Resultados de búsqueda para la etiqueta [Airbnb ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Tue, 10 Dec 2024 18:23:26 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.2 Algunos comentarios acerca del informe de Airbnb https://arquine.com/algunos-comentarios-acerca-del-informe-de-airbnb/ Tue, 10 Dec 2024 18:23:26 +0000 https://arquine.com/?p=95790 Hace poco fue publicado el informe Estancia Turística Eventual y Plataformas Digitales de Hospedaje en la CDMX por la consultora Alquimia Urbana, del cual se ha hecho réplica en algunos medios de comunicación y que, vale la pena resaltar (tal como se hace en la página legal del documento), fue financiado por Airbnb. La premisa […]

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Hace poco fue publicado el informe Estancia Turística Eventual y Plataformas Digitales de Hospedaje en la CDMX por la consultora Alquimia Urbana, del cual se ha hecho réplica en algunos medios de comunicación y que, vale la pena resaltar (tal como se hace en la página legal del documento), fue financiado por Airbnb.

La premisa del informe, no es de sorprender, es que el problema de la gentrificación y encarecimiento de la vivienda es estructural y resultado de décadas de malas decisiones en materia de planeación, por lo que Airbnb no tendría un impacto relevante en lo que algunos denominan crisis habitacional. Sobre esto, hay varias cosas que es necesario puntualizar.

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El estudio arroja algunos datos cuando habla del impacto en el costo del alquiler, sin embargo, comete el error de hacerlo tomando en cuenta la información de toda la Ciudad de México, cuando sabemos que las rentas de corta y mediana estancia se concentran en las áreas centrales, al igual que la vivienda en alquiler tradicional (como apunté en mi texto: “Consolidación y profesionalización de Airbnb en áreas centrales de la Ciudad de México”, Punto Sur, núm. 11, 2024, pp. 118-137) por lo que el estudio debiera comparar la evolución del costo del alquiler tradicional de esas zonas en específico, y no el de toda la ciudad, para evitar el sesgo del promedio. Incluso, para ser más preciso, debería ser a nivel colonia. Esto permitiría tener información más fidedigna sobre el impacto que, claramente, es diferencial y localizado en la ciudad.

Es decir, no es correcto afirmar que: “es contundente que el precio de la renta no se ha incrementado. Al comparar los precios de renta de 2018 con los de 2024, se observa un aumento del 28.9%, con las rentas promedio pasando de $14,228 [pesos] en junio de 2018 a $18,345 en junio de 2024” (p. 24), porque están otorgando al cálculo datos que toman en cuenta los costos de zonas no centrales donde la oferta de Airbnb es poca o inexistente, y el alquiler tiene menor costo y menor oferta, por ejemplo en Iztapalapa, Milpa Alta o Tláhuac (ver Ilustración 1 y 2).

Ilustración 1.

Ilustración 2. 

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El informe también omite que existen zonas en donde la oferta de alquiler de plataforma es muy alta, y llega a ocupar 80% del parque habitacional total en algunas de estas zonas y, si bien es importante estudiar el fenómeno más a detalle y con sus debidas precauciones, sí nos habla del dominio de este sistema sobre otras formas de uso de la vivienda en esas áreas de la ciudad. De ello se deriva, un fenómeno que debe estudiarse a más profundidad, que el sistema de renta de plataforma está promoviendo que parte de la producción de vivienda nueva en esas áreas vaya dirigido a ese rubro, lo que entra en conflicto con la oferta de alquiler tradicional. ¿De qué sirve producir más vivienda si una parte de esta, la de mejores atributos de localización, va a dirigirse a los sistemas de renta de corta y mediana estancia?

Ilustración 3.

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Tampoco se menciona algo que comenté durante la entrevista que realizaron conmigo a propósito de la redacción del informe: y es que existe un mercado informal de Airbnb para extender los periodos de estancia, lo que está fuera del foco de los datos y también de los montos de recaudación fiscal. Es un fenómeno que, por cierto, serviría a Airbnb para evitar el desvío de ingresos para la plataforma y también ayudaría problematizar sobre la inseguridad que genera para los propietarios.

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Se omite un elemento muy relevante para la regulación como es la existencia de actores que forman parte importante del sistema y que casi no se toman en cuenta en los debates sobre los sistemas de renta de corta y mediana estancia: los gestores y todo el sistema de administración alrededor de este tipo de alquiler. Cuando surgen, es solo para referirse a la generación de empleos con un atributo positivo, pero no fue así cuando se pensaron los mecanismos de regulación en la ciudad hoy existentes, por ejemplo, ¿qué papel tienen los promotores y gestores de Airbnb en la regulación vigente en la Ciudad de México?, ¿cómo incorporamos a Mr. W (en referencia a la empresa que bajo ese nombre alquila más de 350 departamentos sólo en la capital del país) a los instrumentos de regulación?

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El trabajo omite la existencia de investigaciones sobre alquiler de corta y mediana estancia en México y América Latina, que servirían para sentar las bases del propio informe y criticar, desde su perspectiva, qué es lo que esos estudios no están tomando en cuenta que el informe sí. Por ejemplo, Lerena Rongvaux y Rodríguez (en su artículo “Airbnb in Latin America: A literature review from an urban studies perspective” en Journal of Urban Affairs, vol. 46 [6], 2024, pp. 1,146-1,160), realizan un trabajo exhaustivo de toda literatura académica en América Latina sobre los sistemas de renta de corta y mediana estancia desde la perspectiva de los estudios urbanos, entre los que se encuentran algunos trabajos en la Ciudad de México. 

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En la conclusión del apartado 4.3, “Gentrificación y desplazamiento”, se asegura que “la presencia de plataformas de alojamiento temporal más que expulsar población están revitalizando los territorios, generando riqueza a las familias que deciden disponibilizar un cuarto” (p. 25). Esta afirmación es, en muchos sentidos, tramposa. Primero, porque no toma en cuenta que buena parte de la oferta de Airbnb consiste en departamentos completos, no habitaciones, y que esa oferta ha crecido en los últimos años (pandemia incluida) [ver gráfica 4]. 

Segundo, como he dicho —hasta el cansancio— en numerosos espacios, la expulsión de población no es lo único que está en juego en estos fenómenos, como erróneamente puede ser interpretado desde los discursos antigentrificación. Dejemos, entonces, de hablar de gentrificación porque pareciera, como se informa en el estudio, que todo estaría bien con los procesos de revitalización sin pérdida de población, “sin expulsión”. Cuando lo que está en juego son otros factores, como la segregación. ¿Es posible pensar que los propietarios e inversionistas, al ver que un sistema que genera una mayor rentabilidad que otro, decidan optar por este porque la regulación y el mercado lo facilitan? Aquí no hay expulsión de población, pero sí viviendas que están siendo desplazadas o colocadas directamente en el sistema de renta de corta y mediana estancia, en las zonas con mayor demanda de vivienda en alquiler. Es claro el conflicto y es importante hacer frente a ello.

Ilustración 4.

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Por último, como mencioné líneas arriba, antes de la publicación de este trabajo mantuve con parte del equipo que elaboró el informe una muy interesante entrevista de más de una hora, en donde comenté varios de los puntos que aquí se mencionan y que, sin embargo, fueron completamente ignorados. En su lugar, y espero que no de manera premeditada, incluyeron una cita mía de esa fuera de contexto (en la página 25) y la colocaron en un apartado en donde está completamente desarticulada del texto que la acompaña. ¿Por qué?

Por estas razones, me gustaría deslindarme por completo de esa utilización de mis declaraciones, porque, aunque respeto a quienes están detrás del trabajo realizado y concuerdo con algunos de los puntos mencionados (como en que, efectivamente, el fenómeno de los sistemas de renta de corta y mediana estancia no es el problema central y que se requiere reforzar los mecanismos de producción de vivienda y el ordenamiento territorial), no comparto en gran medida el posicionamiento del documento y no quisiera que se tomara esa pequeña alusión como un guiño positivo de mi parte a dichas posturas.

Por otro lado, no deseo caer en el simplismo de que urge regular, porque es claro que los incipientes mecanismos de control para los sistemas de renta de plataforma que se han colocado en la Ciudad de México —y que recayeron notoriamente sobre Airbnb por ser la cara visible del fenómeno— no están resolviendo lo que deben resolver. Primero, para justificar el por qué y para qué se crearon, así como el efecto que tendrían; y, segundo, por la falta de claridad para su control y seguimiento.

Esperamos un diálogo abierto y transparente entre las autoridades del gobierno capitalino y los promotores de los sistemas de renta de corta y mediana estancia, los propietarios y la ciudadanía para crear mecanismos reales, eficientes, que permitan equilibrar la participación de estos sistemas en la ciudad de una manera justa. Esto sin dejar fuera el debate sobre el fortalecimiento de los mecanismos de producción de vivienda asequible y de la protección al creciente sistema de alquiler en la ciudad.

