El cargo The Goldberg variation apareció primero en Arquine.
]]>Cuando Harrington interrogó a Goldberg sobre su experiencia en la Bauhaus, lo primero que éste hizo fue esbozar otra visión de aquella escuela, no como la aparición de una forma radicalmente nueva de entender la arquitectura y su enseñanza, sino como el resultado de un proceso histórico mucho más largo. El predesarrollo de la Bauhaus, dice Goldberg, puede ir tan atrás como hasta el siglo XVII o XVI. “Hubo muchas revoluciones en esa historia —dice—; incluso un llamado a la revolución desde la Escuela de Bellas artes a medio siglo XIX.” Para Goldberg, no se podía disociar la visión política e intelectual de la idea artística en la Bauhaus. Goldberg también cuenta que al volver a Harvard en 1934 cuando, a causa de la depresión económica que siguió a la quiebra de la bolsa en el 29, “la gente seguía saltando por las ventanas o vendiendo manzanas en una esquina,” el problema arquitectónico que se les plateaba a los alumnos en la escuela era “diseñar una casa de campo para un caballero con buenos ingresos y mucho tiempo libre, que por tanto pasaba tanto tiempo en casa como en el club.” Mientras en la Bauhaus, dice, trataban de entender cuánto era lo mínimo que se le podía proporcionar a la agente como soporte para la vida. “Esa arquitectura minimalista, basada socialmente, fue un enorme choque cultural para mi, pero seguir el vocabulario de diseño que sugerían era algo totalmente distinto.”
Entre el 12 de febrero y el 17 de abril de 1992, Betty J. Blum realizó una serie de entrevistas con Goldberg. Blum le pregunta sobre Mies —“era una presencia inmediata, sentías cuando entraba en un salón, pero hablaba poco, Lilly Reich era mucho más articulada”—, sobre ser judío en ese momento en Alemania —“me reconocían más como americano que como judío”— y sobre cómo iba integrando las ideas que ahí recibía con las suyas: “no fue sino hasta mucho después —dice Goldberg— que se me ocurrió que la arquitectura siempre ha respondido al ambiente social y político, sea guiándolo o siguiéndolo.” Y más adelante afirma que “el sistema de valores de la arquitectura moderna deriva del sistema de valores de la rebelión política.”
En la Bauhaus Goldberg tuvo como maestros, además de a Mies y a Reich, a Hilberseimer, a Albers y a Kandisnky, entre otros. A primera vista y ni siquiera en una segunda observación más atenta, la arquitectura de Goldberg no parece revelar la influencia directa de sus maestros. Sin embargo, él mismo explica qué fue lo que sacó de su estancia en la Bauhaus: “cuando la dejé, creo que las pocas cosas que saqué en claro fue la idea de que cualquier cosa que la arquitectura tenga que ofrecer tiene que hacerlo con el uso de un sistema estético y de valores basado en la industria.” Cuando Blum le pregunta si, al dejar Berlín rumbo a París, tenía algún interés en estudiar la arquitectura de Le Corbusier, Goldberg responde que no tiene ningún sentido comparar el estilo de Le Corbusier con el estilo de la Bauhaus, pues si de algo se trató esta última fue de negar la idea de que a la arquitectura le correspondan estilos, de afirmar que “la arquitectura, el arte, la pintura, la fotografía, la danza, el teatro y la literatura, supuestamente emergían de manera natural de una sociedad que era reconocida como industrial.”
Y aunque por algún momento Goldberg dice haber seguido los pasos de lo que llama la sociedad del ángulo recto, él mismo reconoció que su arquitectura resulta difícil de clasificar entre las corrientes dominantes de la arquitectura moderna. Con ironía, Goldberg se preguntó: Am I a sort of a sport, a variation —the Goldberg variation, if you please?
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]]>Para quienes admiramos y celebramos la arquitectura de Bertrand Goldberg, la lenta e inminente demolición del Hospital para Mujeres Prentice en el área central de Chicago, es un suceso lamentable del cual ser testigo. Una batalla perdida en la conservación de un legado arquitectónico contra argumentos de eficiencia e inversión. Con impotencia programo una caminata por lo menos cada par de semanas para documentar los últimos meses de existencia de este hospital.
El hospital Prentice combina una base miesiana con estructura rectangular de vidrio y acero, con un cuarteto de torres cilíndricas que se intersectan entre sí y apenas están “ancladas” a esta base, con la apariencia de estar flotando como una nave espacial en el contexto del barrio Streeterville. El edificio es un hito extraordinario o una monstruosidad, según a quien se le pregunte. Los vecinos lo odian o lo celebran. Cuando se trata de opiniones sobre la arquitectura de Goldberg pocas veces hay opiniones neutrales.
