Resultados de búsqueda para la etiqueta [arquitectura virreinal ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Fri, 08 Jul 2022 07:36:05 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 Maní: Los Xiu labran su continuidad en el paisaje https://arquine.com/mani-los-xiu-labran-su-continuidad-en-el-paisaje/ Fri, 26 Nov 2021 03:23:19 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/mani-los-xiu-labran-su-continuidad-en-el-paisaje/ En Maní, ubicada a unos 90km de Mérida, capital del Estado de Yucatán, se encuentra el más antiguo conjunto conventual del Estado que se conserve. A diferencia de otros conjuntos conventuales en nuestro país, aquí el espacio conventual se ubica al norte del templo, y no al sur, como es común. En la fachada principal sobresale con mayor jerarquía la capilla abierta.

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27 años ha, la carretera nos mostraba a Maricarmen y a mí un paisaje llano, donde las nubes corrían a velocidad crucero y podíamos ver, dada la planicie, los puntos en el paisaje donde éstas habían decidido precipitarse hacia el suelo para realizar el ritual de Chak alimentando de humedad a la tierra.

En las poblaciones y pequeñas ciudades de la península de Yucatán —llevábamos recorridos ya varios en el actual estado de Campeche y no menos en el que recibe su nombre de la península— la tipología conservaba la esencia definida durante el Virreinato y el período decimonónico del México Independiente: al centro, la plaza pública rodeada de edificaciones cuyo lenguaje arquitectónico refiere a una expresión ibérica, y hacia el exterior, en todas las orientaciones de la rigurosa retícula renacentista, los lotes que aún conservaban, en su mayoría, la maravillosa arquitectura de planta elíptica y construcción de bajareque, que desde el preclásico define la tipología habitacional maya. Dentro de la composición de la plaza, la presencia de los peculiares palacios municipales producidos en su mayoría en el siglo XIX, y la presencia del templo Franciscano originalmente erigido en el XVI o principios del XVII. Éste último podría estar acompañado o no de una casa conventual.

Tocaba el turno a la ciudad de Maní, ubicada a unos 90km de Mérida, capital del estado.

La información, tomada del catálogo de monumentos religiosos del Estado de Yucatán, era bastante escueta, pero nos daba a entender que encontraríamos un conjunto conventual Franciscano, el más antiguo de los existentes en el Estado —para la península, más antiguo sería el de Campeche, y en el Caso de Mérida, cuyo conjunto sería de mayor envergadura y antigüedad que el aquí narrado, se descarta en la actualidad por haber desaparecido, Izamal es posterior— lo cual tras lo ya visto, levantaba expectativas importantes.

Nos internamos hacia el centro de la población desde el poniente, ya que veníamos de haber visitado Ticul y Dzán. El camino nos forzaba a girar ya llegando al centro, hacia el norte, de manera que llegamos tangentes a la plataforma que delimita el Atrio, y se nos develó la imponente masa edificada, mientras la bochornosa tarde jugaba a la luz y la sombra siguiendo el ritmo del paso de las nubes.

A diferencia de otros conjuntos conventuales visitados en nuestro país, aquí el espacio conventual se ubica al norte del templo, y no al sur, como es común. La fachada del templo no deja de expresar, a pesar de su gran austeridad, su origen posterior, a inicios del XVIII, con las dos espadañas coronando el extremo de su silueta, y la composición axial de la portada que remata en la imagen de San Miguel Arcángel, al cual está consagrado, resultante de una necesaria expansión para albergar una mayor cantidad de fieles, a raíz del crecimiento demográfico que tiene la población para ese entonces. De mayor complejidad es sin embargo, la lectura del resto del conjunto. 

Leyendo la fachada de sur a norte desde el templo, lo que sigue es el portal de peregrinos, que se percibe incompleto con dos arcos, de los cinco originales que incluirían parte de la fachada del templo antes de ser expandido. Por encima de estos arcos, una logia que habría jugado al tresbolillo con los arcos de abajo, se ve restringida a solo dos vanos en arco y luego una ventana que parece posterior dadas sus dimensiones y su forma. Siguiendo al norte, vendrá probablemente el evento compositivo de mayor jerarquía: la capilla abierta.

