Resultados de búsqueda para la etiqueta [alfonso fierro ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Mon, 30 Jan 2023 03:12:25 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 Regulación y crecimiento: Planificación https://arquine.com/regulacion-y-crecimiento-planificacion/ Tue, 03 Dec 2019 13:00:48 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/regulacion-y-crecimiento-planificacion/ Hacia finales de los años 20, en medio de la reorganización política que culminaría en la formación del DF en 1928 y del PNR en 1929, estas cuestiones vuelven en una revista como Planificación.

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En una nota anterior, hablábamos de cómo las vialidades –entendidas como un “sistema circulatorio” urbano o nacional– se concibieron en El Universal Ilustrado de los tempranos años veinte como un medio de reconstrucción económica y política posrevolucionaria. Hacia finales de los años 20, en medio de la reorganización política que culminaría en la formación del DF en 1928 y del PNR en 1929, estas cuestiones vuelven en una revista como Planificación. Dirigida por Carlos Contreras (quien era también su principal contribuyente), Planificación tiene como objetivo darle voz a expertos y profesionales en materia de ingeniería, arquitectura y planeación urbana, negociando así el lugar de los expertos urbanos dentro del aparato del estado posrevolucionario. Desde este ángulo, como producto de una visión “técnica” en la materia, se vuelve a plantear la necesidad de un “sistema circulatorio” de vialidades en permanente circulación y flujo como un medio de reconstrucción política y económica:
Los caminos […] contribuirán a una racional distribución de la alimentación y las riquezas, uniformando y reduciendo el costo de la vida y creando, de consiguiente, un bienestar general; economizarán tiempo y dinero, contribuyendo al desarrollo de la agricultura y creándole mayor número de mercados. Al comunicar entre sí las regiones y los pueblos más apartados de la República, los caminos crearán un intercambio de ideas, establecerán la comunión espiritual de todos sus habitantes, unificarán sus tendencias y sus ideales, borrarán los odios provinciales y crearán un verdadero espíritu nacional. (No. 2, 28)

Se nos presenta aquí (y en futuro indicativo en vez de condicional para insistir en la certeza) una teoría liberal del “sistema circulatorio” tanto en términos económicos como culturales. Por sí mismos, por el mero hecho de proveer un espacio en circulación, los caminos generarán una “racional distribución” de la riqueza, que es otra manera de decir que el mercado se regulará solo, siempre y cuando cuente con los medios necesarios para que capitales, materias, mercancías y consumo circulen de manera permanente y efectiva. ¿En qué culminará esto? En el “bienestar general”. Deja al mercado hacer, laissez-faire, y éste solito se regulará para el bien de todos. En la misma línea, su teoría política de la unificación nacional pasa por el intercambio entre individuos con intereses privados. No estamos ya en el mundo de Vasconcelos según el cual el “espíritu nacional” tiene que ser articulado (por ejemplo, por los muralistas) y luego difundido por todo el territorio vía la educación pública. Estamos en el terreno liberal donde los caminos, al entramar el espacio, permitirán un flujo cosmopolita de individuos que entrarán en contacto unos con otros y que, al igual que mercancías, intercambiarán ideas, costumbres, hábitos y gustos, todo lo cual poco a poco irá decantando, solito, en un “espíritu” unificado.Ahora bien, como dice Foucault en El nacimiento de la biopolítica, la gubermentalidad liberal “es una consumidora de libertad en tanto solo puede funcionar en la medida en la que una serie de libertades existan: libre mercado, libertad de comprar y vender, libertad de ejercer los derechos de propiedad, tal vez libertad de expresión. […] Consume libertad, lo que implica que tiene que producirla. Tiene que producirla, tiene que organizarla” (63). En Planificación, igual que en burócratas influyentes de la época como Alberto J. Pani, esta organización o producción organizada de la libertad pasa precisamente por la planeación espacial y económica, la cual permite matizar el liberalismo de la revista como uno de tipo tecnocrático que apoya la intervención del estado siempre y cuando ésta surja desde el conocimiento técnico o científico y tenga como fin asegurar el desarrollo ordenado de los procesos económicos y poblacionales.
Este punto lo ejemplifican mejor a través del dispositivo del “Plano Regulador”. A lo largo del primer periodo de la revista (1927-29), Planificación exhibe un esfuerzo continuo por organizar e institucionalizar la creación de un Plano Regulador para la ciudad de México y alrededores (que justo en ese momento se está reorganizando políticamente en el DF). Para ello, convoca expertos, presenta un primer organigrama de la Comisión del Plano o aboga por la creación de una comisión técnica de carácter consultivo dentro del nuevo DDF para llevarlo a cabo, entre otros esfuerzos organizativos de esa índole. A la larga, Planificación plantea que este plano tendría que fungir como modelo para una planeación completa de México que racionalizaría el proyecto de desarrollo económico.

