Resultados de búsqueda para la etiqueta [Azotea ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Thu, 16 May 2024 17:45:55 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 La quinta fachada, un lugar más para la vida https://arquine.com/la-quinta-fachada-un-lugar-mas-para-la-vida/ Thu, 16 May 2024 17:42:46 +0000 https://arquine.com/?p=90164 En 1629, hace 395 años, llovió durante 3 días seguidos en la Ciudad de México, que se inundó por los siguientes 5 años. Los sobrevivientes se movían en canoas y las ventanas se convirtieron en puertas. Muchas familias migraron, pero las que se quedaron convivieron con la inundación por más de media década. La ciudad […]

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En 1629, hace 395 años, llovió durante 3 días seguidos en la Ciudad de México, que se inundó por los siguientes 5 años. Los sobrevivientes se movían en canoas y las ventanas se convirtieron en puertas. Muchas familias migraron, pero las que se quedaron convivieron con la inundación por más de media década. La ciudad casi desapareció bajo el agua. Sin embargo, las misas y muchas otras actividades continuaron en las azoteas, por un tiempo. [1] 

Ciudad de México – México DF 2010 5003

Las azoteas son espacios verdaderamente multiusos porque no, no solamente se usan para secar la ropa en jaulas parceladas con candado. En la azotea de mi edificio, mientras cuelgo mi ropa, puedo encontrarme a mi vecina en algún lavadero bañando a su perro; he visto rituales de santería cubana; sesiones de fotos; clases de aerobics en la azotea contigua; niños escondiéndose para fumar; gente quemando papeles; y, durante la pandemia, yo, como otras muchas personas, intenté sembrar jitomates, perejil, jalapeño y albahaca en una de las jaulas que me pareció un invernadero en potencia. 

La azotea de los edificios es un espacio de todos y de nadie, es un espacio de esparcimiento. Pero no todo es alegría y sana convivencia, porque hay quien abusa del agua de lavaderos ajenos, hace rapiña de la ropa seca, acumular basura y heces de perros, hay incluso quien decide subarrendar los cuartos de servicio generando infraviviendas. La azotea, como todo espacio compartido —como lo es una cocina, o la ciudad misma— es un espacio de convivencia, sí, pero también de disputa de voluntades, de idiosincrasias dispares y necesidades cambiantes. 

El concepto de “la quinta fachada”, propuesto por Le Corbusier a mediados del siglo XX es, en mi opinión, una de las ideas más interesantes y olvidadas de este arquitecto. Consistía en diseñar las azoteas de los edificios de las ciudades para el uso y espaciamiento de los vecinos. Él hablaba de techos ajardinados. La cubierta de la Unidad Habitacional Marsella, por ejemplo, se diseñó como un espacio social que alojaba guardería infantil, gimnasio, solarium y, además, cumplía con espacios funcionales como chimeneas de ventilación y la caja del elevador. La quinta fachada ahora se ha convertido en el roof garden. Un espacio que, a pesar de su nombre, puede no estar ajardinado y que tiene restricciones de por medio. En muchos casos el roof garden de los edificios es de todos, pero es gestionado por una administración rigurosa. Eso quiere decir que, para usarse, debe ser reservado con antelación y así se evita la mezcla de actividades, el roce entre vecinos y cualquier convivencia no planificada. Los roof gardens son diferentes a las azoteas heredadas del funcionalismo, porque en ellos hay reglamentos, horarios, control e incluso podría haber vigilancia. En general, los departamentos que tienen acceso a un roof garden son más costosos que los departamentos que tienen acceso a una azotea con jaulas y, muchas veces, no es porque el roof ofrezca mayor felicidad ni mucho menos mayor disponibilidad, sino porque contratar un gobernante-administrador del condominio implica un costo por indiviso. 

