Resultados de búsqueda para la etiqueta [arquitectura vernácula ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Wed, 15 May 2024 16:32:06 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 Saberes al borde. Materialidades para habitar el río Medellín https://arquine.com/saberes-al-borde-materialidades-para-habitar-el-rio-medellin/ Wed, 15 May 2024 15:51:58 +0000 https://arquine.com/?p=90124 Construir al borde de la precariedad constituye saberes valiosos que se vuelven ilegítimos en la medida en que existe un poder que así lo dicta. Son conocimientos que evidencian su capacidad de captar las múltiples agencias que existen en el lugar, y de ponerlas a trabajar a su favor con el más mínimo gesto de intervención.

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Todo cuanto tiembla en el borde es nacimiento.
Piedad Bonnett 

 

Son las siete de la mañana, la luz ha aclarado el cielo desde hace más de una hora, pero el sol recién se eleva más allá de las sinuosas laderas. Entre sus paredes y pliegues, y detrás de sus cúspides, miles de escamas anaranjadas se superponen y amontonan. Para quien recién llega a esta ciudad, su imagen está impregnada de una sensación de falta de espacio. 

Aunque es domingo, y el metro elevado está casi vacío —infraestructura habituada a cuerpos comprimidos para el tránsito productivo—, elijo estar de pie en uno de sus tantos vagones. Miro, desde una de sus ventanas, el transcurrir casi recto del río Medellín, que acompaña mi camino inicialmente por oriente —hasta desaparecer—, y que brota —tras una extensa curvatura— en el lado opuesto al comienzo de mi viaje. Es justo en este punto, cuadras antes de llegar a la estación Industriales, que lleva este nombre en “honor” a las principales fábricas que, durante muchos años, han vertido sobre la ciudad y este río: venenos, contaminación y desigualdad, que se hacen más visibles otros habitantes, no ya de las lejanas laderas, sino en los bordes próximos que confinan hoy el río de la ciudad. 

El Aburrá, antiguo nombre del río Medellín, en su paso por la lógica productiva materializada, fue recti-ficado, es decir, obligado a perder sus meandros —curvas que retrasan el transcurrir de su caudal— a mediados del siglo pasado. En el pasar de sus intervenciones, se crearon taludes a base de placas de concreto, y en su parte superior prosiguió su geometría por medio de vegetación, que hoy en día componen, de forma naturalizada, el paisaje de esta ciudad. Sobre, entre y cerca de estos taludes, los habitantes en situación de calle, o en este sentido, en situación del río, construyen sus provisionales moradas. 

A diferencia de los discursos hegemónicos, que actúan con violencia sobre estos cuerpos que tienen conocimientos y prácticas situadas —y sin negar los riesgos inminentes de habitar los márgenes de un río fuertemente contaminado e impredecible en sus crecientes hasta el desborde—, esta pequeña reflexión quiere reivindicar, visibilizar y valorar los saberes constructivos y la capacidad de lectura del territorio para el emplazamiento y construcción de sus habitáculos, que les permiten permanecer y sobre-vivir en este espacio. Como se verá a continuación, se trata no sólo de una respuesta precaria, sino de saberes éticos, dignos de ser aprendidos y reproducidos, en lugar de ser sufrir menosprecio y verse eliminados violentamente. 

 

Saberes vernáculos contemporáneos: la naturaleza de la basura 

En 1967, Lina Bo Bardi presentó, en la muestra Moderno: Diseño para la vida cotidiana en Brasil, México y Venezuela, 1940-1978, una silla que habría diseñado y construido, mientras esperaba la llegada de un autobús a pie de carretera. Lina señaló que habría aprovechado toda la experiencia popular, vernácula, del noreste brasileño para llegar a este simple y hoy icónico diseño. [1] En él utilizó, de la forma más simple posible, lo que encontró a la mano, como cuerdas y maderas, y las reunió mediante métodos y lógicas constructivas simples. 

¿Qué diferencia podríamos decir que existe entre este gesto de Bo Bardi y todos aquellos otros acontecimientos creativos que día a día surgen como respuesta a una necesidad? Me atrevería a contestar que ninguno. Salvo la visibilidad que se le otorgan a ciertos personajes y discursos por sobre otros, a veces, de manera muy tardía, como en el caso de Bo Bardi. Día a día, en la clandestinidad, y bajo la más humilde de las respuestas, las personas solucionan sus necesidades y facilitan su lugar de vida, por vía de la infinidad de materialidades diseñadas por sí mismos, construidas con lo que cuentan a su alrededor, sin el más mínimo de los reconocimientos. 

Para el Consejo Nocturno, una de las muchas características que definen a una construcción vernácula, sería esta. La de retomar los materiales más próximos y hacer con ellos una “prolongación del entorno, no su refrenamiento o dominación”. [2] Pues bien, la primera propuesta de este texto es que las personas que habitan el borde del río Medellín hacen arquitecturas vernáculas. Mas no en el sentido clásico de la exclusiva utilización de materiales “naturales”, como lo harían los animales, según Pallasmaa: 

Las culturas tradicionales, con sus arquitecturas vernáculas, emplean los mismos materiales naturales que los animales —como fibras vegetales, hojas, ramas, arcilla, barro, excrementos de animales o nieve— y están obligados a trabajar estos materiales de acuerdo con sus propiedades físicas. [3] 

Se sabe, sin embargo, que los pájaros contemporáneos adaptan a sus nidos tapas plásticas, envolturas y telas que encuentran por la calle. No podría reprochársele al animal de perder su capacidad de saber construir de forma armónica por la utilización de estos materiales. Sin embargo, sería más común negar que una arquitectura vernácula pueda estar hecha a base de basura. A menos, claro, que entendamos esos otros materiales como parte de la naturaleza del espacio social. En estricto sentido, cualquier material natural, incluido árbol o tierra, ha pasado ya por un proceso de transformación metabólica por otros cuerpos, como le expresa Bruno Latour al redefinir la naturaleza: “Las formas de vida tienen consecuencias, su metabolismo deja un montón de residuos, unos residuos que son utilizados por otras formas de vida,” [4] es decir: no existe lugar y materia prístina, no existe naturaleza inmaculada, todo ha sido ya modificado con anterioridad. 

Para la finalidad de ese ensayo, hablaré de la basura (los desechos inservibles de unos), como un material natural para otros, dado que es una materia prima encontrada en el territorio y utilizado a su favor, y que cumple además con otra de las características fundamentales de una buena arquitectura vernácula: “la energía invertida —para su producción— es baja.” [5] Es decir, definiré los materiales utilizados por los habitantes del río Medellín como naturales. Basura para el sistema dominante de consumo y desecho, pero materia prima para quienes están al borde de esta lógica, como el pájaro que usa la tapa plástica en su nido sin tener que fabricarla. 

