Resultados de búsqueda para la etiqueta [Acapulco ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Mon, 02 Sep 2024 18:20:47 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 Arquine No. 109 | Reparaciones https://arquine.com/product/arquine-no-109-reparaciones/ Mon, 02 Sep 2024 18:20:30 +0000 https://arquine.com/?post_type=product&p=92724 Kongjian Yu (Turenscape) | Iñaki Echeverría – Dirección General Parque Ecológico Lago de Texcoco | cano – vera arquitectos | Loreta Castro y José Pablo Ambrosi y Juan Ansberto Cruz | Mauricio Rocha Iturbide / Óscar Rodríguez Castañeda, Taller Abierto de Arquitectura y Urbanismo (TaAU), Alejandro Castro Jiménez Labora | Dominique Perrault | Edgar Mazo

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Reparar es arreglar, componer y recomponer, apañar, remediar y remendar, restaurar y reconstruir. También es enmendar, corregir, rectificar o remediar. Y se puede entender como resarcir, desagraviar o satisfacer o compensar al ofendido. Otra manera de explicar el término es advertir algo, notar o mirar con cuidado. Y, eventualmente, se puede interpretar como reflexionar, detenerse o darse cuenta de algo. Como dice Paulo Tavares en estas páginas, “la arquitectura de reparación no es un tema, sino una forma de involucramiento. No es un calificativo, como lo es decir ‘arquitectura social’, sino una posición que se corresponde con la arquitectura como conocimiento y práctica.” Desde la arquitectura y desde el urbanismo podemos abordar, a veces, las reparaciones tanto de edificios como de ciudades, tanto de urbes como de paisajes, recomponiendo construcciones; y, en otras ocasiones, restituyendo territorios dañados. Se puede responder a distintas escalas: reciclando edificios o restaurando territorios e infraestructuras hasta ahora sometidos a la extracción permanente, para recomponer el medioambiente y reparar un planeta canibalizado. 

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Hacia la muerte del ‘masterplan’ https://arquine.com/hacia-la-muerte-del-masterplan/ Mon, 04 Dec 2023 14:51:51 +0000 https://arquine.com/?p=85918 Como prácticas profesionales, la arquitectura y el urbanismo son reacias al cambio; el aceptar que el contexto urbano es dinámico y que las tendencias pueden cambiar en función de la evolución de las ideas, las tecnologías y las necesidades de la sociedad, y eliminar un concepto como el Masterplan llevará tiempo.

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[…] una ficción solo es honesta cuando mantiene su lógica en la materialidad del discurso […]

Julián Herbert, Canción de tumba 
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A pesar de que grandes arquitectos han anunciado el deceso del Masterplan, estoy aún no sucede. Hasta enero de 2022, el término Masterplan seguía siendo reconocido con amplitud y utilizado como una valiosa herramienta de planificación en arquitectura y urbanismo (1). Como prácticas profesionales, la arquitectura y el urbanismo son reacias al cambio; aceptar que el contexto urbano es dinámico, y que las tendencias pueden cambiar en función de la evolución de las ideas, tecnologías y necesidades de la sociedad, y eliminar un concepto como el Masterplan llevará tiempo.

Los planes maestros tradicionales evidencian las dificultades para mantenerse al día con la dinámica rápidamente cambiante de las ciudades modernas y el creciente énfasis en la flexibilidad, la adaptabilidad y el compromiso de la comunidad. Ni se diga en su falla para reaccionar a situaciones catastróficas como el reciente huracán Otis, que destruyó Acapulco.

Como herramienta de planificación, el Masterplan tiene poco más de medio siglo de existencia. Se creó a partir de la segunda guerra mundial en Reino Unido, donde por ley se denominó a esta clase de proyectos 
​“Planes de Mejora Urbana”. Las primeras organizaciones de planificación fueron los Fideicomisos de Mejora Urbana y se extendieron como virus por todas las colonias británicas (2).  Según Lewis Mumford, el Imperialismo francés también contribuyó a la definición del Masterplan como proceso de planificación casi un siglo antes con la transformación de París bajo le grand plan, desarrollado por Georges-Eugène Haussmann (3)

Sus variantes han operado en múltiples geografías y países; quizá uno de los pocos casos de éxito en América Latina se encuentra en Uruguay, en donde la ciudad turística de Punta del Este fue planificada y desarrollada mediante el Plan Maestro de Carlos Gómez Gavazzo entre 1933 y 1935. En palabras del profesor, Juan Alberto Articardi: “La propuesta aplicada al balneario de Punta del Este es un alegato del urbanismo moderno que adapta su volumetría a consideraciones topográficas, geográficas y climáticas, y transforma la trama urbana y el perfil de la península” (4)

Con claras referencias al urbanismo de Le Corbusier, este plan maestro, o plan regulador —como se le denominó en Uruguay—, mantuvo cierta flexibilidad y capacidad de adaptación para que la ciudad creciera durante las siguientes cinco décadas, y en esto ha radicado su éxito parcial para continuar creciendo.

Planta de la ciudad balnearia de Punta del Este, 1935. Gómez Gavazzo y Maqueta de la ciudad balnearia de Punta del Este, 1935. Gómez Gavazzo. Fuente: maqueta de Punta del Este, original de Gómez Gavazzo, ITU, Facultad de Arquitectura. Restitución y foto: Juan Alberto Articardi

Dentro del zeitgeist actual, la búsqueda por procesos de planificación urbanos más equitativos y abiertos permea también la válida destitución del Masterplan como icono del pensamiento patriarcal. (5) En la última década se han producido cambios de orientación hacia procesos de planificación más dinámicos y participativos, como la planificación gradual y el urbanismo táctico y coparticipativo. Estos ejemplos denotan el reconocimiento, prestado, por cierto, de la neurociencia, que ha permeado la disciplina arquitectónica y urbanística reciente a través del cual el Masterplan es un proceso y no un fin, por lo cual se busca entender y planear un sistema complejo compuesto por una miríada de elementos individuales que, una vez agregados, adquieren características colectivas que por lo normal no se manifiestan ni pueden predecirse con facilidad.

