Resultados de búsqueda para la etiqueta [Ciudad feminista ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Tue, 03 Jan 2023 03:34:38 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 Urbanas: De peatonas a caminantes de la ciudad https://arquine.com/urbanas-de-peatonas-a-caminantes-de-la-ciudad/ Fri, 14 Oct 2022 14:00:49 +0000 https://arquine.com/?p=70076 Para caminar libremente por las calles de la ciudad no sólo bastan banquetas amplias, iluminación y rampas. Estaremos de acuerdo que la infraestructura no lo es todo para sentirnos seguras en las calles. Sin embargo, sí facilitan nuestra visibilidad y sobre todo ser visibles, que la gente nos vea haciendo uso y apropiación del espacio público.

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A tan poco tiempo de conmemorar otro día mundial de las personas caminantes peatones, un artículo de la revista Obras revela que el 40% de las vialidades de las alcaldías Xochimilco y Milpa Alta no tienen banquetas. Pese a que la ley de movilidad determina construir calle completa integrando diseño universal en las calles de las alcaldías de la Ciudad de México.

La única alcaldía que registra más de 1400 manzanas con rampas en vialidades es Benito Juárez, frente a Milpa Alta con tan solo 2 de sus manzanas con esta infraestructura. Por otro lado, se celebra que tenemos una Ciudad más integradora e inclusiva. Al menos eso escuchamos cuando de la ciudad central se habla, pero este gran territorio reserva muchas desigualdades que conviene priorizar.

La ciudad es un espacio de relaciones sociales y disputas expresadas en forma material e inmaterial. La forma de movilidad en la que la transitamos determina nuestra experiencia y relación con la urbe. Como peatona, la experiencia es más cuestionable. A pesar de ser “prioridad” en la escala de movilidad, continúa siendo la forma más vulnerable de transitar, porque significa caminar sin escudos, dependiendo únicamente del cuerpo para llegar de un punto a otro.

Ahora bien, si lo vemos desde perspectiva de género, debemos entender que toda esta vulnerabilidad crece aún más cuando la ciudad se ha basado en priorizar la esfera productiva, en donde prevalecen las labores estereotipadas, vinculadas al rol masculino. Esto genera más sensación de peligro y negación, a quienes no pertenecemos al estereotipo de poder, dentro de lo masculino: mujeres, niños, adultos mayores y una gran diversidad de personas que salen de este rol.

La falta de enfoque de género en la planeación de la ciudad, no sólo no permite entender las diferentes experiencias de uso, sino que motiva a experiencias inseguras y promueve delimitaciones del espacio en todo momento. Es decir, saber a dónde debes dirigirte y los lugares que debes evitar, sobre todo cuando eres mujer.

Experiencias Urbanas mx

Salir a la calle, aún hoy en día, en espacios conocidos y desconocidos, en distintos horarios es un ejercicio de valentía y resistencia. En Urbanas Mx es una de las acciones que más disfrutamos. Caminar la Ciudad de México nos llena de energía, calma y sentido. Sin embargo, para hacer esta actividad se requiere de gestión de horarios, compañía y la sensación de peligro que en muchos casos, es constante.

Ser caminante me ha ayudado a entender contextos, procesos, grupos de personas, espacios y hasta a mí misma. Al ser una mujer que camina tanto de día como de noche para regresar a casa me ha revelado que aún hoy me apresuro a entrar a un espacio con más personas o evito quedarme sola en algún lugar.

Mirelle Granillo

En mis primeros recorridos como peatona, alrededor de los 10 años, viví mis primeras experiencias de acoso: un niño de mi edad, en la calle me mando besos en forma de burla, y me seguía en su bici. Recuerdo que el miedo me invadía en todo el cuerpo, además sentía invasión y ganas de llorar. Con el tiempo “aprendí” que estas actitudes en la calle eran, ¿normales?

Citlalli Rivera

Vivir en el Centro Histórico de la Ciudad de México, puede ser percibido para muchos como algo peligroso o exótico según sea la mirada; indigentes y sus “casas” provisionales, uno y otro borracho perdido, tiraderos de basura en alguna esquina, y los olores nauseabundos mezclados, entre grasa de garnacha, humo de carros, y agua encharcada que más bien parece cultivo de algún laboratorio científico.

