Resultados de búsqueda para la etiqueta [arquitectos ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Mon, 02 Oct 2023 17:06:57 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 ¿De qué arquitecto hablamos hoy? https://arquine.com/de-que-arquitecto-hablamos/ Mon, 02 Oct 2023 16:16:17 +0000 https://arquine.com/?p=83437 ¿Puede un arquitecto pensado como “autor” o “creador” único, individual, que, por tanto, mantiene una jerarquía social dentro de su oficina —traducida materialmente en ingresos muy por arriba de los de su equipo de trabajo— presentar su trabajo como “incluyente” o “socialmente responsable”? ¿De qué tipo de arquitecto hablamos hoy? Y, sobre todo, ¿de qué tipo de personas relacionadas con concebir y hacer arquitectura deberíamos estar hablando hoy?

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Ser arquitecto, una profesión antiquísima, nos dicen. La segunda profesión más antigua, dijo burlonamente Serge Chermayeff en su ponencia presentada en un seminario organizado por la Asociación de Arquitectos de los Estados Unidos en 1964, en la que también participaron, entre otros, Bruno Zevi y Reyner Banham. Ninguno de los otros participantes estuvo de acuerdo con lo que sugirió Chermayeff en su ponencia titulada “Ideas sueltas sobre la condición arquitectónica”:

[los arquitectos] son peores que los vendedores ambulantes; los arquitectos son realmente como prostitutas, son la segunda profesión más antigua hoy en día, están parados en las esquinas esperando a que los recojan, y piensan que es bueno que los recoja gente con mucho dinero.

La comparación de Chermayeff, pese al sexismo y clasismo que hoy señalaríamos, tiene mucho de cierto, al menos para una parte del gremio, pese a la molestia de Zevi y Banham y de la parte del gremio a la que le queda el saco. Salvo que lo que la profesión —en el sentido moderno: un conjunto de conocimientos cuyo dominio exige una formación y cuyo ejercicio está regulado y, además, se ofrece a cambio de una retribución económica— de arquitecto quizá no ha tenido tan claros sus objetivos y los servicios que ofrece como la otra, la supuesta profesión más antigua.

En su libro Architect. The evolving story of a profession, Eleanor Jolliffe y Paul Crosby con un breve capítulo sobre “los antiguos”: egipcios, griegos y romanos. Para los egipcios, dicen, sólo los dioses, por intermediación del faraón, pueden disponer el sitio y trazo inicial de una edificación, siendo tarea del arquitecto supervisar la construcción de acuerdo a saberes resguardados en libros tenidos por secretos. Entre los griegos, según Jollliffe y Crosby, el arquitecto debía tener una formación amplia, con conocimientos diversos —como de hecho era también entre los egipcios, sería igual entre los romanos y pasaría a ser una de las características que la tradición atribuye al arquitecto—. “La arquitectura —afirman— era una ocupación para las clases altas, aunque se dieron algunos casos de quienes provenían de la clase de los artesanos.”

Stephen Parcell es más claro y preciso sobre el papel del arquitecto en Grecia en su libro Four Historical Defininitions of Architecture. “Los griegos —dice— no tenían una palabra que corresponda a lo que llamamos arquitectura.” Arquitecto designaba una posición entre los constructores “tekton inicialmente designaba a los carpinteros, después a los constructores en general”—, era el supervisor, el maestro de obras. La techné no era propiamente lo que hoy pensamos como arte: no se concebía como una creación, menos individual, sino como una transformación, y tanto el construir casas, como el pintar, cantar, bailar o entrenar caballos eran consideradas actividades parte de la techné. Según Parcell, el trabajo del arquitecto era el de un director, y se puede concebir de dos maneras opuestas: como alguien elegido por el grupo de constructores para coordinar el trabajo colectivo, o como quien, sin ser parte de ese grupo, los dirige para que ejecuten aquello que él concibió.

