Resultados de búsqueda para la etiqueta [ciudad de México ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Mon, 12 May 2025 18:53:33 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 Resultados Concurso Arquine No.27 | Pabellón MEXTRÓPOLI 2025 https://arquine.com/resultados-concurso-arquine-no-27-pabellon-mextropoli-2025/ Mon, 12 May 2025 18:23:54 +0000 https://arquine.com/?p=98267 En cumplimiento de lo establecido en las bases del Concurso Arquine No.27 | Pabellón MEXTRÓPOLI 2025, el martes 29 de abril a las 10:00 hrs, en la Ciudad de México, se reunió el jurado conformado por Loreta Castro Reguera, Meir Lobaton Corona, Dinorah Martínez Schulte, Jachen Schleich, Mauricio Rocha y Fermín Espinosa (como jurado técnico). […]

El cargo Resultados Concurso Arquine No.27 | Pabellón MEXTRÓPOLI 2025 apareció primero en Arquine.

]]>
En cumplimiento de lo establecido en las bases del Concurso Arquine No.27 | Pabellón MEXTRÓPOLI 2025, el martes 29 de abril a las 10:00 hrs, en la Ciudad de México, se reunió el jurado conformado por Loreta Castro Reguera, Meir Lobaton Corona, Dinorah Martínez Schulte, Jachen Schleich, Mauricio Rocha y Fermín Espinosa (como jurado técnico). La deliberación se llevó a cabo de manera presencial en las oficinas de Arquine, ubicadas en Laguna.

El jurado debía seleccionar, de manera libre y autónoma, una única propuesta entre todas las entregadas en tiempo y forma, bajo el estricto anonimato requerido por los lineamientos del concurso.

No pudieron participar:
– Miembros del jurado, del equipo de Arquine o de MEXTRÓPOLI.
– Personas con lazos de consanguinidad con los miembros del jurado, sus cónyuges, parejas o personas con quienes mantuvieran una relación de convivencia afectiva, ni aquellas con quienes tuvieran relaciones profesionales estables directas.

Las propuestas podían ser descalificadas por:
– Entrega fuera del plazo o en desacuerdo con lo establecido en las bases.
– Quebrantamiento del anonimato, ya fuera por revelar la autoría o por incluir elementos gráficos que identificaran al autor o autores.
– Cualquier intento de contacto o presión indebida hacia los miembros del jurado, debidamente comprobado.

Se inscribieron 512 equipos y se recibieron 434 láminas. Doce láminas fueron descartadas por no cumplir con lo estipulado en las bases.

El jurado tuvo acceso a las propuestas con cinco días de antelación para su análisis virtual. Posteriormente, durante una sesión presencial de seis horas, seleccionó siete propuestas finalistas. Entre estas, se otorgaron cuatro menciones honoríficas, así como un tercer, segundo y primer lugar.

El Concurso Arquine convoca a diseñar un pabellón que, insertado temporalmente en la ciudad, logre generar, desde su propio discurso, una propuesta innovadora, sostenible y preferentemente reciclable; que permita el desarrollo de un programa público abierto y que propicie la interacción entre arquitectura y ciudadanía.

Estos proyectos fueron seleccionados por presentar enfoques diversos ante la convocatoria, destacando aquellas que activan un programa público, reflexionan sobre la circularidad de los materiales y presentan un rigor estético notable. 

Este año se recibió un número significativo de propuestas que utilizaron la valla como elemento central del pabellón. Este recurso, comúnmente utilizado para delimitar o restringir el acceso al espacio público, fue reimaginado en varios proyectos como herramienta para activarlo y transformarlo. La presencia de estas propuestas pone en evidencia una crítica implícita al uso institucional de las vallas, que muchas veces aíslan a la ciudadanía del entorno urbano.

Como en ediciones anteriores, el jurado valoró especialmente aquellos proyectos que operan como manifiestos, al proponer reflexiones contundentes y arquitectónicamente significativas.

MENCIONES HONORÍFICAS

ARQ-C27-0174 | Emilio Reyes Molina, Dalia Lizeth Salazar Ríos y Axayacatl Sánchez (Ciudad de México)

El jurado seleccionó este proyecto por proponer un símbolo del reclamo social por la pérdida de árboles emblemáticos (palma y ahuehuete) en el Paseo de la Reforma en años recientes.

ARQ-C27-0269 | MICROPOLITAN studio | Delara Rahim (Sydney, Australia), Francisco Brown y Jimmy Pan (Nueva York, Estados Unidos)

El proyecto destaca por activar el espacio mediante la repetición de un elemento simple que invita a múltiples usuarios a interactuar simultáneamente. Se valora la reflexión sobre el programa y la apropiación efímera del espacio público.

ARQ-C27-0367 | Estudio Nomade (La Plata y Avellaneda, Argentina) | Fernando Iguerategui, Nevio Sánchez, Leonel Villar, Leandro Eid Martínez, Natalia Ureña, Sebastián Nieva, Tomás Eracovich, Agustina Ferreyra

ARQ-C27-0381 | Misha Nemkov (Japón)

Una cúpula flexible elaborada con un material utilizado en contextos de emergencia (migración, desastres naturales), que ofrece sombra y un espacio de descanso. A pesar del valor simbólico y material, la propuesta dejó dudas sobre su viabilidad técnica.

El jurado seleccionó los tres ganadores por su contundencia al apropiarse del espacio público con pocos elementos, y por las experiencas que ofrecen en el espacio urbano. Calidad arquitectónica, artística y de síntesis, que consideran el presupuesto  para su desarrollo.

GANADORES

TERCER LUGAR | ARQ-C27-0044 | Mateo Michel Alatorre y André Restelli Moreno (Guadalajara, México)

El jurado otorgó el tercer lugar a una propuesta que, a partir de una intervención mínima en términos de elementos y materiales, logra generar un gesto arquitectónico potente. Se trata de una estructura abierta, ligera y transparente, realizada con varilla de acero colocada de forma ordenada sobre una superficie de tezontle. La elección de estos materiales, comunes en la construcción y fácilmente reciclables, permite establecer un vínculo directo con el contexto urbano y social de la Ciudad de México. La propuesta genera una atmósfera de calma y contemplación dentro del bullicio urbano, invitando a la pausa y al encuentro.
El jurado destacó su claridad formal, la calidad espacial que propone y el equilibrio entre la austeridad material y la potencia conceptual, así como su viabilidad de construcción dentro de los límites presupuestales establecidos por la convocatoria.

 

SEGUNDO LUGAR | ARQ-C27-0459 | Santiago Castillo Reina, Daniel Felipe Eslava Tovar. Nicolás González Guzmán, Tatiana Alejandra Tocora Trujillo (Bogotá, Colombia)

Esta propuesta plantea una intervención lineal que atraviesa la plaza en toda su longitud, creando un recorrido interior claramente definido pero permeable visualmente. A partir de una estructura sencilla —un esqueleto metálico cubierto con cinta amarilla de precaución—, el proyecto construye un umbral simbólico y físico en el espacio público.
El jurado valoró su capacidad para generar una experiencia arquitectónica con medios mínimos: al caminar por este pasaje, el visitante es consciente de su movimiento, de su relación con el entorno y de la tensión entre lo delimitado y lo abierto. La cinta de precaución, comúnmente asociada con la advertencia o el peligro, se resignifica aquí como material constructivo y narrativo, en un gesto que invita a cuestionar el uso y la apropiación del espacio público.
La propuesta combina de manera efectiva economía de medios, claridad conceptual y fuerza visual, haciendo del recorrido una experiencia activa, lúdica y reflexiva en la que con muy pocos elementos, logra articular un espacio con mucha fuerza.

 

PRIMER LUGAR | PABELLÓN MEXTRÓPOLI 2025 | ARQ-C26-0317 |

Kai Huang (Cambridge, Massachusetts, Estados Unidos) y Xueyuan Wang (Nueva York, Estados Unidos)

El proyecto ganador destaca por su sensibilidad poética, su capacidad de síntesis y su fuerza como manifiesto arquitectónico. A través de una estructura metálica casi invisible, se suspende una nube de ramas secas recolectadas de la poda cotidiana en la ciudad, generando una sombra que flota sobre la plaza. Esta nube vegetal, ligera pero expresiva, establece un diálogo entre lo natural y lo construido, entre lo efímero y lo estructural.
El jurado reconoció en esta propuesta una lectura profunda de los objetivos del concurso: propone una solución materialmente circular —las ramas tienen una segunda vida útil antes de reincorporarse al ciclo natural—, activa el espacio público de manera sensible y ofrece una experiencia espacial diferenciada tanto desde el exterior como en el interior de la instalación. Responde a una problemática muy actual de la ciudad: la salud de los árboles. Muchos están muertos en las calles y parques de la Ciudad de México, y poder darles una segunda vida a esos residuos, en lugar de llevarlos a un vertedero, es verdaderamente valioso. 

La sombra proyectada, el crujido de las ramas con el viento, el cambio constante de luces y texturas convierten al pabellón en un espacio multisensorial. Además, la pieza funciona como comentario crítico y poético sobre los ciclos urbanos de la materia, el valor de lo residual y la posibilidad de generar belleza y comunidad a partir de lo descartado.
Por su contundencia formal, su viabilidad constructiva, su dimensión estética y su potencia simbólica, esta propuesta fue seleccionada como ganadora del Concurso Arquine No.27 | Pabellón MEXTRÓPOLI 2025.

Gracias a todos los equipos por participar.

Los esperamos en el Concurso Arquine No.28

El cargo Resultados Concurso Arquine No.27 | Pabellón MEXTRÓPOLI 2025 apareció primero en Arquine.

]]>
Algunos comentarios acerca del informe de Airbnb https://arquine.com/algunos-comentarios-acerca-del-informe-de-airbnb/ Tue, 10 Dec 2024 18:23:26 +0000 https://arquine.com/?p=95790 Hace poco fue publicado el informe Estancia Turística Eventual y Plataformas Digitales de Hospedaje en la CDMX por la consultora Alquimia Urbana, del cual se ha hecho réplica en algunos medios de comunicación y que, vale la pena resaltar (tal como se hace en la página legal del documento), fue financiado por Airbnb. La premisa […]

El cargo Algunos comentarios acerca del informe de Airbnb apareció primero en Arquine.

]]>
Hace poco fue publicado el informe Estancia Turística Eventual y Plataformas Digitales de Hospedaje en la CDMX por la consultora Alquimia Urbana, del cual se ha hecho réplica en algunos medios de comunicación y que, vale la pena resaltar (tal como se hace en la página legal del documento), fue financiado por Airbnb.

La premisa del informe, no es de sorprender, es que el problema de la gentrificación y encarecimiento de la vivienda es estructural y resultado de décadas de malas decisiones en materia de planeación, por lo que Airbnb no tendría un impacto relevante en lo que algunos denominan crisis habitacional. Sobre esto, hay varias cosas que es necesario puntualizar.

1

El estudio arroja algunos datos cuando habla del impacto en el costo del alquiler, sin embargo, comete el error de hacerlo tomando en cuenta la información de toda la Ciudad de México, cuando sabemos que las rentas de corta y mediana estancia se concentran en las áreas centrales, al igual que la vivienda en alquiler tradicional (como apunté en mi texto: “Consolidación y profesionalización de Airbnb en áreas centrales de la Ciudad de México”, Punto Sur, núm. 11, 2024, pp. 118-137) por lo que el estudio debiera comparar la evolución del costo del alquiler tradicional de esas zonas en específico, y no el de toda la ciudad, para evitar el sesgo del promedio. Incluso, para ser más preciso, debería ser a nivel colonia. Esto permitiría tener información más fidedigna sobre el impacto que, claramente, es diferencial y localizado en la ciudad.

Es decir, no es correcto afirmar que: “es contundente que el precio de la renta no se ha incrementado. Al comparar los precios de renta de 2018 con los de 2024, se observa un aumento del 28.9%, con las rentas promedio pasando de $14,228 [pesos] en junio de 2018 a $18,345 en junio de 2024” (p. 24), porque están otorgando al cálculo datos que toman en cuenta los costos de zonas no centrales donde la oferta de Airbnb es poca o inexistente, y el alquiler tiene menor costo y menor oferta, por ejemplo en Iztapalapa, Milpa Alta o Tláhuac (ver Ilustración 1 y 2).

Ilustración 1.

Ilustración 2. 

2

El informe también omite que existen zonas en donde la oferta de alquiler de plataforma es muy alta, y llega a ocupar 80% del parque habitacional total en algunas de estas zonas y, si bien es importante estudiar el fenómeno más a detalle y con sus debidas precauciones, sí nos habla del dominio de este sistema sobre otras formas de uso de la vivienda en esas áreas de la ciudad. De ello se deriva, un fenómeno que debe estudiarse a más profundidad, que el sistema de renta de plataforma está promoviendo que parte de la producción de vivienda nueva en esas áreas vaya dirigido a ese rubro, lo que entra en conflicto con la oferta de alquiler tradicional. ¿De qué sirve producir más vivienda si una parte de esta, la de mejores atributos de localización, va a dirigirse a los sistemas de renta de corta y mediana estancia?

Ilustración 3.

3

Tampoco se menciona algo que comenté durante la entrevista que realizaron conmigo a propósito de la redacción del informe: y es que existe un mercado informal de Airbnb para extender los periodos de estancia, lo que está fuera del foco de los datos y también de los montos de recaudación fiscal. Es un fenómeno que, por cierto, serviría a Airbnb para evitar el desvío de ingresos para la plataforma y también ayudaría problematizar sobre la inseguridad que genera para los propietarios.

4

Se omite un elemento muy relevante para la regulación como es la existencia de actores que forman parte importante del sistema y que casi no se toman en cuenta en los debates sobre los sistemas de renta de corta y mediana estancia: los gestores y todo el sistema de administración alrededor de este tipo de alquiler. Cuando surgen, es solo para referirse a la generación de empleos con un atributo positivo, pero no fue así cuando se pensaron los mecanismos de regulación en la ciudad hoy existentes, por ejemplo, ¿qué papel tienen los promotores y gestores de Airbnb en la regulación vigente en la Ciudad de México?, ¿cómo incorporamos a Mr. W (en referencia a la empresa que bajo ese nombre alquila más de 350 departamentos sólo en la capital del país) a los instrumentos de regulación?

