Historias de inclusión y exclusión: ningún espacio es autónomo. Conversación con Diane Davis
Lo que identificamos como público es un artefacto, una consecuencia de cómo pensamos a quién pertenece, a dónde y quién [...]
10 agosto, 2016
por Francisco Brown | Twitter: pancho_brown | Instagram: pancho_brown
20 de junio de 1969. En un bar gay del Greenwich Village, en Nueva York, se desató una revuelta que desencadenaría una serie de protestas civiles en la ciudad y se convertiría en el hito histórico más importante en la batalla por los derechos homosexuales en Estados Unidos.
1:20 de la madrugada. Viernes. El Stonewall Inn estaba a reventar, pero el ambiente no era de fiesta. Venían de regreso del funeral de Judy Garland y el bar se convirtió en una suerte extensión funeraria del icono queer más importante de la época. Como de costumbre, la policía visitaba los bares gay acosando y persiguiendo a los homosexuales y cobrando prebendas a los dueños, sobre todo porque la gran mayoría de clubs y bares gay pertenecían a la mafia y no contaban con licencia para venta de licor, incluyendo el Stonewall.
Sin embargo, la noche del 20 de junio fue diferente. La combinación entre el exceso de represión policial y la desobediencia y frustración de parte de los clientes, desató una verdadera batalla. El disturbio fue tan grande que al día siguiente se dio inicio a las protestas de Stonewall, exigiendo el fin del acoso policial a la comunidad gay. “Las revueltas se convirtieron en protestas, las protestas en un movimiento y el movimiento se convirtió en una parte fundamental de America”, escribiría Barack Obama, el 24 de Junio de este año, cuando nombró al Stonnewall Inn el primer Monumento Nacional dedicado a los derechos y las causas LGBT, haciéndolo parte del Sistema Nacional de Parques.
Antes, ya en el año 2000, la ciudad de Nueva York lo había nombrado Monumento Histórico de la Ciudad, bajo la presión de la comunidad del Greenwich Village y para evitar que intereses privados demolieran el edificio. El proceso de selección de un edificio para que forme parte de la selecta lista de Historic Landmarks de la ciudad, que incluye al Empire State Building, al Distrito Soho y otros 131 edificios, es largo y complejo, porque además de la protección de la integridad física del edificio, se otorga una gran cantidad de incentivos fiscales para el mantenimiento y conservación del sitio. El nombramiento de Stonewall como patrimonio histórico de la ciudad y del país, lo coloca junto a otros importantes sitios que conmemoran las luchas por los derechos civiles de la nación, como los campos de batalla de Gettysburg y el puente en Selma.
Stonewall es una referencia urbana, un punto de parada obligatorio del Gay Parade de cada año, celebrado en junio en varias ciudades del mundo a causa de las protestas del 69. La comunidad se reunió ahí tras la aprobación del matrimonio para personas del mismo sexo y ahí rindieron homenaje a las victimas de la masacre de Orlando. Han pasado más de 48 años de las protestas y los días de la represión policial parecen cosa del pasado. Stonewall y el movimiento por las libertades tuvo un impacto irreversible en las políticas de la ciudad. Años después, una gran cantidad de bares gay abrieron en el Village que hasta hoy, junto con Chelsea, y Hell’s Kitchen, son los barrios con mayor concentración de bares para personas de la comunidad LGBT.
Sin embargo, Stonewall no debe ser sólo un monumento a las luchas pasadas, sino un recordatorio de que la lucha sigue. Es esencial recordar que el progreso y la integración social y urbana no lo determinan un titulo de patrimonio histórico para un edificio en sí: es la determinación de una sociedad que necesita preservar estos monumentos que nos recuerdan que la lucha no termina, que muchas personas LBGT son acosadas aún, que el gobierno discrimina a los miembros transgénero y que los intereses económicos del siglo XXI han reemplazado el acoso policial del siglo XX. En los últimos 15 años, una gran cantidad de bares históricos en los barrios del Greenwich Village han cerrado debido a la imparable gentrificación de la ciudad, traducida en el alza del costo de la renta y las licencias de operación. Los barrios de Hell’s Kitchen y Chelsea, alguna vez refugios de los homosexuales, están entre las áreas más caras de la ciudad, donde incluso los centros de ayuda para personas LGBT están al borde del colapso económico por falta de apoyo. Las clínicas médicas que ayudan a la prevención y tratamiento del VIH han sufrido una reducción alarmante en la ciudad y en el mejor de los casos se mudan a las periferias urbanas donde la renta no resulta impagable. Se deben fortalecer los mecanismos de control de renta para evitar que los intereses en bienes raíces sigan expulsando a miembros de distintas comunidades de sus barrios, para luego colocar una tienda o un cafetín y pintarle el arcoíris en junio.
“Por qué no hacen algo, ayúdenme,” gritaba de forma descontrolada una mujer mientras era vapuleada por la policía justo en frente del Stonewall aquella noche de junio. Ese preciso evento lo desató todo. Acaso debemos sentarnos con una cerveza en Stonewall y preguntarnos qué hacemos hoy. Ayudemos.
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