Este gran arco matiza y cambia la escala de todo el conjunto, rompe la jerarquía de la portada del templo cubierto con su gran oquedad y se manifiesta a partir de ella, como el negativo. Habrá que hacer un juego imaginativo para plantear cómo sería esta lectura, de haberse mantenido intacta la cinta del conjunto, derivada de la imaginación creativa de su autor, Fray Juan de Mérida.

Al interior, el claustro se expresa con una masividad rotunda, en una arcada perimetral densa y pesada hacia el patio, mientras que deambulatorios, celdas y espacios comunes, anunciaban el desgaste que el clima y el tiempo producen cuando paulatinamente, el mantenimiento del inmueble va decayendo ante las transformaciones sociales, políticas y económicas. Y digo anunciaban, ya que, durante la primera década de este siglo, se realizó una restauración profunda de toda la edificación, sólo que yo, tristemente, no he podido retornar a este peculiar punto de la península para actualizar mis fotografías.

Durante años me pregunté ¿qué llevó a los Franciscanos a realizar una obra de tal dimensión en este lugar específico? Izamal tenía, como ya he relatado en otro escrito, un destino de peregrinación que lo hacía focal, pero ¿y Maní?

Pues bien, en un interesante relato de Indalecio Cardeña Vázquez que encontré hace poco navegando en busca de información al respecto, resulta que los Xiu, la familia hegemónica de Uxmal a finales del clásico decidió migrar hacia este punto cuando en el siglo X comenzó el declive de su ciudad. La decisión al tiempo resultó acertada, tomando en cuenta que, para el siglo XIV de nuestra era, Uxmal ya estaba totalmente deshabitada. Así, en su nueva región, esta familia había conseguido si bien no construir una urbe de las dimensiones e importancia de la anterior, si al menos un punto significativo de intercambio comercial.

Aguantaron el período de dominación Mexica y, cuando vieron la caída del imperio que dominaba desde la Cuenca de México, pactaron alianza con el ejército español con el fin de apoyar en la conquista de la Península Yucateca y mantener su influencia sobre la región.  Así es como la familia y Maní, recibirían un trato privilegiado, y al edificarse el convento franciscano aquí narrado, aportarían también en mano de obra y recursos.

Los Xiu, con su cosmovisión construida por ciclos, participaron en la construcción del edificio, sobreponiéndose al nefasto Auto de Fe realizado en un momento dado por Fray Diego de Landa (en el que destruyó una gran cantidad de documentos y obras de arte prehispánicas) que terminó convirtiéndose en un centro de desarrollo cultural en el cual se recuperaron y preservaron importantes memorias de la cultura maya, escritas en el idioma original, pero utilizando ya los caracteres del alfabeto latino, de entre esas memorias destacan algunos de los textos pertenecientes al Chilam Balam. Cardeña Vázquez narra que para el siglo XIX, el convento de San Miguel Arcángel era un colegio que generaba conocimientos en maya, latín y español.

¿Y luego? La auto colonización impuesta por las ideologías provenientes desde el Gobierno Federal del México ya independiente, terminó fraccionando poco a poco la península, y Maní, como otras muchas poblaciones, cayó en un símil narrativo a Macondo en Cien años de Soledad. 

De momento, denominado ya como pueblo mágico, la población y el monumento que es ya parte de la memoria paisajística del sitio, esperan con paciencia que los ciclos de la vida permitan a nuestra inmadura percepción de un universo sistémico, abrir la puerta de la valoración multicultural, proyectándoles nuevamente como centro de construcción del conocimiento. 

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Metztitlán: El convento y la vega https://arquine.com/metztitlan-el-convento-y-la-vega/ Fri, 25 Jun 2021 14:30:57 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/metztitlan-el-convento-y-la-vega/ Justo donde la geografía de la vega ondula, cambiando su rumbo que corre de sur este a noroeste para abrirse y ensancharse hacia el poniente, hasta la laguna, en una meseta que domina el paisaje se recorta la geometría del convento agustino de los Santos Reyes.