P. D.

El debate de Airbnb no es marginal, dado que se encuentra inserto en las lógicas sobre el ejercicio de propiedad privada de la vivienda y sobre su función social, lo que está establecido en la Constitución de esta ciudad. Con suerte, esto nos permitirá elevar el debate y dar el salto hacia mecanismos más eficientes y justos de producción de vivienda.

P. D. 2

El informe, de haber sido resuelto de mejor manera, tal vez podría haber corroborado su premisa principal: los efectos de Airbnb no son “significativos” a los procesos de gentrificación de la ciudad, porque son una consecuencia estructural de las políticas del mercado de suelo en la ciudad. Empero, ello no significa que no deba estar sujeto a reglas sobre su participación en la ciudad.

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Airbnb y las políticas de distribución del espacio https://arquine.com/airbnb-y-las-politicas-de-distribucion-del-espacio/ Fri, 18 Nov 2022 14:52:51 +0000 https://arquine.com/?p=72073 El acuerdo firmado por el Gobierno de la Ciudad de México y AIRBNB no sólo lleva a cuestionar las políticas de vivienda actuales y si limitan la gentrificación y la expulsión o no, sino también a pensar quiénes y cómo deciden las políticas de distribución del espacio en nuestras ciudades.

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En su libro El desvanecimiento de lo popular. Gentrificación en el Centro Histórico de la Ciudad de México (El Colegio de México, 2021), el antropólogo Vicente Moctezuma Mendoza identifica qué actores iniciaron la llamada “renovación” del primer cuadro de la capital. A decir del autor, dicho proceso inició en 2001 con la fundación del Consejo Consultivo para el Rescate del Centro Histórico de la Ciudad de México y, hasta ahora, se ha mantenido con cierta constancia gracias a la alianza entre el Estado y el capital privado. Moctezuma Mendoza describe los lineamientos que fundamentan este rescate de la siguiente manera: “Dicho proyecto busca la preservación y conservación de los valores patrimoniales del espacio; el fortalecimiento de actividades turísticas y recreativas; el impulso de usos comerciales y residenciales del entorno; y el fomento de la inversión privada”. Y aquí surgen los cuestionamientos, ya que todos los engranes que se pusieron en marcha para la iniciativa hablan continuamente del abandono en el que se encuentra la zona. Pero, ¿nadie vivía antes ahí? ¿No existían economías que le imprimían un movimiento intenso a las calles del Centro Histórico? ¿Por qué el patrimonio y las actividades culturales son indicadores de que una ciudad es rescatada, mientras que se establecen relaciones asimétricas con residentes y comerciantes de ciertos estratos socioeconómicos, a quienes les resulta más que difícil permanecer en el mismo sitio?

El objetivo de la propuesta del autor es describir una serie de tensiones que construyen la ciudad; las cuales, generalmente, están dadas entre lo público y lo privado. Las tensiones entre lo público y lo privado van más allá de una dicotomía en la construcción discursiva y material de una colectividad, ya que describen políticas, legislaciones, acuerdos y normativas que inciden de manera contundente en los espacios, como lo señala el filósofo Jacques Ranciére en El tiempo de la igualdad. En este libro, Ranciére plantea que en el fondo, en el ámbito de la política todo se decide a partir de cuestiones relacionadas con la distribución del espacio. ¿Qué son esos lugares?, ¿cómo funcionan?, ¿por qué están ahí?, ¿cómo funcionan?, ¿por qué están ahí?, ¿quién puede ocuparlos?, ¿quién hace qué? Por tanto, en este sentido, la acción política siempre se articula, para mí, en lo social, en el sentido de una distribución litigosa de los lugares y de los papeles que desempeñan.

Los significados que se activan sobre los sitios que habitamos son gestionados, usualmente, por quienes detentan el poder. Ante este panorama, ¿qué significa la vivienda para quienes asignan funciones a los espacios? ¿Cómo se inserta en un flujo de economías que no necesariamente tienen que ver con el sitio donde se vive, sobre todo cuando se emprenden rescates para que sean otros quienes se apropien de la ciudad y comiencen a gestionarla a costa de quienes ya se encontraban ahí?

“Los trabajadores remotos tienen mucho que aportar a la Ciudad de México y por esto esta alianza es tan importante”, dijo Diana Alarcón, coordinadora general de Asesores y Asuntos Internacionales de la Ciudad de México. “Con Airbnb, mejoraremos las opciones que la ciudad ofrece. Esta es una oportunidad para demostrar que la ciudad se adapta e innova frente a los escenarios adversos como la pandemia”. Estas declaraciones se dieron en la celebración de un acuerdo colaborativo entre Airbnb y la UNESCO, “a fin de impulsar a la Ciudad de México como un centro turístico digital, atractivo para las personas extranjeras que buscan permanecer conectadas mientras laboran vía remota”, según reporta el sitio de noticias Newsweek. A pesar de que hay consenso en que las residencias de corta estancia, a fin de cuentas, aumentan el costo de alquiler y de servicios en general para quienes no están de paso en las ciudades o quienes migran por necesidades laborales y  a pesar de que existen diversos indicadores de que el incremento de edificios destinados al turismo se encuentra directamente relacionado con las expulsiones de ciudadanos que hayan mantenido sus sitios de residencia por tiempos prolongados, la actual gestión —que se presenta a sí misma como cultivadora y defensora de derechos—, decidió privilegiar una de las prácticas más destructivas para las colectividades urbanas.

Sin embargo, considero que, además de las explicaciones, sumamente útiles, que puedan tener los análisis cuantitativos respecto al fenómeno y cómo impactará en la Ciudad de México, conviene elaborar algunos apuntes sobre aquellos que están legitimados “para hablar de lo que es ese lugar, de lo que ahí se hace”, como menciona Ranciére. Asimismo, vale la pena puntualizar algunos aspectos contextuales sobre el sitio donde se implementó esta política que, más que una postura gubernamental que señale nuevas vías en la construcción de la ciudad, en realidad se trata de la culminación de aquello que quedó definido cuando se habló de “rescatar” al centro. 

¿Qué implicaciones tiene asignarle valores como “innovación” y “aporte” al arribo de un sector calificado de “nómada”, y quiénes redistribuyen políticamente los espacios que ocupan? Podemos empezar señalando una distinción entre migrantes: entre aquellos que supuestamente impactan de manera positiva en la economía de la ciudad y quienes son forzados a trasladarse a los centros urbanos por condiciones adversas, diferenciación que también puede leerse en un contexto nacional. Si México, como menciona Francisco Serratos, es uno de los lugares “más peligrosos del mundo para migrantes”, particularmente centroamericanos, la Ciudad de México se presenta como un oasis dispuesto a recibir a migrantes del norte y con poder adquisitivo. Estos aspectos no pueden equipararse en el nivel de sus violencias. Sin embargo, podemos identificar las asimetrías entre quiénes pueden ingresar al país y a las ciudades. Asimismo, ¿para quiénes se adapta la ciudad después de la pandemia? Como indica Jesús Carrillo en el artículo “El mercado laboral: una recuperación incompleta y desigual”, se apunta hacia una recuperación de la crisis económica, aunque ésta será lenta ya que todavía “hay terreno que cubrir para que a situación de las personas trabajadoras alcance a la que tenían antes de la pandemia”. A este panorama, se tiene que contemplar quiénes tuvieron que dejar sus viviendas ante el incremento de contagios y de desempleo, sin tener posibilidades a corto plazo de volver a lo que antes era sus residencias y sus sitios de trabajo. Esta circunstancia es muy distinta para quienes tienen el privilegio de trabajar desde una computadora a cualquier lugar del mundo, viviendo en zonas bien equipadas y servidas de cualquier ciudad. No son ciudadanos, ni migrantes, ni turistas (ya que pueden vivir hasta por más de un año en el centro urbano de su elección) y, por ende, no pueden resentir los efectos económicos y políticos del país al que llegan. 

Ahora bien, ¿por qué se dan los desplazamientos? Hablar de esta consecuencia implica situarla: no todos los habitantes urbanos ven modificados los sitios donde desarrollan su vida. Como demuestra Moctezuma Mendoza, los estratos populares son, específicamente, quienes tienen que abandonar la ciudad que también les pertenece. Quienes hablan de rescate ante el abandono o de estimular la economía ante su falta de actividad, no contemplan a la población que no responde a la forma en la que el poder asigna significados a los espacios. En las dinámicas urbanas, lo público y lo privado se interrelacionan de tal manera que los lugares que son entregados a la inversión privada significan que la calle y la vivienda tenga una accesibilidad diferenciada. El ejemplo que pone Moctezuma Mendoza es el del comercio: “Las actividades comerciales no se contienen en los espacios acondicionados en los edificios, se desarrollan también ‘afuera’, extendiéndose por banquetas y calles, por plazas y andadores”. Contener el comercio bajo las cuatro paredes de un establecimiento formal implica que el ambulantaje desaparezca de las zonas medulares del Centro Histórico. Asimismo, modificar las actividades callejeras también pone en crisis formas de la vivienda que no se ajustan a aquellos modelos de “rescate” o “innovación”. No siempre los conjuntos habitacionales representan inversiones, y no siempre quienes los habitan son inversores potenciales. El tránsito de una residencia que posibilita que los estratos populares puedan vivir en las zonas centrales de la ciudad hacia su transformación en un bien capital tiene consecuencias claras: la gente es desplazada. 