La muerte del Masterplan está cerca, sin duda. La figura de Howard Roark, (6) como el gran artífice y arquitecto de un plan urbanístico completo, es cada vez menos necesario y no garantiza un buen resultado. Nos encontramos en situaciones en donde viene más a cuenta el tono el dialéctico entre distintas posiciones, plasmado con una astuta claridad en la novela de Reinier de Graaf (llamada The Masterplan), en donde hay un choque entre uno de los protagonistas, el no-arquitecto, que se reafirma en sus ideales antialtruistas, mientras que la educación sentimental del otro protagonista, Tomás el arquitecto, se convierte en un doloroso aprendizaje de la decepción en donde el arquitecto se equivoca. (7)

Acapulco no necesita un Masterplan. Más allá de la urgencia por recuperar todo lo que la ciudad ofrecía como destino turístico, con sus cosas buenas y malas, se abre la oportunidad para reformular un sistema complejo con múltiples variables en donde cada una de ellas debe ser tomada en cuenta, porque al final todas las partes constituyen lo que puede ser Acapulco después de Otis. Como bien dice la canción de Oasis, 
​“The Masterplan”:

All we know is that we don’t know

How it’s gonna be

Please brother let it be

Life on the other hand

Won’t make you understand

We’re all part of the masterplan

 

Notas

1. El número de búsquedas en Google hasta enero de 2022 es de más de 100,000 en el último año: analytics.google.com 

2. Healy, M.; The Masterplan; Playwriters Canada Press, 2023; pp. 34-57.

3. Mumford, L.; The City in History: Its Origins, Its Transformations, and Its Prospects; Mariner Books, 1968.

4. Articardi, J.; The Town Plan for Punta del Este, 1935: a model resort city; tesis doctoral, Universidad Politécnica de Madrid, 2013.

5. Hooks, B.; The Will to Change, Men, Masculinity and Love; Washington Square Press, 2004, p. 17.

6. Rand, A; The Fountainhead, Bobbs-Merrill Company, 1943. 

7. De Graaf, R; The Masterplan, Archis, 2021.

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Acapulco Golden (II) https://arquine.com/acapulco-golden-ii/ Wed, 22 Nov 2023 21:03:09 +0000 https://arquine.com/?p=85432 A un mes del impacto de Otis sobre Acapulco ¿Qué se llevó el huracán y qué sigue para la reconstrucción efectiva de este puerto emblemático?

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“We shape our markets, and our markets shape us, to adapt Winston Churchill’s remark about buildings.” (1) 

A un mes del impacto de Otis sobre Acapulco, ¿qué se llevó el huracán? Primero que nada, vidas humanas, irreemplazables e irrepetibles. Luego, el patrimonio de los sobrevivientes, locales o pasajeros, bienes fincados en el tiempo que sólo podrán ser repuestos con más tiempo y, en tercer lugar, plusvalía: en las menos de cinco horas que duró el huracán, se rasuró la plusvalía repartida en el llamado Acapulco tradicional, la franja costera y zonas circundantes, ya muy afectada desde hace más de una década.

Las ciudades funcionan, crecen y prosperan gracias a la plusvalía, que es el motor de la inversión y el trabajo. Bien que nos guste o no, las ciudades son un mercado de suelo y trabajo, mucho antes de ser el crisol de derechos ciudadanos que supone Henri Lefebvre. Sabemos de sobra que no sólo son eso, son mucho más, pero es esa competencia de intercambio de bienes y servicios lo que desde sus orígenes permanece inmutable y les otorga un destino.

Si en Acapulco no se restaura la plusvalía que hoy se encuentra tan deteriorada como sus edificios e infraestructuras, no habrá ningún destino posible para una ciudad que hoy se ve tan vulnerable ante la naturaleza, pero todavía más por la delincuencia, por más fondos o donativos que se le asignen.

En su fascinante libro The Surprising Design of Market Economies, el periodista Alex Marshall —del que extraigo la cita con la que comienza esta entrega sobre Acapulco (cuya primera parte se puede leer aquí)—, compara los mercados con las grandes extensiones de suelo verde en el interior de las ciudades: superficies arboladas, con césped, plantaciones florales, muchas veces con lagos, colinas y senderos que parecen áreas naturales y silvestres, exiliadas de la colonización del asfalto, que en realidad son jardines artificiales, diseñados de manera cuidadosa por paisajistas en páramos con frecuencia áridos y deslucidos.

Con los mercados pasa lo mismo, no existen sino ahí donde son diseñados y construidos. Como los edificios o los parques, los mercados se han de diseñar y edificar, no son productos de generación espontánea, sino finos mecanismos depurados, calculados y manufacturados, y son precisamente esos mercados los que “hacen ciudad”, para insertar aquí esa expresión tan a menudo empleada por arquitectos y diseñadores urbanos.

Tras una larga carrera en el área de la planificación, el urbanista Alain Bertaud llega a la conclusión, desarrollada en su libro Order Without Design, de que no es el diseño urbano, y mucho menos los planes, lo que crea el patrón ocupacional de las ciudades. El orden espacial de las urbes modernas se genera más a partir del influjo del mercado que por una pretendida doxa urbanística, desarticulada de políticas económicas o fiscales, y que sólo conduce a respuestas fragmentarias en el mejor de los casos, fracasadas e inviables la mayoría de las veces: “Markets transmit through prices the information generating the spatial order. When prices are distorted, so is the order generated by markets.” (2)

Al igual que la arquitectura, la improvisación o espontaneidad puede funcionar, y hasta ser deseable para construcciones sencillas y particulares, pero no para estructuras complejas y colectivas que requieren de un proceso de conceptualización, diseño y ejecución para su correcto funcionamiento, seguridad y beneficio.