Después de más de año en un proceso legal sin precedentes en defensa de un edificio, la Comisión de Patrimonio Arquitectónico de Chicago deliberó que no consideraba a Prentice un edificio que debiera conservarse y comprometer el desarrollo económico de la ciudad. No fue un proceso fácil de presenciar. A pesar de la extraordinaria campaña de “Salvemos a Prentice” encabezada por el Fideicomiso Nacional para la Preservación Histórica con apoyo de otros grupos locales y más de 80 reconocidos arquitectos alrededor del mundo, los argumentos económicos por parte de la Universidad Northwestern resonaron con mayor contundencia. La universidad tiene planes de construir un centro de investigación médica, y la demolición de Prentice siempre había sido parte de sus planes desde hace una década cuando el edificio cerró. La falta de apertura de la Universidad hacia posibles soluciones de reuso o adaptación de Prentice, o siquiera la más remota señal de establecer una conversación, es lo que ha resultado indignante en este proceso habiendo presenciado el esfuerzo de protegerle por parte todas estas organizaciones.
Prentice fue un proyecto innovador que no solamente redefinió la funciones de un hospital de maternidad, sino que aportó una solución estructural creativa: cuatro arcos romanos distribuyen la carga de siete niveles de concreto hacia el núcleo del edficio. Goldberg estudió en la Bauhaus bajo la tutoría de Mies Van der Rohe y continuó en Harvard. Posteriormente, regresó a Chicago para establecer su práctica profesional y reinventar su versión del modernismo.
“Ninguno de los edificios de Goldberg en Chicago está legalmente protegido como patrimonio arquitectónico. Si Prentice es demolido, será el primero de sus edificios más importantes que se pierda y Chicago enviará un claro mensaje a nuestra nación: ningún edificio se encuentra a salvo”, declaró Geoffrey Goldberg, hijo de Bertrand, durante la audiencia pública en noviembre del 2012 ante la Comisión de Patrimonio Arquitectónico de Chicago. Finalmente, después de una última audiencia en febrero de este año, esta vez ante la Corte Municipal, fue ahora el Departamento de Vivienda y Desarrollo Económico de la Ciudad quien no recomendó que Prentice fuese protegido como patrimonio arquitectónico por interferir con los planes de inversión de la Universidad estimados en mil millones de dólares. La audiencia fue intensa y larga, sólo para terminar con el voto de los ocho comisionados no recomendando la protección del hospital. La dicotomía en los discursos fue todo un espectáculo por parte de los más de cuarenta participantes que tuvieron voz en esta sesión; una de las participaciones más memorables fue de un agente de bienes raíces, quien dijo para aquellos que argumentan que Prentice es dispensable porque tenemos otras obras de Goldberg en la ciudad, como River City y Marina Towers “imaginen que esa lógica fuese aplicada a la obra de Shakespeare; porque tenemos el Rey Lear y Otelo ¿quién necesita Hamlet?”
Finalmente, el permiso de demolición fue otorgado por las autoridades durante el verano pasado. Los andamios alrededor del edificio fueron armados con rapidez y después de un par de meses, las fachadas de la caja miesiana fueron removidas y dejaron expuesta la básica estructura de concreto del edificio.
Las tres firmas finalistas del “concurso internacional” convocado por la Universidad Northwestern: Goettsch Partners/Ballinger, Perkins + Will, y Smith+Gill (coincidemente todas locales) presentaron propuestas que fueron publicadas recientemente. Coincidentemente ninguna de éstas firmas apoyó el movimiento “Save Prentice”. Ninguna propuesta tampoco está cerca de reemplazar el hito arquitectónico que Goldberg diseño y construyó a mediados de los setenta.
El hospital Prentice, después de 38 años de haber sido construido, espera con resignación su demolición que será concluida a finales de 2014. Un proceso de demolición lento y doloroso para quienes admiramos este edificio. El caso de Prentice deja lugar a muchas inquietudes: ¿cuáles deben ser los valores y principios que influencien nuestro ambiente construido? ¿los argumentos económicos resultarán siempre impecables? Como sociedad, ¿cuándo y cómo decidimos que edificios deben ser preservados o removidos de nuestras ciudades? ¿es la designación patrimonio arquitectónico solamente un mito, un recurso terriblemente vulnerable? Prentice no será el último edificio que sea amenazado con ser demolido, por lo tanto ¿cuáles han sido las lecciones aprendidas? ¿qué recursos nos quedan para las siguientes batallas?
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