Rosalba González Loyde, en su texto “Primera llamada: Airbnb frente a la vivienda de alquiler” mencionaba que “AirBnb por sí mismo no es el problema, sino el sistema y modelo que arropa su llegada sin entender y atender las problemáticas existentes y futuras de los lugares donde se inserta”. Ciertamente, existe un entramado de actores, legislaciones y normativas que le dan un nuevo orden espacial a las dinámicas urbanas. Sin embargo, me gustaría añadir un cuestionamiento: ¿el sistema no reconoce qué es lo que está legislando? Desde 2001 dieron inicio una serie de acciones que, paulatinamente, han ido implementando políticas que culminan en alianzas entre un gobierno y una firma tan problemática como lo es Airbnb. A esto, hay que añadir que para gestionar los espacios es necesaria una diversidad de instituciones y de prácticas que, en el caso del Centro Histórico, han incluido fideicomisos, editoriales (como lo fue la revista Km Cero), desarrolladores y arquitectos. Moctezuma Mendoza recoge las palabras de un arquitecto quien, en un seminario organizado por la UNAM, hablaba del deterioro del Centro Histórico. Entre las problemáticas que señaló, fue que la Ley de las Rentas Congeladas, la cual “se hizo en el momento pensando en defender a la población de menos recursos —pero luego que nadie se atreve a ponerle un cascabel al gato— [hizo que] “las fincas se fueran debilitando, porque el propietario no les metía un peso”. En este “proceso de degradación, [la renta] se fue volviendo una cantidad insignificante que no daba para mantenerlas y entonces se fueron abandonando y deteriorando”. Moctezuma Mendoza contrasta estas ideas con el hecho de que aquel abandono es empíricamente falso, ya que “el Centro de la Ciudad de México se conformó como un espacio habitacional popular” para una población que fue “constantemente expulsada por la reconversión de las propiedades a actividades más rentables”. Como lo es Airbnb. Sabemos cuánta responsabilidad recae en la actual gestión, y debemos saber en qué grado seguirán implicadas las otras partes que conforman el sistema de aquellos que tienen el poder para decidir la distribución del espacio.

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Primera llamada: Airbnb frente a la vivienda en alquiler https://arquine.com/primera-llamada-airbnb-frente-a-la-vivienda-en-alquiler/ Mon, 31 Oct 2022 16:31:56 +0000 https://arquine.com/?p=71112 Airbnb por sí mismo no es el problema, sino el sistema y modelo que arropa su llegada sin entender y atender las problemáticas existentes y futuras de los lugares donde se inserta (vivienda, habitabilidad, acceso a infraestructura y equipamiento, etc.).

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En 2017 publicaba uno de mis primeros textos en este mismo espacio sobre Airbnb en Ciudad de México, cuando aún parecía un fenómeno incipiente, pero con un sostenido crecimiento en ciertas zonas de la capital, lo cual se entrelazaría con otros fenómenos: la inversión pública de mejoramiento urbano en zonas específicas de la ciudad, el crecimiento de la red de Metrobús, la consolidación del sistema de bici pública, la red de ciclovías y, claro, una pandemia de por medio con el fortalecimiento del trabajo remoto, un mercado de trabajo irregular e informal incluso para las clases medias jóvenes y normas permisivas para la producción de vivienda sin una regulación eficiente del suelo.

Todo esto para poner sobre la mesa lo que es evidente, pero no para todas es claro: el fenómeno es complejo. Es complejo porque Airbnb, como actor, no es más que un potenciador de las dinámicas existentes del fenómeno de financiarización de la vivienda ya bien consolidado en nuestra ciudad y otras del planeta. Es decir, Airbnb es otro síntoma de un problema mayor.

Entonces, ya que llegaron a esta línea donde no dije nada nuevo, ni nada que no hayan visto ya en redes sociales, declaraciones en medios, etc., en medio de este caos voy a aprovechar este espacio de coyuntura para hablar del alquiler en la Ciudad de México.

Desde el 2000, ya con el sistema democrático recién estrenadito en la ciudad, la vivienda en alquiler ha ido en aumento, con un despunte importante en los últimos diez años, en medio de políticas de propietarización a través de créditos otorgados principalmente fuera de la ciudad, pero también con la promoción de creación de vivienda en lo que se denomina ciudad central para, en teoría, aumentar la producción de vivienda asequible en las áreas que ya contaban con equipamiento e infraestructura para albergar mayor población. Lo paradójico de esto último es que la vivienda se hizo cada vez más inasequible, especialmente en estas áreas, y el alquiler comenzó a ser la única opción para quienes querían habitar la centralidad.

De acuerdo con datos del Censo de 2020 del INEGI, la cuarta parte de las viviendas de esta ciudad son habitadas en renta y este dato puede estar subrepresentado porque la respuesta “Prestada” aparece como variable distinta, pero que se trata de una afirmación que muchas veces refiere a otras formas de arrendamiento, algo de lo que el Dr. Coulomb ya nos daba pistas.

El alquiler se localiza predominantemente en las áreas centrales donde Benito Juárez, Cuauhtémoc y Miguel Hidalgo concentran más del 30% del alquiler de toda la capital, dato que va en aumento, junto con el propio costo del metro cuadrado de vivienda. No es casualidad que la fluctuación del costo de vivienda sea más cambiante en las zonas de alquiler, porque al tener mayor movilidad de residentes y flexibilidad para adaptarse a las condiciones del mercado (especialmente por la desregulación= los ajustes de costo tenderán a la alta. En el caso de la Ciudad de México, el Código Civil, el único instrumento regulatorio, establece que el aumento anual del alquiler no podrá ser mayor al 10% de la renta mensual. Sin embargo, si el contrato termina, el arrendador podrá ajustar el costo sin ninguna restricción, más que la del mercado mismo, a los nuevos inquilinos.

Airbnb entra en esta red de acciones y omisiones del gobierno, así como de la promoción, por parte de organismos internacionales como el BID y el Banco Mundial, de dos cosas importantes: la promoción de la industria creativa (economía naranja) y el arropamiento de las plataformas del sharing economy, de la que también he hablado aquí, que, aunque en el discurso parezcan etéreos porque se alimentan del auge tecnológico y de la producción digital y nubizada, tienen un importante anclaje territorial que no podemos ni debemos obviar: los lugares y las personas que los acogen.

Es así que, aunque nos hablen de las bondades de la economía colaborativa y de la economía naranja, también es importante reconocer el impacto que estos modelos pueden tener y de hecho tienen en los lugares. Por ejemplo, está San Francisco como nodo de industria creativa, pero con un crecimiento importante de personas con trabajo, pero sin casa por el alto costo del alquiler o Barcelona con los conflictos de habitabilidad entre el turismo y los habitantes.

En la CDMX la concentración de la vivienda en alquiler está en las alcaldías centrales de la ciudad donde, no por casualidad, también se concentra la oferta de renta de plataformas de corta estancia (no sólo Airbnb). No podemos ser ingenuas al pensar que no hay correlación entre uno y otro fenómeno, pues es claro que la vivienda en renta tradicional compite, y en condiciones muy desiguales, con la renta de corta estancia que a ojos de arrendadores es más segura y rentable.

 

 

Elaboración propia con información de Cuestionario ampliado, INEGI 2020 e Inside Airbnb, septiembre de 2022.

 

Pero entonces, ¿frenar la propuesta de alianza de Airbnb resolverá los problemas de vivienda, en especial los del alquiler en la Ciudad de México? Por supuesto que no, pero el reclamo no deja de ser legítimo y necesario, y abre el espacio que se ha estado buscando y que sistemáticamente han querido ignorar las autoridades, para comenzar a armar una agenda sobre la regulación del alquiler que necesita la ciudad. Esta es la primera llamada.

 

Algunos puntos importantes sobre la alianza Airbnb – CDMX:

 

  • Airbnb por sí mismo no es EL problema, sino el sistema y modelo que arropa su llegada sin entender y atender las problemáticas existentes y futuras de los lugares donde se inserta (vivienda, habitabilidad, acceso a infraestructura y equipamiento, etc.).
  • Las personas inquilinas son y serán las más afectadas, pero no las únicas, si no se adoptan medidas que regulen las condiciones en las que este sistema (y otros similares) funcionan.
  • Es necesario entender a detalle la propuesta para poder establecer medidas justas: la renta de corta estancia tiene varios propósitos desde el turismo hasta arropar al nomadismo digital, pero estos dos no tienen el mismo impacto en el territorio.
  • El gobierno de la ciudad tiene la facultad, a través del Instituto de Planeación, de monitorear y gestionar la producción de información para evaluar los impactos y los beneficios de programas y políticas públicas, por lo que es posible dar seguimiento a su propuesta a través de los mecanismos de transparencia que se establecen en la Constitución de la ciudad.
  • La producción de “vivienda” para el servicio de corta estancia impacta también en el diseño arquitectónico de los espacios que están supeditados a formas de uso no necesariamente cotidianas y es algo que también valdría la pena poner sobre la mesa.
  • El acuerdo expuesto planea abrir otros espacios con potencial turístico fuera de las zonas que aquí he mencionado; en este sentido, es importante que la población residente tenga conocimiento y toma de decisión sobre esto y que se puedan establecer medidas de evaluación, seguimiento y control adecuadas para evitar procesos de expulsión.