La construcción de la Autopista del Sol en los 90 le dio una playa muy próxima a la Ciudad de México y al Estado de México, a sólo 4 horas de distancia, pero también trasladó al Puerto su duplicidad clasista: la ciudad de la prosperidad de un lado y la ciudad del precarismo del otro; llevadas al ámbito del turismo, Acapulco Diamante y el Puerto tradicional, divididos por una montaña. A pesar de ello, Otis los igualó en la tragedia, las vidas, el patrimonio y la plusvalía se perdieron por igual de un lado y del otro de la montaña.

La magnitud y carácter del desastre, y la clara vocación del Puerto ofrecen sin embargo una oportunidad inesperada que facilita la reingeniería de los mercados para resarcir en lo posible el patrimonio y la plusvalía, sólo realizable si mantenemos mercados sanos en operación. Por supuesto que habrá a quien esto le parezca escandaloso e inadmisible, pero no es la primera vez que se ha hecho. Nueva York se recuperó de la bancarrota de 1974 con una estrategia económica y, de la misma manera, renació de sus cenizas tras los ataques terroristas del 2001 con la creación de condiciones financieras para invertir en commodities urbanas. El ejemplo más legendario de la historia fue el que se llevó a cabo en París en 1855, ciudad que transitó no sólo con proyectos especializados, sino sobre todo mediante una estrategia financiera.

El caso de Acapulco es único, y al mismo tiempo el más paradigmático. Puede llegar a convertirse en un modelo para la prevención e intervención en las futuras catástrofes a las que el calentamiento global estará sometiendo a nuestros litorales. La reconstrucción de Acapulco no puede consistir únicamente en la restauración de inmuebles privados o el avituallamiento a los afectados más pobres mediante transferencias de dinero en efectivo o despensas, tampoco con proyectos cosméticos de “acupunturistas urbanos (como suelen llamarse), ni con programas de zonificación y usos del suelo, ni con reglamentos prematuros que ya comienzan a plantear cómo se revivirá Acapulco. Todo eso vendrá después, si se quiere. Lo primero será plantear una estrategia para resarcir la plusvalía y rentabilidad.

Los dos factores que lo hacen posible son: las infraestructuras y la propiedad; las inversiones públicas y privadas, que permiten la producción, distribución y consumo de bienes y servicios en un lugar específico, así como los derechos legales, individuales o colectivos sobre la propiedad, para usar o usufructuar cualquier bien tangible o intangible. Cuando alguno de estos falta o es deficiente, la operación de los mercados y su reflejo urbano será deficiente de la misma manera.

Es difícil decir cual debe ir primero o si deben ser simultáneos, rara vez ocurre así, sin embargo, esta dupla es el único antídoto eficaz, no sólo para el restablecimiento del tejido urbano y social en una urbe, sino para el futuro de muchas generaciones. Las tácticas para bajar a ras de suelo esta estrategia deberán ser definidas por especialistas y ciudadanía, pero la estrategia para reactivar la economía debe tener como eje la recuperación de la plusvalía y la reinvención de mercados funcionales, para lo que requieren:

  • Recuperar e incrementar la plusvalía, creando o reclasificando el suelo. Esto, que parece ser mera especulación, puede ser la única respuesta ante la crisis ya que es lo que en las ciudades moviliza el capital y el trabajo. Lejos de pensar que es un asunto privado, tiene implicaciones profundas con lo público y el Estado.
  • Creación de infraestructura eficaz y sostenible: drenajes modernos, plantas de reúso y tratamiento de agua, plantas potabilizadoras, embalses de agua pluvial. Energías limpias como la eólica y solar, o la infraestructura de movilidad, constituyen la mejor garantía para atraer inversiones productivas y financiar políticas públicas de conservación del medio ambiente y ahorro energético.
  • Reciclaje de la propiedad. El gobierno requiere reservas y bancos de suelo para redirigir inversiones y equipamiento, para la reconformación ambiental y rentable del espacio público y privado que enaltezca la belleza y goce del lugar y generen recursos fiscales para la reposición de las condiciones de habitabilidad y del patrimonio perdido, comenzando por lo básico: vivienda, y equipamientos esenciales; hospitales y escuelas, seguido de estrategias turísticas y de entretenimiento de gran alcance.

Una vez superada la emergencia, y antes de comenzar a “reconstruir” Acapulco, el Estado debería diseñar esos mercados que queremos que operen en Acapulco, y no sólo tutelar su regulación o su mantenimiento, sino gestionarlo. Si esto no se entiende en el próximo gobierno que será el encargado de hacer o no hacer algo con la ciudad de Acapulco, no se habrá entendido nada. De mantenerse en la restauración de hoteles y viviendas como estaban, se perderá la gran oportunidad que ofrece la desgracia. Es claro que al mismo tiempo hay que ser cauto y precavido ante externalidades negativas, como desplazamientos excesivos o burbujas inmobiliarias, pero no timoratos para alentar la acción económica como prioridad

Durante los 17 años que duró la gestión del Barón Haussmann, la transformación de París en el siglo XIX se estima que costó cerca de 2.5 billones de francos provenientes de fondos públicos y deuda estatal. Se puede calcular que el gasto final, calculado según la inflación actual, sería del orden de 18 billones de Euros, (3) sin contar con la inversión privada. Parece mucho, y lo es. Se construyeron alrededor de 140 mil kilómetros de calles; 80 mil de drenajes; se plantaron alrededor de 100 mil árboles, se instalaron 32 mil luminarias de gas, se hicieron más de 15 plazas y más de 1 millón de metros cuadrados de parques e infraestructura para la sostenibilidad y rentabilidad, en el más amplio sentido del término.