 

 

Métodos a (la) mano. Saberes del sustento

En Animales arquitectos, Pallasmaa hace hincapié en todos los métodos y destrezas que los animales utilizan para construir sus propias moradas. Con pocas herramientas, y en la mayoría de los casos, con sus propios cuerpos, los animales excavan, esculpen, moldean, apilan, enrollan, pliegan, hilan, tejen y cosen. Sin máquinas ni combustibles, agrupan la materia dispersa y la vuelven estable y habitable. 

Diagrama: Saberes al borde

 

Movilizado por este metro, observo, a lo largo de 5 kilómetros —que van desde la estación Industriales hasta la estación Ayurá—, la forma en que seres humanos habitan y se adaptan a su entorno. Hay quienes reposan, como quien encuentra una cueva en su camino, los desemboques principales, hechos a base de concreto, mientras estos posean poco o nulo caudal. En el duro calor del mediodía, este el refugio más fresco ante el inclemente sol. Pero también hay lugares modificados, donde se ha excavado, moldeado y apisonado la tierra para dar espacio a sus casas. Entre árboles —dado que saben que las raíces sostienen la tierra—, y arriba de los desemboques —puesto que saben que estabilizan la resistencia del piso—, los humanos generan un hueco y en él extienden plásticos, tensan lonas, pliegan y doblan telas, las hilan, apilan tablones, cartones y plásticos. Para mantener la tensión y mínima amplitud al interior, hacen contrapesos con llantas y botes llenos de tierra o piedras, y usan troncos a modo de contrafuertes a las orillas. Ponen a trabajar al unísono a múltiples materiales que han podido recolectar a su alrededor. Algunos, cargados desde los barrios aledaños hasta el sitio, y otros que, como me cuenta uno de sus habitantes, “son traídos por el propio río.” [6] 

Con sus diseños abren y cierran su morada al exterior con solo plegar una de las lonas hacia el techo. Saben aprovechar los lazos tensados hacia los árboles para tender su ropa, o utilizan las planchas de concreto inclinadas para ponerlas a secar al sol. Tienen y guardan pertenencias: bicicletas, colchones, cobijas, utensilios con los que cocinan, herramientas con las que mantienen y reparan su frágil hogar. Acumulan plásticos, cartones y metales para venderlos más tarde. Algunos pocos cultivan sus alimentos (papayos o maíz) y usan incluso espejos como sistemas de vigilancia. Tienen sus costumbres, ordenan a su manera el lugar, tienen una morada, un reducto para intentar descansar.  

Cambiar(nos) las formas de vida 

A veces, para justificar sus desplazamientos y desarraigos, o generar narrativas contra los ya de por sí desfavorecidos, los medios de comunicación hablan de personas que generan “zonas peligrosas” [7] o equiparan su aparición, cada día más cotidiana entre las calles, como la de las “plagas”. Eliminan la palabra casa, hogar o morada, y en su lugar nombran a sus lugares como cambuches, [8] palabra local que define lugares poco fiables e improvisados. Sí, están hechos de materialidades menos uniformes en la absurda estética citadina, y menos fuertes y durables, según las normas que dictan hoy cómo vivir, mas no por ello son menos significativas e importantes para sus moradores. Son saberes pertinentes para un mundo de derroche y sobreproducción absurda. Una vida al borde, no sólo de un río contaminado, sino del sistema hegemónico que nos dirige. 

En su libro Fantasma de la vida moderna, el filósofo Luis Arenas propone engendrar contra la idea dominante de las firmitas, un espacio frágil, definido como un espacio “fluido, flexible, amable. [que] Como los fluidos, adoptará la forma de lo que lo contiene. Escuchará atento y en silencio las necesidades de su entorno y de sus habitantes.”[9] 

Creo que, sin entrar en mayor detalle, podríamos consensuar que estas moradas se asemejan en gran medida a la descripción que el filósofo propone. Con esto no quiero que se interprete que su precariedad deba ser romantizada, puesto que son las propias prácticas del sistema —extractivas, acumulativas y de competencia, y por tanto de expoliación y expulsión a quien no puede cumplirlas—, las que obligan a estos moradores a vivir al borde de un río. Es la propia desigualdad la que genera estas otras formas de vida. Sin embargo, no podemos, por sobre esa evidente disparidad, in-visibilizar las energías, materias y conocimientos vertidos en la construcción y mantenimiento de su propio hogar. Antes bien, es pertinente observarlas y aprender de ellas. Son saberes valiosos que se vuelven ilegítimos en la medida en que existe un poder que así lo dicta. Conocimientos que evidencian su capacidad de captar las múltiples agencias que existen en el lugar, y de ponerlas a trabajar a su favor con el más mínimo gesto de intervención. Se trata de aprender a entender y respetar sus saberes y costumbres, y de ejercitar una capacidad de ver en las diferencias una potencia para transformar —no bajo la idea colonialista— sólo su vida, sino la nuestra. 

 

Referencias 

[1] Instituto Bardi / Casa de Vidro, A cadeira beira de estrada é um projeto de Lina Bo Bardi que junta materiais simples e características do trabalho da arquiteta, post disponible en Facebook, 30 de junio de 2014. 

[2] Consejo Nocturno, Un habitar más fuerte que la metrópoli, Pepitas de calabaza, España, 2018, p. 106. 

[3] Juhani Pallasmaa, Animales arquitectos, Gustavo Gilli, España, 2021, p. 31. 

[4] CCCB, “Natura, Bruno Latour i Gerard Ortín Castellví. Un vocabulari per al futur”, video disponible en YouTube,13 de octubre de 2020. 

[5] Juhani Pallasmaa, op. cit., p. 16. 

[6] En una de las breves y pocas entrevistas que pude realizar, ya que los habitantes están inmersos en una comprensible desconfianza, a uno de los habitantes —que ha preferido no divulgar su nombre—, al preguntarle de dónde consigue los materiales para construir su lugar, le consta esta situación al preguntarle de dónde consigue los materiales para construir su lugar. 

[7] Redacción, “La ciudadela al borde del río Medellín”, Alerta Bogotá, 14 de enero de 2015. Alerta Bogotá. Recuperado de https://www.alertabogota.com/noticias/local/habitantes-de-la-calle-crearon-una-ciudadela-al-borde-del-rio-medellin. 

[8] Santiago Olivares Tobón, “En más de 30 sitios en Medellín, habitantes de calle levantaron sus cambuches”, El Colombiano , 8 de octubre de 2022. Recuperado. 

[9] Luis Arenas, Fantasma de la vida moderna, Trotta, España, 2011, p. 216. 