5

El trabajo omite la existencia de investigaciones sobre alquiler de corta y mediana estancia en México y América Latina, que servirían para sentar las bases del propio informe y criticar, desde su perspectiva, qué es lo que esos estudios no están tomando en cuenta que el informe sí. Por ejemplo, Lerena Rongvaux y Rodríguez (en su artículo “Airbnb in Latin America: A literature review from an urban studies perspective” en Journal of Urban Affairs, vol. 46 [6], 2024, pp. 1,146-1,160), realizan un trabajo exhaustivo de toda literatura académica en América Latina sobre los sistemas de renta de corta y mediana estancia desde la perspectiva de los estudios urbanos, entre los que se encuentran algunos trabajos en la Ciudad de México. 

6

En la conclusión del apartado 4.3, “Gentrificación y desplazamiento”, se asegura que “la presencia de plataformas de alojamiento temporal más que expulsar población están revitalizando los territorios, generando riqueza a las familias que deciden disponibilizar un cuarto” (p. 25). Esta afirmación es, en muchos sentidos, tramposa. Primero, porque no toma en cuenta que buena parte de la oferta de Airbnb consiste en departamentos completos, no habitaciones, y que esa oferta ha crecido en los últimos años (pandemia incluida) [ver gráfica 4]. 

Segundo, como he dicho —hasta el cansancio— en numerosos espacios, la expulsión de población no es lo único que está en juego en estos fenómenos, como erróneamente puede ser interpretado desde los discursos antigentrificación. Dejemos, entonces, de hablar de gentrificación porque pareciera, como se informa en el estudio, que todo estaría bien con los procesos de revitalización sin pérdida de población, “sin expulsión”. Cuando lo que está en juego son otros factores, como la segregación. ¿Es posible pensar que los propietarios e inversionistas, al ver que un sistema que genera una mayor rentabilidad que otro, decidan optar por este porque la regulación y el mercado lo facilitan? Aquí no hay expulsión de población, pero sí viviendas que están siendo desplazadas o colocadas directamente en el sistema de renta de corta y mediana estancia, en las zonas con mayor demanda de vivienda en alquiler. Es claro el conflicto y es importante hacer frente a ello.

Ilustración 4.

7

Por último, como mencioné líneas arriba, antes de la publicación de este trabajo mantuve con parte del equipo que elaboró el informe una muy interesante entrevista de más de una hora, en donde comenté varios de los puntos que aquí se mencionan y que, sin embargo, fueron completamente ignorados. En su lugar, y espero que no de manera premeditada, incluyeron una cita mía de esa fuera de contexto (en la página 25) y la colocaron en un apartado en donde está completamente desarticulada del texto que la acompaña. ¿Por qué?

Por estas razones, me gustaría deslindarme por completo de esa utilización de mis declaraciones, porque, aunque respeto a quienes están detrás del trabajo realizado y concuerdo con algunos de los puntos mencionados (como en que, efectivamente, el fenómeno de los sistemas de renta de corta y mediana estancia no es el problema central y que se requiere reforzar los mecanismos de producción de vivienda y el ordenamiento territorial), no comparto en gran medida el posicionamiento del documento y no quisiera que se tomara esa pequeña alusión como un guiño positivo de mi parte a dichas posturas.

Por otro lado, no deseo caer en el simplismo de que urge regular, porque es claro que los incipientes mecanismos de control para los sistemas de renta de plataforma que se han colocado en la Ciudad de México —y que recayeron notoriamente sobre Airbnb por ser la cara visible del fenómeno— no están resolviendo lo que deben resolver. Primero, para justificar el por qué y para qué se crearon, así como el efecto que tendrían; y, segundo, por la falta de claridad para su control y seguimiento.

Esperamos un diálogo abierto y transparente entre las autoridades del gobierno capitalino y los promotores de los sistemas de renta de corta y mediana estancia, los propietarios y la ciudadanía para crear mecanismos reales, eficientes, que permitan equilibrar la participación de estos sistemas en la ciudad de una manera justa. Esto sin dejar fuera el debate sobre el fortalecimiento de los mecanismos de producción de vivienda asequible y de la protección al creciente sistema de alquiler en la ciudad.

P. D.

El debate de Airbnb no es marginal, dado que se encuentra inserto en las lógicas sobre el ejercicio de propiedad privada de la vivienda y sobre su función social, lo que está establecido en la Constitución de esta ciudad. Con suerte, esto nos permitirá elevar el debate y dar el salto hacia mecanismos más eficientes y justos de producción de vivienda.

P. D. 2

El informe, de haber sido resuelto de mejor manera, tal vez podría haber corroborado su premisa principal: los efectos de Airbnb no son “significativos” a los procesos de gentrificación de la ciudad, porque son una consecuencia estructural de las políticas del mercado de suelo en la ciudad. Empero, ello no significa que no deba estar sujeto a reglas sobre su participación en la ciudad.

El cargo Algunos comentarios acerca del informe de Airbnb apareció primero en Arquine.

]]>
La traza del pentapichichi. Encuentro núm. 2: Sánchez vs. Sánchez (y una breve anécdota sobre un ratón) https://arquine.com/la-traza-del-pentapichichi-encuentro-num-2-sanchez-vs-sanchez-y-una-breve-anecdota-sobre-un-raton/ Tue, 22 Oct 2024 16:04:05 +0000 https://arquine.com/?p=93650 Todo se lo debo a la Jardín Balbuena (mi manager) y a la Virgen de Guadalupe Parafraseando a Raúl El Ratón Macías Diría que todo empezó por Eugéne Adrien Roland Georges Garros, quien fue el primer piloto en cruzar el Mar Mediterráneo sin escalas, y que formó parte del escuadrón francés en la Primera Guerra […]

El cargo La traza del pentapichichi. Encuentro núm. 2: Sánchez vs. Sánchez (y una breve anécdota sobre un ratón) apareció primero en Arquine.

]]>

Todo se lo debo a la Jardín Balbuena (mi manager) y a la Virgen de Guadalupe
Parafraseando a Raúl El Ratón Macías

Diría que todo empezó por Eugéne Adrien Roland Georges Garros, quien fue el primer piloto en cruzar el Mar Mediterráneo sin escalas, y que formó parte del escuadrón francés en la Primera Guerra Mundial cayendo en combate en 1918. El estadio y el torneo de tenis en llevan su nombre en honor a las hazañas realizadas en la aviación. Esta es la primera aproximación de la colonia Jardín Balbuena con el deporte, cuando Roland Garros estableció un récord de altura en su aeronave Bleriot al volar en los antiguos llanos de Balbuena. Después de ese capítulo de la aviación vendría el Casino Obrero, hoy Deportivo Venustiano Carranza, de Juan Segura (1929), que junto con espacios recreativos, gimnasio, biblioteca, teatro al aire libre, cine, alberca, guardería infantil, unidad médica, jardines, pistas y campos deportivos (algunas edificaciones siguen en pie) detonarían con el paso del tiempo esta historia deportiva. Lo demás es consolidación de una colonia diseñada por los arquitectos Félix Sánchez, Raúl Izquierdo, A. Sánchez Tagle, Juan Becerra y Manuel Bernal, bajo la dirección del Banco Nacional Hipotecario Urbano y de Obras Públicas (BNHUOP).

Vista desde aeroplano del Casino Obrero o Centro Social y Deportivo para Trabajadores en Balbuena (hoy Deportivo Venustiano Carranza) de Juan Segura, 1929 y llanos de Balbuena, imagen recuperada de https://grandescasasdemexico.blogspot.com/2021/10/casa-de-don-vicente-g-almada-y-eloisa.html

Pero esa historia deportiva, para mí, posiblemente empieza con un anécdota, no con los recuerdos que uno lee en libros especializados. Esta anécdota (que se repitió en varias ocasiones) es la de una plática con un personaje entre los 12 y los 17 años de edad en la plaza donde se encontraban el cuarto de bombeo de la Unidad Habitacional donde vivía, la Corazones de Manzana y que era el espacio articulador entre los que vivíamos en los departamentos de esa unidad habitacional y los que vivían en casa propia, en el retorno no. 5 de Lázaro Pavia, una plaza como el espacio de unión entre la vivienda unifamiliar y la plurifamiliar.

Plaza con las tradicionales bancas, arriates y jardineras de concreto que eran el espacio deportivo de los fines de semana para jugar a lo único que sabíamos jugar constantemente en esa época: al futbol (después llegaría la patineta); la primera vez que se nos acercó este personaje, yo fui el receptor de sus palabras, estaba jugando de portero en un encuentro entre los que vivíamos del lado poniente de la unidad contra los del lado oriente. Lo vi de reojo, estaba muy atento a lo que sucedía en el partido y en una pausa, de esas que se dan cuando el balón se va muy lejos y el portero no tiene que ir por este porque no tuvo incidencia en la jugada, me dijo, “te prometo que voy a mandar a construir unas canchas para que puedan jugar al fútbol como se debe, sin obstáculos —en referencia a los postes, jardineras y animales de concreto, en especial una tortuga que con el paso del tiempo fue perdiendo su caparazón de concreto a base de martillazos del equipo contrario— para que puedan potencializar su talento”.

En ese momento tomé las palabras como una doble promesa que sabía que no iba a llegar, la de la construcción de las canchas y la de detonar mi talento como futbolista. No puedo mentir, yo era bueno, pero no como para dedicarme al futbol profesional. Con el paso del tiempo todos los fines de semana, y entre semana cuando eran vacaciones de invierno, semana santa o verano se repitió esta escena con otros de mis amigos. Veíamos a este personaje, vestido en ese momento para nosotros muy elegante, con guayabera, pantalones de vestir, zapatos bien boleados, bigote y de baja estatura, que justificaba su sobrenombre, sosteniendo siempre un periódico deportivo en sus manos y repitiendo esas palabras. Esta anécdota terminó en la conversación del desayuno de los domingos en donde mi familia acostumbraba a ir a desayunar, ya sea en el Vips del Retorno núm. 2 de Fray Servando Teresa de Mier o en el Sanborns cruzando la avenida (junto al gran centro cívico que conformaba en su momento la Delegación Venustiano Carranza).

Le conté a mis padres sobre esto y a lo lejos vi al personaje, lo señalé y mi padre, muy sonriente (casi con un sarcasmo por la ignorancia de no saber yo quien era), me dijo: “ese personaje al que tú te refieres es una leyenda, es Raúl El Ratón Macías”, a lo cual se soltó toda una plática sobre su carrera: boxeador mexicano; campeón mundial de peso gallo de la Asociación Mundial de Boxeo y medallista olímpico de bronce en los Juegos Panamericanos de 1951 y en los VI Juegos Centroamericanos y del Caribe; con 43 combates totales (41 de las cuales 25 fueron vía knockout) y 2 derrotas, 1 también por la misma vía; los 24 años de edad se retiró ante 17 mil espectadores en la Arena México (confirmo, en ese lejano 1990, ese nivel de trayectoria era para una leyenda).

Con el paso del tiempo fueron mayores los encuentros por las calles de la colonia o en los desayunos del domingo y con esa referencia me veía obligado a que cada vez que me lo encontraba lo saludaba con una reverencia con la cabeza y un buenas tardes que significaba que yo sabía quién era él: iba a tomar café y a leer su periódico deportivo por las tardes y vivía en una casa (bien diseñada por cierto, algo de la arquitectura rescatable de la colonia de la cual no he podido encontrar información) muy cerca de donde jugábamos. La última vez que lo salude fue en un restaurante que puso sobre Francisco del Paso y Troncoso al que asistíamos a ver las peleas de Julio César Chávez en aquella época. 

Si la memoria no me falla, esta vista recuperada con fecha de diciembre del 2021 de google maps era la casa de Raul “el ratón” Macias en la colonia Jardín Balbuena.

Todo esto lo cuento porque siempre ha estado presente esta pregunta de ¿cómo tomé la decisión de estudiar arquitectura cuando estaba rodeado de tanto deporte? O, mejor dicho, ¿cómo la colonia Jardín Balbuena, con el paso de Rolando Garros, Juan Segura o Raúl El Ratón Macías, conformó mi pensamiento urbano-arquitectónico y su vínculo deportivo? Y creo que con esta pequeña anécdota y recuerdo de mis breves acercamientos con El Ratón, esa referencia-reverencia empieza a establecer una claridad entre esta vinculación entre la ciudad, el cuerpo y el deporte urbano, y la manera en que moldeó mi visión sobre esta trilogía.

En esta vinculación siempre ha rondado el apellido Sánchez en el común de los que habitamos y habitábamos en la Jardín Balbuena. El primero, el más conocido, el futbolista por sus logros a nivel profesional y el segundo, el detonador de que sucedieran tantas prácticas espaciales a nivel de deporte, cultura, música, arquitectura y diseño gráfico en la colonia.

 

Sánchez, Hugo

Imaginemos ahora que tienes como vecino a Hugo Sánchez Márquez, Hugol, El Pentapichichi, El Niño de Oro, o simplemente Hugo, el mejor futbolista mexicano de la historia al cual podemos poner al mismo nivel hoy en día que a Cristiano Ronaldo o Lionel Messi. Sé que la historia del futbol mexicano no lo ha tratado con el respeto y valor que se merece, pero ese es un tema solo deportivo a discutir, lo que me interesa es entender cómo la colonia Jardín Balbuena, desde su traza, detonó un nivel de jugador con las características de Hugo Sánchez. Nacido el 11 de julio de 1958, hijo de Héctor Sánchez, también futbolista (Club Atlante y Club Asturias) y mecánico automotriz de profesión, hermano de Héctor, Horacio (también futbolistas) e Hilda (voleibolista), vivió la mayor parte de su infancia en la colonia Jardín Balbuena (en la calle o algún retorno de Genaro García), en una casa de dos niveles con un patio frontal y área para estacionamiento, ventanales a media altura en la planta baja y de piso a techo en la planta alta con un cerramiento superior como pretil para la azotea: una casa como muchas otras de la colonia, nada fuera de lo común, diría yo, con más construcción que arquitectura.

Cursó su educación básica en la escuela primaria Estados Unidos de América que se encuentra dentro de la Unidad Habitacional John F. Kennedy, diseñada por Mario Pani y Agustín Landa. De ahí donde estudiaba a su casa no se hacen más de 15 minutos caminando, pero sí pasa por una serie de parques, plazas, áreas verdes y deportivas que le permitían empezar a practicar futbol, además de las serie de cerradas, retornos, andadores peatonales y bolsas de estacionamiento que conectaban con las áreas verdes de toda la colonia, lo que facilitaba el juego en muchas de sus calles, ese juego callejero que se da con la imaginación con un par de piedras como portería y con una extensión mental que te da a pensar que estas en un gran estadio. La traza de la colonia, como un facilitador de la vida pública de un niño, que por referencia de su padre empezó a practicar un deporte, el futbol.

