Resultados de búsqueda para la etiqueta [Arquitectura colonial ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Tue, 03 Jan 2023 02:31:02 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 La colonización de la cuenca de México https://arquine.com/la-colonizacion-de-la-cuenca-de-mexico/ Wed, 24 Nov 2021 16:10:46 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/la-colonizacion-de-la-cuenca-de-mexico/ El libro "La caída de Tenochtitlán y la posconquista ambiental de la cuenca y ciudad de México", de Sergio Miranda Pacheco, da cuenta —como puede leerse en la contraportada— “de las transformaciones ambientales del paisaje del valle y ciudad de México antes y después de la caída y derrota de la ciudad indígena de Tenochtitlán hasta la primera mitad del siglo XX.”

El cargo La colonización de la cuenca de México apareció primero en Arquine.

]]>

Un valle y varias lagunas. Islotes, canales, diques y chinampas. Conocemos las recreaciones del paisaje que probablemente vieron Cortés y los hombres que comandaba al llegar al Valle de México. El cambio fue radical. Se dice que ha sido una de las mayores transformaciones del entorno geográfico emprendidas por la humanidad, y donde antes hubo un complejo sistema lacustre, hoy ha crecido una megalópolis habitada por más de 22 millones de personas. La batalla con el agua, sin embargo, jamás cesó. Donde antes había lagunas, ahora el agua escasea por temporadas —y en algunas partes de la ciudad, casi siempre—, y cuando llueve con fuerza, como llueve en este valle, el agua busca su cauce, provocando inundaciones o deslaves. La Ciudad de México, aunque no fuera causa y resultado de una de las mayores transformaciones del entorno emprendidas por la humanidad, sin duda es claro ejemplo de los resultados del colonialismo y del modelo extractivista que supuso.

El libro La caída de Tenochtitlán y la posconquista ambiental de la cuenca y ciudad de México, de Sergio Miranda Pacheco, da cuenta —como puede leerse en la contraportada— “de las transformaciones ambientales del paisaje del valle y ciudad de México antes y después de la caída y derrota de la ciudad indígena de Tenochtitlán hasta la primera mitad del siglo XX.” El libro es parte de la Colección México 500, publicada por la UNAM este año.

Desde la introducción Miranda plantea que “los humanos han aplicado al funcionamiento, forma, organización y vida de sus ciudades las mismas relaciones utilitarias que históricamente han practicado sobre la naturaleza y sus elementos.” Nos cuenta después que, cuando los mexicas fundaron Tenochtitlan hacia el año 1325, se encontraron con un entorno natural que los puso “ante el desafío de contener las inundaciones para el sostenimiento de su ciudad. Lo lograron —explica Miranda— mediante la construcción de un complejo sistema hidráulico articulado por canales, acueductos, lagunas, islotes y pantanos artificiales que alteró el ambiente y el paisaje.” Esas transformaciones, realizadas junto con los otros pueblos que habitaban en el valle, permitieron que para 1521 la ciudad de Tenochtitlan contara con cerca de 350 mil habitantes y el valle entero rondaba el millón de personas, resultando la región urbana más poblada del mundo en aquél momento.

Durante el sitio y conquista de Tenochtitlan, los españoles arrasaron con la ciudad y con el complejo sistema hidráulico que la alimentaba y protegía. “En una época tan temprana para la nueva ciudad como la década de los años treinta del siglo XVI —escribe Miranda—, el espacio construido por los mexicas como un reservorio de agua dulce al poniente de la ciudad indígena, se había convertido en un pantano salobre poco profundo.” Eso, apunta Miranda, sería un presagio de lo que seguiría:

En los siglos por venir, los desastres ambientales —sequías, inundaciones y, asociadas a éstas, epidemias— reincidieron sobre las poblaciones del valle y la ciudad, a la par que se incrementaba la riqueza de sus élites que, renuentes a convivir con las aguas, se aferraron al proyecto del desagüe —obra faraónica que garantizaría la seguridad de sus posesione, consumiría miles de vidas indígenas a lo largo de su secular construcción y que transformaría el paisaje y el ambiente en proporciones geológicas provocando nuevos problemas (urbanización sin control, enfermedades, hundimiento de los suelos, escasez de agua y tolvaneras, entre otros).

 

 

Tras la independencia, el modelo territorial colonizador y extractivista no cambió, sino que fue reforzado: 

Esta ideología pragmática y utilitaria que se impuso sobre la naturaleza y sobre las poblaciones del valle prevaleció desde la caída de Tenochtitlan, y en el último tercio del siglo XIX, encontraría una sanción “científica” que coincidiría con el establecimiento de un régimen centralizado y autoritario que, como el colonial, prolongaría su ideología racial y ambiental.

Como también ha contado el historiador Matthew Vitz en su libro A City on a Lake. Urban Political Ecology and the Growth of Mexico City, durante el porfiriato, los expertos urbanos y sanitarios “hicieron suyo el objetivo de lograr una ciudad higiénica para borrar componentes nocivos y viciosos de la vida moderna y alcanzar los requerimientos de crecimiento capitalista.” Tras la Revolución de 1910, el modelo urbano y territorial siguió por el mismo camino. Algunos aprovecharon las tierras ganadas al agua, haciendo negocio vendiendo terrenos sin ninguna urbanización y sin ningún servicio a la población más pobre que recién se establecía en la ciudad, propiciando que el deterioro ambiental y los problemas urbanos, además de la marginación social, se alimentaran y aceleraran mutuamente —algo que llega hasta nuestros días, como también la ideología extractivista que imagina al “progreso” como, digamos, construir un aeropuerto donde hubo un lago.

