Resultados de búsqueda para la etiqueta [Bernard Maybeck ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Thu, 08 Feb 2024 20:12:26 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 California https://arquine.com/california/ Mon, 08 Feb 2016 03:17:18 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/california/ En 1960 Esther McCoy publicó Five California Architects, libro donde explora la vida y obra de Maybeck, Gill, los hermanos Greene y Schindler, y dibuja una genealogía —y una geopolítica— compleja que nos permiten entender de otro modo, por ejemplo, las modernísimas Case Study Houses.

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En 1960 Esther McCoy publicó Five California Architects. Un clásico, diría después Reyner Banham, y una excitante revelación, según Robert Venturi. Se trata de una especie de prehistoria de la arquitectura moderna de California que empieza con el trabajo de Bernard Maybeck y culmina con el de R.M. Schindler, pasando por Irving Gill y los hermanos Greene, que cuentan por dos, para sumar los cinco arquitectos del título. Neutra, contemporáneo de Schindler, no es incluido, aunque aparece en los reconocimientos, al igual que John Entenza, editor de Arts & Architecture, la revista que lanzó el programa de las Case Study Houses. Entenza de hecho escribe el prólogo al libro de McCoy y habla de esos cinco hombres como “recordados a medias, honrados ocasionalmente,” aunque “fuente reconocida, manantial que hizo posible contribuciones mayores al arte o ciencia de la arquitectura.”

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Bernard Ralph Maybeck nació el 7 de febrero de 1862 en Nueva York. “Cuando los arquitectos de vanguardia de Chicago llamaban a liberarse del pasado y eran campeones en el uso del nuevo y revolucionario esqueleto de acero,” dice McCoy, Maybeck estudiaba en “el bastión de la tradición académica:” la Escuela de Bellas Artes, en París. McCoy describe a Maybeck como “corto de estatura y genial por naturaleza, con un don para el drama: dramatizaba todo, desde el incidente más pequeño hasta el edificio más grande.” En 1892 Maybeck se instaló en Berkeley, California, donde además de tener su propia oficina daba clases de dibujo y geometría en la Universidad de California —donde fue maestro de Julia Morgan—, y arquitectura, de manera informal, en su casa. “Como moderno, era un ecléctico,” afirma McCoy y agrega que Myabeck afirmaba diseñar “para el hombre de la calle: a él es a quien hay que complacer, pues será él quien compre el edificio cuando el dueño lo venda.” De la arquitectura de Maybeck, McCoy destaca el uso de los materiales, “directo y artesanal, al mismo tiempo que sacaba ventaja de la tecnología” y la relación que establecía en su arquitectura doméstica entre interior y exterior.

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Sigue Irving Gill, que también nació en Nueva York unos años después que Maybeck, en 1870 y creció en Chicago, donde trabajó para Adler y Sullivan al mismo tiempo que Wright. Llegó a San Diego en 1893. El oeste le pareció, según cita McCoy, “una oportunidad sin paralelo en la historia del mundo: la más nueva página en blanco lista para escribirse.” Su arquitectura se depuró a partir de los estilos locales de California. “Debemos construir nuestras casas tan simples, sencillas y sustanciales como una roca —escribió en 1916—, y dejar la ornamentación a la naturaleza.” Algunos de sus edificios de principios del siglo XX tienen un aire a Adolf Loos. McCoy descarta cualquier influencia directa, por la época en que ambos construían. Califica a Gill como un constructor y, de paso, le toca una crítica a Loos: más un polemista que un arquitecto, según McCoy. ¿Cómo se recibió en San Diego la simplificación formal de Gill? McCoy dice que se calificó a sus edificios como “cajas de zapatos” pero, al mismo tiempo, había confianza en el arquitecto.

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Charles Summer Greene y Henry Mather Greene estudiaron en el MIT y empezaron a trabajar en Pasadena el mismo año que Gill llegó a San Diego. McCoy dice que eran unos “jóvenes eclécticos entrenados en los estilos clásicos” cuyo trabajo tomó también de los estilos populares. Estudiaron cómo usar la madera y otros materiales naturales y apreciaban la arquitectura japonesa tanto como la suiza.

