Resultados de búsqueda para la etiqueta [Andrei Tarkovski ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Tue, 16 Jan 2024 02:24:38 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 Los Roadside Picnics https://arquine.com/los-roadside-picnics/ Mon, 15 Jan 2024 12:36:51 +0000 https://arquine.com/?p=86832 Roadside Picnic es una novela de ciencia ficción, escrita por los hermanos Strugatksy y publicada en la Unión Soviética en 1972. En 2022, Roadside Picnics es también el título del libro editado por Víctor Muñoz Sanz y Alkistis Thomidou en el 2022, bajo el sello editorial de DPR-Barcelona, en el que varios autores tratan de objetos traídos de sitios extraños que hablan por sí solos, tienen vida propia y nos cuentan algo que va más allá de su mera descripción. 

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The world is just like that. Man is like that. If it wasn’t the Visit, it would have been something else. Pigs can always find mud.

Roadside Picnic, Arkadi y Borís Strugatski

 

La ciencia ficción es un género que he ido aprendiendo a disfrutar con el tiempo. Hay historias que se han vuelto referencias indispensables para mí, que son lugares desde los cuales he podido observar el mundo desde otra perspectiva. Un mundo feliz, 1984, o Fahrenheit 451 son grandes relatos que me han servido para entender determinados momentos históricos, y que han sido fundamentales para entender aspectos por completo diferentes de la novela tradicional.

Entre estas historias necesarias está Roadside Picnic (1972), escrita por los hermanos Strugatksi, una novela de ciencia ficción que superó muchos obstáculos burocráticos en la Unión Soviética de ese entonces. La influencia que ha tenido este libro es enorme, aunque muchas veces pase desapercibida: es tan indudable la repercusión que es posible observar en diferentes registros culturales. Una de estas repercusiones es la película Stalker (1979), dirigida por Andréi Tarkovski. El filme es una interpretación un tanto libre de la trama del libro, aunque los actores principales se ven representados en el largometraje: la Visita, la Zona y el Stalker. Estos tres elementos forman un triángulo a partir del cual pivotan ambas producciones, la del libro y la de la película.

El Profesor y el Escritor en la Zona. Fotograma de Stalker, Andrei Tarkovsky, 1979.

 

La historia del libro se sitúa en un pasado cercano. Una inteligencia alienígena ha visitado la Tierra y no hay más información al respecto, excepto por la ubicación geográfica de las Zonas y de lo que se encuentra en ellas. Son espacios que han sido vallados para evitar riesgos aún desconocidos. Aparentemente la Tierra ha sido utilizada como un punto intermedio en un viaje, una especie de parada técnica que hizo esta inteligencia de camino a otro lugar, de ahí el nombre del libro. Las Zonas son los testigos de esta experiencia: fenómenos inexplicables ocurren dentro de ellas y a quienes las visitan, la humanidad está en shock. Los stalkers son personas que entran de manera clandestina en las Zonas para extraer objetos con propiedades especiales. A partir de esta premisa se desarrolla toda una reflexión sobre el futuro de la humanidad y su propia naturaleza.

En 2022, Víctor Muñoz Sanz y Alkistis Thomidou editaron Roadside Picnics, bajo el sello editorial de DPR-Barcelona, una consecuencia más que ha tenido el libro de los hermanos Strugatski. En este nuevo libro los editores se sirven de diferentes autores que, a la manera de los stalkers, nos traen piezas para ser observadas, para traficar con ellas diferentes posibilidades. Son estos objetos traídos de sitios extraños que hablan por sí solos, tienen vida propia y nos cuentan algo que va más allá de su mera descripción. 

El relato de Julian Charrière sobre la visita al Polígono, una región de la estepa kazaka que la URSS. utilizó por muchos años como sitio de pruebas de bombas atómicas, nos transporta a un lugar muy cercano y nos hace entender de una manera sucinta el problema de un lugar secreto en el que el ser humano ensayaba con la muerte, matando a la vez a la tierra y a sus pobladores. O el viaje por la selva ecuatoriana y peruana descrito por Ana María Durán Calisto, que es tanto una denuncia social y ambiental como una aventura en sí misma. Son historias que nos hacen viajar, nos transportan a realidades tan lejanas a las nuestras, que es normal que nos olvidemos que para que algunos estemos cómodos, otros tienen que sufrir. Aún seguimos creyendo que el planeta en su idea global está dividido, y separado de manera física, por fronteras; lo que no terminamos de entender es que es el mismo ser humano que se divide y separa a sí mismo, pero todo está interconectado.

 

El Profesor y el Escritor en la Zona. Fotograma de Stalker, Andrei Tarkovsky, 1979.

 

Roadside Picnics se enfrenta al ahora con una mirada al presente, ya no desde un punto de vista estilístico —como suelen escribir los teóricos de la arquitectura—, sino por medio de narrativas que trazan historias sobre los problemas actuales para empezar a digerir el hecho de que ya no solo vivimos y viviremos con el problema, el quid de la cuestión es que el problema ha existido desde la primera existencia de la humanidad y, como apuntan los Strugatski, mediante uno de sus personajes: el problema es la humanidad misma.