A la fecha al menos 18 millones de personas visitan París cada año. La división entre los 365 días del año, arroja unos 50 mil visitantes por día. Si suponemos que un turista promedio pueda gastar mínimamente alrededor de 500 euros, en París estarían circulando alrededor de 25 millones de euros a diario, y la derrama anual sería de casi 10 mil millones, lo cual está muy por debajo del flujo real por turismo en la Ciudad que Haussmann reconfiguró; sus cifras proyectaban el doble, un monto arriba de 20 mil millones de euros al año por turismo (4). Es decir, prácticamente la inversión total de las obras en un año. Además, se calculan cerca de 400 mil empleos directos, 18% de la población económicamente activa (PEA) de la ciudad. Por caro que haya sido en su momento, es poco para lo que sigue redituando a París la inversión haussmaniana.

Hasta el muy conocido geógrafo inglés de izquierda David Harvey se ha visto obligado a reconocer los beneficios de esa estrategia: Haussmann se lanzó a dominar estas tensiones (conflictos de clase, propiedad y poder) y, el que acabara dominado por ellas, no menoscaba una genialidad que procedía de la claridad con que vio que, para poder transformar y modernizar la ciudad, había que movilizar nuevas prácticas en la propiedad.(5)

No sólo Walter Benjamin, sino Georg Simmel antes que él, sabía que son la plusvalía y las infraestructuras lo que modela todo lo que de moderno poseemos en nuestras ciudades. Sea para combatirlo, para acogerlo o domesticarlo, el influjo del capital es insoslayable. Cualquier iniciativa para recuperar Acapulco que no tome ello en cuenta estará destinada al fracaso y condenará al Puerto a una decadencia terminal por la ingenuidad o tozudez de sus actores. Si se quiere rediseñar un Acapulco más seguro, resiliente, prodigo y habitable, hay que diseñar primero los mercados que habrán de propiciarlo, y financiar proyectos sostenibles y rentables que produzcan una autentica derrama fiscal, así como reinvertir en la ciudad y la calidad de vida de sus habitantes. Sólo así podrá evitarse la captura del territorio por la delincuencia; son aparentemente sus integrantes los que, en efecto, ya están contemplando cómo recuperar sus mercados.

“It’s not an economy that supports infrastructure (meaning schools, roads, water systems, Social Security, fire protection, libraries, courts, and so on); it’s infrastructure that supports an economy.” (1)

NOTAS:

1. Marshall, Alex; The Surprising Design of Market Economies, University of Texas Press, Austin. 2012.

2. Bertaud, Alain; Order Without Design, MIT Press, Cambridge, Massachusetts. 2018

3. Jordan, David P., Transforming Paris, The Free Press, New York. 1995.

4. Sobre las estadísticas de turismo en París, se puede consultar la siguiente página: https://www.statista.com/topics/6314/tourism-in-paris.

5. Harvey, David, Paris, capital de la modernidad, Akal, Madrid 2006.

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Acapulco Golden (I) https://arquine.com/acapulco-golden/ Thu, 02 Nov 2023 18:07:42 +0000 https://arquine.com/?p=84657 Acapulco ya era una ilusión de lo que fue antes del Huracán Otis, pero su futuro sólo se definirá a partir de las acciones que se tomen después del desastre.

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“México es el peor lugar del mundo para estar durante un periodo de angustia, una especie de Moloch que se alimenta de almas sufrientes […] un lugar para estar fuera de él.”
Malcolm Lowry (1)

 

Ya desde 1969 Paul Ehrlich y John Holdren alertaban sobre el exceso de emisiones de CO2 y el aumento residual del calor generado por los combustibles fósiles que causarían desastres ecológicos por el incremento en la temperatura en la atmósfera y los mares. (2) Ante la desgracia sufrida en Acapulco el pasado 25 de Octubre lo primero que hay que decir, para comenzar a llamar a las cosas por su nombre, es que Otis no fue un fenómeno natural. El huracán que golpeó con esa fuerza letal a la costa mexicana del Pacifico es el resultado del calentamiento global ocasionado por la irresponsabilidad de gobiernos indolentes e industriales codiciosos.

Lo segundo es que el Puerto de Acapulco era ya una ciudad fallida desde la ultima década del siglo XX, y ya anunciaba futuras desgracias. Hoy es una ciudad destruida. La estructura morfológica de la ciudad ha venido distribuyendo a sus habitantes según los ingresos y la topografía propia del sitio: expropiaron el acceso al mar donde se bañan los visitantes, cerca de las franjas costeras se ubicaron los más favorecidos, mientras la población local a su servicio, viven encaramados en la montaña o en los llanos en el llamado anfiteatro y la sabana.

 

Se estima que en Acapulco hay una población fija de 779,566 habitantes, de los cuales 52% son mujeres, y la cuarta parte son menores de 19 años. De ese total, 43% radica en viviendas con 2 dormitorios, y 36% con casas de uno solo; es decir, el 79% de la población de la ciudad habita en viviendas de no más de 2 habitaciones.