Casa de Hugo Sánchez Márquez en la colonia Jardín Balbuena via google maps, recuperada de https://www.heraldodeportes.com.mx/futbol/2024/4/4/esta-es-la-casa-en-la-jardin-balbuena-donde-vivio-hugo-sanchez-legendario-futbolistamexicano-69298.html

Sánchez, Felix (sin olvidar a Raúl Izquierdo, A. Sánchez Tagle, Juan Becerra y Manuel Bernal)

Felix Sánchez Baylon nació en Chihuahua en 1915, y a la edad de 23 años entró a la Escuela Nacional de Arquitectura de la UNAM, graduándose con mención honorífica en 1942. Ocupó, entre muchos otros puestos, el de Jefe del Departamento de Estudios de Proyectos del Banco Nacional Hipotecario, donde desarrolló, antes de la traza de la Jardín Balbuena, conjuntos de vivienda como las unidades Modelo, Insurgentes, Barrientos, Tlalnepantla y Unidad Esperanza.

Con un proceso de investigación y diseño que duró aproximadamente tres años, de 1949 a 1952 (cuando iniciaron las obras de construcción) a la edad de 37 años, Félix Sánchez, junto con Raúl Izquierdo, A. Sánchez Tagle, Juan Becerra y Manuel Bernal desarrollaron una propuesta para la colonia Jardín Balbuena en 250 hectáreas, para 42 mil habitantes (8,400 familias) con una densidad calculada en 200 habitantes por hectárea, dividida en 17 súper manzanas autosuficientes (con servicios, jardines, comercios y escuelas de nivel básico), con vivienda unifamiliar en lotes particulares y edificios de departamentos que en un inicio eran de 10 niveles y que tuvieron que ver una reducción en su altura entre 4 y 6 niveles por temas de mecánica de suelos, más un centro cívico que estaría muy cerca del Parque Balbuena (hoy subdividido por la avenida Fray Servando Teresa de Mier, por el Jardín Chiapas y el Parque de los Periodistas Ilustres) que desarrollarían después Juan José Díaz Infante, Enrique de la Mora y Eduard Echeverría entre 1973 y 1975, con el edificio sede de la hoy alcaldía Venustiano Carranza, más el edifico de servicios para correos, fiscalía, juzgados, registro civil, ministerio público (hoy en día ese edificio se encuentra por completo deteriorado por los asentamientos irregulares del terreno, la falta o la falla de las juntas constructivas y el nulo mantenimiento que perdió la totalidad de la celosía de barro que tenía casi 135 metros de longitud), cine, un DIF y a una cuadra de ese centro cívico la Parroquia de Nuestra Señora Aparecida de Brasil.

El trazo de la colonia se distingue por sus vialidades, que se clasifican en tres: vialidades primarias, vialidades secundarías y vialidades peatonales que permitía la generación de retornos y andadores para una movilidad peatonal a lo largo de toda la colonia que hoy ha dejado de existir por temas de inseguridad donde los vecinos han optado por cerrar esos componentes mediante enrejados, cortando toda la continuidad y conectividad en la colonia.

Destaca:

1. El trazo en “S” de la calle de Genaro García, el gesto formal que conecta al norte con la calle de Cecilio Robelo con la manzana no. 2, 3 y 4, con dirección hacia la colonia Moctezuma y al sur, con el remate de la manzana 17 y la Ciudad Deportiva Magdalena Mixhiuca, que termina junto a lo que hoy es el antiguo Velódromo Olímpico para las olimpiadas de 1968 diseñado por los arquitectos Jorge, Ignacio y Andrés Escalante y Legarreta junto con el diseño de pista de Herbert Schurmann (otra referencia deportiva más para la colonia) y de ahí a la Ciudad Deportiva Magdalena Mixhiuca en la Alcaldía Iztacalco, gestionada por el cómico Jesús Martínez Palillo como alternativa por un lado a la Ciudad de los Deportes sobre avenida Insurgentes y como afrenta al “regente de hierro” o al “dictador de las calles”, Ernesto P. Uruchurtu, y al presidente Ruiz Cortines, esa Ciudad Deportiva fue la materialización de un deseo ciudadano, como menciona José Antonio García Ayala.

De poniente a oriente: 

2. La calle de Cecilio Robelo, calle paralela a la Calzada Ignacio Zaragoza. Inicia en el Eje 2 Oriente Eduardo Molina a cuatro cuadras del Mercado de la Merced de Enrique del Moral (1957), en el hoy Deportivo Venustiano Carranza y remata con una bolsa de estacionamiento y la Plaza Cívica de Cecilio Robelo en el Centro Urbano Jardín Balbuena, Unidad 3, junto a la Escuela Primaria Estado de Israel. En esa unidad vivían mis abuelos maternos y me cuenta mi padre que el recuerda una estela que conmemora el tema del Aeródromo de la Balbuena hoy al parecer demolida.

3. La Avenida del Taller que inicia también en el Eje 2 Oriente Eduardo Molina (parte del antiguo Albarradon de Nezahualcóyotl, donde se separaban las aguas dulces de las aguas saladas del oriente) junto al Deportivo Lázaro Cárdenas rematando con el Parque Galindo y Villa que se conforma por el espacio de área verde residual conformado por el Circuito Interior que a esa altura lleva el mismo nombre del parque, Jesús G. y Villa.

De norte a sur:

4. La calle de Lázaro Pavia, que inicia al norte entre el Deportivo Venustiano Carranza y el bloque 1 de la Unidad Habitacional John F. Kennedy, cruzando por Fray Servando Teresa de Mier hasta el extremo sur en Av. del Taller, junto a la Escuela Primaria Luis Cabrera, que se convierte en la calle de Aconchi que remata con la de Agiabampo. Toca la parte posterior del centro cívico con un ¿¿¡¡sanborns!!??, el Centro Cultural Venustiano Carranza (antes Cine Venustiano Carranza, uno de los pocos cines de gran formato que quedan en la ciudad), DIF, Centro de Maestros Ermilio Abreu Gómez, Cruz Roja y un avión McDonnell Douglas DC9-14 de Aerocaribe que desde octubre de 2005 está en la explanada de la alcaldía y funciona como la Biblioteca Virtual Tlatoani para que no se nos olvide que ahí estuvo el primer Aeródromo de la Ciudad de México.

5. La calle de Nicolás León que corre paralela a Francisco del Paso y Troncoso y acompañando a todo lo largo a la Unidad Habitacional John F. Kennedy, inicia al norte con Fray Servando Teresa de Mier, exactamente donde está el JFK skatepark en el bajo puente y remata en Av. del Taller.

6. La diagonal de Fernando Iglesias Calderón que va de sur-poniente a nororiente desde el Eje 3 Sur (Av. Morelos) dividiendo a la primera parte de la Ciudad Deportiva Magdalena Mixiuhca hasta la Av. Fray Servando Teresa de Mier rematando con la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús y San Felipe Neri. En su corte con la Ciudad Deportiva divide al poniente al Estadio de Beisbol Fray Nano donde jugaban antiguamente los Diablos Rojos del México antes de su mudanza al Estadio Alfredo Harp Helu ya en la Alcaldía Iztacalco, diseñado por FGP Atelier (Francisco Gonzalez Pulido) y Taller ADG (Alonso de Garay) y del lado oriente una fuente seca que dio origen al skatepark de La Fuente (y la historia del skateboarding en la ciudad de la cual ya he hablado en otras ocasiones) junto con otras áreas deportivas.

La traza del pentapichichi dió origen a grandes deportistas como los futbolistas Enrique Borja y Raúl Jiménez, luchadores profesionales como los Hermanos Dinamita, Carmelo Reyes González Cien Caras y sus hermanos Máscara Año 2000 y Universo 2000 y Ray Mendoza, José Díaz Velazqueña y sus hijos, “Los Villanos”, además de grandes músicos como Armando Vega Gil, de Botellita de Jérez, Sergio Meza de Neón, Austin TV, Las Ultrasónicas, los Camiches, entre muchos otros más, pero esa historia, la de la música y la del diseño gráfico, tiene más que ver con los trabajadores de las Artes Gráficas y sus familiares dentro de la Unidad Habitacional John F. Kennedy, para quienes fue construida.

A los Sánchez, a Raúl El Ratón Macías y a todos esos antiguos amigos y vecinos con los que me tocó compartir infancia y futbol en los corazones de manzana.

Este texto forma parte del proyecto de investigación de “Ciudad, cuerpo y deporte urbano” del Sistema Nacional de Creadores de Arte en Arquitectura (diseño arquitectónico). 

colonia Jardín Balbuena, delimitación territorial, vialidades y Unidad JFK; la traza del pentapichichi elaboración de Anónima arquitectura.

El cargo La traza del pentapichichi. Encuentro núm. 2: Sánchez vs. Sánchez (y una breve anécdota sobre un ratón) apareció primero en Arquine.

]]>
Serie Juárez (I): inmovilidad integrada https://arquine.com/serie-juarez-i-inmovilidad-integrada/ Mon, 12 Aug 2024 18:55:16 +0000 https://arquine.com/?p=92305 No todo se trata de dinero. Algunas cosas se tratan de dignidad. Por eso, desde el momento en que me refirieron a las oficinas de orientación e información que están en la estación Juárez, en la línea 3 del Sistema de Transporte Colectivo (STC por sus iniciales, en lo sucesivo “metro”), asumí la prerrogativa de […]

El cargo Serie Juárez (I): inmovilidad integrada apareció primero en Arquine.

]]>
No todo se trata de dinero. Algunas cosas se tratan de dignidad. Por eso, desde el momento en que me refirieron a las oficinas de orientación e información que están en la estación Juárez, en la línea 3 del Sistema de Transporte Colectivo (STC por sus iniciales, en lo sucesivo “metro”), asumí la prerrogativa de acudir, porque, si bien luego uno carece de principios, prescindiré de fines cuando muera. Mis fines eran 50 pesos que estaba determinado a recuperar. Pero este episodio en metro Juárez se sitúa a la mitad de la historia, que comenzó el año pasado en el metro Insurgentes Sur, de la línea 12. En compañía de la entrañable Ana Elisa, quien volvió durante unos breves e intensos meses desde Europa, intentamos acceder al andén con dirección a Tláhuac. Nos apersonamos en la primera taquilla inmediatamente a la izquierda de un tiro de escaleras, cuyo descanso accede al Liverpool de Insurgentes —conozco bien la descripción de la ubicación de la taquilla, porque la tuve que describir en un renglón del oficio que después me pedirían llenar—. Tras recibir un billete de 50 pesos, la operatriz de la taquilla nos dijo que el sistema de recargas se lo había tragado el billete, sin que se registrará el saldo. Después, la encargada comentó que había que meter una queja y solicitar una remuneración en unas oficinas en metro Juárez. Procedió a devolverle a Ana Elisa su tarjeta de movilidad integrada con la misma cantidad de fondos con la que había entrado a la estación. Ignorando que hay reclamos que devienen conflictos, me ofrecí para ir a reclamar los 50 pesos, porque metro Juárez es uno de los parajes posibles en el ir y venir de mi oficina: la calle 5 de mayo, esquina con Bolívar, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, cuna del régimen centralista, centro de operaciones administrativas de una cuenca, un sistema urbano y un país que se mantiene en disputa —por desgracia, una disputa que parece tener como objeto el dinero y no necesariamente la dignidad.

El dinero no me sobra y el tiempo escasea. Transcurrieron semanas para que lograra estar franco para ir a las oficinas de metro Juárez a pesar de que camino por ahí de manera regular. Fui hacia allá. Sobre avenida Balderas, en la acera poniente, accedí al Módulo de Tarjeta MI (movilidad integrada) del Gobierno de la Ciudad de México. Pensé que tendría que hacer fila, pero no había nadie. También pensé que ahí me devolverían el dinero. Me atendió una trabajadora, le platiqué mi situación, omití el hecho de que el plástico no es era mío (la tarjetahabiente ya estaba de vuelta en Berlín), le entregué la tarjeta y respondí muchas preguntas del tipo: “¿has vuelto a utilizar esta tarjeta desde entonces?” (negativo). Después, anotó en un papel el número de la tarjeta de movilidad integrada — no el que viene en el revés, sino un número oculto al que sólo se tiene acceso desde dentro del sistema, un número que de tu propia tarjeta probablemente ni tú mismx conozcas—. Pero en ese módulo no manejan dinero. Tras entregarme el número secreto, que sería necesario de aquí en adelante, me refirieron al siguiente paso, también en metro Juárez, del otro lado de la avenida: la Oficina de la unidad de Orientación e Información en Balderas 58, primer piso, colonia Centro.

Con prontitud me registré ante la vigilante — “asunto: información”— y subí a la oficina de la unidad de Orientación e Información. A diferencia del paraje anterior, de aspecto más o menos contemporáneo, esta oficina mantenía su encanto de los 60: señalética de no fumar, ventanas percudidas por el smog, pisos de loseta de cerámica (antes blanca, ahora gris), plafón reticular y paredes con acabado de yeso, pátina sobre el mobiliario original, puertas y marcos de madera y canceles, barandales, molduras y demás detalles de aluminio. La luz proveniente de los focos incandescentes teñía la oficina de un tono cálido, como la atmósfera del régimen estético de la burocracia predigital. Aire estancado, silencio y quietud. La oficina estaba casi vacía y el personal permanecía estirando el acontecer del tiempo, parecía que me estaban esperando. Tras un detallado testimonio, una secretaria de uñas largas y rojas me dio información, primero similar, después diferente y, al final, contradictoria a la que había recibido en el módulo anterior a propósito del procedimiento para el reembolso. A través de la ventanilla, la trabajadora me entregó un oficio fotocopiado con campos vacíos para anotar toda la información para ellos relevante (nombre, fechas, números de tarjeta, monto ingresado y actual, estaciones frecuentes, etc.), incluida la ubicación de la taquilla donde estaba la máquina se había tragado el billete de 50 pesos. Devuelto el oficio, fue incorporado a las pilas de papeles, folders y carpetas que estaban sobre escritorios de color beige. Así, quedó metida mi denuncia y —de vuelta a la era digital— se me dijo que en un lapso de 10 días hábiles tendría una respuesta en mi correo electrónico.