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Repensar la cueva. Conversación con Kabage Karanja https://arquine.com/repensar-la-cueva-conversacion-con-kabage-karanja/ Wed, 24 May 2023 15:10:45 +0000 https://arquine.com/?p=78918 Para cave_bureau, participantes en la 18ª Muestra Internacional de Arquitectura de la Bienal de Venecia, La cueva, como espacio físico y como metáfora, es una provocación para poner a prueba los límites de la arquitectura contemporánea.

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Cave_bureau es un grupo de arquitectos e investigadores que exploran las posibilidades de la arquitectura y el urbanismo dentro de la naturaleza. Fundado en 2014 por Kabage Karanja y Stella Mutegi, afirman que su trabajo se centra en el contexto antropológico y geológico de la ciudad africana como un medio para confrontar la complejidad contemporánea de lo urbano y lo rural. “La cueva, como espacio físico y como metáfora, es una provocación para poner a prueba los límites de la arquitectura contemporánea. Invita a nuevas ideas sobre cómo la arquitectura puede adaptarse a un futuro más centrado en la comunidad, ecológicamente sensible y bajo en carbono.” Sus investigaciones y propuestas son parte de una decodificación más amplia de las condiciones pre y poscoloniales de la ciudad, exploradas a través del dibujo, la narración, la construcción y eventos performativos de resistencia.

Al preguntarle sobre las razones para encausar su práctica a esa combinación entre investigación y propuesta, Kabage Karanja nos dice que “parte de la emoción pero también de la decepción con una arquitectura más convencional. En muchos aspectos, el resultado de esa arquitectura es un mero producto que genera una gran destrucción no sólo de los ambientes y los ecosistemas —lo que pareciera algo inherente a la producción de los materiales que se necesitan para construir—  sino también de las comunidades que son afectadas por la naturaleza misma de la disciplina.” Y agrega:

Una de las cosas que decidimos cuando empezamos el estudio es que nunca íbamos a obviar la potencia de la teoría, o bien, que no tendría que funcionar como una capa más de nuestra práctica. La teoría y la práctica están profundamente relacionadas, sobre todo cuando nos aproximamos a asuntos tan fuertes como el Antropoceno: el hecho de que nuestra mera presencia humana esté puesta en duda.

 

Su trabajo también busca desmantelar críticamente la división que, desde el norte global y desde el centro de la profesión se ha establecido entre una arquitectura considerada como paradigma de lo que la disciplina es, y la arquitectura llamada vernácula: “lo vernáculo —dice Karanja— siempre ha sido percibido como un subproducto del sur global, o lo más que puede producir y diseñar y ofrecer. No evitamos hablar de lo vernáculo, pero más bien es un modo de narrar y de leer los modos indígenas de hacer edificios y de habitarlos. El efecto de este término es encasillar y localizar una práctica que, redundantemente, se enfoca en el sur global, lo que genera que existan marcadores muy específicos de cómo debe verse lo vernáculo.”

Lee el resto de esta conversación en el número 104 de la revista Arquine, a la venta a partir de junio.

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Escuela Indígena Senú https://arquine.com/obra/escuela-indigena-senu/ Sun, 19 Mar 2023 12:00:05 +0000 https://arquine.com/?post_type=obra&p=76709 El  Departamento de Antioquia realizó la escuela de la Comunidad Indígena Senú. En ese sentido, las premisas de diseño validadas con la comunidad fueron geometrías rectangulares, cubiertas a dos aguas elevadas y separadas de los muros, piso a nivel de terreno, tejidos con geometrías características de la etnia Senú y un sistema modular adaptable, entre otros.  

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Aprovechando la madera de los bosques de las centrales hidroeléctricas de EPM, y a través de una  metodología de diseño participativo desarrollado con los habitantes resguardo indígena del  Departamento de Antioquia obtuvo un resultado con el cual los pobladores se sienten identificados, respondiendo tanto a la visión ancestral como al proceso de adaptación de la cultura a la  contemporaneidad. Como consecuencia del taller de imaginarios con la comunidad, se obtuvieron unas premisas de diseño que para los arquitectos fueron una guía de diseño durante el desarrollo del proyecto. 

Taller de imaginarios para Escuela Indígena Senú

Bajo la misma metodología de la Escuela Embera, se realizó la escuela de la Comunidad Indígena Senú. En ese  sentido, las premisas de diseño validadas con la comunidad fueron geometrías rectangulares, cubiertas a dos aguas elevadas y separadas de los muros, piso a nivel de terreno, tejidos con geometrías características de la etnia Senú y un sistema modular adaptable, entre otros.  

De acuerdo a lo anterior, en las escuelas para la comunidad Indígena Senú, lo primordial era generar a partir  de una nave rectangular un espacio adaptable a diferentes usos tales como el salón de clases y los espacios  de servicio. Adicionalmente, y debido a que estos resguardos se ubican en zonas de clima cálido húmedo y tropical, la cubierta se plantea en cerchas “separándose” del envolvente de los cerramientos para generar un espacio de libre circulación de aire y ventilación, y los cerramientos se plantean con diferentes texturas y aperturas dependiendo de la necesidad de ventilación para cada espacio.

Tanto la tipología de la Escuela Embera como de la Escuela Senú, obedecen a premisas formales muy  distintas. Sin embargo, se enfatiza en la metodología de trabajo con la comunidad a partir de talleres de  imaginarios para llegar al diseño arquitectónico final. De una manera participativa y activa entre comunidades  y diseñadores, los talleres conjuntos permiten unas identificación clara de necesidades y expectativas, donde  el resultado logra enaltecer de manera particular cada etnia indígena, mejorando su calidad de vida a través de la forma y el espacio.

“Un bosque generoso que entrega su madera para dar calidad de vida. Unas manos solidarias que suman voluntades para contribuir a la armonía de la vida. Unas familias vulnerables que conservan la esperanza y las ganas de soñar. Una promesa cumplida por una empresa respetuosa, responsable y comprometida Un nuevo paisaje para proteger. Un pueblo para fortalecer y acrecentar. Una alegría que se asoma a los labios en forma de agradecimiento, de sonrisa y de confianza en el futuro de un mundo mejor.”

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Participación y representacion https://arquine.com/participacion-y-representacion/ Fri, 10 Mar 2023 03:23:39 +0000 https://arquine.com/?p=76401 ¿A partir de qué posiciones participamos con el otro? ¿Buscamos formar parte de lenguajes y técnicas que son completamente ajenas a las nuestras, o simplemente  estamos representando en nuestro propio discurso los saberes de quienes se encuentran al margen de las disciplinas?

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Toda representación mediante imágenes es violencia. 