Sheila Espinosa

Caminar por las calles del Centro Histórico, implica siempre descubrir algo diferente y darte cuenta que constantemente hacen intervenciones poco planeadas. Esta es la 4ta. vez que se cambian los pisos, pero no se atiende el problema de la basura o la iluminación. En esta zona, las calles no se entienden sin comercio informal. No ubicamos las calles por una nomenclatura clara y visible, sino por lo que se vende, y así las calles van quedando sin nombre, sin historia, ni memoria.

Ser peatona en la ciudad significa varios retos englobados en uno:

  • Sortear primero el miedo, a veces inculcado en el imaginario colectivo como mecanismo de control: no vayas por ahí, asaltan, en esa calle le quitaron la bolsa a tal o cual,…
  • Reclamar nuestro derecho a la ciudad empieza desde tomar la bolsa a disfrutar la Ciudad, no siendo desafiante.
  • Usar los espacios al caminar; es otro ejercicio de ciudadanía.

Los peligros existen y son reales y caminar como forma de apropiación es parte de ejercer nuestro derecho a la ciudad (Pérez, 2013).

De peatona a caminante

En UrbanasMx queremos que las mujeres seamos caminantes de la Ciudad, no peatonas, ¿Cuál es la diferencia? Ser peatona implica transitar y esquivar todos los obstáculos, y llegar a un destino fijo. Ser caminante lleva todo un cúmulo de experiencias: disfrute, placer, seguridad, recreación y exploración; porque las calles lo permiten e invitan a más que solo transitar.

Ser una caminante en la Ciudad, debería permitir contemplar espacios, tomar el tiempo para hacer paradas, caminar a la deriva y ¡vivir la ciudad! sin miedo, sin evitar puntos y sin reservas, ejerciendo nuestro derecho a la libertad.

Es necesario romper mediante el diseño del espacio público las rutinas de la esfera productiva y reproductiva. Generar desde la interseccionalidad espacios que involucren irrumpir en las esferas propias y comunitarias. Con este breve principio, se promueve la calidad de vida para todas las personas.

Para caminar libremente por las calles de la ciudad no sólo bastan banquetas amplias, iluminación y rampas. Estaremos de acuerdo que la infraestructura no lo es todo para sentirnos seguras en las calles. Sin embargo, sí facilitan nuestra visibilidad y sobre todo ser visibles, que la gente nos vea haciendo uso y apropiación del espacio público.

Las intervenciones no deben enfocarse en qué lugares nos permitirán tener más servicios y comercios, o dónde la gente gastará más. La importancia debe venir de la cohesión y participación de las personas que habitamos la ciudad y las condiciones en las que vivimos en el día a día.

La relevancia de la ciudad y sus espacios existe por la relación de estos dos elementos: Peatona/Peatón-Ciudad y no es posible sin ninguno. Sigue siendo un reto adecuar las condiciones urbanas a un real enfoque de género y para todas las personas en todas las condiciones.

Necesitamos calles con señalética adecuada. Así como programas continuos de mejora que vayan más allá que sólo el cambio de pavimentos. Se necesita incorporar infraestructura adecuada que te permita recorrer integrando las distintas formas de movilidad. Acciones mínimas como botes de basura, luminarias adecuadas, nomenclatura clara, entre otras cuestiones. Y sobre todo la valoración de los múltiples actores que confluimos y las distintas necesidades que tenemos a la hora de caminar y disfrutar de la calle.

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Cara de Bicicleta https://arquine.com/cara-de-bicicleta/ Thu, 24 Nov 2016 17:46:53 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/cara-de-bicicleta/ En 1895, cuando el uso de la bicicleta estaba en su apogeo en países anglosajones, médicos especialistas rápidamente alertaron a la población sobre los alarmantes riesgos del ciclismo femenino. Según los especialistas de la época, andar en bicicleta o, más especifico, “montar una rueda”, haría a las mujeres “infértiles”, les causaría “orgasmos”, y lo peor de todo, las haría vulnerables a contraer la condición conocida como “bicycle face” o “cara de bicicleta”

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Florence B. Walker, her “wheel” & packs, 1895. Andrew Ross McMaster, 1895

 

“Let me tell you what I think of bicycling. I think it has done more to emancipate women than anything else in the world. I stand and rejoice every time I see a woman ride by on a wheel.” ~ Susan B. Anthony, 1896.