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Lo global y lo local de la vivienda https://arquine.com/lo-global-y-lo-local-de-la-vivienda/ Thu, 09 Sep 2021 14:06:54 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/lo-global-y-lo-local-de-la-vivienda/ Cuando hablamos de vivienda y de problemas habitacionales en áreas centrales de la ciudad o de ciudades turísticas, ya no nos enfrentamos a problemas únicamente de orden local, sino también global y esto, claramente, requiere de un abordaje distinto en materia de políticas públicas. 

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Clara es española, pero después de un largo tiempo logró sentar raíces en Nueva York donde trabaja como directora de arte en publicidad. En sí, Clara no nos cuenta mucho más de su vida, si es vegetariana o si prefiere pintar o ir al cine, su pequeña presentación parece algo hermética, a diferencia de las de otras y otros colegas de la plataforma, pero asumimos que le gusta viajar y que, probablemente, tenga una relación interesante con la Ciudad de México porque, a pesar de no vivir ahí, es en la capital mexicana donde ofrece, a través del sitio de Airbnb, un departamento ubicado en la alcaldía Cuauhtémoc.  

Entonces es posible que Clara, habitante de Estados Unidos, pueda rentar un espacio, en un país que no habita, a un tercero que también será extranjero en este espacio, digamos que la digitalización de los procesos financieros ha facilitado esto y ha permitido que fenómenos que antes se consideraban casi exclusivamente del orden de lo local se hayan transformado. Así, quienes participan en las transacciones monetarias pueden estar en la comodidad de sus casas fuera del espacio en donde se llevará a cabo el servicio, el turista visitará una ciudad y partirá luego de unos días, la vivienda quedará lista en breve para recibir al siguiente huésped. 

Sé que de primera mano parece inocuo que un grupo de turistas utilice un espacio durante una corta estancia, algunos dirían incluso que ese intercambio genera empleos y derrama económica, un círculo virtuoso de intercambio económico. Lo cierto es que está lejos de ser inocente, pues el fenómeno visto masificado se convierte en un problema que afecta desde las cosas más cotidianas como los cambios de la oferta de servicios locales, la habitabilidad y la seguridad misma de un barrio, hasta la gestión y regulación de la economía de empresas trasnacionales en contextos locales.

Estos fenómenos los ha descrito a profundidad Saskia Sassen cuando nos habla de territorios en donde hay imbricaciones entre lo local y lo global, para ella estos espacios son una herramienta que permite entender la relación entre procesos y fenómenos globales cuando aterrizan en un territorio, son el espacio en donde “se materializan las operaciones de poder y dominación, de resistencia y desestabilización” (Sassen, 2010, pág. 476).

Es decir, se trata de zonas críticas donde hay conflicto y resistencia de esta relación local-global y que sin duda implican retos importantes para los gobiernos nacionales y locales. En materia de vivienda y las aplicaciones de oferta de espacios de renta de corta estancia para turismo, esto tiene relación con el impacto que genera el desplazamiento de oferta de vivienda (muchas veces en alquiler) hacia un uso turístico, especialmente cuando la administración local todavía no construye reglas para su regulación, algo que ha venido sucediendo con la consolidación de los sistemas de economía colaborativa. Es así que Clara, española y residente de Nueva York puede ofertar un espacio en Ciudad de México sin mucha burocracia de por medio, pues el sistema lo permite. 

De acuerdo con datos recabados en la plataforma que captura datos de Airbnb de forma periódica para su análisis, un nada despreciable 5% de los oferentes que tienen espacios en Ciudad de México no habitan el país, este porcentaje ha declarado tener su residencia en otra ciudad del mundo, desde donde ejercen su trabajo como anfitriones, un análisis más detallado permitiría reconocer que además, algunos de esos oferentes son empresas dedicadas al turismo o al desarrollo inmobiliario que han sabido aprovechar las lagunas en la regulación de este sistema. Raquel Rolink lo expresa así: 

Airbnb empezó con todo el discurso de sharing economy, la economía compartida donde finalmente la abuela o la tía podrían incluir su activo en un mercado de alquiler. Ahora los grandes propietarios de Airbnb con miles de propiedades no son estas personas sino los fondos de inversión. (Rolnik, 2019)

Otro ejemplo es lo que sucede en la Riviera Maya, como resultado de las intervenciones predominantemente públicas ha traído consigo un gran interés en la compra de suelo y vivienda que, en buena medida, será comprada por quiénes se han visto atraídos por la “oportunidad de inversión”, por lo que los dueños de estos espacios no son potenciales habitantes, sino inversores y con seguridad habrá algunos o varios de ellos extranjeros. Esto claramente traerá cambios en las condiciones demográficas y de habitabilidad de la región y que, al igual que con la regulación de las plataformas de renta de corta estancia, requieren mecanismos de control y regulación para equilibrar la participación de actores trasnacionales y su impacto en lo local. 

Entonces cuando hablamos de vivienda y de problemas habitacionales en áreas centrales de la ciudad o de ciudades turísticas, ya no nos enfrentamos a problemas únicamente de orden local, sino también global y esto, claramente, requiere de un abordaje distinto en materia de políticas públicas. 


Bibliografía

Rolnik, Raquel. (abril de 2019). “América Latina, nuevas y viejas desigualdades urbanas” en revista Andamios, entrevista de Dammert y Delgadillo  16(39), DOI https://doi.org/10.29092/uacm.v16i39.681.

Sassen, S. (2010). Territorios, autoridad y derechos. Buenos Aires: Katz.

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Lo tuyo es mío https://arquine.com/lo-tuyo-es-mio/ Tue, 14 Jul 2020 06:11:53 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/lo-tuyo-es-mio/ Necesitas un taladro pero no tienes uno. ¿Lo compras, lo pides prestado, lo rentas por tiempo? ¿Cuáles son los beneficios y cuáles los efectos negativos de la llamada "economía compartida"?

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Imagina que necesitas, no sé, colgar un hermoso cuadro de un dibujo que te regaló un amigo. El cuadro es algo pesado y colocar un simple clavo no servirá de mucho, especialmente en una ciudad donde comúnmente se mueve el piso. Entonces te das cuenta que necesitas un taladro, pero claro, no tienes porque no lo habías necesitado hasta ese día y, con mucha seguridad, no volverás a necesitarlo en unos años más, llamas a algunos de tus vecinos para pedir, acomedidamente, que te presten un taladro, pero, ¡sorpresa!, no tienen. ¿Comprarías uno?

La respuesta a la anterior pregunta claro que es diversa, pero muchos estarán de acuerdo en que la propuesta a acceder a un producto por determinado tiempo por un pequeño costo solucionaría muchas cosas en la vida, incluso, pensándolo mejor, usted podría rentar algo también y acceder a pequeños ingresos por cosas subtutilizadas en su hogar. ¿Su impresora lleva arrumbada algunos meses? Réntela. ¿Usa su coche solo los fines de semana? Póngalo en Uber. ¿Tiene una habitación para visitas que solo usa un par de veces al año? Súbalo a Airbnb.

Seamos sinceros, lo anterior no suena nada mal y si agregamos a la mezcla una crisis medioambiental por generación de basura vinculada con el consumo, una pérdida de legitimidad de las grandes empresas que sobre explotan recursos naturales y capital humano, y una necesidad de volver a los vínculos locales como mecanismo de resiliencia urbana, pareciera que estamos frente a una solución perfecta a los problemas de las últimas décadas: la economía colaborativa. 

El término sharing economy (economía colaborativa) se utilizó por primera vez en 2007 en el libro Colaborative consumption de Ray Algar, pero se popularizó tres años más tarde con las publicaciones de Gansky (Why the future of bussines is sharing) y Botsman & Rogers (What’s Mine is Yours: The Rise of Collaborartive Consumption), textos que detallan las bondades de la economía basada en el aprovechamiento de recursos infrautilizados y el uso de medios digitales para potenciar y facilitar la comunicación entre ofertantes y consumidores. Así lo describía el propio Botsman en una, hoy famosa, charla de TED sobre economía colaborativa:

“En esencia, se trata de empoderar. Se trata de empoderar a la gente para establecer vínculos valiosos, vínculos que nos están permitiendo redescubrir una humanidad que hemos perdido por el camino, interactuando en mercados como Airbnb, como Kickstarter, como Etsy, que se basan en relaciones personales y no en la transancción vacía” [1]

El discurso de la economía colaborativa ha sido muy bien recibido y, en un primer vistazo, pareciera no tener aspectos negativos. Ha sido tan aceptado que incluso organismos internacionales y gobiernos de varios países se han mostrado interesados en incorporarlo a su agenda pública. En América Latina, por ejemplo, el Banco Interamericano de Desarrollo[2,3] ha sido un excelente difusor y promotor del sharing economy y ha logrado posicionarlo en la agenda de algunos países de la región.