El libro de las imágenes, Jean Luc-Godard

 

¿A partir de qué posiciones participamos con el otro, con “las minorías”?  ¿Buscamos formar parte de lenguajes y técnicas que son completamente ajenas a las nuestras, o simplemente  estamos representando en nuestro propio discurso los saberes de quienes se encuentran al margen de las disciplinas? Pareciera que la formación institucional en algún ámbito no puede evitar el entendimiento de su propia área del conocimiento a partir de categorías binarias entre lo “tradicional” y lo “objetivo”; entre un método construido de manera comunitaria y un método aprobado de manera colegiada por profesionistas, académicos, escuelas, laboratorios, etc. En el ámbito filológico, por ejemplo, se tiene una distinción todavía arraigada entre la literatura oral y todo texto impreso que se encuentra entre una portada y una contraportada. Negar la existencia de lo primero es una práctica que se remonta a tiempos de la Colonia: después de la Conquista, los poderes de la metrópoli española llegaron a afirmar que los pueblos de México no se habían historizado a sí mismos (es decir, no habían organizado sus genealogías, sus actividades bélicas y sus calendarios) por el simple hecho de que no escribían de manera alfabética. Y las posturas contrarias surgen de agentes externos a quienes conforman la llamada “tradición oral” de la literatura mexicana; es decir, quienes buscan representar, con sus propias herramientas, expresiones que rebasan los límites de la caja de texto.

Existen otras formas de escritura. Además del papel, se pueden nombrar otras superficies donde los otros aparecen meramente como una representación codificada por tecnologías que son ajenas a sus entornos en distintos niveles, desde los epistémicos hasta los meramente instrumentales.   En su ensayo “Black Vernacular: Architecture as Cultural Practice“, la teórica feminista bell hooks se preguntó por qué el diseño de vivienda para las comunidades afrodescendientes responde más a las necesidades inmediatas que a imaginar un ejercicio formal más atrevido que la escueta disposición modular de un conjunto habitacional. hooks está hablando de una posibilidad de belleza en entornos que han sido calificados como “periféricos” para denunciar que el potencial estético de los edificios se ha relacionado con el privilegio de clase, al grado de que ambos elementos han resultado ser consustanciales. La exuberancia es sinónimo de acumulación capitalista. La crítica de la autora recae en los arquitectos que no reconocen que aquellas comunidades quieren habitar sitios donde su creatividad pueda ser estimulada ya que, en principio, no reconocen que la población negra de Estados Unidos sea capaz de apreciar un proyecto que privilegie el diseño. Para hooks, el diálogo entre quien considera que está actuando en una situación de emergencia y quien tendría que poder tomar decisiones sobre su propio hogar es inexistente. Este texto fue publicado en 1995, un momento en el que ya existían ejemplos y teorías sobre el diseño participativo. Más que revisar las pruebas y los errores de esta modalidad de la disciplina, quisiera esbozar algunas preguntas sobre lo que piensa la arquitectura en el momento en el que trabaja para y con poblaciones que requieren infraestructuras dignas y, sobre todo, cuestionar la imagen que trazan de estas comunidades a través de sus propias técnicas de representación. Si para hooks, parte de aquella dignidad que podría formar parte de la vivienda social también tendría que contemplar la “belleza” de un espacio doméstico, entonces, ¿hasta qué punto las dinámicas y las preferencias de las comunidades a las que ella se refiere son insertadas en los planes de diseño? ¿Estamos ante un caso similar al de la escritura precolombina, a la cual le fueron impuestas otras estrategias de representación que la volvían legible para los ojos de quienes ocuparon una posición de poder?

“Tradicionalmente, el objetivo de la observación participante ha sido detectar las situaciones en que se expresan y generan los universos culturales y sociales en su compleja articulación y variedad”, dice Rosana Guber en su libro La etnografía. Método, campo y reflexividad. Como campo del conocimiento, a decir de la antropóloga, la etnografía ha ejercido desde siempre la participación (de la cual la arquitectura ha retomado algunos criterios para desarrollar sus propios métodos que involucran a las comunidades donde se encuentran sus proyectos), aunque los criterios a seguir por el etnógrafo presentan problemas. Dice Guber: “La aplicación de esta técnica, o mejor dicho, conceptualizar actividades tan disímiles como ‘una técnica’ para obtener información supone que la presencia (la percepción y la experiencia directas) ante los hechos de la vida cotidiana de la población garantiza la confiabilidad de los datos recogidos y el aprendizaje de los sentidos que subyacen a dichas actividades”. Es decir, se da por sentado que la mera llegada de un agente externo, el cual considera que cuenta con técnicas para aproximarse a fenómenos culturales, como puede ser la arquitectura, garantiza que las vidas de las comunidades serán aprehendidas porque serán observadas a través de una metodología. Esto ya presupone una separación entre quien va a representar, mediante imágenes o palabras, organizaciones que se encuentran fuera de otras perspectivas que cuentan con legitimaciones políticas o sociales. 

Ante esto, indica Guber, surge una disyuntiva en los términos bajo los cuales se planteará la representación de los fenómenos observados: la objetividad positivista o el subjetivismo. Ambos son puntos de vista del etnógrafo, que bien pueden moldearse con formatos que pueden construirse en términos neutrales (el cuaderno de notas del antropólogo que sitúa la investigación fuera de la sociedad a la que mira o la participación estructurada con la que el investigador busca incidir hasta cierto punto en la estructura de la comunidad) pero que no por eso dejan de operar como aproximaciones donde “alguien está observando o participando” para después reportar los resultados de sus estudios en las instituciones que generan líneas de investigación, o bien, algún tipo de producto académico. “La observación y la participación suministran perspectivas diferentes sobre la misma realidad, aunque estas diferencias sean más analíticas que reales”. Después, Guber precisa: “ni el investigador puede ser ‘uno más’ entre los nativos, ni su presencia puede ser tan externa como para no afectar en modo alguno al escenario y sus protagonistas”. Para Guber, de hecho es el investigador quien debe asumir su otredad, si es que no pertenece a la comunidad en la que trabaja,  para que no pierda de vista aquel punto ciego entre la comunidad y el análisis que se está realizando; entre sus estrategias de representación y las formas de vida que éstas aspiran a captar. La misma idea de “metodología participativa” activa cuestionamientos respecto a las perspectivas que plantean los investigadores. El etnomusicólogo Timothy Rice, en su artículo “Towards a Mediation of Field Methods and Field Experience in Ethnomusicology” señala que “la palabra ‘método” implica una teoría preexistente y una preocupación de encontrar los elementos suficientes que nos permitan verificar la verdad que alberga aquella teoría”, por lo que la experiencia del etnógrafo, en realidad, ya está mediada por aquello que busca acotar bajo un marco teórico: un borde que obtiene una serie de datos que sostienen la viabilidad de alguna forma de trabajo específico, como la participación. 