Edificio de oficinas del STC en Metro Juárez. Foto: ©Zaickz Moz

No menos de un mes después, el 14 de febrero —día de San Valentín: día del amor y la amistad, del espectro que los une y del umbral que los separa— recibí en mi bandeja un correo, cuya emisora era la ciudadana Muñiz Flores, en representación de la licenciada Arce Mayén, un oficio firmado por la licenciada Granados Pineda, que daba réplica a mi proceso con la siguiente información:

Derivado del análisis del Reporte 1 Recargas por Tarjeta, correspondiente al número de plástico proporcionado por la persona usuaria, así como del historial de Equipo de Recargas (POS), ambos emitidos por la Gerencia de Organización y Sistemas de este Organismo y de acuerdo a los datos proporcionados, se determina que procede reembolso por la cantidad de $50.00 (cincuenta pesos 00/100 M. N.).

La victoria es dulce. Pero es mejor celebrarla en silencio, porque del plato a la boca se cae… Hasta ahí mis queveres en metro Juárez. El oficio correspondiente no omitió la mención de que la Coordinación de Taquillas a la cual tendría a bien apersonarme para recibir mi reembolso no estaba en donde las anteriores, sino a un costado del metro Salto del Agua, en la acera con dirección a Observatorio: avenida Arcos de Belén 13, colonia Centro, primer piso.

En el momento en que esto transcurría, durante la primavera de este año, el Sistema de Transporte Colectivo estaba en proceso de dar el brinco de lo analógico a lo digital y mudar su infraestructura de acceso de los boletos válidos por un viaje, expirados el 20 de abril de 2024— el fin de una era—, a las tarjetas de movilidad integrada con validez en el resto de la red de transporte público de la ciudad: metrobís, trolebús, cablebús, etc. Sin embargo, los procesos burocráticos de la dependencia estatal STC y los interiores de sus oficinas siguen en la era análoga, y son como una máquina del tiempo cuya diferencia con el exterior es de medio siglo. En el transcurso, y a lo largo de semanas subsecuentes, no podía quitarme el recuerdo de las oficinas de metro Juárez de la cabeza. Soñaba de día con ellas, como pozos de agua onírica, como posiblemente las llamaría Walter Benjamin, el Manuel Gutiérrez Nájera alemán. No dejaba de contemplar en mi memoria su energía y apariencia sesentera. En los traslados a mi oficina, observaba desde afuera las oficinas en el primer piso de metro Juárez e imaginaba una explosión aurática capaz de transportarme a mediados del siglo pasado; que extendiera su atmósfera de leve tono amarillo, desde ahí al resto del Centro Histórico del Distrito Federal, pasando por el edificio de mi oficina que también es de los 70 y en el que, desde el sexto piso, se vislumbra (a veces) el horizonte al norte de la región más transparente del aire, cuyo transcurrir de la vida, diaria en la sexta década del siglo XX, suscita en mí una sensación de nostalgia peculiar porque yo nunca la conocí —nací en el 94 en Mixcoac, soy contemporáneo del TLCAN y del EZLN—. ¿Qué era aquello, esa anemoia? Así se le llama a la capacidad de echar de menos un pasado en el que uno nunca ha estado. ¿De dónde provenía aquella nostalgia? Lo averigüé hace poco, en otra localización que ostenta el nombre Juárez.

A veinte minutos caminando desde metro Juárez, en la colonia Juárez, abrió hace poco una cafetería. Negocio familiar: su distintivo parece ser el de extenderle una invitación al comensal a pausar su ocupada vida contemporánea y darse un pequeño minuto para tomar un café. El precio de un americano es igual a la denominación del billete perdido en la taquilla de metro Insurgentes Sur. El local de la cafetería es pequeño, posiblemente mida 3 metros de frente por 7 de fondo. No diría que es un interior contemporáneo, sino tentadoramente retro: ostenta un estilo similar al que estuvo en boga en el resto de la ciudad entre las décadas de los 60 y 70: focos cálidos cuya luz atraviesa luminarias en retícula, una identidad gráfica vintage y, sobre todo, un diseño de interiores con fuertes notas de aluminio: entrecalles, perfiles y molduras relucientes —a veces natural, a veces dorado—, que enmarcan enormes espejos en todo el perímetro. El café no es malo. Al fondo hay una vitrina “directorio”, pero, en donde normalmente habría un listado de despachos, aquí hay una colección de memorabilia, objetos de la época: billetes, postales de la Torre Latinoamericana, del Palacio de Bellas Artes, Teotihuacan, un caset, un sobre de cerillos, un calendario de Alis S. A. de C. V. (Abastecedora Nacional de herrajes y cerraduras), etc. La cafetería es coextensiva con la fantasía de ser un oficinista de entonces, bien trajeado, que detiene su transcurso por la colonia Juárez —en la calle Londres, casi esquina con Dinamarca— para pasar un minutito por un café. A estas alturas, todo lector atento sabrá a dónde conduce todo esto: las diferencias entre la cafetería de la Juárez y las oficinas de metro Juárez dicen más que sus semejanzas. La primera, seductora y sencilla, es una escenografía cinematográfica reminiscente de la era espacial del siglo pasado que, como comensal, se agradece. La segunda, encantadora pero insufrible, es un auténtico microcosmos de la burocracia mexicana, cuyo deterioro denota la ineficiencia de un sistema que —como escribe Salvador Novo— “se regodea en su propia inercia”, lo que, como ciudadano, me preocupa.

Café-bar El Minutito. Foro: © Ricardo Acuña

Preocupación y nostalgia, peligrosa mezcla combinada con el agradecimiento por la ejecución de un diestro diseño. En el café de la Juárez, a la mitad del sentido longitudinal, frente a la barra, arriba de los portales del deseo que suponen espejos perimetrales, hay una lámina que enmarca el isologo “68” de las Olimpiadas: un detalle adecuado y de precisión histórica. Cada que veo algo que tenga que ver con las Olimpiadas de México 1968, me siento interpelado por —entre otras cosas— ser residente de la Villa Olímpica, al sur de Ciudad Universitaria (en donde estudié), y en la que en ese entonces se hospedaron atletas de todo el mundo; en el sur de la cuenca del Valle de México: centro de operaciones administrativas de algo que se ha manifestado antes como imperio, después virreinato y ahora como una federación —siempre en disputa, y cuyo centralismo es uno de sus más pesados lastres.

El centralismo mexicano se manifiesta de muchas formas. La más evidente es la que impera sobre el territorio. Porque si bien, según la Constitución —artículo 40—, cada estado se autodetermina, en los hechos fácticos el sistema político institucional (entre otras cosas) vicia su cometido y deviene en gobiernos estatales que se ponen a merced de facciones políticas con sedes de administración, supervisión y rendición de cuentas ante la ciudad central; hecho que ocurre en cada entidad federativa, en mayor o menor medida. La Ciudad de México, que a su vez alberga en su interior lógicas centralistas, tiene una sobrerrepresentación de edificios, colegios, sindicatos, palacios, institutos y demás instituciones que ostentan el adjetivo “nacional”. El centralismo territorial tiene como correlato al centralismo político latente en lo que podríamos llamar la ideología del Partido; ideología que, en la década de los 60 y, en particular, días antes de las olimpiadas de 1968, tuvo un punto de inflexión.

La ideología del Partido es la causa responsable del centralismo político y los laberintos burocráticos —como el que yo atravesaba, aún a la mitad, entre la Oficina de la unidad de orientación e información en metro Juárez y la Coordinación de Taquillas en metro Salto del Agua—. La ideología del Partido se caracteriza por una naturaleza dual de geometría circular. Por un lado, está el centro, representado por el líder, sus cabilderos y los jerarcas del Partido, que forman parte de una tradición intelectual manifestada en cualquiera de sus denominaciones tras el primer tercio del siglo XX: Partido Nacional Revolucionario (PNR), Partido de la Revolución Mexicana (PRM), Partido Revolucionario Institucional (PRI), Partido Acción Nacional (PAN), Partido de la Revolución Democrática (PRD), etc. Diferentes nombres, pero misma estructura; diferentes capítulos —tanto narrativos como grupusculares—, pero una misma historia. Por el otro lado, alrededor de este centro equidistante está el diámetro concéntrico: el Partido que, como discurre Octavio Paz en Posdata (1970), más que expresión de un sentir político compartido entre ciudadanos, es un ente burocrático que se limita a giros político-administrativos. Sus esfuerzos consisten en la dominación institucional, no mediante la fuerza coercitiva sino el control y manipulación ejercidos mediante sus radiales: las agrupaciones populares (sindicatos, ejércitos, asociaciones obreras y campesinas, etc.); los discursos de modernización e industrialización; una filia por la inversión extranjera, así como la construcción de infraestructura políticamente utilitaria; y los medios de información que— si bien cada individuo es libre y soberanx— influyen en el pensar de, sobre todo, las clases medias— nacidas en el seno del Partido. “Al mismo tiempo, el Partido es un órgano de exploración de la conciencia popular y de sus aspiraciones y tendencias”, continúa Paz. A un atento lector le corresponde, de acuerdo a su propio juicio, proceder o no con un examen del horizonte político mexicano en el siglo XXI, en relación con esta ideología para determinar si su movimiento sigue o no vigente.

A reserva de enmarcar esta crónica del sistema político moderno mexicano dentro de un relato de buenos contra malos— o cualquier arquetipo de ellos contra nosotros—, toca reconocer las virtudes de la ideología del Partido en el transcurso de la primera mitad del siglo pasado: la creación de estructuras públicas institucionales, cierta estabilidad política y, por extensión, económica: la construcción de muchos tipos de infraestructura. Y en la capital: la construcción de una Ciudad Universitaria, un Museo de Antropología, una Basílica, una red de Sistema de Transporte Colectivo (en breve volveremos al relato de aquellos 50 pesos en moneda nacional). La administración de este crecimiento nacional resultó en reconocimientos internacionales y, en consecuencia, la designación del Distrito Federal como sede de los Juegos de la XIX Olimpiada. Pero las autoridades de ese momento, incapaces de reconocer que las virtudes de su ideología ya habían transcurrido, primero doblaron su apuesta, después ignoraron el clamor de la juventud educada y, finalmente, cometieron atrocidades. Cuando el poder no se suelta a tiempo, deviene un punto de inflexión en el que sus virtudes se invierten en vicios, lastres. Aquí, los más protagónicos fueron la corrupción y el autoritarismo, peligrosa dupla combinada con una creciente incompetencia para gobernar. La incapacidad de cambiar de ideología o ceder el poder cuando sus constituyentes se lo solicitaron, confirma de manera retroactiva que, tal vez al Partido— tras un proceso de anquilosamiento y fijación del poder por el poder mismo— ya no le era lícito gobernar. El poder concentrado en su configuración concéntrica, bajo la ideología del Partido, explica en gran medida lo que aconteció el 2 de octubre de 1968 en la plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco cuando, pasadas las 18:00 horas y hasta la madrugada de la jornada siguiente, agentes del ejército —bajo mandato de la figura ejecutiva— abrieron fuego sobre civiles, jóvenes mexicanos. No hubo reparaciones, no se pidió perdón, siguen sin esclarecerse por completo las causas. Así comenzaron las primeras Olimpiadas en suelo latinoamericano, con un trauma.

Trauma. Así se le llama a la capacidad que tiene el cuerpo para adaptarse a intensas disonancias cognitivas o a un acontecimiento atroz, súbito o recurrente. Sin embargo, la impronta adaptativa, cuando se extiende en el tiempo, puede frustrar el desarrollo de la conciencia. Desarrollo detenido que, a veces, se manifiesta como nostalgia—¿anemoia?—, y se caracteriza por una incapacidad de integrar por completo los acontecimientos del pasado, por lo que el desarrollo de la conciencia se vuelve maladaptativo. Inmovilidad integrada. Este concepto es conocido en las tradiciones intelectuales que estudian la conciencia en su acepción individual —en el psicoanálisis, por ejemplo—. Sucede algo similar con la conciencia a escala colectiva, nacional y universal. Por lo tanto, al igual que las oficinas en el primer piso de metro Juárez, nuestra conciencia política mexicana está frustrada, atorada desde hace medio siglo en la década de los 60, en sus aparatos burocráticos, dispositivos institucionales y también en su régimen estético. No obstante, así como ocurrió en el Distrito Federal —cuna de un régimen centralista—, los sucesos de desestabilización social y los reclamos populares a favor de un relevo generacional y democrático del poder ocurrieron el mismo año de 1968 en otras latitudes y amplitudes del mundo geopolítico comercialmente interconectado: México, Estados Unidos, Francia, Japón, Italia, Brasil, Alemania, Pakistán, Inglaterra. Es decir, como habitantes de la Ciudad de México, como ciudadanos mexicanos y como humanidad interconectada, estamos traumados en menor o mayor medida. Hipótesis: las autoridades, ideologías y personas que ostentan el poder en el panorama geopolítico contemporáneo se benefician de nuestros mecanismos maladaptativos, se alimentan de nuestros traumas y les sacan provecho a nuestras nostalgias. A sabiendas de que hay reclamos que devienen conflictos, a esas personas me gustaría invitarlas al café en la Juárez, porque también son víctimas de su propio desarrollo frustrado, de su inmovilidad integrada.