En el prefacio al libro The Architect, editado por Spiro Kostof, éste escribe que aunque, de diversas maneras, la humanidad se ha organizado a lo largo de la historia para producir el entorno construido, ese libro tratará de un personaje individualizado, que aunque se haya olvidado su nombre, se diferencia de aquella otra arquitectura anónima —la arquitectura sin arquitectos de Bernard Rudofsky—. Para Kostof, “a lo largo de los siglos, sólo una fracción del entorno construido ha sido afectada por la profesión arquitectónica: edificios especiales con una disposición y un refinamiento de la forma que estaba fuera de lo ordinario.” Y agrega: “tradicionalmente, por tanto, los arquitectos han estado asociados con los ricos y los poderosos. […] Esa asociación no siembre aseguró que los arquitectos tuvieran una posición destacada en la jerarquía social, pero bastó, al menos, para distinguirlos de las clases trabajadoras. No eran trabajadores, sino que dirigían a trabajadores.”

Pier Vittorio Aureli y Marson Korbi publicaron a inicios de este año en e-flux architecture “Base and Superstructure: A Vulgar Survey of Western Architecture”. Su intención era conectar la base —los modos de producción— y la superestructura —la ideología que los legitima— en la manera como se ha concebido el papel del arquitecto a lo largo de la historia:

El objetivo de este diagrama es sugerir cómo la tradición disciplinaria de la arquitectura no nace (sólo) de la imaginación de constructores, arquitectos y mecenas. Refleja la forma en que está organizada la sociedad, sus relaciones de poder y su división social del trabajo. Es por ello que hemos posicionado la figura del arquitecto como pináculo ideológico.

En su diagrama, Aureli y Korbi muestran cómo el papel del arquitecto ha sido concebido de distintas maneras a lo largo de la historia: constructor, maestro de obras, artista, intelectual, ingeniero, reformista, planificador, funcionario, estrella y, al llegar a nuestros días, trabajador precario.

En general, pese a las diferencias culturales, históricas y geográficas sobre el papel y la posición social del arquitecto, la definición de dicho papel y esa posición parece que se determina a partir de ciertas constantes: una relación con lo construido —“el arquitecto” sólo supervisa o también concibe—, una relación con el trabajo —“el arquitecto” es parte activa del grupo de personas que trabajan en la construcción o está aparte— y una relación con el poder —qué tanto “el arquitecto” impone o se somete a decisiones que implican ejercicio de poder—. Por supuesto, no hay un modelo único y universal, pero hay, eso sí, condiciones generales. Y, tomando en cuenta un sólo factor —el ingreso— ¿cuál es la diferencia objetiva entre una minoría que sigue concibiendo el papel del arquitecto como el de un artista o intelectual individual, y quienes trabajan para él? Puesto en números: ¿cuál es la diferencia que hace que uno —quien encabeza una oficina de arquitectura— tenga ingresos que multiplican por 10 o 15 los de aquellas personas que trabajan con o para él? [1] ¿Cuál es el modelo de arquitecto que hoy requiere la sociedad? ¿Puede un arquitecto pensado como “autor” o “creador” único, individual que, por tanto, mantiene una jerarquía social dentro de su oficina —traducida en lo material en ingresos muy por arriba de los de su equipo de trabajo— presentar su trabajo como “incluyente” o “socialmente responsable”? ¿De qué tipo de arquitecto hablamos hoy? Y, sobre todo, ¿de qué tipo de personas relacionadas con concebir y hacer arquitectura deberíamos estar hablando hoy?

 

Notas

1. Teniendo en cuenta el promedio de ingresos mensuales para personas que trabajan en los campos de la arquitectura, la planeación y el urbanismo de $7,260.00 pesos. 

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La emergencia https://arquine.com/la-emergencia/ Mon, 18 Sep 2023 15:09:30 +0000 https://arquine.com/?p=83126 Una urgencia, una catástrofe afecta la ciudad. Un grupo de arquitectos se reúne para buscar dar respuesta, una que quizá llegará demasiado tarde. ¿Resulta familiar la historia?

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En colaboración con Rodrigo Velasco

 

La convocatoria

Caminé a través de la calle empedrada con dirección al portón negro. Tras la lluvia, el olor de la tierra complementaba el ambiente con las sombras que generaba la luz artificial sobre el follaje de los árboles del camellón frente a la casa. El portón moderno, negro, de placa de metal, me decía que se trataba de una casa que había sido diseñada a conciencia y con un gusto muy específico. Toqué el timbre, cuando una voz grave con acento extranjero me contestó, en automático respondí:

–Vengo a la junta de arquitectos –sonó un zumbido y el portón se abrió.