 

¿Y entonces qué está mal? 

Pues básicamente todo está mal menos, claro está, el discurso. Tomemos, por ejemplo, el argumento medioambiental de la economía colaborativa que explica que, al compartir reducimos nuestro consumo de productos y servicios, y con ello disminuye la producción de basura, ergo, la contaminación. Esto tendría sentido en un escenario donde las personas actuaran de forma lineal, pero somos un poco más complejas que eso. De acuerdo con Gordo, De Rivera y Cassidy[4] el abaratamiento de costos suele provocar un aumento de consumo, es decir, consumimos más cuando los servicios y productos se hacen más asequibles a nuestro bolsillo (¡vaya, quién pudo haberlo imaginado!). De esa manera gente comenzó a viajar más, porque los servicios de hospedaje se abarataron y otros tanto aumentaron su movilidad en automóvil porque apareció un servicio más barato, más seguro y más eficiente que el servicio tradicional.

¿Y qué hay del vínculo local? En la historia del taladro tú enciendes tu celular, buscas a alguien que oferte un taladro en arriendo cerca de tu ubicación y la app hace su magia. En breve encontrarás a un vecino que se convierta en tu salvador, te entregará el producto y habrás ganado un amigo. No sé si afectivamente ha pasado esto, con seguridad que sí, pero no es el escenario común cuando nos referimos a los esquemas de economía colaborativa. Airbnb, por ejemplo, oferta su plataforma como un servicio para compartir experiencias y en donde puedes habitar con un local y aprender de éste de manera auténtica a diferencia de los servicios de hospedaje tradicionales. Lo contradictorio es que, en la actualidad, buena parte de la oferta de este servicio de hospedaje se trata de departamentos o casas completas,[5]  lo que quiere decir que no vas a habitar/compartir con el ofertante del espacio, además de que en muchas ocasiones el servicio es tan automatizado, que es probable que nunca llegues a conocer a los famosos anfitriones que, en teoría, te mostrarían las bellezas del lugar que has decidido visitar.

En el contexto laboral y quizá el más crítico de todo el sistema se encuentran los efectos negativos en el mercado de trabajo, pues buena parte del éxito del modelo de economía colaborativa se sustenta en el abaratamiento de costes operativos y la precarización laboral de los oferentes de productos o servicios.[6]  Si descompones el taladro de tu vecino —ahora amigo—, quien pagará la reparación será él, quien además ya cubrió el costo de mantenimiento del taladro y de la movilización hacia tu casa para entregarlo, además de pagarle un porcentaje a la aplicación por subir su anuncio en formato premium a la plataforma.

A lo anterior además se suman los claroscuros normativos. Al tratarse de un “nuevo” mecanismo económico los gobiernos no han podido responder con suficiente velocidad para regularlos, esto ha abierto huecos legales para continuar operando en los mercados donde se insertan sin ser sujetos de las mismas regulaciones que el mercado tradicional. 

En el contexto pandemia y postpandemia la pregunta no es si algunas de estas empresas desaparecerán, sino cómo se reinsertarán en la “nueva normalidad” y, dada la relevancia que hemos visto para la vivienda, para el mercado de trabajo y, en general, para la vida en las ciudades, cómo podemos participar como ciudadanos frente a este fenómeno.

Luego, regular, controlar y fiscalizar, pues se trata de empresas que se benefician de la infraestructura pública como calles, equipamientos, transporte público y del capital humano de las ciudades donde se insertan. Con suerte, su amigo del taladro pueda crear una microempresa que genere trabajo con seguridad social para otros y contribuya fiscalmente para mejorar la ciudad.


 

1. Botsman, R. (mayo de 2010). En defensa del consumo colaborativo. Sydney, https://bit.ly/365lAe9: TED Ideas worth spreading.

2. BID. (2016). Economía Colaborativa en América Latina. Madrid: BID.

3. Buenadicha, C., Cañigueral, A., & De León, I. (2017). Retos y posibilidades de la economía colaborativa en América Latina y el Caribe. Banco Interamericano de Desarrollo.

4. Gordo, Á., De Rivera, J., & Cassidy, P. (2017). La economía colaborativa y sus impactos sociales en la era del capitalismo digital. En R. Cotarelo, & J. Gil, Ciberpolítica: gobierno abierto, redes, deliberación, democracia (págs. 189-208). Madrid: Instituto Nacional de Administración Pública (España).

5. En el caso de Ciudad de México este dato supera el 50% de la oferta existente. 

6. Murillo, D. (19 de junio de 2018). El lado oscuro de la economía colaborativa. Obtenido de Instituto de Innovación Social: https://bit.ly/2LyZGX9. 

 

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¿Dónde están los Airbnb’s en la Ciudad de México? https://arquine.com/donde-estan-los-airbnbs-en-la-ciudad-de-mexico/ Wed, 05 Jun 2019 08:00:05 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/donde-estan-los-airbnbs-en-la-ciudad-de-mexico/ Actualmente se contabilizan casi 18,000 estancias de AirBnb en la Ciudad de México, que suman en total 31,633 camas disponibles. Las tres alcaldías con mayor presencia de alojamientos en la plataforma son Cuauhtémoc, Benito Juárez y Miguel Hidalgo.

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En la siguiente publicación voy a realizar una descripción básica sobre la distribución espacial de los alojamientos de Airbnb en la Ciudad de México. Por años fue difícil dimensionar la oferta de habitaciones, departamentos o casas dentro de la plataforma. Sin embargo, la sospecha era que había un crecimiento importante, principalmente en colonias centrales como la Condesa, la Roma y otras zonas donde hay presencia de servicios y atracciones como museos, teatros, restaurantes o bares. Actualmente se contabilizan casi 18,000(1) estancias que suman en total 31,633 camas disponibles. Las tres alcaldías con mayor presencia de alojamientos en la plataforma son Cuauhtémoc, Benito Juárez y Miguel Hidalgo.

Distribución de alojamientos por alcaldía

 

Del sexto lugar hacia abajo los porcentajes comienzan a parecerse entre sí. Sin aplicar ningún modelo de análisis espacial (todavía) podemos hablar de una concentración de alojamientos en las alcaldías que se caracterizan por aglomerar y aglomerar: empleos y mejores ingresos, desarrollos inmobiliarios y rentas costosas, bicicletas y scooters; y un largo etcétera. Sin embargo, el análisis a nivel alcaldía generaliza la distribución de alojamientos a todo el polígono, por ejemplo, ahora sabemos que hay un gran número en la alcaldía Miguel Hidalgo, pero no en la misma proporción entre las colonias Polanco y Nueva Argentina —ambas dentro de la alcaldía. Por lo tanto vale la pena acercarse un poco más para identificar a una escala menor aquellas colonias con mayor presencia de anfitriones.

Como lo mencione al inicio, la sospecha era que colonias como la Condesa o la Roma figuraban como los lugares con mayor número de alojamientos. Estuve cerca. En el siguiente cuadro se muestra las quince colonias principales. La colonia Roma Norte es el primer lugar con 8.5% de alojamientos del total ubicado dentro de la CDMX.

Distribución de alojamientos por Colonia

 

El mapa de arriba es un cartograma que ha deformado la geometría de las colonias de la Ciudad de México con base en el número de hospedajes que hay dentro de cada polígono. Es interesante la distribución geográfica que de manera general forma un corredor desde la zona de Coyoacán atravesando por las alcaldías de Benito Juárez y Cuauhtémoc para luego girar al oeste hacia Polanco. Si bien espacialmente hay un patrón que se debe estudiar con mayor profundidad, estoy sorprendido por el ritmo de crecimiento registrado desde 2009 hasta la fecha. En aquel año únicamente había registrados 9 alojamientos en toda la CDMX, actualmente casi 18,000.

 

En el mapagif, de color rojo habitaciones con precio de 500 a 1000 pesos, de color naranja de 1001 a 1500, amarillo de 1501 a 2000, azul claro 2001 a 5000 y azul obscuro mayor a 5000 pesos.

 

Los datos que se han liberado por parte de Inside Airbnb me han vuelto loco, sobretodo porque hice una solicitud de está información hace tres años y hoy me di cuenta que habían sido liberados, por eso la emoción por comenzar a describir y analizar los datos. A reserva de verificar la información, de ésta base de datos deben salir muchas investigaciones, tesis y artículos. No sólo contiene información geográfica sino sobre el tipo de inmueble, los cuartos disponibles, las reglas de hospedaje. Es decir, lo tiene todo.