Me dirigí al metro Salto de Agua. El vigilante me negó el acceso a la oficina correspondiente porque no llevaba conmigo una identificación oficial. Pasaron 20 días y me volví a apersonar con pasaporte en mano. En esta segunda vuelta, el vigilante no me pidió identificación. Subí. Frente al elevador vi la Coordinación de Taquillas, tenía un aspecto similar al módulo del metro Juárez. Había una docena de personas, la mayoría trabajadoras. Me senté en una diminuta sala de espera en la cual las bancas eran los asientos típicos de los vagones del metro, hechos de fibra de vidrio, montados sobre perfiles de acero. Transcurrieron más o menos diez minutos hasta que alguien reconoció mi presencia y me condujo a la ventanilla donde había tres trabajadoras platicando. Tras el recuento de los hechos, mostré el oficio que había recibido por correo electrónico y una de las trabajadoras me pidió la tarjeta de movilidad integrada en la que no se hizo la recarga de 50 pesos. “¿Trae su INE?”—me pregunta la secretaria—. “No, traigo mi pasaporte”—le respondí—. Me dijo que aguardara en la sala de espera por 15 minutos. Me senté y después ella salió por la ventanilla, que también era una puerta de madera, y accedió a otra oficina detrás de la recepción. Después de 20 minutos reparando en el bullicio, la secretaria me llamó a la ventanilla y me pidió escribir sobre unas fotocopias de mi identificación y otros documentos, así como mi nombre, la fecha de ese día, y mi poderosa; la firma decía: “recibí en el plástico con número […] reembolso de crédito por $50”. Mientras firmaba, sentía que era lícito congratularme: la victoria es dulce. Después de otros 5 minutos de espera, escuché que la trabajadora les dijo a sus colegas “voy a bajar con el usuario”. Me pidió que la acompañara abajo, lógicamente, para recibir el reembolso. Bajamos un piso en el elevador, salimos del edificio y me preguntó: “¿Cómo ingresó sin dejar identificación?” “No sé…”, le respondí. En la acera norte, sobre Arcos de Belén e Izazaga, bajo el sol fulminante, nos dirigimos hacia el oriente. La trabajadora era de aspecto esbelto y amable, calculo que tenía el doble de mi edad. Comenzamos a platicar mientras caminábamos. Mientras atravesábamos la sombra de los puestos afuera del mercado de San Juan, le comenté que, como no tenía INE vigente, hacía uso de mi pasaporte para identificarme en todos lados. Coincidimos en que el pasaporte es importante. Me platicó que su hijo lo tuvo que sacar para ir a una demostración de artes marciales en Japón, a la cual después no acudió porque hubo unas explosiones y se canceló; luego, continuó ella, su hijo comenzó a estudiar odontología y ya no práctica artes marciales. Llegamos a la esquina con Eje Central. Yo iba detrás de ella, dimos vuelta unos metros hacia el norte y comenzamos a bajar las escaleras de metro Salto del Agua. Continuaba platicando los detalles de la vida de su hijo, con quien simpaticé. Tras el tiro de escaleras, llegamos a los torniquetes de la estación: Salto del Agua, andén con dirección a Constitución de 1917. Todavía no comenzaba la hora pico. La secretaria se presentó ante la operatriz de la taquilla, colocó la tarjeta de movilidad integrada ante el sensor y pidió una recarga. Sus dedos tenían uñas rojas, con ellos extrajo un monedero de su bolsa, abrió el cierre y, uniendo los dedos índice y medio, sacó de su fondo personal un billete de 50 pesos y lo deslizó por debajo del cristal de la taquilla. “¿Hola, cómo estás?, ¿me puedes hacer una recarga de cincuenta pesos?” Me indicó que me fijara en la pantalla, que mostraba el saldo actual y, finalmente, me entregó en mano la tarjeta de movilidad integrada con un crédito equivalente a 50 pesos en moneda nacional. Tras aproximadamente medio año, y varias horas-hombre de diligencias burocráticas, en mayo del presente año recuperé los 50 pesos tragados por la máquina.

Recepción de la Coordinación de taquillas, STC (2024). Foto: Pablo Emilio Aguilar Reyes

Tras cumplir con la prerrogativa, y ya asegurados los fondos y el plástico bajo mi custodia, estaba claro que las preocupaciones ya mencionadas, y el tiempo invertido en este proceso, superó en gran medida el monto en disputa. Sin embargo, no todo se trata de dinero. Algunas cosas se tratan de dignidad. La tarjeta de movilidad integrada con terminación en “543BA41” será devuelta a la brevedad a su respectiva tarjetahabiente en cuanto la ciudadana correspondiente esté de vuelta en la Ciudad de México —cuna de un régimen centralista de inmovilidad integrada, centro de operaciones administrativas de una cuenca, un sistema urbano y un país que se mantiene en disputa—, que a nosotros en tanto ciudadanos nos corresponde iluminar con la luz de la conciencia los acontecimientos del pasado, nuestros traumas y nuestras nostalgias para, finalmente, terminarlos por integrar.

El cargo Serie Juárez (I): inmovilidad integrada apareció primero en Arquine.

]]>
El nacimiento del urbanismo en una capital del siglo XX. Conversación con Alejandrina Escudero https://arquine.com/el-nacimiento-del-urbanismo-en-una-capital-del-siglo-xx-conversacion-con-alejandrina-escudero/ Wed, 24 Jul 2024 17:42:56 +0000 https://arquine.com/?p=91951 El arquitecto Carlos Contreras Elizondo (1892–1970) fue uno de los primeros profesionales del diseño urbano en México, y uno de los principales responsables en la planificación de la capital del país durante el periodo posrevolucionario. La historiadora del arte y el urbanismo Alejandrina Escudero le dedicó a ese anhelo el libro Una ciudad noble y lógica. En esta oportunidad, la autora conversa con dos jóvenes urbanistas: Ximena Ocampo y Francisco Paillie, miembros del laboratorio multidisciplinario de diseño arquitectónico y urbano dérive lab.

El cargo El nacimiento del urbanismo en una capital del siglo XX. Conversación con Alejandrina Escudero apareció primero en Arquine.

]]>

El arquitecto Carlos Contreras Elizondo (1892–1970) fue uno de los primeros profesionales del diseño urbano en México, y uno de los principales responsables en la planificación de la capital del país durante el periodo posrevolucionario. Su sueño de conseguir el desarrollo armonioso y duradero del entonces Distrito Federal sigue resonando en quienes diseñan y piensan la ciudad en el siglo XXI. La historiadora del arte y el urbanismo Alejandrina Escudero le dedicó a ese anhelo el libro Una ciudad noble y lógica. Las propuestas de Carlos Contreras Elizondo para la Ciudad de México (Facultad de Arquitectura-UNAM / UAG, 2018), retrato de un personaje fascinante cuyo anhelo aún no se ha cumplido. En esta oportunidad, la autora conversa con dos jóvenes urbanistas: Ximena Ocampo y Francisco Paillie, miembros del laboratorio multidisciplinario de diseño arquitectónico y urbano dérive lab, ubicado en Querétaro.

DÉRIVE LAB: ¿Cuál es la vigencia de recuperar el legado de Carlos Contreras justo en el momento actual? ¿Hay algunos paralelismos entre la Ciudad de México, el antiguo Distrito Federal (DF) y el resto del país que valga la pena resaltar?

ALEJANDRINA ESCUDERO: Ciertamente, el próximo año se cumplen cien años del regreso de Carlos Contreras a nuestro país, después de que él concluyó la carrera de arquitecto en la Universidad de Columbia, e integrarse a un medio posrevolucionario en efervescencia. La vigencia de su legado se relaciona sobre todo con estos logros. Primero, por ser un arquitecto que intentó profesionalizar el urbanismo o la planificación, como se le llamaba. Este movimiento se nutría del city planning estadounidense que, a su vez, reunía discursos de movimientos europeos para la “era del motor”. El segundo se relaciona con su aspiración de planificar el país en su totalidad, que podría pensarse como una utopía. No obstante, a su parecer, el país contaba con las condiciones ideales para su reorganización. Por ello preparó y desarrolló, valga la redundancia, el Plan Nacional para la Planificación de la República Mexicana. Un tercer logro tiene que ver con los proyectos concretos, en particular, los pla- nos realizados entre 1927 y 1938 para el Distrito Federal, los cuales definieron el futuro de su territorio. En cuarto lugar, el movimiento que lideraba Contreras logró involucrar tanto a la sociedad civil como a los gobernantes, y consiguió así que la inversión de muchos millones de pesos se pusiera en manos de personas o grupos que no contemplaban la posibilidad de lucrar en los proyectos y obras.

DL: Las dinámicas políticas, sociales y económicas han cambiado notoriamente, pero, quizá, si Contreras volviera hoy a México, encontraría de igual manera un país en efervescencia, con unas influencias políticas determinantes, y unas dinámicas sociales y económicas con brechas. ¿Sería él un gran vocero del siglo de las ciudades?

AE: Es cierto que México tiene, en mayor medida, esas características, pero Carlos Contreras no sería hoy un vocero de las ciudades, porque vivió en un tiempo y unas condiciones concretas. Hace cien años esta nación, a decir del urbanista, todavía era una materia informe que podía ser moldeada, esculpida con técnica e imaginación. En cambio, prevaleció la “imprevisión revolucionaria”. La caracterización de “noble y lógica”, atribuida por Contreras a la Ciudad de México, se refería a su traza, es decir, a la representación gráfica de las pro puestas que preparó entre 1927 y 1938. Él propuso en estos planos la solución de los proble- mas más urgentes que eran la fragmentación, el desorden y la incomunicación. Y lo hizo tomando en cuenta la traza antigua, incluida en una nueva estructura que, además de brindarle cierta armonía a la mancha urbana, preveía y regulaba expansiones futuras. Las cualidades de noble y lógica fueron heredadas de Daniel H. Burnham, quien decía: “Haced proyectos grandes, elevad vuestras miras en esperanza y en trabajo, recordando que un diagrama noble y lógico, una vez grabado, no morirá nunca…” Una sentencia que anunciaba un programa ambicioso, representado en un diagrama capaz de regular y transformar la ciudad.

Aunque el arquitecto nunca fue explícito acerca de lo que significaba una ciudad “noble”, tomó este calificativo de las crónicas de Hernán Cortés a su llegada a Tenochtitlan en 1519, lo que nos lleva a especular que su nobleza se debe a que, detrás de ella, había un diseño con un valor histórico y simbólico. Sin embargo, nunca pretendió convertir la ciudad que encontró —fragmentada, desordenada y enferma— a la forma ortogonal antigua, sino que la incluyó de manera orgánica en un nuevo diseño, y proporcionó a todo el espacio urbano un orden y una lógica, cualidades que tienen que ver con lo “racional”, el pragmatismo y la eficacia urbana. En resumen, los trazos básicos de sus estudios de conjunto se apoyan en diseños tradicionales y novedosos: de la ciudad prehispánica seguirá el esquema de calzadas norte-sur y oriente-poniente, que deberá ser repetido en el área urbanizada. De la colonial, conservará y acentuará la forma ortogonal. Lo novedoso serán las circunvalaciones: las dos principales, espaciosas vías-parque; y las secundarias, muy en la periferia, regularán las ulteriores expansiones. Así, en la estructura urbana conviven —y se confrontan— pasado y presente, tradición y modernidad.

DL: ¿Cómo fue la relación entre el momento histórico y la representación de la arquitectura, el urbanismo y las ciudades?
AE: Entre los avances tecnológicos de la década de 1920 estaba la fotografía aérea, que permitió el conocimiento del territorio desde arriba. Todo esto lo expresó el urbanista en un diagrama que llamó “plano de ciudad”, en donde quedó grabado, en forma de ley, el desarrollo ordenado y armonioso que habría de seguir la ciudad de acuerdo con su topografía, clima, vida funcional social y económica; de acuerdo con su historia y tradición; y de acuerdo con todas sus necesidades presentes y futuras.

 

DL: Varios escritos se refieren al “don de gentes” de Contreras, su dominio de varios idiomas y su voluntad de entablar conversaciones con casi todas las personas con las que se encontraba. ¿Qué otras virtudes podrían ayudar a desmitificar la figura del planeador silencioso y vigoroso que logra su cometido únicamente a punta de energía y potencia?

AE: Cuando Contreras regresó a México en 1925, “todo era posibilidades”, todo estaba por hacerse o mejorarse. Con su tenacidad y sentido de liderazgo, hizo un llamado a la sociedad civil y a las mismas autoridades para iniciar un movimiento de planificación único en su momento. Tenía un gran don de gentes y dotes de líder, también era un profesional pragmático e idealista. Al paso de los años se volvió muy crítico, tanto de sus colegas como de las autoridades cuyos gobiernos fueron tímidos y conservadores. Del mismo modo, Contreras señalaba los privilegios y favoritismos, ya que otros se lucieron con sus proyectos, es decir, los plagiaron. Sin embargo, continuaba actualizando sus planos y los presentaba cada vez que tenía la oportunidad.

 

DL: Finalmente, son de gran interés para nosotros (pues se ve reflejado en nuestro trabajo) dos atributos: el idealismo y la desilusión. ¿Cómo se refleja, tanto en su historia, como en sus proyectos, la tensión entre 1) el conocimiento, la planeación, la conceptualización, la capacidad técnica; y 2) la falta de atención, el poco interés de continuidad y la alternancia política que dejan los proyectos en “veremos”, engavetados o sin completar?

AE: Estas dos cuestiones se complementan. Carlos Contreras fue el primer profesional del urbanismo en nuestro país que contaba con las bases teóricas, metodológicas y técnicas para iniciar el movimiento de planificación que se propuso. En su momento se dieron las circunstancias para que fuera el gran líder, las cuales aprovechó de manera inteligente. La falta de atención fue posterior. Pero sus proyectos no fueron archivados ni los dejó sin completar, sino que fueron aprovechados, incluso la traza actual de la Ciudad de México heredó esas propues- tas. Al final, Carlos Contreras se sentía receloso: por un lado, logró la promulgación de leyes, la creación de dependencias e implantó un plano regulador —un diagrama noble y lógico— como herramienta para organizar y controlar la ciudad. Por el otro, muchas obras en las siguientes décadas se basaron en su Plano Regulador para el Distrito Federal. Estudio Preliminar (1932), sin que este hecho haya sido reconocido.

 

El cargo El nacimiento del urbanismo en una capital del siglo XX. Conversación con Alejandrina Escudero apareció primero en Arquine.

]]>
El resurgimiento del lago de Texcoco https://arquine.com/obra/el-resurgimiento-del-lago-de-texcoco-rescate-de-texcoco/ Tue, 25 Jun 2024 21:05:06 +0000 https://arquine.com/?post_type=obra&p=91260 El Parque Ecológico Lago de Texcoco es un proyecto de gran envergadura que atiende tres aspectos fundamentales: contener la presión invasiva de una mancha construida que, año tras año, ha ido menguando la superficie lacustre; eliminar las cicatrices del gran proyecto fallido del aeropuerto metropolitano; y, sobre todo, es el rescate medioambiental de la mayor reserva territorial del valle de México. Un proyecto de la dirección del Parque Ecológico Lago de Texcoco e Iñaki Echeverria.

El cargo El resurgimiento del lago de Texcoco apareció primero en Arquine.