Según la revista, el plano funcionaría como un dispositivo normativo de control al crecimiento urbano, tanto porque establecería un encuadre espacial para la ciudad como un encuadre normativo que dictaminaría lo que sería posible hacer en un determinado espacio o no. Un plano, insisten una y otra vez, integraría a una ciudad desperdigada y aseguraría un mejor funcionamiento en todos los sentidos (político, económico, social, cultural, higiénico, etc.), al mismo tiempo que permitiría controlar el proceso de crecimiento urbano tanto de la ciudad como de la región. Entre sus principales tareas estarían en primer lugar planear el sistema circulatorio de vialidades y en segundo lugar, por supuesto, la zonificación: la disección de usos del espacio urbano de acuerdo a diferentes funciones (comercial, industrial, residencial), todo lo cual discutimos en otras notas a partir de la noción de promiscuidad: la repulsión, en pensadores urbanos de la posrevolución como Alberto J. Pani o Carlos Contreras, a lo que ellos ven como un espacio urbano promiscuo en el que funciones, géneros, prácticas y usos se confunden en un solo lugar. Sistema circulatorio y “órganos” urbanos van de la mano en un cuerpo funcional cuyo crecimiento debe ser proporcionado. Llevando esto a otra escala de planeación económica, Contreras habla asimismo de la necesidad de una “zonificación nacional” que racionalizaría el crecimiento económico y espacial (No. 11, 10-11).

¿Por qué se “racionalizaría” el crecimiento? Porque, según Contreras y Planificación, el Plano Regulador y cualquier otro esfuerzo de planeación a cualquier escala debe ser producto de una serie de estudios, mapeos, propuestas y proyectos técnicos. Es decir, el Plano y, por ende, la planificación urbana en México es una tarea que tiene que ser realizada por expertos. Y, en efecto, hay en Planificación toda una serie de intervenciones cuyo objetivo es negociar el lugar de los expertos en planeación urbana dentro del aparato del estado en general y dentro del recién formado DDF en particular: algunos artículos plantean la posibilidad de establecer una comisión civil de carácter técnico-consultivo, otros un comité de planificación también civil, pero otros ya proponen una oficina de planificación dentro del DDF. En un memorándum recuperado por Alejandrina Escudero en Una ciudad noble y lógica, Contreras se imaginaba el futuro de una posible dependencia estatal de planificación como “un verdadero Estado Mayor de técnicos planificadores, ingenieros municipales, etcétera que sean los directores de las obras públicas, en lo que hace al trazado de las poblaciones”· (en 191).