La noción, propuesta por etnógrafos y antropólogos, de “un punto de vista”, es mucho más amplia que la de la formación de una perspectiva o la toma de una postura, ya que esto tiene su propia dimensión física: alguien está mirando a las comunidades y, por ende, las interpreta. Si, como se mencionaba, un marco teórico funciona como una suerte de encuadre de un entorno específico, ¿qué es lo que queda afuera de esta representación? Como plantea Sara Ahmed en Fenomenología queer: orientaciones, objetos, otros, la orientación de quien observa y traza de alguna forma su imagen del mundo (un espectro que abarca desde las cartografías coloniales hasta los diagramas axonométricos) produce realidades sociales y corporales que limitan o potencian el movimiento de quienes habitan ciertos espacios. Para Ahmed, las orientaciones de la mirada activan maneras bajo las que el diseño puede funcionar, aunque resulta importante considerar que quien mira suele hacerlo desde una posición de poder, por lo que la presencia de “las minorías” puede quedar detrás de quien está decidiendo cómo se producen los espacios. Pero, ¿es posible que quien está a cargo de representar los sitios que habitamos pueda incluir a la ciudadanía que, además de utilizar las infraestructuras, buscará apropiárselas de alguna manera? ¿Hasta qué punto están participando los colectivos en proyectos que pretenden incluir no sólo sus necesidades, sino también sus vivencias?

¿Qué pasa cuando la arquitectura, al igual que en muchos casos la etnografía, decide guiarse a través de la catalogación y recopila una serie de técnicas constructivas a las que nombra como “tradicionales” o “comunitarias” para después establecer metodologías de trabajo que hacen más legibles esas formas de construir mediante tecnologías de representación, como las secciones y los alzados, o en tecnologías instrumentales con las que se pretenden “mejorar” aspectos que van desde la estructura hasta el acabado de un proyecto realizado de manera participativa?  ¿No aparece ahí una distinción entre los saberes comunitarios y el saber disciplinar? O bien, ¿bajo qué pautas debemos leer las fotografías donde aparecen las comunidades que están construyendo tal o cual tipología, sobre todo si entendemos que esa construcción ocurrió bajo las indicaciones de un arquitecto y que, además, esas comunidades aparecen sólo en función de la narrativa de un proyecto? Incluso, ¿cómo añadimos a estas representaciones las de la tradición de la modernidad mexicana que documentó  pueblos y comunidades “indígenas” sólo para entender en qué contextos se emplazarían obras que “civilizarían” aquellos parajes donde era necesario instalar infraestructuras? Y, en un contexto más amplio, ¿qué consecuencias tiene que los arquitectos aboguen que la arquitectura se encargue de “la gestión social” del hábitat porque, como disciplina, debe responder a las urgencias contemporáneas? ¿Quién o qué les legó esa obligación? ¿Esto no implica un riesgo de que quienes ejerzan la arquitectura social, en vez de asumirse los otros en los contextos en los que trabajan, se vuelvan los guardianes de cómo se puede construir en colectivo y cómo las comunidades pueden tomar decisiones sobre sus entornos construidos?

Ahmed plantea que la mirada tiene efectos paradójicos: muchas veces, lo que queda “detrás” de un encuadre en realidad es lo que estamos mirando de frente, con el afán de entenderlo y estudiarlo. La otredad se vuelve una serie de datos que se utilizan para afirmar un área del conocimiento. La lingüista mixe Yásnaya Aguilar ha dicho, con ironía, que hay antropólogos que se enfadan cuando la comunidad no los deja entrar a sus asambleas porque, para ella, no todas las dinámicas de su pueblo son potenciales de ser analizadas, sobre todo cuando el investigador se encuentra en una comunidad viva. Cuando los pueblos tienen una agencia sobre sus propias decisiones, siempre habrá algo que escapará a los parámetros del investigador y que, seguramente, será reflejado de manera errónea en sus estrategias de representación. Esta condición podría extrapolarse al arquitecto. “La representación de la diferencia no debe ser leída apresuradamente como el reflejo de rasgos étnicos o culturales ya dados en las tablas fijas de la tradición”, dice Homi K. Bhabha en El lugar de la cultura. “La articulación social de la diferencia, desde la perspectiva de la minoría, es una compleja negociación en marcha que busca autorizar los híbridos culturales que emergen en momentos de transformación histórica”. Estos híbridos es cuando las comunidades deciden insertar sus propios signos de escritura (o de construcción) en las lógicas del alfabeto y de la arquitectura legitimada, en lugar de ser rasgos que definen un proyecto. Por supuesto, no se está afirmando que las prácticas participativas en la arquitectura deban censurarse y desaparecer. Pero, si la etnografía se ha cuestionado sus propios métodos (que, hay que decirlo, tienen un origen colonial) y ha ajustado sus propios sistemas, aún cuando muchas de sus elaboraciones estén impulsadas por un compromiso político, tal vez los arquitectos que deciden diseñar de manera participativa puedan hacer el mismo ejercicio de introspección rigurosa. Asimismo, sigue quedando abierto el cuestionamiento hecho por bell hooks: ¿la belleza no tiene cabida en la producción social del hábitat, en proyectos que se dirijan a las periferias? ¿Qué espacio tiene la obra del arquitecto y albañil andino Freddy Mamani, cuyos edificios albergan una exuberancia que  ha representado a una parte de la sociedad indígena boliviana? 

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Programa Aldeas https://arquine.com/obra/programa-aldeas/ Mon, 06 Feb 2023 21:10:23 +0000 https://arquine.com/?post_type=obra&p=75017 El programa ALDEAS, fundado hace casi 10 años en Colombia, pretende aprovechar la madera que cumple su periodo de maduración como un recurso renovable, y que, puede ser utilizada en proyectos de vivienda de interés social, escuelas, viveros, centros comunitarios, aulas ambientales, entre otros.  

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El programa ALDEAS, fundado hace más de 12 años, pretende aprovechar la madera que cumple su periodo de maduración (aprox.  5.000 ha de plantaciones disponibles) como un recurso renovable que se encuentra alrededor de los embalses propios, y que, puede ser utilizada en proyectos de vivienda de interés social, escuelas, viveros, centros comunitarios, aulas ambientales, entre otros.  

Durante los primeros años de esta iniciativa, se dio especial atención a viviendas de interés social en los Municipios del Departamento de Antioquia (Colombia). En los últimos años el programa se ha concentrado mucho más en el desarrollo de escuelas rurales ubicadas en resguardos indígenas, considerando que existe un vasto territorio que históricamente ha estado poblado por diferentes grupos indígenas con diversas características étnicas y culturales. Hasta el momento, se han construido 13 escuelas indígenas para la cultura Senú y Embera en diferentes municipios del Departamento de Antioquia.  