Hoy, a estos espacios que se suponen compartidos, pero hiperadministrados se les llaman también amenities, así, en inglés, porque ahora los espacios los nombran y definen las áreas de ventas. Espacios “amenos”, destinados al goce y disfrute exclusivo de los habitantes del edificio. Pero la azotea, ese espacio que ganó la arquitectura moderna gracias a que las cubiertas pudieron ser utilizables con la llegada del concreto, se han hecho cada vez más privativas; hasta llegar a convertirse del todo en espacios exclusivos; así que, si la azotea es parte de la propiedad privada del habitante del último piso, entonces no es azotea, es: penthouse. 

Las azoteas virreinales, en las que se llevaron a cabo las misas durante La Gran Inundación de 1629, no eran placas de cemento liviano, sino techos pesados que contenían una capa gruesa de tierra vertida y apisonada sobre tabletas de madera llamadas tejamaniles, soportadas por un sistema de viguería apoyado en anchos muros bien cimentados. Y, en la parte superior, el acabado del techo podía ser de argamasa o ladrillo. [2] Esto las hacía resistentes, pero inhabitables, ni como solarium ni como terraza-jardín. 

 La palabra azotea viene del árabe suteih, y de sath (planicie, terraza). En la arquitectura árabe del norte de África, como en la arquitectura habitacional de Marruecos, se ocupaba este espacio de terraza o azotea para el descanso, el esparcimiento, para mirar la ciudad o contemplar el horizonte al atardecer. 

 El habitar humano en las ciudades densamente pobladas ha demostrado que las cubiertas de los edificios tienen infinidad de posibilidades que no se han pensado, diseñado ni planificado de manera suficiente; pero las azoteas colectivas constituyen un lugar de estancia y convivencia muy importante y, cada vez más, en peligro de extinción. 

 

Referencias 

[1] Richard Everett Boyer, La Gran Inundación, SepSetentas, México, traducción de Antonieta Sánchez Mejorada, 1975. 

[2] Enrique Tovar Esquivel, “Vivencias y convivencias en las azoteas de Ciudad de México”. en Relatos e historias en México, núm. 107, julio de 2017. 

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La azotea como personaje del cine mexicano https://arquine.com/la-azotea-como-personaje-del-cine-mexicano/ Fri, 19 Apr 2024 15:59:37 +0000 https://arquine.com/?p=89270 “Las azoteas en México tienen vida propia, ahí pasa de todo, vive la gente, suceden crímenes. Las azoteas aquí no son como las de ninguna parte del mundo”, decía Manuel Fontanals, escenógrafo de muchas de las películas más importantes del cine nacional de los años 40 hasta los 60. A juzgar por ciertos filmes que […]

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“Las azoteas en México tienen vida propia, ahí pasa de todo, vive la gente, suceden crímenes. Las azoteas aquí no son como las de ninguna parte del mundo”, decía Manuel Fontanals, escenógrafo de muchas de las películas más importantes del cine nacional de los años 40 hasta los 60. A juzgar por ciertos filmes que utilizan este espacio arquitectónico —y que, siguiendo a Fontanals, es un personaje en sí mismo—, se trata de una presencia y, sobre todo, un testigo de la intimidad de los hombres y mujeres que aparecen en pantalla. Con sus tanques de gas, lavaderos, jaulas para tender la ropa, trebejos y cachivaches, la azotea es un lugar para huir del mundo. Quizá por eso niños y adolescentes se esconden, juegan e inventan historias ahí, lejos de los adultos. Antes de que la arquitectura y el comercio la disfrazaran como rooftop, la azotea ya era una zona cinematográfica única que permitía satisfacer la pulsión escópica: observar la ciudad con vista panorámica, mirar sin ser visto, apreciar más allá de lo que permite nuestra estatura.