Las líneas de aprovisionamiento de agua y la red de drenaje sufrieron un grave deterioro y un déficit acumulado de años de improvisación y abandono que mantienen a la población en una situación de desabasto intermitente, y de riesgo por inundaciones e infecciones latentes agravadas por la actividad sísmica del subsuelo otra vez, un problema que es más notorio en las zonas más pauperizadas, que en el caso del drenaje se revierte vertiendo las miasmas desde las alturas de los cerros, hacinados de pobres, hasta la turística avenida Costera. Hoy se habla de 580 mil personas damnificadas y 7 mil hectáreas de construcciones destruidas o dañadas. Se estima que hay apenas unos 16 mil inmuebles asegurados, y de estos sólo 7 mil lo están contra huracanes. Se contabilizan alrededor de 900 kilómetros de caminos y calles inundados o afectados. (3) Es decir, una ciudad por décadas desbastada, fue devastada el 25 de Octubre de 2023 por emplear un retruécano, lo que no significa que no siguiera siendo un paraíso económico y fiscal para distintos grupos empresariales, partidos políticos y gremios que se dedican al mercado de estupefacientes y trata de personas.

 

Los años 50 y 60 marcaron el esplendor de Acapulco como centro turístico, coincidieron con el momento en el que unos cubanos barbudos vestidos de verde olivo le arrebataban a los estadounidenses su resort favorito en la isla del Caribe, y tuvieron que trasladarse a las costas del Pacífico mexicano para seguir con la fiesta. Sin embargo Acapulco hacía mucho que dejó de ser ese paraíso turístico del jet set internacional al que le cantaba Frank Sinatra en “Come Fly With Me”, o que recibía a Liz Taylor con Tequilas Sunrise.

 

Durante los 80 y 90 se abrieron nuevas opciones turísticas, tanto en el ámbito nacional como internacional, y la oferta acapulqueña cambió. Para entonces Acapulco había sido prácticamente abandonado por los turistas extranjeros, y se convirtió en una periferia más de la Ciudad de México y sus alrededores, acercada por la Autopista del Sol. Los hoteles de playa pasaron del gran turismo al all inclusive, enfocados al mercado nacional de ingresos medios, que mató la vida urbana y comercial de otras escalas y tipologías, al enclaustrar a los visitantes en los complejos hoteleros sin necesidad de “usar” el espacio público exterior. A la par las de mayores ingresos, mudaron sus fines de semana a las playas de Punta Diamante, donde antes se erguía solitario el complejo construido por Paul Getty: el Hotel Princess, en medio de los jardines diseñados por Luis Barragán, a suntuosos condominios de arquitectura soft a lo Miami Beach, que funcionan de igual manera con todas sus amenities indoors, dejando el exterior para el abasto eventual, servicios locales y dealers que reparten estupefacientes.

Ese “renacimiento” del centro turístico, tan querido por los chilangos, detonó una nueva migración rural. No es casualidad que al conjunto construido para relocalizar a los habitantes del llamado anfiteatro le llamaran: Ciudad Renacimiento, “La Rena”, como se le conoce popularmente, donde la población en busca de trabajo comenzó a hacinarse. Así surgieron los nuevos asentamientos: La Colosio, la Zapata y la Sabana, en contraste con Punta Diamante; viviendas de una o dos plantas, muchas autoconstruidas, situadas en algunas de las zonas más violentas, que han colocado al Puerto entre las 10 ciudades más peligrosas del mundo. (4).

 

La imagen de un clavadista volando desde el peñón llamado La Quebrada era una de las imágenes más reproducidas en las tarjetas postales de los años 60. En ese entonces el municipio de Acapulco contaba con 84,720 habitantes y el puerto con 49,149 residentes fijos. Para fines de la década de los 80 ya tenía más de 500 mil, es decir, su población fija creció 6 veces en una extensión de cerca de 80 km2 en el curso de 30 años.

Hoy ese Acapulco dorado de tarjeta postal y luminarias hollywoodenses ya no existe, Otis sólo lo puso en evidencia lo que hace mucho sólo existía en la memoria de muchos de nosotros que aprendimos a ver y admirar el mar en sus playas.

La reconstrucción tomará tiempo, la forma en la que se encare esa historia en dos episodios, el antes y después de Otis, marcará el futuro de Acapulco: la reconstrucción de los hoteles y condominios afectados como estaban y más acciones improvisadas, realizadas al vapor para apaciguar de manera momentánea a los damnificados y causar el impacto electoral que requiere la coyuntura política, solo retrasará un poco la debacle definitiva. Ya se intentó recuperar en 1997 el Acapulco tradicional sin un plan estratégico, que solo acabó en intervenciones cosméticas que en nada alteraron el déficit urbano que no merece la ciudad. La infraestructura permaneció igual: en ruinas. El transporte público quedó en manos de corporaciones amafiadas con el poder y, para colmo, en fechas recientes se canceló el Fondo Nacional para Desastres Naturales (Fonden), que no sólo estaba constituido por fondos para contingencias, sino que era un mecanismo para su gestión, ejercicio y control.

Postes eléctricos derribadas por el huracán Otis, que azotó Acapulco el 27 de octubre de 2023.  Foto: AP Photo / Felix Marquez.

 

Una vez superada la etapa de emergencia, la rehabilitación del Puerto de Acapulco debería tomar el tiempo adecuado. Acapulco tendrá que ser parte de la agenda electoral para 2024 pues trascenderá esta administración y quizá a la que sigue. Habrá que inyectarle recursos —y muchos— públicos y privados, adquirir o expropiar suelo de calidad para utilidad pública, establecer un programa de estímulos fiscales, crear una agencia de gestión metropolitana para ejecutar la recuperación mediante proyectos integrales, razonados, conciliados con los distintos actores sociales, y con la población directamente afectada, así como administrar y asignar los recursos de manera eficaz y democrática mediante concursos y licitaciones abiertas.

Será necesario recuperar la infraestructura turística como la principal generadora de empleo, pero si en verdad se quiere un futuro sostenido para la ciudad debe evitarse la dependencia de una sola fuente de ingresos. Detroit, en Estados Unidos, sucumbió cuando se fugó la industria automotriz que mantenía a la ciudad. En Acapulco la utilidad del suelo tendría que ser recalificada y revalorada, así como tendrá que enmendarse la estructura hídrica, de vivienda, y los equipamientos y su movilidad, con un enfoque hacia la sostenibilidad y viabilidad integral de la ciudad.