Pero, ¿cómo se relaciona esto con la arquitectura? ¿Cómo estas historias tienen algo que ver con la profesión, con lo que se enseña en las escuelas de arquitectura? La relación es diametralmente opuesta, es un espejo que devuelve una imagen que hasta ahora no se ha querido enseñar, es olvidarse de lo “estético” para interesarse por lo necesario. Es entender que nuestra profesión, hoy en día y en la mayoría de los casos, es mera cosmética, es maquillaje, es trabajo que sirve para la especulación financiera.

Mientras por un lado nos señalan con el dedo el horizonte de lo “estético”, con la otra mano nos toman para llevarnos a la construcción vacía e innecesaria, dura, material, que nace ruina ya, inhóspita y disfrazada de forma deliberada. Antes nos dedicábamos a imaginar utopías, ahora nos dedicamos a imaginar distopías disfrazadas de progreso, elitistas, redundantes, blancas, heterosexuales y normativas.

Al final, parece que estas novelas de ciencia ficción que tanto me costaba imaginar antes se empiezan a convertir en realidades contemporáneas que algunos llamarán alarmismo climático, pero que el día a día se encarga de reforzar obstinadamente. Quizás viene de ahí este interés que poco a poco se me ha ido despertando por este género.

 

El Profesor, el Escritor y el Stalker en la Zona. Fotograma de Stalker, Andrei Tarkovsky, 1979.

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La arquitectura invisible de Andrei Tarkovski https://arquine.com/la-arquitectura-invisible-de-andrei-tarkovski/ Fri, 15 Nov 2013 22:37:41 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/la-arquitectura-invisible-de-andrei-tarkovski/ Los muros de un edificio, más que definir la materialidad del mismo, resaltan el espacio abriéndose entre ellos. En otros términos, es el vacío entre la materia de construcción el que determina las dimensiones reales de la arquitectura. Dicho vacío se construye de polvo y de luz, de fragancias y sonidos, de corrientes de viento que envuelven a quienes habitan o transitan las edificaciones.

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Los muros de un edificio, más que definir la materialidad del mismo, resaltan el espacio abriéndose entre ellos. En otros términos, es el vacío entre la materia de construcción el que determina las dimensiones reales de la arquitectura. Dicho vacío se construye de polvo y de luz, de fragancias y sonidos, de corrientes de viento que envuelven a quienes habitan o transitan las edificaciones. Lo mismo sucede con una película: no es exclusivamente lo que miramos aquello que nos da la percepción final de la narrativa, sino lo que en verdad define nuestra percepción final de un film es todo aquello que ni se dice ni se ve. Pocos, si acaso existe alguien, han logrado materializar tales vacíos como lo hizo Andrei Arsényvich Tarkovski.

Tarkovski alcanzó, en las siete películas posteriores a sus trabajos estudiantiles, transmitir lo invisible a partir de lo que podríamos nombrar como una arquitectura de la memoria. Desde La infancia de Iván, vemos ya una superioridad técnica en la construcción del recuerdo a partir de la combinación del lenguaje cinematográfico (que involucra el diseño de personajes y escenarios, el guión y los encuadres y movimientos de cámara) con un diseño sonoro y musical poderoso hasta en el más íntimo detalle.

En títulos como Solaris, Nostalgia o El Espejo, lo invisible se torna casi palpable. En Tarkovski, a diferencia de los protagonistas de nuestro último artículo,  la gravedad cero se confirma como una consecuencia emocional, como el resultado de una sensación que no exige una justificación física para la suspensión de los cuerpos. Lo anterior es visible inclusive en Andrei Rublev, donde los desplazamientos aéreos a modo de visiones omnipresentes se adscriben al desprendimiento aquí evocado.

Stalker es particularmente interesante en esta arquitectura de lo invisible. La Zona, territorio prohibido, se alza entre lo espectral y lo maravilloso como un monumento al deseo y la melancolía. Un vendaval que revuelve la hierba del territorio donde gobierna una fuerza incorpórea, la reverberación del agua bajo tierra, las sombras inquietas de los rescoldos de máquinas diseñadas para la destrucción.

Para muchos, el cine de Tarkovski es impenetrable. Más que una característica propia de sus películas, se debe a los contextos de consumo del espectador (los cortes voraces de las industrias del cine y la televisión norteamericanas o el melodrama embrutecedor de los cuentos latinoamericanos, por poner un par de ejemplos). El tiempo ruso es irreconciliable con el tiempo norteamericano u occidental, para ese caso.

En las conclusiones de Esculpir el tiempo (su libro sobre teoría fílmica), Tarkovski exhorta a la reflexión sobre cómo la sociedad moderna ha orillado a las comunidades humanas al odio y aniquilación mutua, desplazando la cooperación por una competencia basada en la obscenidad propia de la belleza de silicona y de los estereotipos de la farsa capitalista. Curiosamente, estos dos son modos de lo invisible, arquitecturas pobres en las que el hombre medio encuentra confort.

Pero, ¿no es la misión del arte, como bien dice Tarkovski en el mismo capítulo, alzarse sobre estos esquemas? Las películas de Tarkovski nos recuerdan precisamente que los ideales de un arte honesto son el camino más directo a la libertad. La libertad plena, la que involucra la afirmación de nuestra responsabilidad, no la otra, que confunde los valores de lo visible con esquemas invisibles. Para ser libres, nos sugiere Tarkovski, hay que estar dispuestos a honrar los caminos de lo invisible. Tener el coraje de tomar, como sugiere su última película, un Sacrificio.

 

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