En las películas de Roberto Gavaldón, por ejemplo, la azotea no sólo es escenario sino cómplice de los personajes. La protagonista de La otra (1946), que trabaja como manicurista en un salón contiguo al Hotel Regis, vive en un cuarto de azotea. “Qué misteriosa sensación mirar la ciudad desde arriba. Atrás de cada luz, en cada casa, existe un intenso mundo del cual ignoramos los sufrimientos y las miserias”, dice María (interpretada por Dolores del Río), filmada de espaldas, mientras observa el paisaje gris de edificios apretados que parecen exhalar fumarolas industriales. La azotea de María, reflejo del pesimismo que ennegrece sus intenciones, fue diseñada por Gunther Gerzso quien, antes de dedicarse por entero a pintar, tuvo una carrera como escenógrafo. En la secrecía de la azotea, María planea y ejecuta el asesinato de su hermana gemela.

En otra película de Gavaldón, Días de otoño (1963), Luisa (Pina Pellicer), cansada de que la espíen las vecinas chismosas, se muda a un cuarto de azotea. Luisa protege su libertad en ese sitio que Gavaldón emplaza y filma en un edificio cerca de la esquina de Bucareli y Reforma, desde donde se ve el edificio El Moro, sede de la Lotería Nacional, y también anuncios de Coca Cola y Carta Blanca. En esa ocasión, Gavaldón colaboró con Fontanals para mostrar, por medio del espacio arquitectónico y la dirección de arte, el vaivén entre ficción y realidad que experimenta Luisa, bamboleo que también puede abreviarse en su intensa pero solitaria vida en su cuarto, donde cumple sus obligaciones como esposa y madre imaginarias.

Entre tendederos y jaulas se confiesan las mujeres de El cumpleaños del perro (1974), la segunda película de Jaime Humberto Hermosillo. Mientras sus esposos permanecen en el departamento, Gloria y Silvia (Lina Montes y Diana Bracho, respectivamente) platican y se sinceran en la azotea. Más que una desilusión, para Gloria el matrimonio es un chasco; para Silvia, recién casada, es un inicio. Hermosillo usa de manera metafórica la distinción entre el arriba (la azotea) y el abajo (el departamento) para sugerir las relaciones entre los personajes. La secuencia de la azotea, además, es el motivo de la elipsis que sostiene la película: es decir, lo que sucedió entre los hombres, mientras esperaban a sus esposas, queda vedado al espectador, que deriva en el asesinato de Silvia y la relación homosexual entre ellos.

Por su parte, Arturo Ripstein, fascinado con espacios arquitectónicos como los patios y los pasillos de las vecindades, desarrolla en un plano secuencia el encuentro furtivo de Clara e Israel (Delia Casanova y Alonso Echánove), la pareja de Mentiras piadosas (1989). Acostados entre macetas y envases vacíos de refrescos, él le pregunta “por qué no quiere coger allá abajo, hasta en las lluvias quieres acá arriba”. Ella asegura que el amigo de Israel los espía, así que la azotea es el lugar ideal para esconderse, aunque termine “toda tiznada”. Por esta película, Juan José Urbino, a cargo del diseño de producción, ganó un reconocimiento en el Festival de Cine de Bogotá.

Fotograma de “Los días francos” (2021), de Ulises Pérez Mancilla.

En la Perfume de violetas (2001), película de Marisa Sistach, este espacio arquitectónico, ya desprovisto de cualquier tipo de poesía visual, austero y accidentado, aparece varias veces para apostillar las relaciones de Yessica (Ximena Ayala), una estudiante de secundaria, con su madre. Mientras la chica friega en el lavadero de la azotea, la madre aparece para reclamar por qué se sigue orinando en la cama. Más reciente es el caso de Los días francos (2021), película de Ulises Pérez Mancilla sobre Amanda Suárez (Stephanie Salas), una actriz de escaso talento que tampoco ha tenido suerte para desarrollarse profesionalmente. Madre de un hijo, Amanda está desempleada, pero no quita el dedo del renglón. Aludiendo al título de la película, uno de sus amigos le aconseja que ponga los pies en la tierra, que ya deje de soñar y se haga responsable de su hijo. Luego de tender la ropa, se dan un abrazo fraternal que se recorta en el cielo chilango; como un respiro, la azotea es un espacio amplio en una situación que parece un callejón sin salida.