Crucé la puerta y encontré un jardín. Así como con el portón, era visible el  cuidado en cada uno de los detalles del diseño de la casa. La iluminación indirecta jugaba con luces, sombras y formas. Al fondo se veía una pequeña banca de piedra que presentaba a ese lugar como un sitio para ver y contemplar la vegetación, mientras del lado derecho la cochera dejaba ver un par de coches, ambos negros. El primero, una reinterpretación modernizada de un auto clásico; el otro, una camioneta. Como todo en esa casa lo indicaba, se veía que sus habitantes estaban interesados en el diseño de las cosas, era una “casa de arquitecto”.

Al otro lado del jardín se veía una luz. Ahí la figura de Klaus me esperaba. Era alto y delgado, con el pelo cano, finamente despeinado y con unos lentes de pasta. Vestido de negro, muy sobrio, me recibió un poco serio, con un aire un poco misterioso, pero amable. Me invitó a pasar. 

–¡Bienvenido! –me dijo– soy Klaus. ¡Qué bueno que pudiste acompañarnos! Es importante que, como gremio, estemos unidos en estos momentos de crisis. ¡La ciudad nos necesita y es momento de que actuemos! ¡Pasa por favor!

–Gracias a ti –le dije–, es un honor que me hayas invitado a formar parte de este grupo de arquitectos.

–Tu colaboración puede ser muy importante –me dijo–, siempre es necesario tener el ímpetu de generaciones jóvenes, y más en estos casos de emergencia.

Atravesamos el vestíbulo y pasamos a la sala de la casa, un espacio de techos altos, con unos libreros enormes llenos de volúmenes de arquitectura.

–¡Que buena biblioteca! –le dije a Klaus–. Me encantan las casas con libros, habla bien de la gente que viven en ellas.

Sólo me contesto que esos eran algunos que tenía en casa, los que tenían cierto valor sentimental o los que no cabían en la oficina. No me pude imaginar la cantidad de libros que tendría en su estudio.

Al entrar al salón me saludó Rebeca, su esposa. Era una mujer un poco más joven. Coincidía con su marido en el color negro de su vestido, aunque ella tenía el cabello largo y bien peinado. Pertenecía a una familia de renombre de la ciudad, misma que cuando terminó sus estudios de arte, le ayudó a fundar una galería de las más importantes de la ciudad. Además, con sus contactos ayudó al joven Klaus, al poco tiempo de llegar al país, a hacerse de grandes clientes a los que diseñaba casas de fin de semana. Ella llegó a saludar también a la visita, se disculpó por no poderlo atender como le hubiera gustado; pero como estaba la ciudad, le fue imposible encontrar algo en el super, –¡Estaba vacío!; ¿prefieres vino?, también hay mezcal, me dijo. –, –Lo que esté más a la mano–, –¡gracias! – le contesté.

Habría unas 10 personas en el salón. en su mayoría vestidas de negro. Los más jóvenes tendrían algo de color en el calzado, lentes de pasta… Alrededor de la mesita de centro había varios sillones de diseñador y algunas sillas, encontré lugar en un sillón que había visto varias veces en las revistas, me sentí y me di cuenta lo incómodo que era, los demás se veían incómodos también, pero nadie dijo nada. Al fin y al cabo, se trataba de sillones italianos diseñados por Fausto, quién se habría imaginado que eran tan incómodos. 

Junto a mí estaba sentada una muchacha. Estaba callada y tenía una libreta y una pluma en las manos… En reuniones de arquitectos es raro ver plumas, hay bolígrafos, lápices o lapiceros, pero no plumas. Al preguntarle me dijo que era la asistente de Demián Báez, un famoso arquitecto, responsable de uno de los más importantes centros culturales de la ciudad. Al preguntarle por su jefe, me dijo que tuvo que salir esa noche a dar una conferencia al extranjero, pero le pidió a ella que asistiera a la reunión y tomara apuntes; “lo importante era estar ahí”, me dijo.