De acuerdo con esto, y adicionalmente a la disponibilidad del material de madera, el reto también consiste en resaltar y fortalecer la identidad de cada comunidad mediante la investigación de la etnia, identificando sus hábitos, costumbres y principales rasgos. La implementación de un diseño desarrollado a partir de talleres de imaginarios con los habitantes de cada resguardo indígena, es decir, de manera participativa, se convierte en una herramienta primordial para obtener un resultado con el cual los pobladores se sienten identificados y que responde tanto a la visión ancestral como al proceso de adaptación de la cultura a la contemporaneidad. 

A través de una metodología de diseño participativo desarrollado con los habitantes de cada resguardo indígena, se obtiene un resultado con el cual los pobladores se sienten identificados, respondiendo tanto a la visión ancestral como al proceso de adaptación de la cultura a la contemporaneidad. Como resultado del taller de imaginarios con la comunidad, se obtienen unas premisas de diseño que son para los arquitectos, una guía de diseño durante el desarrollo del proyecto. 

Específicamente para la comunidad Indígena Emberá, las edificaciones se componen de tres niveles: el espacio palafítico que separa el suelo y el nivel habitable, el espacio para los animales (Deakadebema) y el espacio habitable para las personas (el Debema). Finalmente el espacio cónico de la cubierta (el Iterebema), es el espacio para los alimentos. Los vanos abiertos de fachada se aprovechan para que la misma comunidad, a través de tejidos, incorporen la imagen gráfica de su cultura.  

A partir de la forma aparentemente circular de dos módulos de 12 y 16 lados respectivamente formando un “tambo”, se genera en uno de los módulos que funge el papel de espacio central para las clases académicas. En el segundo modulo se tiene un espacio central para restaurante. Siguiendo con esta metodología se han desarrollado otros proyectos de infraestructura comunitaria como viviendas indígenas, escuelas indígenas Senú, lugares de encuentros las cuales obedecen a premisas formales diferentes, pero que buscan principalmente enaltecer la cultura de las comunidades y hacerlas participes en su desarrollo. 

Gracias a esta iniciativa EPM (Empresas Públicas de Medellín) ha logrado tener presencia en 36 municipios del Departamento de Antioquia buscando el desarrollo equitativo y sostenible de los territorios contribuyendo al mejoramiento de vida de sus habitantes. 

Sobre EPM (Empresas Públicas de Medellín)
Empresa de servicios públicos que presta los servicios de Generación y distribución de energía, acueducto y alcantarillado de agua, gas, entre otros en Colombia y algunos países en Latinoamérica, posee 10 de los 23 embalses de generación de energía en Colombia, con un total de aprox.  74.000 hectáreas de extensión del territorio. Para el cuidado de los cuerpos de agua de los embalses y sus cuencas hídricas, EPM a través de programas ambientales y sociales, realiza la siembra y cuidado de plantaciones de árboles maderables, obteniendo más de 20.000 toneladas de madera anuales. En ese sentido, se identifica una gran oportunidad para el aprovechamiento de esta madera, y utilizarse en proyectos de ámbito social y comunitarios en las áreas de influencia donde EPM tiene presencia.  

Contacto: uo5026@epm.com.co

Algunos datos importantes son:
Más de 2.000 viviendas campesinas y 18 viviendas indígenas
13 escuelas indígenas
5 viveros
36 municipios intervenidos
Mas de 105.000 m2 construidos
Más de 10.300 personas beneficiadas

 

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Fábrica Textil Al Naseej https://arquine.com/obra/fabrica-textil-al-naseej/ Fri, 29 Jul 2022 15:00:58 +0000 https://arquine.com/?post_type=obra&p=66338 A la sombra de una estructura ligera, los tejedores de Bahrein cavan un agujero en el suelo para que quepan sus piernas.

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A la sombra de una estructura Arish ligera, los tejedores de Bahrein cavan un agujero en el suelo para que quepan sus piernas. Con esta simple acción, el suelo se transformaba en una mesa interminable para tensar los alambres necesarios para su delicado trabajo. Arish es una técnica de construcción tradicional que utiliza las hojas secas de las palmeras datileras  tejiéndolas en una superficie resistente. Como tal, tanto el tejido como la arquitectura que protege a los artesanos se tejieron en el lugar.

Al Naseej Factory es una instalación de tejido textil y un espacio social para los artesanos locales de Bani Jamrah. El proyecto forma parte de un esfuerzo más amplio de la Autoridad de Cultura y Antigüedades de Bahrein destinado a redefinir y revitalizar la artesanía y las industrias tradicionales de la ciudad.

Una malla apretada de columnas y vigas de madera se aplica al sitio como un principio organizador y una referencia a las plantaciones de palmeras datileras del norte de la isla regadas por una red compleja de canales de agua. El edificio resulta es una elevación de calle cuadriculada baja y tranquila que se extiende por todo el límite del sitio. Sólo las palmeras atraviesan el techo horizontal.

Sin embargo, internamente, la estructura gana figuración derivada de los pozos subterráneos en los que se sientan los tejedores mientras operan el telar de madera. Con este fin, los espacios tanto para la producción de tapices y tejidos como para el intercambio social se definen a través de una serie de excavaciones precisas por debajo del nivel del piso terminado del edificio. Se colocan palmeras datileras, estanques y fuentes en todo el interior del proyecto para romper aún más la rigidez de la estructura cuadriculada. La estructura es a la vez un jardín y un edificio, abierto pero protegido. Las funciones específicas encerradas únicamente por paneles de vidrio se disuelven en el jardín sombreado.

Compuesto de materiales disponibles regionalmente, la construcción del edificio celebra las tradiciones artesanales y de construcción locales. La estructura sombreada, la vegetación, la red de agua y las áreas para descansar crean un jardín refrescante para los habitantes del pueblo; una arquitectura tejida.

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Equinoccio y la búsqueda del balance https://arquine.com/equinoccio-y-la-busqueda-del-balance/ Thu, 24 Mar 2022 16:34:57 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/equinoccio-y-la-busqueda-del-balance/ El reciente Pritzker a Francis Kéré, nos lleva a pensar, también, en aquellas personas anónimas o no, que en su propia cuenca cultural, han seguido el derrotero de configurar espacios que ponen por delante en su construcción las expectativas de quienes habitan el sitio, las cualidades de los recursos locales, y la colaboración colectiva, a las ínfulas de reconocimiento individual, de la superlatividad del “arte” sobre la artesanía, y del negocio sobre el servicio.

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Mientras que el continuo movimiento nos acerca ahora al equinoccio, donde el día y la noche encontraran el balance exacto en la duración de sus horas, antes de emprender carrera hacia la primavera, en el hemisferio norte, y el otoño en el sur, el mes de marzo abre con dos momentos peculiares: El recordatorio de lo que es un día sin mujeres, que realizan diversas organizaciones e instituciones, entre ellas la IBERO, el noveno día del mes citado, y la noticia que hoy se reproduce sin parar en el mundo de la Arquitectura: el reconocimiento que la familia Pritzker otorga cada año a un practicante de dicha profesión. En esta ocasión, el refrescante anuncio del galardonado, originario de Burkina Faso, fue Diébédo Francis Kéré.