Johnny Weismuller, el actor que le dio vida al Tarzán más famoso del cine, fue campeón de natación y waterpolo, estrella de la época dorada de Hollywood. Acabó su vida decaído en su hotel de Acapulco: Los Flamingos, justo enfrente de la Isla Roqueta. El inmueble ya estaba en franca decadencia cuando su dueño cayó enfermo y con delirios psicóticos, emulando el alarido que le hizo famoso en las pantallas, imagen poderosa y sugerente de un pasado glorioso, convertido en un presente decadente, delirante y muy triste.

La segunda parte de esta columna se puede leer aquí.

Referencias:

(1) Jorge Ruffinelli: “El viaje que nunca termina”: Malcom Lowry en México, disponible en .cdigital.uv.mx
(2): Ver Alan Weisman: La cuenta atrás; Penguin Random House, 2014, Barcelona.
(3): Elias Camahi; El País, 30 de octubre de 2023.
(4): World-statistics.org

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Club de mar Punta Marqués https://arquine.com/obra/punta-marques/ Sat, 23 Jun 2018 15:05:18 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/obra/punta-marques/ Ubicado en la costa de Acapulco, este edificio se adapta a las rocas monumentales de la punta torneándose desde el andador de acceso hasta la terraza de la punta que remata la alberca, además de respetar los límites de ocupación ambiental.

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Acapulco es unos de los primeros puertos de México y Astillero en la época virreinal, desde donde partieron expediciones navales a Filipinas, La Baja California o el Perú. Con este antecedente histórico y por su cercanía a la Ciudad de México, Acapulco se convirtió en una de las mecas turísticas del jet set mundial durante la segunda mitad del s. XX.

Dos bahías conforman el frente al mar pacífico, la bahía de Acapulco y la bahía de puerto marqués, en memoria de marqués del valle, el conquistador Hernán Cortés.


El proyecto se encuentra ubicado en la confluencia de ambas bahías, el Cabo Punta Marqués.

La punta Marqués reconoce dos frentes. Por esta topografía, el edificio recuerda una fortificación naval que se protege del viento, la cual mantienen una visual integral del encuentro de la bahía y el Océano Pacífico. Un balouart abierto.
La superficie de construcción es de 2,800 m2, que se distribuyen en tres niveles los cuales albergan actividades de Juice bar, restaurante y la terraza agrupada con el asoleadero principal.

El edificio se adapta a las rocas monumentales de la punta torneándose desde el andador de acceso hasta la terraza de la punta que remata la alberca, además de respetar los límites de ocupación ambiental.


Acapulco, como otros puertos del Estado de Guerrero, ha tenido un período difícil derivado de la violencia en la zona, sin embargo, este proyecto pretende contrarrestar esa dificultad. Su espíritu se origina en dos factores principales, la revitalización de un sitio turístico y el respecto a los lineamientos ambientales del lugar.

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Coludidos en los desastres https://arquine.com/coludidos-en-los-desastres/ Sat, 12 Oct 2013 23:26:44 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/coludidos-en-los-desastres/ La idea de la entropía nos ayuda a entender, cuestionar y reflexionar sobre lo que construimos en la tierra, sobre nuestras ciudades y las decisiones que se han tomado, que a posteriori producen grandes problemas a nivel social, económico y ético. El desastre sería lo que nosotros hacemos con las ciudades. La naturaleza no hace desastres: se acomoda, sigue su rumbo.

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Esta ciudad (pensé) es tan horrible que su mera existencia y perduración, aunque en el centro de un desierto secreto, contamina el pasado y el porvenir y de algún modo compromete a los astros. Mientras perdure, nadie en el mundo podrá ser valeroso o feliz.
Jorge Luis Borges, El inmortal

El artista Americano Robert Smithson lo dejó muy claro en su obra: las intervenciones que hacemos en la tierra deben alterar tanto al lugar como a la pieza. En Partially Buried Woodshed, creada cuando Smithson fue invitado a una residencia artística de una semana por la Universidad de Kent en 1970 y diseñada junto con un grupo de jóvenes estudiantes, propuso enterrar parcialmente una cabaña abandonada dentro del campus de la Universidad. La idea de la entropía, característica en la obra de Smithson, nos ayuda a entender, cuestionar y reflexionar sobre lo que construimos en la tierra, sobre nuestras ciudades y las decisiones que se han tomado, que a posteriori producen grandes problemas a nivel social, económico y ético. Hoy los llamamos “desastres naturales”, pero Smithson lo contempla como entropía natural. El desastre sería lo que nosotros hacemos con las ciudades. La naturaleza no hace desastres: se acomoda, sigue su rumbo.

Escribo estas líneas de una manera casi oportunista. Ver los desastres provocados por las intensas lluvias, huracanes y terremotos, me lleva a reflexionar sobre la arrogancia e ignorancia al hacer ciudades en nuestro país. Políticos, desarrolladores, ingenieros y arquitectos siguen haciendo lo que quieren sin reflexionar que lo que se edifica, como lo pensó Smithson, tendrá consecuencias con su entorno natural.

Como ejemplo hay varios casos en México. Tenochtitlan puede ser controversial. Sin duda la visión de los mexicas fue menos ambiciosa que la de los españoles y la de los mexicanos. Fue una ciudad edificada sobre un lago pantanoso, en una cuenca donde el cauce del agua es importante, con asentamientos peligrosos y donde además de esto, hay terremotos continuamente. Seguimos desafiando esta condición, tratando de diseñar o idear lo más complicado. Los ingenieros se las ingenian para hacer más complejos los sistemas de agua de la ciudad, entubando, desviando, sacando y metiendo; los arquitectos emberrinchados en diseñar necedades; los políticos venden licencias donde no es apto desarrollar y los desarrolladores ganan sin cuestionar.