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El libro cierra con Schindler, nacido en Viena en 1887. Se llamaba Rudolph Michael pero, según McCoy, el primer nombre no le gustaba y en su despacho todos lo llamaban R.M. Estudió en Viena, donde su compañero fue Richard Neutra y sus profesores Otto Wagner y Adolf Loos. Llegó a Chicago en 1914 y poco después entró a trabajar con Wright. En 1920, mientras Wright estaba en Tokio desarrollando el proyecto del Hotel Imperial, Schindler fue a Los Angeles a supervisar la construcción de la casa Barnsdall. Al terminarse esa casa, Schindler dejó la oficina de Wright pero no Los Angeles. McCoy dice que para Schindler los materiales e incluso la estructura eran incidentales. Lo cita escribiendo que “nuestro sentido de la percepción de la arquitectura no es la vista, sino el habitar: nuestra vida es su imagen.” McCoy también dice que, “como todos los pioneros de la arquitectura moderna, había algo en la personalidad de Schindler que fascinaba a sus clientes.”

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En su estudio sobre los pioneros de la arquitectura moderna en Califoria, McCoy describe, a partir de las vidas y obras de esos cinco arquitectos, un crisol donde se mezclaron el academicismo tradicional de la Escuela de Bellas Artes con la vanguardia que a fines del siglo XIX se cocinaba en Chicago —y que había ejercido ya clara influencia en Europa en el cambio entre el XIX y el XX— y una visión muy particular de la arquitectura vernácula, no sólo local, sino importada de Europa —algunos de estos arquitectos eran hijos de artesanos que habían inmigrado a mediados del XIX— e incluso desde Japón. McCoy dibujó así una genealogía —y una geopolítica— mucho más compleja para, por ejemplo, las modernísimas Case Study Houses —de nuevo, hay que recordar que su libro fue prologado por John Entenza—, donde la maison dom-ino de Le Corbusier o el acero y el vidrio de Mies, resultan ingredientes importantes pero de ninguna manera únicos en la evolución de aquella arquitectura californiana.

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Julia Morgan https://arquine.com/julia-morgan/ Thu, 21 Jan 2016 04:41:58 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/julia-morgan/ Nunca rechaces un trabajo porque pienses que es demasiado pequeño, no sabes hasta dónde puede llegar —Julia Morgan

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Un letrero: no trespassing. Una reja. Entre la bruma se ve a la distancia una colina que poco a poco se revela como una fortaleza con torres y cúpulas. Un par de monos y luego un par de góndolas venecianas y el reflejo de la fortaleza en el agua. Un puente. Una banca. Señales. Una única ventana iluminada lo lejos a la que nos acercamos. La luz se apaga. Ahora desde adentro vemos la misma ventana. Amanece. Está nevando, pero la nieve cae dentro de una esfera de vidrio que sostiene una mano. Unos labios y un bigote canoso. Rosebud. La mano suelta la esfera de vidrio que cae al suelo y rueda dos escalones hasta romperse. Entra una enfermera para darse cuenta de que Charles Foster Kane acaba de morir.

Así empieza Citizen Kane, la película de Orson Welles que para muchos críticos es la mejor de la historia. El personaje de Charles Foster Kane está basado en buena parte en William Randolph Hearst, el magnate dueño de periódicos. Si Kane vivía en Xanadu, su inmenso y excéntrico castillo en Florida, Hearst vivió en La Cuesta Encantada, una propiedad en San Simeon, California, a medio camino entre Los Angeles y San Francisco. Hearst heredó los más de mil kilómetros cuadrados de terreno de su madre, Phoebe Hearst. También heredó de su madre al arquitecto o, más bien, arquitecta: Julia Morgan.