El que me sume yo a las múltiples manifestaciones de celebración por este reconocimiento, está totalmente vinculado con este segmento de reflexiones, donde hemos hablado del espacio que habitamos, tratando de abordar desde la naturaleza misma como origen cognitivo de la producción del espacio, y cómo su proceso evolutivo configura y adapta el diseño de las especies a su entorno, hasta reflexiones sobre la arquitectura mediatizadas, “main stream”, “star sistem” o como se les quiera llamar. Hemos hecho el esfuerzo de tocar el conocimiento ancestral que produce la arquitectura anónima de diversas cuencas culturales, abrir la perspectiva hacia la que producen otras especies animales y vegetales, enfatizando el verbo habitar por encima del usar.

En ese sentido, hoy aprovecho al galardonado Kéré, no para mostrar su obra, ya que como saben quiénes han seguido este segmento desde sus inicios, mi regla es presentar fotografías propias y, tristemente, no he tenido la oportunidad de viajar al continente africano para registrar las edificaciones de Kéré, sólo las he podido estudiar bibliográficamente. A cambio de ello, compartiré algunas imágenes de heroínas y héroes (porque considero a la forma de hacer arquitectura de Kéré heróica) anónimos o no, que en su propia cuenca cultural, han seguido el derrotero de configurar espacios que ponen por delante en su construcción las expectativas de quienes habitan el sitio, las cualidades de los recursos locales, y la colaboración colectiva, a las ínfulas de reconocimiento individual, de la superlatividad del “arte” sobre la artesanía, y del negocio sobre el servicio.

En un momento en que nuestro planeta reclama una búsqueda urgente hacia el balance ofreciendo alternativas de coexistencia a la impuesta por una ideología que ha depredado el gran ecosistema global, discriminado otras formas de conocimiento, desplazado el binomio de opuestos complementarios hacia un solo género, y objetivizado a todas las demás especies vivas para utilizarlas como recurso; es hora de que aquellas y aquellos que nos dedicamos a la formación, demos un paso contundente y crítico, saliendo del flujo principal del sistema, de su burocracia estática, de su conformismo autoritario y de su trivialización a partir de la acumulación de bienes materiales, para ofrecer otras opciones, con otras prácticas, con otras bibliografías, con otras dinámicas pedagógicas, con otras formas de entender la palabra vida.

A continuación, comparto una pequeña reflexión sobre cada una de las imágenes presentadas.

 

UNIVERSIDAD DE LA TIERRA, San Cristóbal de las Casas, Chiapas, México. El concepto de esta comunidad de formación superior, parte de la enseñanza desde los saberes y costumbres derivadas de los pueblos originarios, en este caso los Tzotziles, pero no se limita a una sola visión cultural. Los procesos formativos se estructuran en los tiempos y formas en que las comunidades pueden realizarlos, por lo que no tiene un “plan de estudios” ni obedece a períodos académicos oficiales. Los saberes se construyen como sus edificios (ejemplo de la imagen) compartiendo conocimientos que son propios de las comunidades participantes, con aquellos transmitidos por talleristas provenientes de todas partes del mundo. Tristemente, al atentar contra el modelo “oficial” de educación nacional, no es reconocido por la Secretaría correspondiente.

 

UNIVERSIDAD DEL MEDIO AMBIENTE, Acatitlán, Estado de México. El arquitecto Oscar Hagerman, cuya trayectoria profesional se ha destacado por el trabajo con pueblos originarios, tanto desde la visibilización de sus saberes hasta la integración de conocimiento compartido con ellos, especialmente en los procesos de generación arquitectónica, aporta junto con un equipo multi y transdisciplinario, los edificios para este concepto formativo. La Universidad del Medio Ambiente, combina la enseñanza dirigida a conceptos regenerativos de cómo habitar, con la acción directa en la generación de procesos de producción sustentable construidos junto con la comunidad campesina de Acatitlán.

 

CEMENTERIO, San Mateo del Mar, Oaxaca, México. Las mujeres y los hombres de este pueblo originario, los Ikoots como ellos se denominan en su propia lengua, han construido a partir de sus saberes, formados por siglos cohabitando en un territorio de alta complejidad, un espacio particularmente bello y estructurado para el descanso eterno. En él las mujeres descansan en un lado del cementerio, mientras que los hombres en el otro, manteniendo un balance entre los opuestos complementarios humanos, y el resto de la naturaleza. La posición zonal de unos y otros no es casual: Está relacionada con el diálogo que desde la muerte se tiene con el viento del norte (predominante en la región del Istmo de Tehuantepec) con el mar vivo (el pacífico al sur) y el mar muerto (las lagunas al norte) el día y la noche (los ejes oriente, y poniente) Cada familia decide y construye la expresión arquitectónica de la pequeña casa que da entrada a la tumba.

 

CASA PARTICULAR, Altos de Meléndez, Cali, Colombia. En este barrio popular de los andes caleños, encontramos varias expresiones surgidas de la auto construcción. En particular esta bella casa, construida por la familia bajo la dirección de la mujer cuya jefatura les mantiene cohesionados, combinando creativamente materiales locales como el bambú, con otros recuperados del desecho que la industria constructiva de la ciudad genera. El programa es metabólico, no predefinido, y altamente complejo, pues resuelve actividades de convivencia, intimidad, cobijo y producción. La imagen congela en el tiempo algo que en realidad, está en constante transformación.

 

VIVIENDA, Guadalupe, Cáceres, España. Los saberes tradicionales, tan denigrados por el imaginativo industrial, muchas veces nos permiten entender que el espacio construido suele trascender a la generación que lo inicia. Nos muestran los procesos y tecnologías constructivas de un momento, y la esperanza de trascendencia desde el conocimiento de generaciones predecesoras. Una simple casa es todo eso y más. Piedra, ladrillo, madera, se combinan sistémicamente para dar escala y proporción al muro que divide el espacio íntimo de la calle. No hay un individuo creativo, artista único, es un fenómeno colectivo.

 

LA CASONA, Castañera, Asturias, España. Esta casa campesina, edificada por mi bisabuelo cerca de la Villa de Nava, de donde surge mi apellido paterno, combina piedra, adobe, madera, teja, mortero, en un sistema cuyo programa también es complejo y metabólico y, donde el espacio que habita el animal doméstico, si bien se diferencia funcionalmente de aquel que habita la familia humana, forma sin embargo parte de la composición integral del volumen. El concepto rural de cohabitar con otras especies ha ido cediendo a la prepotencia urbana del control y desplazamiento.