Ejemplos como el de Cancún y la desaparición de manglares: un lugar donde se diseñan largas playas de arena con un trascabo, para que los turistas piensen que ha sido siempre. Es casi como una disneylandia tropical, donde en las noches se coloca la arena que el mar se llevó, o donde desaparecen manglares para edificar hoteles que alteran el orden natural de la zona entre la laguna y el mar. Al final todos le echan la culpa a la naturaleza, a Dios y quién sabe a quién más.

Sin aprender de esto, ni entender la historia, está Acapulco. Sus primeros asentamientos se encontraban metros arriba de la costa, en la montaña dentro de la bahía, protegidos de huracanes y maremotos. Cuando llegaron los españoles construyeron estratégicamente un fuerte a más de 15 metros de altura, protegido por la península y la isla quebrada. Ahí se asienta la ciudad de Acapulco de donde salía la Nao de China, la cual se protegía de los vientos peligrosos en esa misma área de la ciudad. Después, ¿que pasó? La zona hoy “hot” y cara, una vez más, es donde desaparecen los manglares, se construyen edificios para ricos al frente y casas para pobres detrás, donde se modifican los cauces de los ríos y se desequilibra el sistema completo y donde hoy, miles de personas pierden su patrimonio estafados por grandes compañías y políticos coludidos que hacen negocio a costa de, primero, la tierra y, segundo, el patrimonio de la gente. No hace mucho, escuchaba durante una plática al directivo de una gran compañía viviendera que desarrolló miles de casas en la zona de la laguna de tres picos en Guerrero, decir con tono arrogante: “desviamos un río, fue un dolor de cabeza”.

Con mucha suerte la gente que tiene casas dañadas podrá ponerle precio a su casa como si fuera pieza de arte, igual que la universidad de Kent protegió la cabaña de Smithson por 40,000 dólares 11 años después de intervenirla, cuando ya quedaba muy poco y la naturaleza había hecho su trabajo.

desastre Imagen vía cnn

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¿Terminaron las vacaciones? https://arquine.com/terminaron-las-vacaciones/ Tue, 01 Oct 2013 13:58:12 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/terminaron-las-vacaciones/ Acapulco, una ciudad creada bajo la propaganda de un sistema político para el que la “modernización” era ineludible y que para lograrla con la velocidad que demandaban los tiempos se tenía que basar en la explotación de los recursos naturales. Por su condición geográfica y natural Acapulco tendría una doble condición: ser el paraíso construido sobre el paraíso.

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Autodidacta, filosofo y urbanista, Paul Virilio plantea en su texto Pensar la velocidad que el progreso y la catástrofe son el anverso y el reverso de la misma moneda. Afirma que construir el Airbus 380 para mil pasajeros es generar la posibilidad de tener mil muertos o que haber construido el Titanic fue construir el naufragio del Titanic. “No es triste decirlo, en absoluto, es una realidad,” asegura el autor. Para Virilio no hay ningún pesimismo en esto, ninguna desesperanza, es simplemente un fenómeno racional. Afirma que se trata de un fenómeno ocultado por lo que el llama “la propaganda del progreso” mediante la cual se halaba de los beneficios y se niegan los riesgos. La propaganda del progreso es también utilizada para justificar el desarrollo urbano –junto con sus respectivas arquitecturas— en miles de ciudades en todo el mundo. El “progreso” para revestirse de realidad suele ir acompañado de una ideología mediante la cual sea posible plantear un “objetivo común”, que en el caso de las ciudades bien puede interpretarse como una “idea de ciudad”. La ciudad como el paraíso ideológico, moderno y por tanto edificado. Ciudades como el Berlín de la Alemania Nazi, el Stalingrado de Stalin, el Detroit de Roosevelt y por que no, el Acapulco de Miguel Alemán, han dado cuenta de que Virilio parece no equivocarse.

Acapulco, una ciudad creada bajo la propaganda de un sistema político para el que la “modernización” era ineludible y que para lograrla con la velocidad que demandaban los tiempos se tenía que basar en la explotación de los recursos naturales. Por su condición geográfica y natural Acapulco tendría una doble condición: ser el paraíso construido sobre el paraíso. Se comenzó así a edificar un nuevo imaginario, un mundo ideal en donde el cielo y el infierno serían sustituidos por el sol y la playa. Este nuevo imaginario urbano y tropical estaría habitado por personajes de la farándula, la política y la sociedad –el ahí mismo definido Jet Set— que habitarían las arquitecturas de la modernidad y se pasearían en lujosos autos sobre lujosos bulevares. A partir de este nuevo imaginario de los años cincuenta, el resto de los mortales estaríamos más que dispuestos a vernos reflejados en ese falso espejo de la modernidad tropical. Pero las vacaciones han terminado y hoy lo hemos visto todos: la ciudad anegada, la infraestructura destruida, la población residente afectada en sus bienes y en su economía, el turista siempre contento ahora desconcertado y enojado al quedar varado, la ciudad incomunicada vía terrestre, marítima y área, las autoridades paralizadas y los medios dando cuenta de que el paraíso que ellos mismos promovieron se asemeja más a un infierno que también genera rating.