En este sentido, a través de la planeación urbana, se nos ofrece un modelo liberal-tecnocrático donde el estado cumple una función más administrativa que política: se debe encargar primero de producir el espacio a partir de un conocimiento técnico y científico (mapeos, estudios de recursos, censos, etc.) para luego supervisarlo y administrarlo (también de manera técnica) de tal forma que los distintos procesos económicos, políticos y culturales puedan desarrollarse de la mejor manera posible. Cumplido esto, la “racional distribución” de la riqueza y el “bienestar general” del que hablan en la cita de arriba serían posibles. Ellos mismos resumen mejor su modelo cuando, abogando por el Plano Regulador del DF, declaran: “No queremos política en el gobierno de la ciudad, queremos una administración buena y honrada” (No. 13, 4).

En aquel momento de reorganización política, como describe Escudero en su libro sobre Contreras, las ideas de Planificación fueron bien recibidas e incluso motivaron una serie de proyectos de urbanos e iniciativas gubernamentales, algunas con más continuidad que otras. Pero en cualquier caso implicó que, a partir de este punto, esta visión en específico entraría en la disputa de cómo, quién y de qué manera reorganizar política y económicamente el espacio posrevolucionario en México. Y sería, así, un antecedente importante de los proyectos de planeación urbana del modelo de bienestar del medio siglo.


Referencias:
vv.aa. Planificación. México: UNAM/Raíces Digital, 2008.
Escudero, Alejandrina. Una ciudad noble y lógica. Las propuestas de Carlos Contreras para la Ciudad de México. México: UNAM, 2018.
Foucault, Michael. The Birth of Biopolitics. New York: Picador, 2008.

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La ciudad es el movimiento https://arquine.com/la-ciudad-es-el-movimiento/ Tue, 11 Dec 2018 13:00:15 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/la-ciudad-es-el-movimiento/ En el Fondo de Cultura de la Condesa encontré la edición facsimilar de Horizonte (1926-27), la revista que el movimiento estridentista publicó durante su paso por Jalapa con el plan de construir ahí Estridentópolis, la ciudad de vanguardia que antes se habían imaginado en sus poemas, grabados y novelas.

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En el Fondo de Cultura de la Condesa encontré la edición facsimilar de Horizonte (1926-27), la revista que el movimiento estridentista publicó durante su paso por Jalapa con el plan de construir ahí Estridentópolis, la ciudad de vanguardia que antes se habían imaginado en sus poemas, grabados y novelas. El material de Horizonte es amplio. Hay poemas de Maples Arce y Kin Taniya, hay grabados de Alva de la Canal y Jean Charlot, hay textos propagandísticos a favor del general Heriberto Jara (su jefe en Veracruz), hay fotografías que hoy son muy conocidas como la de los postes de teléfono de Tina Modotti o la cisterna de Edward Weston, hay instructivos para instalar antenas o hacer tus propias películas, incluso hay anuncios publicitarios como el de una carnicería llamada “La moderna”. Las portadas son de Alva de la Canal y Leopoldo Méndez. En una de ellas, la de marzo de 1927, aparecen un campesino y un obrero, uno con la hoz, el otro con el martillo, ambos con una antorcha en la mano; tirado en el suelo está un capitalista con la cara cadavérica, rodeado de flamas. Si algo une a todo este material artístico, político, científico y técnico, lo une el propósito de incluir todo aquello que fuera moderno, todo lo que cumpliera con la máxima estridentista de “hacer actualismo”, de ser actuales con el mundo, todo lo que sirviera para hacer de la reconstrucción posrevolucionaria un proyecto de modernidad. Este era su horizonte utópico.

Hablar de estridentismo todavía se asocia con hacer arqueología. Durante buena parte del siglo XX fueron un movimiento olvidado, sepultado por la tradición que consolidaron sus rivales, los así llamados Contemporáneos, el “grupo sin grupo”. Hay algo de justicia poética en que un movimiento que apostó tanto por la construcción tenga que ser reconstruido. En Los detectives salvajes de Roberto Bolaño, los infrarrealistas se la pasan deambulando por la ciudad en busca del rastro de una tal Cesárea Tinajero, una poeta más o menos relacionada con los estridentistas:
Yo les dije, ah, Cesárea Tinajero, ¿dónde oyeron hablar de ella, muchachos? Entonces uno de ellos me explicó que estaban haciendo un trabajo sobre los estridentistas y que habían entrevistado a Germán, Arqueles y Maples Arce, y que habían leído todas las revistas y libros de aquella época, y entre tantos nombres, nombres de hombres cabales y nombres huecos que ya no significan nada y que no son ni siquiera un mal recuerdo, encontraron el nombre de Cesárea. ¿Y?, les dije. (170).