]]>
Proyecto dentro de la Revista Arquine 108  – Suelos

El Parque Ecológico Lago Texcoco es un proyecto de gran envergadura que atiende tres aspectos fundamentales: por un lado, contiene la presión invasiva de una mancha construida que, año tras año, ha ido menguando la superficie lacustre; por otro, elimina las cicatrices del gran proyecto fallido del aeropuerto metropolitano; y, sobre todo, es el rescate medioambiental de la mayor reserva territorial del Valle de México. En el contexto del cambio climático global, la restauración ecológica de un territorio de más de 14 mil hectáreas entre el tejido urbano de la zona metropolitana de la cuenca que alberga a la Ciudad de México, el Estado de México y sus alrededores agrícolas, representa una pieza clave de rescate del funcionamiento ambiental de la cuenca hidrográfica. Un área del 11% de la mancha urbana que equivale a 18 veces el bosque de Chapultepec o 2.5 veces Manhattan. 

Muchos han sido los intentos de rescate del lago y sus humedales mientras la expansión urbana no hacía más que crecer, urbanizar, pavimentar y deshidratar. Y sin duda las intervenciones del ingeniero Nabor Carrillo en los años setenta fueron relevantes, especialmente con las mil hectáreas de agua que perpetuaron su nombre. Con el cambio de siglo algunas ideas visionarias de Alberto Kalach y Teodoro González de León ponían sobre la mesa la urgencia de recuperar la vocación lacustre y frenar la invasión sistemática. Finalmente, con el proyecto actual de lñaki Echeverria se hace realidad la contención de la invasión permanente y el rescate lacustre y sus humedales. Se trata de conservar, restaurar y rehabilitar un paisaje que todavía sobrevive, recuperando el mayor número posible de cuerpos de agua que ayuden a la expansión de hábitats para diversas especies botánicas y de aves, proporcionando además infraestructuras para el tratamiento del agua y equipamientos deportivos.

Hoy por hoy es el mayor espacio en el valle con capacidad para captar y almacenar agua de lluvia y aguas residuales, y tratarlas a gran escala mediante infraestructuras verdes y azules, lo que permite restaurar el hábitat y el paisaje. El proyecto del Parque Ecológico Lago de Texcoco se ha diseñado como una infraestructura viva, considerando los procesos, los compromisos con las comunidades y las condiciones existentes en el suelo y el agua; y atendiendo también la temperatura, la vegetación y la fauna. Se han respetado las funciones hídricas e hidrológicas preexistentes y se han incorporado nuevas funciones que mejoran la salud del valle, como la reducción de tolvaneras y la disminución de la isla de calor. Para ello se cuenta con un vivero de diez hectáreas destinado a la propagación de vegetación halófila, que ha producido más de seis millones de piezas de vegetación herbácea, que se usan para los trabajos de restauración de suelos, y el cultivo de árboles y arbustos que se plantarán como barreras rompe vientos. 

Fundamentalmente, en su conjunto, es una infraestructura multifuncional que tiene la capacidad de recolectar lluvia, almacenar y tratar agua con sistemas de ingeniería tradicionales y sistemas vivos verdes y azules como humedales, y con la intención que en un futuro se pudieran rehidratar los acuíferos sobreexplotados. Unos miradores de madera —como hitos que pautan el territorio— facilitan el avistamiento de la flora y la fauna de la zona, al levantar la mirada unos pocos metros sobre este plano horizontal inmenso. 

El proyecto se entiende como un proceso permanente de restauración de formas más saludables de habitar nuestra propia geografía, para recuperar el equilibrio hidrológico y que revierta las políticas públicas hidrofóbicas de varios siglos. De este modo podrá operar como sumidero de carbono, y capturar hasta 1.5 millones de toneladas de emisiones de carbono por año debido a la expansión de áreas verdes y humedales. A su vez, se prevé que mejore un 20% la calidad del aire con la reducción de tormentas de polvo y emisiones de partículas PM1 en la región. Además, se incorporan 300 hectáreas de nuevas instalaciones deportivas, culturales y de esparcimiento para atender las carencias de la zona oriente metropolitano: se genera un nuevo circuito de 53 km para bicicletas en la zona de reserva ambiental; y se construyen más de 260 hectáreas con canchas de beisbol, de fútbol rápido, fútbol 7 y fútbol profesional, zonas de juegos infantiles y de picnic, gimnasios de atletismo y entrenamiento, parques de patinetas y frontones.

Este proyecto ofrece la oportunidad de renegociar la relación entre la urbe y la biodiversidad de la cuenca del Valle de México, acercando a la ciudadanía a los paisajes naturales y sus ritmos, así como a su flora y fauna estacionales. Y los humedales restaurados pueden funcionar como esponjas que recarguen mantos subterráneos y mejorar así la disponibilidad de agua, ayudando a paliar el proceso de desecación de la cuenca y a mitigar los efectos del cambio climático.

El cargo El resurgimiento del lago de Texcoco apareció primero en Arquine.

]]>
El derecho, como las ciudades: ladrillo a ladrillo https://arquine.com/el-derecho-como-las-ciudades-ladrillo-a-ladrillo/ Fri, 14 Jun 2024 14:44:27 +0000 https://arquine.com/?p=90975 A primera vista no es tan obvio, pero el derecho, el urbanismo y la arquitectura van de la mano en la construcción y jurisdicción de los espacios que habitamos. En este espacio de opinión, se propone un encuentro de tres disciplinas fundamentales para entender y habitar las ciudades que queremos en el futuro.

El cargo El derecho, como las ciudades: ladrillo a ladrillo apareció primero en Arquine.

]]>
A primera vista no lo parece, pero las personas dedicadas al derecho, el urbanismo y la arquitectura tenemos más en común de lo que pensamos. Tenemos una gran injerencia en la determinación de los espacios. Ya sea determinando normas o estructuras físicas, o qué está permitido y qué no. O mediante la creación de acciones intencionadas, como determinar el Coeficiente de Utilización de Suelo (CUS), o la modificación de una avenida para hacerla semipeatonal. También podemos incidir con acciones inconscientes o producto del descuido: como la falta de una norma que prohíba la discriminación en la compra o renta de vivienda, o en la construcción de calles con aceras en las que apenas puede transitar una persona, menos aún si se tiene una discapacidad.

Bajo esta premisa, podemos entender el derecho urbanístico como un punto de inflexión para nuestras tres profesiones. Las discusiones que se dan en el ámbito del urbanismo y la arquitectura —sobre todo aquellas en ciertos espacios con un mayor peso simbólico y económico— terminan por reflejarse en las normas. Pero, de la misma manera, las decisiones jurídicas terminan afectando el desempeño de la producción de vivienda o la planificación urbana. Uno de los problemas que enfrentamos hoy en nuestras ciudades es que seguimos pensando que arquitectura, urbanismo y derecho son tres mundos separados que no sólo no suelen interactuar —aunque realmente lo hacen de manera constante—, sino que inclusive pareciera mejor no mezclar.

En este espacio que inicio en Arquine busco proponer un puente de diálogo entre el derecho, que es mi área formativa, y el mundo de los arquitectos y urbanistas. Haré el esfuerzo por explicar fuera del lenguaje abogadil algunos temas del derecho que son de gran importancia para arquitectos y urbanistas, con la esperanza de que esto pueda ser un pequeño aporte a una interacción interdisciplinario más latente.

El urbanismo de los tribunales

Los tribunales —sobre todo la Suprema Corte de Justicia en México y otras cortes constitucionales de América Latina— interpretan el derecho. Es imposible que la Constitución, las leyes, los reglamentos, las normas oficiales e incluso los Planes de Desarrollo Urbano tengan la suficiente especificidad como para prevenir cualquier caso o controversia que pueda darse en el día a día. El deseo de redactar un texto legal capaz de abarcar todas y cada una de las situaciones que pudieran darse sería como tratar de hacer un mapa tan específico que termine por representar el mundo a escala real, con cada objeto, equipamiento e incluso personas en las mismas posiciones en las que se encuentran en la vida real.

Es común que nos enseñen que el papel de los jueces y juezas sea el de “ser neutrales”. Se piensa que estas autoridades se limitan únicamente a “aplicar la ley”, como si su criterio fuera un sello que se imprime sobre una superficie, sin importar cuál sea. La realidad es que el derecho debe interpretarse. Y eso involucra a las normas jurídicas que impactan en el urbanismo y la arquitectura, que muchas veces se interpretan sin escuchar las opiniones de personas dedicadas a estas disciplinas. Como podemos imaginarnos, el resultado de esta realidad puede, a veces, salir bien, a pesar de todo. Pero, en muchas ocasiones, puede que no.

¿Qué tanto son capaces los tribunales de intervenir en la planeación urbana?

 

El derecho a la propiedad vs. el derecho a la ciudad

Una vez, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) tuvo que resolver un caso relacionado con los conflictos entre el derecho a la propiedad y lo que podríamos llamar el “derecho al paisaje urbano”. [1] En noviembre de 2015, el Colegio Tecnológico de México, A. C. fue multado por autoridades administrativas de la Ciudad de México por haber colocado dos anuncios adosados a un inmueble ubicado en Calzada Ignacio Zaragoza (Iztapalapa). Asimismo, se le ordenó a esta organización el retiro de dichos anuncios.

El Colegio inició un juicio administrativo en contra de la sanción, el cual se extendió hasta 2017, cuando llegó a la SCJN. Entre otras cosas, el Colegio había planteado que la Ley de Publicidad Exterior del Distrito Federal era inconstitucional, porque violaba el derecho a la libertad de expresión y al derecho a la propiedad. Esto es importante porque en México puede existir una norma, pero si es declarada como inconstitucional en un juicio de amparo, esa norma dejar de ser aplicable para la persona que la demandó. En este caso, el Colegio sostenía que los artículos de esa Ley, que imponían permisos para poder colocar anuncios, violaban sus derechos al ser excesivos. ¿Tenían razón?

Esta es una problemática constante y común en nuestras ciudades. La tensión entre lo público y lo privado pareciera resolverse siempre a favor del ejercicio de la propiedad. “Si es mi inmueble, ¿por qué no puedo hacer con él lo que yo quiera?” Esta lógica puede sonar bastante contundente. Sin embargo, el mundo de la arquitectura y el urbanismo es también el de las excepciones a esa máxima. Contrario a lo que pueda suponerse, es bastante común que el uso y ejercicio de la propiedad privada encuentren límites conforme al contexto urbano —o rural— en el cual se encuentran: desde giros comerciales incompatibles por su cercanía a escuelas y hospitales, hasta límites de altura y ocupación de terreno; o desde usos de suelo previstos en la zonificación secundaria, hasta normas de salubridad para comercios.

¿Qué fue lo que resolvió la SCJN? En la sentencia, los cinco ministros de la Primera Sala recordaron que, en otros casos, ya habían señalado que el derecho a la propiedad no es absoluto y que puede ser limitado “siempre que medien razones de utilidad pública o de interés social, una justa indemnización y limitarse a casos y formas establecidas en la ley.” También recordaron cómo, anteriormente, ya habían concluido que, en el marco de la Constitución mexicana —en particular el artículo 27, que es fundamental para entender la propiedad en nuestro país—, este derecho “no está configurado desde una perspectiva meramente individualista, sino que tiene una función social”.

Con base en esos precedentes, la SCJN concluyó que la obligación de solicitar un permiso para colocar anuncios en tu inmueble sí era una limitación a la libertad de expresión y al derecho a la propiedad. Sin embargo, consideró que era un impedimento permitido por la Constitución, ya que buscaba garantizar que se protegiera el “derecho a un medio ambiente sano a través del mejoramiento del paisaje urbano de la Ciudad de México”. Esta afirmación no es cosa menor: la SCJN estaba interpretando el artículo 4 constitucional —el cual reconoce el derecho al medio ambiente sano— en un contexto urbano, y concibe que el “mejoramiento del paisaje urbano” forma parte de ese derecho y, en consecuencia, es un parámetro para medir si una ley, reglamento o Programa de Desarrollo Urbano (PDU) es compatible con la constitución —y, por lo tanto, si alguien puede demandar o no una norma en un juicio de amparo.

La SCJN justificó esta conclusión señalando que el Poder Legislativo de la Ciudad de México, al hacer la Ley de Publicidad Exterior,

trató de implementar una regulación a la publicidad exterior como una forma de armonizar la imagen urbana y el medio ambiente, ya que la proliferación descontrolada de anuncios publicitarios comenzó a representar un riesgo para la seguridad y la calidad de vida de la población. […] [L]a medida es proporcional en sentido estricto, pues en momento alguno se restringe totalmente la posibilidad de una persona de instalar un medio físico por el que quiera transmitir un mensaje publicitario, sino que tal actividad podrá ser realizada cuando se cumplan los requisitos administrativos previstos para tal efecto.

Además, la SCJN advirtió que la Ley no violaba el derecho a la libertad de expresión, ni el derecho a la propiedad, porque no se estaba limitando “cualquier mensaje”, sino únicamente aquellos con fines propagandísticos, institucionales o electorales, por lo que la limitación a esos derechos no era desmedida.

Por último, la sentencia decidió no amparar al Colegio, razón por la cual tuvo que pagar la multa y retirar la publicidad hasta no conseguir los permisos exigidos.

El derecho al paisaje urbano: ¿qué tanto es tantito?

Esta sentencia sentó precedentes que deberían ser de gran interés para cualquier arquitecto o urbanista. A partir de ella, cualquier afectación al “mejoramiento del paisaje urbano” puede ser considerada inconstitucional si no está justificada de manera estricta. El problema es que la SCJN nunca definió qué entiende por paisaje urbano. ¿Se refiere únicamente a un parámetro estético? ¿Cómo distinguiremos qué es parte del “mejoramiento del paisaje urbano”, cuando el paisaje urbano es un fenómeno producido por el ser humano, para el cual no contamos con parámetros claros sobre lo que es un estado “original” o el “afectado” por nuestra causa —parámetros que parecieran más claros cuando hablamos del medioambiente?

Pensando un poco en el contexto en el cual me encuentro: ¿qué ocurriría, por ejemplo, si se da un juicio en contra de una construcción vertical debido a que obstruye la vista a los cerros del Área Metropolitana de Monterrey? O recordemos que la SCJN consideró válido exigir permisos para colocar mensajes propagandísticos, institucionales o electorales. ¿Por qué un tipo de mensaje sí estaría acorde al “paisaje urbano” y otros no?

Con esto no quiero decir que estoy en contra del resultado de la sentencia. En lo general, me parece acertada la decisión de considerar constitucional que los ayuntamientos o gobiernos estatales pongan límites a la instalación de publicidad exterior en inmuebles. Pero no dejan de surgir preguntas acerca de lo que las palabras de la SCJN en esa sentencia significan o significarán en otros casos que puedan darse a futuro.