Para descargar la base: http://insideairbnb.com/get-the-data.html

1.Con base en datos de Inside Airbnb

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Pasa la noche en un museo cinco estrellas https://arquine.com/pasa-la-noche-en-un-museo-cinco-estrellas/ Fri, 12 Apr 2019 13:30:16 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/pasa-la-noche-en-un-museo-cinco-estrellas/ Tal vez tendríamos que entender al museo a partir de sus contradicciones, de esa volatilidad que se mueve entre la suciedad del mercado y los esfuerzos cada vez mayores por seguir permitiendo que la calle entre al museo.

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Out of dust, out of empty space, 

from the bedroom to the marketplace:

you be bold bold, but not too bold, and frame it all in gold. 

Your credibility is broken in two, 

but we’ll press what is left into new. 

Owen Pallett. 

 

El 7 de junio de 2018, el comisario de arte y curador –además de filósofo– Paul B. Preciado declaraba en una entrevista para betevé, canal televisivo barcelonés, que el Museo Louvre constituye un paradigma político, producto de los procesos sociales iniciados por la Revolución Francesa, y cuya importancia reside en que se volvió una institución que forma parte de la calle y del público que la transita. Aquí, las palabras exactas de Preciado: “Me interesa cómo la Revolución Francesa no solamente se trata de derrocar a la monarquía, sino que también se trata de hacer que los espacios que eran únicamente de producción de placer visual, de producción de saber y de conocimiento para el monarca o para las clases aristocráticas, de repente, después de la Revolución Francesa, el Louvre se vuelve el primer museo republicano. Es decir, se deja entrar a la ciudad, se deja entrar al pueblo –entre comillas– y por tanto, a la calle, dentro de ese espacio que era uno donde solamente se construía el gusto y el placer visual de una élite”.

En 2019, para celebrar el aniversario por los treinta años de la Pirámide del Museo Louvre, proyectada en 1989 por el arquitecto I.M. Pei, la empresa de alojamientos temporales AirBnb ofrece pasar una noche bajo la Pirámide y gozar de un recorrido privado que, a decir de un reporte publicado por El Universal el pasado 5 de abril, “incluirá una cena, estilo pop-up inspirada en la Venus de Milo, un aperitivo al pie de la mítica Mona Lisa y concluirá con un concierto acústico en una de las salas de Napoleón III.”

Es interesante que un negocio dedicado al alojamiento temporal convierta a un museo canónico en una tienda de campaña para ricos. Si bien podríamos temer todavía más por este capitalismo tardío que precariza hasta los monumentos —porque al museo se va a tener experiencias estéticas y no se debe usar como un hotel que, aunque lujoso, es de ocasión—, me parece más productivo preguntarnos por qué siempre esperamos que el museo, como sitio físico y como sitio imaginario-simbólico, mantenga una moral intachable. Probablemente desde las exposiciones universales, los aparatos expositivos diseñados por la cultura occidental han tenido una relación más bien cercana con el espectáculo. Exhibir novedades tecnológicas o lo último de la vanguardia artística, tuvo repercusiones que se encuentran más en el registro de las controversias que en los de un discurso —académico, curatorial, consensado— que medie la recepción de un probable público.

Cuando la calle entra al museo no necesariamente es para sublimar sus salas, también ahí se producen chismes, juicios sin fundamento, maniobras museográficas que son tan fotogénicas que por eso mismo ponen en duda la supuesta misión del museo como purificador de la vista y de los afectos. El arte contemporáneo es uno de los ejemplos que pueden ilustrar mejor esta condición del espectáculo, comenzando en que hasta esa misma categoría causa resquemores entre quienes piensan que el museo tendría que seguir siendo esa entidad monolítica que continúe repitiendo lo que es el arte y lo que no. La retrospectiva de Marina Abramovic en el MoMA; el ciclo de conciertos “Suena Guernica” organizados por Radio 3 y RTVE.es en donde participó la cantante Rosalía para celebrar las ocho décadas de la célebre pintura de Picasso; la muestra Arqueología: Biología en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo y Beyonce y Jay Z filmando en las salas del Louvre son el inicio de un largo etcétera que nos indica que la supuesta credibilidad del museo está siendo más bien defendida por nosotros que por los museos mismos. 

La estrategia de Louvre ahora es replicada en el Museo Tamayo de la Ciudad de México, a raíz de su exposición Sunday del artista Carsten Höller. La oferta es la misma: puedes activar una pieza —unas camas que se mueven por algoritmos— y te ofrecen como cena una tabla de quesos ligeros, además de poderte duchar en el Hotel Habita una vez que tu “participación” termina. Dos museos ahora son tiendas de campaña, pero casi todos los demás son monumentos al colonialismo, oportunistas que buscan la primera plana, lugares donde la gente nada más va a “sacarse la selfie” así como productores de muestras que “no me dicen nada, no comunican nada”. Pareciera que el museo es más bien una arquitectura incómoda —y ya precaria antes de que AirBnb propusiera que se puede habitar fuera de los horarios de visita; tantas mutaciones sólo pueden encontrarse en un monstruo—, un punto de encuentro que genera divisiones y un monumento que sin embargo queremos impoluto. Tal vez, entonces, tendríamos que entender al museo a partir de sus contradicciones, de esa volatilidad que se mueve entre la suciedad del mercado y los esfuerzos cada vez mayores por seguir permitiendo que la calle entre al museo. 

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Todos los retail se desvanecen en el aire https://arquine.com/richard-florida-todos-los-retail-se-desvanecen-en-el-aire/ Fri, 05 Jan 2018 00:15:26 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/richard-florida-todos-los-retail-se-desvanecen-en-el-aire/ Entre 2016 y 2017 se perdieron más de 10,000 empleos en centros comerciales debido a su sostenida bancarrota, generada por el incremento del comercio digital. De la misma manera, actualmente las ciudades se habitan desde una perspectiva relacionada con el consumismo contemporáneo: se busca vivir una experiencia; las generaciones que conforman nuestra clase media buscan nutrir su crecimiento personal, por lo que la adquisición del patrimonio o la formación familiar, no se encuentran entre sus expectativas. Formas de habitar y consumir que comienzan a crear un posible proyecto de ciudad.

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En el texto The Great Retail Retrofit, Richard Florida reportó que se perdieron más de 10,000 empleos en centros comerciales entre octubre de 2016 y abril de 2017 debido a la sostenida bancarrota de dichos centros de venta, generada por el incremento del comercio digital y por la forma en la que se han modificado los intereses alrededor de la vivienda urbana, lo que ha traído como consecuencia el abandono físico de esas construcciones. En las bodegas que quebraron comienzan a crecer las hierbas y el óxido. Pasando por alto cualquier convocatoria política —la Revolución de Octubre sucedió en 1917, y por esa simple cronología podemos concluir que es más bien inadecuado aplicar los mismos principios revolucionarios a nuestra época y a nuestra forma de capitalismo— resulta pertinente resaltar una paradoja descrita por Karl Marx en su Manifiesto Comunista: no es que posibles crisis debiliten el capitalismo, sino que el capitalismo produce sus propias crisis. El abandono de los centros comerciales no es una señal del fin de la venta y la demanda, es también capitalismo y un estímulo mayor para una economía primordialmente urbana.

Amazon desde dentro. Fotografía: Álvaro Ibáñez vía Flickr. Licencia CC BY 2.0
 

 
Florida argumenta que gran parte del fenómeno se basa en la modificación de las aspiraciones de la clase media. Si en un momento se buscaba consolidar un hogar en los suburbios —geografía en la que se llegó a incrementar excesivamente la construcción de los centros comerciales— actualmente se busca habitar las ciudades desde una perspectiva que se encuentra relacionada con el consumismo contemporáneo. Así como no se busca meramente comprar un producto sino vivir una experiencia, algunas ciudades de Estados Unidos comienzan a habitarse al margen de lo que implica la propiedad inmobiliaria —adquirir una casa es también adquirir un patrimonio, y este movimiento se podría llegar a concentrar mayormente en sistemas familiares en los que esa propiedad era un lugar de crianza y un bien que podía heredarse a los miembros de la familia mientras que, como señala Anton Perouze, las generaciones que comienzan a conformar a la clase media buscan vivir en las ciudades para nutrir su crecimiento personal, por lo que la adquisición del patrimonio, y mucho menos de la formación familiar, no se encuentran entre sus expectativas; se trata, entonces, de una ciudad que se vive por lo que la ciudad tiene que ofrecer en términos de oferta, más no de garantías— privilegiando más la recreación que la estabilidad. Esto acarrea que el desarrollo inmobiliario comience a considerar los terrenos ahora ocupados por los ruinosos centros comerciales para sus proyectos, lo que cambiaría la faz de lo que era el suburbio, antes un sitio más asequible que los centros urbanos. Lo segundo es el incremento de una economía cada vez más intangible en las ciudades, la solidificación de un comercio marcado por algoritmos. Las industrias creativas y mercados como el de Google, iTunes, Amazon y sus servicios de Amazon Go —el centro comercial que, para evitarse filas en las cajas de cobro, propuso un sistema que trabaja bajo ciertos principios de la inteligencia artificial y que vende lo mismo que se podría encontrar en los supermercados que ahora se encuentran abandonados— comienzan a ser un posible proyecto de ciudad. Asimismo, el desarrollo pensado exclusivamente para la vivienda compartida, o el que se encuentra destinado para iniciativas como AirBnb, representa una inversión que, aunque no funciona todavía en términos totalmente generalizados, sí resulta lo suficientemente seductora como para que empresas comiencen a incrementar las regiones en donde construyen casas que nadie habitará permanentemente.