 

CASA DE MADERA, Chiconcuautla, Puebla, México. La sierra norte provee el material principal, los habitantes saben tratarla y ensamblarla. El programa vuelve a ser complejo: Habitaciones para las personas, para los animales, el desván aprovechando el tejado para almacenar. La escala, la proporción, obedece al material, la composición de la fachada, a la sensibilidad del quien construye. En la comunidad, siempre hay alguien que sabe más de algo, y se comparten los saberes entre los maestros.

 

LA CASA DE BETO. Tlapacoyan, Veracruz, México. Beto cuida y mantiene el campamento. Ahí, ha aprendido a manejar el bambú, a partir del trabajo con los Arquitectos Raúl de Villafranca y Eduardo Beristain. En su sensibilidad propia, extiende la vivienda familiar construida con block de concreto, con una sombra provocada por un pórtico de bambú y lámina, que captura la brisa dominante y la introduce al interior de la casa, al mismo tiempo que genera una refrescante sombra y un espacio de estar.

 

AULA EXPERIMENTAL. San Mateo del Mar, Oaxaca. Entre las diversas actuaciones de apoyo, trabajando con la comunidad de San Mateo del Mar, tras los sismos del 2017, encontramos en una de las visitas esta bella construcción de bambú y palma, para un aula experimental. Desgraciadamente no he podido encontrar registro del equipo que trajo este conocimiento, lo que sí puedo constatar, gracias al dialogo con los habitantes locales, es que al igual que hizo el equipo del ITESO, esta construcción no solo es un elemento donado, sirvió como base para enseñar alternativas a los conocimientos constructivos de la tradición Ikoots. En la mayoría de las ocasiones, lo verdaderamente valioso es el aprendizaje del proceso, no solo el resultado final, que inevitablemente es cambiante conforme se va usando, y evolutivo.

 

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bell hooks, arquitectura y la práctica de lo vernáculo https://arquine.com/bell-hooks-arquitectura-y-la-practica-de-lo-vernaculo/ Thu, 16 Dec 2021 15:49:51 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/bell-hooks-arquitectura-y-la-practica-de-lo-vernaculo/ "Desafortunadamente, la gente pobre ha sido socializada por los medios de comunicación y la política del consumismo para verse a sí misma como carente de "gusto y estilo" cuando se trata de cuestiones de arquitectura y estética, por lo que renuncia a su capacidad de imaginar y crear."

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Escritora y académica, bell hooks (1952-2021) fue una de las voces que dio forma a la interseccionalidad, categoría fundamental para la historia del feminismo. Haciendo una generalización amplísima, el feminismo interseccional discute cómo una diversidad de estructuras interviene en la marginalización violenta de algunas poblaciones, tales como la racialización y la clase. Estas ideas fueron expresadas tanto en ensayos políticos como de crítica de arte, en los que atendió a disciplinas como el cine, la literatura o la arquitectura. En estos textos, diseccionó cómo estas formas de representación acentúan las desigualdades entre una población mayoritariamente blanca y la ciudadanía racializada. Si en su producción más enfocada en el feminismo demostró que, más que el cuerpo, es un entramado de sistemas lo que define quiénes tienen acceso a las agendas políticas por los derechos humanos, para la autora, el arte también perpetúa los mismos patrones de la discriminación sistémica, incluso dentro de una expresión que durante mucho tiempo se ha tomado como meramente funcional y neutra como lo ha sido la arquitectura. 

En “Black Vernacular: Architecture as Cultural Practice”, contenido en el libro Art on My Mind. Visual Politics, hooks narra que, en una clase de arte impartida en su secundaria, se le pidió al grupo diseñar la casa de sus sueños. Recuerda que en ese momento no consideró que en su dibujo estaba tomando una serie de decisiones políticas. Se trataba de un ejercicio de imaginación donde el diseño se subordinaba únicamente al deseo, a todo aquello que ella consideraba un exceso imaginativo. Sin embargo, ¿qué implica un ejercicio de esta naturaleza? hooks reflexiona que, si se les hubiera solicitado pensar de manera crítica en los espacios que habitaban sus compañeros de clase, ya fueran casas o vecindarios, se hubieran visibilizado aquellas diferencias de clase que, por lo general, están predeterminadas por quienes diseñan los lugares donde la ciudadanía afrodescendiente vive. En sus palabras, esta tarea alentaría el reconocimiento de cómo “el apartheid racial y el supremacismo blanco modifican los espacios individuales, establecen las ubicaciones donde se vive así como la naturaleza de las estructuras” bajo las que se legitima una práctica arquitectónica que niega a unos lo que para otros es fundamental.

Soñar con una casa es reconocer las propias limitaciones de los espacios habitados por alguien racializado y de clase trabajadora. Estos sectores, por lo general criados en ámbitos de carencia, no activan discusiones sobre sus propias realidades arquitectónicas ya que el solo hecho de poder poseer una casa se encuentra en el reino de la fantasía y la imposibilidad. Aunque, para hooks, esta dificultad para que se puedan establecer relaciones más imaginativas entre algunas clases sociales y los espacios donde viven está dada no por su condición económica sino por las mismas prácticas arquitectónicas que, al igual que las estructuras que justifican el racismo, no reconocen la existencia de otras formas de vivienda o de organización urbana que no sean las que, por lo general, son realizadas y utilizadas por gente blanca con cierto poder adquisitivo. 

En ese ensayo, la escritora describe las casas de su familia, como casi todas viviendas rurales, para establecer una postura ante las distinciones que a menudo se hacen entre lo vernáculo y lo que la disciplina acepta como arquitectura: 

Me perturba cuando la gente equipara la preocupación con la belleza, el diseño y la disposición del espacio, con el privilegio de clase. Desafortunadamente, la gente pobre ha sido socializada por los medios de comunicación y la política del consumismo para verse a sí misma como carente de “gusto y estilo” cuando se trata de cuestiones de arquitectura y estética, por lo que renuncia a su capacidad de imaginar y crear.

La arquitectura puede ser un acto discriminatorio por sí misma. Si bien, para hooks las viviendas rurales de su familia eran evidencia de la propia creatividad de sus tías o su abuela, no deja de señalar que los proyectos que diseñan arquitectos para gente de bajos recursos económicos impiden una relación creativa entre ellos y los espacios que habitan. Aquella falta de “buen gusto” (es decir, la marginalización), está predeterminada por quienes diseñan, por ejemplo, casas de interés social. Para hooks, pareciera que ciertas poblaciones tienen negado pensar en los lugares que ellos mismos habitarán. Sin embargo, la solución es fácil y puede comenzar, modestamente, con reconocer a la arquitectura vernácula como una práctica con su propia legitimidad. 

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