El derecho, la vivienda y la ciudad

Una sentencia de la SCJN es incapaz de decirlo todo. Pensemos de nuevo en lo absurdo que sería exigir un mapa a escala real, que contenga todos los objetos que encontraremos en un momento y lugar específicos. Lo permitido y lo no permitido, tanto en la vivienda como en las ciudades, muchas veces se construye sentencia a sentencia, por medio de las cuales se construyen las bases sobre las cuales en un futuro serán resueltos nuevos procesos. Aquí presenté tan solo un ejemplo, pero hay muchos casos en los que el resultado ha sido preocupante, por no decir desastroso. Otros, sin embargo, resultaron un poco más cercanos a las reflexiones propias de campos como el urbanismo y la arquitectura.

Sea como sea, es urgente que exista una interacción constante entre el derecho, la arquitectura y el urbanismo. ¿Cómo hacer procesos en los cuales una disciplina comprenda mejor las inquietudes de las otras?

No tengo la respuesta. Pero espero que la persona que lea estas líneas pueda hacer junto a mí un pequeño nicho de reflexiones por medio de este espacio de opinión.

 

Nota

[1]  Este caso fue resuelto por la Primera Sala de la SCJN en el el Amparo Directo en Revisión 7768/2017.

El cargo El derecho, como las ciudades: ladrillo a ladrillo apareció primero en Arquine.

]]>
Chocolate y roles de canela: un año en la Santa María Insurgentes https://arquine.com/chocolate-y-roles-de-canela-un-ano-en-la-santa-maria-insurgentes/ Thu, 25 Apr 2024 16:24:28 +0000 https://arquine.com/?p=89469 A pesar de las señales, y después de ir de un departamento a otro durante casi cinco años en Tlatelolco, me aferraba a ese territorio. Pero pronto noté que las opciones se iban reduciendo y el tiempo seguía avanzando. La angustia inmobiliaria, que es el pan de cada día en la ciudad, me estaba empezando […]

El cargo Chocolate y roles de canela: un año en la Santa María Insurgentes apareció primero en Arquine.

]]>
A pesar de las señales, y después de ir de un departamento a otro durante casi cinco años en Tlatelolco, me aferraba a ese territorio. Pero pronto noté que las opciones se iban reduciendo y el tiempo seguía avanzando. La angustia inmobiliaria, que es el pan de cada día en la ciudad, me estaba empezando a dejar indefenso frente al acecho de lo inevitable y no aparecía ninguna opción que fuera pagable y no se tratara de un espacio sin ventanas, con humedad y en una azotea. Finalmente, y quiero pensar que como casi siempre, apareció una luz al final del túnel, en una zona menos conocida, en definitiva, que Tlatelolco. Ahora, cuando me preguntan dónde vivo, suelo decir que “cerca de Tlatelolco” o “del hospital de la Raza” o, para aquellos menos ubicados, “cerca de Buenavista”. 

La colonia Santa María Insurgentes pasa desapercibida y suele ser confundida con su casi homónima vecina, la Santa María la Ribera, pero tiene una serie de particularidades, debo admitirlo, difíciles de reconocer a primera vista y que la hacen un espacio interesante de visitar y entender. Se trata de un triángulo en el mapa, delimitado por la avenida Insurgentes, el Circuito Interior y la avenida Flores Magón; la presencia de las vías del tren suburbano, en el lado sur, supone de inicio una separación urbana importante, que en esta zona se resolvió de las peores formas posibles: enormes puentes viales superpuestos unos sobre otros, rejas por todas partes e intransitables y altísimos puentes peatonales, recubiertos de rejas, como jaulas que dan vértigo y claustrofobia al mismo tiempo. 

Comparada con zonas más céntricas, la Santa María Insurgentes podría parecer modesta en cuanto a historia. No obstante, su emplazamiento nos puede dar algunas pistas, pues se trata de un territorio cercano a los pueblos prehispánicos de Tlatelolco, pero también a Azcapotzalco y, en efecto, es posible revisar —en el Legajo de Colonias del Antiguo Ayuntamiento de la Ciudad de México— la función que esta zona tuvo, hasta bien entrado el siglo XVII, como sitio y punto nodal para la distribución del agua dulce para estos dos pueblos prehispánicos. 

Con todo, sería hasta el siglo XX que comenzó la planeación y urbanización de la zona actual, que primero se llamó colonia Chopo. 

La avenida Insurgentes se trazó en la década de 1930 y por entonces se amplió la colonia, adosando terrenos del antiguo y desaparecido rancho Los Gallos. Fue también en este periodo que apareció uno de los monumentos más insólitos de la ciudad, cuya accesibilidad, e incluso su visibilidad, ha sido mermada con el tiempo, haciéndolo caer en profundo abandono. Me refiero al Monumento a la Raza, ¿Será quizá que su abandono es un indicador del merecido olvido de semejante concepto? Quisiera pensar que sí. Sin embargo, el objeto urbano como tal resulta interesante, pues es un auténtico palimpsesto, que incluye una estructura que simula un basamento de templo prehispánico, una serie de conjuntos escultóricos y, ¿por qué no?, todo coronado por un águila de fundición francesa, que fue creada para el truncado proyecto del edificio para el Congreso, convertido ahora en el Monumento a la Revolución. Las avenidas rápidas que lo rodean, su superficie cubierta de grafitis y el deplorable estado de conservación en que se encuentra, francamente no ayudan a sentir el Monumento a la Raza como un objeto propio de nadie, pero sería interesante resignificarlo, tal como los insurgentes salvaron el Caballito de Tolsá por su valor artístico, aun cuando no iba con sus ideologías, y quizá podamos darle una manita a este peculiar espacio, que se encuentra casi a la fuerza, en los límites territoriales de la colonia Santa María Insurgentes. 

La colonia experimentó cambios en 1950, cuando se destinó la mitad sur del territorio para un uso de suelo distinto, lo que marcó el destino de la zona, pues dio paso a la industria. Transitar por estas calles que, aunque arboladas, se sienten ciertamente hostiles por tener un frente de calle con grandes y viejas naves, resulta a veces necesario, pues se interponen entre la zona céntrica de la ciudad y la zona habitacional de la colonia. A pesar de esta relativa hostilidad visual, la experiencia se enriquece con los intensos aromas que brotan de las chimeneas de dos naves en particular: la fábrica de pan Bimbo, de donde emana un cálido y familiar olor a roles de canela y, por supuesto, la fábrica de chocolates Bremen, con una tradición de más de 80 años. A veces estos aromas, movidos por el viento, suelen perfumar la sala de mi departamento o colarse por la ventana de la habitación, como un dulce recordatorio del sitio en el que me encuentro. La fábrica de Bremen tiene además una tienda en la esquina, donde se consiguen los chocolates más ricos que he probado, mis favoritos son las tablillas rellenas de avellanas enteras. 

Desde la azotea de mi edificio se alcanza a ver un enorme domo rojo, del que proviene otro estímulo, esta vez auditivo, muy característico de la Santa María Insurgentes: se trata de la parroquia del Santo Cristo de la Agonía que, por su diseño moderno, parece haber prescindido de campanario, por lo que, muy curiosamente, llama a los feligreses a misa por medio de altavoces con una grabación de campanas (que, estoy casi seguro, deben ser las de la Catedral Metropolitana) y que los domingos por la mañana obliga a cubrirse la cabeza con alguna almohada. El edificio fue diseñado por Nicolás Mariscal Barroso, a quien se le reconoce también como autor del edificio de la embajada estadounidense en el Paseo de la Reforma. 

 

Otro elemento interesante se encuentra a la entrada de la colonia por el lado de Insurgentes: una fuente de terrazo, con modesto estilo art déco, que milagrosamente se mantiene encendida todos los días y le da un aspecto fresco al rumbo. Más adelante, siguiendo por Insurgentes, se encuentra un generoso y bien cuidado parque —conocido como “el de los relojes”—, pues tiene unos muros sobre unos montículos de tierra distribuidos de manera longitudinal, y orientados de tal forma que funcionan como relojes de sol según la estación. En la calle lateral al parque se encuentra una propiedad con una sencilla fachada de cantera, cuyos letreros indican que ahí se reúne la comunidad musulmana: se trata de una de las dos mezquitas que existen por el rumbo; la otra está en la Santa María la Ribera.  

En cuanto a la estructura urbana de la zona habitacional de la colonia, es notorio que ha pasado por mejores épocas. Platicando con algunos vecinos que han vivido desde siempre aquí, en sus conversaciones resalta el orgullo que les produce hablar de la Santa María Insurgentes y el prestigio que antaño esto suponía vivir aquí, sobre todo cuando mencionan los pocos edificios de departamentos que existen, y que la mayoría de las construcciones son casas grandes. La experiencia de vivir aquí ha sido interesante, de mucha tranquilidad (una vez que el cerebro empieza a ignorar el constante y lejano ruido de los coches en el Circuito Interior), en una zona de la ciudad que, por su carácter, podría ser considerada periférica, pero que demuestra, una vez más, que cada espacio en esta ciudad tiene algo que ofrecer, haciéndola inagotable. 

El cargo Chocolate y roles de canela: un año en la Santa María Insurgentes apareció primero en Arquine.

]]>
Tres lentes para ver a Héctor García https://arquine.com/tres-lentes-para-ver-a-hector-garcia/ Fri, 12 Jan 2024 18:26:10 +0000 https://arquine.com/?p=86793 Es probable que no haya manera de celebrar la obra y el centenario de Héctor García Cobo (Ciudad de México, 1923-2012) sino por medio del fragmento. Así lo muestra la proliferación de exposiciones que, durante 2023, trataron de dar cuenta de la inmensa obra fotográfica de este periodista visual que ganó su posteridad en los […]

El cargo Tres lentes para ver a Héctor García apareció primero en Arquine.

]]>
Es probable que no haya manera de celebrar la obra y el centenario de Héctor García Cobo (Ciudad de México, 1923-2012) sino por medio del fragmento. Así lo muestra la proliferación de exposiciones que, durante 2023, trataron de dar cuenta de la inmensa obra fotográfica de este periodista visual que ganó su posteridad en los años 50 y 60. Sin embargo, es necesario el arduo trabajo de la Fundación María y Héctor García por actualizar esas imágenes en un contexto en el que el fotoperiodismo, en tanto práctica, se ha inclinado de cierta manera hacia la compulsión viral y la espectacularidad.

En ese sentido, una de las cosas en común que tienen las muestras ha sido la reivindicación de la función social de Héctor García en su labor como fotorreportero. En una trayectoria biográfica que ahora parecería inverosímil, García no estaba muy lejos de los niños de vecindad y barrio miseria que retrató a lo largo de su carrera. Sin ser especialmente problemático, sólo pobre, terminó en una correccional juvenil, misma en la que aprendería los pininos de la fotografía analógica. Aunque consiguió una beca para estudiar una carrera en el recién formado Instituto Politécnico Nacional, García decidió irse de bracero a Estados Unidos, en un trayecto que lo llevó por la Costa Este: Maryland, Nueva Jersey y Nueva York. Con la cámara siempre en su equipaje e inspirado por el fotógrafo callejero Arthur Fellig, mejor conocido como Weegee, García regresó a México, donde terminó de formarse con referentes como Gilberto Bolaños Cachol, Gabriel Figueroa y Manuel Álvarez Bravo.

De rebote, o por suerte (predestinación le dirían otros), iniciaría así su carrera sin una formación estrictamente académica en periódicos que, de todos modos, en esos tiempos, requerían menos de un título profesional que de aprendices dispuestos a curtirse en un oficio tan apasionante como demandante en tiempo y hasta condición física. Con el tiempo, sus coberturas habituales y su ojo se refinaron al punto en que podía compaginar su labor en diarios, agencias y hasta instituciones de gobierno. En una época donde estaba por inventarse tanto el oficio, como el género y el negocio del fotorreportero, García empezó a destacar con un estilo a caballo entre la foto naturalista, pero siempre con un trasfondo social.

De ahí que en sus fotos más famosas, canónicas hasta cierto punto, de las que siempre salen a cuento cuando se hablar de garcía: un niño atrapado en un hueco de cemento; otro que le pinta una señal obscena al fotógrafo, las series del Caballito en Bucareli, algunas escenas de los militares en Tlatelolco. Todas estas imágenes de vecindades, obreros, mendicantes, niños pobres, comerciantes y vendedores ambulantes son documentos fundamentales para entender la vida cotidiana en la Ciudad de México a mediados del siglo pasado, ese periodo que hoy se estudia como el periodo posrevolucionario. Aunque el aspecto humano siempre resaltó en su obra, esta realidad es inseparable de la contextura material.

Además de esos relatos de imagen fija, es posible recrear la transformación del Distrito Federal en una metrópoli avasallada por los automóviles, la publicidad, algunos rascacielos y una desigualdad trepidante se puede apreciar sobre todo en las imágenes que García le dedicó a los trabajos de construcción y, en paralelo, a los escenarios de destrucción que dejó el terremoto de 1957, todo lo cual compuso un contrarrelato de la modernidad mexicana y, en paralelo, su particular modernismo arquitectónico: basureros descomunales, periferias, anuncios publicitarios en vez de horizonte y un parque vial que superaba en prioridad a la gente de a pie.

En Ciudad vorágine, la muestra que le dedicó el Centro de la Imagen, la más grande y comprehensiva, se resalta el periplo profesional de un periodista que vio en esa Ciudad a punto de desbocarse la necesidad de contar las historias de quienes se vieron atrapados, en los márgenes, por su desbocamiento urbano. En las revistas que fundó o en los reportajes que dirigió, García retrató zonas que en ese momento mostraban los límites de la urbanización defeña, como Nezahualcóyotl. A pesar de que cambian las vestimentas, se trata de fotografías que se pudieron tomar apenas hace un cuarto de siglo en Ecatepec, Iztapalapa, Tláhuac y otros territorios en los que la expansión metropolitan ha dejado su rastro de vialidades agujereadas y con montículos de tierra, perros de la calle, basura y una magra infraestructura general. 

Ciudad espectro, que se exhibe en el Museo de la Ciudad de México, tiene en principio una temática lumínica como filtro para su selección: por un lado, escenas en las que la luz entra o aporta una cierta atmósfera a vitrinas, cuartos de vecindad y mercados. Del otro, el más interesante, una serie de imágenes nocturnas de la ciudad: cabarets, anuncios de neón, aparadores. Aunque la bohemia del DF llegó a ser legendaria en los cincuenta, y objeto de escándalo en muchas ocasiones, es notable que la mayor parte de la iluminación de esta ciudad espectro venía de vitrinas de tiendas de joyería, ropa y otros productos; resplandecientes, tenían frente a sí a un público cautivo de gente añorante de los lujos de la vida moderna. Ver en el Buen Fin estas imágenes es interesante, poco ha cambiado en realidad con respecto a la cultura del consumo en nuestros días.