Si bien el abandono de los centros comerciales no es más que la transición a nuevos mercados, entre ambos extremos se mantiene la lógica de los espacios vacíos. Recordemos Playtime, la videoinstalación de Isaac Julien. En una de las escenas se retrata una oficina que albergó primero trabajadores y que después ocupó un solo piso con computadoras, las cuales ejecutan toda la producción. Todo lo que vemos después de la fase de los trabajadores son esas computadoras, además de amplísimos y elegantes recibidores y los cristales del edificio y el paisaje detrás de las ventanas constituido por más edificios verticales e igualmente vacíos. Julien nos quiere decir que esa es una postal de la gran prosperidad del capital contemporáneo.

 


 

Colofón

El sitio mexicano Real State Market publicó un reportaje estadístico sobre los incrementos de la construcción de centros comerciales en las ciudades mexicanas. El texto nos informa que “uno de cada tres centros comerciales de América Latina está en México”. Según Real State Market, el marco bajo el que sucede esto es el siguiente: “En opinión de diversos especialistas del sector, la gran expansión del retail en México se explica como un efecto de la creciente demanda de espacios para el esparcimiento, como una tendencia a sustituir las plazas y jardines públicos por estos nuevos centros comerciales en donde se concentran diferentes giros de entretenimiento”. A diferencia de Estados Unidos, México permanece en la construcción permanente de supermercados. Cabría preguntarse si en algún momento seguiremos la tendencia de otras economías hacia la intangibilidad de los servicios y hacia la digitalización de la moneda misma. Es decir, el acceso a las tarjetas de crédito tendría que ser un patrón común, algo que todavía no sucede en el país. Igualmente, nuestras economías urbanas mantienen las estructuras no sólo de los centros comerciales sino de la vivienda social, como CUPA o las unidades habitacionales conurbadas, además de que persiste una exigencia al Estado para que regule la construcción de las desarrolladoras, el mercado inmobiliario y la aparición de servicios que son propios de un sector mexicano por demás reducido, tanto que se han logrado suspender proyectos, o bien rampantes o bien benéficos, gracias a consensos de vecinos. Tal vez se trate de un atraso, tal vez ese atraso pueda jugar a nuestro favor. Lo que sí es que los centros comerciales que se levantan en la ciudad no son propiamente de iniciativa popular, y representan una apropiación de espacios que podrían ser públicos, además de acarrear grandes diferencias en sus costos con respecto a los supermercados más periféricos. Probablemente, lo que sucede en México no es la consolidación de espacios vacíos sino el llenado excesivo de los mismos a través de la deuda y de la diferenciación entre quienes sí pueden costearse vivir en la ciudad y quienes no.






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Ciudad hotel https://arquine.com/ciudad-hotel-app/ Tue, 15 Aug 2017 15:08:09 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/ciudad-hotel-app/ El consumo a través de plataformas digitales se ha convertido en una falsa metáfora de progreso, pareciera darnos control máximo sobre nuestra forma de consumo y los ratings con estrellas nos ofrecen estatus para ser buenos y mejores clientes y prestadores de servicios. El idilio con la tecnología.

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El anhelo de hablarle al celular para solicitarle servicios sigue siendo tema en las películas que se enmarcan en el futuro desde hace varias décadas, hace unos años que ya es realidad. El consumo a través de plataformas digitales se ha convertido en una falsa metáfora de progreso, pareciera darnos control máximo sobre nuestra forma de consumo y los ratings con estrellas nos ofrecen estatus para ser buenos y mejores clientes y prestadores de servicios. El idilio con la tecnología.

En el último lustro se ha masificado el consumo de productos y servicios a través de aplicaciones digitales, desde la comida a domicilio, servicios de transporte, habitación, limpieza doméstica hasta la renta de artículos exclusivos para ser usados temporalmente. Todas estas formas de consumo aparecen bajo el esquema de economía colaborativa, aquella que se da al intercambiar bienes y servicios a través de plataformas digitales. Este sistema, que se ha manifestado y autoproclamado como una poderosa forma de economía de las grandes ciudades, ha también revolucionado – por lo menos discursivamente- los esquemas tradicionales de trabajo a través del lema “sé tu propio jefe”, algo por demás lleno de asegunes que van diluyéndose con la pérdida de las prestaciones y la precarización de los empleos revestido, todo esto, de user friendly apps.

En este esquema aparece Airbnb, plataforma para arrendar habitaciones, departamentos y casas para estancias cortas, básicamente para el turismo. Desde su aparición en 2008 -con un relato emprendedor de dos diseñadores con espacio libre en su departamento- ha tenido un gran auge, especialmente porque el esquema de servicios desbanca en muchos elementos a la industria hotelera tradicional; los costos de hospedaje por persona disminuyen considerablemente a través de esta herramienta, pues los gastos de operación son absorbidos por cada uno de los potenciales hospedantes. Así, para 2011 este servicio ya tenía más noches reservadas que el Hilton.

Pero mientras el sistema de Airbnb crecía, surgían dilemas en torno a temas de acceso a vivienda, habitabilidad y el aumento del costo de la renta en las zonas de mayor auge de la aplicación. En España, Barcelona y Madrid se convertían en mercados importantes de Europa, sin embargo, la aparente fachada de economía colaborativa se vendría abajo luego de percatarse que un gran número de los anfitriones de Airbnb eran empresas hoteleras e inmobiliarias que manejaban múltiples espacios y se presentaban en la app como simples mortales que contaban con hasta 150 espacios para arrendar cada uno, como la humilde “Raquel” en Madrid. Sí, el escenario romantizado del buen samaritano con acceso a tecnología ofreciendo un espacio para acomodar a viajeros, era pues una fantasía.

Airbnb llegó a México en 2013 y desde entonces su crecimiento ha sido grande, antes de la entrada en vigor del impuesto colocado al sistema en junio de este año en la Ciudad de México, Airbnb había crecido 189% en el país y 174% en la capital, según datos de la propia empresa. Durante julio la aplicación en la ciudad tuvo más de 9500[1] espacios ofertados, la mayoría de estos ubicados las delegaciones Cuauhtémoc, Benito Juárez y Miguel Hidalgo, los mismos sectores con mayor inversión en equipamiento y renovación de áreas públicas y, también, la misma zona que ha estado perdiendo habitantes desde la década de los noventa, según datos del INEGI, 2015.

Ubicación de los espacios anunciados actualmente en Airbnb en la Ciudad de México. Fuente: AIRDNA, 2017.

 

La Ciudad de México se ha vuelto sharing economy friendly, luego de ser una de las primeras ciudades en el mundo en formalizar las plataformas de transporte como Uber y Cabify, ahora se ha convertido en la primera de América Latina en dar reconocimiento a la plataforma de Airbnb a través de colocar un impuesto del 3% que será cargado a los usuarios, sin ningún otro tipo de regulación y con políticas públicas de vivienda bastante deficientes. Un escenario diametralmente distinto a lo que ha sucedido en ciudades como Barcelona, donde el conflicto entre la plataforma y la administración local ha sido bastante ríspida, en ese contexto el Ayuntamiento barcelonés recientemente ha puesto un ultimátum a la aplicación para retirar 1036 anuncios ilegales.

En varias otras ciudades hay regulaciones vinculadas a la estancia permitida para el arrendamiento en términos temporales y de uso de suelo (la delgada y nada clara línea entre habitar y ser turista). En Nueva York, por ejemplo, está prohibido arrendar una propiedad completa por menos de 30 días; San Francisco permite el alquiler hasta por 90 días al año y los propietarios deben ser residentes de la ciudad; Miami ha prohibido la renta a corto plazo en las zonas que no están destinadas para ese uso y ha impuesto costosas multas para quienes violen la prohibición. Esto, sumado a políticas públicas en temas de vivienda y suelo como el tope de renta en ciudades como Berlín y París o incentivos para arrendamiento compartido para estudiantes o jóvenes en su primer empleo, ayuda a equilibrar la relación entre la apertura al turismo y la habitabilidad para los residentes, sin permitir que el primero se apropie permanentemente del espacio de los segundos, fracturando la calidad de vida de los ciudadanos.

Por un lado uno de los discursos del gobierno de la Ciudad de México ha sido el de fungirse como promotor de los jóvenes, del trabajo creativo y de las industrias potenciadas por este sector, muchas de ellas enmarcadas en el concepto de “economía naranja”, impulsada por organismos internacionales, entre ellos el Banco Interamericano de Desarrollo. Por otro, los incentivos y recursos se han dirigido hacia el crecimiento del sector turismo dinamizados a través de intervenciones en las zonas atractivas para este grupo y dando reconocimiento a sistemas como Airbnb a través del cobro de impuestos, más bien simbólicos, que no manifiestan interés sólido en regular lo que sucede en la dinámica de vivienda en la zona central de la ciudad y que, dadas las tendencias[2], continuará e intensificará el aumento del costo de la vivienda en el sector, abriendo aún más la brecha de marginación y segregación en la ciudad.