Las ciudades que han sido destruidas se han vuelto a edificar pero nunca lo han hecho bajo la misma perspectiva ideológica, en Acapulco parece que nuevamente se insistirá en la misma por que simplemente no hay otra. Hoy se habla de rescatar y reconstruir, de regresarle su grandeza, de demostrar que sigue en pie y que muy pronto estará listo para servir al turismo y al capital. De lo que no se habla es de reconfigurar una ciudad que siempre ha sido un desastre evidente y que sólo es vista cuando las consecuencias del desastre son televisadas. Y reconfigurar una ciudad no solo es darle a la naturaleza el lugar que le corresponde, reubicar miles de viviendas, construir más infraestructuras hidráulicas, quitarles impuestos a los hoteleros y lanzar campañas publicitarias para sensibilizar a la demanda. La conciencia de crisis no es suficiente para mejorar una ciudad y particularmente su condición económica de absoluta dependencia. Reconfigurar una ciudad implica necesariamente generar un marco de sustentabilidad ambiental y económica, y con ello mantener, mejorar y ampliar el empleo, incrementar la captación de inversiones, fomentar el desarrollo regional y diversificar la actividad de los sectores productivos; se requiere por principio asumir un nuevo paradigma de actuación y desarrollo económico que permita permanecer rentablemente en el negocio del turismo a nivel global.

Es innegable que la actividad turística es generadora de diversos beneficios, lo que si es cuestionable es la intensidad y alcance de estos logros. Si los beneficios no logran impactar positivamente en el nivel de vida de la población, los servicios urbanos, el manejo adecuado del medio ambiente, el desarrollo urbano de la localidad, la educación, la capacitación laboral y el manejo responsable de la administración pública, entonces se pude afirmar que los beneficios son parciales y se encuentran fuertemente segmentados. Si los beneficiarios reales de la actividad turística siguen siendo grupos privilegiados, se pierde la oportunidad de desarrollar un destino sustentable y por tanto competitivo. Setenta años de un falso desarrollo “modernizador” son más que suficientes para darnos cuenta que la ruta resultó falsa.

El Acapulco de los próximos años deberá sorprendernos no por sus playas y hoteles, sino por su capacidad para reconfigurarse como una zona metropolitana con 250,500 viviendas (de las cuales 22,545 no cuentan con drenaje) y 870 mil habitantes (de los cuales 69,600 mayores de 15 años no saben leer y escribir). Cuando las vacaciones terminan se vuelve a la escuela y al trabajo, Acapulco debe aprender la lección y el gobierno ponerse a trabajar de manera responsable.

ACAP

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El agua https://arquine.com/el-agua/ Sat, 21 Sep 2013 14:09:22 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/el-agua/ Los cientos de miles de damnificados por las lluvias en los últimos días en Guerrero y otros estados —incluyendo los turistas de Acapulco sobre los que algunos medios e incluso el Estado han centrado su atención como si fueran los únicos o los más afectados— hubieran padecido menos si alguien hubiera planeado más, si alguien hubiera construido mejor, si alguien hubiera hecho su trabajo.

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No recuerdo a quien le oí por primera vez la frase: el agua es cabrona y el agua no es pendeja. La prueba del agua parece ser la más dura, la más difícil que tiene que soportar la arquitectura o, al menos, los edificios. Un temblor, un incendio o un ataque terrorista pueden ser devastadores, pero son menos comunes que las lluvias que, en buena parte del mundo, someten a prueba a las construcciones con regularidad previsible. Sus efectos son dobles: instantáneos, con goteras o peor, inundaciones, y acumulativos: deslavan, despintan, oxidan, corroen. A lo largo de la historia hemos aprendido a anticiparnos a sus efectos: los techos inclinados, los aleros, canalones y botaguas, los pisos elevados, los barnices y las pinturas, son algunas formas de prever el paciente y otras veces imparable asedio del agua.

Con todo, parece que a la larga no hay edificio sin gotera, salitre o humedad. Obras de Le Corbusier y Wright las padecieron —de esperarse en el caso del segundo si la casa está sobre una cascada— y en el documental Koolhaas Houselife vemos el experimento de resultado increíble en su casa de Bordeaux: riegan por un lado y la gotera aparece al otro extremo. Mies elevó la casa de Edith Farnsworth más allá de la cota más alta que había alcanzado el desbordamiento anual del río al que hace cara, pero no previó —¡cómo podría!— el calentamiento global y sus efectos. Y peor aun: el agua no sólo ataca por fuera sino desde dentro: tuberías y cañerías recorren muros y pisos. Al final, sea que el arquitecto intenta una solución poco probada, y fracasa, o que tanto va el agua a la casa que la falla aparece.

El riesgo de una casa en la ciudad se multiplica. Incluso las lluvias regulares causan inundaciones o de menos, en esta ciudad, encharcamientos y apagones. Entre el agua que cae del cielo y la del subsuelo, el pavimento se deforma o desaparece. Y con lluvias torrenciales todo empeora. Pero si en una casa el agua, con su insistencia y su inteligencia, revela la poca astucia o aplaca la soberbia del arquitecto, en la ciudad y en el territorio deja a la vista las fallas de planeación o la tardanza en la respuesta, el descuido y la corrupción de gobernantes, el cinismo y la ambición de los que por costumbre llamamos desarrolladores pero que nada hacen por el desarrollo y también la marginación y la desigualdad. En muchos, si no es que en todos los casos, los causantes tienen nombre —y no son ni Katrina, ni Ingrid, ni Manuel. Los cientos de miles de damnificados por las lluvias en los últimos días en Guerrero y otros estados —incluyendo los turistas de Acapulco sobre los que algunos medios e incluso el Estado han centrado su atención como si fueran los únicos o los más afectados— hubieran padecido menos si alguien hubiera planeado más, si alguien hubiera construido mejor, si alguien hubiera hecho su trabajo. Y si en la casa la gotera puede revelar descuido o tontería del arquitecto, en la ciudad y el territorio las pérdidas por inundaciones revelan irresponsabilidad incluso criminal. Aquí, no es el agua ni la cabrona ni la pendeja.

acacnn

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