciudad, para recorrerla a buen paso, para conocerla y quererla.

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Si logramos hacer que un cuarto de la gente de Guadalajara, algo que sucede en muchas ciudades, ande en bicicleta, reduciremos entre 30% y 35% de la contaminación ambiental del Valle de Atemajac. Lo mejor es que esto es factible.

Veamos. Se ocupan primero seguridad y ciclovías razonables. Ya hay y deberá seguir habiendo muchas más. Existe un bien elaborado plan y proyecto al respecto. Hay que destinar los recursos necesarios, a lo mejor de los del creditote express, para de veras entrarle al tema. Y entrarle a sus enormes beneficios.Para ser concretos: el gobierno de Jalisco puede realizar las compras de bicicletas necesarias para alcanzar una masa crítica y hacerlas accesibles para todos los ciudadanos. Estas bicicletas serían de dos tipos: convencionales y eléctricas. Teniendo esta opción, mucha gente que puede sentir que los traslados en bicicleta serían pesados o calurosos elegiría las bicicletas eléctricas (precio alrededor de diez mil pesos).

La bicicleta es, se ha dicho, uno de los más nobles inventos del hombre. Es una extraordinaria herramienta para hacer ciudad, para recorrerla a buen paso, para conocerla y quererla. En mucho contribuye a la vigilancia social y con las bicicletas las calles de vuelven más seguras. Es baratísima, liviana, y sus refacciones muy económicas. La “nueva normalidad” debe incorporar, como principio urbano, la drástica reducción de los gases de invernadero. Y debe también asegurar un mucho mejor medio ambiente para todos los habitantes urbanos. Los árboles son un gran recurso, el otro es el de la reconversión del sistema de movilidad.

De manera que la meta es reducir el tráfico urbano a los niveles de la presente cuarentena. Que las casas en donde hay tres o dos coches se queden con uno (sí se puede) y racionalicen a fondo sus trayectos. Así que sí se puede. Y una gran esperanza es la bicicleta eléctrica. Es capaz de llevarlo a uno del Parque de la Solidaridad al Parque Metropolitano en una hora. Reposadamente, con seguridad y con gran gozo del trayecto. Ojalá que alguna autoridad logre hacer algún aprecio de estas consideraciones. Y contestar.

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