Dicen que el estridentismo nació en 1921, cuando Maples Arce imprimió Actual No.1 y fue a pegarlo por las paredes de la ciudad de México, junto a los carteles de toro y teatro, como decía Luis Mario Schneider. Qué raro inaugurar un movimiento artístico así. Qué extraña debe haber sonado para quien la leyó esa oda desenfrenada a las calles, los automóviles, los letreros, los ruidos y los andamios en una ciudad que apenas empezaba a modernizarse, donde apenas y había edificios. Pero así es como nació el estridentismo, según esto, y eso es en gran medida lo que fue: un movimiento que, sobre todo lo demás, ansiaba estar en sincronía con el presente –con el arte, la política y los retos de la vida moderna–, aunque por momentos no supieran muy bien cómo hacerlo, como si estuvieran condenados a la periferia por más que quisieran justo lo contrario.

En sus primeros años, los años en la ciudad de México, los estridentistas se dedicaron a construir su movimiento, que uno podría pensar en términos de una serie de infraestructuras: un café, una o dos revistas, una exposición, una imprenta, unos cuantos manifiestos. Pero si es verdad, tal como sugiere Boris Groys en The Total Art of Stalinism, que las vanguardias siempre se trataron de romper las fronteras entre el arte y la vida, y en esta medida fueron proyectos de construcción estético-política, esto es todavía más cierto en el contexto posrevolucionario. Al igual que muchos otros artistas e intelectuales del periodo, los estridentistas sintieron el llamado a imaginar y construir un nuevo país, un país moderno. Por eso, para cuando llegaron a trabajar al gobierno de Heriberto Jara en Jalapa, los estridentistas ya lo que querían era construir una ciudad en sí, una ciudad que a la vez funcionara como una imagen para el país entero. A partir de este punto, la ciudad es el movimiento, la culminación de ese proyecto estético que había empezado en el Café de Nadie y en un puñado de textos y que ahora se escapaba hacia la realidad misma.

Así es que en Jalapa, rebautizada Estridentópolis, el movimiento publicó libros y organizó eventos, construyó el primer estadio de concreto (hoy llamado Heriberto Jara), planeó la inauguración de la Universidad Veracruzana, proyectó una torre de radio que Alva de la Canal anunció con un grabado, habló de construir una ciudad-jardín, resaltó la importancia de las obras de pavimentación y drenaje… Horizonte era el órgano encargado de reunir este proyecto de vanguardia, de reflexionarlo, de justificarlo, de plantearlo como la posibilidad para la nación posrevolucionaria. Estridentópolis puede entonces entenderse como una utopía urbana no sólo porque surgió de un proyecto estético o porque éste fue mucho más ambicioso de lo que al final lograron construir, sino sobre todo porque fue el modelo a partir del cual fue posible imaginar, discutir y pensar cómo debía ser el espacio de un México moderno.