 

Otterlo (la última) reunión del CIAM © Netherland Architecture Institute

Un debate interminable

De pronto Klaus se levantó del sillón donde estaba, con su bebida en la mano, pidió la atención de todos y comenzó a hablar:

– “Como es de todos sabido, hace unos pocos días y después de la inundación que vivió la ciudad, nos reunimos los mejores arquitectos de la ciudad para responder a los hechos ocurridos. Pensamos en hacer un movimiento de reconstrucción, basados en la idea que demoler para construir de nuevo no es una solución. Se pierde todo lo que se pudiera rescatar. Necesitamos estrategias conjuntas que ayuden a resolver el alojamiento para damnificados, que promuevan la reutilización de materiales y estructuras existentes y posibiliten los diagnósticos de las causas de los daños para evitar nuevas catástrofes. En resumen, proponemos rescatar las construcciones reciclando, reconstruyendo y respetando lo existente. Evitar a toda costa las demoliciones indiscriminadas a las que se está llegando, con consecuencias irrecuperables en lo económico, lo ecológico y lo patrimonial. Se requiere entender los mecanismos de apoyo público y privado, para de manera conjunta planificar y apoyar con acciones que resulten de dichos programas. Es decir, poder auxiliar como equipo interdisciplinario de profesionales, en la planificación de ciudades, su infraestructura, escuelas, casas y cuanto inmueble requiera algún tipo de intervención, siempre tomando como tema central el entendimiento con sus habitantes y considerando su opinión y sus tradiciones. En esto participan ustedes,  un grupo de 100 arquitectos, todos preparados, talentosos y reconocidos: por su posición, de cierta manera asumen una responsabilidad social en todo esto. Estamos convocados a formar un colectivo que no tenga qué ver con nombres propios ni vanidades de los nuevos héroes; una especie de molécula que funcione en unión de todas las células que lo conforman y que sea eficiente de esta manera.

En esa reunión se decidió dividirnos en diferentes grupos, a los que llamamos “cuadrillas”, y cada una dedicada a diferentes temas: comunicación, mapeo, tecnología, reciclaje, relación con instituciones…  –que unidas nos ayudarán a reconstruir la ciudad de la manera adecuada. Están ustedes en la Cuadrilla número 6 que lidero yo y es llamada “La Urgencia”, ¿cómo podemos empezar a abordarla?”. Yo plantearía, si me lo permiten, empezar con unos grandes diques que detengan el agua, empezar a programar y a diseñar las azoteas de manera que al conectarlas se generen transportes y comunicación con esa zona que ha quedado aislada completamente– decía mientras enseñaba unos croquis y unos garabatos en su libreta de apuntes.

En ese momento entró Rebeca al comedor con una bandeja de emparedados y la puso sobre la mesa: -Disculpen por favor, que, con esta crisis en la ciudad, ¡el super ha sido un caos!, no hay nada, pero con lo que teníamos en el refrigerador y la ayuda de Mary que logró conseguir pan, pudimos hacerles estos sándwiches, espero que les gusten… todos bien de tomar, ¿verdad? – dijo.

De pronto se escuchó una voz al fondo de la sala, era Javier Torres, –un importante crítico y teórico de la arquitectura, con un sinfín de conferencias en todo el país y una de las personalidades más importantes del gremio–. Aunque no lo conocía personalmente, sus escritos y algunas de sus conferencias han sido parte de diversas discusiones que he tenido con mis amigos de la universidad.

-Me parece que, aunque los diques pueden ser adecuados, podrían ser muy tardados, creo que, como escribe Morin acerca de la importancia de la investigación en el análisis profundo y en las soluciones fundamentadas para abordar problemas complejos, necesitamos saber perfectamente bien cuáles fueron las causas de la inundación y sus interrelaciones para, así desarrollar soluciones sostenibles para a la población existente. La importancia de la planeación y el conocimiento adecuados son fundamentales para abordar esta situación de una manera resiliente y segura.

Del otro lado del salón, un arquitecto joven interrumpió: 

-En la parte más pobre de la ciudad la gente ya está empezando a desalojar el agua y a reconstruir con sus propias manos lo que ésta destruyó, creo importante que ….