Julia Morgan nació el 20 de enero de 1872 en San Francisco, California. Su padre, Charles Morgan, había viajado al oeste en 1867, como muchos, a buscar fortuna en las minas de oro. No tuvo suerte —a diferencia del padre de Hearst, que llegó a California en 1850 y logró hacer una fortuna considerable. En lo que sí tuvo suerte Charles Morgan fue al casarse con Eliza Parmelee, hija de un millonario de la costa este. Los Morgan tuvieron cinco hijos y, contrario a las costumbre de la época, decidieron procurar una buena educación para todos, mujeres incluidas. En la escuela, Julia destacó en matemáticas y en física. Durante algunas vacaciones, Julia visitaba a una prima suya que vivía en Nueva York y estaba casada con Pierre LeBrun, arquitecto, hijo del también arquitecto Napoleon LeBrun. Por Pierre, Julia empezó a interesarse en la arquitectura.

En 1890, Julia Morgan fue una de las pocas mujeres en entrar a estudiar en la Universidad de California en Berkeley, donde no se enseñaba arquitectura. En 1894, Julia fue la primera mujer que se recibió como ingeniera en esa universidad. Su profesor de dibujo y geometría fue Bernard Maybeck, diez años mayor que ella, quien había estudiado en la Escuela de Bellas Artes de París y fue uno de los arquitectos más reconocidos de California en los primeros años del siglo XX. Maybeck convenció a Julia de ir a estudiar a París. El problema era que la Ecole des Beaux Arts sólo admitía a treinta de los casi 400 que lo intentaban cada vez y limitaba el número de alumnos extranjeros. Algo más: no admitía mujeres. En 1897, Julia Morgan quedó en el lugar número 42 y no fue admitida. A los seis meses volvió a intentarlo, sin éxito. Otros seis meses y otro intento. Quedó en el lugar 13 y se convirtió así en la primera mujer en entrar a estudiar a Beaux Arts. En dos años terminó todos los cursos y recibió su diploma. De vuelta a California entró a trabajar con John Galen Howard, un arquitecto que había estudiado primero en el MIT y luego en Beaux Arts, antes de regresar a los Estados Unidos a trabajar para H.H.Richardson y, finalmente, abrir su oficina en California, donde trabajó en varios proyectos para Phoebe Hearst. Fue así que Phoebe conoció a Julia y le pidió a Howard que ésta se hiciera cargo de sus proyectos.

En 1904 Julia obtuvo la licencia para ejercer como arquitecta en el estado de California —también fue la primera mujer en lograrlo. En 1906, el incendio que siguió al terremoto de San Francisco destruyó toda su oficina, incluyendo su archivo. Pero algunos edificios que ella había construido usando concreto armado se mantuvieron en pie. La gente empezó a hablar más de la arquitecta Morgan. Le encargaron renovar el interior del Hotel Fairmont, que reabrió el 18 de abril de 1907, al año exacto del terremoto. En 1919 murió Phoebe Hearst y su hijo contrató a Julia Morgan para construir un bungalow en la colina que le había heredado. El proyecto fue creciendo y entre 1919y 1938 la arquitecta viajó cada fin de semana de San Francisco a San Simeon para supervisar el diseño y la construcción de lo que sería el Castillo Hearst, con sus 56 habitaciones y 61 baños. Al final serían más de ocho mil metros cuadrados de construcción.

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William Randolph Hearst murió el 14 de agosto de 1951, a los 88 años. Julia Morgan tenía 79. Cerró su oficina y, según Anna M. Lewis, se dedicó a viajar sola por el mundo. Murió a los 85 años el 2 de febrero de 1957. Lewis dice que Morgan “nunca iba a reuniones sociales ni buscaba llamar la atención sobre sí misma, no participaba en concursos, no escribía artículos ni dictaba conferencias y no escribió ningún tipo de memoria,” pero durante toda su carrera diseñó más de 700 edificios. También cuenta que decía “nunca rechaces un trabajo porque pienses que es demasiado pequeño, no sabes hasta dónde puede llegar.” Un bungalow puede terminar siendo un palacio de cincuenta y seis habitaciones.

Rosebud.

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