En 1895, cuando el uso de la bicicleta estaba en su apogeo en países anglosajones, médicos especialistas rápidamente alertaron a la población sobre los alarmantes riesgos del ciclismo femenino. Según los especialistas de la época, andar en bicicleta o, más especifico, “montar una rueda”, haría a las mujeres “infértiles”, les causaría “orgasmos”, y lo peor de todo, las haría vulnerables a contraer la condición conocida como “bicycle face” o “cara de bicicleta” . La condición de la “cara de bicicleta” es descrita como la “desfiguración facial permanente causada por la tensión de aprender a montar”. La cara de bicicleta no tenía síntomas, la desfiguración implicaba “labios apretados, rostro enrojecido, arrugas ásperas y ojos saltones con círculos oscuros por debajo”.

 

Durante la época victoriana, las mujeres tenían que usar corsés, vestidos o faldas enormes llenos de capas y capas. Incómodos y poco prácticos. Por un lado, los fabricantes de bicicletas cambiaron sus marcos para acomodar la moral y decencia femenina, y diseñaron entonces el “marco sólo para mujeres”. A diferencia de los marcos de bicicletas de los hombres, el travesaño es de forma diagonal para acomodar la falda de las mujeres. En la fotografía tomada en 1895 vemos claramente a Florence B. Walker deteniendo su pie en el marco diagonal diseñado exclusivamente para ellas.

 

Hasta donde entiendo nadie adquirió “cara de bicicleta” y las mujeres hoy no tenemos prohibido usar pantalones, pero en la actualidad las bicicletas de mujeres continúan siendo diseñadas y promovidas, a diferencia de la de los hombres, por la barra en diagonal.

 

Las mujeres que se atrevían a andar en bicicleta, o utilizar “el agente del diablo”, como también se le conocía, además de recibir multas y tener que seguir una lista larga de reglas arbitrarias de tránsito, se arriesgaban a sufrir la “cara de bicicleta” y eran advertidas sobre problemas de salud falsos como depresión y palpitaciones del corazón. Entre más andaban las mujeres en bicicleta más advertencias, publicaciones y escándalo social existía. Por ejemplo, el London’s National Review alertaba a las mujeres sobre los “peligros escondidos” de andar en bicicleta, tales como “exophthalmic goiter”, garganta inflamada causada por la excitación mental, así como inflamación interna.

 

Los debates sobre las mujeres y el uso de bicicletas durante la época victoriana apuntan a la “ansiedad social” sobre la creciente independencia de las mujeres. Las bicicletas, desde entonces, no sólo representan una forma de moverse, de trasladarse o de hacer ejercicio, sino sobre todo un “rechazo a vivir bajo las reglas restrictivas” de la época y una disposición y voluntad de “abrazar la modernidad”.

 

El uso de ropa más cómoda para la bicicleta de las mujeres fue de la mano con la reforma del vestido racional, que promovía una vestimenta más práctica. Las reformistas del vestido también fueron las primeras feministas de los años 1850 a 1890 que eventualmente dieron origen al movimiento sufragista en Estados Unidos e Inglaterra. El corsé estaba ligado a una sociedad moralmente ordenada ya que mantenía una postura estricta y alineada mientras que lo que las reformistas promovían implicaba una posición diferente para las mujeres, con más movilidad e independencia. Así, el vestido racional que usaron las mujeres que andaban en bicicleta, limitaba el peso de la ropa interior a solamente “7 libras”, ¡ casi 3 kilos de peso!

 

La ansiedad que generó que las mujeres usaran una bicicleta responde al miedo de su propia independencia. Los médicos inventaron una condición y serie de enfermedades que responden en turno al miedo de la sexualidad femenina. Las supuestas enfermedades resultantes de andar en bicicleta tienen que ver con el sistema reproductivo y causan supuesta infertilidad; con la sexualidad, al generar orgasmos al montar la bici y ejercen entonces control, sobre todo con “la belleza de la cara de las mujeres” a través de la invención de la cara de bicicleta.

 

El legado de Freud al siglo XX es la sexualización de lo social, la desestabilización que el psicoanálisis tuvo de la era victoriana centrada en la sexualidad reproductiva y las distinciones entre lo masculino y femenino. El miedo a la sexualidad de las mujeres, a pesar de estar siempre ahí.

 

En muchas de las promociones de puros, se mostraban a mujeres en bicicletas de forma masculina. el cabello corto, fumando, y usando los pantalones de mujeres llamados bloomers. Las bicicletas y los bloomers reflejan el miedo que las mujeres puedan tener independencia y ejercer el poder.