Como personaje, la azotea está presente en el cine como lugar alejado de la casa o el departamento, una zona para ocultarse o ser libre, un sitio de encuentros y desencuentros, también un espacio para darle rienda suelta a los deseos. Si es un testigo, habría que preguntarle a la azotea qué revela de quienes la ocupan. Como colofón, una escena para la eternidad: Antonietta y Gabriele (interpretados por Sophia Loren y Marcello Mastroianni) tendiendo la ropa en la azotea del Palazzo Federici (Roma, Italia); ella, un ama de casa harta y olvidada por su familia; él, un homosexual errante. Solos, pero acompañados en Un día muy especial (1977, Ettore Scola).

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Toledo Rooftop https://arquine.com/obra/toledo-rooftop/ Fri, 16 Aug 2019 15:00:43 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/obra/toledo-rooftop/ Toledo Rooftop reintroduce el espíritu del aire libre a una ciudad bulliciosa que necesita desesperadamente convertir sus techos en espacios verdes habitables.

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Toledo Rooftop es un brote de naturaleza en el corazón de la Ciudad de México. Cada espacio ofrece una experiencia de vistas de la ciudad, cercanía a vegetación y comodidad. Las enredaderas suben y envuelven columnas, diferentes especies de pastos se mecen tranquilamente y una brisa carga el delicado aroma de la lavanda.

El Rooftop está contenido por jardineras de tabique que bloquean vistas indeseadas con vegetación endémica silvestre. Tres olivos enfatizan puntos focales clave. Las pérgolas de madera y carrizo difuminan los límites entre el interior y el exterior.

Cuerpos de agua en movimiento generan un ambiente fresco y relajado. La paleta de materiales construye un espacio que envejecerá con dignidad. El acero oxidado, madera de pino, tabique, talavera, concreto pulido, carrizo y palma seca, crean una conversación con el ocre y verde camaleón de los muros y muebles artesanales. Toledo Rooftop reintroduce el espíritu del aire libre a una ciudad bulliciosa que necesita desesperadamente convertir sus techos en espacios verdes habitables.

 

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Habitar la azotea https://arquine.com/obra/habitar-la-azotea/ Wed, 27 Mar 2019 16:00:09 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/obra/habitar-la-azotea/ Ocupar la azotea de esta manera es una operación que implica cierto grado de riesgo.

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Ocupar la azotea de esta manera es una operación que implica cierto grado de riesgo.

Es un desafío constructivo y legal.

Consiste en establecer un programa que genera determinadas funciones culturales y nuevos valores de uso, pero explorando en las periferias de un edificio.

Ubicar un espacio al límite de las condiciones, más que una cuestión técnica, en realidad es un problema social, y una forma de denuncia.

Estar sobre una cubierta es una manera de cuestionar la falta de territorios comunes y de espacios más autónomos y libres en nuestras ciudades.

Es una paradoja que Caracas o Madrid están repletos de lotes vacíos, edificios e infraestructuras sin uso, cuando justamente los espacios que representan verdaderas oportunidades de transformar la ciudad no están disponibles para estos procesos, sencillamente porque son objeto de especulación del suelo, están previstos para intereses inmobiliarios privados, no existen políticas de socialización de la ciudad, o todas.

Este es el principal problema que enfrenta la intervención.

Habitar la azotea es un proyecto de construcción de un discurso de política urbana, a partir de la acción de conquistar un espacio -con materiales y herramientas-.

El injerto permite dotar el techo, acogiendo una grada para habitar y próximos dispositivos de eficiencia energética, sobre las instalaciones del Instituto Do It Yourself, una nave a la mitad de un condominio industrial donde coexisten talleres y obreros de la comunidad de Vallecas.

 

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