La muestra ¿Qué me ves? Héctor García, cronista de la lente, en el Museo del Estanquillo, se centra en los vínculos del fotógrafo con la farándula y el mundillo cultural (además de repetir algunas de sus obras mayores): su relación cercana con Carlos Monsiváis, se ve reflejada en las múltiples portadas, revistas y personajes donde colaboró con García. Además de eso, fotos de estrellas de cine y artistas, como Diego Rivera o Andy Warhol, dejan ver el lado más oficioso de su trabajo. Pese a que pudo retratar a famosos y políticos de toda clase durante décadas, su mejor trabajo siempre fue en las calles.

Es en esa clase de paralelismos en los que la obra de Héctor García sigue siendo relevante, todavía más en tiempos en que la fotografía digital, los drones o incluso la inteligencia artificial, parecen menos interesados que nunca en documentar esa tensión a menos que sea desde la espectacularidad. De hecho, hay poco de eso en García, un fotógrafo que podía tomar imágenes clásicas pero sin escenificar las. 

Ciudad vorágine se exhibe en el Centro de la Imagen hasta el 11 de febrero de 2024.

Ciudad espectro se exhibe en el Museo de la Ciudad de México hasta el 28 de enero de 2024.

¿Qué me ves? Héctor García, cronista de la lente se exhibe en el Museo del Estanquillo hasta el 22 de enero de 2024.

El cargo Tres lentes para ver a Héctor García apareció primero en Arquine.

]]>
Paranoia chi(nche)langa https://arquine.com/paranoia-chinchelanga/ Fri, 13 Oct 2023 23:01:27 +0000 https://arquine.com/?p=83885 Tras varios septiembres en vilo (sobre todo en 2021 y 2022), la Ciudad de México pasó invicta su “temporada de terremotos”. Pero Cedemequis nunca descansa y era necesario otro disparador de estrés postraumático, aunque aquí lo más correcto sería decir pretraumático: el azote de las chinches.

El cargo Paranoia chi(nche)langa apareció primero en Arquine.

]]>
I –La chinche resucitada es la que más pica*

Tras varios septiembres en vilo (sobre todo en 2021 y 2022), la Ciudad de México sorteó invicta su “temporada de terremotos”. Pero Cedemequis nunca descansa y era necesario otro disparador de estrés postraumático, aunque aquí lo más correcto sería decir pretraumático. Apenas comenzaba octubre y se pusieron a circular rumores –pues ninguno se ha confirmado o explorado con suficiente seriedad– de infestaciones de chinches: primero en la línea A del metro (que si bien no está oficialmente en CDMX, transporta a miles de mexiquenses de la periferia al centro de la ciudad); después por varios recintos educativos, ninguno más afectado que la Ciudad Universitaria de la UNAM y sus facultades: Química, Arquitectura, Derecho, Ciencias Políticas y Sociales; de comunicado en comunicado, cada una anunciaba el cese de actividades y la fumigación procedente para combatir el azote. 

¿La razón? Numerosos videos y fotos que mostraban grupos de insectos en cavidades varias: paredes, gaviones, ranuras de ventanas, mochilas o hasta el cabello de una estudiante. Aunque el asunto fue motivo de una amplia cobertura mediática, en ningún caso se presentaron pruebas que mejoraran el fotometraje amateur promedio. Más allá de las entrevistas a tal o cual experto —sobre todo veterinarios y biólogos— para noticieros, programas de radio y redes, tampoco hubo una fuente ni gubernamental ni sanitaria que confirmara que, en efecto, se trataba de una plaga que había invadido la ciudad. 

Al contrario, en la mayoría de esas intervenciones al aire, los expertos aseguraban, casi sin excepción, que es más probable encontrar chinches en la cama o la ropa de casa que en la intemperie urbana. Alguno más añadía que la incidencia de estos bichos en México y otras partes del mundo tenía su correlación con la emergencia climática global, lo cual implicaría pensar el asunto como un problema estructural. Eso no obstó para que se siguieran compartiendo fotos (muchos de ellos a dos pulgadas [¿o chinchadas?] de ser sólo memes o fake news) de insectos que no eran chinches, picaduras como filas de puntitos, paredes veteadas por manchitas marrones: signos de una ciudad sucia como sus habitantes —o al menos algunos de ellos. 

Y es que como siempre que las plagas se ciernen sobre las ciudades, aparecieron los fantasmas de otra peste, esa sí de verdad: la higiene social y sus reacciones que iban desde la invitación a bañarse y otros chistes racistas, hasta recurrir de manera inmediata a los fumigadores para exterminar al invasor lo antes posible, sin importar si esto barre con los ecosistemas locales o si en verdad es necesario. El rumor, por supuesto, produjo las descargas de odio de siempre: la infestación no podía haber surgido sino en el transporte o en una universidad pública. 

Para citar una nota que se hizo célebre por su encabezado: ¿de dónde viene todo este chinchentido? 

 

II –Chinches caras de París

Para complementar los relatos de la invasión chinchil a la Ciudad de México, se hacía mención –casi con orgullo– de que Francia sufría su propia plaga, a menos de un año de la inauguración de los Juegos Olímpicos de 2024. Las notas de allá casi replican la cobertura local, como en esta nota de Devoir (del 4 de octubre) que quiere dar contexto a una situación inconexa, esparcida a gran velocidad por los algoritmos, únicos vectores de contagio real: 

Fotos y vídeos aficionados, que denuncian la presencia de chinches [punaises de lit], inundan las redes sociales desde mediados de septiembre, pero no todos los casos están probados. Vemos a estudiantes evacuando un anfiteatro en Aix-en-Provence tras una “acusación sospechosa”, a una influencer coreana con dos millones de suscriptores mostrando sus brazos cubiertos de mordiscos tras tomar el metro de París, pequeñas bestias malvadas avistadas en los asientos de un tren, paseando… 

Los expertos franceses, traídos desde sus cubículos o consultorios para darle un poco de sentido al asunto, dicen casi lo mismo que sus colegas chilangos: “si esto preocupa tanto es porque el problema nos afecta a todos, con independencia de la edad o condición social, sean ricos o pobres”, como afirmó Pascal Delaunay, parasitólogo y entomólogo del Hospital Universitario de Niza. “Cualquiera puede ser víctima de una infestación”, insistió por su lado Karine Fiore, subdirectora del departamento de ciencias sociales, económicas y societarias de la Agencia Francesa de Seguridad y Salud Alimentaria, Ambiental y Ocupacional (Anses), en un cable que retomó Le Monde para esta nota sobre una situación que, de ser una plaga, tendría ya varios años: 

Son tan grandes como una semilla de manzana y por la noche se dan un festín de sangre humana. Las chinches habrían infestado 11% de los hogares franceses entre 2017 y 2022. […] Si las lesiones cutáneas son las manifestaciones más frecuentes de sus picaduras, la infestación por chinches puede tener diversas consecuencias psicológicas o incluso psiquiátricas (trastornos del sueño, ansiedad, sensación de pánico). 

Imagen de Le livre secret des fourmis. Encyclopédie du Savoir Relatif et Absolu (1993, Albin Michel), de Bernard Werber. Ilustración de Guillaume Aretos.

 

III –La vida sexual (y afectiva) de las chinches

André Comte-Sponville dice en su Diccionario filosófico que el enciclopedista tiene, en lo básico, dos temperamentos: el de Diderot –polifónico y expansivo– o el de Voltaire –individualista y acotado–. Uno de sus tataranietos, Bernard Werber, ha hecho honor a esa tradición francesa de curiosidad y recolección en L’Encyclopédie du Savoir Relatif et Absolu [La enciclopedia del saber relativo y absoluto]. 

Su nombre salió a flote, a propósito del chincherío parisino, cuando la tuitera Matilda Croft recordó lo que Werber recopiló sobre las chinches y su vida sexual: “De todas las formas de sexualidad animal, la de las chinches es la más sorprendente. Estas copulan con prolijidad. Algunas de ellas tienen más de 200 encuentros sexuales al día.” Entre varias cosas que se considerarían perversas en otras realidades, Werber agrega que las chinches no saben distinguir a los machos de las hembras –algunas variantes son hermafroditas–, sino que suelen aparearse con lo que se les ponga enfrente, incluidas otras especies (no especifica si sólo de insectos). Los machos, proclives al priapismo, tienen un largo pene “perforador”, de cuya punta corneada sale una probóscide con la que tendrían que inseminar a las hembras mediante el coito, lo cual no siempre ocurre, por lo que también riegan el cuerpo de su pareja con grandes cantidades de esperma para garantizar la fecundación. Sin embargo, esto no atemoriza a las hembras chinche, acostumbradas a arrimarse a numerosas parejas, lo que sea necesario para depositar los cinco o siete huevos diarios que es capaz de generar su cuerpo. 

La enciclopedia de Werber, que surgió de su libro Le livre secret des fourmis (de la cual hay una traducción parcial en español: Las hormigas [Plaza & Janés, 1991]), se ha convertido ahora en un proyecto de vida que se extiende tanto en volúmenes impresos como artículos de su página oficial de internet. En ese portal, mezcla de Wikipedia —más cercana a Diderot— y blog personal –más del lado voltairiano–, tal vez haya una síntesis de ambos temperamentos: un tercer enciclopedista, maestro que aúna el shitpost y la erudición (dos cosas que, de todos modos, nunca van muy lejos la una de la otra). Sólo en ese ecosistema de contenidos, a mitad de camino entre la broma y la información verídica, podrían enmarcarse estos recuentos de libertinaje chinchesco, de alguna manera más coherentes y verosímiles que las noticias de la plaga. 

 

IV Your pest, my pet

En La metáfora de la colmena: de Gaudí a Le Corbusier (Siruela, 1998), Juan Antonio Ramírez explora, además del quehacer de las abejas (algunos de los seres que peor lo han tenido en su encuentro con los humanos), esas edificaciones construidas por insectos que siguen algo que, hasta hace unos siglos, sólo se llamaba instinto, pero otro, como el propio autor, no estarían en desacuerdo de llamar ingenio arquitectónico. 

Si bien la colmena era ya un símbolo de orden y jerarquía desde la Antigüedad, fue a partir de los siglos XVIII y XIX que las creaciones de avispas, termitas y abejas comenzaron a compararse con la arquitectura. La metáfora, por supuesto, se ha transformado y admite otras interpretaciones: la colmena puede ser también el símbolo de la autoorganización (la abeja reina no es, tal cual, una reina), el hábitat del enjambre, esa colectividad que hace más que proyectar. 

El hecho es que, en todo el reino animal, solamente los insectos han logrado equipararse a los humanos en la creación y modificación de espacios complejos. Eso no ha sido suficiente, al menos en los lugares donde hay “arquitectura” –Occidente, pues– para ganarle un mínimo de simpatía a los amigos invertebrados, considerados una plaga a la primera: y es que algunos siguen prefiriendo inhalar repelentes que tener que convivir con hormigas. 

Cartel promocional de una empresa fumigadora húngara; en la imagen se ve a un grupo de chinches que le reclama algo al dios romano Júpiter, sentado en su trono y rodeado de nubes ¿de insecticida?. Nemes György, 1924. WikiCommons.

V – Almohadón de chinches 

Si se trata de echarle gasolina al fuego de paranoias que parecen nuestras, pero no lo son (nada más gestionado que los deseos y temores), vale la pena recordar una historia de terror: “El almohadón de plumas”, de Horacio Quiroga. Parte de sus Cuentos de amor de locura y de muerte (1917), esta narración breve (que se lee casi siempre en tándem con otro clásico del escritor rioplatense, “La gallina degollada”) cuenta dos relatos: por debajo, el matrimonio que cae sobre Alicia, joven obligada a casarse con Jordán, tipo al que casi no conoce; y, de manera más explícita, cómo la joven novia sufre una anemia inexplicable, tan solo unos meses después de la boda, que se resuelve con su muerte. Luego de remover su cadáver de la cama, descubren que el almohadón –en el que Alicia se recargó durante toda su convalecencia– pesaba demasiado: “sobre el fondo, entre las plumas, moviendo lentamente las patas velludas, había un animal monstruoso, una bola viviente y viscosa. Estaba tan hinchado que apenas se le pronunciaba la boca.” 

Además de su calculada elaboración, y por el terror que sembró desde que fue publicado (una época en la que era común tener almohadas rellenas de plumas) hasta nuestros días, uno de los aspectos más memorables del cuento es la coda con la que cierra, un parrafito que trata de darle al cuento un aire (frío) de cientificismo y rumor probado: “Estos parásitos de las aves, diminutos en el medio habitual, llegan a adquirir en ciertas condiciones proporciones enormes.” 

Hay algo en la expansividad de las chinches que se asemeja a la metrópoli. Capaz de quintuplicar su tamaño, y expandirse por los rincones de colchones y todo tipo de tejidos, la chinche común comparte con los humanos la ambición y adaptabilidad que han llevado a nuestra especie por todo el planeta. 

 

VI – Coda para las chinches 

Cimex lectularius (nombre científico de la chinche) se encuentra en todo el mundo, en casi todas las zonas habitadas por humanos. Su adaptabilidad y éxito son un reflejo de la expansión homínida. Como las cucarachas, palomas, hormigas, caracoles, grillos, ratas, tijerillas, arañas y, sí, perros, gatos y pericos, son las criaturas más cercanas al humano citadino. Al paso que vamos, el día que el último ser humano deje de existir será también el final de toda esa fauna. Algún día vislumbraremos lo que es claro para los otros: que el medio ambiente de las chinches somos nosotros. 

 

 

* Esta es una pésima broma que hace referencia al refrán médico que se hizo famoso durante la inútil campaña (más bien cómica, en retrospectiva) para eliminar la peste de tifo –originada por los piojos– en 1909: “El piojo resucitado es el que más pica, porque coge sangre nueva y se desquita”. El dicho y la historia de esa campaña de salud los refiere Mauricio Tenorio Trillo en Hablo de la ciudad: Los principios del Siglo XX desde la ciudad de México, Fondo de Cultura Económica, 2017 (edición electrónica). 

El cargo Paranoia chi(nche)langa apareció primero en Arquine.

]]>