[1] Según datos del sitio web AIRDNA que ofrece información actualizada sobre la plataforma de Airbnb: http://bit.ly/2hKXOyw.

[2] Según un estudio presentado recientemente, existe evidencia sobre el impacto de Airbnb en el alza del costo de la renta http://bit.ly/2fqsEf0. Este estudio analizó códigos postales en 100 áreas metropolitanas de EEUU donde existía la plataforma.

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Ciudad y empresa https://arquine.com/ciudad-y-empresa/ Sat, 10 Jun 2017 04:38:02 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/ciudad-y-empresa/ La empresa más grande de renta de espacios turísticos es una que, sin embargo, no tiene ningún hotel, ni hostal, ni departamento, ni habitación propias: Airbnb. La idea es sencilla y se fundamenta, en su origen, en la conocida economía colaborativa: si tienes un espacio, compártelo, alquílalo y saca un pequeño incentivo de ello, ¿quién sabe?, quizá con ese dinero puedas, como promete la propia publicidad de la empresa en varias partes del mundo, desarrollar ese proyecto creativo personal.

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La empresa más grande de renta de espacios turísticos es una que, sin embargo, no tiene ningún hotel, ni hostal, ni departamento, ni habitación propias: Airbnb. La idea es sencilla y se fundamenta, en su origen, en la conocida economía colaborativa: si tienes un espacio, compártelo, alquílalo y saca un pequeño incentivo de ello, ¿quién sabe?, quizá con ese dinero puedas, como promete la propia publicidad de la empresa en varias partes del mundo, desarrollar ese proyecto creativo personal.

Por supuesto, no hay nada de malo en la idea en sí. El asunto entra en cuestionamientos cuando, debido a las nuevas demandas provocadas por la oferta de espacios, los precios de las rentas de las viviendas cercanas suben —es más rentable ofrecer la propiedad en Airbnb que tener un inquilino con contrato— y parte de la población local no puede seguir viviendo ahí. Resultado: zonas de la ciudad se vacían para dar cabida a esos nuevos turistas que ya no quieren ser turistas sino “vivir la experiencia de vivir la ciudad”.

Airbnb-4Publicidad de AirBnb

 

Ya he hablado antes en esta misma web sobre ciertos procesos de los que algunos han advertido sobre esta y similares plataformas, como la homogeneización y estandarización del diseño que trae como resultado —a sabiendas que un determinado espacio más moderno y de diseño, con pisos de madera y sábanas blancas, es más atractivo que otro para el navegante— o la precarización que esta forma de mercado impone, en la que cada espacio de tu vida debe ser capitalizado a fin de establecer cierta ganancia y rentabilidad. Pero, por supuesto, faltaba acotar el impacto que esta nueva economía genera en las ciudades.

Los estudios son diversos y algunos, como este desarrollado por montera34, analizan con minuciosidad los datos para ver qué tan cierto es que Airbnb es responsable de la subida de precios o de la gentrificación de ciertas partes de una ciudad. Tomando como base el País Vasco, al norte de la península ibérica, la investigación de este grupo permite ver cómo las ofertas de la empresa tienden a concentrarse en determinadas zonas turísticas de una ciudad. Tal esquema es el mismo que sigue, por ejemplo, la Ciudad de México —la ciudad del país con mayor número de huéspedes en Airbnb—, que, a la vista de los datos arrojados por la web airdna, es en las delegaciones más céntricas, como Miguel Hidalgo, Benito Juárez, Coyoacán y, en especial y con mucha diferencia, Cuauhtémoc, donde mayor número de plazas se ofrecen. Se puede advertir entonces que el fenómeno de la gentrificación está asociado al numero de plazas de Airbnb. Dicho de otro modo: allí donde más se ha producido un proceso de expulsión de la población local, así como de sus comercios, es donde más plazas están disponibles. Sin embargo, adjudicar el proceso de transformación urbana a los nuevos modelos de renta es en sí mismo quedarse corto. Los procesos de gentrificación que barrios como La Condesa o La Roma han sufrido en los últimos años vienen de antes y de un proceso más largo y complejo al que empresas como Airbnb y demás se suman.

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Ello no evita que, muchas veces, surjan textos, bien cargados de cierto conservadurismo, bien a la caza de la polémica o en busca de likes, donde se decida lanzar proclamas denunciando cómo estamos perdiendo las ciudades que queremos. Por ejemplo, un artículo publicado por GC España, con un título bastante llamativo —Cada vez que usas Airbnb te estás cargando una ciudad que amas, advierte que este nuevo turismo no sólo expulsa a los tradicionales residentes sino que, consecuencia de ello, se transforman los comercios, al no necesitarse comercios de día a día como pueden ser ferreterías o talleres; un proceso lento que a la larga produce la gentrificación y transformación de los barrios. Pese a todo, y a la manera de exponer el artículo, tal apunte está basado en un sustrato de verdad, que debiera, inevitablemente, hacer que se revisara el modelo de urbanismo que estamos produciendo hoy en día. Y es que, tal y como se advierte tanto en el texto como el los datos arrojados en la investigación de montera34, el gran problema de Airbnb pasa por la poca regulación que existe en el mismo medio que permite, por un lado, que no tengan que cobrar impuestos especiales sobre la renta o el hospedaje y, por otro, que haya empresas o propietarios que controlen al mismo tiempo varios apartamentos o sub-renten propiedades ajenas. Nada ilegal en sí mismo, pero demuestra la transformación del propósito inicial. Bajo la llamada economía compartida, de la cual nacieron empresas como éstas, se ha convertido —o corre el riego de hacerlo pronto— en una economía controlada por unas pocas manos que subvierte cualquier propósito inicial —un beneficio común— por uno mucho más perverso, pero que se enraíza en nuestro competitivo sistema capitalista —el personal. Se trata pues de una corrupción de las ideas de las que partía la economía colaborativa.

Airbnb

Pero, pese a todo estas visiones más o menos críticas, el fenómeno sigue imparable y algunos ya han decido ver la plataforma como un potencial. Ello no evita que, más allá de ciertas campañas —Suecia sacó recientemente en la plataforma una serie de anuncios donde el país ENTERO se ofrece como destino turístico: sus costas, sus bosques y sus montañas son una estupenda habitación abierta para pernoctar—, ciudades como Barcelona, Nueva York, París, Seúl, Atenas, Barcelona o Toronto, que han visto crecer el mercado de Airbnb exponencialmente en los últimos años, ya poseen un numeroso grupo social de vecinos y apoyo institucional que critica y se persigue la presencia de departamentos en renta a través de la plataforma —y que ha derivado en el tan discutido fenómeno de la “turistificación”—, exigiendo políticas que los defienda de algo que consideran que va en su contra. Mientras y por su parte, la Ciudad de México sigue ya el ejemplo de otras ciudades en el mundo, como Lisboa, París, Londres, Milán o Ámsterdam, y ha anunciado que será la primera ciudad de América Latina en crear un impuesto especial a Airbnb, cobrando 3% del total de la cuenta del huésped para las arcas de la ciudad.

La discusión está, pues, sobre la mesa. Así, las presiones o los apoyos frente a modelos de Airbnb y derivados —como Uber en el caso del transporte— exponen, una vez más, cómo la ciudad es ya el lugar donde se pondrá a prueba el futuro. Ya no discutimos sólo las políticas a nivel estatal, sino que importan tanto o más aquellas cuestiones que afectan a lo local, a nosotros en nuestro día a día, pues, tal y como señala recientemente Alejandro Hernández Gálvez en su texto Urbe et orbi, nos enfrentamos a “un futuro (…) de ciudades y no de estados o naciones”, donde no sólo la gente, los vecinos, tendrán algo que decir, también las empresas cuyas operaciones afectan a la vida de estos, “empresas (…) que (…) controlan grandes redes de producción, distribución y consumo de bienes”. Pero en ese futuro, claro está, pasa también por decidir el modelo social que deseamos tener, si uno que priorice el bien común de la ciudad en su conjunto o uno que prefiera el de unos pocos —propietarios y empresarios—. Nada fácil. De momento, la Ciudad de México parece haber visto más beneficio en el apoyo a una empresa, tan es así que algunos han advertido tal acuerdo como un “idílico romance” que supone, primero, un reconocimiento a la marca —que ahora tiene cierto reconocimiento legal frente a las quejas de la Asociación Mexicana de Hoteles y Moteles que consideran a la plataforma como la causante de la desocupación entre el 30 y el 40% de sus habitaciones—, y un reto para el Gobierno de la CDMX: transparentar las ganancias, a fin de definir de forma clara en qué y en dónde se destinará el dinero obtenido de este nuevo impuesto.

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El cargo Ciudad y empresa apareció primero en Arquine.

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