-Espera dijo Carlos Álvarez, rancio y reconocido académico, interrumpiendo al joven: -este es un tema demasiado importante para dejarlo en manos de la gente común. Somos arquitectos y no sólo eso, somos 100 de los mejores de la ciudad. Es nuestra vocación y nuestro deber apoyar a la sociedad en esta crisis que la aqueja. Concuerdo con Javier en la importancia de la investigación, pero necesitamos manos y como diría Paulo Freire, hay que abogar por una educación transformadora y buscar la participación de los estudiantes en la solución de los problemas del mundo real, es una oportunidad invaluable para involucrar a la academia en esta crisis: hacer talleres y que los estudiantes den ideas nuevas y frescas a esta situación. 

Todo eso suena muy bien dijo el joven, pero creo que el tiempo es…

-De acuerdo con Carlos Álvarez, interrumpió Klaus, mientras Rebeca su esposa daba vueltas en la sala cambiando bebidas y atendiendo a las personas presentes. –Es nuestra responsabilidad y es importante dejar los egos a un lado. Como les dije, demoler para construir de nuevo no es la única ni mejor solución, pero sí la más fácil. Hace unos días, el arquitecto Gómez escribió que Protección Civil está dictaminando tirar todas las casas de adobe que sí se podrían restaurar. A cambio del derrumbe de sus casas, los afectados reciben block y cemento para un cuarto de 4 x 4. Es decir, tiran una casa de adobe de 200 metros cuadrados para construir una de 16. “Como arquitectos debemos ayudar a que esto no suceda”.

– Claro –espetó Javier Torres– deberíamos de tomar la experiencia del sismo en Ecuador en donde nuestro colega Abelardo Márquez, ex curador de una de las bienales más importantes a nivel mundial, realizó un plan frente a un desastre natural en aquel país donde se desarrolló una doble estrategia de recuperación: una de la ciudad, otra de lo edificado. Abelardo recomendó innovar tecnológicamente para que las construcciones en el futuro ya no sufran daño. Creo que deberíamos irnos por ahí, lejos de reaccionar tenemos que prevenir.

– Sí claro, pero ahorita mismo tenemos que reaccionar, hay lugares inhabilitados por el agua en este momento, dijo aquel joven que había intentado intervenir hacía un rato. Klaus lo interrumpió una vez más, como si no hubiera escuchado la voz de aquel joven, y comentó: ¡Ahora mismo puedo llamar a Abelardo y podemos, incluso pedirle una charla en línea para que nos oriente…

Así, continuó una conversación inacabable en la que, aunque parecía que cada uno defendía o, en el mejor de los casos, añadía ideas nuevas con la mejor de las intenciones, en realidad estábamos atrapados cual personajes del Ángel Exterminador, tanto en un estudio de flamante diseño como en una burbuja mental que no nos permitía ver que el tiempo seguía pasando y que la gente “común” ya estaba afrontando la emergencia como podía, con sus herramientas, fueran las que fueran. 

Yo, la verdad, me sentía confundido. Por un lado, estaban ahí reunidos casi todos mis ídolos de profesión, siempre había querido compartir con ellos y, ¡vaya!, qué mejor que sentirme invitado a sumarme a sus iniciativas, especialmente una tan noble. Pero, tampoco había mucha oportunidad de proponer algo, más bien se arrebataban el “micrófono” pero nada de eso, se convertía en una acción. De todas maneras, no sé si hubiera sido tan bueno que muchas cosas de las que se decían se hubieran materializado… probablemente muchas de esas iniciativas hubieran aplastado la voluntad de las personas comunes y sus capacidades de autoorganización.

  • Pero ¡es que la emergencia ya pasó! –se escuchó a alguien gritar.

 

Epílogo

Después de mencionar que la emergencia había pasado, el cuarto se quedó en silencio. La discusión paró y sólo Rebeca rompió el silencio para salvar un poco la situación.