El libro de Sergio Miranda Pacheco —junto con otros como Impacto ambiental y paisaje en Nueva España durante el siglo XVI, de Marta Martín Gabaldón, Huemac Escalona Lüttig y Raquel Güereca Durán, publicado en la misma colección de la UNAM— nos muestran el alcance, por supuesto también territorial y ecológico, además de económico, social y cultural, que ha tenido la empresa colonial que aún hoy, a cinco siglos de la caída de Tenochtitlan, sigue en marcha.

El cargo La colonización de la cuenca de México apareció primero en Arquine.

]]>
Espacios: Izamal, destino, peregrinación https://arquine.com/espacios-izamal-destino-peregrinacion/ Wed, 11 Nov 2020 14:14:35 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/espacios-izamal-destino-peregrinacion/ El templo y convento de Izamal son resultado del proceso de una construcción que no se realiza en un breve lapso de tiempo, sino que evoluciona a través de los siglos mientras su significado se va complejizando en posiciones, imposiciones y sobreposiciones culturales.

El cargo Espacios: Izamal, destino, peregrinación apareció primero en Arquine.

]]>
 

A mediados del siglo XVI, fray Diego de Landa y un grupo de franciscanos llegaron a territorio cocome, ubicado al norte-centro de la península de Yucatán. Tres siglos de abandono, tras el colapso en el postclásico de las ciudades Mayas-Toltecas, habían cubierto los basamentos piramidales de lo que fuera un centro de peregrinación conectado a la red del macro urbanismo maya por medio de sacbeoobs.

La energía y ubicación del sitio no podían ser más propicias para el proyecto de conquista espiritual, como se ha denominado en algunos textos al proceso de evangelización promovido por la Corona Española en América. Aún quedaba en la tradición oral de los habitantes locales, desperdigados en pequeñas comunidades agrícolas, el valor místico del sitio y su destino como condensador ceremonial en lo que fuera la casa del dios Itzamná, cuyo nombre significa “rocío que desciende del cielo”, según lo relata en breve texto el Gobierno del Estado.

Así, hacia 1553 y bajo la advocación de San Antonio de Padua, fray Juan de Mérida comienza a edificar un templo y convento que dará cobijo a una representación de la virgen María, hoy conocida como “La Virgen de Izamal”.

La estrategia resulta, claro está, y el ciclo de peregrinaje se reinicia, ahora focalizado en el Monasterio franciscano que guarda la imagen. La sobreposición de capas y momentos nos da un actual resultado por demás complejo e interesante.

A la edificación prototípica del siglo XVI, asentada sobre la base del templo P’a’ap’ Jool Cháak, o “la casa de los rayos”, que alguna vez diera habitación a los altos linajes de la gran ciudad maya, tanto en el clásico como en el postclásico temprano, se accede mediante un gran atrio que se eleva uno seis metros por sobre el nivel de la actual traza urbana. Dicho atrio, que a decir por los arqueólogos Burgos, Millet y Wagner es el más grande del continente americano con sus casi 8,000 metros cuadrados, está conectado con la ciudad por medio de tres muy atípicas rampas, dos laterales al norte y sur que zigzaguean formando una peculiar volumetría, y una frontal que desde el poniente se liga a la plaza principal. 

En el siglo XVII, se anexó un pórtico de 75 arcos generando una peculiar galería que conecta las cuatro capillas pozas. La disposición única de esta arquería “al tres bolillo” (la columnata frontal de la galería está desfazada medio eje con respecto a la posterior, como puede verse en la imagen) obedece a la necesidad de dar cobijo a cientos de peregrinos que, acostumbrados a dormir en las maravillosas hamacas yucatecas para capturar la brisa fresca de la noche, requieren de la diagonal que se forma entre columnas frontales y posteriores al usar la descrita geometría para alcanzar la extensión adecuada del lecho colgante de hilos tejidos. Curiosamente, o no tanto, el aspecto del espacio desde el interior del atrio, el espacio más que un referente católico, tiende a recordar al gran patio de la Mezquita de Viernes en Delhi, presentado anteriormente en estas reflexiones. Ocho siglos de dominación musulmana dejan huella en el inconsciente colectivo ibérico.

 

Al fondo oriente, la masa del templo y convento se alzan en segundo plano tras el pórtico. Mientras el convento apenas se dibuja por encima de la galería arqueada, el templo se alza con notoriedad presentando una peculiar portada dieciochesca que, sin ornamentos, refleja su espíritu barroco en la silueta.

El claustro conventual contrasta radicalmente con la ligereza del atrio. Como si quisiera huir a toda costa del potente sol tropical, su arquería es masiva y pesada, celebrando una profunda sombra en sus deambulatorios. 

Por el exterior del conjunto, desde donde el sol saluda al alba, el ábside del templo y la fachada  del convento, se fracturan en una sobreposición de volúmenes que narran el metabólico proceso de una construcción que no se realiza en un breve lapso de tiempo, por el contrario, evoluciona a través de los siglos mientras su significado se va complejizando en posiciones, imposiciones y sobreposiciones culturales, a pesar de las cuales, permanece su destino original como concentrador de peregrinajes.

El cargo Espacios: Izamal, destino, peregrinación apareció primero en Arquine.

]]>