Este proyecto responde al desafío formal y estético de un lote de construcción estrecho, del que prácticamente es una extrusión directa. El edificio resulta de un entendimiento de la arquitectura clásica y el estudio de proporciones o secciones áureas, así como del acero, el concreto y el cristal, materiales clásicos de la modernidad arquitectónica.

La volumetría de la torre de Ferrocarril de Cuernavaca 780 se configura por un basamento, fuste y capitel, y su fachada aparece como la solución a la necesidad de liberar las plantas de obstrucciones interiores. De color negro, permite adivinar su uso inmediato como edificio de oficinas, mismas que cuentan con espacios iluminados de manera natural y permiten la renovación del aire.

La materialidad del edificio se conecta con la calle y recuerda, de cierta manera, el pasado industrial de esta zona de la ciudad que en su momento fue punto de entrada y salida de la Ciudad de México, y ahora se encuentra en medio de uno de los distritos más desarrollados de la capital.

El desafío final del edificio es su resistencia a los sismos, para lo cual se ha visto beneficiado por un diseño estructural adaptado a los códigos de construcción y a la integridad del edificio.

El cargo La traza extruida apareció primero en Arquine.

El proyecto consiste en la remodelación definitiva de una estructura que ha sufrido varias modificaciones a lo largo de los años. Al revisar los archivos de la propiedad, encontramos los rastros del proyecto original diseñado por el Arquitecto Augusto H. Álvarez en la década de los años cincuenta. 

Decidimos fundamentar la propuesta dentro de la retícula base de este proyecto, el cual plantea la distribución de la casa alrededor de cuatro ejes estructurales a cada cuatro metros. Se planteó una volumetría sencilla con grandes ventanales de cristal hacia el jardín y, a petición del cliente, una fachada hacia la calle que dotará de seguridad y privacidad al proyecto. 

La intención es evocar los rasgos de la arquitectura moderna de mediados del siglo pasado a través de la materialidad, de la exaltación del orden y de los elementos estructurales. La configuración de los espacios busca transmitir la sensación de apertura constante y conexión con el entorno natural inmediato. 

El exterior se recubrió con estuco color gris oscuro que enfatiza su condición tectónica y monolítica. Por otro lado, la madera de roble claro que recubre los interiores, suaviza los contrastes y neutraliza la luz, creando la percepción de espacios relajados, frescos y naturales.

Los diferentes niveles marcan la secuencia de privacidad en los espacios de la casa. Se accede en planta baja desde la calle a través de un vestíbulo en penumbra que deriva en los espacios de sala y comedor que, a su vez, conectan con cocina y biblioteca. Los cuatro dormitorios y el cuarto familiar se ubican en el segundo nivel. La tercera planta ofrece un espacio específicamente dedicado al bienestar, mismo que se extiende con una terraza exterior.

La funcionalidad final es consistente con el ensamblaje de los espacios, mismos que se perciben desde la fachada generando una radiografía del habitar de la casa que se transforma con los diferentes momentos del día a través de los reflejos y las transparencias suavizando en todo momento los limites entre el interior y el exterior del proyecto.

El cargo Sierra Negra apareció primero en Arquine.