Es por esto que uno podría decir que Estridentópolis se encuentra adentro de Horizonte, que Horizonte es nada menos que el modelo utópico en sí, el proyecto urbano como tal, el programa donde se configuró una idea de ciudad y de infraestructura. El procedimiento fundamental es el montaje, otro signo de la vanguardia. Es así como un contenido diverso –arte, política, ciencia, técnica, propaganda, fotografía– puede chocar y emplazarse uno al lado del otro. Todo lo que pueda ayudar a modelar Estridentópolis tiene derecho a entrar, la diversidad en realidad no existe cuando de lo que se trata es de construir una ciudad y luego un país entero. En el texto inaugural de la revista, probablemente escrito por Germán List Arzubide, dicen lo siguiente: “En México, más que en ninguna otra parte, es necesario guía, alguien que oriente esta crisis de un pueblo que sintiendo que era necesario destruir el pasado, fue a la batalla y lo deshizo, y ya triunfador se halla solo, dueño de todos los caminos sin saber cuál seguir” (3). Tal era la tarea tanto de la revista como de las obras urbanas en Jalapa: modelar un camino.

Esto explica la obsesión con la infraestructura urbana, que desde sus primeros textos les había fascinado y que ahora justifican de manera más programática. Construir infraestructura, urbanizar, esa es la forma como los estridentistas se imaginan la tarea posrevolucionaria de modernizar al país y a su población. En este sentido son muy interesantes los textos en Horizonte que se refieren a la construcción del estadio de Jalapa, por ejemplo. Maples Arce hace una defensa del “sidero-cemento” como el material prototípico de la modernidad. Casillas toma una foto legendaria de sus columnas y pone como pie lo siguiente: “arquitectura de la REVOLUCIÓN FUERTE en lo material y en el afán ESPIRITUAL que lo ERIGIÓ” (367). Celestino Herrera asegura que “levantado el Estadio Veracruzano, un verdadero monumento a la belleza, [el gobierno de Jara] pone la primera piedra de otro gran monumento: la reconstrucción moral y física de nuestra raza” (380).

De hecho, hay una serie de textos donde la infraestructura urbana –sobre todo la deportiva y de educación– se plantea como el paso necesario para alejar a la población del “vicio”, pero también para volverla más higiénica, eficiente y productiva a través de un proceso de disciplina: “agresividad, eficiencia, rapidez para resolver situaciones, diversidad de ataques y defensas, todo un complejo y rico conjunto educativo se halla en los juegos deportivos” (234). En la nota anterior sugerimos que las utopías urbanas del México moderno podían leerse como modelos gubernamentales en el sentido de Foucault y de Rama: propuestas de espacios a través de los cuales fuera posible gobernar y transformar a una población a partir de procesos de ordenamiento, de organización, de vigilancia y de normalización. En Horizonte, la proyección de un espacio urbano moderno y tecnologizado se convierte precisamente en la posibilidad de articular un discurso en torno al cuerpo de la población. La infraestructura es el camino para establecer un orden y fomentar una disciplina que ellos concebían como necesaria para un país al que le urgía reorganizarse tras la revolución, reconstruirse y modernizarse. Inicia en Horizonte un discurso urbano que encuentra en el deporte y la educación el camino para erradicar los “vicios” y las “deficiencias” físicas y morales de la población, discurso que tendrá otro de sus puntos álgidos durante el proyecto de Ciudad Universitaria y que de alguna u otra manera continua hasta el presente. También emergen aquí, en su celebración de la virilidad y la raza fuerte que Estridentópolis construiría, ecos de esa parte del estridentismo que pasó por el nacionalismo y la homofobia, dos de sus grandes disputas con los Contemporáneos pero a la vez de su vínculo con otros artistas como Diego Rivera y los muralistas.

De Estridentópolis quedan algunas ruinas. El estadio, primeras ediciones que todavía aparecen por ahí en las librerías de viejo, la universidad, grabados y pinturas. Y queda también Horizonte, que más que una ruina es como un documento antropológico donde una ciudad que hoy ya no existe –y que de hecho nunca llegó a existir del todo o sólo existió completa en un futuro posible– se pensó, se imaginó y se planeó antes de la caída del movimiento en algún punto de 1927.


Referencias:
Bolaño, Roberto. Los detectives salvajes. Barcelona: Anagrama, 1998.
VV.AA. Horizonte. México: FCE, 2011.

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