 

Luchar por andar en bicicleta fue una de los primeros avances feministas: todavía las mujeres no contaban como ciudadanas, no podían votar. Me imagino la valentía de las mujeres que desafiaron el cómo debían verse y actuar en público. Claro que quienes tenían una bicicleta eran las mujeres de clase media y media alta, con tiempo para salir en bicicleta y comprar la última tecnología. Pero su clase social no quita en nada el estar sujetas a asaltos verbales y físicos. Al verlas pasar les aventaban piedras. Todo por ser mujeres afirmando su independencia.

 

Yo empecé a andar en bicicleta como medio de transporte desde el 2006, cuando me regalaron a Catarina. Se llama Catarina, porque es negra y roja. No es fixie y no tiene velocidades. Las llantas son súper delgadas, de 25 pulgadas, y rojas y la hicieron especialmente para mí. La tienda donde la compré era un combo de peluquería que se llama Lesbian hiarcuts for anybody, ahora es simplemente Haircuts for Anybody —de mi amigx JJ Levine, y su entonces pareja Danielle. Además de cortes de cabello se vendían bicicletas y ambos servicios eran especializados.

 

Cuando después de casi 13 años regresé a vivir a la Ciudad de México, volví con mi gatita gordita y mi bicicleta Catarina.

 

Andar en bicicleta, no podría enfatizarlo lo suficiente, me hace sentir libre. Al leer sobre la condición de la cara de bicicleta me reí. Lo compartí con todas mis amigas, es increíble que esta condición existiera y que además haya sido tomada con seriedad, justificada y validada. Al investigar más sobre esta condición y la lucha feminista tan fuerte de las mujeres para poder andar en bicicleta, dejé de sorprenderme. El espacio público continúa siendo de los hombres, muchas veces independiente de su clase social o identificación étnica.

 

 

De mis primeras salidas en bicicleta en México fueron con el grupo que se reunía los miércoles a las 10 de la noche en el Ángel de la Independencia. Había (no sé si todavía existan) rodadas que duraban a veces hasta cuatro horas por toda la ciudad. Estaban super bien equipados y auxiliaban en caso de ponchaduras. Aprendí los códigos de protección para cuidarse entre los asistentes. Gritabas “hoyo” cuando pasabas por uno a manera de alertar a los demás. La mayoría de los asistentes eran hombres.

 

Solo los acompañé dos veces. Una vez fuimos por el segundo piso, y otra vez al velódromo. El velódromo de La Piedad , no este, fue construido por el Cycling Union Club de México, durante el siglo XIX por los primeros amantes de bicicletas en México, cuando eran un objeto de lujo, caro y solo accesible para la élite mexicana, apenas había cerca de 800 bicicletas en todo México. El auge de las bicicletas fue durante la década de los cincuenta, impulsado principalmente por la familia italiana Benotto y la masificación de las bicicletas a un precio más accessible, primero en Guadalajara y luego en la ciudad de México.

 

Cuando íbamos rumbo al velódromo, pasamos por La Merced. En la calle, había muchas trabajadoras sexuales. Al pasar, muchos gritaron “hoyo”, pero no estaban hablando de algo en el suelo. Todos gritaron al mismo tiempo y además silbaban. “Hoyo, Hoyo grande”, continuaban gritando entre risas. Sentí miedo. No risa. No he regresado a esas andadas y casi nunca ando en bicicleta en la noche. En la Ciudad de México no se puede.

 

Continúa siendo una lucha que el espacio público deje de ser dominado mayormente por hombres. Mientras agradezco en algunas ocasiones un vagón del metro para mujeres, no me gusta que tengamos que segregarnos para ocupar el espacio público de forma segura.

 

Me parece importante recordar que en algún momento de la historia, hace poco más de un siglo, una mujer en bicicleta vestida de forma práctica y cómoda, era un anatema. Andar en bicicleta fue el acto precursor del sufragio, de la independencia de la mujeres. Parece que estamos muy lejos de esos momentos históricos porque podemos andar en bicicleta y usamos pantalones, pero no es así.

Acabamos de ser testigos de cómo la mujer (no feminista en mi opinión, pero mujer) más capacitada para un trabajo perdió contra el hombre menos calificado para el mismo. Como escribió Jerry Saltz, “no one is more feared or hated on this planet that a woman”.

 

Cada vez que salgas a andar en bicicleta en la ciudad, cada vez que ocupas el espacio público continuamos catalizando las reacciones que desde la época victoriana determinan cómo es una mujer respetable.

 

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