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Los cerros ondulan, incrustándose unos entre otros, reflejando los pliegues inacabables que millones de años de transformaciones geológicas han provocado sobre el territorio, como si se tratara de la superficie de un papel arrugado. Al fondo, donde las faldas de la orografía tocan con la superficie de la planicie, resalta el contraste. La aridez resquebrajante del paisaje se torna de súbito en verdes campos cultivados. La erosión con la que el tiempo desgastó la superficie montañosa hasta convertirla en un paraje yermo, es la misma culpable de haber depositado toda la riqueza de los minerales que nutren la vida de las plantas, junto con la humedad del río venados: es la vega de Meztitlán.

Justo donde la geografía de la vega ondula, cambiando su rumbo que corre de sur este a noroeste para abrirse y ensancharse hacia el poniente, hasta la laguna, en una meseta que domina el paisaje se recorta la geometría del convento agustino de los Santos Reyes.

Hay que llegar por entre las calles del pueblo, que van reptando hacia arriba buscando la pendiente menos empinada, y entonces una rampa contenida por un muro almenado asciende hasta el gran atrio. Al penetrarlo, la prismática fachada del templo, con una bella y muy finamente tallada portada plateresca, recibe rematada por una espadaña la escala del paisaje que le apunta. Y a los lados de la masa que forma su nave, se desarrolla a la izquierda el conjunto de arcos que organizan el espacio de la capilla abierta, a la derecha, el monumental convento.

El agustino Fray Juan de Sevilla es quien inaugura la primera fundación en 1537, pero el conjunto actual no viene a culminarse hasta 1569, ya bajo la advocación de “Los Santos Reyes”. Su peculiar orientación, atípica ya que la nave del templo corre de sur a norte, desde la portada hasta el ábside, en lugar del tradicional oriente-poniente que domina en la mayoría de las construcciones católicas del Virreinato de la Nueva España, probablemente se deba a que la topografía del cerro y la perspectiva absorbente del paisaje convencieron a sus constructores de que, a veces, es válido romper la regla para hacer honor a la obra de dios. Así, al salir del templo, desde el atrio, la vista se fuga por la vega, entre los cerros y el cielo.

El conjunto de la capilla abierta está acotado por una arquería que subdivide el enorme atrio, generando uno más pequeño y adecuado a la escala del espacio cuya sencillez geométrica consta de un arco rebajado y una pequeña bóveda de cañón, armando un nicho decorado con esgrafitos que el tiempo ha ido borrando. Hacia el poniente, un muro forma la barda del huerto y éste, remata con otra pequeña capilla de época posterior. Hacia el oriente, otro nicho muy similar a la capilla abierta, pero de dimensiones ligeramente más pequeñas, forma una secuela reiterativa en escuadra con tres elementos más, que componen una especie de serliana, recargada sobre el muro del templo principal haciendo una transición de escala que invita a quedarse a dibujar y analizar.

Por otra parte, el convento se compone con un volumen remetido algunos metros del paño de la fachada del templo principal, abriendo la planta baja con la arquería del portal de peregrinos para desarrollar posteriormente una volumetría casi ciega. Todo se vierte a los claustros interiores.

Los deambulatorios del claustro principal, como suele suceder, manejan dos escalas: una publica de gran altura en el claustro bajo, y otra de escala más privada en el claustro alto, pero lo más peculiar, es la disposición de los vanos en las cuatro fachadas de este espacio: Cuatro grandes arcos de medio punto, arman el pórtico de planta baja, mientras que seis arcos mucho más pequeños y masivos, acotan el primer nivel. Nuevamente se juega a partir de la geometría, con el simbolismo, la numerología y la escala.

Los pasillos de los deambulatorios bajos y altos están consolidados por bóvedas de cañón corrido, donde aún sobreviven los esgrafitos originales, mientras que las esquinas se rematan con bóvedas de nervadura. En el claustro alto cada deambulatorio remana en estas peculiares ventanas cuya forma incluye el asiento que permitiría al fraile la contemplación o la lectura, dependiendo de la hora del día. Cada una de las ventanas, es un marco al paisaje.

Constantemente amenazado por una falla geológica, el convento de los Santos Reyes en Metztitlán, contempla en su categoría de patrimonio construido el sobrecogedor paisaje, también patrimonial, de la vega.

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