-Tienen razón, dijo, la emergencia ya pasó, pero la ciudad siempre los ha necesitado, ustedes son los mejores arquitectos y aunque la gente se pudo haber organizado ya, ustedes deben estar siempre un paso adelante. Creo que es necesario en este caso, planear, estar preparados para la próxima gran emergencia, esta ciudad siempre esta en riesgo. Ustedes pueden hacer, no sé…

¡Claro! Ahora que lo pienso, era un poco obvio que Rebeca, siendo historiadora del arte, hiciera esa evocación al Avant-Garde que había dado origen al arte y a la arquitectura moderna. Claro, cómo quitarse de encima esa idea, ahora ya tan vieja, de que los arquitectos (y algunas arquitectas) son la vanguardia que siempre debe ir un paso adelante liderando las masas en su avance hacia el progreso…

– ¡Un manual!, un manual que ayude a la gente para la siguiente emergencia, dijo en el fondo uno de los arquitectos más jóvenes,

– ¡Exacto! Dijo Klaus, ¡un manual!, muchas ciudades del mundo tienen uno, nosotros no podemos responder a una cosa como estas tan de golpe, necesitamos tiempo, planeación, ¡hagamos un manual como en los países asiáticos y ese manual puede ayudar no solo en la próxima, sino en todas las emergencias por venir!

Y, pues sí, claro, esas fuerzas de la naturaleza, ¿cómo se atrevían a aplastar nuestra imprevisión? Y claro, ¿por qué aprender de la capacidad de respuesta de las personas no iniciadas en los misterios profesionales de la arquitectura si tenemos tantas iniciativas extranjeras y eruditas que mirar en su lugar?

-Yo tengo un ejemplo de uno, dijo Javier Torres, en mi biblioteca recuerdo tener un ejemplar de un manual de emergencias, mañana mismo lo digitalizo y se los comparto en el grupo.

-Me parece una muy buena idea dijo Carlos, puede ser un gran ejercicio para el próximo ciclo escolar y ayudará a los alumnos a entender.

¡Claro! ¡Qué vamos a saber si sólo somos un enjambre de mocosos cuyas cabezas los académicos tienen que llenar!

Todos los presentes asentimos, un poco sin entender, pero a la vez entendiendo la manera en que estamos desconectados de lo que pasa. A mí me quedó un sabor de boca de que, como arquitectos, pareciera que no somos parte de la sociedad: no servimos, no hacemos, estamos inmersos en una burbuja donde nada pasa fuera de lo que nuestros queremos que pase o no, no ejecutamos… solo planeamos. Puros sujetos que nos creemos dioses, sí, dioses incorporales que por eso no tenemos que preocuparnos por cosas tan groseras como la realidad…

No hubo ninguna reunión en los días siguientes, Klaus mando un mensaje diciendo que ese día en la noche habría una gran reunión en un edifico antiguo y restaurado de una de las nuevas zonas turísticas de la ciudad. 

Llegando al lugar en la noche, estaba casi todo el mundo, mucha gente nueva que no era del grupo original de arquitectos. El ambiente se sentía raro, no como lo que debería de ser, sino como otro evento festivo de arquitectos de la ciudad. Se tomaron fotos, saludé a mucha gente conocida.

En algún momento de la noche cada una de las cuadrillas subió a una pequeña plataforma, a manera de estrado, a dar los resultados del trabajo de cada una de ellas; la gente de comunicación habló de cómo esto podría salir en los medios, la cuadrilla de espacio público, dirigida por un artista-arquitecto muy famoso, decidió que lo mejor era hacer una ofrenda para los caídos donde la gente llevara materiales para la reconstrucción de la ciudad; la cuadrilla que se dedicaría a localizar las zonas con mayores daños, solo mencionó los zonas turísticas de la ciudad, nada de las zonas pobres también dañadas. 

Klaus subió cuando fue el turno de nuestra cuadrilla, con un tono más esperanzador que  otra cosa, habló sobre cómo este evento era la oportunidad perfecta para estar preparados: “esta ciudad no debe volver a vivir lo que vivió en los últimos días, dijo, como las grandes ciudades del mundo, esta ciudad debe estar preparada para los retos que el futuro nos tenga preparados, es tiempo de que hagamos el “Manual de emergencias para la ciudad” y presentó una maqueta de algo parecido a un libro, con una hermosa tipografía y un diseño impecable de portada, pero cuyas hojas estaban en blanco.

No volvimos a reunirnos, nunca se desarrolló ningún manual y todos regresamos poco a poco a nuestras actividades diarias con el paso de los días. Al final, esa noche no hubo ninguna propuesta de los arquitectos para la ciudad, no pudimos hacer nada más que reunirnos. Al final solo hubo comida y cervezas para los arquitectos.

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Hasta el último detalle https://arquine.com/hasta-el-ultimo-detalle/ Sat, 05 Nov 2016 02:14:59 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/hasta-el-ultimo-detalle/ Mientras que antes los oficios de la construcción eran destrezas prestigiosas y los que diseñaban eran los mismos que construían, hoy la brecha entre arquitecto y constructor es enorme. Uno tiene un trabajo precario mientras que al otro se le denomina trabajo intelectual, esto causa que ninguno de los dos —ni el constructor ni el arquitecto— vea la totalidad del proceso constructivo.

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El mundo contemporáneo vive inmerso en la fetichización de la técnica. Se tiende a sobreestimar por encima de muchas otras destrezas y capacidades la facultad del ‘saber hacer’, aún más que la del propio ‘hacer’. Traducido esto a la arquitectura, se le atribuye más mérito a quien sepa dibujar un plano constructivo, que a quien se haya ensuciado las manos al ejecutar dicha construcción —o sea, aquel que trae el diseño a la realidad.

Este fetiche por la técnica se refleja en la profesión arquitectónica de forma interesante. Resultado de esto es la idea moderna de que el arquitecto —o su equipo— tiene que diseñar hasta el último detalle al proyectar una construcción. Es decir, especificar de forma minuciosa las características de hasta la más diminuta pieza del rompecabezas que representa un edificio, y peor aún, con planos —cortes por fachada— y otras herramientas técnicas, explicar la relación entre una pieza y otra.

Lo aquí señalado es el resultado de una sucesión de importantes cambios históricos. Resultaría difícil imaginar que así haya sido a lo largo de los siglos. ¿Cómo hubiesen sido los llamados cortes por fachada o las especificaciones técnicas necesarias para construir una iglesia barroca, un templo clásico, o cualquier otro edifico construido hace más de cien años? Imposible imaginar, pues las personas que diseñaban estos edificios históricos eran aquellas que los construían, es decir, les iban dando forma conforme a la marcha. El proceso de diseño y el de construcción eran el mismo.

El oficio de constructor y la disciplina arquitectónica solían ser dos almas de un mismo cuerpo en aquellos tiempos premodernos. La sucesión de acontecimientos que surgieron de las teorías de Descartes sobre la gloria de la razón fue lo que provocó esta división entre arquitecto y constructor1. Con el paso de los siglos tras la ilustración, inició un proceso de demistificación de los oficios constructivos y el conocimiento técnico cobro ventaja por encima del práctico. La sabiduría que hay detrás de labrar una piedra no necesariamente se puede entender científica o racionalmente.

Esto resulta un problema si contrastamos tiempos históricos. Mientras que antes los oficios de la construcción eran destrezas prestigiosas y los que diseñaban eran los mismos que construían, hoy la brecha entre arquitecto y constructor es enorme. Uno tiene un trabajo precario2 mientras que al otro se le denomina trabajo intelectual, esto causa que ninguno de los dos —ni el constructor ni el arquitecto— vea la totalidad del proceso constructivo.

Dejar de perseguir la supuesta planeación perfecta de un edificio puede ser una práctica lúdica, pues así queda en misterio el resultado final de una obra arquitectónica. A final de cuentas, un edificio en realidad nunca acaba de construirse. Desafiar esta y otras concepciones modernas es lo que montará los andamios con los cuales se puede construir e enriquecer a la arquitectura.  Pienso que esto es muy importante en un mundo en el cual se busca tener el control hasta sobre el último detalle.

 

Notas:

  1. Aunque aquí está esto explicado de forma muy burda, esta reflexión la escuche del doctor Alberto Pérez Gómez en un seminario que impartió.
  2. Con “trabajo precario” me refiero al concepto de Bifo Berardi, que se refiere a aquel trabajo en el cual quien lo ejecuta no goza de ningún beneficio sobre él ni le pertenece de ninguna forma..

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